Si Ume hubiera tenido un poco más de fuerza, estaba segura que el cuenco de madera ya se habría roto en sus manos, o agrietado al menos. En cambio, sus dedos presionaban con tanta fuerza que lo que quedaba de sopa se derramaba por los bordes en su temblor.

Tan pronto como levantó la cabeza, después de segundos que no alcanzaron a ser contados, rápidamente el sentimiento de ser aplastada por el peso innato del chacra se disolvió en el aire tal como lo hacía el azúcar en el agua caliente. La distorsión temporal entre el reconocimiento de la inmensidad de ese chakra y la brizna de hoja verde balanceándose con los pequeños empujes del viento fue suficiente para dejar a Ume mareada, tambaleándose sobre sus rodillas.

Sintiéndose respirar otra vez, la espalda de Ume cayó contra el tronco del árbol acariciando la frescura y la leve brisa en su piel. Bajó el cuenco al suelo y la risa ronca del hombre la hizo estremecer. No quería mirarlo, pero la distensión en el espacio mientras el hombre se acercaba a pasos que rozaban la hierba, como susurros de un oso dormido rodando en sueños, empujando el aire y aplastando la tierra debajo de él, era demasiado prominente, haciendo sentir a Ume incapaz de ignorarlo.

El hombre no era joven, adulto pero no en la edad para mantener una espalda gruesa y recta, mayor con sus pocos cabellos castaños casi se perdiéndose en los hilos blancos sin seguir un patrón en particular más que el de la vejez. Sus manos arrugadas sostenían un artilugio de aspecto extraño oculto debajo de tela blanca, se alcanzaba a ver la pintura roja entre el vaivén de la cortina.

"Veo que no soy el único que aprecia la tranquilidad de estar rodeado de árboles." Ríe el hombre con sonrisa afable, deteniéndose a unos pasos de Ume. "Los árboles son mucho más silenciosos y relajantes que cualquier habitación con un montón de papeles sobre un escritorio y subordinados entrando y saliendo."

Ume podría estar confundida, aprehensiva e inquieta, miedo incluido entre todo ese lío, pero la etiqueta que su madre alcanzó a inculcarle había quedado grabada en ella cada que uno de sus tíos o abuelos visitaban.

Dando un trago grueso, preparando las cuerdas vocales para hablar adecuadamente, se puso de pie rápidamente e hizo una reverencia profunda al hombre desconocido. "Encantada de conocerlo, señor. Mi nombre es Kobayashi Ume."

"Encantado de conocerte también, Kobayashi-chan. Mi nombre es Sarutobi Hiruzen." Respondió con la voz divertida, y Ume se sintió relajar una vez se levantó de su reverencia para mirar al hombre con ojos grandes y curiosos. Atrás había quedado la inquietud.

Para Ume, acostumbrada a sentir mucho en tan poco tiempo y espacio, era difícil poder concentrarse adecuadamente y decodificar toda la avalancha de información. Ahora, sin embargo, con la gran presencia ahogada de Sarutobi, todo lo demás fue desplazado a otro plano, llenando el silencio con la presencia del hombre y la más pequeña de Ume. Un hombre cuyo chacra era cálido como el fuego en la hoguera que su padre pocas veces encendía en temporada de nieve y llenaba la casa con esa calidez agradable.

Ume no sabía qué había hecho el mayor para sofocar la energía de su chacra, pero bastaba para tranquilizarla y hacerla sentir mucho más cómoda que antes. Ume pensó que una persona que se tomaba la molestia de notar su malestar y rápidamente tomar medidas sobre ello, no debía ser malo. Entonces se quedó ahí, de pie, mirándolo fijamente mientras el resto de su sopa se enfriaba.

"Sabias, Kobayashi-chan," comenzó el mayor. "¿que tienes un talento asombroso?"

Ume le parpadeó un par de veces sin comprender. "¿Un talento asombroso?"

Sarutobi asintió juntando sus manos detrás de su espalda y ocultando el bulto de tela que llevaba consigo. "¿Puedes ver más, escuchar más, o sentir más, cosas que otros normalmente no pueden?" él pregunta en cambio y Ume asiente insegura.

"Creo que… puedo sentir más, no ver ni escuchar." Agrega ella con una mueca en sus labios, después de todo esa era la razón por la que sus padres antes amorosos la odiaron y dejaron.

Sarutobi sonríe, complacido en las respuestas de la niña, pero antes de que pueda continuar explicando ella lo sorprende: "¿Eso es chacra, no?" Sus ojos rosa pálidos mirándolo, grandes y brillantes, pero inseguros y temerosos detrás de los tonos florales. "Lo que siento, quiero decir. Eso es chakra, ¿verdad?"

