Era un hombre orgulloso, Orus nunca lo había negado y nunca había pedido perdón por ello, tampoco es que fuera a hacerlo en el futuro.
No era un orgullo cargado de arrogancia que disfrutara mostrar para hacer conocer su superioridad, tal como hacían los Lannister.
El suyo era el orgullo que provenía de sus ancestros. De los de su padre y abuelos, cuyo linaje era el de los reyes de las Tormentas, y los de su madre, la loba de Invernalia, el bastión más antiguo del continente, gobernado por la casa Stark como reyes del invierno desde milenios antes de que los ándalos, los rhoynar o los Targaryen llegaran a Poniente.
Era este mismo orgullo el que lo había hecho molestarse tanto cuando le comunicaron que su hermana lo esperaba en las propias habitaciones de Orus, llamándolo como si fuera un perro domesticado.
Abriendo la puerta de sus aposentos, se encontró ante una cámara amplia abierta hacia un balcón con vistas de la bahía del Aguasnegras.
A un lado estaba su cama, una gran pieza de roble con un suave colchón de plumas envuelto en sábanas de seda negra y dorada.
Al otro lado estaba su escritorio, repleto de libros y utensilios de escritura desperdigados sobre la superficie, junto a este se encontraban dos grandes estanterías, repletas de tomos de filosofía, ciencia y de las artes de la guerra.
Las paredes estaban decoradas con grandes tapices con el blasón de su casa, había una gran cantidad de armas colgadas, desde lanzas y espadas, hasta manguales y arcos.
Junto a ellas, además, quedaban colgados los mejores de entre sus trofeos de caza: ciervos, osos, jabalíes y su joya de la corona, una gran cabeza de león que cazó durante su visita a Roca Casterly y que le presentó a Lord Twyn sobre su propia mesa.
Y justo ahí, sobre un sofá del balcón, junto con una mesa repleta de cuencos de fruta y con una copa de vino sobre su mano decorada con sortijas de oro y plata en sus dedos, estaba su hermana, la razón de su molestia actual.
Con su vestido azul oscuro, y su cabello oscuro recogido en una trenza, sin duda Argella Baratheon era la viva imagen de su madre, aunque solo fuera en lo físico.
Siempre se había dicho que Lyanna Stark tenía la sangre de lobo, que era feroz y directa y no le temía a nada, que era medio caballo por su habilidad para montar a caballo por los bosques del Norte.
No es que su padre fuera menos bullicioso, Orus sabía que se parecía mucho a sus padres en personalidad y apariencia, por eso le desconcertaba la asombrosa habilidad de su hermana para la manipulación y las sutilezas de la corte, que no eran propias ni de su padre ni de la gente del Norte.
"Ya era hora de que aparecieras, hermanito. ¿Qué señor querría que su hija se casara con un príncipe de tan malos modales?"
"Tú misma lo has dicho, Ella, soy un príncipe, aunque echo en falta un "heredero" en esa frase" le respondió con humor, con todo rastro de su anterior molestia desaparecido. "Pero, por favor, dime que no me has hecho llamar como a un chucho para intercambiar bromas, me sentiría muy decepcionado".
"¿Y qué sabrías tú, Orus Baratheon, ganador del torneo, sobre la decepción?" preguntó entre risas, exagerando su nombre. "No me digas que ninguna dama ha intentado demostrarte cuánto te admira".
"Te aseguro que no todas son tan doncellas como crees" sonrió, "pero no me hables de ese chiste de torneo" dijo con tono agrio, " de no ser por ese mierdecilla de las flores, la cabeza de Gregor Clegane estaría adornando mi pared, justo ahí" terminó, señalando un espacio vacío de una de las paredes de la cámara.
"Hmm, estoy segura de que todos en Dorne harían cola para agradecértelo" tarareó la mayor de los hermanos, "aunque estoy segura de que te conformarías con una sola" señaló, refiriéndose a la antigua amate de su hermano y futura gobernante de Dorne.
"Solo me sigues dando motivos para aplastarle las piernas a ese maldito muerde almohadas de las flores" terminó, burlándose del estúpido apodo.
"Guárdate tu ira para nuestros enemigos, eso y mi inteligencia es lo que nos mantendrán con vida"
"Y yo que creía que me querías más por ser tu hermano que por ser tu mejor herramienta" fingió lamentarse Orus.
"Oh, hermano, no te des tanto crédito, no el eres ni de lejos la herramienta más útil a mi disposición" le contestó, "Aun así tienes tus usos y tus habilidades para la violencia en masa serán muy útiles" señaló.
