Con 258.900 palabras hasta ahora, el fic es oficialmente más largo que Harry Potter y la Orden del Fénix. Celebremos con una fiesta!
Capítulo 42. La fiesta de Slytherin
El fuego lo inundaba todo. El fuego grande y terrible, consumiendo los muros de piedra, hirviendo la sangre, el fuego que calcina todo a su paso. El humo negro, como una columna negra hacia el cielo, una manta negra enrollándose hacia arriba, el humo que lo cubre todo de la vista…
Fred y George estaban sentados frente al fuego de la chimenea de la sala común de Gryffindor, charlando en voz baja.
-Yo me siento igual… -decía Fred, serio, asintiendo cabizbajo.
Era tan inusual ver a esos dos hablando en un tono de voz seria, en voz baja, sin bromas de por medio.
-Siempre somos los que organizamos todo -decía George-. Nadie se divertiría de no ser por nosotros… Ahora está por comenzar la fiesta de Slytherin… ¿Y quiénes fueron los que compraron todo? ¿Los que armaron la iluminación, los que pidieron a los elfos de las cocinas que prepararan el ponche…?
-…Los que fuimos hasta Hogsmeade por los túneles secretos para comprar los barriles de cerveza de manteca en Las Tres Escobas… -siguió Fred.
-…Los que pusimos la mayoría del oro para hacerlo, a pesar de que no tenemos mucho; los que arreglamos con los de Slytherin para hacer la fiesta allí…
-…Por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, las cuatro casas reunidas en una fiesta nada más y nada menos que en la sala común de Slytherin… ¡de Slytherin!
-Quizás sea un evento único, algo que jamás pasó en toda la historia de Hogwarts…
-No lo sé, no leí ese libro. Habría que preguntarle a Hermione, si se despega de Malfoy. ¿Crees que las fiestas de los alumnos salgan en él?
-Si no salen, entonces no vale la pena leerlo.
-El punto es que no obtenemos nada de reconocimiento. Nadie dice: "¡Fred, George, la fiesta les ha quedado genial…!"
-La gente simplemente da por hecho que haremos otra gran fiesta, como todas las anteriores…
-…Como si fuera nuestra obligación...
Se quedaron mirando hacia un costado de la sala común de Gryffindor, donde los alumnos bajaban las escaleras, todos vestidos para una fiesta; producidos, maquillados, peinados y limpios. Todos a punto de bajar las escaleras hacia las mazmorras para ir a la gran fiesta de esa noche.
-¿Cuántos acaban cogiendo luego de cada fiesta? -susurró Fred-. Yo apenas he podido besarme con una chica en la del sábado, y nada más…
-Si descontamos lo que ocurrió con Ginny en la de Durmstrang…
-…De lo cual acordamos no volver a hablar por el resto de nuestras vidas…
-…Es irónico, ¿no lo crees? Somos los organizadores de todas las fiestas, y probablemente unos de los únicos que no han tenido sexo en ellas…
Se quedaron mirando a un grupo de chicas de séptimo que atravesaban la sala común hacia el retrato de la Dama Gorda. Todas iban vestidas con túnicas muy elegantes o vestidos muggle de fiesta, muy cortos, con escotes pronunciados, y todas iban bien maquilladas y peinadas, riendo entre ellas mientras salían juntas hacia el pasillo del séptimo piso. Ahora que estaba permitido hacer fiestas, ni siquiera hacía falta que Fred y George guiaran a la gente con el Mapa del Merodeador para llegar allí. Tampoco podrían haberlo hecho, porque se lo habían regresado a Harry.
Fred se quedó mirando el escote de una de esas chicas. Tenía unos pechos enormes, y el vestido que llevaba dejaba a la vista todo el espacio de piel entre estos… El chico tragó saliva con fuerza…
Las chicas se perdieron de vista por fuera del retrato, sin cruzar mirada con ellos.
-Es absurdo -dijo Hermione, mirando a Dumbledore fijamente a los ojos-. Draco no ha hecho nada malo… Draco es bueno… Nos regaló escobas nuevas.
Malfoy tosió con disimulo. El último comentario de Hermione sonó tan raro que Dumbledore entornó los ojos mientras la miraba de forma sospechosa. Pero luego los apartó de ella para dirigirlos nuevamente a los dos adolescentes que había citado a su despacho.
-Con o sin escobas nuevas, la decisión está tomada. Señor Weasley, ha tenido suerte de que el Ministerio decidiera perdonar su uso de un maleficio imperdonable. No suele ocurrir. Como siempre enseñamos aquí, realizar uno de esos maleficios es un ticket directo a Azkaban…
Ron asintió, cabizbajo. Estaba sentado en una silla junto a la de Malfoy. El fuego crepitaba en la hoguera del despacho, lanzando sus chispas color naranja al aire. Estas se elevaban por sobre el fuego, el intenso fuego que lo consumía todo, elevándose hacia la ventana de la sala, tras la cual los copos de nieve caían en la oscura noche…
-No entiendo por qué yo soy parte de este castigo -dijo Malfoy, clavando sus ojos grisáceos en el director-. Solo actué en defensa propia.
