Podía ser que estuviera ante la realidad, en la era actual Inuyasha observaba como Aome estaba empezando a perder la vista. El médico miró a Naomi mientras el hanyou, que estaba acostumbrado a la era moderna gracias a un deseo de la perla de Shikon, esperaba impacientemente en la sala de espera del hospital.
El durísimo accidente que Aome sufrió en la universidad con un balón de fútbol que le dio en la cabeza provocándole un irreparable desprendimiento de retina y que ahora, tras haberse estrellado de frente con un automóvil la vista de la chica.
—Hicimos cuánto pudimos pero el desprendimiento de retina es total en ambos ojos, me temo que la señorita Kagome Higurashi ha quedado ciega.
Inuyasha observaba la situación, y la única parte que escuchó es que aquella chica que tanto quería y protegía durante su estadía en la era feudal no podría siquiera volver a verlo.
—Aome... — Inuyasha susurró.
En los días consecuentes Aome empezaba a acostumbrarse, torpemente a su nueva vida con discapacidad visual. A Inuyasha le daba igual que lo molestaran por el simple hecho de ayudar a su... ya no sabía si era novia o amiga... en algunas actividades normales.
—Inuyasha — Aome lo llamó —te agradezco que me ayudes pero... no me gusta sentirme inútil.
—Sé cómo te sientes, aun así no permitiré que esa condición te limite y que nada de pase — el hanyou le sonrió.
—Tendré que aprender muchas cosas — le dijo la chica algo triste —¿qué debo hacer?
—¡Ey! — Inuyasha le tomó la mano —Sé que no puedes verme pero si quieres puedo ayudarte mientras aprendes. ¡Yo no quiero verte llorar!
En un impulso de gratitud la estudiante de preparatoria se lanzó a abrazar a Inuyasha, el híbrido pudo sentir como su propio corazón palpitaba con fuerza y a la chica le embobaba el aroma que tenía él. La tercera semana Aome fue capaz por fin de hacer algunas cosas por si sola, entre ellas recorrer el templo Higurashi usando un bastón especial para su condición de ceguera que Inuyasha le había comprado con el esfuerzo de estar acostumbrándose a una era que para él era desconocida.
Eran trabajos duros, sí, pero no era tan difícil como enfrentarse a Sesshomaru. Desde descargar camiones llenos de cemento para la construcción de edificios e incluso el de rescate en alturas, mientras iba de regreso a casa con su buen dinero para poderle comprar algo a su querida Aome, observó a un niño atrapado en un edificio en llamas.
Instantes después tembló fuertemente en la ciudad. La gente corría despavorida a buscar refugio de los escombros y aquel edificio donde el niño se derrumbó tras dos minutos de fuerte movimiento telúrico.
El hanyou se acercó a los escombros y los levantó como si de plumas se trataban.
—Joven, no haga eso, nosotros nos encargamos — le pidió un rescatista.
—¡No! — Inuyasha sacó su espada —viento cortante
El ataque rompió varios escombros y finalmente él y los perros sintieron el olor de varias personas que habían quedado bajo los escombros. Inuyasha levantó los pesados escombros de concreto permitiendo que hasta diez personas salieran vivas aunque con heridas leves.
Pronto el hanyou sacó a ese pequeño chico, pero lo que más le sorprendió que ese chico estaba levantando con mucha fuerza los escombros.
"Ese olor... tiene un aroma distinto al de los humanos" pensó el híbrido.
—Oye tú — llamó una chica de cabello castaño.
—¿Sango? — cuestionó Inuyasha.
—¿Quién te dijo mi nombre? — la muchacha de quedó atónita y luego volvió a la realidad —, el caso es que necesitamos la mayor cantidad de voluntarios para rescatar a la gente que pueda estar bajo los escombros.
Inuyasha en ese momento sólo pensó en Aome... le importó medio comino que vieran sus habilidades sobrenaturales. Saltó sobre los varios autos, camiones de bomberos y ambulancias para llegar prontamente al templo Higurashi
—¡Aome! — llamó Inuyasha
La tranquilidad llegó a él cuando la vio justo al lado de una pared algo agrietada, agradeció a alguien por tener a su chica y a su familia a salvo. Corrió hacia Aome y rápidamente la abrazó fuertemente el híbrido se calmó con el simple aroma de la pelinegra, esa noche se emitió una alerta de tsunami en todas las costas japonesas desde Hokkaido hasta Okinawa.