"Las fichas del juego siguen moviéndose, supongo. ¿Qué historia cuentan las ratas y las arañas?" le preguntó, sabiendo que el tiempo de bromear se había acabado.
"Resulta que nuestra tía Cat arrestó a Lord Tyrion Lannister en la posada de la encrucijada. Anunció que lo llevaría a Invernalia para responder por sus crímenes, pero mis agentes me han dicho que lleva una semana atravesando el camino del Este" resumió.
"Lady Lysa, deduzco" aportó Orus, ya sabiendo la respuesta.
"Lady Lysa Arryn, la mismísima trucha loca, me temo que la vida de Lord Tyrion está a muy pocas leguas de terminar" suspiró, terminando de un solo trago su copa de vino.
"No me gusta, Twyn odia a su hijo enano, pero odia más que alguien insulte a su casa, quemará todas las tierras que hay entre el Colmillo Dorado y Darry" declaró, sabiendo muy bien lo que el orgulloso león le haría al Reino.
"Por no hablar de Ser Gregor, Lord Lannister le soltará la correa para que haga lo que le plazca, sin estandartes que lo identifiquen, nadie sería tan necio como para acusarlo directamente" completó Argella el pensamiento de su hermano "Confiemos en que los señores del río sabrán defenderse".
"Lo dudo, los Mallister o los Blackwood sí, pero Hoster Tully es un anciano enfermo, su hermano el pez negro está en el Valle y tardaría demasiado en regresar a Aguasdulces y formar un ejército competente, y cuanto menos se hable de Lord Edmure, mejor, es un adulto con mente de niño e ínfulas de gloria".
"Sin duda sabes cómo dar ánimos, hermano, estamos jodidos" suspiró Argella.
"Lo estamos, pero intentaré que la mierda no nos llegue al cuello. Enviaré a Eivor y a sus hombres a remontar el tridente en sus drackar con la orden de matar a cualquier bandido u hombre con estandartes del Oeste, eso nos dará tiempo".
"Poco, muy poco. Pero esperemos que sea suficiente para asegurar nuestra posición"
La conversación con su hermana había durado más de lo que creía, para cuando un sirviente fue a buscarlo para informarle de una reunión del consejo que su padre había convocado, el sol ya había comenzado a ocultarse en el oeste y el cielo se iluminaba de un rojo fuego.
Había sido algo repentino e inesperado, normalmente su hermana ya le había informado de todo lo que se discutiría en el consejo, de quién tramaba qué y de qué sería oportuno mencionar durante la reunión.
También era cierto que su padre era un hombre impulsivo, hacía lo quería y cuando quería, sin embargo, organizar o asistir a una reunión del consejo privado no era actividad que él realizara voluntariamente.
Argella había insistido en que fuera a la reunión, más porque uno de sus espías había atravesado la entrada de uno de los pasillos ocultos de la habitación para entregarle un mensaje que porque considerara importante la reunión en sí.
Orus sabía quién y qué era su hermana, por sus venas corría la sangre de los primeros hombres y la de los antiguos señores dragón de la antigua Valyria.
De la vieja Valyria se sabía muy poco, su historia desapareció junto con sus ciudades, los restos que llegaron a Poniente con los Targaryen se destruyeron mucho antes de su tiempo. Lo único cierto es que una vez fueron jinetes de dragones y que había algunos que eran capaces de actos de hechicería.
Las historias sobre los primeros hombres eran mucho más conocidas, aunque hacía mucho que se consideraban leyendas, se sabe que muchos poseían la capacidad de tener visiones, del pasado, del presento y del futuro; otros eran cambia-pieles, capaces de controlar animales a su voluntad.
Es cierto que fingía ignorancia ante muchas de las sutilezas de la política de la Capital, pero no era sordo ni ciego, veía a los nobles en las esquinas, susurrando sobre su hermana, comparándola con Tyanne de la Torre, la famosa bruja al servicio de Maegor el cruel.
Sabía que su hermana melliza no era una simple dama de la corte, no una simple persona que tuvo la suerte de nacer princesa, ella ocultaba muchos secretos.
Lo único que sabía con certeza sobre Argella es que era su hermana, que compartían un vínculo inquebrantable, y que, a pesar de sus secretos y engaños, ella era la única en la que podía verdaderamente confiar.
Saliendo de sus pensamientos, entró a la sala del trono.