-"Defensa propia", como tal, hubiera sido convocar un escudo mediante magia, o quizás desarmar al oponente -dijo Dumbledore con severidad-. No lanzarle un encantamiento explosivo que destruyera por completo la escalera de mármol de nuestra escuela, casi quitándole la vida a su oponente… Señor Malfoy, usted también tiene suerte de que el Ministerio decidiera no tomar más sanciones hacia usted que estas.
-¿Más sanciones…? -Malfoy parecía furioso-. ¡Me están expulsando de Hogwarts! ¡No es una "sanción", nada más…! ¡Es mucho más que eso!
-Expulsen a Weasley, él empezó… -dijo Hermione, firme de pie tras la silla de Malfoy, pero este le indicó con un gesto rápido que se callara.
Ron evitó el contacto visual con ella, pero lucía furioso también. Dumbledore acababa de anunciarles que ambos estaban expulsados de Hogwarts, y Hermione se presentaba en el despacho para defender al imbécil de Malfoy… Pero sabía, en el fondo, que no podía enojarse con ella. Sabía perfectamente que Hermione seguía bajo los efectos del Coactus Labia y que por eso actuaba así.
Si tan solo Harry estuviera allí para ayudarlos…
-No se trata de quién empezó -dijo Dumbledore, manteniéndose en su tono firme y severo-. Si se hubiera tratado de una pelea menor, algo propio de la vida estudiantil, que puede ocurrir a veces… Pero usar un maleficio imperdonable o lanzarle una maldición explosiva a un compañero son cosas que no podemos pasar por alto, han cruzado la línea... Cualquiera de los dos pudo haber muerto. No habrá más discusiones al respecto. Ya he notificado a sus padres y estarán regresando a sus hogares esta misma noche…
-¡Mi padre se enterará de esto! -bramó Malfoy, hecho una furia.
-Sí, señor Malfoy, claro que su padre se enterará -dijo Dumbledore, frunciendo el ceño-. Es precisamente lo que acabo de decirle… Que ya le he avisado... Ahora tengan la amabilidad de ir por sus cosas. Sus profesores los escoltarán fuera del colegio en unos minutos.
-¿Ahora? ¿Ya? -estalló Malfoy-. ¿Cómo se supone que regresaré a mi casa?
-Ambos son de familias de magos, así que pueden utilizar la red flú si lo desean. O tomar el Autobús Noctámbulo, quizás. Ahora, por favor, será mejor que vayan a hacer su equipaje para que no se les haga tarde.
Comprendieron la forma educada del director de echarlos de su despacho. Malfoy y Hermione se marcharon juntos rápidamente, cerrando de un portazo. Ron se demoró un poco más.
-Señor director -le dijo-. Ya me voy, pero quería avisarle una cosa primero…
-¿Sí, señor Weasley? -preguntó este.
-Hermione… Ella no está bien.
-Sí, me doy cuenta -el director frunció el ceño de nuevo-. Está bastante extraña últimamente... Primero se cambió de casa y empezó a vestirse así… como si se hubiera vuelto gótica, o de alguna de estas modas de los jóvenes de hoy en día. Pensé que se trataría de alguna etapa en su adolescencia, pero esta noche la he notado algo… lenta… incluso tonta, lo que es muy inusual en ella. Pero a veces la junta puede cambiar mucho a una persona, y su reciente amistad con el señor Malfoy…
-No es la junta -dijo Ron, mirando el director seriamente. A continuación, le contó todo lo que había investigado con Harry sobre el maleficio Coactus Labia y cómo habían concluido en que Hermione estaba bajo los efectos de este.
-De acuerdo… -Dumbledore se acariciaba la barba, pensativo. Perturbado y pensativo… -Lo tendré en cuenta, señor Weasley…
Ron se sorprendió. Parecía pensar que Dumbledore diría algo mucho más esperanzador que "lo tendré en cuenta". El director leyó a la perfección su cara y entonces agregó:
-Si lo que usted dice es cierto, señor Weasley, sería un crimen terrible por parte del señor Malfoy y digno de una condena en Azkaban. Me encargaré del asunto personalmente. Gracias por haberme confiado sus sospechas.
-Harry intentó quitarle el maleficio -explicó Ron-. El libro decía que Hermione tenía que enamorarse de alguien más para salvarse, por eso él intentó conquistarla. Pero no le salió bien. Ella entonces mintió diciendo que él había abusado de ella, lo que no es cierto… porque claro, está bajo los efectos de eso aún, y por eso miente y se comporta así… La idea de Harry no funcionó y ahora él acabó en Azkaban por un crimen que no cometió. Él solo quería ayudarla. No la ha tocado sin su consentimiento. Ella armó todo el engaño.
Dumbledore asentía despacio.
-Le creo, señor Weasley, pero lamentablemente no soy yo a quien hay que convencer. El Ministerio de la Magia ya ha condenado al señor Potter, por lo que el asunto es complicado… Pero haré todo lo que esté en mi poder para ayudar a la señorita Granger, y por supuesto que también al señor Potter. Con esta nueva información que usted me ha dado, trataré de llegar al fondo del asunto.
-Gracias, señor. Iré a empacar mis cosas.
Ron se fue del despacho, con una expresión triste en el rostro. ¿Qué dirían sus padres cuando supieran que lo habían expulsado de Hogwarts…? Era el primero de los siete hermanos al que le pasaba eso. Ni siquiera Fred y George habían llegado a tanto…
Malfoy entró a su dormitorio y empezó a empacar sus cosas, hecho una furia.
