Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Venganza para Victimas" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 18
—¿Otra vez?
Edward no se movió, permaneció con una expresión impasible, como si estuviera detenido en el tiempo, en ese trozo de moqueta. Como si moverse en cualquier dirección, hacia delante o hacia atrás, fuera a confirmar lo que no quería oír. Si no se movía, cabía la posibilidad de que no fuera real.
Solo caminó por la habitación. Bella se lo acababa de contar. «No te rayes con lo que te voy a decir, mi amor, pero hoy me han vuelto a llamar». No quiso mandarle un mensaje antes para no distraerlo en el trabajo, pero la espera había sido dura, el secreto se le estuvo clavando bajo la piel en busca de la salida.
—Sí, esta mañana —respondió mirándole la cara, que por fin cambió. Levantó las cejas por encima de los lentes. Había vuelto a acordarse de ponérselas—. No dijo nada. Solo escuché una respiración.
—¿Por qué no me lo has contado? —Dio un paso adelante, acortando el espacio entre los dos—. Y ¿qué te ha pasado en la mano, Sargentita?
—Te lo estoy contando ahora —dijo, acariciándole la muñeca con un dedo—. Y no es nada, en serio. Un coche casi me atropella al cruzar la calle. Es solo un rasguño. Pero, escucha, lo de la llamada es bueno porque…
—Ah, es bueno, ¿no? Que te llame un posible asesino en serie es lo mejor. Uf, qué alivio —ironizó Edward, fingiendo dramáticamente secarse la frente con la mano.
—¿Me puedes escuchar? —le pidió ella con los ojos en blanco. Menudo rey del drama—. Es bueno porque llevo toda la tarde investigándolo. Y mira, ¿ves? Me he descargado esta aplicación. —Bella le enseñó la pantalla del teléfono—. Se llama CallTrapper. Lo que hace es que, cuando la activas, cosa que ya he hecho, y pagas las malditas cuatro libras con cincuenta que cuesta la suscripción, si alguien te llama con un número oculto, lo desbloquea. De esa forma sabes quién te está llamando. —Bella le sonrió y metió un dedo por la presilla de sus jeans, como siempre le hacía él a ella—. La verdad es que la debí haber instalado después de la primera llamada, pero en ese momento no sabía muy bien qué era. Pensaba que podía tratarse de alguien que había marcado sin querer. En fin, da igual. El caso es que ya la tengo. Y la próxima vez que me llame, descubriré su número de teléfono. —Estaba demasiado alegre, era consciente.
Edward asintió y relajó un poco las cejas.
—Hoy en día hay aplicaciones para todo —dijo—. Fantástico, ahora hablo como mi padre.
—Mira, te voy a enseñar cómo funciona. Llámame marcando antes 141 para ocultar tu número.
—Vale.
Ella miró cómo Edward sacaba su teléfono y tecleaba sobre la pantalla. Lo que sintió en su pecho fue repentino e inesperado. Una sensación que se quedó un rato, se tomó su tiempo. Una ligera quemazón. Le resultó agradable que se supiera su número de memoria. Que algunas partes de ella viviesen dentro de él. Equipo Edward y Bella.
Él la buscaría si desapareciera, ¿verdad? Pude que incluso hasta la encontrara.
El teléfono vibrando sobre sus manos interrumpió aquella sensación.
«Número desconocido». Se lo enseñó a Edward.
—Entonces ahora pulso este botón dos veces para rechazar la llamada—indicó, demostrándoselo. El teléfono volvió a la pantalla de bloqueo, pero solo durante medio segundo, porque se volvió a iluminar con otra llamada. Y, esta vez, apareció el número de Edward en la parte superior—. ¿Ves? La deriva a CallTrapper, que desbloquea el número y la vuelve a redirigir a mí. Lo mejor es que la persona que llama no tiene ni idea —dijo, pulsando el botón rojo.
—No me puedo creer que me acabes de colgar, princesa.
Soltó el teléfono.
—¿Ves? Tengo a la tecnología de mi parte.
Su primera victoria en el juego, pero no podía dormirse en los laureles.
Aún iba muy atrás.
—Bueno, no diría que es algo bueno —opinó Edward—. No diré que nada es bueno después de leer el interrogatorio policial de Stu y darme cuenta de que un asesino en serie que todo el mundo piensa que lleva seis años encarcelado puede que, en realidad, esté libre y amenazando con matar brutalmente al amor de mi vida. Pero algo es algo. —Fue hacia la cama y se sentó sin elegancia sobre el edredón—. Lo que no entiendo, de verdad, es cómo ha conseguido esta persona tu teléfono.
—Todo el mundo tiene mi teléfono.
