La mañana estaba de color gris, muy fría y silenciosa. No había ningún pájaro cantando… ¡Pero claro! Aquel no era el instituto donde estudiaba junto a su fallecido amigo; aquellos días se habían ido para siempre. No había hermosos jardines en los cuales pasear ni tampoco comedores en los cuales platicar con los amigos. El presente lugar era un hospital con la apariencia de cualquier hospital de cualquier rincón del mundo… Frío, triste, vacío, y con el aroma de los fármacos en cada esquina. E incluso aunque Choromatsu llevaba dos años allí de vez en cuando lo olvidaba y no terminaba de acostumbrarse, pues el ser humano no suele acostumbrarse muy rápidamente a la frustración.

Por suerte, aquella mañana Todomatsu había estado con su hermano el tiempo suficiente para ayudarle con su terapia del habla, pues, según había dicho el doctor, necesitaba practicar con mucha más constancia o pronto perdería la voz para siempre.
El menor de los gemelos estaba sentando en la pequeña silla a un lado de la camilla. Se encontraba sosteniendo una tabla con el abecedario escrito en ella… Eran letras del hiragana y katakana por ambos lados. Choromatsu estaba recostado en la camilla siendo enderezado por un montón de almohadas bien acomodadas por la enfermera.

—Bien, pronuncia después de mí, hermano: a-i-u-e-o.
—A… I… I…
Todomatsu hizo una pausa tras notar la desesperación de su hermano.
—Eso es, no te apresures. Lo importante es que las pronuncies correctamente. Vamos de nuevo, yo te guiaré. A-I-U-E-O.
—A… I, U…. E…, E… O.
—¡Muy bien! ¿Te parece si pronunciamos estas letras combinadas con algunas consonantes?
—Todomatsu-kun, ¿cómo va todo? —dijo la enfermera que iba entrando a la habitación.
—Enfermera Nagai. Todo va bien… Muy lentamente pero mi hermano aún puede pronunciar todo lo que le pido.
—Ay, eso es excelente. Pero, deberías darle un descanso por ahora. De igual manera él va a encargarse de pronunciar todo por su cuenta. Tiene sus propios ejercicios también por parte de los terapeutas.
—Oh, lo entiendo… Entonces creo que ya es hora de que me vaya.
—No te preocupes por nada, sabes que cuidaremos bien de Choromatsu-kun.
—¡Gracias, Nagai-san! Bueno, Choromatsu-niisan, debo irme. Vendré en otra ocasión de nuevo.

Choromatsu se despidió únicamente agitando débilmente su mano. Todomatsu que ya conocía el camino salió del hospital y se fue a casa de su amigo Atsushi a pasar la noche. Solo ciertos fines de semana dormía fuera de casa de sus padres pues eran los días en los que iba a visitar a su hermano y trasladarse de un lugar a otro diariamente le parecía batalloso.

Esa misma tarde el joven Choromatsu estaba realizando su terapia de siempre… Practicaba su pronunciación y su habilidad para escribir o comer. Y, aunque la verdad era que casi todo el tiempo alguien ayudaba a comer al muchacho, también era cierto que todavía ponía un poco de su parte y lograba terminar su merienda por su cuenta. No obstante, no podía estar nunca sin custodia, pues podía atragantarse y ahogarse.

Los días pasaron y las visitas de su hermano se hicieron constantes. No quería pensar demasiado en ello, sin embargo, sabía que por la mente de Todomatsu podría pasar lo siguiente: «El tiempo de mi hermano es ahora un reloj de arena que está por vaciarse y debo darlo todo para hacerlo feliz».
No podía decir que no se sentía abatido. Por más que pasara el tiempo se cuestionaba a sí mismo sobre su propósito y el sentido de seguir con vida. Solo causaba tristezas en sus padres, amigos y conocidos… Solo eso.

