Secuela de Santa Is Coming.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 1
La segunda jodida semana en preescolar.
¡La segunda! Y ya estaba corriendo hacia enfermería. No hubo tiempo de pedir permiso, solo corrió detrás de la puerta con el gran letrero que anunciaba lo ya dicho.
Empujó la puerta casi de golpe.
Una hermosa niña de cabellera despeinada y color cobrizo estaba sentada en el diván con sus cortas piernas colgando. Entretanto, una joven enfermera checaba su ritmo cardíaco con el estetoscopio.
Edward rodó los ojos. No es que no le importara lo que pasara con su pequeña, pero sabía bien de qué trataba todo ese número.
Ella era especial. Su coeficiente intelectual estaba por encima de los niños de su edad, así que era fácil aburrirse en clases mientras siguiera compartiendo temas que ya sabía. El distrito escolar seguía evaluando su caso y ver si podían trasladarla al kínder directamente sin importar que solo tuviera tres años.
Y mientras no hubiese nada resuelto él sabía que su pequeña gruñona seguiría haciendo de las suyas. La semana pasada causó revuelo por querer quedarse con el lugar de la maestra y enseñar a los demás compañeros de clase los colores y formas.
Lo recordaba y hoy le daba risa.
Pero debía educarla bien. Mostró un gesto severo y la observó.
Su hija a simple vista parecía ser una niña común; diminuta y delgada, pero no era así. Era una pequeña con una curiosidad que rayaba en lo exagerado, con un vocabulario avanzado para su edad y con un potencial alto para liderar. Y no hablemos de creatividad porque ella llevaba el primer lugar a donde fuera.
Edward reconoció desde que la tuvo en brazos, comprendió que su hija era diferente, pues simplemente habían pensado que era un niño al que esperaban y llamarían Anthony, sin embargo, ella llegó a cambiar sus planes, imponiéndose como la gran chica que era.
― ¡Papi!
La pequeña Azul alargó los brazos hacia él.
La enfermera volteó y el enrojecimiento cubrió sus mejillas; abochornada vagó la mirada por los tatuajes expuestos en la piel de él.
Ocurría siempre. Era cansino ganar tantas miradas, sobre todo de las féminas.
Edward muchas veces tenía que contenerse para no preguntar: ¿Qué putas me ven?
― Señorita Julie, ¿por qué tiene la cara roja?
La enfermera enrojeció al punto más alto al ser descubierta.
Edward carraspeó. Miró a su hija y se acercó cargándola en brazos. Era liviana y pequeña que no aparentaba su edad, los tres años que tenía.
― Azul dijo que le subió la presión y la hemos estado revisando ―la enfermera le explicó menos encandilada.
Edward quería decirle que no se molestara, que su hija cada vez que se enojaba «le subía la presión».
Lo más sensato fue sonreírle a la joven para evitar toda explicación.
― Gracias ―dijo él―. La llevaré a casa y ella estará mejor.
Giró su rostro hacia su hija: la niña tenía el entrecejo fruncido, mirándolo en desaprobación.
Caminó con ella en brazos y se dirigió a la secretaria de la entrada principal y firmó la salida de su pequeña gruñona. De ahí salieron fuera de las instalaciones escolares hasta el estacionamiento bajo la intensa resolana de agosto.
― ¿Estás enojado, papi?
― Azul, es la segunda semana de clases y he venido tres veces por ti.
― Los niñitos me estaban molestando, papi. Necesitaba un escape para salir.
― Un escape ―gruñó por lo bajo―. ¿Qué te hicieron?
― Que les leyera el cuento de Clifford 's, ya no podía, papi. Me cansan.
― Aún no sabes leer.
La niña arrugó graciosamente la nariz mientras estrechaba los ojos color verdes, una copia idéntica de los de él.
― Interpreté cada imagen.
― Eres increíble ―él reconoció.
― ¿Qué haremos? ―preguntó la niña con más entusiasmo―. ¿Iremos con mami?
― No señorita. Mami está trabajando y yo sigo en mi trabajo, así que te irás conmigo y te portarás muy bien.
Luego de descubrir su alto potencial. Bella y él decidieron que Forks no era la ciudad indicada para su hija, optaron por darle mayores herramientas para su desarrollo académico y Chicago fue la opción más adecuada para las capacidades de su niña.
Aún estaban tratando de acoplarse. Venir de un pueblo tan pequeño a una ciudad enorme, no era tan fácil como imaginó. Aunque Bella tenía más experiencia y podía manejarse con mayor seguridad, para él era totalmente nuevo.
Había dejado su trabajo. No podía dedicar toda su vida a cortar árboles, desde luego que no. Arriesgarse ya no era opción, no, cuando tenían una familia por quien velar.
Dejó cuidadosamente a su pequeña en la silla y una vez verificó que estuviera asegurada, puso en marcha su coche, saliendo de ahí.
Tardó veinte minutos llegar a la agencia CAT donde trabajaba como vendedor de maquinaria pesada.
Azul bajó primero y caminó por delante haciendo una marcha e imitando a un soldado. Escoltando su andar.
Sonrió al verla agitar la mano hacia sus compañeros.
― Hola, Azul ―Zafrina, secretaria del lugar la saludó― ¿saliste temprano de clases?
― Me hicieron enojar ―la niña respondió muy segura― y se me alteró la presión.
La mujer de melena abundante y rizada puso sus ojos negros sobre Edward. En su mirada había preocupación y no dudó en manifestarla.
― ¿Qué ocurre con la niña?
Edward dio tres pasos hacia el escritorio de madera donde ella estaba, se inclinó un poco.
― Cuando la hacen enojar suele decir que se le altera la tensión ―se encogió de hombros.
La amplia sonrisa de Zafrina fue contagiosa.
― Oh… es adorable tu niña ―le dijo.
― Me recupero rápido si me dan un caramelo ―articuló la pequeña parándose de puntillas.
Zafrina le dio de inmediato una paleta de caramelo macizo y Edward resopló.
Muchas veces se preguntaba: ¿de dónde salía cada ocurrencia? ¿cada duda formulada que hacía? Porque ni él ni su mujer eran así.
De todos modos no importaba, él amaba con su alma a esa pequeña gruñona.
Bella y Azul eran lo único importante que tenía.
Las mujeres más especiales de su vida.
Así que estaba listo para enfrentar los nuevos retos que surgieran.
Bueno, y dirán, ¿por qué otra historia? Realmente es una historia muy corta y relajada, tal vez sólo 6 capítulos. Ojalá y me acompañen en este divertido viaje. Nuestro jengibre caliente y Bella son padres y pasarán por varios divertidos percances junto a su pequeña gruñona.
Li, agradezco la hermosa portada.
Gracias totales por leer 💜