—Sinceramente, espero que no —respondió consternado.
—Lo digo por los carteles de la desaparición de Jamie, Edward. —No pudo evitar reírse de su cara—. Los pusimos por todo el pueblo y ahí aparecía mi número de teléfono. Cualquier persona de Kilton podría tenerlo. Cualquiera.
—Es verdad —dijo, mordiéndose el labio—. No pensamos en los posibles futuros acosadores o asesinos en serie en ese momento, ¿verdad?
—No se nos pasó por la cabeza, no.
Edward suspiró y enterró la cara entre las manos.
—¿Qué pasa, amor? —le preguntó ella, girándose en la silla.
—¿No crees que deberías volver a ir a ver a Hawkins? Y enseñarle el artículo del Asesino de la Cinta que habla de las palomas y el interrogatorio de Stu. Esto se nos queda grande.
Ahora fue Bella la que suspiró.
—Edward, no pienso volver allí —aseguró—. Te amo y eres perfecto precisamente por todas las cosas en las que no eres como yo, y haría lo que fuera para hacerte feliz, pero no puedo volver. —Entrelazó sus manos y apretó, convirtiéndolas en un enorme nudo de dedos cruzados—. Hawkins básicamente me llamó loca a la cara la última vez, me dijo que eran imaginaciones mías. ¿Qué va a hacer si le cuento que mi acosador, que no cree que exista, es un infame asesino en serie que lleva seis años en la cárcel, que confesó y se declaró culpable, pero que ahora es posible que no lo hiciera? Me pondría directamente la camisa de fuerza. —Hizo una pausa —. No me creerán. Nunca me creen.
Edward se quitó las manos de la cara para mirar a Bella.
—Siempre he pensado que eres la persona más valiente que he conocido. Intrépida. A veces no sé cómo lo haces. Y cada vez que estoy nervioso por algo, pienso: ¿qué haría Belly en esta situación? Pero… —Soltó aire—. No sé si este es el momento para ser valiente. El riesgo es demasiado alto… Creo que estás siendo un poco imprudente y… —Se quedó callado y se encogió de hombros.
—Vale, a ver, corazón —dijo ella separando las manos—. Ahora mismo lo único que tenemos es una mala sensación. Cuando consiga un nombre y alguna prueba concreta, un número de teléfono, incluso —señaló su móvil—, entonces volveré a ver a Hawkins, te lo prometo. Y si no me cree, haré pública la información. Me da igual que puedan denunciarme. Lo pondré todo en las redes sociales, en el podcast, y entonces me escucharán. Nadie va a intentar atacarme si le cuento a cientos de miles de personas quién es y qué pretende hacerme. Esa es nuestra defensa.
Había otro motivo por el que tenía que hacerlo y además sola, por supuesto. Pero no se lo podía decir a Edward; no lo entendería porque no tenía sentido, iba mucho más allá. No podía ponerlo en palabras, por mucho que lo intentara. Bella se lo había buscado, lo había deseado, había rogado que pasara. Un último caso, el adecuado, para arreglar todas las grietas de su interior. Y si Stu Macher era inocente, y la persona que quería hacerla desaparecer era el Asesino de la Cinta, no se le ocurría nada más perfecto.
No había zonas grises en absoluto, ni siquiera un rastro de gris. El Asesino de la Cinta era lo más cercano al mal que el mundo podía ofrecerle. No tenía nada de bueno: ni errores, ni nobles intenciones que salen mal, ni redención, nada por el estilo. Y si Bella iba a atraparlo, por fin, para liberar a un hombre inocente, eso era objetivamente bueno. Nada de ambigüedad, ni de culpa. El bien y el mal colocados de nuevo en su interior. Ni armas en su corazón ni sangre en sus manos. Esto lo arreglaría todo para que volviera a la normalidad. Para que el equipo Edward y Bella llevara una vida normal.
Salvarse para salvarse. Por eso tenía que hacerlo a su manera.
—¿Te parece… mejor así? —le preguntó ella.
—Sí. —Él le sonrió—. Así mejor. Entonces, a ver, pruebas concretas. —Dio una palmada—. Doy por hecho que Neil Prescott no te dio nada útil, ¿verdad?
—Ah, eso —dijo ella volviendo a pulsar el bolígrafo. Solo escuchaba: cinta cinta—. En efecto, no me contó nada y básicamente me dijo que no volviera a aparecer por su casa nunca más.
—Ya me imaginé que podría pasar eso —admitió Edward—. Creo que los Prescott son muy celosos de su privacidad. Sid nunca invitó a Billy a su casa cuando estaban juntos. Y tú eres una experta en presentarte en casas ajenas sin avisar, Sargentita.
