Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 16

― ¿Le compraste flores a mami para que se contente?

― No.

― Yo creo que sí.

Edward bufó. Se detuvo por completo sin importar que los rayos del sol quemaran su espalda y que la arena se adentrara en sus sandalias. Miró hacia su hija; la niña llevaba un gorro en la cabeza y gafas de sol en forma de corazón. Ya no vestía el traje de baño rosa fucsia sino que usaba un vestido estampado.

― Debiste quedarte en el hotel, ahora estás completamente roja de la piel. Seguro por la noche no podrás dormir debido a que te arderá.

― ¿Por qué me cambias de tema?

― Porque no quiero hablar.

― ¿Estás enojado?

Por dentro él tenía la necesidad de patear la arena tal cual niño pequeño. Pero, sabía que ese comportamiento no sería propio de un padre.

Exhaló ruidosamente y se acuclilló frente a Azul. Le acomodó el gorro para que la protegiera bien de la resolana.

― No estoy enojado. No podría nunca enojarme contigo, aunque me lleves al límite de la paciencia.

Azul lo abrazó del cuello. Él suspiró y la sostuvo en su brazo mientras en la otra mano llevaba un hermoso ramo de flores rojas, se incorporó y continuó su camino de regreso al hotel.

― Podría ayudarte a contentar a mami ―la vocecilla de Azul susurrando en su oído, tenía voz de ángel.

― ¿De qué hablas? ―Respondió, sin detener su camino.

― Yo sé porque lloraba mami.

Se detuvo nuevamente, la miró fijo a la cara enrojecida. No caería de nuevo en sus enredos, no más.

Se estaba prometiendo mil cosas cuando se escuchó preguntar:

― ¿Por qué?

― Porque es mujer y nosotras las chicas lloramos por cualquier cosa.

Si, sabía que su hija terminaría jugando con su paciencia.

.

En el hotel las cosas no estaban mejor.

Su mujer tenía esa mueca de disgusto en la cara y no dejaba de verlo de forma acusatoria.

No iba a preguntar la razón. Era lógico que el mal humor provenía desde que le dejó claro que por el momento no quería otro hijo.

Se acercó a ella y como si nada pasara le entregó el bonito ramo de rosas rojas.

― Son para ti, nena.

Ella siguió viéndolo cómo si quisiera aniquilarlo. Aceptó las flores y las empezó a olisquear mientras esbozaba una sonrisa de los labios rosas.

Por la vista periferia miró a su pequeña que jugaba en el piso y armaba una torre de piezas de madera. Significaba que tenía tiempo para hablar con su mujer.

Dio un paso más hacia Bella y la enjauló entre sus brazos y el barandal del balcón. No quiso quejarse de los fuertes rayos del sol, pensó que ya había arruinado demasiado para seguir haciendo enojar a su esposa.

»Di que soy un cabrón de mierda ―la instó, acercando su rostro al de ella, la miró fijamente a los ojos―. No es que no deseé más hijos, solo que por el momento…

― No los quieres, aún ―terminó la frase por él ―. Me lo has repetido incesantes veces, hasta me sé de memoria tus palabras.

Edward se rascó la nuca un poco atolondrado para hablar.

― ¿Te molesta que no quiera hijos? Deja te recuerdo que es solo por el momento, nena.

Bella resopló y abrazó con mayor fuerza sus flores.

― No voy a negar que me desilusionó. Hubieras visto tu cara de pánico, Edward, parecía que estaba por revelarte lo peor, incluso pensé que te desvanecerías en cualquier momento.

Edward sonrió sintiéndose un pendejo. Acercó los labios besando la frente de ella.

― Fui un estúpido, lo acepto, nena.

― Ya no importa. Hemos hablado infinidad de veces sobre planificación familiar, ambos no estamos preparados para cuidar de otro hijo. Soy consciente de ello, solo que pensé qué… ―sacudió la cabeza― olvídalo.

Sostuvo su rostro por el suave mentón de ella y la hizo mirarlo. Esos grandes ojos marrones no sabían mentir, ella quería volver a ser madre. Había ilusión en su mirada y él sabía interpretarlo.

― Quieres otro hijo, ¿verdad? Lo veo en tu mirada, nena. Hablemos bien, Bella.

― No estás listo y creo que tampoco estoy lista.

― ¿Entonces? Entre nosotros no hay secretos, Bella. ¿Qué pasa?

Las grandes manos de él cayeron en los delgados hombros, deslizándose hasta la cintura, apretó un poco con sus dedos.

