Notas del autor

Para los que no me conocen, me presento. Soy .

Ha pasado un tiempo desde que publiqué algo, mucho, quizás, pero por fin he decidido empezar un nuevo proyecto.

Como siempre, partamos con algunos detalles a considerar en esta historia.

- La historia se sitúa tras el fin de Breath of the Wild.

- Los nombres de algunos personajes secundarios pueden variar, pues para este caso he jugado con el juego en español latino, español de España e inglés, y en lo personal este último es mi preferido a la hora de las descripciones dentro del juego y nombres de personajes, por lo que me guiaré en base a ello.

- Esta historia contendrá violencia gráfica y será catalogada M o +17 por ello.

Tomando eso en cuenta algunos detalles para lectura son:

- Los cambios de escena se darán con tres puntos en vertical:

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- Los pensamientos y recuerdos estarán en cursiva.

Disclaimer: The Legend of Zelda y sus personajes pertenecen a Nintendo.

Agradecimientos a mi lector beta y editora Goddess Artemiss. Eres maravillosa.


I

Reencuentro

Hyrule, tierra de leyendas y gloria, bendecida por las diosas, más aún así devastada.

Ruinas de un reino dorado ahora acabado, páramo salvaje que llenas con tu ausencia.

Reino caído al que pronto nadie recordará, excepto aquel que ha burlado la muerte.

Es tu héroe sin memoria quien más te piensa.

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Si alguna vez te hubieras dado cuenta que no estabas destinado a ser un guerrero, y aun así, todos a tu alrededor te hubieran dicho que porque naciste en una familia de caballeros debías ser uno, sin importar qué pensaras.

Si esa hubiera sido la única cosa que te dijeran. ¿Hubieras elegido un camino distinto?

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La lluvia resonaba a través de las paredes, y de pronto la memoria se esfumó de su mente, mas la conciencia volvió a ella.

Sus ojos se abrieron de golpe y solo sintió el aire fresco llenar sus pulmones, como no lo había sentido en más de una centuria.

Zelda, princesa del antiguo reino de Hyrule y última de su dorado linaje, abrió sus ojos en un mundo que por fin se liberó de la Calamidad.

Sabía dónde estaba, reconocía ese techo, incluso aunque la última vez que lo vio tenía dieciséis años, así mismo recordó el aroma de los inciensos que los Sheikah solían usar, pero eso pasó a un segundo plano; solo había una cosa en su mente, alguien, el mismo que esperó por décadas y ahora nuevamente asaltaba sus sueños.

Aquel que cerraba el ciclo, el hombre que le hallaría, ya fuera a través de los cielos, a la deriva en el tiempo e incluso en las brasas de un eterno crepúsculo.

Su héroe prometido.

— Link. — Lo llamó con su voz rasposa, mientras movía la manta que le cubría, pero cualquier otro movimiento se detuvo al notar a la silueta apoyada contra la pared al lado de la puerta

La espada destructora del mal reposaba en su hombro izquierdo, mientras que con sus manos la envolvía con delicadeza manteniendo la cabeza baja.

Dormía. No fue solo un sueño.

Realmente sucedió, Ganon, el Cataclismo, fue derrotado luego de cien años de tormento.

Link los salvó… los salvó como estaba destinado.

Una sensación de alivio indescriptible inundó el corazón de la chica, y al mismo tiempo la puerta se abrió, alarmando a la doncella y despertando al héroe.

Una chica de cabellos blancos y ojos redondos entró a la habitación, con calma, sin embargo, cuando notó a la rubia despierta su rostro se desfiguró.

— ¡Pri... princesa! — exclamó nerviosa, al mismo tiempo que se inclinaba ante ella. —Diosa, por fin ha despertado. Qué alegría. — dijo con cierta emoción.

Ella solo la miró con incredulidad, la chica, sin duda, era una copia exacta de alguien a quien no había visto hace mucho tiempo y no le cabía duda que no era su vieja amiga, pero aun sabiendo eso, el ver a aquella chica fue chocante por lo bajo.

