Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

-Principio y fin (wislawa szymborska)


#LaNuevaReina

Es primavera, de verdad. Por fin, las nieves se derriten, dando paso a pastos verdes, y el sol se cuela por las ventanas del palacio, como el real señor que arrastra el mundo hacia una era de prosperidad. Años de vida en la Fortaleza Roja hacen que Cersei se sienta satisfecha con el olor a mar, aunque el ligero frío que aún persiste, le hace añorar la rara viveza de sus habitaciones en la Roca, donde las bóvedas cavadas en piedra, dejaban transitar solo débiles murmullos de sol que a penas si acariciaban la piel.

―Su majestad ―la voz de una joven doncella la saca de su contemplación. Como en otras ocasiones, las mujeres del palacio se despliegan a los pies de su cama como una bandada de gallinas esperando maíz.

Su padre había sugerido enviar mujeres desde el oeste para acompañarla en su puesto como reina, pero Cersei lo había negado, así como los padres de esas mismas mujeres. ¿Para qué querría ella a una parvada de inútiles que podrían estar a escasos metros del rey probando su habilidad para hacer bastardos?

Se levanta de la cama, sintiendo la rigidez de los lugares donde su señor esposo hizo lo que quiso la noche anterior. El rey, como todas las habladurías de las que ha escuchado, es un amante feroz que no se contenta con la suave apertura de las piernas de una mujer, más bien lucha contra ella hasta saciarse; Cersei aún no sabe si esto le desagrada o no, su experiencia previa con Jaime fue suave, llena de devoción; Robert ha prometido ser más que solo un esposo haciendo el deber, lo que la ha llevado a mantener una

―¿Qué quieren? ―pregunta a las mujeres.

―El rey nos envió para facilitarle un baño y traerle algunos regalos ―dice la primera joven, mientras dos muchachas más le acercan un vestido. El color crema de la tela es resaltado por delicada filigrana de oro en el ruedo inferior, las anchas mangas y el escote cuadrado, debajo de él, un fondo rojo de una vaporosa tela, hace el contraste perfecto.

¿Robert encargó todo a algún sirviente o lo escogió él mismo? Quiere pensar que fue lo último, pero no puede apostar a eso. Robert es ahora el encargado de poner en orden el reino, sus primeros seis meses de gobierno no son más que una seguidilla de represiones, tratos y encargos, la mayoría convertidos en matanzas y baños de sangre, o perdones reales emitidos después de un sustancioso pago. No es que le moleste, tampoco ha recibido nunca un regalo de Jaime que sea una acción pensada por mucho tiempo, su hermano es práctico más allá de lo esperado.

Lo extraña. A veces quiere regresar a él con fuerza, solo le detiene su propia promesa de hacer funcionar su matrimonio. "No soy un buen hombre, ni me críe para ser rey, pero puedo intentarlo" había dicho Robert, después de disculparse por su horrenda noche de bodas, en la que el nombre de la perra Stark había lapidado su emoción. Y lo han hecho, como han podido.

―Bien, traigan el baño y preparen un juego de joyas y zapatos para el vestido.

Igual que en otros días, las mujeres se mueven con eficiencia por la enorme recámara, con la bañera y los implementos de limpieza listos. Este es un momento hedonista, donde deja que estas sirvientas se encarguen de preparar el agua, ponerla en ella, aromatizar con flores y hierbas. Sus favoritas son la manzanilla y el sándalo, que van al agua; y la lavanda y las rosas para lavar sus manos, pies y rostro. Las mujeres se abstienen de mirarla a la cara o hablar, cuchichean para ponerse de acuerdo en como proceder, algunas tienden la cama y otras abren las ventanas más grandes para dejar pasar más aire y más luz.

―¿Qué hora es? ―interroga a la chica que está masajeando su cabello con jabón y manzanilla. Es la misma que le habló al principio y que parece dirigir a las demás.

―Es a penas media mañana, su majestad. La hora del ruiseñor ―contesta la muchacha, comenzando a lavar la mezcla de grasa y hierbas de su cabeza.

Es buen tiempo, si Robert las ha enviado a despertarla es porque se la solicitará en algún evento más tarde. Empieza a ver que necesitará a algunas de estas mujeres para cumplir con sus actos protocolarios. La muchacha que la atiende tiene las manos suaves, su habla es cuidada y sabe mantener la distancia; es joven, más que Cersei, pero tiene la nariz algo chata y los dientes grandes, su cabello es de un castaño común, no llamaría la atención más que a la fuerza.