-¿Cuánta poción te queda? -le preguntó a la persona que estaba allí con él, que lucía exactamente igual a Hermione.
-Como unos… como… umm… mucho, sí. Creo que mucho.
Su cara de imbécil no podía ser más diferente a Hermione. Se metió un dedo en el oído y empezó a hurgárselo, en un acto muy poco normal en la chica.
-Oye, Draco, lamento haber dicho lo de las escobas…
-No hay problema, Goyle -dijo Malfoy-. En mi ausencia, recuerda administrar bien la poción multijugos que queda, para que no se te acabe. Tienes que convertirte en Hermione varias veces al día para que nadie sospeche que se fue de Hogwarts. Aparécete por el Gran Salón disfrazado de ella en todas las comidas y en el desayuno. Lo bueno es que ya no hay clases, así que no tendrás que asistir a ellas… Ayer casi arruinas todo al presentarte a esa clase de Aritmancia y confesar ante toda el aula que no sabes lo que es un número impar.
-¡Es que jamás había estudiado matemélicas antes! -protestó Goyle, ahora metiendo uno de los dedos de Hermione en su nariz.
-Se dice "matemáticas", no matemé… bah, olvídalo. De acuerdo, me voy de aquí. No nos veremos nunca más, al parecer… Fue un placer conocerte, amigo.
Se estrecharon las manos. La cara con la que la supuesta Hermione miraba a Malfoy ahora era de una mezcla de tristeza y estupidez, ambas cosas a la vez. Había sido lo mejor que Malfoy había podido hacer para enmascarar ante el resto de los alumnos y profesores el hecho de que la chica había huido de Hogwarts. Sabía que eso podía significar que ya no estaba bajo los efectos del maleficio, por algún motivo… Y, por lo tanto, no podía permitir que todos supieran de su ausencia, o podrían relacionar con él ese hecho…
Aunque ahora que lo habían expulsado, quizás ya no era tan importante si Goyle la cagaba y todos acababan dándose cuenta… Aunque lo mejor sería mantener el engaño un poco más, que todos creyeran que Hermione seguía allí en la escuela varios días después de que él ya no estuviera allí, para que no relacionaran con él su desaparición y así evitar acabar en Azkaban él también, como Potter…
-Adiós, amigo -dijo Goyle.
Malfoy arrastró su baúl fuera del dormitorio.
El pergamino ardía en llamas. Se fue chamuscando, volviéndose negro y consumiéndose en sí mismo en el fuego, mientras flotaba en el aire, girando en un círculo rojo brillante… La chica lo hacía levitar en el aire con su varita, con el brillo del fuego reflejado en sus ojos…
-¿Qué haces, Katie? -preguntó Leanne, ingresando al dormitorio.
-Rompo las páginas de mi diario -explicó ella en un susurro, lentamente, mientras bajaba su varita y la usaba para arrancar una nueva página de su enorme libro lleno de fotografías y recortes periodísticos donde aparecía Harry Potter. La página se rajó fuera de la encuadernación, flotó en el aire y entonces ella agitó su varita y esta se prendió fuego también, consumiéndose de inmediato en el brillante fuego.
Leanne se mordió los labios, nerviosa.
-¿Quieres ir a la fiesta de Slytherin? Todos irán.
Katie no respondió. Arrancó una página con una gran fotografía de Harry montando a su escoba, con el uniforme del equipo de Quidditch de Gryffindor, y se la quedó mirando. Sus ojos brillaron por las lágrimas. Entonces su amiga se sentó junto a ella en la cama y la rodeó con un brazo.
-Vamos, Katie, tienes que recomponerte…
-No puedo -susurró Katie, limpiándose la lágrima de la cara-. Debes pensar que soy una estúpida…
-No, no, claro que no -dijo Leanne-. A todas nos ha pasado esto, ¿sabes? Todas hemos estado fanatizadas con algún chico, algún famoso, alguien que pensábamos que era perfecto… Y siempre pasa lo mismo. Tarde o temprano sale alguna noticia o te enteras de que en verdad era un pedazo de hijo de mil putas violador de mujeres, y entonces… Oh, lo siento.
Katie había roto en llanto.
-No… No, está bien, tienes razón -se limpió la cara de nuevo-. Es verdad. Soy una estúpida… ¿Qué más da si sé exactamente cuántos muñequitos de soldaditos de plástico Harry tenía en el estante de su dormitorio debajo de las escaleras en la casa de sus tíos…? ¿Qué más da si me sabía de memoria el número de su bóveda de Gringotts (la seiscientos ochenta y siete), la composición de su varita (veintiocho centímetros, hecha de acebo con una pluma de fénix en su centro) y todos los regalos que sus amigos y familiares magos le han hecho nunca (capa de invisibilidad, ajedrez mágico, falsoscopio, equipo de mantenimiento de escobas voladoras -incluye un abrillantador de palo de escobas marca Fleetwood…)?
Leanne tuvo que detenerla, porque Katie iba a seguir.
-Respira, amiga.
Katie obedeció, recuperando el aire y cerrando los ojos, mientras otra lágrima rodaba por su rostro.