Se preparó para hablar, aunque nuevamente alguien se le adelantó.

— Paya. — la voz que había añorado durante un siglo por fin se dejó oír. — ¿Qué hora es? — preguntó casualmente.

La nombrada no dijo nada al chico que se mantenía con la cabeza baja, pero que lo había escuchado hablar con la suficiente fuerza como para despertar, aunque parecía que no había notado a la princesa.

— Link. — volvió a llamarlo, pero esta vez sin duda le escuchó.

Alzó su rostro con rapidez y de la misma manera se puso de pie para llegar hasta ella, sin importarle si dejaba caer sus armas.

— Has despertado. — dijo con una ligera nota de alivio en su voz. — Ve por tu abuela. — comandó, volteando hacia la chica, quien solo asintió y los dejó a solas.

Su mano llegó hasta él incluso antes de que pudiera darse cuenta, pero para su satisfacción el tacto de su rostro se sentía real.

— ¿Entonces no fue un sueño? — preguntó con suavidad.

— No lo fue. — respondió él, mientras posaba su mano sobre la suya. — Aunque estuviste durmiendo durante siete días.

Su rostro de sorpresa fue suficiente respuesta en para él.

— Te desmayaste luego de preguntarme si te recordaba.

Un trueno se escuchó rugir a la lejanía, y de alguna forma con ello el recuerdo volvió a ella.

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¿Me recuerdas?

Él la miró sin dar señales de expresión, justo como la recordaba, y con calma solo dio unos pasos hasta que solamente se inclinó ante ella.

Sé quién eres, Zelda. Recuerdo quien eras, princesa, y sé porque estoy aquí ante ti.

A pesar de sus palabras había algo que no causó calma en su tono.

Se puso de pie, y con la mirada fija en ella avanzó hasta quedar la distancia de un brazo.

Pero me temo que apenas recuerdo nuestro tiempo juntos, hace cien años. — agachó la cabeza, apenado. — Perdóname.

Su vida nunca fue un cuento de hadas ¿Por qué comenzaría a serlo ahora?

Las piernas le fallaron a Zelda, y antes de poder decir algo, todo se volvió negro... justo como lo fue los últimos cien años.

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Zelda volvió a abrir sus ojos luego de lo que pareció otro siglo.

El techo le pareció más familiar que nunca y esta vez no hubo dudas sobre dónde estaba y con quién.

Link la había salvado.

— Tú si sabes cómo darles un buen susto a las personas. — una voz femenina y mayor le hablo, haciéndole mirar hacia su costado. — Sigues igual de joven y radiante, alteza.

La princesa miró a la anciana con estupor, no fue la familiaridad en su voz o sus ropas lo que la llenó de nostalgia, fueron sus ojos afables y aun así llenos de carácter, los ojos de su leal consejera y amiga.

— ¿Impa? ¿Eres tú? — fue todo lo que dijo, al mismo tiempo que se sentaba para observar mejor a la anciana.

— Ha pasado mucho tiempo, princesa. Tanto que me he vuelto una anciana.

— Impa. — su voz lentamente se fue apagando ante la realización.

No fue necesario decir más para que la anciana rodeará a la chica con sus brazos.

— A mí me alegra también saber que estás sana y salva, mi preciada niña. — fue todo lo que dijo Impa, mientras apaciguaba a Zelda.

Realmente habían pasado cien años.

Pasó bastante, hasta que finalmente la princesa y la matriarca por fin pudieron hablar y obviamente solo había un tema a tratar.

— ¿Cuánto recuerda Link? — preguntó la chica.

— No lo sé. — respondió la mayor, para su decepción. — Cuando llegó aquí por primera vez ni siquiera me reconoció y apenas sabía quién era él, sin embargo, no pasó mucho hasta que todo cambio. — Impa suspiró con pesadez al recordar.

— ¿Qué fue lo que pasó?