(Oh.

De repente Hiruzen fue el que se sintió inseguro.

La niña no solo era un sensor, también era un genio.)

Ume no notó el cambio por muy atenta que estuviera, pensamientos demasiado rápidos en la mente de Sarutobi para que ella lograra captarlos. Entonces, a pesar de sentir un cosquilleo, no fue lo suficiente para abandonar su propio interés en la conversación.

Sarutobi continuó: "¿Qué es lo que sabes sobre el chacra, Kobayashi-chan?"

"Que está en todos lados," Contesta Ume de inmediato, plácida. "en todas partes…" Sus ojos lentamente desviándose al aire sin nada en él. "los árboles, el césped, los muebles a veces… y las personas." Su nariz se arrugó con la mirada extraviada y sus pestañas revoloteando.

Ume se perdió a Hiruzen observando todo esto con una sonrisa amarga en sus propios labios, en cambio, continuó pensando, analizando sus propias observaciones sobre la energía que se había apoderado de toda su nueva vida hasta el punto de asfixiarla en ocasiones y de elevarla al pico de las montañas en otras.

Se dejó sentir en la misma atmósfera que pisaban Sarutobi y ella, el mismo tiempo y espacio, entregándose a los empujes y a los balanceos, a los sabores que se distinguían con caricias en la piel o quemaduras furiosas dentro de su cabeza, a los murmullos que la olfateaban y Ume respiraba devuelta.

"No lo veo, pero sé que está ahí. Siempre." Ume exhala las palabras, sintiendo como cada sílaba abandona sus labios para flotar directamente a la masa de chacra sofocado, pero aun ahí. "Me gusta como se siente, pero a veces duele." Parpadea un par de veces antes de volver su mirada medio enfocada medio diluida a Sarutobi. "Duele mucho." Declara con tristeza.

Las imágenes de dos espaldas siguiendo adelante sin mirar atrás la golpearon duro en el pecho. Un nudo se le hizo en la garganta y Ume, respirando profundamente con el fin de calmarse en la frescura de las hojas que la brisa matutina traía consigo, trató de hacer a un lado el 'por qué' que martilleaba con constancia la lista de defectos que encontró en sí misma los últimos días.

Había intentado no pensar en ello antes, cuando vivía con sus padres y ellos le seguían enviando señales de advertencia por su comportamiento extraño. Había estado tan cegada por el pensamiento del indudable amor familiar hasta el punto de negarse a sí misma el hecho de que sus padres en esta vida la odiaban y le temían.

Lo sabía, claro que Ume lo sabía. Las sensaciones no mentían, eran demasiado puras para ser falsas, demasiado transparentes para ser engaños. Pero de saberlo a aceptarlo… Ume simplemente no podía entenderlo. Tan acostumbrada a amar y ser amada de vuelta, incapaz de dudar.

Y tuvo que llegar al punto de ser brutalmente abandonada para que aceptara la verdad.

Ume miró a Sarutobi, captando el brillo de sus ojos pero siéndole imposible leerlo.

En la última semana Ume descubrió que leer a las personas en este 'acá' era mucho más complicado que en el 'antes', todas vistiendo una capa de impermeabilidad básica, como si hubieran nacido con ella. - Se preguntaba entonces si ella también tenía una. – Pero acorde el tiempo pasaba, las energías del chacra le eran más que suficiente para descubrir los verdaderos sentimientos detrás de sonrisas o ceños fruncidos. Sin embargo, aquí, con el chakra sofocado de Sarutobi, nada escapaba para ser leído.

El anciano se paraba frente y sobre ella con esa sonrisa impersonal y ojos con miles de pensamientos debajo, y ninguno de ellos era legible para Ume. Fue discordante. Ume sabía que su chakra estaba ahí, presente, incluso si no tuviera ojos afirmaría con seguridad y vehemencia que el hombre estaba ahí, pero no había más nada allá que ella pudiera percibir. Era como si no tuviera personalidad ni carácter.

Por un lado lo agradeció, por el otro se sintió incómoda al dejarse ciega a un sentido del que ya estaba acostumbrada. Lo que también fue una sorpresa para ella, descubriendo en este pequeño encuentro que su asimilación con este nuevo entorno de mundo había sido mucho más prominente de lo que pensaba.

Sarutobi soltó un quejido entre dientes mientras se ponía de cuclillas y por tanto a una altura más cómoda para ella. La acción solo reafirmo la certeza que tenía Ume sobre la amabilidad del anciano.

"Hay más personas que pueden sentir como tú." Dijo el mayor, y Ume se animó.

"¿Las hay?" Porque hasta el momento, no le ha sido difícil darse cuenta de que todos a su alrededor no tenían su mismo problema, incapaces de sentir.