―¿Cómo te llamas, cariño? ―la chica se atreve a mirarla al rostro con sorpresa.

―A-Annara… su señoría ―el tartamudeo es un signo claro de inferioridad. Eso le agrada.

―Me acompañarás a la corte más tarde, Annara ―le informa―. Es tu deber asegurarte que el rey me mire a mí y solo a mí. Te asegurarás que me vea bien en cada momento y que nadie me robe la atención, ¿entiendes?

―Sí, su majestad.

Algunas de las demás mujeres se disculpan ante esto y se retiran después de terminar sus tareas. ¿Acaba de escoger un bando sin saberlo? Entre las que se retiran, alcanza a distinguir algunos halcones en los vestidos, mujeres de la Mano, sirvientas de la llorosa Tully. Cersei no es la mejor amiga de su compañera permanente, Lysa Tully ha hecho que los meses de convivencia sean amargos; no recuerda ya cuantos abortos ha tenido, pero Cersei está segura de que han ablandado algo en su cabeza.

―¿Vienes de alguna casa, Annara?

―Sí, su majestad, soy Farring. Mi padre ha servido a la casa Baratheon toda su vida.

Una mujer como esta le servirá bien. Si se gana su favor, puede conseguirle un buen matrimonio, algo como un señor del Dominio o un caballero bien posicionado. Se sumerge en el agua pensando en Jaime, en los días sin verlo y en las noches en las que lo ha soñado; hay noches en las que Robert engancha su rostro contra sus rizos, alabando su olor y su cuerpo, es tan amable y embriagador que puede fingir que se trata de su hermano, o que se puede olvidar de él.

Toca su vientre mientras imagina algo creciendo en él; el agua ayuda a que sus dedos se deslicen por la piel suave y firme. Ha escuchado que un vientre nunca vuelve a su lugar después de un niño y es todo lo que se espera de ella ahora, un heredero para el Trono de Hierro. Lo ha imaginado de mil maneras: un niño con la apariencia de Robert, un niño parecido a su hermano, o un niño de cabellos negros y ojos verdes; sea como sea, no logra imaginar en llevarlo dentro, abrazarlo y cuidarlo. Siempre pensó que, llegado el momento, ansiaría ser madre como cualquiera, sería devota de su esposo y no pondría resistencia a nada… ahora que está casada.

"Dieciséis para él, tres para ti. De oro serán sus coronas y de oro sus mortajas." El recuerdo de Maggy la rana ha plagado cada pensamiento desde el día en que dejó de tomar el Té de la Luna para dar un hijo al rey. Tal vez deba buscar a su primogénito en los brazos de su hermano, lejos de aquel hombre agreste que se hace llamar rey.

―Debes tener un hijo antes del próximo año ―había sentenciado Tywin en su última reunión, cuando tomó a sus huestes y dio media vuelta para regresar a la Roca―. Este reino es débil, debes darle fortaleza.

Sería más fácil con Jaime. Niños de excepcional belleza y brío. Niños de hermosos cabellos dorados. Pero con él también se peleó, Jaime no entiende la importancia de que funcione el compromiso, de que las cosas se estabilicen, a Jaime solo le interesa la espada en su cadera y la estúpida capa blanca. Su padre le había pedido renunciar a ella antes de irse, volver con él a la Roca y ser su heredero; se negó. Cersei a veces lo odia, no entiende sus caprichos infantiles.

Más tarde, cuando está vestida y lista para salir, Lady Annara le trae té de mandrágora (1) y le informa que se le espera en los jardines para recibir a algunos enviados desde el otro lado del mar. La mujer se pone detrás de ella sin mucha discusión, al igual que otra de sus compañeras, Beony Bushy, más joven y silenciosa. Como muestra de su buen trato como ama, ha obsequiado a ambas un par de parlerts (2) con un color crema.

Está haciendo las cosas como debe, es la reina de Poniente y no tiene nada que envidiar de otras.

#ElReyDesnudo

Primero ve a Mandon Moore. Robert había estado en contra de que su esposa tomase a aquel hombre como su Guardia Real; traído a la corte por Jon, había demostrado ser un guerrero temible al lado de Robert durante la rebelión, había ganado su derecho a la capa blanca defendiendo su posición en la Ladera con saña. Cersei lo había solicitado una vez se casaron, argumentando que una reina necesita detrás de ella a alguien fiero que intimidara.

