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Mi fic
no.13
de Saint Seiya
C:
Para mí, el número trece no es de mala suerte sino todo lo contrario, y ojala este fic me traiga suerte porque es una disparatada idea que ha estado rondando mi cabeza desde hace un tiempo.
Quería subirlo en otro momento en el que no me sintiera presionada por los cuatro fics que estoy escribiendo, pero por ser tan terca con eso de la numeración, no he subido más one shots porque este fic tiene que ser el número trece y no otro, pero como me gusta consentir a mis lectores, aquí tienes el primer capítulo.
Ojala esta historia sea de tu agrado, y si te gusta, te voy a implorar que me tengas paciencia con la actualización, más de la que ya me has tenido.
Gracias.
^.^
N/A:
Los hechos relatados en este capítulo ocurren apenas un día después de culminada la guerra contra el Dios Hades.
Disclaimer:
Los personajes de SAINT SEIYA no me pertenecen.
Yo soy fan de los Caballeros del Zodiaco desde los 9 años,
y es por este amor de fan que escribo y no para ganar dinero;
también escribo para hacerte pasar un rato agradable,
a ti estimado lector,
que pasas a leer mi divagación.
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REDENCIÓN
Shun POV
Frío…
El frío envuelve todo mi cuerpo.
No me encuentro en las gélidas profundidades del Inframundo. Estoy sano y salvo en una cálida habitación de hospital; sólo que la comodidad que me rodea no puede aliviar el frío que me envuelve en un sutil pero confortable abrazo.
El frío es agradable.
Gracias a mi entrenamiento, el frío no me incomoda, aunque... este frío no es el frío que se cuela por la ventana ligeramente abierta, o el que se escabulle a través de las rendijas del aire acondicionado. Es un frío que brota desde las profundidades de mi alma.
No me asusta que mi cuerpo se congele por esta frialdad, dudo que llegue a sucederme, porque es una frialdad que no congela el cuerpo, si no el corazón.
Es el infernal frío que congela las emociones, el mismo frío que vi emanar desde el profundo lago que eran los ojos azules de él…
Me siento en la cama, aterrado.
No sé cuánto tiempo he estado inconsciente… Ya no importa.
Mi corazón late con mucha fuerza, pero consigo controlar el temblor en mis manos.
Me quito la aguja hipodérmica que está incrustada en mi brazo y enseguida fluye un hilillo de color rojo intenso…
Incluso mi sangre está helada.
… piso el azulejo con los pies desnudos…
El piso no está tan frío como lo está mi piel.
… y salgo de la habitación.
La luz del Sol fue lo único que pudo destruir el Muro de los Lamentos.
La luz del Sol puede ser lo único que evite que mi corazón se congele como el corazón de él.
Mi cuerpo todavía no se cura de las heridas ni se ha repuesto del agotamiento, pero el terror que me invade me da las fuerzas para ir al jardín que hay en el hospital.
Consigo llegar hasta la puerta, y la atravieso. Un frondoso árbol proyecta su sombra sobre mí; gracias al árbol, puedo ver bien a pesar de ser un día tan luminoso.
Metros más allá, donde acaba la sombra, el pasto recién cortado está bañado de radiante luz solar.
Trato de sonreír al imaginar el alivio que me darán los rayos del sol, pero no puedo agotar mi escasa energía. Si me canso pronto, no llegaré a la luz.
Comienzo a andar con mucha calma, sólo que, en unos cuantos instantes, la calma se convierte en desesperación.
Mi corazón lo siento cada vez más y más pesado, como si estuviera convirtiéndose en un bloque de hielo, y el miedo y la ansiedad tratan de obligarme a que corra, pero no corro.
Si corro, puedo tropezar, y si tropiezo, no podré levantarme por más que el terror y la desesperación aceleren mi agotado corazón hasta el grado de hacerle explotar; pero una diminuta voz me pide que ignore esos dos nefastos sentimientos.
La esperanza me pide que me concentre en un paso a la vez.