—Pero —objetó ella— de verdad creo que la alarma de Green Scene aquella noche es la clave. Que fue el Asesino de la Cinta quien entró para coger el material que necesitaba para Laura. Y que debió de marcharse antes de que Neil Prescott llegara. Ya fuera Stu u… otra persona.
—Otra persona —repitió Edward ausente, como masticando la frase—. El retrato robot del FBI que aparece en el artículo, antes de que cogieran a Stu, decía que el Asesino de la Cinta era un hombre blanco de entre veintipocos y cuarenta y muchos.
Bella asintió.
—Así que Mike Newton está descartado. —Edward resopló.
—Sí —dijo Bella—. Cuando se produjo el primer asesinato, él solo tenía diecisiete años. Y la noche que Laura y Sid Prescott murieron, Mike estaba en su casa con Billy, Daphne y los demás. Pudo haber salido mientras los otros dormían, pero no creo que encaje. Y no tiene ninguna relación con Green Scene. Por mucho que quiera encerrar de por vida a ese capullo, en este caso, no es él.
—Daniel Parkinson trabajaba en Green Scene, ¿no? —preguntó Edward.
—Sí —respondió Bella apretando los dientes—. Esta misma tarde he averiguado cuánto tiempo pasó allí. —Empezó a revisar las notas de su cuaderno. Sabía la edad exacta de Daniel Parkinson porque encajaba en el perfil de James Green para el Niño Brunswick—. He tenido que bajar mucho en Facebook. Trabajó de conserje en el instituto de 2008 a 2009, cuando tenía unos veinte años. Luego empezó en Green Scene a finales de 2009 y se quedó allí hasta octubre de 2011, más o menos, creo, cuando empezó en la academia de policía. Entonces, tenía veintiuno cuando entró en Green Scene y veintitrés cuando lo dejó.
—Entonces ¿trabajaba allí cuando el Asesino de la Cinta mató a sus dos primeras víctimas? —indagó Edward, apretando tanto los labios que formaban una fina línea recta.
—A las tres primeras, de hecho. A Olivia Morris la asesinaron en agosto de 2011. Creo que era la supervisora de Dan, y también de Stu. Sospecho que el nombre censurado del interrogatorio es el de Daniel. Luego Neil Prescott le ofreció un trabajo de oficina y dejó de ir a los jardines de los clientes. Eso fue a principios de 2011, por lo que he podido deducir. Ah, y se casó con Lavander en septiembre de 2011. Llevaban años juntos.
—Interesante —dijo Edward, pasando la mano por las cortinas de Bella para comprobar que estuvieran cerradas del todo.
Ella gruñó con un sonido muy oscuro que salió de lo más profundo de su garganta mientras volvía a revisar la lista de tareas pendientes en la libreta. La mayoría de los cuadrados no tenían el tic.
—Como Neil no quiso hablar conmigo, tuve que buscar a exempleados de Green Scene o Clean Scene, gente que trabajó en las oficinas que pudieran tener información sobre aquella alarma del 20 de abril de 2012. He encontrado a un par en LinkedIn y les he enviado un mensaje.
—Bien pensado.
—También quiero intentar contactar con el inspector Dumbledore, que ya está jubilado. Y he intentado contactar con algunos familiares de las víctimas —Iba pasando el bolígrafo por encima de los elementos de la lista según hablaba—. Creía haber dado con la dirección de correo electrónico del padre de Olivia Morris, pero no funciona. Sí que he encontrado la cuenta de Instagram de la hermana de Casey Hunter, Caroline, la que mencionó lo de las palomas, pero lleva meses sin publicar nada —dijo, abriendo la aplicación en su teléfono para enseñárselo a Edward—. Puede que ya lo no use, pero le he enviado un mensaje privado por si aca…
Los ojos de Bella se paralizaron en la notificación roja que acababa de aparecer en la flechita de los mensajes directos.
—Hostia puta —dijo en voz baja—. Acaba de contestar. ¡Caroline Hunter acaba de escribirme!
Edward ya estaba de pie con las manos sobre los hombros de Bella.
—¿Qué ha dicho? —Ella notaba su respiración en la nuca.
Bella le echó un vistazo rápido al mensaje. Tenía los ojos tan cansados, tan secos, que pensaba que los escuchaba crujir.
—Dice… que puede quedar conmigo. Mañana.
Bella notó cómo sonreía sin poder evitarlo. Menos mal que Edward estaba detrás y no la veía; le habría fruncido el ceño y le habría dicho que no era momento de celebraciones. Pero ella lo sentía así, en cierto modo. Era otra victoria para ella. Salvarse para salvarse.
Tu turno, Asesino de la Cinta.
