Este es un reteling del cuento de la princesa Kaguya ( o está inspirado en) pero tiene su estilo de Ranma ½
Ninguna de las historias me pertenece.
Ranma es una historia de Rumiko Takahashi.
El cuento de la princesa Kaguya autor Isao Takahata.
Esta no es mí vida.
El paisaje no resultaba familiar para ella, una niña de 3 años acostumbrada a su enorme casa, porque así veía ella su hogar, con largos pasillos, una cocina con estantes altos a los que debía trepar por diferentes medios para llegar a su más preciado premio, las galletas de chips de chocolate que tanto le gustaban. Y ahora…ahora estaba en medio de la nada, solo podía escuchar sonidos de animales que no conocía, siseos y crujidos que a veces eran lejanos y otras veces parecían estar a punto de devorarla. Cerró los ojos y sollozó. Hacía tan solo unas horas que sus papás le habían prometido una gran aventura en el bosque, alimentaría las ardillas, correría entre los árboles, harían un delicioso picnic, pero todas esas promesas no le interesaban ya, solo era una niña asustada que quería llorar en brazos de su madre.
—¿Mamá? ¿Papá?— llamó a los gritos.
—Quiero irme a casa, ya no me gusta el bosque— la niña se aferró a sus piernas.
No supo cuánto tiempo había pasado. Se frotó los ojos hinchados de tanto llorar, escuchó un sonido arrullador y constante, se dio cuenta que llovía, pero ella estaba completamente seca. Podía ver a su alrededor con una luz tenue, pero no había ninguna fuente de luz cercana, se levantó y limpió su overall de jean que esa mañana muy dedicadamente su mamá había escogido para que no le picaran los zancudos. Caminó unos pocos pasos y se dio cuenta que la luz la seguía iluminando y protegiendo de la lluvia como una esfera cálida. Extendió las manos para ver si podía sentir algo a su alrededor pero no funcionó. Continuó caminando en cualquier dirección hasta que topó con una barrera invisible, al llevar la vista hacia el suelo se dio cuenta que se encontraba en el borde de un acantilado, al fondo corría un caudaloso y revuelto río. La niña sintió que algo invisible tiraba de ella hacía abajo, tan solo un instante y el miedo la hizo retroceder instintivamente.
No supo por cuánto tiempo estuvo caminando, para sus pequeñas piernas unos cuantos metros parecían interminables, de vez en cuando la burbuja le impedía el paso.
—¿Quiere guiarme señora burbuja?— preguntó inocentemente.
La luz parpadeó por unos segundos, lo cual ella entendió cómo un sí.
La pequeña se sintió cada vez menos angustiada y más feliz, no recordaba porqué había llorado tanto.
De nuevo la burbuja impidió su paso, la niña cambió su dirección pero de nuevo se topó con la barrera invisible, esto se repitió en todas las direcciones con el mismo resultado.
—¿Uh?— la niña miró el suelo donde encontró un par de frutas redondas. —¿Manzanas?— dijo levantando una para examinarla más a fondo.
Era una fruta rosa pálido con textura aterciopelada, ella nunca la había visto pero no dudó en llevársela a la boca, después de tantas horas su estómago comenzaba a pedirle con sonoros gruñidos algo para saciarse. La fruta era dulce, muy jugosa lo cual le calmó tanto el hambre como la sed, en el primer mordisco brotó un líquido dorado de su interior que resplandecía con la luz de la burbuja. Se terminó la primera y pensó seguir con la segunda pero estaba satisfecha, así que la guardó en el bolsillo. Tuvo una sensación de frescura, no solo en el cuerpo, si no en la mente, como si las preocupaciones se hubieran desvanecido.
Se encaminó nuevamente, comprobando que la burbuja ya no ofrecía resistencia. Uno o tal vez dos kilómetros caminó sin parar, pero la pequeña niña no sentía cansancio alguno. La lluvia había cedido y a cambio había una neblina por la cual se colaba algo de la escasa luz solar incipiente del amanecer.
