"Noir" (Una historia de Touhou Project).
Capítulo 1: El silencio de los inocentes.
Las bajas temperaturas del exterior reinaban entre los campos cubiertos de nieve marfileña mientras el viento soplaba de una forma gélida en el bosque, del cual, en pleno invierno de año nuevo, estaba vestido de blanco.
En medio de los árboles, en una habitación de una mansión victoriana con rosales blancos casi camuflándose en medio del blanco paisaje, se encontraba una pequeña niña de cabello rubio bellamente ondulado, tez blanca como la porcelana con un par de mejillas de amapolas, un par de hermosos ojos rojos mirando hacia el cielo estrellado a través de una ventana con cristal, sosteniendo con sus pequeñas manos su conejo de peluche, vistiendo una bata blanca de manga larga hasta la altura de las rodillas, siendo la derecha vendada y casi del mismo color de sus iris si uno ignorara las sábanas y cobijas de algodón con completa facilidad, además de una vela dentro de una lámpara de aceite.
La infanta no era mayor que cualquier niño promedio, sino como unos cinco o seis años de edad; al abrir la puerta, una joven niña un poco mayor había entrado y tenía el pelo azulado y vestía una pijama blanca, sólo que ella portaba lentes cubriendo casi por completo las pequeñas ojeras escritas debajo de sus ojos a causa de dormirse tarde gracias al estrés en sus estudios.
"¿Cómo te sientes?, preguntó la chica mayor, ¿Bien, Flan?".
La niña asintió con la cabeza y fijó su mirada a su hermana mayor, Remilia; la pequeña empezó a guardar sus lápices de colores y su libro lleno de dibujos y garabatos hechos por ella misma para acomodarse en su cama y recibir su beso de las buenas noches.
"¿Sabes cómo son las estrellas, hermana?" dijo por primera vez Flandre (el cual es el nombre de una de nuestras jóvenes protagonistas de esta historia).
"Las estrellas en el cielo parpadean como si estuvieran hablando, me acuerdo de eso, complementó Remilia con una pequeña sonrisa y se sentó al lado de su pequeña hermana menor cerca de una lámpara de cristal con una vela adentro, hasta que finalmente se acuesta con ella, ¿Por qué, Flan?".
"Si te lo digo no es que no sea tan necia, agregó la rubia mirando hacia el techo; lo que pasa es porque Patchy me enseñó a través del telescopio un par de hermosas estrellas dibujando un cometa".
"Son constelaciones" respondió Remilia, pues su argumento es más una aclaración que una pregunta.
"Ah, ya entiendo, agregó Flandre al fijar su vista en el cielo, pero… ¿tú crees que una de esas estrellas podría ser mamá?".
"Sí…supongo" contestó Remilia, pero ante esa pregunta formulada por la rubia hubo un silencio muerto, abrumando el tranquilo ambiente contrastante al relieve invernal; sólo el sonido de las manecillas del reloj retocando en el cuarto, de las ramas de los árboles chocándose con delicadeza entre sí y en medio de las paredes y ventanas de la casa, un piano tocando en medio de la calma por algún músico de una de las moradas del callejón colonial de Baker Street, y la leña ardiendo de modo audaz y sereno en la chimenea de la sala familiar acompañado del dulce y amargo aroma del café fueron los primeros en ser invitados a dar una serenata llena de calma y nostalgia.
Ninguna de las dos hermanas habló, hasta el punto de quedarse calladas y no decir una palabra cuando Flandre mencionó a su madre fallecida. Extrañaba aquellos tiempos en donde la guerra civil de Southfield y Whitechapel no podría arribarse a Londres, en donde su madre les contaba cuentos antes de irse a dormir sobre un ángel que floreció en una noche de luna llena en medio de un campo de rosas del mismo tono de la nieve y el reflejo plateado del astro vecino como si de un espejo se tratase, cuya voz ya no era más que un susurro del corazón de dos niñas inocentes como para saber el precio de lo mucho que había perdido a su familiar.
