Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de TouchofPixieDust y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

Capítulo uno: Por el pozo

Mientras estaba sentada en el borde del pozo devorador de huesos, Kagome Higurashi miró hacia abajo y suspiró. Tenía muchas ganas de volver a la Época Feudal. Incluso con todos los demonios y las peleas, aquello era mucho más pacífico. Tal vez no «pacífico» exactamente. Pero le daba la sensación de que estaba en casa. Aunque tal vez no era por el momento ni por el lugar por lo que estaba nostálgica. Tal vez era por el hanyou irritable al otro lado del pozo. Simplemente esperaba que Inuyasha no estuviera muy enfadado. Si acaso, estaría contento de ver todo el ramen extra que se había llevado.

Respirando hondo, se impulsó por el borde y se lanzó a la oscuridad. Esperó a que la luz azul la envolviese y la llevase al pasado.

—¡Uf! —Aterrizó mal, torciéndose el tobillo y cayendo con fuerza contra la tierra compacta.

El suelo estaba sólido. No se abrió ni la dejó pasar. Al principio, se quedó confusa. No. Al principio, se quedó en shock. La confusión llegó después. ¿Por qué no funcionó? ¿Por qué no está funcionando? Llevó ágilmente el dedo al bolsillo donde guardaba la botellita de cristal de los fragmentos de la perla hasta que le arreglaran el collar. Pero no estaban allí. ¿Inuyasha había vuelto a robar los fragmentos para mantenerla atrapada en su época? ¿Por qué?

Dejó que se le formaran las lágrimas y se deslizaran por su rostro mientras arañaba con los dedos la tierra compacta hasta que estuvieron en carne viva y sus uñas rotas y sangrando. Sorbiéndose la nariz, se movió hacia la pared de piedra del pozo y se apoyó contra ella. ¿Qué voy a hacer?

—¿Vuelves a estar dentro de ese estúpido pozo?

La chica estuvo desconcertada por un momento. Era su voz, pero el pozo no se había abierto y no la había dejado pasar. Se le empezó a aclarar la mente lentamente e hizo a un lado la confusión, y Kagome levantó la vista hasta que vio la silueta familiar de Inuyasha mirándola.

—Mmm… ¿no? —dijo hacia arriba con una sonrisa en su voz que sonaba demasiado inocente.

Soltó una risita mientras oía que su mejor amigo maldecía de tal forma que incluso haría que el medio demonio de sus sueños se sonrojase. Secándose las lágrimas de los ojos, se esforzó por ponerse de pie y se apoyó contra la pared, aliviando su tobillo herido. Le palpitaba y le dolía horrores, pero no iba a dejar que ÉL supiera eso. Nunca la dejaría olvidarse de ello.

Evidentemente, el Inuyasha humano tenía un oído igual de bueno que su hanyou, ya que paró de maldecir en cuanto oyó su brusca inhalación cuando se puso de pie.

—No te has vuelto a hacer daño, ¿no, Kag?

—Soy Ka-GO-ME, no Kag.

—Estás evadiendo la pregunta, KAG. Lo que significa que SÍ que te hiciste daño y que sabes que te van a reñir. ¿Sabes? Nunca serás actriz… o política. —Sonaba seriamente mosqueado—. Ni siquiera deberías molestarte en intentar mentir. Es sencilla y dolorosamente patético.

Kagome resopló.

—Jum. Te piensas que me conoces muuuuy bien.

Con un suave golpe sordo, su amigo aterrizó ante ella con elegancia gatuna. Gatuna, se rio de su propio chiste. A su demonio perro no le gustaría que lo comparasen con un gato.

—Sí que te conozco, tonta. Somos amigos desde que estábamos en el útero.

La madre de Inuyasha y la madre de Kagome habían sido mejores amigas de pequeñas. Se casaron con un año de diferencia, vivían al lado y habían tenido a sus primeros hijos con menos de un mes de diferencia. Era un viejo chiste familiar el que Inuyasha y Kagome eran amigos mientras estaban en el útero. Teniendo en cuenta lo cercana que siempre se había sentido al chico, Kagome no lo dudó ni por un momento.

—¿Qué te pasa con las corbatas? —preguntó mientras tocaba la corbata de su más que ligeramente arrugado uniforme escolar, que llevaba atada floja. Le recordaba tanto al rosario cuando la llevaba así puesta.

Por supuesto, la extrema informalidad de la corbata iba bien con las mangas arremangadas y los dos botones superiores desabrochados. Nunca había sido de los que les importaba el código de vestimenta. Suponía que lo único que podía pedir era que se pusiera el uniforme, aunque fuera a su propia y única manera. Lo olió rápidamente. Bueno, al menos estaba limpio.