Me concentro en dar un paso a la vez… un paso a la vez…
En realidad, no es una gran distancia, pero ya me estoy cansando. Mi corazón retumba con más fuerza, y exhalo grandes bocanadas de aire por el esfuerzo, y aunque el día es cálido, mi aliento sale de mis pulmones en forma de vaho.
Me abrazo a mí mismo tratando de protegerme del intenso frío, pero es inútil, ya que proviene desde mi interior. Entonces, no sé por qué, comienzo a tararear una canción de cuna que ya no he vuelto a oír desde hace mucho tiempo.
Mori mo iyagaru bonkara saki nya…
Yuki mo chiratsuku shi bomo naku shi.
Bon ga kita tote nani ureshi karo…
Katabira wa nashi obi wa nashi.
Kono ko yo naku morioba ijiru…
Mori mo ichinichi ni yaseru yara.
Hayomo yuki taya kon zaisho koete…
Mukou ni mieru wa oya no uchi…
Mukou ni mieru wa oya no uchi.
Apenas escucho mi propia voz, pero de alguna manera, la canción aminora el frío.
Me siento feliz de poder recordar la letra, así que vuelvo a cantarla, pero entonces… todo el frío que me envuelve, se acaba en un suspiro.
"¡La luz!" "¡Llegué a la luz!" Pienso con inmensa alegría.
Al concentrarme en la bonita canción, no me di cuenta que había llegado donde el sol ilumina con mucha intensidad.
Apenas siento la calidez de los rayos del sol en mi piel, tengo que sentarme porque mis piernas ya no pueden sostenerme; termino recostándome sobre el pasto, y cierro los ojos.
Un suave pero profundo suspiro de alivio da por terminado el implacable agarre del miedo, la desesperación y el frío que tenían en mí.
Casi al instante, me voy quedando dormido, incluso me parece que el sol me canta esa canción que me gustaba mucho cuando era pequeño.
Mori mo iyagaru bonkara saki nya.
Yuki mo chiratsuku shi bomo naku shi.
Bon ga kita tote nani ureshi karo.
Katabira wa nashi obi wa nashi.
- ¡Shun! – escucho de repente una voz alarmada.
Quiero abrir los ojos y levantarme, pero ya estoy próximo al mundo de los sueños.
- Shun… - aunque todavía puedo sentir que alguien se arrodilla a mi lado y me envuelve en sus brazos.
Es mi hermano Ikki.
Toca mi cara.
Alguien más se acerca y se arrodilla.
- ¿Está bien? – distingo la angustiada voz de mi amigo Hyoga.
- Se ha quedado dormido, pero… Debió dejar su habitación para tumbarse en el pasto y entrar en calor, pero su cuerpo sigue estando frío. -
Hyoga pone su mano sobre mi mano que roza el pasto.
- Yo habré entrenado en Siberia, pero mi cuerpo jamás sufrió de una hipotermia así. Nunca ningún Caballero de los Hielos Eternos ha llegado a sufrir un mal como éste. –
Ambos tienen razón.
Siento la calidez del sol en mi piel, pero mi piel, mi cuerpo, no recupera su temperatura normal.
- Es porque no es cualquier mal. – dice Ikki con preocupación…
… pero dejo de escuchar el resto.
La bonita canción que el sol canta finalmente me ayuda a dormir.
Kono ko yo naku morioba ijiru.
Mori mo ichinichi ni yaseru yara.
Hayomo yuki taya kon zaisho koete.
Mukou ni mieru wa oya no uchi.
Mukou ni mieru wa oya no uchi.
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N/A:
La canción de cuna se llama "Takeda no komoriuta"; quiere decir Canción de Cuna de Takeda.
Es una canción japonesa de cuna muy antigua que las mamás japonesas de hoy cantan a sus bebés para arrullarlos.
Si quieres oírla, búscala tal cual en youtube. Es el segundo video que aparece en la lista; tiene una imagen de una casa con un bonito jardín. Esta es una versión cantada por un hombre.
La melodía es hermosa, pero a diferencia de las nanas occidentales, la letra es triste.
Muchas gracias por leer y por tus comentarios.
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