-Lo siento… Es decir, ¿qué más da si me sabía todo eso…? Jamás pude saber que él fuera a convertirse en esto… En un… en un…
-La palabra que buscas es "violador" -dijo Leanne-. Un violador, eso es lo que es… Y por eso está en Azkaban. Y por eso tú, Katie, debes venir a esta fiesta conmigo. Para conocer chicos, olvidarte de ese tonto… seguir con tu vida. ¿Qué dices?
Katie asintió una vez más, tomó aire y entonces se puso de pie.
-Tienes razón, Leanne -dijo, poniéndose seria-. Harry Potter ya fue. Es cosa del pasado, cosa de mi infancia, algo que debo superar… A partir de ahora, no más Harry Potter.
Abrió mucho los ojos, como si no pudiera creer lo que ella misma estaba diciendo.
-¡Muy bien! -saltó Leanne, sonriendo muy feliz-. ¡REPÍTELO, AMIGA! ¡REPÍTELO!
-¡NO MÁS HARRY POTTER! -gritó Katie, extendiendo ambos brazos al techo.
-¡MÁS FUERTE, KATIE!
-¡NOOOO MÁÁÁS HARRRRYYYYY POOOOOTTTERRRR! -chilló Katie, y acto seguido apuntó su varita al libro entero de fotografías, que estalló en llamas, convirtiéndose en una gran bola ardiente de fuego.
-¡IUUJUUUU! -Leanne se acercó a ella y le chocó los cinco-. ¡Eso es, Katie! ¡Ahora vístete! ¡VAMOS A ROMPER LA NOCHE!
La puerta del armario de pociones de Snape se cerró tras la figura misteriosa envuelta en un largo abrigo, que se movió rápidamente por el pasillo exterior, mirando a ambos lados de forma nerviosa y perdiéndose hacia las escaleras más próximas. Iba con la cabeza gacha, bajando una gorra de lana para que le tapara tanto de su cara como fuera posible, aunque unos mechones de cabello rubio escapaban a la vista.
Con las manos en los bolsillos, empezó a bajar las escaleras y se topó con un grupito de chicas de quinto año preciosísimas, que iban a la fiesta. Tetas, culos, piernas hermosas, sonrisas perfectas en sus rostros… Qué hermosas eran. Todas estaban muy maquilladas, con sus cabellos peinados para una fiesta… Rubias, morochas, castañas… Sus piernas a la vista bajo sus vestidos bien cortos, piernas firmes y duras, hermosas… Qué hermosas chicas. Y una de ellas giró la cara hacia él, ampliando esa sonrisa de dientes blancos y perfectos.
-¡Hola, Ernie! -lo saludó, agitando una mano mientras bajaba la escalera junto a él-. ¿Vas a la fiesta de hoy?
Ernie se puso nervioso.
-Sí, sí, en un rato iré por allí, creo -se encogió de hombros, aparentando desinterés.
-Apresúrate o se te hará tarde -dijo ella. Era una chica de Ravenclaw con la que recordaba haber hablado alguna que otra vez en la biblioteca. -¡Nos vemos allí!
Ernie terminó de bajar las escaleras hasta llegar a la de mármol, que ya estaba reparada... "Nos vemos allí…" Bajó por ella también y dobló para ir hacia la sala común de Hufflepuff, cruzando el pasillo de las cocinas hacia la izquierda.
Chicas hermosas… pensaba. Todos quieren estar con chicas, yo no soy el único. No soy un depravado... Les demostraré a todos que no lo soy…
Entró a su habitación y sacó del interior de su abrigo los frascos que se había robado del armario de pociones de Snape. Abrió el libro de pociones que había sacado de la biblioteca, de la Sección Prohibida, y buscó la página. Cuando la encontró, había un enorme titular en ella que decía: Pornotentia: La poción afrodisíaca más fuerte y peligrosa del mundo. En la descripción del artículo, decía: Sus efectos incontrolables son extremadamente intensos. Esta poción ha sido la culpable de la gran "Orgía de los cien años" que tuvo lugar en un pueblo del este de Escocia en el año 1694… La tasa de natalidad del pueblo se disparó en los años subsiguientes, con tantos nacimientos de magos que tuvieron que crear un pueblo entero para ellos; y así fue como nació Hogsmeade, el primer pueblo enteramente de magos de todo Gran Bretaña…
Ernie empezó a mezclar los ingredientes en su caldero, sin perder un segundo. Le había dicho a Justin y Susan que llegaría un poco más tarde a la fiesta, pero no explicó el motivo.
¿Así que no le permitían beber? ¿Así que Hannah ya no quería hablarle? ¿Así que él era el malo de la película, por haber accedido a las súplicas de la chica, que le había insistido toda la noche en que tuvieran sexo? ¿Y ahora había perdido a su mejor amiga, además de todo lo que ya había tenido que pasar luego de cada una de esas fiestas de mierda…?
Pues ya veremos si todos siguen recordando lo que yo he hecho luego de la fiesta de hoy, pensó con resentimiento. Estarán todos demasiado ocupados pensando en lo que ellos habrán hecho esta noche…
¿Así que él era el que alteraba el ponche con pociones? Él no había hecho que todos se pelearan el sábado anterior. La poción que él le había puesto al ponche no hacía eso.
