After Death

Capítulo 5

Jeringas

Jill siente que no puede respirar, que se está ahogando, su pecho negándose a inspirar tan necesario aire, y en cambio siente un líquido amargo y espeso llenando sus pulmones, impidiendo la entrada del oxígeno que con tanta desesperación anhela, mientras sendas agujas que parecen puñales atraviesan sus carnes, puñales que son enterrados cruelmente en cada uno de sus brazos, y sin poder detenerlo siente un líquido como ácido entrando a través de cada uno de ellos, como un fuego quemando cada centímetro de sus venas.

Su garganta quema también, pero no sabe si es por el líquido que entra en su tráquea, torturándola, o por los gritos desgarradores que salen de lo más profundo de su ser, aún sabiendo que no hay nadie que la pueda escuchar, al menos no para ayudarla.

Pero gritar es lo único que puede hacer para soportar este tormento y no volverse loca.

Dentro de la tortura a la que es sometida (días, semanas, meses… ya ha perdido la cuenta), comienza a sentir callosas manos que le toman la muñeca ardiendo, y a su dolor y angustia se suma una siguiente emoción: el asco. Asco de saber que, después del tormento actual, le espera un tormento aún mayor.

Le esperan Wesker y su insaciable sed de ella.

Jill grita aún más fuerte, y, logrando arrancar su brazo de las amarras, lo extiende hacia el frente, a una luz que hiere sus retinas, tratando con absoluta desesperación de llegar a ella y arrancarse de esas llamas que le consumen el corazón y el cerebro, que le abrasan todo el cuerpo, mientras siente que su voz destroza sus oídos.

Una mano toma la suya y la jala con fuerza al frente, sacándola del tanque que está respirando, que la está ahogando, y Jill inhala con fuerza al momento en que abre los ojos, enfrentándose ahora a un cuarto completamente desconocido e iluminado débilmente, cuando siente que un par de poderosos brazos la envuelven toda.

-N-No… ¡No! - Jill pelea contra esos brazos un par de segundos, aterrada de reconocer a Wesker bajo esos músculos, pero estos se niegan a soltarla de tan fuerte que la tienen sujeta. – ¡Suéltame! ¡No! – Jill pelea con todo lo que tiene, pero el dolor de su hombro arrecia, limitando aún más su defensa. Antes de que pueda lanzar un golpe, una voz conocida alcanza sus oídos.

-Soy yo, Jill, ¡tranquila!

Por un momento, Jill se queda completamente inmóvil, tratando de entender, de orientarse, de ubicar al dueño de esa voz, cuando su cerebro finalmente sale de la bruma en la que estaba envuelto, su memoria recuerda los eventos pasados, y Jill se ubica en su cuarto de hospital, reconociendo también la una enorme espalda envolviéndola y cabellos rubios muy cerca de sus ojos.

-¿L-Leon…?

Tal es la estrechez de su abrazo, la fuerza con la que la tiene contenida, que la agente siente cómo la voz profunda del hombre retumba sobre su pecho.

-Sí, tranquila, Jill, soy yo. Todo está bien. Todo va a estar bien…

Aún sintiéndose desorientada, ella percibe cómo todo su cuerpo tiene un temblor fino, y no sabe si de frío o la resaca del miedo que ha sentido. Todavía luchando contra la desorientación, su mente de pronto registra el nombre que la hace sentir segura.

-C-Chris… él… ¿dónde está Chris?

El rubio le responde sin soltarla, mientras suavemente le acaricia la espalda desnuda, pues la bata hospitalaria se encuentra prácticamente abierta hasta los hombros, lo que Leon ha aprovechado para tranquilizarla, las manos tibias y enormes de su compañero relajándola con facilidad.

-Chris tuvo que regresar a la oficina, y me pidió que me quedara contigo. Que no te dejara sola ni por un momento. Me pidió que te pidiera disculpas en su nombre, por no poder estar aquí.