La luz de la burbuja se hizo más intensa, la niña cerró los ojos con fuerza mientras esa luz se convertía en un haz que subió hacia el cielo y se perdió.
—¿Señora burbuja? ¿Señora burbuja?— la pequeña tanteo con las manos pero ya no la sentía. Quiso llorar y gritar pero entonces escuchó unas voces.
—¿Segura que es por aquí?
—Sí papá yo la vi, te lo aseguro, vamos corre más rápido.
— Pero Nabiki…
La niña corrió al árbol más cercano y se escondió detrás. Vio llegar otra niña tal vez de su edad, no, parecía un poco más alta, la cual miró a todos lados hasta que la ubicó. La niña pequeña dio un respingo e intentó cubrirse con el tronco del árbol.
—¿Hola? …Sal no tengas miedo, me llamo Nabiki.
La chiquilla asomó la cabeza, pero al ver llegar a un hombre detrás de la chica volvió a esconderse.
El señor de cabello largo y bigote tupido miró a su hija.
—¿Es una amiga tuya?— preguntó poniéndose en cuclillas.
Nabiki Tendo negó con la cabeza haciendo que su cabello corto danzara.
—pequeña ¿Estás bien? Puedes salir …yo soy Soun Tendo ¿Quién eres tú?
La niña salió de su escondite y caminó despacio hacia las personas que la habían encontrado.
—Hola, ¿no viste una luz muy brillante hace unos segundos?
—Nabiki, no la molestes con eso, que no ves que está asustada. ¿Estás bien?
La niña asintió con la cabeza.
—¿No puedes hablar?— Nabiki se aproximó a la cara de la niña provocando que esta retrocediera.
—¡Nabiki!— la regañó su padre.
— Si… si puedo hablar— dijo la niña haciendo un puchero —y estoy bien.
— pero que malgeniada papá, vámonos— Nabiki le dio la espalda para marcharse.
Soun soltó un suspiro, ya estaba acostumbrado a lo mandona que podía ser su hija. Con Kasumi su hija mayor nunca había tenido problemas, era una niña dulce, calmada, demasiado madura para su edad, pero Nabiki…
—¿Cómo te llamas pequeña?— insistió Soun con ternura.
—Me llamo…me llamo— la niña frunció el ceño y trató de buscar su nombre en la memoria —me llamo…
—Tranquila, ya lo recordarás— dijo Soun tocándole la cabeza —¿O tal vez recuerdes cómo se llaman tus padres?
La niña de nuevo intentó recordar algo, aunque sea un rostro familiar, pero nada llegaba a su cabeza.
¿Por qué?... Las lágrimas asomaron por el borde de los ojos de la pequeña lo cual tocó el corazón de Soun Tendo.
—Vamos a casa, tal vez después de comer algo te sientas mejor.
—mi hermana Kasumi es la mejor cocinando— Nabiki trató de animar a la niña tomándola de la mano para hacerla avanzar.
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El señor Soun descargó su pesada carga de madera en la entrada de la cabaña.
—Querida, Kasumi, llegamos— anunció.
Kasumi salió a su encuentro con gesto preocupado — papá, Nabiki por qué tardaron tanto, mamá…
Soun Tendo reaccionó corriendo hacia la habitación dejando solas a las niñas.
—Kasumi…— Nabiki con un ligero temblor miró a su hermana.
—Está empeorando— respondió preocupada.
Kasumi se acercó a la niña desconocida regalándole una sonrisa. —¿Cómo te llamas pequeña?
—Yo-yo…
—Ella se llama Monowasure*
—¡No es cierto!—dijo zapateando.
Nabiki se rio hasta que su hermana Kasumi le dio una mirada desaprobatoria.
— ¿Quieres desayunar? — ofreció Kasumi.
Soun interrumpió, con los ojos aún húmedos por el llanto.