Pero habían agotado su paciencia. Hoy no usaría una placa de "conductor designado" ni sería humillado de nuevo. Hoy, en cambio, pondría en el ponche una poción de verdad.
¿Yo, depravado? Todos quieren sexo aquí… Todos son unos adolescentes sedientos de sexo… Y se los mostraré en la cara. Ya verán cómo todos son unos depravados… A ver quién queda libre de culpas luego de esto.
Mezcló un poco más los ingredientes, finalizando la peligrosa poción y vertiéndola rápidamente en un discreto frasco que iría oculto bajo su manga.
Y de allí, directo al ponche.
Las antorchas que bordeaban la sala común de Slytherin se encendieron todas juntas. Eran muchas de ellas y todas tenían forma de serpiente, con sus bocas abiertas escupiendo fuego. Eran tantas que lucía como si toda la sala estuviera rodeada de fuego.
Fuego y más fuego, que crepitaba, que emanaba humo en el aire, que consumía el oxígeno a su alrededor…
Todos empezaron a llegar, de todas partes del castillo: de las otras salas comunes, de los terrenos exteriores… Pronto la fiesta hubo empezado, y había las típicas cosas que cada vez veían más seguido en sus vidas: luces de todos colores, una bola disco arriba de todo del espacio que habían destinado para bailar en medio de la sala común, una enorme consola de DJ tras la cual estaba Lee Jordan, un ponche enorme en la mesa central, barriles de cerveza de manteca por todas partes, Dean Thomas tras una mesa llena de botellas de todo tipo, preparando tragos especiales…
-¿Me das un martini doble de frutos rojos con una hoja de menta y una pizca de jengibre? -pidió Cedric Diggory, de pie ante el chico.
-Vaya… -Dean tomó sus medidores metálicos con forma triangular, echó líquido de varias botellas en ellos, los fue pasando a sus distintas cocteleras y empezó a agitarlas con ambas manos, sacudiéndolas con fuerza-. La gente de Hogwarts está volviéndose cada vez más exigente con las bebidas, luego de tantas fiestas…
-Todo nosotros -decía Fred, caminando junto a una chica preciosa de séptimo de Ravenclaw llamada Jennifer Lemings y señalando todo alrededor, a la decoración-. La bola disco es parecida a la que pusimos en la fiesta del lunes, en tu sala común, ¿pero sabías que no es la misma? Porque esa la rompió Andrew Kirke luego de ponerse ebrio y disparar varios hechizos al aire. Tuvimos que comprar una nueva en Artículos para magos fiesteros y brujas cachondas, por correspondencia de lechuza.
-No recuerdo haber visto eso -dijo ella, mirando la bola con curiosidad.
-Sí, pues fue muy tarde -dijo Fred-. La mayoría ya se habían ido a dormir. ¿Y ves esa serpiente de allí? Era una antorcha como las otras, pero hace un rato la desactivamos y le pusimos un encantamiento para que lanzara esa luz de color rojo… La gente no sabe cuánto esfuerzo ponemos en estas fiestas. Pero son horas y horas de preparación…
-Muy impresionante -dijo Jennifer, y lanzó una mirada por sobre su hombro-. ¿Me disculpas un segundo? Voy a regresar con mis amigas un minuto.
-Sí, claro -Fred observó cómo la chica se marchaba, con una expresión de desilusión en el rostro.
-¿Fleur no viene? -preguntó George, que acababa de encontrar a Ginny en otra parte de la sala.
-No, estuvo llorando todo el rato luego de que expulsaron a Ron -dijo ella, que estaba de pie junto a la mesa de Dean con un trago en la mano-. Dijo que se iba a ir a dormir temprano.
-Debiste convencerla de que viniera… Le habría hecho bien para despejarse…
-Pero si lo de Ron acaba de pasar -dijo Ginny-. ¿Cómo quieres que se despeje tan rápido? Era su novio y quizás no pueda volver a verlo. Déjala llorar y descansar. La gente no tiene por qué superar las cosas tan pronto. Hay que permitirse a uno mismo sufrir también y hacer un duelo.
-¿Cómo tú con Luna, dices?
-¿Qué? -Ginny clavó sus ojos castaños en su hermano-. ¿Qué estupidez dices? Eso fue hace días. Ha pasado de todo desde entonces.
-Si mal no recuerdo, te vi hablar con ella el lunes… ¿Ya están bien, entonces?
-No, no estamos bien -Ginny se enfadó-. Porque al día siguiente descubrí que fue todo un engaño. Creí hablar con Luna, pero era alguien más con poción multijugos.
-¡¿Quééé?! ¿Quién?
-¿Quién crees, genio? Las estúpidas de tus amigas. Alicia y la puta. ¿Puedes creerlo? Casi me muero cuando fui a hablar con Luna al día siguiente y ella no recordaba nada de lo ocurrido… ¡Quedé como una total estúpida!
-¿Es decir que no se han reconciliado?
-¡No!
-¿Y qué pasó con Alicia y la puta?
-¡Pues que no nos ayudarán con nada! Las hijas de puta tienen la posibilidad de liberar a la hija de Rosmerta de prisión. ¡Y no harán nada para ayudarla! ¡No dirán lo que saben!