Ume había estado caminando por la aldea y nunca logró encontrarse con alguien que reaccionara igual, pero no se atrevió a dudar del amable anciano frente a ella. Sarutobi era mayor, mucho más conocedor de las reglas de este mundo y también el primero en notar su habilidad y manejar su propio chacra como Ume nunca antes había visto o si quiera pensado capaz.

Sarutobi asintió con exageración, la forma habitual de mantener a los niños enganchados en las palabras de los adultos. Y aunque no era necesario para Ume, no pudo evitar sentirse cálida por dentro cuando el hombre demostraba más atención en sus gestos hacia ella, atención sincera y no por deber. "Las hay, de hecho. Pero no muchas. Son pocas y especiales." Sonrió. "Eso te vuelve especial también, Kobayashi-chan."

"Especial, ¿cómo?" Ume preguntó manteniendo su miedo al margen, dejando que solo las palabras salieran y nada más debajo de ellas.

"Mh." Sarutobi inclinó la cabeza, pensando y dando enseguida con la respuesta. "Talentosa." Declaró como si nada. "Eres capaz de hacer algo que muy pocas personas pueden pero que ciertamente les sería de gran ayuda." Una sonrisa secreta se abre paso en su rostro, que Ume sigue sin poder captar del todo. "Eres especial y por tanto, increíble y prometedora."

Ume tenía dudas sobre eso. Si fuera tan increíble como Sarutobi decía, sus padres no le hubieran temido como lo hicieron. Y se lo hizo saber al anciano: "A mis padres no les gustaba. No creían que fuera increíble." Ume ignoró el ardor que esas palabras provocaban en sus ojos.

Sarutobi hizo una mueca de simpatía. "Ciertamente, para algunas personas es más increíble que para otras." Ume frunció el ceño y Sarutobi rio entre dientes, bajo y tranquilo, casi con pesar. "Quiero decir, Kobayashi-chan, que tus padres no fueron capaces de entender tus habilidades." Aclaró su garganta antes de continuar. "Verás, la aldea está dividida en dos secciones para comodidad de los aldeanos: el sector civil y el sector shinobi. Tú naciste y viviste en el sector civil, precisamente en el que nos encontramos."

Ume parpadeó tomando esa nueva información con un entendimiento formándose dentro de su cabeza.

Entonces era por eso que no había visto a los shinobis a pesar de estar recorriendo los caminos de la aldea. Esta resultó no ser su sector. "¿Están prohibidos los shinobis acá?"

"Para nada." Negó con calma y diversión curvando sus labios. "Ambas partes pueden cruzar la otra sin problemas, pero los shinobis suelen cargar con objetos peligrosos y tienden a tener una vida un poco más ajetreada que los civiles. Entonces para evitar molestarlos, se mantienen en viviendas separadas."

Ume podía entender. Shinobis eran shinobis. Ninjas. Asesinos silenciosos con objetos peligrosos bajo sus ropas: cuchillas, espadas, venenos. Cerró sus ojos cuando su comprensión llegó a ese punto.

Era obvio por cómo el anciano dividía a ambos, shinobis y civiles. Los civiles no eran capaces de convivir completamente con el peligro y alarma que representaba un hombre entrenado para matar y morir por una misión. Si es que las divagaciones sobre ninjas en su 'antes' eran válidas en este mundo.

"Supongo que las personas para las que puedo ser especial son los shinobis… no los civiles." Su voz salió con dificultad. "Y nací en una familia civil, a la que no le gustan los shinobis."

"Lamentablemente, ese es el caso." Sarutobi respondió unos segundos más tarde, con suavidad y dándole un momento a Ume para ordenar sus pensamientos. Pero no contó con que Ume comenzara a llorar en silencio, puños apretados en sus pantalones viejos y hombros temblorosos.


Al volver a la Torre Hokage, Hiruzen encontró a su Comandante Jonin ya en su oficina listo en toda su gracia perezosa para la reunión que tenían programada hace media hora atrás. Hiruzen podía sentirse culpable por el hombre, por haberlo obligado a desperdiciar parte de su mañana que hubiera ocupado en otros menesteres que seguro encontraba más agradables que quedarse parado frente a un escritorio vacío y esperando al dueño ausente de dicho escritorio. Pero así como estaban las cosas, simplemente ignoró al hombre con un leve asentimiento y prácticamente corrió a dejar que su espalda descansara contra el respaldo de su agradable silla.

Estaba demasiado viejo para estar en cuclillas por tanto tiempo y sosteniendo un pequeño cuerpo lloroso.