— Se suponía que debía mostrarle a Link las fotografías que dejaste para él una vez mi hermana arreglara la tableta, pero algo inesperado sucedió. Link recordó sus últimos momentos el mismo día que llegó hasta aquí.

Fue solo una coincidencia, el cuadro que mantenía en el primer piso, el mismo que esperaba mostrarle al joven una vez recordara lo que la princesa le había dejado atrás, no obstante, no fue así. Link sólo volteo hacia la izquierda buscando despejar su mente de las palabras de la anciana que le ofrecía una misión titánica, y una vez lo hizo, solo vio la pradera pintada en la pared y casi como si fuera brutalmente golpeado cayó al suelo, asaltado por bruma del pasado.

— Link volvió en sí luego de varios minutos, y una vez volvió abrió sus ojos parte de su antiguo ser regresó, haciéndole imposible de leer para mi consternación.

Los Sheikah podían ver a través de las personas, ver aquello que las sombras ocultaban, pero con Link todo eso era imposible.

Zelda solo asimiló las palabras de la mayor en silencio.

— ¿Dónde está Link? — preguntó

— Está en la aldea, estuvo velando tu sueño por días, se rehusó a dormir lejos de ti e incluso comió aquí, pero una vez despertaste y te volviste a desmayar, lo obligue a ir a descansar como corresponde. De eso ha pasado un día.

— Tengo que verlo. — fue todo lo que dijo la princesa.

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El sol brillaba en su punto máximo y las voces de la gente se escuchaban a la distancia. Zelda se sintió impaciente, mientras las puertas eran abiertas, y una vez pisó el primer escalón, lentamente la sensación creció.

Los guardias en la entrada se apresuraron hacia ella al ver a la centenaria Impa caminar a su lado, aunque esta rápidamente los ignoró, pues, incluso antes de que pudiera bajar por completo las escaleras, lo encontró.

Una niña de cabellos blanco estaba sobre sus hombros moviendo los brazos con algarabía, mientras que otra de la misma edad le guiaba de la mano, al mismo tiempo una tercera chica, mucho mayor, caminaba al lado de estos tratando de calmar a los infantes.

Quizá fue casualidad, pero él volteo su rostro antes de que pudiera llamarlo.

Se quedó quieto para sorpresa de sus acompañantes, pero no dijo nada, solo la contempló con esa característica calma suya.

Ahora mismo vestía ropas Sheikah y quizás se veía extraña, pero él realmente no parecía estar preocupado por sus ropas.

Bajo con cuidado a la niña de sus hombros y solo dio unos pasos, hasta que finalmente quedó frente a ella, quien ahora estaba en el último escalón.

— Has despertado. — dijo con calma, mientras sentía que tras ellos las niñas parecían preguntarle algo a la chica mayor. — Zelda... — la llamó esbozando una sonrisa que no había visto en cien años.

— Link... — correspondió ella, sintiendo emerger un sentimiento que durante décadas mantuvo cautivo.

La alegría se veía ahogada ante la sensación de pérdida y fracaso.

— Link. — lo llamó con emoción, mientras su mirada se volvía cristalina. — Yo... por mi culpa... mi padre, Urbosa... todos han...

La princesa se abalanzó hacia él, quien se sorprendió ante su abrazo, pero toda palabra se vio acallada ante el suave sonido de su llanto. Irónico fue que la última vez que se permitió llorar fuera en sus brazos.

Justo como él, Zelda despertó en un mundo cien años después. Un mundo en el que no tenía nada, excepto los recuerdos y el dolor de todo lo que perdió.

Un mundo que brotó de las cenizas de todo aquello que alguna vez amó.

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Zelda no lo notó hasta ya pasado un par de días, pero no le dio importancia, pues su propio estado no se lo permitió, pero lo cierto es que los días posteriores no hubo ni un solo instante en el que ella y Link estuvieron a solas.