Ginny paró la oreja. Había dos chicas hablando cerca de ellos y alcanzó a oír las siguientes palabras entre el estruendo de la música:
-¿…Y sabías que Melanie Sanders ha estado prostituyéndose en la fiesta del lunes? ¡Qué hija de puta!
-¿Prostituyéndose, cobrando y toda la cosa?
-¡Sí! ¡Con razón no la veo ahora por aquí! ¡Estará muerta de vergüenza ahora que todo el colegio lo sabe…!
Ginny sintió que la furia crecía dentro suyo. Melanie Sanders, prostituyéndose… Sí, claro. Esas malditas putas de Alicia y su amiga estaban arruinándole la vida a medio mundo y no les importaba una mierda…
-¿Por qué no le dices tú a Dumbledore lo que sabes? -preguntó George.
-Sí, es lo que voy a hacer, precisamente… Pero con lo rápido que ocurre todo, ¿quién sabe qué pasará ahora? Acaban de expulsar a Ron y a Malfoy… Cada vez queda menos gente aquí… Y Hermione sigue encantada por Malfoy, bajo el maleficio ese… ¿Sabes?, con lo rápido que cambia todo por aquí, ya verás que antes de que yo pueda ir a hablar nada con Dumbledore, la hija de Rosmerta ya estará fuera de prisión por algún otro motivo, Harry estará de vuelta por aquí, ya lo habrán expulsado de nuevo, Hermione será ella misma otra vez, luego será expulsada y enviada ella misma a Azkaban, luego Dumbledore será enviado a Azkaban también, luego Malfoy y Ron volverán a Hogwarts… ¡Es que es todo una locura!
-Sí, tienes razón -George se llevó su vaso de cerveza de manteca a los labios-. Todo pasa demasiado rápido. Tan rápido que no nos da tiempo siquiera a asimilar las cosas que acabaron de pasar, y ya están pasando cosas nuevas.
-Es como si todo esto no fuera más que una estúpida historia escrita por algún escritor flojo que no sabe cómo hacer para que su relato cause impacto en el lector, lanzando bombas todo el tiempo aquí y allá, como alguna telenovela mexicana; con finales de capítulo que buscan llamar la atención y dejar al lector preguntándose qué pasará luego, para luego solo seguir lanzando más bombas aquí y allá en lugar de llevar la trama al siguiente nivel, haciéndola evolucionar y llegar a algún sitio coherente.
-Qué escritores tan flojos -se lamentó George, negando con la cabeza-. Si somos eso, hermana, si solo somos personajes de una tonta y estúpida historia, entonces tú acabas de romper la cuarta pared.
-Me importa una mierda. Ya me han roto a mí las bolas con todo esto.
-¿Vamos a bailar?
Ginny bajó el resto de su trago y estaba por acceder a ir a bailar con él cuando alguien se le adelantó.
-¿Qué tal está el trago? -era Dean, que le sonreía a la chica mientras movía los hombros, meciéndose al ritmo de la música.
-Genial -dijo Ginny, clavando sus ojos en él con una mirada intrigada. Dean tenía unos pantalones ajustados que le marcaban su gran bulto de forma pronunciada…
-¿Quieres bailar?
Ella se lo pensó un momento y entonces hizo algo raro con la cabeza, una mezcla entre asentir y un gesto de duda.
-Sí, ¿por qué no?
Se marchó con Dean y ambos bailaron a corta distancia de la mesa. George la miró y le hizo un gesto con ambas manos que Dean no pudo ver, estando de espaldas, mientras murmuraba "¿no eras lesbiana?" con mímica. Ginny le respondió también moviendo solo los labios, diciendo las palabras: "escritores flojos".
Entonces George dejó su vaso de cerveza de manteca vacío sobre la mesa abandonada por Dean y se sirvió él mismo un trago hecho con una mezcla de vodka de fuego y jugo de naranja. Llevaba la misma mirada que su hermano, marcada por el desánimo.
Había cientos de chicos y chicas bailando en distintos círculos por el amplio espacio que era la pista de baile, en medio de la sala común. Todos estaban sexys, con ropa corta, mostrando tanta piel como podían. Las antorchas en las paredes mantenían caliente la sala a pesar de la nevada que había afuera.
Katie y Leanne se reunieron con Alicia y Angelina, con las que se pusieron a bailar. Katie tenía ahora un pantalón muy corto de cuero que mostraba la parte baja de sus nalgas, un top negro que dejaba su ombligo al aire y que marcaba sus enormes pechos. Los chicos que bailaban a su alrededor le lanzaban ojitos de vez en cuando.
-Está buenísima -le susurró Jack Sloper a su amigo, junto a ellas-. Es la que apareció desnuda en esas fotografías que pusieron por todo el castillo.
-Lo sé, aun me masturbo pensando en el recuerdo de esas fotografías -le respondió su amigo, también en susurros-. No puedo decir que me cueste mucho entender a Harry Potter. Yo también me habría tocado mirándola si hubiera tenido esa capa.
-Sí, en eso sí que lo entiendo -dijo Jack-. Claro que luego fue y violó a una chica, pero…
-Sí, eso es otra historia, claro.
Mientras tanto, las chicas bailaban y bebían sus martinis preparados por Dean Thomas un rato atrás.
-Angelina y yo nos iremos temprano a dormir -decía Alicia.