Inuyasha poseía a colmillo de acero y vigilaba desde la ventana de la habitación de Aome la oscura noche de Tokio. No se iba a ir si algún intruso listillo intentaba entrar en el templo Higurashi, vio hacia la entrada del templo tres luces blancas que se adentraron al lugar e inmediatamente el híbrido caminó siguiendo el olor de esos individuos.
—Aquí encontraremos recursos para sobrevivir unos días — mencionó una voz masculina.
—Busquemos en esa casa — uno de los individuos señaló a la casa de Aome.
De pronto los brillantes ojos dorados de Inuyasha aparecieron frente a los tres hombres, inmediatamente retrocedieron al ver cómo los ojos del híbrido brillaban en la escasa luz que entraba en ellos.
—¿Qué pretenden hacer? — preguntó Inuyasha.
—Aparta, mocoso... si no quieres morir
Inuyasha se enojó y de un sólo puñetazo mandó a uno de los tres a estamparse contra el árbol sagrado, uno de sus compañeros atrapó al híbrido por la espalda y en un ágil movimiento el peliplateado se liberó y le propinó una fuerte patada al sujeto que lo hizo caer al suelo. Finalmente quedaba uno, con facilidad el híbrido lo aterró acercándose violentamente pero sin hacerle demasiado.
Las reconstrucción de Tokio se llevó a cabo durante unas cuantas semanas, en ese tiempo Aome ya empezaba a desarrollar sus otros sentidos aparte de la vista. El oído, reconocía los pasos de Inuyasha, su mamá, su abuelo o Sota.
Su olfato ya se agudizó muy rápido, no al nivel de Inuyasha pero sí podía percibir los aromas de sus familiares no tan preciso como el hanyou o un perro aunque claramente su percepción sensorial mejoró tras adquirir su ceguera.
—Inuyasha — ella escuchó los pasos del hanyou.
—Sí, soy yo — mencionó él —¿estás ocupada? — le hizo sonar un paquete de galletas —¿sabes qué día es hoy?
—No... ¿por qué? — ella giró su cabeza siguiendo el sonido de la voz de Inuyasha.
—Hoy es el cumple no sé qué de tu madre — murmuró el hanyou.
La azabache entendió todo, era cumpleaños de su madre y realmente no recordaba. Aún seguía en shock por quedar ciega inmediatamente se levantó y tomó su bastón especializado para su condición
Bajó las primeras escaleras pero antes de llegar a la cuarta terminó tropezando, de no ser por Inuyasha ella habría rodado por las escaleras y se podía lastimado mucho peor. Agradeció a los fuertes brazos de Inuyasha que la rodeaban por la cintura.
—No caerás... — masculló Inuyasha —te hice una promesa... seré tu rosa de los vientos.
—¿De dónde escuchaste eso? — indagó la chica sujetándose de la baranda de las escalera.
—Bueno — el hanyou empezó a sentirse nervioso —, fue Sota que me enseñó unos... ¿cd's que le llaman? y escuché una canción que se llama "la rosa de los vientos" y pues... él me explicó que servía para navegar.
—Sí... así se llaman — musitó ella sorprendida —. Gracias, Inuyasha... sin ti estaría otra vez en el hospital.
Ese día, día del cumpleaños de Naomi todo fue tranquilo pero lo que más llamó la atención a los chicos fue ver a la misma rescatista acompañada de un muchacho de cabello negro y ojos azules acompañándola.
—Disculpen, ¿es aquí el templo Higurashi? — la rescatista preguntó —es que quiero orar por la salud de mi hermano Kohaku.
—¿Dijo Kohaku? — cuestionó Aome —¿Sango?
—¿Ay por qué todos se saben mi nombre? — Sango tuvo un tic en el ojo —¡mírame a la cara cuando te hablo!
—Escúchame — Inuyasha la encaró —¡no puede verte siquiera! ella sufrió un accidente hace un mes. Si le vuelves a gritar, te largas de este lugar.
Sango quedó petrificada, tras un par de segundos finalmente la muchacha reaccionó a la realidad. La tranquilidad de Inuyasha comparada con el enojo de hace poco era como ver a dos personas diferentes en una sola.
—Yo... no sabía — murmuró ella —, un momento ¿son novios?
—¿Y qué si lo somos? — preguntó el hanyou.
—Bueno, podríamos salir juntos los cuatro una vez... ya sabes, ir a tomar algo — el muchacho que acompañaba a Sango mencionó —, por cierto me llamo Miroku. Para evitar malos entendidos.