Soltó un profundo suspiro al mismo tiempo que su ANBU se acomodaba en los rincones y esquinas de la oficina, y Shikaku tranquilamente acercaba una silla simple y se dejaba caer en ella frente al escritorio. Hiruzen tomó su pipa sobre la mesa y la encendió con una chispa de chacra.

Para Hiruzen, fue en realidad un gran alivio que todas sus teorías pasadas fueran brutalmente refutadas con solo ver a la niña interactuar con su entorno. Ume, se recordó; Kobayashi Ume, era una simple niña civil con rasgos lindos pero no fuera de lo común a pesar del color pálido de sus ojos. Más allá de eso, sin embargo, pura ignorancia infantil, una sobresaliente habilidad sensorial que la estaba ahogando poco a poco y un genio innato jamás impulsado por otro que no sea ella misma.

Ella sería una excelente kunoichi: agradable, lista, talento, potencial y genio.

Y, sin embargo, era precisamente ese el problema de Hiruzen. Kobayashi Ume era un genio. Su comprensión para seguir las palabras que para otros niños de tres años sería impensable; la capacidad de atención tranquila y extendida a pesar de que sus ojos parecían distantes; y la inteligencia veloz para sacar conclusiones que para exasperación de Hiruzen, eran totalmente acertadas, todas ellas.

Kobayashi tenía tan solo tres años, una habilidad sensorial, poseedora de un genio para apoyar su habilidad de nacimiento y huérfana de origen civil. El solo tener que repasar esas características una y otra vez ya le estaba dando un dolor de cabeza.

Hiruzen en sus años activos como shinobi y luego como Hokage, había conocido y visto a muchos genios, sagaces como solo ellos podían ser y capaces de más logros que cualquiera con una habilidad terrenal podría siquiera imaginarse. Su propio maestro era uno, Tobirama-sensei era inteligente hasta más no poder, creador de increíbles jutsus y sellos que hasta el día de hoy se mantenían resguardados con la máxima seguridad en el centro de la Torre Hokage.

Minato, una mente brillante y un corazón tan grande y carismático, adorado y temido a partes iguales, dio su vida junto con la de su esposa por la aldea y su hijo en esa fatídica noche de octubre. E incluso no mucho antes se vio en la difícil posición de perder a dos de sus estudiantes.

Sus preciados alumnos también eran otros, jóvenes fuertes y vivaces, aunque dos de ellos ya no estaban en la aldea: uno viajando mientras creaba su red de espía y otro buscándose así misma en los bares de las naciones elementales. Y el último, alejado ya de su manto. Hiruzen temía el momento en que Orochimaru también se marchara, pero aun mantenía la esperanza de que su estudiante prodigio volviera a la luz por muy difícil que fuera.

Los últimos Hatake, extraordinarios shinobis de la hoja, leales a la voluntad del fuego y el bienestar de sus compañeros. Hiruzen aún lamentaba el largo y pesado final de Sakumo, y la vida por la que tuvo que caminar su hijo: un sendero lleno de tragedias que iniciaba con el suicidio de su padre, el 'Colmillo Blanco', y acababa con el actual Kakashi envuelto en las sombras ANBU de Konoha.

Los genios no acababan bien. Sus vidas eran bombardeadas constantemente como si fuerzas superiores trataran de aplastarlos hasta el fondo de sus propios corazones. Una vez nacían, la vida se encargaba de imponerles pruebas tras pruebas, y muchas veces, sino todas, las temidas pruebas les ponían fin a esos caminos brillantes, hundiendo una lápida sobre la tierra que cubría sus cuerpos.

Y, sin embargo… Kobayashi Ume podría ser una gran kunoichi de la hoja.

Hiruzen abrió los ojos que olvidaba hacer cerrado, el humo de su pipa dibujando patrones en espiral frente a su rostro. Miró al hombre sentado tranquilamente en su silla, papeles sobre sus rodillas y mirada persiguiendo las nubes fuera de la ventana. Aunque Hiruzen muy bien sabía que, si bien los ojos de Shikaku estaban en un lugar, su mente estaría en otro, muy posiblemente en la razón de la tardanza de su Hokage.

"Shikaku." Llamó Hiruzen bajando su pipa.

"Hokage-sama." Saludó él en cambio, claramente sin la intención de ponerse de pie pero al menos enderezándose en su lugar y dándole toda la atención que Hiruzen merecía.

"Dime, ¿qué piensas de los niños genios?"

Porque Hiruzen ya no sabía como manejarlos por muy viejo que fuera, y aunque sus instintos más blandos deseaban la manera de proteger y cuidar de la niña Kobayashi, primero era el líder de una aldea ninja, y por tanto, no podía permitirse desperdiciar tal talento. Ahí es donde caía Nara Shikaku, el líder de un clan conocido por criar genios uno tras otro, el propio hijo del hombre parecía estar mostrando indicios de ser una de las grandes mentes de esta generación, y solo tenía 3 años.