—Niñas— dijo con la voz quebrada — es mejor que vengan a des…a ver a su mamá.
A pesar de su corta edad ellas comprendieron muy bien la situación.
La habitación que tenía escasa luz con los rayos de la mañana estaba fría con la neblina colándose por cualquier rendija, la señora Tendo bajo varias mantas intentaba mantener el calor, trato de poner su mejor cara al ver a las niñas entrar, ambas chiquillas se acercaron para abrazarla.
—¿Mamá?...vas a estar bien ¿Verdad?— preguntó Nabiki sintiéndose presa de un miedo que nunca había sentido.
—Mis niñas, mamá estará bien, es solo un resfriado.
—¡Eso no dijo el doctor que vino hace unos días!
—Nabiki— reprendió con ternura la señora — eres una chica muy lista, prométeme que no te vas a meter en problemas ¿Si?
Nabiki asintió mientras las lágrimas comenzaban a asomarse por el borde de sus ojos.
—Y Kasumi…— la señora Tendo se vio interrumpida por un acceso de tos que duró unos minutos. — Kasumi, cuida de tú hermana y de tú padre.
—Si…mamá.
Una pequeña figura se había colado entre la familia Tendo sin ser vista. La niña avanzó hasta la cabecera de la cama ante la mirada curiosa de los demás.
—¡Oh! Querida, olvidé mencionarte que encontramos a esta pequeña sola en el bosque. Más tarde nos ocuparemos de buscar a sus padres.
La señora Tendo veía con curiosidad a la pequeña de cabellos cortos. La niña se metió las manos al bolsillo y sacó una fruta ofreciéndosela.
—¿Para mí?
La niña asintió.
El señor Tendo se acercó a su esposa para ayudarla a incorporarse un poco y así poder comer, hacía varios días que su apetito se había vuelto casi nulo.
Con sus escasas fuerzas la señora Tendo mordió un trozo, el líquido dorado brotó y ella lo bebió todo, mordió otro trozo y luego otro hasta que lo terminó.
—Nunca había visto esa fruta— dijo Soun mientras ayudaba de nuevo a su esposa a recostarse en la cama.
—La conseguí en el bosque— dijo la niña sonriente.
La señora Saiko Tendo sintió el olor de la comida que Kasumi había preparado esa mañana y por primera vez en mucho tiempo tuvo ganas de comer, al mediodía sucedió igual con el almuerzo, para las horas de la tarde Saiko pidió que la ayudaran a levantarse y caminar. Llegada la noche Saiko no recordaba ningún dolor, su cuerpo tampoco tenía ninguna seña de enfermedad. El señor Soun lloraba de felicidad junto a ella mientras contemplaban las estrellas mientras las niñas jugaban en el jardín a atrapar luciérnagas.
—La llamaremos Akane— dijo la señora Tendo observando a la pequeña niña —Akane Tendo.
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Los días pasaban, aunque el señor Soun en medio de sus labores del campo intentaba sacar tiempo para preguntar a sus "vecinos" que, por ser en el campo, se encontraban bastante lejanos, nadie parecía saber de dónde provenía Akane. Incluso su amigo el señor Genma Saotome que viajaba constantemente a la capital estuvo preguntando pero no había registro de una niña de 3 años perdida.
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—Nabiki apresúrate, te digo que está por aquí — dijo Akane mientras corría por el bosque.
— me voy a embarrar los zapatos, me hubiera quedado con Kasumi— se quejó Nabiki tratando de saltar por las raíces de un árbol.
—¡Mira! — dijo emocionada Akane desde una rama allí está, es la señora risu.
Nabiki se puso una mano en la frente para evitar los rayos del sol y poder enfocarse mejor —¿De verdad Akane? Me trajiste hasta acá solo por una ardilla?—Nabiki rodó los ojos, siempre era así con Akane, se emocionaba con cualquier cosa insignificante del bosque —me voy— anunció con desgano batiendo una mano.
