Sentía un zumbido en mis oidos y mantenía mi vista en el suelo, una manta me cubría y estaba en una habitación que solo tenía una mesa y un par de asientos.
– ¿Hinata? —levanté la vista, una mujer uniformada intentaba hablarme pero solo veía sus labios moverse, sin percibir nada de lo que decía.
– ¿Qué? —pregunté, creo que era lo único que había logrado modular desde que llegué aquí.
La mujer me miró con lástima y le habló al hombre a su lado, el asintió y se marchó.
– ¿Qué está pasando? —pregunté siguiendole con la mirada.
–Estás en shock. Te traje un té, para que te calmes.
–Estoy calmada —respondí, sentía que me estaba hablando como si fuera una niña pequeña.
–Por supuesto.
Respiré hondo y bebí un poco del té que estaba frente a mi.
– ¿Quieres hablarme un poco sobre lo que paso esta noche? Parece que tuviste una noche un poco... complicada.
–No le entiendo.
– ¿Como te hiciste esos moretones, Hinata? ¿O el labio cortado?
Bajé la mirada y relami mis labios que de pronto se sentian secos. Miré mis muñecas marcadas por los golpes y los agarres bruscos, seguramente mi rostro y mi cuerpo estaban igual.
–Solo fue una discusión. Todas las parejas tienen discusiones, ¿cierto?
–Si —dijo con una pequeña sonrisa— pero las discusiones no terminan con denuncias a la policía.
–Yo no denuncié a nadie.
–No, pero alguien lo hizo. Al parecer, causaron bastante revuelo y la mujer que llamó dijo que no era primera vez.
–Esa es una exageración.
La mujer volvió a sonreír con tristeza.
–Puedes confiar en mi, Hinata. Todos los dias lidiamos con casos de violencia intrafamiliar y—
–Este no es —la interrumpí— uno de esos casos. A veces pierde el control y—
–Entonces no es primera vez que pasa.
– ¡N-No así! El no es... Yo no...
Suspiré profundamente y cubrí mi rostro con mis manos.
–Puedes poner una denuncia formal, si eso es lo que deseas.
–No —negué con la cabeza— solo quiero irme a casa.
La mujer parecía decepcionada.
– ¿Con quien vives?
–...Vivimos juntos.
– ¿Que hay sobre tus padres?
–Yo... me distancié de mi padre. No he tenido contacto con el hace casi dos años.
– ¿Asi que solo tienes a tu novio?
Bajé la mirada y asentí. La mujer suspiró con cansancio.
–Quiero que pienses en lo que pasó esta noche, Hinata. Esto no es normal, alguien que te ama nunca te haría daño de esta manera.
–Fue mi culpa —dije enfadada— hice algo malo y eso provocó la pelea.
– ¿Y eso justifica que te golpeara?
Me quedé en silencio.
– ¿Tienes alguien a quien llamar?
– ¿Por qué?
–Es bueno tener a alguien cerca para que te apoye.
Me apoyé por completo en el asiento y me abrigue con la manta, apenas tuve tiempo de coger mis zapatos cuando nos sacaron del departamento.
Como no habría denuncia, no tenían razones para mantenernos aquí por más tiempo.
Pude ver a Gaara unos metros más allá, sentado frente a un escritorio y las manos esposadas. En cuanto llegamos a la comisaría nos alejaron y a Gaara no le gustó la idea, comenzó a cuestionarlos y ponerse agresivo, así que no tuvieron de otra.
– ¡Hinata!
Temari se acercó corriendo en cuanto me vio y se detuvo abruptamente cuando notó mi rostro, bajé la mirada avergonzada por como me veía en este momento.
–Dios... ¿que pasó? ¿dónde esta Gaara?
Su madre venía tras de ella y se detuvo junto a Temari. A diferencia de su hija, no pareció importarle mi apariencia y solo se dedicó a mirar alrededor.
– ¿Hiciste algo que lo molestara? —preguntó— ¿Le dijiste algo?
– ¡Mamá!
– ¿Necesitará un abogado?
Balbuceé y parpadeé en confusión. No sabía cómo reaccionar.
–Está por alla —apunté a su dirección y su madre fue corriendo. Temari me dijo cuánto lo sentía y la siguió. La mujer que me interrogó seguía a mi lado.