Empezando a sentirse un poco más despierta, y aún cuando las sensaciones que las ministraciones de las enormes y callosas manos sobre su piel son más bien placenteras, la primera intención de la ex S.T.A.R.S. es propinarle un golpe al temerario hombre para que la suelte, por el atrevimiento de tocarla de esa manera sin su previo consentimiento, pero su cuerpo ahora tiembla completamente, sin querer obedecerla, y las cálidas caricias de él sobre su espalda tensa rompen una fuente dentro de ella que provoca que sendas lágrimas salgan sin su control. No es su intención hacerlo, pero su mano la desobedece, y en vez de golpearlo, se aferra a la espalda de él como si de su tabla salvadora se tratara, el puño apretado crispando el cuero de su chamarra.

La ex S.T.A.R.S, sintiéndose tremendamente vulnerable, desea con todo su corazón que el hombre que ahora sostiene su maltrecho ser pudiera ser Chris, su alma y su mente gritan de decepción que no sea la espalda de su compañero de tantas aventuras, la que ahora sostiene con tal desesperación, pues Chris siempre ha sido experto en consolarla, mejor que nadie jamás… pero se siente tan agotada, tan completamente desgastada física y emocionalmente, que Leon tendrá qué bastar. Por ahora.

Después de varios segundos, Jill finalmente se rinde a su propia necesidad y permite que su mejilla descanse sobre el hombro de su nuevo compañero, dejando salir en torrentes de emociones en forma de lágrimas la angustia que la destroza por dentro. Ya no puede sostener tanto miedo, tanto terror acumulado por años.

Jill Valentine, la Súperpolicía, se obliga a sí misma a recordarse que, después de todo, sólo es una humana.

Sintiéndola estremecerse del llanto, Leon la acomoda un poco más contra su pecho, amoldándose a su suave cuerpo, y empieza a moverse lentamente de adelante a atrás, como si de una cuna humana se tratara.

-Sshh… está bien… estás bien, Jill… todo fue un sueño…

Sollozando, sus blandos hombros temblando, Jill niega con la cabeza, mientras su mano sana aprieta a su vez con más fuerza la chamarra del rubio.

-No fue un sueño, Leon… fue… un recuerdo…

-Lo sé…

Ella se sorprende ante la aseveración del rubio y cierra con fuerza los ojos, permitiendo que su cuerpo se hunda más en el de él. En respuesta, él la aprieta firmemente contra su cuerpo, tratando de todos modos de ser gentil, de no lastimarla, sólo intentando que ella se sienta segura de que él no la soltará.

Ambos pasan un rato en la misma posición, incluso después de que ella lograra calmarse, él dejándola ser, a pesar de que los brazos comienzan a temblarle por el esfuerzo de mantenerse crispados, hasta que Jill inspira profundo y logra separar la frente de su hombro, aunque todavía se mantiene inclinada sobre él, su puño cerrado sobre el cuero, su rostro apenas centímetros de su ya húmedo hombro. Leon suavemente la deja ir, lentamente aflojando el abrazo.

-Lo… lo siento… creo que empapé tu chamarra.

Él sonríe suavemente mientras niega con la cabeza.

-Está bien, Jill. Lo entiendo. Yo también he pasado por esto.

Jill abre mucho los ojos, y se separa un poco más para poder observarlo, para ver si no está mintiendo y sólo lo dice porque sí. Pero se siente perdida en la profundidad de esos ojos azules que la miran con tanta intensidad, que parecieran leer cada sentimiento oscuro en su corazón.

-Leon…

Él niega suavemente con la cabeza.