Akane no le prestó atención, sentada en una rama balanceaba suave las piernas y se aferraba fuerte con las manos para no caer.
—Señora risu, ¿Quieres ser mi amiga? — le susurró para no asustarla.
La criatura movió la nariz haciendo que sus bigotes bailaran. La niña se aferró con las piernas y buscó en el bolsillo de su pantalón hasta dar con lo que buscaba, sonrió apretándolo en la mano. Estiró el brazo hasta dejar el puño cerca y abrió los dedos uno por uno dejando a la vista dos deliciosas nueces. La ardillita se alertó, inclinó la cabeza para ver mejor.
—tómalas, son para ti— dijo sonriendo.
Las criaturas del bosque sabían que debían temerle a los humanos. La ardilla giró la cabeza para enfocarse mejor y olió el preciado alimento, caminó dos pasitos y retrocedió uno. La niña dejó las nueces en el árbol y retiró la mano. La criatura corrió rápido y se acomodó las nueces en las mejillas luciendo una cara abultada muy graciosa para la niña que no pudo evitar reírse, lo cual espantó al pequeño animal. Akane no se percató que su amiga no estaba, se reía tan fuerte que le dolía la barriga, soltó sus manos para limpiarse las lágrimas que asomaban y entonces todo se salió de control, el nudo que formaban sus pies se deshizo, su cuerpo fue halado por la gravedad hacia un lado y de pronto ya se encontraba aferrada con sus pequeñas manos mientras sus pies colgaban.
—ma-má— intentó gritar pero el esfuerzo de estar colgada le restaba intensidad a su voz.
Sus manos empezaron a rodar, quiso aferrarse con las uñas desprendiendo la corteza del viejo árbol. Cayó con un grito agudo, los tres metros que significaban poco para otra persona le parecieron una enorme caída para una niña como ella.
Escuchó un quejido seco bajo ella y el golpe no se sintió tan terrible como pensaba. Rodó hacia un lado acomodándose la camiseta que se le había subido y fue cuando lo vio. El pobre niño que podía ser de su edad había quedado inconsciente en el suelo, el flequillo le tapaba los ojos, pero ella estaba segura que los tenía cerrados, tenía un pantalón desgastado con algunos remiendos.
Akane no lo había visto antes o no lo recordaba, vivían en un lugar apartado donde solo se cruzaban ocasionalmente con sus vecinos por los caminos solitarios.
Miró a todos lados pero no vio a su hermana ni a nadie más. La señora risu, bajó por el tronco del árbol y se quedó mirando los niños.
—¿Estás bien?— preguntó Akane tocando con un dedo el hombro del niño.
—¿Señora risu qué debo hacer?— su voz salió temblorosa, sorbió la nariz.
La ardilla que aún tenía la boca llena de comida emitió un chillido.
Akane tomó al niño de una mano, luego de la otra, se agachó para cargarlo pero terminó cayendo sobre él, de nuevo.
—¡Perdón! ¡Perdón! — se levantó de un brinco y comenzó a hacer reverencias.
La ardilla hizo un chirrido y la niña levantó el rostro para verla.
—Ah, si, es cierto— se rascó la cabeza recordando lo que debía hacer.
Se agachó cerca al niño y lo tomó por las manos halando con fuerza hasta que pudo cargarlo en su espalda.
—co-mo pe-sas— dijo jadeando.
Comenzó a caminar a paso lento hacia su casa cuando una idea se cruzó por su mente o tal vez fue como un impulso, tomó otro camino que estaba demarcado gracias a qué alguien continuamente pasaba por el lugar aplastando el pasto y dejando en algunas partes solo la tierra colorada. La curiosa ardilla parecía seguirla entreteniéndose a veces con algún árbol del que subía y bajaba con agilidad.
El caminar de Akane se había vuelto lento con el peso del chico, comenzaba a sudar y le dolían las manos.
