Bittersweet Symphony

Una puerta se abría ante el giro de la llave que Yuuko tenía en su mano, hecho que la hizo sonreír con satisfacción. Sin esperar a que esta se abriera por completo, Natsuki se adentró en aquella casa y, una vez dentro, inhaló profundamente.

—¡Bienvenida a nuestro nuevo hogar! —exclamó abriendo sus brazos.

—¿Era necesario hacer esto? —reclamó Yuuko, aunque su tono era de una innegable alegría—. Salir y volver a entrar como si fuera la primera vez, pese a que ya acomodamos nuestras cosas.

—Diciéndolo así, omitiendo que salimos a almorzar, no suena tan bien como la sonrisa en tu cara muestra.

—Tú nunca cambias.

Yuuko rodó los ojos negando con la cabeza, sin borrar la sonrisa de su rostro. Girando su mirada, reparó en una chimenea eléctrica que estaba empotrada en una de las paredes. Sobre esta había un cuadro con una foto de ellas dos, vestidas de novias, sonriendo a la cámara con sus manos entrelazadas. Junto al cuadro había un reloj. La rubia levantó su mano izquierda para tomar el cuadro, y entonces notó que su dedo anular estaba adornado con un anillo plateado. Natsuki se acercó a ella por la espalda, la envolvió en sus brazos y besó su mejilla de forma cariñosa y juguetona.

—Tanto que decías que nunca te casarías conmigo, y mírate ahora —comentó.

—Aún me cuesta creerlo. Esto… —Un vistazo al reloj le hizo entender todo. Pese a la naturalidad de sus acciones, no tenía recuerdos de la ceremonia nupcial, ni de lo que hacía instantes antes de entrar a su "nuevo hogar". Supuestamente habían salido a almorzar, pero el reloj marcaba las 8—. Esto es un sueño, ¿verdad? —preguntó sin esconder la desilusión en su voz.

Natsuki apretó el abrazo y volvió a besar la mejilla de Yuuko.

—No pienses en ello y disfrutemos lo que queda de la noche.

Había un cierto tono sugestivo en la voz de la guitarrista.

—No voy a tener esa clase de sueños contigo, ni siquiera en este contexto.

—No me refería a eso, pervertida —recriminó Natsuki manteniendo el tono juguetón—, aunque no opondré resistencia si cambias de parecer antes de que suene el despertador.

—Ja, ja, muy graciosa.

Yuuko hizo un mohín oyendo la risa de Natsuki. Girándose para encararla, acercó su rostro y depositó un suave beso en sus labios.

—Vaya, hoy estás más cariñosa que de costumbre —comentó la guitarrista con una sonrisa.

—Solo aprovecho la oportunidad antes de volver a la realidad.

—Deberías aprovechar también la oportunidad de que mi yo real está junto a ti hoy. Solo de ti depende que este sueño se haga realidad.

Yuuko iba a protestar, pero el despertador sonó. Todo se desvaneció a excepción de Natsuki, quien cerró sus ojos al estar su versión real aún dormida. Ambas estaban abrazadas frente a frente, envueltas en las sábanas. Con cuidado, la rubia se liberó de los brazos de la otra chica, apagó la alarma y se sentó en el borde de la cama. El recuerdo de su sueño seguía fresco en mente, lo que, sumado el hecho de tener a la guitarrista en su cama, le hizo cuestionarse si no seguía soñando. De forma delicada, acarició la mejilla de Natsuki, quien sonrió en su sueño.

—Sea o no un sueño, tengo que prepararme para ir a la universidad —se dijo antes de levantarse.


Un agradable olor llenó el ambiente en la residencia. Natsuki se incorporó olfateando el aire en busca de la fuente de dicho olor, aún con sus ojos cerrados. Su estómago rugió, señal de que debía levantarse, por lo que abrió los ojos. La extrañeza inicial fue seguida por la realización del lugar en que se hallaba, así como de las circunstancias que la llevaron a hospedarse ahí. Viendo la hora, supuso que su anfitriona aún no se había ido a la universidad, así que decidió ir a saludarla y ver si podían desayunar juntas.