El Trono de Hierro, el símbolo del poder absoluto en Poniente durante casi 300 años, era una cosa fea y desagradable. Forjado con las espadas de los enemigos de Aegon y las llamas de Balerion, era un asiento retorcido del que sobresalían mangos y hojas de espadas, algunas todavía afiladas a pesar del tiempo que los reyes del pasado habían permanecido puliéndolo.
Elevado sobre el resto de la sala, se alzaba como una sombra que había obligado a los más orgullosos a agachar la cabeza ante el hombre que allí se sentara y que tuviera que alzarla para poder dirigirse a ella.
A los pies del trono estaban Varys y Baelish, intercambiando los sutiles insultos y amenazas que empezaba a oír conforme se acercaba a los miembros del consejo.
"Os veo un poco solo hoy. Deberíais visitar mi burdel esta noche. Al primer chico invita a la casa" se burló meñique.
"Creo que confundis los negocios con el placer" respondió el consejero de los susurros, sin responder del todo.
"¿Lo soy? Todos esos pajaritos que te susurran al oído... cositas tan bonitas. Creedme, nos adaptamos a todas las inclinaciones" continuó incitando al eunuco.
"Oh, estoy seguro. He oído que a Lord Redwyne le gustan los chicos muy jóvenes" comentó, hablando del poderoso señor del Dominio como si de un comentario sobre el clima se tratase.
"Soy proveedor de belleza y discreción, ambas igualmente importantes" respondió Petyr, sin confirmar los gustos del noble.
"Aunque supongo que la belleza es una cualidad subjetiva, ¿no? ¿Es cierto que Ser Marlon de Piedracaída prefiere las amputadas?" continuó presionando la araña.
"Todos los deseos son válidos para un hombre con la cartera llena" fue la esquiva respuesta de meñique.
"Y escuché el rumor más espantoso sobre cierto señor al que le gustaban los cadáveres frescos. Debe ser enormemente difícil adaptarse a esa inclinación. Sólo la logística... para encontrar cadáveres hermosos antes de que se pudran" continuó, fingiendo ignorancia sobre la verdad de rumor.
"Estrictamente hablando, tal cosa no estaría de acuerdo con las leyes del Rey" habló Baelish, demasiado inteligente como para admitir tal crimen.
"Estrictamente hablando" repitió Varys.
"Ah, mi príncipe" saludó Baelish con una reverencia, al darse cuenta de la presencia de Orus.
"Mi príncipe" repitió la araña.
"Mis señores" devolvió el gesto, inclinando solo la cabeza.
"¿Y vos, mi príncipe? ¿Qué preferís, chico, chico, más jóvenes, más mayores?" le preguntó Baelish, con su sardónica sonrisa.
"El día que te confiese mis gustos, meñique, te cortaré la lengua y las manos" le respondió el príncipe, entrando en la sala del consejo y sentándose a la izquierda de su padre.
"La puta está embarazada" pronunció el colérico rey cuando apareció la Mano. "Te advertí que esto sucedería. En el Norte, te lo advertí, pero no quisiste escucharme. Bueno, escúchalo ahora. Los quiero muertos, a la madre y al niño... y a ese tonto, Viserys también. ¿Es eso lo suficientemente claro para ti? Los quiero a ambos muertos" bramó.
"Te deshonrarás para siempre si haces esto" fue la simple pero preocupada respuesta de Lord Stark.
"Honor?! ¡Tengo Siete Reinos que gobernar! Un rey, siete reinos. ¿Crees que el honor los mantiene a raya? ¿Crees que es el honor lo que mantiene la paz? Es miedo... miedo y sangre" continuó el rey, hablando en un tono bajo y ronco, más como un gruñido animal que como un hombre.
"Entonces no somos mejores que el Rey Loco" habló Orus, sabía lo que ocurriría al comparar a su padre con Aerys, pero no podía fingir que su padre no estaba ordenando el asesinato de una niña, más joven que él, y del no nato que había en su vientre.
"Cuidado, muchacho. Cuidado ahora" le advirtió a su hijo.
"¿Quieres asesinar a una chica... porque la araña escuchó un rumor?" preguntó la Mano, sin creer que estaba hablando con quien había sido como un hermano para él.
"No son rumores, mi señor. La princesa está embarazada" sonó la sedosa y femenina voz de Varys.
"¿En base a la información de quién?" cuestionó el príncipe, sabía que Varys no era de fiar, pero no creía que él estuviera de acuerdo con el asesinato que ahí se estaba tramando.