La colina que acababa de trepar resultó solo el comienzo de otra más empinada. Cansada bajó al chico de su espalda y se sentó. El sol empezaba a llegar a su punto más alto. Se limpió la frente y dejó salir el aire. Desde ahí se podía ver a lo lejos su casa. Se preguntó si su mamá la extrañaría y si saldría a buscarla pronto.
El niño emitió un quejido y Akane se agachó para verlo mejor.
—¡Ey! ¿Qué le haces?
Akane giró para ver de dónde provenía ese grito, solo vio una mancha roja que se acercaba a toda velocidad.
—Shinno, Shinno ¡Despierta tonto!— dijo el chico de cabello largo negro que llevaba tomado en una coleta.
A Akane le llamó la atención el color de los ojos de aquel chico, en su inocencia pensaba que todos las personas tenían los ojos oscuros, como sus padres y sus hermanas.
—¿Qué le hiciste? — insistió el niño mirándola acusadoramente.
La niña comenzó a sentir un calor que subía por su estómago e iba llegando a su rostro y extremidades, apretó los puños contra el cuerpo y gritó para defenderse.
—¡Yo no le hice nada!
Akane agarró al niño para cargarlo de nuevo pero el otro niño se lo arrebató. Enojada, tomó la mano del chico inconsciente y lo haló hacia ella, comenzando un contrapunteo, el pobre chico desmayado era zarandeado como un muñeco de trapo.
La señora Risu miraba a un lado y al otro. Corrió al árbol más cercano, escarbó un poco y guardó sus nueces.
Akane enterró sus botas de caucho en la tierra mientras que el niño abrió las piernas y tiró con fuerza.
—¡Déjalo!
—¡Tú suel-ta-lo!
La ardilla trepó por la pierna del niño y lo mordió.
—¡Ah!— gritó sacudiendo violentamente la pierna, haciendo que la criatura saliera volando hasta golpearse en una rama.
—¡señora Risu!— Akane preocupada perdió la concentración y cayó de bruces en un charco de lodo ensuciándose la cara y la ropa.
Se paró de un brinco y sin sacudirse siquiera corrió en busca de su amiga. Tomó la criatura en sus manos y la acarició untándola de barro. La ardilla se sacudió y comenzó a limpiarse su pelaje con las patitas delanteras. La chiquilla dejó salir un suspiro de alivio, la dejó limpiándose en el suelo.
—Tú…¡Tonto!— gritó apuntándole al niño.
—¡Ese bicho me mordió primero!
—¡Eres un bobo!
—¡y tú una torpe! ¿Por qué no vas a tomar biberón y cambiarte el pañal?
La niña gruñó y zapateo hasta que tomó impulso para golpear a aquel niñito insolente, ambos cayeron al lodo dando vueltas.
— y …pa-ra que sepas…tengo cuatro años— dijo jadeando.
—pues …pareces una bebé.
—¡Tú eres un bebé!
Shinnosuke el niño desmayado comenzó a recobrar la conciencia, se llevó una mano a la cabeza donde sentía un fuerte dolor y de a poco se fue apoyando en los codos, aún con la vista nublada no pudo ver más que dos bolas marrones.
—¿Ranma?— preguntó con la voz rasposa—¡¿Ranma qué haces?!
Los niños se detuvieron, Akane con un dedo en la boca de Ranma le halaba el cachete, mientras que Ranma la tenía tomada de la muñeca.
—¡Jhino!— Ranma se soltó de Akane y corrió para verlo —¿Estás bien? ¿Qué te hizo esta salvaje?
—¿Eh?— Shinnosuke parpadeó para ver mejor al niño delante de él untado de barro de pies a cabeza. —¿Salvaje?
—Si, esa niña violenta que está ahí — dijo Ranma señalándola.
—¡No soy salvaje! ¡Tonto!
Shinnosuke se incorporó y caminó despacio con cierto mareo —¿Tú eres la niña del árbol?