Al asomarse en la sala, notó que Yuuko estaba en la cocina, de espaldas, vigilando la estufa. Por un instante la idea de asustarla cruzó por su mente, pero la descartó de inmediato. Cabía la posibilidad de que su reacción causara un accidente y eso era algo que Natsuki no quería hacer por nada del mundo.

—Buenos días. Qué bien huele —observó acercándose con lentitud.

—Creí que aún no despertabas, bella durmiente —dijo Yuuko sin despegar la mirada de los alimentos que estaba preparando.

Natsuki quedó algo perpleja ante estas palabras. Aún no terminaba de acostumbrarse a aquellos halagos que Yuuko había comenzado a hacerle en las semanas anteriores.

—Veo que te levantaste de buen humor.

Yuuko se encogió de hombros.

—Tuve un buen sueño. Uno del que aún no sé si ya desperté realmente.

La guitarrista sonrió, tomó una de las sillas que rodean la isla que separa la cocina de la sala, y se sentó ahí. Minutos después, Yuuko colocó frente a ella un omurice y una taza de café.

—Gracias por ahorrarme el esfuerzo de asaltar tu refrigerador —comentó risueña.

—No hay de qué.

Con una sonrisa, Yuuko colocó un segundo plato y otra taza sobre la isla y se sentó para consumirlos. Un cómodo silencio se hizo entre ambas, haciendo de su desayuno un ensoñador momento de paz y disfrute de la compañía mutua que rara vez experimentaban. Miradas y sonrisas fueron toda la comunicación que necesitaron.

La rubia fue la primera de las dos en terminar su desayuno. Debido a que tenía algo de prisa, se apresuró a terminar de arreglarse para salir. Fue al cuarto, tomó su teléfono y lo guardó en su bolsillo sin revisarlo, luego tomó unas llaves y las dejó sobre la isla junto a Natsuki.

—Cierra con llave cuando salgas —ordenó y, para sorpresa de la guitarrista, besó su mejilla a modo de despedida—. Nos vemos.

Natsuki, viendo a Yuuko salir de la residencia, llevó su mano a la mejilla en la que instantes antes su anfitriona había puesto sus labios. Podría jurar que aún sentía esa calidez del contacto. Una sonrisa iluminó su rostro. Sus inseguridades acerca de no ser suficiente para ella por no poder compararse con Kaori cedieron, y se permitió ilusionarse con ser más que su amiga.

Por su parte, Yuuko caminaba de prisa. Su corazón latía desbocado, aunque no sabía a ciencia cierta si por el paso apresurado que llevaba o por haber besado la mejilla de Natsuki. Aquel sueño seguía vívido en su mente, invadiendo sus pensamientos de tanto en cuando, algo contra lo que se enfrentaba su sentido de la responsabilidad. No querer llegar tarde era lo que la hacía moverse, aunque quería detenerse y ordenar su cabeza, saber qué fue parte del sueño y qué no. Por supuesto, no se arrepentía de haber besado a Natsuki, pero sí dudaba de la reacción de ella. No quería que lo que coronaba aquella noche que pasaron juntas fuera un motivo para arruinarla.

Llegó al salón. Según marcaba su reloj, faltaban cerca de cinco minutos para que la clase iniciara. Se extrañó de no ver a Miyuki, pero supuso que no tardaría en llegar. Volvió a revisar el reloj para cerciorarse de estar despierta. Todo en orden. Teniendo aquellos minutos de sobra, se permitió rememorar lo que vivió de forma consciente e inconsciente durante las horas previas. Fue entonces que decidió, dependiendo de cómo Natsuki haya reaccionado, declararse a la primera oportunidad que tuviera.

Miyuki entró justo antes de que el profesor de la asignatura lo hiciera. Respiró profundamente antes de tomar asiento junto a Yuuko. Notó la sonrisa de la rubia y, asumiendo que ella y Natsuki pasaron una muy buena noche, las envidió por esa felicidad de la que ahora ella carecía.

Yuuko notó que había algo raro en la bajista. Sus ojos tenían matices rojizos y tenía ojeras bajo estos. La curiosidad comenzó a carcomerla, pero debía ser prudente. "¿Era algo que afectara a la banda?" se preguntó, extrañada de la actitud de Natsuki. De ser así, ella aún no se habría enterado. Parecía que la declaración tendría que esperar.