Era de noche y estaba solo en su habitación acostado en la camilla. Sintió ganas de ir al baño. Aquello le trajo recuerdo de cuando acompañaba a Todomatsu al sanitario por las noches por su miedo a la oscuridad. ¡Si tan solo hubiera sabido que algún día desearía que fuera al revés!
Se levantó a como pudo usando solamente las muletas. Iba paso a paso con lentitud y con mucho cuidado, sin embargo, a medida que se acercaba a su objetivo se iba sintiendo más cansado. Sus piernas no hacían lo que él les ordenaba y ello era desesperante. No solo se sentía entumecido, sino que dolía. ¡Dolía, y mucho!
No pudo más, dejando las muletas a un lado se dejó caer al frío piso intentando recuperar sus fuerzas para ponerse de pie nuevamente y poder llegar al baño a tiempo. Pero parecía imposible. Después de pasar unos minutos acostado boca abajo a causa de la caída, pudo escuchar las pisadas de alguien que iba a aproximándose. No hizo ni siquiera un intento por alzar la vista, sabía que iba a ser reprendido o que causaría frustración a quien sea que fuera.

Quiso ponerse de pie antes de que aquella persona le dijera algo, quería saber que podía hacer las cosas por él mismo. ¡Que todavía tenía fuerzas para seguir viviendo! No obstante, no pudo hacer que sus extremidades le obedecieran en lo más mínimo; estaba cansado, estaba atrapado. Y, en ese momento, una voz interrumpió sus pensamientos.

—Ponte de pie, Choromatsu-kun. —Era la enfermera Nagai quien estaba dedicada únicamente al cuidado exclusivo del joven. Estaba molesta por el hecho de que el chico no obedeciera las reglas que se le imponían y se pusiera siempre en peligro tomando demasiados riesgos. Choromatsu ya no debería andar en muletas, sino en su silla de ruedas, pues aun no comprendía que ya nunca más volvería a caminar. La mujer siguió diciendo—: Rápido, o pescarás un resfriado.
No estaba dispuesta a ayudarlo a ponerse de pie, pues quería que aprendiera su lección. Debía obedecer las órdenes del médico por su propio bienestar y no seguir perjudicándose ni a él mismo ni a los otros.

Choromatsu tomó el tubo que estaba pegado en la pared del pasillo para ayudarse a reincorporarse, sin embargo, era imposible. No lograba ponerse de pie. La desesperación que sintió hacia su persona hizo que no pudiera contenerse más y comenzó a llorar. El temblor de sus hombros y abdomen por los gimoteos fue evidente para Nagai, que estaba observándolo con expresión de tristeza y dolor. Choromatsu intentaba sostenerse de la pared y ponerse de pie, pero no lo lograba… Fue cuando comprendió entonces la realidad. Ponerse de pie no sería posible jamás.

—No llores, Choromatsu-kun —le dijo con firmeza—. Tienes que seguir luchando… Esto es solo una parte del camino, ¿entiendes? Pero, en este camino, estaremos varias personas apoyándote para aliviar el dolor. Un tropiezo no es una caída permanente, debes volver a levantarte.

Choromatsu no dejaba de llorar, por lo que la mujer no tuvo remedio y accedió a ayudarlo. Ya había aprendido la lección.

—Iré por tu silla de ruedas y te llevaré al baño. No vuelvas a salir solo, y mucho menos de noche. Tienes que estar siempre bajo vigilancia. —La mujer se comportaba como toda una madre que cuidaba de su propio hijo. Quizá era así porque, de no ser porque su hijo había sido un desobedecido imprudente, todavía estaría vivo.

Choromatsu estuvo en el piso llorando en silencio en medio de la oscuridad del pasillo. Al cabo de menos de 5 minutos regresó con su silla de ruedas y con ayuda pudo hacer por fin sus necesidades. Choromatsu se negó a que lo llevaran a su habitación, pues no tenía sueño. La mujer accedió y se retiró confiando en que el joven no intentaría otra cosa riesgosa.

Cuando por fin estuvo fuera de custodia, Choromatsu se dirigió al teléfono del hospital (ya que no contaba desde hace mucho con celular propio) e intento marcar al número de su hermano. Necesitaba verlo con urgencia, no soportaba estar más tiempo solo. Presionar los botones era difícil, la coordinación de sus dedos estaba muy mal, no podía marcar el numero correcto por mucho que lo intentaba, y volvió a derramar más lágrimas. Finalmente, luego de muchos, muchos, muchos minutos, pudo conseguir que su hermano contestara. Eran las 3:00 de la mañana, por lo que obviamente el joven se preocupó.