-Está bien, Jill. Yo también me he levantado gritando a media noche, presa de terribles pesadillas, de recuerdos que se aferran a mi cabeza. Yo también sé cómo se siente ahogarse en un ataque de pánico precisamente como el que acabas de tener. – Jill baja la cabeza, sintiéndose avergonzada, pero él le levanta la barbilla con dos dedos, obligándola a verlo a los ojos. - Sé que lo que he pasado no se compara con lo que tú has sufrido, ni en mil años. Pero yo también he tenido la necesidad de un abrazo así como este. – Por unos momentos, Jill se queda pasmada ante su perorata, y sus labios tiemblan, tratando de articular palabra. Pero lo único que se le escapan son un par de lágrimas traviesas que un enorme y calloso pulgar limpia de su mejilla. – No te abandonaré, Jill. Lo prometo.

Una suave sonrisa se le escapa a la ex S.T.A.R.S., una sonrisa que trata de ser de agradecimiento, pues siente que no puede expresar ninguna palabra, so pena de volver a perder la compostura.

Por su parte Leon no puede evitar ser muy consciente de la cercanía de sus rostros, y su mirada inevitablemente se dirige a los rojos labios, aún más consciente de que la distancia que lo separa de esos deliciosos labios son apenas un par de centímetros… una distancia tan corta de vencer…

Al verlo bajar la mirada hacia su boca, ella adivina la intención, por lo que quiere separarse, alejarse, pero su cuerpo sigue sin obedecerle, y contra su voluntad, imita la acción del rubio, su mirada sobre la boca de él, que ya están tan cerca, que se relame los labios sin darse cuenta…

Cuando de pronto se abre la puerta del cuarto, y entra una despistada Rebecca Chambers.

-Espero que ya estés lista, Jill, porque ¿adivina qué? ¡logré que mi maestro nos autorizara tu pronta salida! – La chica levanta la mirada que tenía atrapada entre los papeles del expediente de su amiga, para de pronto titubear al ver a la agente recostada en su cama, volteando hacia la ventana y con sus mejillas intensamente sonrojadas, y a Leon sentado en la silla más alejada de la cama, volteando hacia la pared y con una mirada extraña. – Emh… ¿chicos? ¿Está todo bien?

-Sí, Becca. ¿Por qué no habría de estar bien?

Jill le regala una enorme sonrisa… que no le llega a los ojos, por lo que se le hace más bien un gesto por demás tétrico.

-O-okay… bueno… s-sí tú lo dices… - La chica carraspea, y, enderezándose a la vez que alza el expediente, se acerca con paso decidido a su amiga. – El punto es que hablé con mi maestro, y me autorizó que te vayas de alta mañana.

-¿Así de fácil? – Leon abre mucho los ojos, impresionado con la joven.

La ojiverde resopla.

-¡Obvio que no! Me hizo firmarle una responsiva y todo, pero como sabe que estoy en los departamentos de desarrollo tecnológico, no tuve mucha dificultad en que me creyera que estamos desarrollando un medicamento para acelerar la regeneración de tejidos. ¡Y voilá! ¡Ya está tu alta!

-¡Qué bien! – La aludida se endereza, emocionada, esta vez sí una enorme sonrisa dibujándose en su rostro.

La ojiverde le levanta una palma al frente.

-Pero no te emociones, lo permitirá siempre y cuando sigas sus indicaciones al pie de la letra, y yo te tenga bajo vigilancia estricta y diaria. Además, obviamente, de que firmes tu alta voluntaria.

Ahora es Jill la que resopla.

-Sabes que lo haré sin chistar.

Al escucharlas platicar con tanta alegría, Leon de inmediato se levanta de su asiento y se acerca a ellas a reprenderlas.

-¡Un momento ustedes dos! La lesión de Jill fue de gravedad, incluso al grado de que tuvieron que operarla de emergencia, y el cirujano, tu maestro, nos dijo que casi no lo lograba. ¿Cómo es que apenas un día después ya la van a dar de alta?

Una delicada ceja se levanta, pues Jill no entiende el motivo del enojo.

-Pensé que estarías contento de que me haya recuperado.

Pero Leon no se deja amedrentar, e insiste hacerlas ver su preocupación.