Shikaku no se inmutó por la repentina pregunta, pero hizo una mueca mientras soltaba un suspiro cansado. "Ese tipo de niños no son fáciles de manejar, simplemente porque no se manejan, se guían." Responde haciendo una pausa antes de continuar, masticando sus palabras inteligentes en su mente antes de exponerlas de un modo que Hiruzen pudiera comprender el significado debajo de ellas, claramente teniendo una idea de la naturaleza de las cavilaciones de su líder.

Hiruzen, indolente, lo permitía.

Shikaku continuó segundos después: "Aunque puede ser un fastidio si se les encierra en un ambiente donde se les presiona para ser más de lo que son, pueden incluso desequilibrarse. Inoichi debería saber más de esto, pero los niños genios generalmente no terminan bien porque al empujarlos a situaciones no acordes con su edad, sus mentes sobresalientes se saltan la etapa de desarrollo y empiezan a pensar en decisiones que creen que son adultas pero los dejan como el objetivo de las consecuencias mismas. Y las consecuencias de malas decisiones nunca son fáciles o agradables de sobrellevar."

Hiruzen exhaló el humo gris con calma, su rostro desvaneciéndose detrás de las nuevas espirales. "Estás diciendo que los niños genios que se convierten en shinobis a corta edad terminan muertos porque se les obliga a crecer, ¿es eso?" Concluyó, crítico.

"¿No ha sido ese el caso de Hatake?" Contrarresta Shikaku a su vez. "No está muerto, pero claramente su mente ha sido afectada desde que se convirtió en shinobi y tuvo que pasar por todos esos… eventos. No hay que ser un Yamanaka para darse cuenta del estado del chico en comparación con los otros ninjas de su rango de edad, e incluso con sus mayores."

"Kakashi es un caso diferente." Soltó a la defensiva. "La lealtad de un Hatake es infinita e indiscutible. Kakashi es fiel y leal a la voluntad del fuego y por tanto a su Hokage."

"Y eso no cambia el hecho de que el chico necesita ayuda." Shikaku responde sin perder el ritmo.

Se miraron por un tiempo, las nubes de humo ocupando el espacio entre ellos. Hiruzen se maravillaba en la intensidad de la mirada del Nara cuando aún mantenía sus párpados bajos, caídos hasta el punto en que pareciera que pronto caería dormido del puro agotamiento.

Hiruzen se desinfló.

Sabía que todos los terribles acontecimientos por los que pasó Kakashi no se comparaban en nada con los de sus compañeros, pero eso no significa que su propio genio no tuviera nada que ver con su estado mental. Cualquier otro shinobi en los zapatos del joven Hatake ya se hubiera retirado o buscado ayuda en sus amigos, pero Kakashi era diferente. Desde joven fue presionado para ser mejor, más fuerte, más inteligente, más para limpiar el nombre que su padre pudo o no haber ensuciado a los ojos de Konoha. Kakashi había seguido adelante con su joven mente, empujando y arrastrando una enorme carga con el nombre de su padre, compañeros y sensei sobre sus hombros. Y todo se debía a que él era un genio, uno que no necesitaba ayuda ni en quien apoyarse porque con él y sus propias capacidades bastaba.

No obstante, el actual Kakashi seguía vivo y funcional. Monitoreado bajo las hábiles capacidades de Inoichi se ha mantenido 'estable' dentro de lo posible. – Hizo a un lado las múltiples líneas de alerta al final de los informes que Inoichi escribía del estado mental de Kakashi. – Tal vez, si se ponía a Kobayashi Ume en un ambiente más estable, y con alguien capaz monitoreándola, podría no tener que pasar por la maldición de los genios y así convertirse en un arma perfecta de Konoha. Si se manejaba adecuadamente no tendría por qué haber otro Hatake Kakashi en la niña.

"El último genio del que he oído ha sido Uchiha Itachi, recién convertido en genin." Shikaku volvió al tema en cuestión, notando la intranquilidad de Hiruzen. "¿Acaso ha nacido otro más?"

Hiruzen asintió sin andarse por las ramas cuando el hombre ya había dado en el clavo. Estaba buscando consejos de él después de todo, mejor sería que lo supiera. "Kobayashi Ume, una pequeña civil de tres años de edad."

Las cejas de Shikaku se alzaron. "Civil." Repitió. "¿Cómo es que una civil logró llamar la atención de Sandaime-sama?" Pero antes de que Hiruzen pudiera responder, Shikaku continuó: "¿El orfanato?"