Akane se sorprendió al ver que aquel niño también tenía los ojos azules, ¿Serían hermanos?, lo vio tambalearse al caminar y se sintió mal por él, pegó las manos al cuerpo e hizo una reverencia —Soy Akane Tendo, gracias por ayudarme.
Ranma pensó que aquella chica violenta y esta que estaba viendo no podían ser la misma, frunció el ceño y se cruzó de brazos resoplando.
—Soy Shinnosuke…¿Me puedes decir qué pasó?
Ranma movió los labios imitando a Shinnosuke enfadado, ese bobo, porque siempre tenía que ser amable con todo el mundo.
Akane le explicó lo que había sucedido disculpándose nuevamente por los inconvenientes.
—¿Eres hija de la señora Saiko?— preguntó Shinno.
Ranma levantó las cejas mirando a Shinnosuke —¿Qué no eran dos? Kasumi y la tramposa de Nabiki— dijo Ranma contando los dedos.
—¡No hables así de mi hermana Nabiki! —gritó Akane, pero inmediatamente recordó que a su hermana le gustaba bastante sacar provecho de los demás y perdió el impulso de defenderla. — En fin… si soy hija de la señora Saiko ¿La conoces?— Akane miró fijamente a Shinno ignorando al malhumorado de Ranma.
—Así es, ella ayudó un tiempo a mi abuelo cuando se encontraba enfermo, es una buena persona.
—¡Ranma, Shinno! — Un tercer niño llegó corriendo a donde ellos se encontraban. Paró en seco para recobrar el aliento y Reconoció a Ranma aún lleno de barro y también a Shinnosuke pero el otro niño (en realidad niña) lleno de barro no supo de quién se trataba.
—El señor Saotome los está buscando y está bastante molesto ¿Qué hacen aquí?
—No me digas que ya es hora…
—¿acaso olvidaste el entrenamiento Ranma?
El niño tragó saliva, sabía que su padre malhumorado solo significaba una cosa, entrenar hasta el desmayo.
—¡Vámonos ya !— ordenó el niño de la pañoleta.
—¡El último en llegar es un huevo podrido!
Ranma y el otro niño emprendieron una carrera, el único que se despidió con una reverencia fue Shinnosuke.
Akane agitó una mano para despedirse, quería agradecerle por salvarla pero él niño se fue tras sus amigos sin más.
La niña se miró la ropa sucia, se tocó el cabello pegajoso y suspiró, caminó hacia su casa a paso lento pateando las rocas en su camino hasta que un grito la alertó.
—¡Akane! ¡Akane! ¡ Mi pequeña dónde te habías metido!— Soun se acercó corriendo.
—Ves papá te dije que estaba jugando— Nabiki la señaló.
—¿Te pasó algo?
Akane hizo un puchero y se arrojó a los brazos de su papá —ese niño me estaba molestando — lloriqueo.
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—Querido, prefieres que sea yo quien hable con el señor Saotome— dijo con tranquilidad la señora Tendo mientras trataba de desenredar el cabello de Akane que había quedado reseco después del largo baño que le habían dado.
—Está bien querida, ese niño le debe una disculpa a mi bebé.
—¡No soy una bebé!— rabió Akane.
Saiko Tendo le dedicó una mirada que la hizo callar de inmediato.
Soun se rio y le dio una palmadita en la cabeza.
—Mañana temprano caminaremos hasta la casa de los Saotome.
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Esa noche Akane se arropó con su cobija favorita, una que había traído su papá de uno de sus viajes a la capital, tenía varios cerditos negros bordados.
En el cuarto que compartía con sus dos hermanas su cama estaba pegada a un rincón porque le daba miedo estar junto a la ventana que siempre crujía cuando llovía, ese lugar lo ocupaba Nabiki que parecía no temerle a nada y en el centro de la habitación estaba la cama de su hermana Kasumi, hasta para dormir ella era ordenada, se ubicaba en el centro y en ese mismo lugar se despertaba, ni siquiera movía las cobijas de su lugar.