—¿Todo bien, Tsujimoto? —preguntó una vez que la clase finalizó. Miyuki guardó silencio—. Puedes contar conmigo para lo que necesites. Estoy aquí si quieres desahogarte.

La bajista dio un largo suspiro.

—Te lo agradezco, pero ahora no tengo ganas de hablar.

Sin poder hacer más, Yuuko puso una mano en el hombro de Miyuki.

—Cuando quieras, ahí estaré.


Nozomi estaba algo extrañada de no haber visto a Natsuki en la estación. Teniendo su primera clase del día a media mañana, y estando cerca de finalizar el primer semestre, la idea de que ella se hubiera quedado dormida era casi improbable. La flautista marcó su número mientras esperaba la llegada del metro. Para su alivio, la guitarrista contestó.

—¿Dónde estás, Natsuki? El metro no tarda en llegar.

Una risa nerviosa y alegre fue su respuesta.

Ya estoy en la universidad. Perdón por no avisarte. No pasé la noche en casa, sino con Yuuko, así que no te pude acompañar hoy en el metro.

—Con Yuuko, ¿eh?

El tono sugestivo de la flautista hizo sonrojar a la guitarrista.

Juro que no pasó nada de lo que estás pensando. Solo dormimos juntas, literalmente. Apenas y me dio un beso en la mejilla al despedirse de mí cuando salía a su primera clase.

—¡¿En serio?! —La emoción en la voz de Nozomi fue tal que la mayoría de los transeúntes en la estación giraron a verla. Del otro lado de la línea, Natsuki tuvo que alejarse el teléfono de su oreja—. Eso es un gran avance. Te lo dije, a ella le gustas.

La guitarrista puso, de nuevo, su mano sobre la mejilla.

—Estoy comenzando a creer que tienes razón —dijo sin borrar la sonrisa de su rostro—. Quizás sea el momento de arriesgarme, pero será tu culpa si resulto con el corazón roto. —Ambas amigas, en la distancia, rieron ante aquel comentario. Justo en ese instante, Natsuki escuchó que una voz masculina la llamaba—. Disculpa, debo colgar.

No hay problema. Te veo allá.

Natsuki guardó su teléfono y giró al encuentro de la persona que la llamaba.

—¿Pasa algo, Yamazaki? —preguntó al ver la expresión triste del baterista.

—Lamento ser portador de malas noticias y arruinar tu día luego de la maravillosa noche que pasaste con Yoshikawa, pero debo decirlo ahora. Miyuki renunció a la banda.

El rostro de la guitarrista se alteró. Su sonrisa se esfumó, al igual que el brillo en sus ojos. Le costaba creer que el fatídico día para el que se estaba preparando hubiera llegado justo después de uno de los mejores días de su vida.

—¿Por qué? —preguntó casi sin aliento.

—No sé si ya pueda revelar sus razones, pero te aseguro que eso no era lo que ella quería hacer.

—Pero lo hizo de todas formas. Y me sienta mal porque me confié y creí que ella ya había resuelto lo que sea que la esté atormentando.

—Eso también la tomó por sorpresa a ella —replicó Hibuki, al borde de las lágrimas, apersonándose del dolor de su mejor amiga.

Natsuki dio un largo suspiro, intentando calmar la frustración que sentía en ese instante.

—¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora?

—Déjame pensarlo, déjame sobreponerme a esto. No quiero tomar una decisión en caliente.

En un arrebato, Natsuki envolvió en sus brazos a Hibuki. Estaba molesta y frustrada con la situación, pero entendía que él era quien estaba llevando la peor parte. Era el mismo dolor que sufrió cuando Nozomi hizo lo mismo en Kitauji, y la misma incertidumbre respecto al futuro. Él, en silencio, agradeció el cálido gesto que ella le dio.


Yuuko caminaba pensativa por el campus de la universidad. La actitud de Miyuki en la mañana le causaba curiosidad, y se preguntaba si Natsuki tenía más información acerca de lo sucedido. Natsuki también le preocupaba. No se habían comunicado desde la mañana, así que seguía con la incertidumbre acerca de cómo se habría tomado el beso en la mejilla que le dio. La rubia iba tan metida en sus pensamientos que no notó que había alguien de pie frente a ella, dándole la espalda, por lo que el impacto, aunque suave, fue inevitable.