"Así es." Estuvo de acuerdo Hiruzen. "La niña es un sensor pasivo. Cuando conoció a Naruto resultó en un gran alboroto."

"Si tuvo que enfrentarse al chacra del Kyubi sellado en Naruto, claramente puedo entender de dónde viene."

"La conocí hoy tomando en cuenta las preocupaciones que las matronas tenían sobre la niña." Hiruzen no estaba contando las teorías que lo mantuvieron despierto por la noche. "Era inteligente y perceptiva. Ni siquiera tuve que aclarar el significado de mis palabras para que las entendiera como suelo hacer con Naruto o los otros niños. Habla con simplicidad pero no sin certeza, y escucha con atención reflexiva."

"Sandaime-sama está pensando en la niña como una futura shinobi de Konoha." Soltó Shikaku apenas las palabras de Hiruzen acabaron. Sus palabras no representaban alguna objeción, pero la desaprobación detrás de sus párpados perezosos no estaba lo suficientemente oculta para pasar por debajo de su radar.

"No puedo dejar que un talento como el suyo se desperdicie."

Hiruzen estaba decidido en esto. No solo porque sería bueno para la aldea, sino también para la niña. Le había prometido presentarle a alguien que pudiera ayudarla a controlar su habilidad, un sensor como ella, pero eso solo era posible si también recibía entrenamiento shinobi. Después de todo, el único sensor de la aldea era él mismo un shinobi, uno de los más talentosos e importantes en eso.

Pero antes, tenía que tomar las medidas necesarias para no fallar en ver a esta joven hoja unirse a al camino ninja y convertirse en parte del gran árbol.

"Entonces estaba pensando, Shikaku-kun," Hiruzen comenzó dando una calada a su pipa y fijando sus ojos en el otro hombre. Shikaku, bendita sea su mente precoz, pudo entenderlo de inmediato, pero aún así continuó, deleitándose en el sufrimiento de su shinobi. "¿te gustaría conocerla?"

El suspiro de Shikaku reverberó hasta en las cajas torácicas de los ANBU ocultos.

"Por supuesto, Sandaime-sama. Será un gusto." Acabó diciendo casi volviendo a desplomarse en la silla.

Hiruzen rio por lo bajo. "Dejaré que se hagan los arreglos para unos días entonces. Por ahora, continuemos con los asuntos importantes."

Shikaku de inmediato se levantó, papeles en mano, y comenzando la reunión casi una hora más tarde de la hora prevista.


La noche había caído hace varias horas atrás, los niños y las encargadas durmiendo en sus futones, pero Ume seguía con los ojos abiertos mirando el techo oscurecido por las sombras de medianoche y sintiéndose avergonzada por dejarse llorar frente al amable anciano.

Sarutobi no había hecho un escándalo por ello. Más bien acercó el cuerpo tembloroso de Ume al suyo y la consoló con un abrazo el tiempo que demoró en dejar de soltar lágrimas. Pero seguía avergonzada por ello, porque por muy amable y comprensivo que haya sido Sarutobi-san, él seguía siendo un extraño, un desconocido que había visto por primera vez apenas unos minutos antes.

Se cubrió el rostro sonrojado con ambas manos y bufó molesta al recordar su comportamiento menos que estelar. Y luego volvió a las palabras del mayor. Dejando caer sus brazos a los lados de su cabeza, reflexionó sobre la promesa del hombre.

"Tu habilidad sensorial es muy poderosa, tanto que te ha estado causando muchos problemas, ¿no?" Había preguntado Sarutobi cuando Ume había dejado de llorar por sus padres perdidos.

Ume asintió, volviendo a limpiarse los ojos de las lágrimas desvanecidas. "A veces duele." Repitió sus palabras anteriores.

"Ah, pero puedes controlarlo." Dijo él con una sonrisa secreta en sus labios.

Ume lo miró de inmediato con grandes ojos. Nunca se le había pasado por la cabeza esa opción, simplemente dejándose llevar con todo, aceptándolo pero haciendo nada al respecto. "Hay personas que sienten como yo," moduló recordando como había iniciado esta conversación. "¿ellos pueden controlarlo? ¿cómo?"

Hiruzen rio. "Ellos pueden, con entrenamiento." Declara, y Ume entiende de inmediato que no es algo que pueda lograr de la noche a la mañana y con el poco conocimiento que tiene actualmente.

"Entonces tengo que entrenar." afirma ella con convicción. "Pero no puedo hacerlo sin saber lo que no sé. Sé que mi conocimiento del chacra es muy bajo, no puedo decir lo que es, sino como se siente, y no puedo controlarlo como usted. Tampoco sabía que era posible controlarlo."