Akane pensó en ese extraño niño de ojos azules, su mamá le había explicado que algunas personas podían tener ojos de otros colores, aunque la mayoría de japoneses los tenían oscuros. Se imaginó a alguien con los ojos rojos, morados, amarillos, verdes y le causó gracia.
Ese niño Ranma le debía una disculpa.
—Ya verás cuando tú papá te regañe— susurró
—Duerme Akane— pidió Kasumi sin abrir los ojos.
La pequeña se sobresaltó y escondió la cabeza dentro de la cobija.
—Estoy dormida— respondió sin asomarse.
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—Akane come despacio— regañó la señora Tendo sin dejar de revolver algo en la olla.
Akane se dio un golpecito en el pecho y continuó comiendo.
— Nabiki, Kasumi ¿Quieren ir con nosotros?— preguntó Soun dejando a un lado su té.
—Eso es muy lejos papá— se quejó Nabiki.
—Lo siento papá tengo bastante tarea— respondió Kasumi.
A pesar de vivir en el bosque, la señora Tendo se aseguraba de darles clase a sus hijas.
Aunque habían hecho planes de irse a vivir a la ciudad, su vida estaba en el bosque donde Soun sembraba, cosechaba y luego llevaba a la ciudad a vender bambú.
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Akane caminaba delante de su padre saltando, recogiendo flores que luego dejaba caer, trepando árboles para robarles alguna fruta. Soun había entendido desde el principio que Akane era muy diferente a sus otras hijas, le gustaba la aventura y no podía quedarse quieta en un solo lugar, agradeció por vivir en un lugar tan amplio donde la niña podía correr y gastar un poco de su inagotable energía.
Tras una hora y medio de camino pudieron ver la casa de madera en una colina, un poco más pequeña que la de ellos. Un hombre de contextura gruesa y anteojos caminó hacia Soun y su hija.
—¡Tendo! Qué alegría verlo a que se debe su visita.
—Saotome, me alegra ver que está bien de salud.
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Dentro de la casa, los Saotome frente a los Tendo bebían té mientras que hablaban de lo sucedido.
El pequeño Ranma de brazos cruzados y ceño fruncido miraba a la niña que lo acusaba.
—¡Ranma Saotome!— dijo con voz firme Genma —le debes una disculpa a la niña.
—¡No es cierto …yo no sabía...
—Silencio— Genma Saotome le dio una palmada a la mesa que la hizo temblar.
Akane que no estaba acostumbrada a un padre estricto se encogió en su lugar.
Ranma por su parte solo giró la cara hacia la pared.
—Ah… entonces tendré que entrenarte nuevamente con los gatos— amenazó Genma.
—¿co-co-con los gatos?— Tartamudeó Ranma.
El señor Saotome asintió e hizo el ademán de pararse. Ranma inmediatamente se puso en pie de un brinco e hizo una reverencia hacia Akane.
—Lo siento mucho.
Akane miró a su padre quién asintió con la cabeza.
—E-está bien… pero discúlpate también con la señora Risu.
—¿Qué? Estas loca.
—¿Gatos?— murmuró Genma
—Digo… si, claro cuando vea a la estu… a la ardilla me disculparé.
— Ella está aquí— dijo Akane asomándose a la ventana — señora Risu— la llamó con voz cantarina.
La ardilla trepó por la pared y entró por la ventana posándose en el hombro de Akane.
Todos se quedaron perplejos ante la aparición de aquel animalito.
—Ya puedes disculparte.
Ranma miró a su padre quien le dio una palmada en la espalda, de mala gana el niño se inclinó y murmuró un —disculpa.
—Tendo, ya hablaré con mi hijo en privado, discúlpelo, es un torpe, ya sabe que crecer lejos de su madre lo ha hecho un poco maleducado.
— Está bien Saotome, son cosas de niños.
—Ya que está aquí ¿no le gustaría una partida de shogui?
Los ojos de Soun se iluminaron — Por supuesto que sí… Niños vayan a jugar afuera.