-No podría estar más contento de ver que ya estás mejor, Jill, es por eso que me preocupa: después de lo que te pasó, tienes que estar en reposo, en cuidados extremos para que no recaigas, y en cambio te mandan a casa, sin nadie que te cuide, a sabiendas de que no te quedarás quieta. – La agente abre la boca para protestar, pero Leon le apunta con un dedo acusador. – No puedes negarlo, Jill, estoy seguro de que en cuanto te sientas mejor, de inmediato correrás a la siguiente misión, al próximo peligro. Casi puedo apostar que empezarás tu propia investigación para ver quién te hizo esto. Y tú, Becca, - ahora su mirada acusadora se dirige a su compañera más bajita, - me sorprende que te prestes a esto. Jill es tu amiga, ¿y decides ayudarla a poner aún más en riesgo su vida?

Jill y Rebecca intercambian una mirada significativa, y después de un par de segundos, la ojiazul cierra los ojos y asiente, dándole permiso a su amiga. Rebecca, sin titubeos, se dirige al preocupado oficial.

-El punto es que no tienes toda la información, Leon. – La pequeña mujer se acerca a él, tomándolo del brazo para tranquilizarlo. Desde hace tiempo ha notado que el contacto femenino relaja al beligerante rubio. – Pero tienes un antecedente muy fácil de comprender, y que te puede poner en contexto con la situación de Jill. ¿Recuerdas la habilidad de Sherry de sanar de inmediato casi cualquier herida?

-Sí, por supuesto que lo recuerdo, y también recuerdo que ella es la única agente en activo registrada con esa cualidad.

Rebecca intercambia de nuevo una mirada con Jill.

-Sí, bueno, si bien Jill no puede autocurarse con tan pasmosa velocidad, su regeneración celular definitivamente es mucho más rápida que la de una persona normal.

Leon voltea a ver a la ojiazul con una mirada sorprendida, y a la vez, enojada.

-¿Estás diciendo que Jill puede regresar de la muerte, y que entonces mi preocupación por ella no era necesaria? ¡Esas sí que son buenas noticias!

Suspirando ante el inusitado sarcasmo, la agente coloca un par de dedos sobre el puente de su nariz, mientras siente cómo empieza a sentirse frustrada. Y agotada. Definitivamente Leon es más temperamental que Chris, aunque a veces pareciera lo contrario.

-Yo no diría eso. No puedo regenerar nada, simplemente mi proceso de curación es un poco más rápido que el tuyo. Eso es todo.

-Como cuatro veces más rápido. – Apunta Rebecca.

-Lo que significa que, de no recibir la atención médica adecuada, vaya que sí puedo morir, como cualquiera, pero una vez que sólo estamos esperando que mejore…

-Esa mejoría se traduce en un par de días, en vez de un par de semanas.

A pesar de apenas hace unos momentos sentirse molesto, Leon sonríe al ser testigo de la conversación coordinada de las dos amigas, como si más bien fueran hermanas. Aún así, no se siente del todo convencido, por lo que, colocando ambas manos sobre las caderas, levanta una ceja con incredulidad.

-Entiendo la idea, pero de todas formas no estoy de acuerdo con lo que están haciendo: de todos modos opino que deberías quedarte un poco más. Seguramente mejorarías más pronto, pues aquí recibirás los cuidados que necesitas.

-No necesariamente. – Vuelve a insistir Rebecca. – Está demostrado que, si te quedas en el hospital más tiempo de lo debido, cada día incrementa tu riesgo de contraer una infección hospitalaria que es difícil de tratar, y dado el estado debilitado en que se encuentran los pacientes que ingresan, cualquier infección hospitalaria de la que pudo haberse defendido un cuerpo sano, un cuerpo enfermo se contagia fácilmente. Y hasta puede resultarle mortal. Además, Jill es una de mis amigas más queridas. Por supuesto que yo personalmente la cuidaré.

Leon resopla, cruzando los brazos y negando con la cabeza, pues se ha dado cuenta que se ha quedad sin muchos argumentos.