― Estoy tan confundida, amor. Por un lado no me siento segura para tener un bebé. En cambio, por otro lado mi reloj biológico me dice que es tiempo de darle un hermano a Azul y cerrar la fábrica de bebés. Creo que pensarás que estoy loca.

Edward la abrazó para reconfortar su frágil estado, dándole seguridad y confianza que sabía necesitaba.

― Jamás voy a demeritar tus sentimientos, nena ―le sostuvo la mirada, acariciando con suavidad los labios de ella―. Si ahora mismo estás tan confundida es porque realmente quieres tener otro bebé, solo que tal vez mis palabras han hecho mella en ti. Te sientes desconfiada de mi reacción, ¿es eso?

Los hombros de Bella se hundieron y no le quedó de otra que volverla a sostener entre sus brazos.

Era un hecho que ambos estaban llenos de miedos, quizá por distintas razones, pero al final el motivo era el mismo.

Entonces se vio meditando que era un tema al que debían llegar un acuerdo.

.

.

Los colores naranja prevalecían sobre el cielo, era el atardecer más perfecto que había apreciado desde hace tiempo.

Era su última noche en Hawaii.

Debían volver a sus obligaciones y rutina. También Azul empezaría sus clases en el jardín de infantes, él casi podía adivinar que se venían nuevas aventuras aunado a ello.

Estaba programando su mente para las llamadas que seguramente le harían desde el primer día.

― ¿Sigues pensando en nuestra conversación?

Sonrió hacia su mujer. Ella lo observaba mientras construía un castillo de arena con Azul. Llevaban horas sentadas jugando con la arena como dos niñas pequeñas.

― No.

― ¿Estás seguro?

Arrastró el trasero por la arena y tapó los oídos de Azul antes de hablar.

― Pretendes que hagamos el amor aquí para que entiendas que no se trata de nuestra conversación.

― No estaría mal ―Bella aceptó con una sonrisa pícara.

Él presionó las palmas en los oídos de su pequeña gruñona. No podía permitir que lo escuchara hablar cosas impropias.

― Será mejor que aproveches cualquier siesta, nena. Porque prometo que pasaremos las mejores madrugadas. Soy capaz de hacerte mellizos si es posible.

Vio a su mujer doblarse de risa. ¿Así que se estaba burlando de él?

― ¿Están hablando cosas de adultos? ―Azul preguntó girándose a verlo, aún teniendo las orejas cubiertas por sus manos.

― Así es pequeña gruñona ―la levantó sin ningún problema.

Cayó de espalda a la arena y dejó a su niña en su pecho, abrazándola con los dos brazos. Cerró los ojos y disfrutó de tener acurrucada a su pequeña hija.

Estaba agotado físicamente. Todas sus excursiones que hicieron en los días anteriores lo habían rendido, quizá no tenía energía para mover el culo y volver a casa.

― ¿Te dormiste?

Abrió un ojo y vio a Azul, observándolo.

― No.

― Ah. ¿Tú sabes por qué mamá suspira mirando el mar?

Él volteó hacia su derecha y comprobó que Bella estaba de pie frente a la orilla, donde las olas rompían y lamían los pies.

― Porque el inmenso mar nos vuelve reflexivos ―respondió él.

― ¿Y por qué los adultos piensan tanto?

Puso de nuevo atención a la niña encima de él que tenía el cuerpo tendido sobre su tórax. Con los largos dedos le acomodó el bonito cabello despeinado.

― Porque debemos ser conscientes de nuestras decisiones.

― ¿También seré así cuando sea una anciana?

Rio.

― No. No, es así. La vejez es para disfrutar de lo que obtuviste a lo largo de tus años.

Azul con su carita intrigada y llena de dudas se sentó sobre su pecho.

― Yo disfrutaré mis ahorros de las limonadas. Venderé cada verano y no tendré problemas para vivir mi vejez, ¿qué harás tú?

Edward no le quitó los ojos de encima. Solo su hija de tres años era capaz de hacerlo meditar de tal manera.

Para nada era un joven. Era un hombre responsable, con una familia de tres y que posiblemente serían cuatro en un año más. Bella y él habían hablado sobre el tema de agrandar la familia y qué esperarían a la nueva expectativa de Azul en la escuela para poder echar sus planes en marcha.

Habían optado por ver el rendimiento de su hija antes de querer actuar imprudentemente. Si su pequeña gruñona lograba acoplarse sin problemas a las nuevas clases y al curso que se le impartirá para niños superdotados, ellos estarían listos.