Akane y Ranma se miraron con disgusto pero de igual forma salieron de la casa.
—ni creas que voy a jugar contigo— refunfuñó Ranma con los brazos cruzados.
—Yo tampoco quiero jugar contigo.
Así permanecieron por un buen rato hasta que escucharon pasos cerca.
—¡Ranma!
El chico de la pañoleta amarilla vestía un traje blanco de entrenamiento, se detuvo al ver a la niña y por algún motivo que no supo identificar se sintió muy feliz. Se acercó a Ranma y le habló en el oído —¿Quién es ella?
— Es la hija de un amigo del viejo.
Ryoga se adelantó dándole un empujón a Ranma en el pecho.
—Mucho gusto soy Hibiki Ryoga.
Akane le pareció un niño muy educado y le sonrió —soy Akane Tendo.
—ya basta de tonterías, vamos a entrenar— Ranma halo la camisa de Ryoga arrastrándolo a un punto donde no había pasto.
Akane los siguió trotando.
Los niños comenzaron a hacer una serie de movimientos coordinados , lanzando puños, patadas y lanzando gritos. Akane pasaba la vista de uno al otro con la boca abierta. Después de unos minutos el señor Genma hizo presencia en el lugar.
—Tendo, que dices quieres recordar cuando entrenábamos juntos, estos niños podrían llegar a ser más fuertes que nosotros, te lo aseguro.
Soun pensó que había pasado mucho tiempo desde que era un adolescente y hacía algo de ejercicio con su amigo, sin embargo empezó a estirar los músculos y se sintió lleno de energía.
Genma saltó hasta donde estaban los niños y adoptó una pose defensiva —Vamos Tendo— dijo llamándolo con la mano.
Los viejos amigos tuvieron un pequeño encuentro donde por obvias razones Genma demostró superioridad.
—vaya… tiempos aquellos Saotome— Soun se arregló su ropa sonriente — debemos irnos, para poder llegar a tiempo al almuerzo.
El señor Saotome asintió con los brazos cruzados.
—Akane, despídete.
La pequeña Akane miró a su papá con sus grandes ojos y tiró de su camisa. el señor Soun se agachó para escuchar a su hija.
—¡¿qué dices?!
La niña se sonrojó hasta las orejas y miró sus pies —por favor…
Soun carraspeó y se puso firme — ejem.. la pequeña Akane quisiera entrenar con ustedes.
—¡¿Qué?!, Esto no es un juego, niña— renegó Ranma
—¡Ranma!— lo regañó su papá.
Genma pareció pensarlo un momento, se ajustó los anteojos y cerró los ojos. —está bien— dijo finalmente —pero no seré suave solo porque es una niña.
Soun pareció dudar y miró a su niña, pero a Akane le brillaban los ojos de felicidad.
—A cambio me gustaría algo Tendo— dijo Genma con solemnidad.
Ranma y Ryoga se miraron intrigados, seguro le pedirá dinero, pensó Ranma.
—me gustaría que su esposa le de clase de vez en cuando a mi hijo.
Ranma dejó caer la mandíbula ¿Escuchó bien? ¿Clases?
—¿Clases? … Bueno ella le enseña a las niñas, yo creo que no sería un problema…
— Esta bien Tendo entonces yo le enseño artes marciales a su niña y la señora Tendo se encarga de que Ranma no sea un bruto.
—¡Papá!
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Continuará
Notas
Monowasure: olvidadiza
Qué puedo decir Los niños son así, pelean, hacen travesuras, llorar, gritan jejeje.
Espero les guste esta nueva historia hecha con mucho amor pero con poco tiempo. Si es así regalenme un comentario, siempre los leo y les respondo.
Por último un inmenso favor, regalenme un voto por la historia de "La ultraconservadora abuela de Ranma" en la página de FB de Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma, estoy concursando por un Fanart 😍. Gracias de corazón
Saludos
Diluanma