– ¿Quieres hacer esa llamada?
–Si, por favor.
Sakura no tardó en llegar, acompañada de su padre. Sus ojos comenzaron a humedecerse cuando vio mi estado.
–Lo siento mucho —me abrazó con fuerza, su padre se veía igual de preocupado— no debí dejar que te fueras con el, lo siento, es mi culpa.
–No digas eso, nada de esto es tu culpa. Gracias por venir.
–Te irás con nosotros a casa, puedes quedarte el tiempo que quieras —habló su padre. Asentí con agradecimiento. Le devolví la manta a la mujer que me interrogó y cuando estaba dispuesta a irme con Sakura y su padre, un agarre en mi brazo me detuvo.
– ¿Que haces? —el pelirrojo tenía su ceño fruncido y tiró mi brazo hacia su dirección, ignorando conpletamente a Sakura—ya podemos irnos.
El padre de la pelirosa puso su mano robusta en la muñeca de Gaara e intentó hacer que me soltara.
–Hinata vendrá con nosotros, joven. No hagamos un escándalo, ¿está bien?
– ¿Quien mierda te crees que eres? Vendrá conmigo.
–Gaara, por favor —supliqué.
–Tal vez es lo mejor, querido —dijo su madre, tocando su hombro — les hará bien unos dias separados.
–Gaara, déjala ir —exclamó Temari cuando su gesto se endureció y no me soltaba.
–Me estás lastimando —dije en voz baja, quería desaparecer. Su mano se apretó aún mas fuerte sobre mi brazo hasta hacer que soltara un quejido de dolor.
Me soltó y se dirigió a la salida empujando la puerta con fuerza.
Los siguientes días fueron los peores que he tenido en largo tiempo, levantarme de la cama requería toda mi energía, sentía ganas de llorar constantemente y mirarme al espejo me hacía sentir aún peor.
Y la persona que menos quería que se enterara, acabó enterandose de lo que pasó. Naruto llegó al dia siguiente, me abrazó con fuerza y pude ver el odio en sus ojos cuando tocó mis mejillas pálidas manchadas con tonos morados.
–Maldición, Hinata...
Cuando escuché mi nombre salir de sus labios con lástima, no pude seguir guardando mi dolor. Lloré hasta el punto de ahogarme y me aferré a su pecho, me rodeó en un abrazo y besó mi cabello.
Los mensajes y llamadas de Gaara llegaban cada hora, pidiéndome que volviera para hablar, diciendo cuánto me extrañaba y cuan arrepentido estaba de lo que hizo. Llevé mi teléfono a mi pecho luego de leer todos los mensajes.
Eventualmente tendría que volver, no podía evitarlo.
–No puedes seguir así —la pelirosa tomó mi mano y la apretó— tienes que recuperar tu vida, todo lo que perdiste por culpa de el.
Y sabía por donde debía empezar.
Golpeé la puerta y respiré hondo, cuando sentí los pasos acercarse mi estómago se apretó y sentí ganas de vomitar.
Cuando me vio, se sorprendió pero luego de unos segundos su gesto cambió a confusión, tal vez con algo de miedo en sus ojos.
–Hola, papá.
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.
.
– ¿Que hizo ahora? —preguntó mi padre cuando llegamos en la madrugada. Temari se dejó caer en el sofá y apretó con sus dedos el tabique de su nariz.
–Solo fue una pelea —mamá trató de quitarle importancia— ya sabes como son las relaciones al principio, mucho drama.
–No fue solo una pelea —exclamó Temari con irritación— Gaara golpeó a Hinata y los vecinos llamaron a la policia.
Mi padre se enfureció y se acerco para cogerme del cuello de mi camiseta.
–Maldito imbécil. ¿Quieres arruinarme?
–Rasa, la chica no denunció.
Miró a mi madre y luego a mi, me soltó con un empujón y fue junto a ella.
–Es un salvaje —le dijo, caminando de un lado a otro, se volteó y me apuntó amenazador— mañana mismo volverás con el terapeuta, que te recete nuevos medicamentos, aumenten las dosis, ¡no me importa! No arruinarás el nombre de esta familia.
–No me importa —cubrí mi rostro con mis manos. Lo único en mi cabeza era que Hinata no estaba conmigo.