Cinco días pasaron desde su despertar definitivo, y en ellos muchas cosas pasaron. Conoció a la nieta de Impa, Paya, quien era aquella chica que acompañaba a Link aquella mañana que despertó, la chica, sin duda, era igual a la matriarca Sheikah, no obstante, su personalidad distaba mucho del carácter fuerte y asertivo de su abuela. También conoció a las gemelas Koko y Cottla, que eran hijas de Dorian, uno de los custodios de la morada de Impa.

Y así, sucesivamente, fue conociendo a cada uno de los habitantes de la aldea, mientras que cada uno de ellos se veía lleno de emoción de conocer a la princesa de la leyenda.

Link siempre se mantuvo presente en esos momentos, pero una vez todos se retiraban, ya sea por petición de Impa o por iniciativa propia al creer que la joven necesitaba descanso, el joven espadachín también se iba.

Recordaba parte de su pasado, pero no todo y eso le preocupaba, pues hay cosas que era mejor no recordar, especialmente cuando se trataba de él. Debía hablar con él, indagar al respecto, saber cuánto realmente Link sabia sobre sí mismo, sobre su pasado y ella.

Había cometido muchos errores en el pasado, y si por alguna razón él los recordaba debía aclararlos cuanto antes.

Pero sus planes de poder hablar con Link siempre se veían interrumpidos, incluso ahora, pues una vez bajó las escaleras, Impa lo detuvo y con su expresión seria le dijo que debían habla. No le gustó la forma en la que lo dijo, sin embargo, su antiguo caballero entró a la casa antes de que pudiera decir algo.

— Justo a tiempo, Link. — dijo la mayor. — Sé que esta conversación es de tu interés.

Él nombrado la miró cuidadosamente y asintió.

— Bien, tomen asiento. — indicó la anciana, señalando los cojines frente a ella.

Zelda se sentó pulcramente sobre sus rodillas, mientras que para su sorpresa, Link se sentó a su lado.

Antiguamente él nunca se habría sentado a su lado, su posición se lo negaba e incluso si se le hubiera dado por alguna razón la posibilidad de tomar asiento al lado de la princesa, se habría reusado cortésmente.

— ¿Qué es, Impa? — preguntó la chica un tanto ansiosa.

— La calamidad se ha ido. — enunció con calma. — Finalmente, luego de cien años de tormento, se ha ido, pero me temo que eso ahora no más que solo el primer paso de un largo camino. — la anciana posó su mirada en la doncella y con determinismo habló. — El reino de Hyrule debe ser reconstruido, debes guiar a su gente y recuperar su antigua gloria, princesa.

Era eso, a pesar de todo lo sucedido su título seguía definiéndola. Ella era la princesa del reino y era su deber como heredera y culpable al dejar que todo fuera destruido.

Zelda solo agachó la cabeza, ocultando su semblante, mientras Impa enumeraba con lujo de detalles su intrincando plan de acción en el cual incluía recorrer todo el reino en busca de alianzas políticas y el renacimiento de su gente.

—He elegido una serie de… — Impa estaba tan enfrascada en su discurso que no se percató ni del cambio de Zelda ni mucho menos como Link la observaba.

— Impa, es suficiente. — habló de pronto Link.

Zelda lo miró con sorpresa. Ciertamente no esperaba que decidiera estar presente durante aquella conversación, tampoco esperaba que se sentara a su lado, pero sobre todo nunca creyó que llegaría el día que le escuchara hablarle con enfado a Impa.

La anciana también lo miró con estupor, pero por motivos distintos a los de la chica. Pues, aunque literalmente había vivido más que él, cuando aquel hombre la miraba de tal forma se sentía pequeña.

— Comprendo que tienes grandes expectativas, que has vivido bajo la sombra de la calamidad por toda tu vida y que muchos aquí ansían la gloria de antaño, pero no es justo que se lo pidas a Zelda.

— ¿Qué quieres decir? Ella es la princesa.