-¡¿Qué?! -Leanne no podía creerlo-. ¡Pero si la noche recién empieza!
-Lo sé, pero es que aún estamos cansadas por la fiesta del lunes -dijo Angelina-. No nos hemos recuperado.
-¡Pero si ni siquiera las vi en la fiesta del lunes! ¿Dónde estaban, por cierto?
-Ah, sí, es que… -Alicia se puso a pensar a toda velocidad-. Nos agarramos dos chicos muy rápido, ¿saben?
-¡Wow, qué putitas! -Leanne lanzó una risita y bebió un trago de martini-. Estoy bromeando. Oigan, pero me costó mucho convencer a Katie de que viniera, no pueden dejarnos solas…
-Vamos, se ven las dos muy perras -dijo Angelina, fingiendo un bostezo-. Ustedes van a desaparecer enseguida también con dos papuchos de Durmstrang de diecisiete años, no se hagan las inocentes aquí.
Todas rieron. Entonces Angelina y Alicia se despidieron de las otras dos y se marcharon hacia la salida, fingiendo que volvían a la torre Gryffindor…
-¿Están mirando? -susurró Alicia, con disimulo, cuando casi llegaban a la puerta de salida.
-No -confirmó Angelina, que se había vuelto y miraba entre la multitud por sobre el hombro.
-¡Vamos!
Se fueron juntas hacia la zona donde estaban los baños. Se metieron a toda prisa en el de mujeres y, luego de verificar que nadie las mirara allí dentro, entraron juntas a un cubículo.
-De acuerdo, aquí están las pociones -dijo Alicia, sacando el frasco del interior de su escote, de entre medio de sus tetas.
-Sí, y la puta rubia esa de Delacour no ha venido, así que nos podemos olvidar de ella. Solo está la otra puta estúpida de Weasley, pero acabo de verla ahí entretenida con Dean Thomas en la pista de baile. Estará ocupada con el bobo ese. Ahora que nos convertiremos en estas dos bellezas nuevas, ya no podrá descubrirnos ella tampoco. Fue una gran idea la de transformarnos en estas dos chicas nuevas, amiga. ¿De dónde dices que sacaste los cabellos?
-Me los enviaron por mensajería de lechuzas de la misma tienda donde compramos la poción multijugos -explicó Alicia-. Debo decir que me sorprendió mucho. Dicen que además de la poción venden también cabellos de personas al azar para que uno se disfrace, gente que nadie reconocerá aquí en Hogwarts. ¿Quién lo hubiera dicho? Y nosotras que estábamos perdiendo el tiempo buscando cabellos por todos lados…
-¿Pero son muy caros? Quiero mantener bajos los costos.
-El negocio viene excelente, amiga. El lunes pasado hiciste más de diez Galleons… ¡en una sola noche! Alguna gente gana esa cantidad de oro por mes, en trabajos normales.
-Sí, pero quiero más -dijo Angelina, ambiciosa-. Esta noche quiero hacer al menos veinte, netos. Es decir que sean pura ganancia, sin contar el costo de la poción y estos cabellos que te enviaron.
-Tranquila, me los mandaron gratis. Dijeron en la carta que era una prueba gratuita, y que si luego nos gusta cómo lucimos con ellos podemos pedirles más pagándolos, pero que igualmente nos harán un descuento.
-Genial. Buenos, empecemos -Angelina se llevó su poción a los labios y la bajó entera de un trago. -No hay tiempo que perder… -se limpió la boca con la manga de su sexy túnica de encaje-. Esta noche tengo que ser la chica que más vergas chupe en todo Hogwarts.
-Tranquila, ahora que sabemos que no es necesario beber la poción cada una hora todo es más fácil -explicó Alicia-. Con este único trago ya tendremos suficiente poción para que estemos transformadas toda la noche, sin tener que volver a beberla.
Alicia también bebió hasta el fondo de su frasco. Entonces, con el retrete de por medio, empezaron a transformarse… Pero había algo extraño. No se sentía como las veces anteriores… Algo muy raro pasaba… Algo andaba mal.
-¿Qué mier…?
Angelina se quedó petrificada, observando el dorso de sus manos con los ojos como platos. Se habían llenado de pelos marrones. Pelos como los de un animal, brotando de su piel…
-¡¿Qué carajo…?! -Alicia también quedó pasmada. Dos orejas largas le habían crecido en la cabeza, saliendo de entre su cabello y extendiéndose hacia lo alto…
Notaron que sus dientes incisivos crecían hasta un tamaño antinatural… ¿Qué mierda les estaba pasando?
Las dos chicas abrieron la puerta del cubículo de un tirón y salieron a la parte principal del baño de mujeres, donde se vieron reflejadas en sus enormes espejos… Las dos se habían transformado por la mitad en conejos. Tenían aún su aspecto humano, el de ellas mismas, con sus mismas caras, pero ahora había una cola de conejo pomposa apretada contra la parte trasera de sus túnicas; mucho pelo marrón saliéndoles por todo el cuerpo y las piernas, visible por debajo de donde terminaban sus túnicas; dos orejas de conejo que se extendían por encima de la parte superior de sus cabezas; narices de conejo en lugar de sus narices normales que tanto se habían molestado en maquillar; y los dientes enormes que sobresalían por encima de sus labios inferiores.