-Está bien, está bien. Supongo tienen razón, además de que seguramente me dirán que te sentirás mejor estando fuera de aquí, y ya sólo eso será estímulo suficiente para mejorar más rápido. Pero veo que hay algo que se les ha olvidado, y es que les recuerdo que todavía no han resuelto dónde vivirás mientras encontramos a los culpables, y sé que entiendes eso, Jill.

Antes de que Jill conteste, Rebecca se adelanta.

-Bueno, no habría problema con eso. Creo que ya habíamos establecido que Jill se quedará conmigo.

Los dos pares de ojos azules voltean a verla de inmediato.

-No, no lo habíamos establecido. – Leon es el que habla, rápido en leer la mirada de preocupación de la ex S.T.A.R.S.

La ojiverde resopla.

-Por supuesto que ya lo había dicho, Leon, y si, por alguna extraña razón, se me pasó comentarlo en voz alta, es más que obvio que Jill se tiene que quedar en mi casa si yo la voy a cuidar, de acuerdo con el trato que hice con mi maestro.

Antes de que Leon vuelva a hablar, Jill levanta la mano para acallarlo y se endereza para corregir a su amiga, tratando de no hacerla sentir mal.

-Te agradezco mucho tu apoyo, Becca, de corazón. Realmente no sé cómo voy a pagarte todo esto que haces por mí. Pero eso es más que evidente que no puedo quedarme en tu casa, aunque necesite de tus cuidados.

La chica da un paso al frente en evidente protesta.

-¿Por qué? ¿No te gustaría que viviéramos juntas? ¡Sería genial que te quedaras conmigo! ¡Yo ya te siento como si fueras mi hermana!

Jill le sonríe cálidamente, pero no da su brazo a torcer.

-Yo también siento como si Claire y tú fueran hermanas para mí, pero por favor entiende, Becca. Ya de por sí te debo mucho, ¿pero te imaginas qué pasará si me vuelven a atacar? Tú también estarías en peligro.

-Pero Jill…

Jill no la deja hablar, tratando de transmitir la desazón y culpa que la idea le genera.

-No tienes idea lo mal que me sentiría si, por cuidarme, la que termine en esta cama seas tú. O peor...

-Pero…

-Por favor, Becca. Entiéndeme. Si yo apenas pude defenderme, ¿qué crees que harán contigo?

La ojiverde se queda en silencio, buscando una contrapropuesta, pero al no encontrar ninguna, suspira pesadamente y se cruza de brazos al ver que también, al igual que Leon, se ha quedado sin argumentos, pero aún así está preocupada por el rechazo.

-Está bien, Jill, tienes razón, mis habilidades combativas no llegan ni a una décima parte de las tuyas. Pero entonces, ¿qué piensas hacer?

-Chris dijo que me conseguiría un lugar seguro para vivir, y yo confío en que lo hará. Por cierto, ¿dónde está? – Jill voltea a ver al rubio, recordando que éste, en medio de su ataque de pánico, le había comentado algo sobre su mejor amigo.

-Chris me pidió que lo reemplazara esta noche, Jill, pues lo mandaron traer de la B.S.A.A. sobre un informe. Pero prometió que estaría contigo mañana en la mañana.

-Oh… - Jill baja la mirada, evidentemente desilusionada que su compañero no se encuentre con ella, pero sabe lo interminables que pueden ser los informes de la B.S.A.A. – Sí, por supuesto. Entiendo.

-También puedes vivir en mi departamento. – Leon le ofrece, rompiendo el triste silencio que la ha envuelto, pero antes de que la mujer proteste también a su ofrecimiento, él levanta la palma, para apaciguarla. – Si quieres, puede ser sólo en lo que Chris te encuentra un lugar. – Jill levanta una delicada ceja, pero el rubio le regresa una sonrisa pícara. - ¡Vamos Jill! No te puedes negar, pues no sólo Chris me hizo prometerle que te cuidaría en su ausencia, sino que, además, mi departamento está integrado dentro de los complejos departamentales que la D.S.O. construyó para que sus miembros estemos más seguros, especialmente en casos como el tuyo.