— Durante cien años tú y resto de Hyrule sobrevivió, durante cien años Zelda luchó y durante cien años yo estuve básicamente muerto. — enunció secamente. — Esa es la verdad, pero ahora que la calamidad se ha ido quieres reconstruir el reino. ¿Pero realmente hay gente para ser llamados así? Sin contar esta aldea, existen dos asentamientos Hylians y los establos con viajeros errantes, luego están el resto de razas, los Zoras nos recuerdan y el Gerudo me reconoce, pero la tribu Orni cree que soy un descendiente del elegido y los Gorones solo entienden que les quité a Rudania de encima.

Link enunció cada uno de esos hechos con una elocuencia que nunca nadie había visto en él, no al menos nadie que lo conociera.

— ¿Qué corona vas a levantar si apenas hay súbditos? — cuestionó. — Eso, asumiendo que alguien en esta tierra esté dispuesto a pagar impuestos y ceder parte de sus cosechas. — hizo una pausa y miró con dureza a la mujer mayor. — Y más importante aún, no tienes derecho alguno a exigirle nada a Zelda.

— ¿No tengo derecho a exigirle nada? — repitió la anciana. — Ella es la única sobreviviente del linaje de Hylia, la heredera al trono de Hyrule, la princesa, es su deber velar por su pueblo y reinstaurar el antiguo orden. No es algo que solamente se pueda ignorar, eso es algo que tú deberías saber mejor que nadie, héroe.

— ¿Has salido de esta aldea en los últimos treinta años? — cuestionó Link. — ¿Has visto la vida que llevan los demás lejos de esta aldea? No, Impa, no lo has hecho, por eso me rehusó a llevar tal locura de plan que presentas. No voy a ayudar en crear una tiranía solo para saciar tu nostalgia de un reino que ha muerto.

— ¿¡Cómo te atreves!? — alzó la voz Impa, por primera vez en mucho tiempo. — ¿Crees que puedes entender lo que he perdido? ¿Todo lo que hemos sufrido? He estado esperando por más de setenta años este momento. No dejaré que el esfuerzo de todos los que murieron sea en vano. No por el capricho de un simple niño.

Zelda sintió que era momento de hablar y ponerle un freno a la cuestión antes de que fuera demasiado tarde, pero incluso antes de poder hablar, Link se había puesto de pie.

— ¿Un simple niño? — preguntó con la voz llena de furia contenida. — Fue este simple niño al que enviaste a una tarea imposible, fue solo un niño el que se abrió paso en esta era ajena y salió victorioso. — dio un paso desafiando a la mujer y sin ocultar sus emociones sentencio. — ¡Fue solo un niño al que todos ustedes utilizaron y permitieron que le arrebataran todo!

Zelda dejó escapar un grito ahogado ante el significado de sus palabras, y antes de que ella o Impa pudieran decir algo, Link simplemente se marchó.

— Él los recuerda.

Fue todo lo que dijo la matriarca con una expresión llena de culpa. Zelda solo guardó silencio, mientras su corazón se oprimía ante tal idea.

De todas las posibilidades, la más terrible de todas parecía haber sucedido.

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Los días pasaron y Zelda no volvió a ver a Link en casa de Impa, de hecho, nadie lo había visto desde aquella tarde, y aunque eso sin duda le preocupó, se vio de brazos cruzados, pues la misma Impa negó la idea de ir a buscarlo.

— Así envíe a los mejores rastreadores hallar a Link, es imposible. Ahora puedo estar casi segura que recuerda el tiempo que entrenó en la aldea bajo mi cuidado.

De hecho, tenía un punto, pero aun así no le gustó la idea de que simplemente él desapareciera, mas aun luego de que se viera tan fuera de sí.

Zelda solo trató de mantener su mente enfocada, pero lo cierto es que aún se sentía desorientada. Su despertar en este presente al que era ajeno, el sentimiento de pérdida y culpa, el deseo de Impa y finalmente Link.

De todo ello lo que más le preocupaba era Link.

La princesa salió ya entrada la noche de la casa de la matriarca, su mente estaba nublada y necesitaba tomar aire.

