Agosto MPreg Yuuram

Prompt número 53.

Kyou Kara Maou no me pertenece.

Este reto participa en el Agosto MPreg de Ilitia Forever.

Yuuri le había pedido un receso a Gwendal de sus obligaciones como maou, después de todo era por seguridad de su hermanito embarazado, así que no dudó en dárselo. Caminó aprisa hasta su alcoba. No lo había visto en prácticamente toda la mañana y le preocupaba, ¿estará durmiendo todavía?

Al llegar, abrió la gran puerta, entró y lo primero que encontró fue a Wolfram, sentado en el suelo y llorando.

Oh no…

Mil y una cosas pasaron por su cabeza en segundos, todos fueron sucesos terribles, ¿por qué otra cosa Wolf estuviera llorando tanto?

—Yuuri—sus sollozos lo trajeron de regreso a la realidad. —No puedo…

—¿No puedes? ¿Qué cosa? —Yuuri se acercó y Wolf lo abrazó con fuerza, se sentía aún más angustiado al ver la cara de su esposo.

—Es que es imposible…

—Wolf, no te estoy entendiendo, explícame qué pasa.

—Mi pantalón.

—¿Pantalón?

Ok, eso había sido muy raro para Yuuri. ¿Qué demonios tenía que ver su pantalón en todo eso?

—Llevo una hora intentando ponérmelo y no puedo, ya no me viene, mi estómago no lo deja subir…

Yuuri no sabía si reír, llorar junto con Wolf o suspirar aliviado, pero terminó haciendo las tres cosas.

—Ah, tu pantalón—dijo riendo tan histéricamente que Wolf lo miró extrañado, para que después varias lágrimas cayeran por sus mejillas—. Me asustaste.

El maou soltó un enorme suspiro para calmarse, de nada servía si los dos se quedaban en el suelo llorando, siempre se contagiaban el llanto mutuamente, pero ahora debía acompañarlo lo mejor posible.

—Es normal Wolf, recuerda que el sastre te trajo ropa nueva que sí te queda, busquemos unos nuevos pantalones y estos vamos a guardarlos para cuando ya haya nacido nuestro bebé.

Yuuri se puso de pie y lo abrazó para ayudarlo a pararse. Lo llevó hasta la cama en donde lo sentó, mientras buscaba esos pantalones. Al encontrarlos, lo ayudó a ponérselos.

—Veo que las sirvientas te trajeron fresas—mencionó al ver el gran plato lleno de fresas que es su antojo principal—¿quieres unas?

El chico rubio asintió con un puchero.

Yuuri tomó el plato de frutas y luego se sentó al lado de su esposo para darle sus tan queridas fresas.

Wolfram saboreó una tras otra.

Cinco minutos después, parecía que nada había pasado con anterioridad que lo dejó llorando en el piso. Yuuri tuvo que aguantarse la risa, "son las hormonas" se decía, pero sabía que, si cometía la falta de reírse de él abiertamente, seguramente esas mismas hormonas lo harían llorar y, además, ¿a quién engañaba? Él también lloró.

Vaya que un embarazo deja muchas anécdotas futuras que contar.