—Sabes que no sé anudar estas cosas estúpidas. —Le sacó la corbata de los dedos. Ella miró atentamente el nudo. Sí, era el mismo nudo que le había hecho el día anterior—. Venga, salgamos de aquí.

Inuyasha no cogió a Kagome en brazos ni saltó con ella del pozo para ponerla a salvo como a menudo hacía en sus sueños, pero sí que ayudó a tirar y a empujarla en el camino de ascenso, asegurándose de que tenía un buen agarre en la escalera de cuerda que le había hecho dos años antes, cuando había empezado a saltar dentro del pozo.

Eso fue poco después de que los sueños hubieran empezado en su decimoquinto cumpleaños.

—Sabes que estás loca, ¿no? —preguntó Inuyasha mientras le daba a su amiga un último empujón para salir del pozo antes de ascender él mismo.

Kagome se levantó y se sacudió, su propio uniforme estaba ahora también más que ligeramente arrugado.

—Sí, lo sé. Pero parece tan real. ¡Es que no puedo evitarlo!

—Jum. Al fin sé qué estudiar en la universidad. Psicología. Entonces, quizás pueda entender finalmente qué le pasa a ese estúpido cerebro tuyo. —Le golpeó suavemente la cabeza con el puño como si estuviera escuchando el eco que confirmaría que de verdad tenía un cerebro allí dentro—. Llevas teniendo estos sueños demasiado tiempo. —Su voz era severa y sus ojos estaban serios.

—¡Oh! ¿Otro sueño, Kagome? —Inuyasha y Kagome se giraron y vieron que su amigo, Miroku Houshi, entraba en la pagoda del pozo. Su uniforme, como era normal, estaba perfectamente almidonado y planchado con una corbata impecablemente anudada alrededor de su cuello—. ¿Sigo siendo un monje libidinoso?

Kagome puso los ojos en blanco.

—SIEMPRE eres un libidinoso, Miroku. Y sí, sigues siendo un monje en el sueño.

—¿Llegaste a curar ese problema mío del agujero de la mano?

—Vórtice. Para de llamarlo «agujero de la mano»… suena sencillamente asqueroso. Y yo no controlo los sueños, lo sabes.

—¿Vas a hacer que Sango y yo nos acostemos alguna vez en el sueño? Si se supone que soy un monje libidinoso, ¿no puedes dejarme hacer algo que sea libidinoso de verdad?

—YO. NO. CONTROLO. LOS. SUEÑOS.

—Te olvidaste de llamarle idiota —le recordó Inuyasha a Kagome amablemente.

Una nueva voz se unió a ellos.

—Al menos Sango y tú sois adultos en sus sueños, ¡a MÍ me convierte en un NIÑO pequeño! —Kagome se rio cuando un Shippo contrariado se asomó dentro de la pagoda del pozo. Odiaba el hecho de que siempre fuera un niño pequeño en los sueños—. No volvió a saltar dentro, ¿no? —preguntó el pelirrojo mientras asimilaba la apariencia bastante descuidada de Kagome.

—Por supuesto que sí. Es estúpida, ¿sabes? —respondió Inuyasha, lo que le ganó un puñetazo en el hombro.

—¿Encontrasteis más fragmentos anoche? —preguntó Shippo.

Kagome sonrió.

—¡Sí! ¡Lo encontramos en la cabeza de un demonio oso!

—¡No le des alas, Shippo! —Inuyasha hizo rebotar su mochila en la cabeza del adolescente más bajito mientras empezaba a echar a empujones a los hombres de la pagoda del pozo—. Ya está bailando al borde de la locura, no necesita un empujón.

Kagome resopló ruidosamente y levantó la nariz hacia arriba.

—Entonces, supongo que no quieres saber cómo termina. —Lo miró de soslayo. Sabía que le volvía loco escuchar los sueños de los demás. Aunque tenía la sensación de que estaba intentando analizarlos y encontrarles el sentido. Probablemente decía en serio lo de querer estudiar Psicología en la universidad.

Inuyasha le dio la espalda con un resoplido.

—Sube. Hay que dejar que descanses el pie y que vayas a que te lo miren. Idiota.

—Empiezo a pensar que «idiota» es tu nuevo nombre cariñoso para mí —gruñó. Pero nunca iba a rechazar que la llevaran en la espalda, ni en sus sueños ni en la realidad, así que le lanzó a Miroku su mochila amarilla y se subió.

Kagome rodeó el cuello de su amigo con los brazos y él le agarró las piernas.

—Coge también mi mochila, Miroku —dijo mientras salía de la pagoda del pozo con su carga.

Miroku se quejó sonoramente.