Para esa hora ya nadie estaba en el exterior, con excepción del guardia de turno en la entrada de la casona, pero una vez lo saludó con cortesía y se le alejó de los escalones, estuvo completamente sola, comenzando a caminar hacia la colina.

Link miraba a la distancia el castillo, mientras que balanceaba suavemente una manzana en su mano. La Espada Maestra estaba apoyada en su hombro, sin embargo, a pesar de parecer totalmente desenfocado, volteó el rostro justo al instante en que Zelda llegó hasta él.

La chica dio un ligero respingo, honéstame no lo había visto desde la planicie, pues de haberlo hecho habría corrido hasta él para regañarlo por desaparecer, sin embargo, toda idea se vio opacada por el joven que la miró con naturalidad, y sin pensarlo mucho le tendió la manzana en su mano.

— En esta época del año son especialmente jugosas. — dijo con calma, mientras volvía su mirada hacia el valle.

Zelda tomó la fruta entre sus manos, y sin ser descortés, a pesar de su enfado, se sentó a su lado.

— Link. — lo llamó una vez ordenó sus pensamientos. — Hay algo que quisiera hablar contigo.

Él solo dio su aprobación con su pequeño tarareo y eso fue suficiente para que Zelda prosiguiera.

— ¿Realmente crees que no debo tomar mi lugar como heredera?

— Debes descansar. — dijo con calma. — Has pasado por mucho y presionarte no traerá nada bueno.

— ¿Pero qué hay de los demás? La gente del reino. Impa insiste en que el orden debe ser reinstaurado.

— Los demás van a estar bien. — afirmó secamente. — Se las han arreglado bien por los últimos cien años. Lo he visto, a diferencia de Impa.

— ¿Qué hay de ti? — preguntó un tanto tímida la chica. — ¿Qué harás ahora que todo ha terminado?

— Descansar. Yo también he pasado por mucho. — Link volteó su mirada hacia ella y con suavidad habló. — Quiero que me acompañes a Hateno para ello, allí podremos descansar hasta que finalmente decidas qué hacer.

— ¿Qué quieres decir?

— Eres libre, Zelda. En esta era eres libre de ser qué y quien quieras ser. Si eliges ser una princesa, entonces te seguiré hasta el último confín del mundo, y si decides ser algo más, entonces seré el primero en ayudarte a serlo.

Un ligero rubor llegó a sus mejillas con tal declaración, incluso habiéndolo conocido por lo que literalmente era un siglo, fue la primera vez que Link le habló con tanta intimidad y devoción.

¿Cuánto de este Link conocía y cuanto en él era nuevo?

Necesitaba saberlo, y sin embargo, aquello que trazaría el camino a su respuesta era algo que honestamente preferiría no tener que preguntar, mas ahora era el mejor momento para ello.

La joven respiro profundamente y se armó de valor para finalmente preguntar.

— ¿Link, realmente no recuerdas nada?

La brisa recorría la colina de Kakariko y Zelda vio cómo la mirada del joven se tornaba sería y llena de algo que habría deseado nunca más volver a ver en él.

— Recuerdo algunas cosas, casi nada sobre nuestro tiempo juntos hace cien años, pero si aquello que jamás podría olvidar, princesa. La razón por la que lucho. — su mano apretó ligeramente la Espada Maestra.

— ¿Recuerdas a tu familia? — preguntó finalmente ella, sabiendo a qué se refería.

— Recuerdo todo, Zelda. Recuerdo muy bien el día en que fueron asesinados.

Sobre las ruinas de su antiguo hogar había nacido la esperanza, el héroe y la princesa de la leyenda compartían vínculo divino y al mismo tiempo un pasado cubierto de sangre.

Zelda sintió un escalofrío al ver como su mayor temor se volvía realidad.

"Muy pocos guerreros fueron honrados con el nombre de la deidad, y honestamente creo que, en el caso de él, no era realmente un honor, sino un estigma que cargó hasta su último momento"