– ¡Maldito insolente! —volvió a acercarse y me dio una bofetada.
– ¡Ya basta! —gritó Temari alejándolo a empujones— ¿crees que mas violencia lo va a solucionar? ¿de donde crees que aprendió todo eso?
– ¿Estás diciendo que es mi culpa?
–Todos sabemos como tratabas a mamá cuando peleaban —mi padre se tensó— no es extraño que Gaara sea así de violento, ¡lo aprendió de ti!
Me puse de pie y me dirigí a mi habitación. Al dia siguiente, Temari me obligó a ir con mi terapeuta y me entregaron más pastillas.
Los primeros días estuve bastante somnoliento, apenas manteniéndome despierto durante las clases. Sólo aguanté un par de días más en esa casa y volví al departamento.
Volver ya no era lo mismo si no estaba ella.
Fui a la habitación y observé el desastre que dejamos esa noche, el lugar estaba destrozado. Pase la mano por mi rostro, ella siempre me hacía perder el control de esta manera, todo esto era su culpa.
Volví a revisar los mensajes y me sentí angustiado al ver que todos los había leído, pero no había respuesta. Recibí otro mensaje de Ino, le agradecí por contarme sobre Naruto y borré la conversación, ya no necesitaba nada de ella.
Tomé las llaves del auto y conduje hasta la casa de Sakura, estacionando a unos metros de su casa.
Estuve horas esperando que llegara, hasta que doblando en la esquina la vi, seguramente llegando de sus clases en la academia acompañada de la pelirosa.
Quería salir de aquí, tomarla aunque fuera a la fuerza y llevarla de vuelta conmigo, donde pertenece.
Ella me pertenece, así como yo le pertenezco.
Cuando entraron a la casa, comencé a llamarla a su teléfono y enviar mensajes, pero seguía siendo ignorado. Tiré de mi cabello con frustración y golpeé el volante.
–A la mierda con esto —salí cerrando la puerta de un golpe y caminé hasta la casa, toqué y esperé a que abrieran.
En cuanto Sakura me vio, intentó cerrar la puerta pero la detuve con mi mano y empujé para abrirla.
–Quiero hablar con Hinata.
– ¡Voy a llamar a la policía si no te vas!
–Es mi novia.
– ¿Eso te da derecho a golpearla? ¡No lo diré de nuevo, vete!
– ¿Que está pasando? —ambos miramos detrás de mi para ver quien habia hablado.
Era Naruto.
–Hijo de puta —dije y el fue el primero en lanzar un golpe.
Sentí los gritos de Sakura y luego la voz de Hinata pidiéndome que nos detuvieramos. Sentía la sangre caliente caer por mi nariz hasta mi barbilla y un dolor en mi ceja, pero no me importaba. El se había metido con lo que era mío y tenía que pagar por eso.
Logré ponerme de pie y patearlo en el estómago, seguí pateandolo una y otra vez.
– ¡Por favor, Gaara! —gritó tratando de empujarme— ¡ya dejalo!
– ¿Vas a volver? —me detuve un segundo para escuchar su respuesta, apretó los labios dudando y volví a patearlo.
– ¡Está bien, está bien! Volveré.
– ¡Hinata, no! —exclamó Sakura.
Tomó la manga de mi camiseta y me acercó hacia ella. Tome su rostro entre mis manos y besé su frente, manchandola de sangre.
–Ve a buscar tus cosas y vámonos.
–Hinata —Naruto la llamó, presionando su estómago con un gesto de dolor— por favor, no te vayas.
Lo tomé del cabello y lo estrelle contra la pared.
–No vuelvas a acercarte a ella, ¿me escuchaste?
– ¿O que? —habló entre dientes. Me acerqué a su oído y murmuré.
–O ella va a sufrir las consecuencias.
Se quedó en silencio y lo solté, Hinata volvió corriendo y rodeé su cuello con mi brazo, evitando que mirara atras.
Entramos en silencio y me senté cubriendo mi rostro con mis manos.
– ¿Por qué tienes que hacer todo tan difícil? —toqué mi ceja con cuidado, aun sangraba.
–Me golpeaste...
–Lo siento, ¿está bien? Pero no debiste acostarte con el.