Jill levanta otra delicada ceja, pero es Rebecca quien contesta, emocionada.

-¿De verdad? ¡Qué generosos son en la D.S.O.! Terra Safe debería hacer algo parecido con nosotros. ¡También estamos expuestos!

Leon levanta una ceja, no queriendo recalcar la situación económica de Terra Safe al depender de donaciones. Realmente se vería muy bonito que esas donaciones se usaran para complejos departamentales como los suyos...

-Realmente no tan generosos, más bien fue por una gran necesidad, pues ya se habían estado presentando ataques mortales contra las familias de los miembros de mayor edad, por lo que la D.S.O. empezaba a perder elementos valiosos por sus destrezas y habilidades por miedo a que algo les pasara a sus familias.

Jill se queda pensando unos momentos.

-Yo pienso igual que Becca, eso deberíamos hacer también la B.S.A.A… Barry y otros compañeros han tenido que mover a su familia en varias ocasiones precisamente por amenazas o ataques a ella. Afortunadamente Moira ya es una adulta, pero aún así, su esposa…

Leon asiente.

-Así es. Esa decisión se tomó, incluso, observando lo que ocurría con tu organización, la D.S.O. trató de aprender de los ataques que sufrió la B.S.A.A., y ser proactivo. Al parecer está funcionando. En fin, el punto es que en mi departamento tenemos seguridad de alta gama, y no sólo me refiero a policías. Además de que está resguardado dentro del complejo. Nada ni nadie puede entrar a atacarnos en nuestro hogar.

-Suena fantástico.

-Y es por eso que es el mejor lugar para que te ocultes.

Pero Jill duda, no convencida del todo ante el ofrecimiento. Ante la perspectiva de vivir con un hombre a quien apenas empieza a tener confianza.

-Estoy segura de que no puedes llevar a cualquier chica a ese lugar, ¿o sí?

Él le sonríe encantadoramente.

-¿Bromeas? Yo no llevo a chicas a mi departamento. Serías la primera.

Las dos mujeres levantan una ceja hacia él, en señal de incredulidad, pero él se yergue cuan alto es.

-Me ofende el concepto que tienen sobre mí. No soy ese tipo de hombre.

Rebecca resopla, aún incrédula, pero le sonríe juguetonamente.

-No es lo que se ha oído por ahí…

Leon desecha sus palabras con un movimiento de la mano, e imitando la sonrisa de su amiga.

-Lamento decirles que no podrán obtener pruebas de esas opiniones que sólo son palabrerías, pero eso realmente no importa ahora. El punto es que, Jill, mi casa es tu casa, por si quieres llegar a descansar y refugiarte ahí.

Pero Jill se siente muy intranquila de aceptar su ofrecimiento, pensando que estaría abusando demasiado de él, en especial por el poco tiempo que tienen de realmente interactuar como compañeros. Pero si es cierta tanta seguridad en su hogar… definitivamente sería una excelente opción. Si tan solo Chris pudiera ofrecerle lo mismo…

Sin embargo, antes de que pueda responder, en ese momento entra un enfermero que ella no había visto hasta ahora, un hombre más bien delgado, de cara larga llena de cicatrices de acné, y que camina más bien encogido.

Un hombre y una cara fáciles de olvidar.

-Buenas noches señorita Valentine, buenas noches a todos. – El hombre habla con una voz chillona, que lastima los oídos de la agente y la hace que casi de inmediato sienta desagrado por él. – Me tendrán que disculpar. Lamento mucho tener que pedirles que se retiren, el tercer turno va a empezar y nosotros no tenemos permitidas las visitas en la noche.