―Te llevas al hombre fiero y me dejas al hombre que mató al último rey ―había dicho Robert, cuando su cuñado dio un paso al frente al ser declarado el guardia primario del rey por Barristan Selmy,

―Esposo ―había chillado Cersei―, se trata de mi hermano. Jaime no me haría daño a propósito.

Robert no puede estar más de acuerdo. El rostro de Jaime se contagia de alegría en cuanto su señora esposa aparece por el camino de piedra que lleva a las mesas de descanso en el jardín. A la luz de la mañana, los gemelos no podrían ser más parecidos, ambos de colores claros, con el cabello rubio al viento y una sonrisa suave adornando el rostro. Robert tiene que confesarse que, de tener gustos más variados, los llevaría a ambos a la cama.

―Es su esposa, exquisita ―dice uno de los visitantes, un joven pentossi con una larga barba con olor a canela―. Hasta Pentos ha llegado el rumor de que se ha casado con la mujer más hermosa del mundo.

Los compañeros del hombre asienten. Jon Arryn, a su lado, comparte el gesto con suficiencia. Sí, Cersei es hermosa, pocas veces ha visto a una mujer así de bella: tiene el rostro en forma de corazón, con una piel tersa, unos ojos verdes, semejantes a los de un gato; también tiene pechos que le llenan las manos y una cintura diminuta y ni hablar de lo que esconde entre las piernas… cualquiera se volvería loco allí. Pero no es Lyanna, y, por tanto, Robert no puede verla más que como aquella que llevará algún día a los herederos del trono que ha conseguido por la espada.

―La joya que hacía falta para completar mi corona ―se regodea, mientras estira una mano para que ella lo alcance.

Es una Lannister, así que no pierde el tiempo en sonreír y mover su espesa cabellera rubia. Cuando se toman de la mano, Robert tiene la buena presencia de poner un beso en la muñeca desnuda, el olor de las flores llena su nariz. Su reina toma el control de toda la atención, a partir de ahí, saluda con extrema propiedad a todos.

―Jon, qué agradable encontrarte esta mañana. ―El mentor de Robert, sonríe y besa la mano de Cersei como si aquello lo extasiase más que cualquier cosa.

―No tanto como su presencia, mi reina. ―Es la respuesta que da.

―Y también estoy encantada de encontrarme con nuestros regios visitantes. ―Los ojos verdes de la reina van desde el viejo pentossi hasta el más joven de los lacayos, acompañando una expresión de gracia bendita, al realizar una reverencia.

Los hombres, igual de corteses, corresponden a aquel saludo.

―Mi nombre es Elvio Cathays, magíster de la Ciudad Libre de Pentos ―dice el más viejo de los hombres, agachándose para besar el anillo de esmeraldas de la reina―. Es un placer conocer a la magna señora que gobierna ahora las tierras del Fin del Mundo. He escuchado que su belleza rivaliza con los Targaryen destronados… y no se han equivocado esos rumores.

Cersei se ríe, como un gato al que se le pone un cuenco de leche para su disfrute. Robert a veces detesta esa parte de su esposa que es todo mimo, resabios y mentiras, la actuación perfecta para la reina perfecta. Aun así, pone una mano en la pequeña cintura que modela el vestido, y comete la indiscreción para la que la ha preparado.

―No solo es hermosa ―comienza Robert―, también es bastante inteligente, por eso la he invitado.

Necesita que miren el escote de Cersei, que se dejen llevar por sus fáciles formas de coquetear y transitar para que acepten mantener ciertos precios de comercio con el trono. En Pentos no ven tan clara la paz del rey, pues creen que mientras vivan los Targaryen, habrá oportunidades de guerra.

«Los señores dragón siempre vuelven. Traen fuego y sangre en sus estandartes, en sus corazones» decía la primera carta que recibieron, antes de lograr una visita para discutir «Habrías hecho bien en asesinar a los que hacen falta, pues cuando descubran su fuego, hará falta otra guerra para opacarlos». Ha pensado en ello, con recurrencia, en los cuerpos de Rhaenys y Aegon, frente al trono, entregados por La Montaña. Pero se ha prometido ser mejor que su antecesor, Jon ha insistido en ello hasta el cansancio.

―Aceptar lo que hizo Tywin Lannister en el contexto de la guerra es evitarnos un enemigo ―había dicho su Mano, la noche en la que Stannis planteó seguir a los niños Targaryen al otro lado del mar y acabar con ellos―. Pero ir tras unos niños para acabar con ellos no solo es vil, sino que falto de honor, Robert. ¿Te enseñé yo que esa era la manera de actuar de un señor?