"Ser Jorah Mormont. Se desempeña como asesor de los Targaryen" reveló la araña.
"¿Mormont? ¿Nos traes los susurros de un traidor al otro lado del mundo y lo llamas un hecho?" se enfureció el normalmente sereno señor de Invernalia.
"Jorah Mormont es un esclavista, no un traidor. Pequeña diferencia, lo sé, para un hombre honorable" se burló meñique.
"Violó la ley, traicionó a su familia y huyó de la justicia" habló Orus, "La venta de esclavos es un delito penado con la horca, ¿ahora cometemos asesinato por la palabra de este hombre?".
"¿Y si tiene razón? ¿Si tiene un hijo? Un Targaryen al frente de un ejército Dothraki... ¿Y luego qué?" volvió a hablar el rey.
"El Mar Angosto todavía se encuentra entre nosotros. Temeré a los Dothraki el día que enseñen a sus caballos a correr sobre el agua" intentó hablar Ned.
"¿No hacer nada? ¿Ese es tu sabio consejo? ¿No hacer nada hasta que nuestros enemigos estén en nuestras costas? Eres mi consejo. ¡Consejo! Habla con sentido común con este honorable tonto" rabió Robert, no acostumbrado a que le negaran lo que quería tan obstinadamente.
"Los Dothraki no honran la sangre, honran la fuerza. Al Khal Drogo no le importan los Siete Reinos; si no hay provocación, no tendrá motivos para venir. Para cuando muera el Khal, el niño de Daenerys deberá luchar por el control, puede que muera incluso antes" expuso Orus, "He incluso si consiguiera los barcos, los marineros y convenciera a los Dothraki de seguirle, no saben luchar en mar abierto, nuestras flotas los hundirían mucho antes de que se acercaran a nuestras costas".
"Entiendo vuestras dudas, mi Señor, mi príncipe. De verdad que sí. Es algo terrible que debemos considerar, algo vil. Sin embargo, nosotros, que pretendemos gobernar, a veces debemos hacer cosas viles por el bien del reino. Si los dioses le conceden un hijo a Daenerys, el reino sangrará" habló Varys con aparente tristeza.
"No le tengo mala voluntad a esta chica, pero si los Dothraki invadieran, ¿cuántos inocentes morirían? ¿Cuántos pueblos arderán? ¿No es más sabio, incluso más bondadoso, que ella muera ahora para que decenas de miles puedan vivir?" habló Pycelle, con su vieja y cansada voz.
"Deberíamos haberlos matado a ambos hace años" aportó Renly, más concentrado en su ropa que en la reunión.
"Cuando te encuentres en la cama con una mujer fea, mejor cierra los ojos y acaba con esto de una vez. Cortarle la garganta. Termina con esto" apoyó meñique.
"Te seguí a la guerra, dos veces, sin dudar, sin pensarlo dos veces. Pero no te seguiré ahora. El Robert con el que crecí no temblaba ante la sombra de un niño no nato" dijo Ned, enfurecido y triste por lo que su quedaba de su amigo.
"Ella muere" sentenció Robert.
"No participaré en ello" respondió la Mano.
"Eres la Mano del Rey, Lord Stark. Harás lo que te ordene o buscaré una mano que lo haga" gritó Robert, cansado y enfadado con la discusión.
Ned Stark creía que ya lo había sufrido todo, lloró por su padre, quemado vivo por orden del rey loco, y por su hermano mayor, que se ahorcó intentando salvar a su padre. Estuvo junto a su hermana pequeña, viendo cómo se desangraba en Dorne.
Lloró por Jon Arryn, que lo había criado como a un hijo, cuando se enteró de su muerte. Ver en lo que se había convertido su viejo amigo fue igualmente doloroso, el que antaño había sido un gran hombre, ahora era un cascarón gordo y borracho de él mismo, su espíritu alegre sustituido por las ansias de venganza contra una niña y su bebé.
Ya no podía hacer más, había aceptado ser la Mano y bajar al sur para ayudar a su amigo, pero su amigo había desaparecido hacía mucho. Quitándose el pin de la Mano y dejándolo sobre la mesa del consejo, se marchó de la cámara del consejo para recoger sus cosas y volver cuanto antes al Norte.
"¡Fuera! ¡Fuera, maldito! Ya he terminado contigo. ¡Vete! ¡Vuelve corriendo a Invernalia! ¡O clavaré tu cabeza en una pica! ¡La pondré ahí yo mismo! ¿Crees que eres demasiado bueno para esto? ¿Demasiado orgulloso y honorable? ¡Esto es una guerra!" estalló el rey.