Eran dos conejos enormes y con cara de pánico, shock y terror, mirando su propio reflejo en el espejo que tenían delante… Y pronto mirando también como la puerta de uno de los cubículos tras ellas se abría para revelar el reflejo de nada más y nada menos que Ginny Weasley, que se cruzó de brazos y se quedó mirándolas con una gran sonrisa en el rostro.
-Yo digo que se ven preciosas -dijo Ginny, caminando a su encuentro y sacando una cámara de fotos de su cartera, similar a la que usaba Colin Creevey. Las apuntó con ella y sacó una foto instantánea que se reveló y salió en el momento por debajo de la cámara, mostrando la imagen de Angelina y Alicia totalmente reconocibles bajo el pelo de conejo, mirando a la cámara con las bocas muy abiertas…
-Tú… -susurró Angelina.
-Estas fotos serán prueba suficiente para Dumbledore -dijo Ginny, guardándose en la cartera la fotografía que acababa de tomar, apuntándolas nuevamente y sacando otra-. ¡Sonrían, conejitas del PlayWitch, no sean tímidas! ¿Saben lo que es eso, el PlayWitch…? Olvídenlo. Será mejor que se acostumbren a su aspecto, ¿no decían que acababan de beber suficiente poción para que les durara toda la noche? ¡Pues les esperan muchas horas de comer zanahoria, muchachas, así que será mejor que se pongan cómodas con el nuevo look!
"Yo iré a explicarle a Dumbledore de inmediato lo que han estado haciendo y cómo las engañé enviándoles una carta haciéndome pasar por esa tienda donde compran su poción, para ofrecerles 'cabello de brujas' de regalo… Y cómo puse en su lugar unos mechones largos del cabello de los enormes conejos que Hagrid crio en su huerta la semana pasada. La poción multijugos no va bien con animales…
"Ahora que tengo pruebas de que han estado comprando poción multijugos para engañar a la gente en cada fiesta que se ha hecho, nadie tendrá ninguna duda de que ustedes fueron las que personificaron a la hija de Rosmerta y dijeron todas esas cosas el sábado… Si sumamos el testimonio de Fleur, que puede ver bajo la poción, entonces ya está. Vaya, no pensé que se verían tan bien… ¡Debo decir que el look de conejita les queda genial, chicas! -lanzó una carcajada-. ¡Bien de putitas!
Guardó su cámara y las fotos, sin dejar de sonreírles de oreja a oreja.
-Es una lástima que no hayan querido cooperar. Ustedes no habían hecho nada malo, no fueron realmente las que dijeron esas cosas, las han embrujado… Pero, lamentablemente, no tengo pruebas de eso… Qué lástima, ¿no? Así que el Ministerio simplemente dará por hecho que ustedes, personificando a esa pobre chica inocente, dijeron todas esas cosas de unirse a los Mortífagos y hacer magia negra, engañando además a todos para que ella acabara presa… Les espera un tiempito en Azkaban, ¿no creen? Descuiden, no es tan malo. O, al menos, ustedes no lo consideran tan malo. Por eso no se preocuparon en sacarla de prisión, ¿verdad? ¿Porque para ustedes no es tan grave estar en Azkaban? Así que no les importará pasar un tiempito allí ustedes mismas…
Ginny le dio una palmada a cada una en los peludos hombros mientras caminaba hacia la salida.
-¡Nos vemos, conejitas! -y se marchó del baño, sin dejar de reír a carcajadas.
Las otras dos se quedaron allí quietas, con sus incisivos gigantes saliendo de sus bocas de conejo aun totalmente abiertas.
Es el momento…
Ernie caminó solo por la pista de baile, con la vista fija hacia adelante.
Llegó a la mesa del ponche.
Miró alrededor.
Prepárense para la fiesta de sus vidas… pensó.
Fingió que iba a servirse un poco de ponche, gozando de su nuevo permiso para beber alcohol otorgado por Fred y George esa noche; que se sentían como si fueran los dueños de todas las fiestas, aquellos con el poder para decir qué podía hacer él y qué no…
Tomó un vaso de cartón, lo inclinó y empezó a meterlo dentro de la gigantesca fuente del ponche… Y entonces permitió que el frasquito de la poción escondido dentro de su manga, ya descorchado previamente, se inclinara hacia abajo con el movimiento, al igual que su mano…
La poción cayó toda dentro del ponche, mezclándose con la bebida, hasta que el pequeño frasco se vació por completo.
Ernie se llenó el vaso igualmente, con poción y todo.
Se dio vuelta y regresó a la pista de baile. Tras él, varios chicos y chicas habían ido a servirse vasos de ponche también.
-¡Ernie! -Justin se acercó a él, bailando y sonriendo con su propio vaso de ponche en la mano-. ¡Salud, amigo!
Ernie esbozó una sonrisa y alzó su vaso bien alto, apuntando al techo lleno de luces, hacia la bola disco; bajo la que todos los adolescentes bailaban cada vez más y más ebrios, todos apretados juntos, rozando sus cuerpos adolescentes entre sí, acalorados, respirando cerca los unos de los otros…
Prepárense para ser todos ustedes unos depravados también, pensó.
-Salud -dijo, y se llevó su vaso de ponche a los labios.