-¿Retirarnos? Pensé que podíamos quedarnos en la noche para cuidar de nuestros enfermos. – Leon se siente sorprendido y un poco preocupado ante la orden del hombre, dada la promesa que le había hecho a Chris, pero el enfermero niega con la cabeza.

-Lo siento, guapo, órdenes son órdenes y no puedo desobedecer.

Antes de que Leon pueda seguir protestando, Rebecca posa una mano sobre su hombro, pidiéndole paciencia y discreción y, obediente ante las disposiciones hospitalarias, acepta la petición del enfermero.

-Sí, claro, no te preocupes, en un momento nos retiraremos. Nos vemos mañana entonces, Jill. – Rebecca la abraza y le da un beso en la mejilla.

-Nos vemos mañana, Becca, muchas gracias por todo.

-No te preocupes. Para eso estamos los amigos. Y aún más las hermanas. – Rebecca le guiña un ojo para reforzar sus palabras, haciendo sonreír a la ojiazul.

Mientras se despiden, el enfermero prepara una jeringa con una sustancia amarillenta, que empieza inyectar en las soluciones de la vía venosa de Jill, pero Leon le toma de la mano, impidiéndole que termine la labor.

-¿Qué es eso?

El enfermero duda un momento, viendo a Leon de arriba abajo, mientras sus ojos brillan de forma extraña, casi alegre, pero de inmediato se recompone de su desliz, dibujándose una sonrisa en su rostro.

-Es le medicamento antes de que ella duerma… es para que no… le duela tanto.

Rebecca estaba a punto de salir, pero la respuesta le llama la atención y se voltea a verlo, una ceja levantada.

-Pero ese medicamento se lo acaban de administrar hace como una hora… debe de haber un error.

-¿A-ah… sí? U-una disculpa entonces… seguramente no se encuentra anotado en el carnet. – El hombre vuelve a mirar a Leon de arriba abajo, y sin poder evitarlo, se sonroja. - Me encargaré de corregir ese error. Pero les pido que se retiren ya. Como les he dicho, están prohibidas las visitas durante el turno de la noche. – El enfermero se retira de inmediato, y Rebecca va tras él.

-No te preocupes, Jill, yo arreglo esto. Seguramente el enfermero sólo buscaba un pretexto para acercarse a Leon. – Rebecca le manda un guiño lleno de significado al rubio, pero él sólo voltea los ojos. - Lamentablemente es un error bastante común en los hospitales, que exista confusiones en la administración de medicamentos durante los cambios de turno. Sea lo que sea, me encargaré de hacérselo notar al jefe de turno. – Con un pulgar arriba, Rebecca sale del cuarto. Leon y Jill intercambian una mirada cargada de significado, pero se mantienen en silencio.

Sin decir nada, Leon se acerca a la mesita de curaciones que el hombre había dejado dentro, y saca la bolsita de un apósito estéril lo más discretamente posible. Sin pensarlo mucho, se acerca para darle un beso en la frente a Jill, mientras le entrega furtivamente la bolsita en su mano libre.

-Que te recuperes pronto, Jill.

-Gracias, Leon… por todo.

Él le sonríe cálidamente mientras le guiña un ojo.

-Ni lo menciones. Para eso están los amigos.

El hombre sale de la habitación y aborda directamente al enfermero que entrara, colocándose frente a la ventana de la habituación de Jill, de manera que el enfermero quede a espaldas de ella. Tan pronto su interlocutor queda en esa posición, Leon le manda un pequeño guiño a Jill, mientras el rubio comienza a hablar con el hombre, de qué, la mujer no puede escuchar, pero ríe por lo bajo al darse cuenta que su ahora amigo despliega todo su arsenal de coquetería hacia él. Parece que Leon también notó que el enfermero es gay. Ya tendrá que pagarle el sacrificio a su coqueto compañero.