No iban a apresurar nada. Cada momento llegaría y ellos estaban dispuestos a esperar lo que fuera, porque la prioridad de ambos era Azul.

― También tengo planes ―le confesó saliendo de sus pensamientos, miró sus ojos―. Quiero emprender un negocio y así mami tenga más tiempo de estar contigo.

Su niña sonrió ampliamente.

― ¿Harás eso por mí? ¿Me lo prometes?

― Lo haré. Porque quiero que tengas estabilidad, no quiero qué sigas estando de un lugar a otro, realmente no quiero que tu niñez sea de esa manera. Quiero que cada día que salgas de clases puedas volver a casa y estar bajo el cuidado de mamá.

― ¿Y comer sopa caliente? Me gustan también los espaguetis y milanesa de pollo.

Alargó los brazos con el cuerpo de Azul en alto, el cabello de su niña cayó a los lados de la pequeña cara.

― Comerás toda la sopa y milanesas que quieras.

Azul empezó a gritar eufórica. La puso sobre los pequeños pies en la arena y la vio correr hacía su esposa; ahí Bella la cargó y la ancló en su cadera.

Se quedó ahí, sentado, viendo hacia las dos mujeres que conformaban su mundo.

.

.

Abrió los párpados y vio la claridad.

Se sentó de golpe en la cama y todo dio vueltas. Frotando las manos en el rostro, maldijo.

Se había quedado dormido. La alarma del buró decía 7:15 am.

Miró al otro lado de la cama y su mujer aún seguía durmiendo, enredada en las sábanas.

― Bella ―gruñó tras un bostezo y moviendo el hombro suavemente― Nena nos quedamos dormidos y hoy es el primer día de Azul.

La escuchó resoplar y la vio acurrucarse entre las mantas.

― Maldita sea ―volvió a gruñir mientras corría por el pasillo y se metía en la habitación de Azul, su hija también seguía durmiendo―. Azul, nos quedamos dormidos.

Movió con suavidad sus dedos por el dócil cabello de Azul.

― Tengo sueño ―murmuró ella frotando sus pequeños puños en los párpados―, quiero dormir.

Tenía el cabello despeinado en una maraña cobriza.

Edward la sacó de la cama y la llevó corriendo al baño, le daría la ducha más rápida y reconfortante para que el sueño se fuera. Lo prometió.

Abrió la ducha. Estaba nivelando la temperatura del agua cuando escuchó a Bella detrás de él.

― ¿Por qué estás despierto? ―Ella estaba tan fresca en su camisón de dormir.

― Nos quedamos dormidos ―repitió.

― ¿Para qué?

― Para ir a nuestras labores y… el primer día de clases de Azul.

― Hoy es festivo, amor. No se trabaja ni hay clases, hasta mañana martes ―Bella le confirmó.

― ¿Puedes sacarme de la ducha? ―pidió Azul, quien mantenía los pies doblados para no tocar el agua―. Me quiero dormir.

Apenas la dejó libre y no fue directo a la cama sino que salió corriendo a la cocina.

Bella cruzó los brazos y lo miró con una sonrisa.

― Andas bastante distraído ―bromeó con él, lo rodeó del cuello y él besó sus labios―. Te tengo noticias, me llegó un correo electrónico hablando sobre el caso de la maestra Piña, al parecer hay más niños que avalan las palabras de Azul.

― Vaya, pensé que se habían olvidado ―la abrazó de la cintura.

― Aunque Azul no pertenezca a esa escuela, quedará demostrado que nunca mintió y lo mejor es que no permitirán que vuelva a ocurrir con otros niños.

― Eso me alegra. Fue lo justo.

― También lo creo.

Apoyó su frente en la de ella.

― ¿Crees que podamos volver a dormir? ―Preguntó a la vez que escuchaban el ruido de sartenes en la cocina. Era Azul comenzando su día.

― No creo ―Bella negó sonriente.

― Bien, yo prepararé el desayuno. Pero antes me daré una ducha, ¿quieres algo en especial?

― Sí. Que mañana no vayas a llorar cuando dejemos a Azul en clases.

― ¿Por qué tendría que llorar?

― Porque estas clases marcan una de las etapas más importantes de todo niño. También porque te conozco.

Él frunció las cejas sintiéndose ofendido. No era ningún debilucho para ponerse a llorar, desde luego que no sucedería y no era necesario hacer ninguna promesa.


Una disculpa por la demora. Nos leemos pronto en el final, espero traerlo este sábado. ¿Opiniones?

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