De todos los lugares a los que Ned pensó que Baelish lo llevaría para encontrar el último sitio donde Jon Arryn había encontrado a otro de los bastardos de Robert, un burdel no debería haber sido una sorpresa, más bien le habría extrañado que lo llevara a cualquier otro lugar.
Lo que en realidad despertaba la curiosidad de Ned eran las caras de burla y desprecio que las trabajadoras del establecimiento le lanzaban a meñique, casi retándolo a mirar a otro sitio que no fuera sus caras.
Sus dudas se resolvieron cuando llegaron a las cámaras de la matrona de la casa de placer, una mujer de las Islas del Verano llamada Chataya, si Ned recordaba correctamente.
"¿Qué haces aquí, meñique? Te advertí lo que pasaría si te acercabas a mis chicas" fue el hostil recibimiento de la provocativa mujer.
"Lady Chataya, un placer veros, como siempre" se inclinó Baelish, fingiendo un todo educado mientras hervía de rabia por el uso del apodo.
"No puedo decir lo mismo, si pudiera, habría hecho que te colgaran hace años" fue su venenosa réplica.
Dando un paso adelante para dar a conocer su presencia, Lord Stark quería acabar con la incipiente discusión.
Ya no era Mano del rey, quería concluir sus asuntos en la Capital cuanto antes y cabalgar hacia Invernalia.
"Lord Stark" lo saludó la matrona con voz sensual, "Me alegro de veros, mi señor, vuestro sobrino me advirtió que vendríais, por favor, seguidme".
¿Orus le había dicho que iría al burdel? Ned no sabía cómo su sobrino podría haberlo sabido cuando ni siquiera él lo había sabido hasta hacía apenas unas horas.
También se preguntó cómo es que el muchacho conocía a Chataya, esperaba que no fuera porque compartiera ciertos vicios con su padre, pero tampoco podía descartarlo.
"La chica a la que buscas está aquí, mi señor" le dijo Chataya, señalando una puerta roja entreabierta. "¿Puedo hacer algo más por vos?".
"No me importaría que trajeras a una de tus pelirrojas, querida" le dijo Lord Baelish con su burlona voz y arrogante sonrisa.
"Si tocas a una de mis chicas, meñique, te cortaré las manos" le amenazó.
Entretanto, Ned se acercó a la única persona de la habitación, una muchacha, no mucho mayor que sus sobrinos, que sostenía un bebé de pelo oscuro y ojos azules en sus brazos.
"Se parece a él, ¿no es así, mi señor? Tiene su nariz, su pelo negro" le dijo la chica, desesperada por complacerlo.
"Sí".
"Decídselo cuando lo veais, mi Señor. Si os place... decidle lo hermosa que es" suplicó.
"Lo haré".
"No he estado con nadie más. Lo juro, Mi Señor, por los dioses antiguos y nuevos. El Rey siempre fue bueno conmigo" siguió hablando casi soñadora cuando mencionó al rey.
"Cuando Jon Arryn vino a visitarte, ¿qué quería?".
"No era esa clase de hombre, mi señor. Sólo quería saber estaba feliz y sana".
"A mí me parece bastante sana. A la muchacha no le faltará nada" le prometió a la chica.
Cuando salieron a la calle, muchas cosas ocurrieron a la vez.
Jaime Lannister, rodeado por una docena de capas rojas, lo acusó de secuestrar a su hermano enano, para no delatar a su esposa confesó que la captura del tercer hijo de Twyn fue orden suya.
De repente, los dos hombres que habían venido al burdel con Jory habían muerto, y su propio capitán de la guardia se retorcía mientras procesaba que el matarreyes había enterrado un cuchillo en su ojo, matándolo.
El matarreyes era un gran espadachín, todos los Siete Reinos lo sabían, pero Ned Stark también era bueno, era veterano de dos guerras y había combatido contra Gerold Hightower y Arthur Dayne en la Torre de la alegría.
Por desgracia todo ello fue en su juventud; todavía era un guerrero formidable, pero estaba tan concentrado en su pelea con el rubio, que no se dio cuenta de cómo uno de los guardias Lannister se acercaba por su espalda hasta que sintió cómo una lanza se clavaba en su muslo, obligándolo a arrodillarse.
"Mi hermano, Lord Stark, lo quiero de vuelta" le dijo el león, subiendo a su caballo y huyendo de la capital mientras el lobo caía en la oscuridad.