—Choromatsu-niisan, ¿qué sucede? —preguntó Todomatsu en tono bajito para intentar no despertar a su amigo que dormía en la misma habitación que él. Del otro lado de la línea había únicamente un escalofriante silencio que hizo que se pudiera nervioso. Finalmente pudo escuchar algo tenuemente.
—To… Todo…matsu.
—¡Hermano!, ¿estás bien? —dijo mientras se enderezaba y bajaba los pies de la cama apenas tentando el suelo.
—Ven. S-Solo… ven. Q-Quiero… q-quiero v-verte…
—Aguarda, ¡voy en camino!

Todomatsu salió lo más rápido que pudo de la casa. Se puso el abrigo, la capucha, una bufanda, las zapatillas deportivas y salió camino a la estación. No podía llegar tan rápido como lo deseaba, pero tampoco es que fuera a tardar mucho pues no estaba en casa con sus padres.
Cuando el joven Todomatsu por fin pudo llegar al hospital eran apenas 20 minutos desde que había hablado con su hermano. La preocupación había sido tan grande que ni siquiera se había dado cuenta de que no se había lavado la cara ni que no llevaba ninguna mochila consigo, únicamente algo de dinero en los bolsillos del pantalón.
Sus visitas al hospital eran tan recurrentes que ya ni siquiera necesitaba de una hostigosa revisión antes de acceder al hospital. De hecho, se sorprendió mucho cuando al tomar el ascensor e ir corriendo hasta la habitación de su hermano se encontrara únicamente con la camilla vacía. Estaba desesperado y estaba a punto de salir corriendo a pedir ayuda cuando miró una sombra entre los pasillos, cerca del teléfono. «¡Hermano!», pensó y fue a su dirección.
Los pasillos del hospital estaban fríos y oscuros, siendo éstos alumbrados únicamente por una tenue luz blanquecina. Cada que había movimiento en el hospital se escuchaba la goma de los zapatos rechinar en el piso, lo cual avisaba de la aproximación de quien quiera que sea que viniera de entre la oscuridad. Así fue como Choromatsu divisó a su hermano.

Choromatsu estaba dormido en la silla de ruedas junto al teléfono de la pared, con el pelo revuelto y los ojos hinchados, todavía con rastros de lágrimas en los párpados y mejillas.

—¡Choromatsu-niisan! —corrió a su encuentro. Lo sacudió levemente para despertarlo, temía que le hubiese sucedido algo malo y que nadie se hubiera dado cuenta.
—¿Hmh? —Choromatsu gimió al despertarse. Le dolía la cabeza. Al ver a su hermano entornó los ojos para asegurarse de que era real y no un sueño—. Totty…
—¡Hermano! —lo abrazó con fuerza para después quitarse la bufanda y ponérsela a su Choromatsu con agilidad. Al sentir sus manos y mejillas pudo darse cuenta de que estaba helado. Le hizo preguntarse cuánto tiempo llevaba fuera de la cama—. Choromatsu-niisan, eh, ¿c-cómo estás? ¿Te sientes bien?, ¿por qué no hay nadie contigo? Santo cielo… Vayamos a la cama.
—To-Todo…matsu. —Con un débil agarre detuvo a su hermano de la manga del suéter. No…
—¿Eh?
—Yo… Yo estaba… llorando porque… no p-podía ir a bus-buscarte. Y… solo pude… i-intentar llamar…te. Y sí viniste… —Tras decir aquellas palabras con mucha dificultad se puse de nuevo a llorar entre los brazos de su hermano.