Afortunadamente, Patchouli, la bibliotecaria de la una vez ilustre familia Scarlet y la mejor amiga de Remilia, comenzó a cuidar de las infantas y enseñarles lo necesario a pesar de su decadente salud a causa de su asma y anemia, incluso dándole consejos a la mayor de éstas en caso de tener alguna duda.
De repente, Remilia se aclaró la garganta y dijo: "No te preocupes, todo va a estar bien. Sólo fue un mal sabor de boca" y al decir aquello, Flandre sacó de su almohada un libro con una hermosa portada roja y se lo da hacia su mayor, quien comenzó a sentarse en la silla de pino blanco y con un tapiz color salmón, comenzando a relatar la siguiente historia:
Hace mucho tiempo, hubo una hermosa joven vistiendo sus bellísimos trajes de seda y oro esperando la llegada de su amado príncipe en medio de una boda llena de lujos y lirios de perla; se unieron a la luz del sol y se prometieron de blanco a estar juntos hasta el día de su muerte, jurándose amor eterno y ser felices al momento de que su amado llegara a tiempo, vistiéndose elegantemente de zafiro y lapislázuli.
Aquel acto solemne fue una bella boda de cuentos de hadas cuando ambos jóvenes finalmente pudieron casarse, culminando de un tierno beso de amor verdadero en medio de una lluvia de arroz, pero nadie se dio cuenta que en medio de un campo de lirios albinos de plata había brotado una rosa de un carmín tan profundo como los pétalos aterciopelados de las amapolas, siendo acompañada de un reloj de bolsillo dorado como los finos rayos del Sol.
Esa misma noche, mientras la joven princesa se alistaba para ser coronada como la nueva duquesa del reino cercano al otro lado del mar, alguien había dejado un rosal azul como el cielo en un jarrón de porcelana junto con una carta sellada con un estampado de coral en medio de la preparación de ser la nueva gobernante de ese pintoresco pueblo.
La joven reina, llena de curiosidad, decidió abrir el sobre sin saber de lo que podría pasar en lo que pudo ser su noche de ensueño; por primera vez, con la sombra de la tristeza escrita en sus ojos oceánicos, la esposa del príncipe conoció en persona a la preocupación al ver las siguientes palabras: "te esperaré en el jardín de rosas en donde nos conocimos, amor"; sabiendo que su amado podría estar en peligro, la duquesa corrió a toda prisa, sólo para después ver su cuerpo durmiendo en medio de las flores, las cuales solían ser blancas.
Se dio cuenta que su matrimonio dio un giro inesperado cuando la voz de una joven mujer le dice: "Tal vez ya no puedo verte otra vez, pero en cualquier lugar, en mi mente o en mi corazón, tú y yo ahora estaremos juntas hasta el final, hermana".
Desde esa noche, la hermana gemela de la monarca y ésta desaparecieron, dejando sólo un camino de rojo, dando así el nacimiento de los rosales que alguna vez eran de nieve y ahora son de rubí….
"¿Pero qué pasó con ellas, Remi?" preguntó Flandre al terminar de escuchar el último párrafo del cuento.
"No estoy segura de eso, contestó confundida la nombrada luego de darse cuenta que no estaba la última página, pero es muy probable que las dos hermanas puedan tener un final digno, porque este está roto".
La pequeña de cabello rubio soltó una risita y se acomodó en su cama, Remilia se acercó para arroparla, deja el libro en el buró y le da a la niña un beso en su frente, ya para dirigirse hacia su cuarto.
Antes de hacerlo, Flandre dijo lo siguiente:
"Buenas noches, hermana".
"Descansa, Flan" respondió tiernamente Remilia, cerrando la puerta después de que la mencionada cerrara sus ojos y se durmiera profundamente.
Remilia podría haber sido la mejor hermana mayor para Flandre, pero sabiendo que sería una tarea imposible no dejaría de quererla al ser la única en su familia quien no la había juzgado nunca en su joven vida y porque ella merece una segunda oportunidad de tener una relación fraternal lleno de calma y serenidad como tanto había deseado en su labor como hermana mayor.