"Vaya. Veo que estuviste pensando en ello." Responde el anciano con los ojos brillando. "Así es. No conoces ni siquiera lo básico ni entiendes su funcionamiento. Hay libros, sin embargo, que pueden explicarte lo básico de cómo funcionan."

Las mejillas se Ume se sonrojan y sus ojos caen a los pies inquietos debajo de ella.

"¿Kobayashi-chan?"

"Oh, yo…" Ume lo mira por debajo de sus pestañas. "aún no sé leer."

Sarutobi parpadeó un par de veces antes de que esa sonrisa amable volviera con parsimonia. "Por supuesto, aun eres una niña. Pero no tienes que preocuparte por eso, ya aprenderás. ¿Las matronas no te están enseñando?" Ume asintió. "Antes de irme hablaré con Yamagawa-san para que ponga especial atención en enseñarte, así podrás leer mucho más pronto."

Los labios de Ume se abrieron en sorpresa por toda la preocupación que estaba poniendo Sarutobi en ella. "Muchas gracias, Sarutobi-san." Se inclinó de inmediato en agradecimiento, porque para alguien acostumbrada a leer fácilmente, el no poder entender ni siquiera los caracteres de un letrero en las calles era casi humillante.

La risa afectuosa del hombre resonó en el espacio, el aire vibrando y haciéndole cosquillas en el cabello.

"Me esforzaré en aprender lo más rápido. Pero Sarutobi-san," dijo ella, nerviosa. "eso podría tomar un tiempo. Y luego tengo que aprender y estudiar y entrenar y… entiendo que entrenarme a mí misma tomará aún más tiempo. Entonces me preguntaba, ¿si usted conoce a alguien que sea capaz de ayudarme?"

"Mh. Puede haber alguien." Reflexiona Sarutobi con los ojos entrecerrados y los labios fruncidos. Luego vuelve a relajar su rostro. "Tal vez pueda presentártelo. Sin embargo, siempre está muy ocupado así que veré que puedo hacer. Tendrás que ser paciente."

"Por supuesto. Puedo ser paciente." Había aceptado Ume, ansiosa a pesar de todo.

El sonido de la manta cuando Ume giró su cuerpo hacia un lado la relajó un poco. La energía durmiente de sus compañeros de cuarto estaba siendo más amable con ella de lo que son en el día dentro de toda la efusividad infantil. Así que era agradable al fin poder concentrarse en las pequeñas cosas como el simple sonido que el roce de las mantas provocaba.

Luego de que Sarutobi-san se hubiera ido, el ruido había vuelto implacable en su fuerza. Después de conocer el sentido del silencio que provocaba sofocar el chacra, tuvo que aguantar varias respiraciones profundas para mentalizarse y entrar por cuenta propia al alboroto dentro del orfanato. Pero las buenas noticias ayudaron a amainar su creciente desesperación al menos.

Estaba cruzando el umbral del salón donde se acostumbraban a realizar las clases, cuando la cuidadora principal y con la que más contacto Ume tenía, la desvió de su camino con una mano sobre su hombro hasta la oficina de la dama.

El primer pensamiento de Ume había sido que estaba en problemas. Que la llevaran en silencio y con una mano vigilante a la oficina era como generalmente se llevaban a los niños para reprenderlos o castigarlos, así que fue una sorpresa cuando Yamagawa-san en realidad le informa su nuevo plan de estudio. Uno que en realidad nunca tuvo porque al ser una niña de tres años estaba tomando las clases básicas que implicaban más jugar con figuritas de madera descoloridas y abolladas, que en practicar los trazos del kanji.

No se había quejado, principalmente porque estaba más preocupada por la colisión de numerosos chacras y porque su padre, antes de que sucediera toda la debacle que fue dejarla, le había mostrado uno que otro carácter del mismo libro que había tomado aquella primera vez. El primero y el último en esta vida. Sin embargo, después de que con la visita de Sarutobi-san el conocimiento de Ume se abriera a nuevas puertas, el cambio fue recibido con gran deleite.

Ume, que no se había dado cuenta del estancamiento en el que estaba, sintió que al fin estaba avanzando como correspondía. Las posibilidades se estaban amontonando en su joven mente, la curiosidad ya no solo eran preguntas sin respuestas en la seguridad de su cabeza, sino que pasos en la tierra suelta de la aldea, palabras en conversaciones con personas ajenas a sus padres.

Ume estaba descubriendo en este día mucho más de lo que pudo haber aprendido detrás de la cerca siempre cerrada del jardín en su antigua casa.


El día había pasado sin incidentes para la aldea y su shinobi, y con la llegada de la noche también lo hacía su ANBU Root plantado en la oficina del Hokage.