–No te golpeé cuando te vi con esa chica.
Aguanté la respiración para evitar perder la calma. Se sentó en el sofá y se abrazó a si misma.
–No lo volveré a hacer —me agaché para quedar a su altura y pose mis manos en sus rodillas— estoy con nuevos medicamentos. Voy a cambiar, quiero cambiar.
Apretó los labios y miró a un lado con desconfianza.
– ¿No me amas?
Fijó sus ojos brillantes por el llanto en los míos.
–Eres violento y... manipulador.
–Lo sé.
–Sacas lo peor de mí y yo sacó lo peor de ti... no somos buenos juntos.
–Lo sé.
–Pero aún así... te amo.
Abracé sus piernas y apoyé mi cabeza en sus rodillas.
–Estos días te extrañé tanto que no podía soportarlo —dije.
Sentí sus manos en mi cabello.
–No quiero que vuelvas a irte. Haré lo que sea.
–Ya hemos hecho esto tantas veces...
–Por favor, Hinata. Te amo, no sé qué haría sin ti.
– ¿Que hay sobre–
–No pasará de nuevo. Los dos cometimos errores, podemos arreglarlo.
–No lo sé...
Levanté la cabeza y me acerqué para besarla, sus manos en mis hombros intentaron alejarme pero la sostuve, besé su cuello hasta hacerla suspirar y nos recostamos.
–Dejame mostrarte cuánto te extrañé, por favor —llevé mi mano bajo su ropa interior y comencé a acariciarla— Te amo.
Gimió y cerró sus ojos con fuerza.
Seguí besándola y acariciando su intimidad hasta que sentí que estaba lo suficientemente lubricada y dispuesta a hacerlo.
–Di que me amas —susurré en su oído, dando pequeños mordiscos.
–Te amo.
Suspiramos cuando entré en ella, nos abrazamos hundiéndome por completo, la unión se sentía como estar en el cielo.
–Pero amarte duele demasiado —rodeó mi cuello y escondió su rostro en el.
– ¿No se supone que eso es el amor? —la penetré con suavidad, disfrutando cada sensación de su intimidad apretándose alrededor de mi miembro— tortura. Pero vale la pena, Hinata, te amo tanto que no quiero dejarte ir nunca.
Estiró su cuello y su espalda se arqueó por el placer, sus labios estaban apretados con fuerza intentando reprimir un gemido. Aproveché de besar su cuello, mordiendo para marcarla como mía.
–Mueve tus caderas para mí —besé sus pechos y enterré mis uñas en su espalda— buena chica.
Enredó sus dedos en mi cabello con fuerza, apenas permitiéndome hacer algún movimiento.
–No vuelvas a buscarlo —dije rozando sus labios— eres mía.
Corté la distancia y gemí en su boca luego de besarla. Me hice a un lado sin dejar de abrazarnos y besar su cuello, sentía su pecho subir y bajar con fuerza.
Llevó sus manos a mis hombros y nos besamos con calma, solo disfrutando el momento.
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Cuando terminé de limpiar su rostro nos fuimos a la cama entre caricias y besos, me subí sobre el y mientras lo hacíamos intenté grabar cada parte de su cuerpo con mis manos.
–Sigue, sigue, Hinata —cubrió su rostro con sus manos y gimió— mierda, lo haces genial.
Me abrazó y seguí moviendo mis caderas, nuestros cuerpos húmedos estaban en éxtasis.
No tardó en quedarse dormido, algo que atribui a sus nuevos medicamentos. Toqué su rostro con la punta de mis dedos, temerosa de despertarlo.
Lo amo. Aunque me lastime.
Aunque le tenga miedo.
Me vestí haciendo el menor ruido posible y saqué mis cosas del ropero para meterla en una bolsa de basura.
–Estás haciendo lo correcto —murmuré para mi misma, viendo el agujero que el puño de Gaara había formado en la puerta.
Busqué mi teléfono y envié un mensaje a Sakura.
Di un ultimo vistazo al lugar, soltando un suspiro de tristeza, sería doloroso, muy doloroso. Pero mas doloroso sería si me quedaba.
–Lo siento —cerré la puerta y me quedé un momento frente a ella, intentando aguantar las lágrimas— lo siento.