—Disculpa, estaba distraída… ¿Natsuki?

En efecto, la chica en la que estaba pensando estaba frente a ella, aunque la expresión de su rostro reflejaba todo menos felicidad.

—Yuuko —pronunció con voz profunda, lo que puso nerviosa a la mencionada.

—Si estás enojada por el beso en la mejilla, ¡discúlpame! No estaba completamente despierta y creí que aún estaba en el sueño en el que tú y yo nos…

La guitarrista puso su dedo índice sobre los labios de la rubia. Su rostro se suavizó un poco.

—No estoy enojada contigo, y menos lo estaría porque me des muestras físicas de afecto. —Aunque la próxima vez puedes dármelo en los labios, pensó—. Tengo bastantes sentimientos acumulados debido a que Tsujimoto renunció a la banda.

Natsuki bajó su mano, mientras que Yuuko abría su boca, esta vez con asombro.

—Entonces por eso actuaba tan extraño en la mañana —murmuró.

—¿Extraño?

—Sí, estaba desanimada, sin ganas de conversar, y a duras penas ponía atención en clase. Además, parecía que estuvo llorando toda la noche.

Natsuki apretó con fuerza los puños, llevada por la frustración que sentía. Su lado más irracional quería buscar a Miyuki y reclamarle por irse así nada más, pero su razón le indicaba que eso empeoraría las cosas, y que algo muy grave debió de sucederle la noche anterior para haber tomado esa decisión.

—Maldita sea —murmuró—. Ojalá hubiera podido ganarme su confianza a tiempo para, al menos, saber la historia completa.

La rabia en su voz era tal que Yuuko se seguía sintiendo intimidada, creyendo que cualquier cosa que pudiera decir o hacer sería el detonante para que ella estallara.

—Creo que mejor te dejo en paz —dijo y quiso alejarse, pero Natsuki sujetó su muñeca antes de que pudiera dar un paso.

—No —pidió envolviéndola en sus brazos—. No me dejes en paz, sé mi paz.

Yuuko suspiró aliviada y correspondió el abrazo, acariciando la espalda de la guitarrista buscando relajarla. Ambas permanecieron abrazadas durante varios minutos en silencio. Natsuki sollozó en un par de momentos, en los cuales su compañera apretaba más el abrazo.

—Deberías dejarlo salir —comentó la rubia—. No tiene nada de malo llorar cuando la situación nos sobrepasa.

—Se supone que soy la más fuerte de las dos —protestó la joven Nakagawa, sonriendo por primera vez en ese lapso.

—Llorar no es signo de debilidad, tonta. Que dejes salir un par de lágrimas no te hace más débil, ni retenerlas te hace más fuerte.

Natsuki negó con la cabeza, separándose un poco de Yuuko, aún teniendo los brazos apoyados en sus hombros.

—Gracias, Yuuko. Nunca antes había necesitado tanto un abrazo como ahora.

—No es nada. Es lo menos que puedo hacer, aunque a veces sienta que es lo único. Siento que en esta situación podría hacer algo más, pero no se me ocurre qué.

Natsuki sonrió y acarició la mejilla de Yuuko.

—No te mortifiques tanto por esto. Agradezco cualquier mínimo detalle que puedas hacer. Viniendo de ti, es de mucha ayuda.

Yuuko se permitió sonreír y volvió a cerrar el abrazo por un instante antes de separarse por completo.

—Bien, me daré por satisfecha al ver que te hice sentir mejor y estás relajada. Das miedo cuando te enojas en serio.

Ambas rieron ante aquel comentario.

—Por cierto, antes de que se me olvide… —Natsuki sacó de su bolsillo las llaves que Yuuko le dio en la mañana, tendiéndoselas a su dueña—. Toma, y gracias por hospedarme.

—Consérvalas. Tengo otra copia. Cuando necesites un lugar donde quedarte, eres más que bienvenida.

Ambas se sonrieron y ondearon sus manos en señal de despedida antes de caminar en direcciones opuestas. Yuuko aún tenía en mente la idea de que podría hacer algo más, y por ello se decidió a intentar averiguar las verdaderas razones de la renuncia de Miyuki.