Danzo, de pie en la habitación sin ventanas del cuartel Root, debajo de la propia Konoha, veía llegar al caparazón de un hombre, la herramienta encargada de vigilar los pasos de su viejo amigo sentado en la posición de Hokage. La máscara blanca apareció en una brisa imperceptible y pasos silenciosos con una rodilla hincada a los pies de Danzo.

"Informe." Ordenó, voz fría y mirada aun más gélida.

Había estado esperando este informe en especial, desde que el día anterior Hiruzen había demostrado un interés repentino en los otros niños del orfanato además del Jinchuriki. No le preocupaba que su viejo amigo descubriera que Danzo había estado adquiriendo alguno de esos niños para que se unieran a sus filas Root. Hiruzen era demasiado confiado en sus palabras y de todos modos, Danzo les estaba haciendo un favor entrenándolos para que fueran útiles para la aldea.

Sin embargo, siempre era mejor estar preparado para cualquier eventualidad que el débil corazón de Hiruzen estuviera impidiendo el progreso y seguridad de Konoha. De este modo era más fácil para Danzo hacer entender al otro hombre de sus malas decisiones, siempre estando dos pasos delante.

"Reportando a Danzo-sama." Respondió con voz plana detrás de la máscara, vacía de cualquier emoción. "Sandaime-sama trabajó en su oficina desde las 500 horas. A las 725 horas visitó el orfanato. Fue recibido por Yamagawa: cuidadora principal, y guiado al jardín trasero del establecimiento. Conoció a una niña. Nombre: Kobayashi Ume. Edad: 3 años. Estado: Huérfana…"

Mientras más escuchaba, la expresión aburrida de Danzo fue tomando un brillo de interés.

Resultó ser que la razón del interés de Hiruzen no eran los huérfanos del orfanato, sino una en particular. Si Danzo hubiera tenido más tiempo antes de que Hiruzen se enterara de la niña, si Danzo hubiera estado buscando un nuevo lote para agregar a Root, él admitiría que la niña: Kobayashi Ume, habría sido la primera en la lista en ser traída a las raíces del árbol.

Los sensores era pocos y difíciles de encontrar. Konoha actualmente solo poseía uno, el Comandante ANBU, imposible de manejar para Danzo debido a la posición del hombre, justo bajo el mando directo del Hokage. Que ahora, convenientemente apareciera un nuevo sensor, civil y huérfano por demás, era un agradable acontecimiento para Danzo que codiciaba tener un sensor especial, más allá que los sentidos agudizados de los Inuzuka y los bichos de Aburame pudieran proporcionar.

Debido al estado del sensor no sería difícil tomar posesión de él. Hiruzen no debería tener problemas en que Danzo cuidara del sensor sin tutela y dejado a la nada, uno que al parecer, necesitaba desesperadamente un maestro y estaba dispuesto a recibir entrenamiento de buena gana.

El problema vino después, mientras seguía escuchando el informe de la planta.

"…se decidió que Nara Shikaku, Comandante Jonin, conociera a Kobayashi Ume siete días después del actual…"

Hiruzen estaba pidiendo consejos a alguien difícil de refutar.

No era que Danzo no pudiera manejar al Nara, ni mucho menos que se sintiera amenazado, él era el honorable concejal y amigo cercano de Hiruzen después de todo, era fácil que el hombre siguiera las palabras de Danzo. El Nara no debería significar ni siquiera un problema. El problema aquí era el corazón débil de Hiruzen. El hombre ya estaba preguntado por el 'bienestar emocional' del sensor en lugar de simplemente tomarla y entrenarla como una de las armas perfecta y capaz que serviría a Konoha. Y Nara Shikaku le estaba dando la excusa perfecta a Hiruzen para mantenerla en la luz con el follaje en lugar de traerla a las raíces que protegerían el árbol.

Danzo entrecerró los ojos por la ira que ese tonto hombre de corazón blando le provocaba con sus dudas y apegos.

Eran shinobis, y líderes en eso. Pero cada vez más y más, Hiruzen le mostraba su incompetencia.


N/A:

Nombré mucho a Kakashi para contrarrestar el hecho de que va a pasar un tiempo antes de que esos dos interactúen de verdad. Porque ya saben, Ume sigue teniendo 3 años y Kakashi sigue siendo todo oscuro y solitario y quejumbroso.

Trataré que esta primera parte del fic: Ume creciendo, no tomé mucho tiempo. Pero no prometo nada. Quiero que la historia no se sienta apresurada, sea fluida y agradable de leer.

También, Hiruzen y varios otros tendrán la idea errada de que Ume es una genio, pero pff... ella es una reencarnada, de ahí su actuar adulto. xd Lo que no significa que Ume no pueda entrenarse y estudiar adecuadamente para seguir el ritmo de estos prodigios.

;)