Los ojos de Todomatsu se llenaron de lágrimas. ¿Por qué? ¿Por qué siendo gemelos aquella enfermedad solo había atrapado a uno? Aquella pregunta pasaba constantemente por la mente del más pequeño. «¿Por qué no mejor fui solamente yo?». No había otra cosa más que aceptarlo. Todomatsu acariciaba la cabeza de su hermano con cariño intentando tranquilizarlo un poco; le dolía profundo en el alma ver y sentir el temblor del cuerpo de su hermano bajo su tacto, como si estuviera a punto de romperse. Lo oía sorbiendo la nariz en un intento por calmarse pero luego las lágrimas volvían otra vez, otra vez, otra vez…

—Lo s-siento, Totty… —balbuceó sin dejar de llorar—. S-Solo… te estoy generando m-malos recuerdos… Lo siento.
—¡No digas eso! —Lo abrazó más fuerte—. ¡No es verdad! Tú has causado más alegrías en mí que cualquier otra cosa, hermano. Soy yo quien debería disculparse por no poder hacer otra cosa más que observar… —Una lágrima se escurrió por la mejilla de Todomatsu.
—N-No es tu culpa…
—Y mucho menos tuya. No debes sentirte mal por lo que le pase a mi corazón, porque pase lo que pase, yo voy a estar contigo. ¡Hasta el último momento!, ¿lo entiendes? Así que no vuelvas a disculparte…

Todomatsu se hincó a la altura de su hermano frente a la silla de ruedas y con cuidado le limpió las lágrimas. También él estaba llorando, pero poco le importaba que Choromatsu lo viera. Eran gemelos, y era muy probable que ambos compartieran los mismos sentimientos entre ellos.

—Mírate nomás… —exclamó Todomatsu con mucha pena—. Fuera de la cama a esta hora en invierno… Tus manos están muy frías. Voy a llevarte. —Todomatsu volvió a envolver a su hermano con la bufanda y le puso el suéter que llevaba puesto mientras llegaban a la habitación.
Una vez estando allí por fin pudo ayudarlo a acostarlo en la camilla y a acomodar sus almohadas y cobijas.
—Yo voy a arroparte esta noche… Ya verás qué a gusto vas a dormir.
—Totty…
—Shh… Calla —le dijo mientras lo palpaba acomodando las cobijas sobre de él—. Hablar ahora no te hace bien, vas a quedarte ronco. Hace mucho frío hoy.

Todomatsu siguió haciendo su trabajo, revisando que todo haya quedado en orden, y finalmente se sentó en una orilla de la cama mientras seguía acariciando los cabellos de su hermano. Terminó de limpiar las lágrimas de Choromatsu y él mismo había dejado de llorar también.

—Tienes el cabello largo otra vez… Debería venir mañana a cortarlo. ¿Te parece bien? —dijo, y Choromatsu asintió—. O, mejor, me quedaré aquí esta noche, allí, en el sofá de la esquina. Voy a cuidarte. No te preocupes, no voy a irme sin despedirme… Sostendré tu mano hasta que te duermas, ¿te parece bien? —Esperó a que su hermano asintiera o se negara. Choromatsu asintió con una sonrisa casi imperceptible.

Fue una de las noches más tristes para ambos, sin embargo, teniéndose juntos, creían poder superar cualquier cosa. A Todomatsu le daba la sensación de ver mejor a su hermano de vez en cuando, aunque no era así como el otro se sentía físicamente.

N. de la A.
Este es el primer capítulo que escribo estando fuera de mi casa tanto de esta historia como de otros fanfics que tengo, así que es especial a su manera. Bueno, ya estamos en la parte final de este fanfic, no sé decir cuántos capítulos faltan, pero créanme que no son muchos.
Choromatsu es uno de los sextillizos a quien más adoro ver con cada uno del resto de sus hermanos, por lo que escribir sobre estos dos de una manera mucho más cercana y fraternal hace que el corazón se me derrita... Tanto Choromatsu como Totty son extremadamente nobles y responsables cada uno a su manera y me encanta. También creo que he llegado a sentir mucho el dolor de los chicos al abandonar la escuela y alejarse de todo y de todos, porque a mí me sucedió lo mismo, y a pesar de los años no he podido dejar de sentirme sola, aunque suelo estar rodeada de personas. No quería admitirlo, pero siento envidia por quienes tienen un círculo grande amigos. En fin, son solo algunos de mis sentimientos mezclados en un montón de letras.
Gracias por su apoyo, ¡nos leemos en esta y en otras de mis historias!