Unos días después Inuyasha y Aome acompañaron a Miroku y a Sango a una cita doble, entre risas y la comida que comieron tranquilamente en un restaurante. Los cuatro estaban muy tensos tras salir del restaurante en especial la chica Higurashi que tenía que lidiar con tener que moverse sin poder ver nada; eso no fue ignorado por Inuyasha quien de inmediato la sujetó de la mano para guiarla por la acera.
—Es un chico bastante bueno el que conseguiste, Aome — Sango la felicitó —¿cómo se conocieron?
—Fue algo... inesperado porque yo caí por un pozo y él — Aome trataba de sonar convincente.
—Bueno eso fue cuando ella tenía quince años, cayó por un pozo y de no ser por mí ella estaría muerta — Inuyasha se apresuró a explicar.
Aome volvió su cabeza a dónde sentía el olor de Inuyasha, y en un suave movimiento de su mano le hizo saber que estaba tranquila al lado del híbrido.
—Aome — llamó Miroku —¿cómo perdiste la vista?
—Choqué de frente con una camioneta y antes de eso había recibido un golpe con un balón de fútbol y me desprendió parte de la retina.
Aome levantó su bastón para evitar que Sango fuera atropellada por un auto por ir mirando una libreta llena de números telefónicos mientras caminaba, las capacidades diferentes de la chica Higurashi eran impresionantes para los dos jóvenes que los acompañaban.
Quince años más tarde.
Ahora que Aome rondaba los treinta y tantos años era toda una erudita en el derecho en todas sus ramas. Inuyasha, pese a su limitada educación, se volvió un hábil deportista en especial en el parkour aunque no había que ser un genio para ver la ventaja "injusta" que tenía el hanyou por su sangre demoníaca pero que sin duda uno de sus mayores atributos era el haber incursionado en la gastronomía, no era el mejor chef pero sí que podía ayudar a su hija cada que regresaba de la escuela.
En la misma escuela donde estudió Aome iba su hija, Moroha Higurashi. Se había vuelto famosa por su gran carisma y amabilidad con los demás, no era para nada altanera cómo se pudiera esperar de una chica popular sino que destilaba humildad.
—Oye Higurashi — llamó Hisui, el hijo menor de Sango y Miroku —¿qué es eso? y ¿por qué tienes los cerrados?
—Es braille — la chica respondió —, y quería ponerme en los zapatos de mamá.
—Tía Kagome es ciega, lo olvidaba — mencionó el chico —pero ella es muy hábil, recuerdo que fue la que se encargó de la herencia hacia su prima Kikyo. ¿Verdad?
—Sí, es verdad y yo no sabía nada de esa prima — mencionó Moroha contenta —, creéme si te digo que mamá y papá son muy unidos. Tía Sango me contó que una vez casi los sacan de un cine porque mi papá le estaba narrando la película.
La doctora Kagome Higurashi, que normalmente de cariño le decían Aome, le apodaban "la justicia ciega" por ser implacable y muy certera con sus clientes en la abogacía ahora mismo ella se hallaba junto a su esposo Inuyasha sentados en el árbol sagrado del templo Higurashi, recordando sus aventuras en el Sengoku y la promesa que el hanyou le hizo a ella.
—Te dije que sería tu rosa de los vientos — Inuyasha puso su mano sobre la de Aome.
—Sí, siempre confié en ti, Inuyasha — ella sonrió sintiendo el aroma de su esposo.
—Ya parece que tienes un mejor sentido del olfato — el peliblanco se rio.
—Si no puedo ver, la verdad es que mi cuerpo mejora otros sentidos como el oído, el tacto y el olfato — mencionó la chica —ser ciega no me impidió tener una hermosa familia.
—Eh papá — llamó un chico desde abajo, el mismo chico que Inuyasha salvó años atrás —uy... no pensaba que estaban ocupados.
—¿Qué ocurre Shinzen? — preguntó Inuyasha preocupado.
—Hablando con uno de los médicos en donde soy internista él me dijo que hay un tratamiento para que mamá pueda recuperar la visión — Shinzen explicó contento.
Eso fue una buena noticia para Aome aunque realmente ya no le interesaba volver a ver, se había acostumbrado a esa vida que no quería ese tratamiento aunque quizá podría ser más adelante porque tenía su "rosa de los vientos" con ella.
FIN