Ni tarda ni perezosa, Jill libera su hombro del cabestrillo, a pesar de que aún le duele, para cerrar el gotero que ya le está administrando el medicamento, y se arranca la tela adhesiva de la piel, siseando por el ardor que este le produce. De inmediato presiona con la gasa sobre la vena rota, logrando que apenas un poco de sangre manche su cama, pero no más. Una vez que detiene el sangrado, se coloca encima de la piel el catéter, aprovechando que aún le queda adhesivo, ocultando contra la cama que este se encuentra fuera, regula el goteo a lo que ella cree que le estaban mandando, y dificultosamente se recoloca el brazo dentro del cabestrillo, en ocasiones apoyándose de los dientes. Una vez que termina con su labor, Jill asiente suavemente hacia Leon, quien le sonríe al enfermero, le da una palmada sobre su hombro y se retira, levantando la mano en señal de despedida a ella y a Rebecca, quien ya se encontraba discutiendo con el encargado del turno.

Jill, sintiendo la mano empapada, se recarga en su almohada, y cierra los ojos, preparándose para dormir, y sintiéndose, al menos por el momento, un poco más segura, pero aún así dispuesta a pasar una noche en vela, pensando en su propia seguridad, y en los planes para el día siguiente.

Jill no se da cuenta cuando se queda dormida, aparentemente el poco medicamento que pasó a su sistema logró por lo menos hundirla en un profundo sueño.

Un par de horas después, pero que siente como sólo un parpadeo, los sentidos de la ex S.T.A.R.S. despiertan lentamente, haciéndola sentir desorientada por un momento. No sabe cuánto tiempo ha pasado, ni si realmente se quedó dormida o sólo dormitó, pero por el silencio dentro del hospital, y de la calle, Jill asume que es pasadas la media noche. Se encuentra pensando en lo que la despertó, cuando escucha que alguien entra sigilosamente en su habitación. Jill no abre los ojos por un momento, y obliga a su respiración a permanecer profunda y acompasada, a imitar la respiración del sueño profundo, pero abre todos sus sentidos, especialmente el oído, mientras escucha el roce de la ropa de la persona que ha entrado, el crujir de los zapatos que se acercan a ella, y se da cuenta que es un hombre. No el enfermero con el que Leon coqueteara, pues los pasos del intruso son más bien pesados, bastante calculados para su gusto.

Su corazón empieza a latir acelerado.

La agente entreabre un poco los ojos, sólo un poco, para hacerlos como rendijas y poder ver a su atacante, agradeciendo que las ventanas que dan a la calle sean más bien amplias y permitan la entrada de abundante luz lunar. Pero lo único que logra ver es un traje negro en frente de ella, ya que de inmediato su vista se torna completamente blanca, cuando una almohada cubre completamente su rostro, y una sensación de pánico la envuelve completamente.

¡Están tratando de asfixiarla!

ooooooooooooOOOOOOOOOOooooooooooooooo

A/N: una disculpa si Jill se muestra muy O.O.C., muy frágil, pero adoro desde el principio a Jill Valentine porque se muestra en todos sus matices, desde frágil hasta empoderada, desde valiente hasta temerosa, y se muestra así de humana mucho más en el RE 3 original. Y, si le sumamos todo lo que debió haber vivido con Wesker (lo que se dice y lo que se asume), seguramente debe de tener su psique resquebrajada. Y no me malinterpreten, adoré a la Jill de Death Island, la Jill poderosa que se controla y domina el lugar, la Super Policía que enamoró a Carlos Oliveira. Pero a la vez extraño a la Jill que lo puso a él a correr porque estaba herida, la que se apoyaba en Barry para salir adelante, aterrorizada (como cualquier persona estaría) de los horrores que se iba encontrando en la mansión Spencer.

La Jill humana.

Así que espero que les guste mi versión, o al menos mi viaje dentro de la psique de este fantástico personaje que muchísima gente adora pero que Capcom había tenido relegado por tanto tiempo. ¡Y deseo de todo corazón que haya más de este shipeo! Porque ella y Leon son mis dos personajes favoritos de toda la saga.

¡Nos seguimos escribiendo!