No. Desde su primer día en el Nido de Águilas, su formación se centró en hacer de él lo suficiente piadoso para que no lo considerasen una aberración, un señor insensible que no puede volver el rostro hacia el pueblo llano o los dioses. Robert recuerda a la difunta Rowena diciendo que, "tu padre te ha enviado aquí para que Jon te haga a su imagen y semejanza"; su difunto padre, a quien la vida solo le alcanzó para recordarle que Stannis y Renly eran su responsabilidad.

A veces preferiría que Ned fuese su hermano; con su cara larga y sus juicios suaves, ser el amable político que todos esperan desde su llegada al Trono sería más sencillo.

―Hay cosas que se deben cambiar ―escucha que comenta Cersei con sus visitantes―, por ahora hay que ser modestos, ya que Jon y Robert están negociando lo último de la paz. Pero pronto habrá que remodelar el castillo y cambiar todos esos dragones por leones… y venados. Todos coronados de dorado.

Eso sería espectacular. En una de sus primeras decisiones, sacó los cráneos de las paredes del salón del trono. No necesitaba bestias anacrónicas vigilando a sus cortesanos, ni acusándole de estar en un lugar que no le pertenece, ni quiere. ¿Por qué aceptó todo esto cuando sueña despierto con irse a la gesta cada dos horas? Morirá en ese trono como el rey que se hastió de reinar.

Hay algunos murmullos alrededor, entre ellos, el de dos jóvenes mozas que acompañan a la reina; una de ellas es casi una niña, aunque sus caderas hablan de una predisposición natural a la maternidad. Si fuese otro momento, no dudaría en arrastrarla tras el primer olmo en la pasarela; estaría mejor retozando en el calor de una mujer que especulando el momento de hacer un ofrecimiento respaldado ―al menos en apariencia― por su acaudalado suegro. La muchacha, de un cabello rubio más cercano a la paja que al oro, sonríe con timidez cuando se entera de que la está mirando.

Tiene las cosas tan al alcance de la mano.

―Tu hermana parece tener buenos gustos ―dice al guardia, que se mantiene al frente pese al sol que acobarda. Jaime sigue a la reina con detenimiento.

―Así es, su majestad. Cersei puede ser acusada de muchas cosas, pero no de tener malos gustos.

―¿De qué acusarías a tu hermana?

Jaime se gira un momento, sus ojos verdes oscurecidos por el cabello en la frente.

―De nada. ¿Qué guardia se atrevería a acusar a una reina?


Notas del fanfic:

1. La mandrágora tenía fines reproductivos en la edad media, se usaba como potenciadora de la fertilidad femenina o como causante de la libido. Para mayor información consultar "El fruto del deseo: connotaciones sexuales de la mandrágora desde Egipto hasta la edad media" de Irene Gonzales Hernando.

2. Parlet, es la prenda que se pone al rededor del cuello y que baja dentro del corset o fajin, hecha de gasa o tejidos finos, generalmente clara, con la que las mujeres cubrían sus hombros y parte superior de los pechos. Al principio se trató de una prenda interior a la que se le agregaba un cuello falso y luego fue declinando en una prenda exterior, semitransparente, con la que se podían hacer combinaciones sugerentes (al revelar más) o exposiciones bastante elaboradas (al otorgarles cuellos y joyas bastante vistosos, como los de Elizabeth I de Inglaterra)

Notas de autor:

Este fanfic es la respuesta al desafió de High Flying Bird (Lucy) en el foro Alas Negras, Palabras Negras donde solicitaba que Robert y Cersei intentaran que su matrimonio funcionase, o, al menos, no fuera tan mal. Okay, lo intenté, y creo que lo logré. Son cinco capítulos con dos personajes que siempre que los escribo no sé si los estoy exagerando o no los capto del todo, pero aquí voy.

Releyendo CdHyF para poder hacer esto de la forma correcta, me sorprendí de la misoginia de Cersei; sí, ya era consciente de ella, solo que con los años se acentuó en mí una idea más sutil, pero no, Cersei lo hace con ganas xD

Hablando de eso, Cersei y Catelyn son de las pocas mujeres que no tienen "una corte" detrás de ellas, pero en sus casos las razones son diferentes: Cersei porque parece odiar a todas, Catelyn porque creció acostumbrada a asumir la dirigencia (ella y otros mencionan que era la mano derecha de su padre una vez murió su madre) y por eso se rodea de quienes tradicionalmente tienen el mando en las fortalezas; aun así, el trato de Catelyn con las mujeres es menos terrible que el de Cersei.