—¿Cómo es que tengo que llevar yo las mochilas? Podría llevar a Kagome y TÚ podrías llevar las mochilas.

—Bueno… claro —dijo Inuyasha con una carcajada—. Podrías… si aprendieras alguna vez a guardarte las manos para ti. No tengo ganas de llevarla Y de arrastrar tu cuerpo inconsciente también después de que ella te dé una paliza hasta dejarte casi sin vida.

Durante la caminata hacia el instituto, Shippo convenció a Kagome para que contara la historia de cómo derrotaron al demonio oso y consiguieron otro fragmento. Hizo las caras de asco apropiadas cuando llegó a las partes sangrientas. Siempre se aseguraba de entrar en detalles en esas. Nunca fracasaba en hacer que Shippo se pusiera de un interesante color verde.

—Al menos Kikyo no estaba en este sueño. Siempre te pones de muy mal humor cuando está. Peor que cuando tienes el SPM.

Kagome se tensó. Kikyo. La chica de su sueño decidida a arrebatarle a Inuyasha. Aquella a la que él amaba. Aquella por la que seguía abandonándola. En la realidad, Kikyo era la prima de Kagome. Sus madres eran hermanas gemelas. Cuando tuvieron hijas que se parecían tanto y estaban tan cerca de tener la misma edad, pensaron que sería muy divertido tratarlas como gemelas. Las vestían con atuendos idénticos e intentaban obligarlas a que forjaran lazos como si fueran hermanas. Sus madres eran increíblemente optimistas.

—Me estás ahogando, Kag. —Inuyasha le separó los dedos de su garganta. Le dirigió a Shippo una mirada malvada por mencionar el nombre «Kikyo».

Él también lo odiaba cuando tenía a Kikyo en su sueño. No podía contar las veces que había encontrado a Kagome llorando y deprimida durante días por su culpa. Sabía que su corazón sufría. No podía ocultar la pena de sus ojos sin importar lo ampliamente que sonriese para intentar esconder el dolor. Inuyasha suspiró. Había tenido un par de citas con Kikyo hacía un año y medio. No hubo una ruptura horrible. Simplemente no funcionó. Su corazón no lo sentía. Poco después, Kikyo había empezado a hacer sus apariciones en los sueños de Kagome, haciendo su vida tan miserable en sus sueños como lo hacía en la vida real.

Extrañamente, ella no parecía odiar a ninguna Kikyo.

Kikyo no era mala persona, simplemente tenía una personalidad fría y distante. También era una joven muy hermosa. Su largo pelo negro caía muy por debajo de las caderas en una sedosa cortina y su cuerpo era esbelto y estaba en forma gracias a sus actividades atléticas. Incluso era la capitana del club de tiro con arco. Pero Kikyo no era una atleta estereotípica. También era muy inteligente y la vicepresidenta del consejo estudiantil. Nadie dudaba de que sería la que se graduase con las mejores notas. Si había un premio, era ella quien lo recibía. Sobresalía en todo lo que hacía con elegancia y estilo.

Y no pasaba un día sin que alguien le recordase a Kagome lo pobremente que se comparaba con su perfecta prima. Sería más fácil odiarla si fuera cruel, pero no lo era. Así que, en lugar de odio, Kagome simplemente sentía dolor y envidia.

Inuyasha quería pegarle a Shippo en la cabeza por mencionar un tema tan doloroso. Estaba a punto de mover a Kagome para poder liberar un puño, pero ella le ganó.

PUM

PUM

PUM

—¿El SPM?

Antes de que Kagome pudiera persuadir a Inuyasha de perseguir a su amigo que había salido huyendo para poder pegarle un poco más, se encontraron delante del edificio de su instituto. Shippo y Miroku fueron con ellos a la enfermería, aunque Shippo se mantuvo lejos del rango de alcance de Kagome.

—Vosotros id corriendo a clase. Estaré allí en unos minutos. —Kagome sonrió y se despidió de sus amigos con la mano.

—Creo que yo me voy a quedar.

—No tienes que hacerlo, Inuyasha.

—Keh.

Kagome soltó una risita. Había momentos en los que podía olvidar que él no era el demonio perro con el que soñaba. Pero este Inuyasha era mucho mejor que el de sus sueños.

Este era real.


Nota de la traductora: ¡Os doy la bienvenida a una nueva traducción! Se trata de un fic de quince capítulos que me encantó cuando lo leí y por fin he tenido tiempo de empezar a trabajar en él.

Espero poder actualizar regularmente, si mis planes no me fallan. De momento, os dejo aquí el primer capítulo. Ojalá lo hayáis disfrutado.

¡Hasta la próxima!