Participación mayoritaria de personajes: Kagura, Naraku, Kikyō.
Participación minoritaria de personajes: Sesshōmaru, InuYasha, Kagome.
.
.
.
Capítulo 48.
Naraku había tomado el corazón de Kagura entre sus manos y lo había apretado con tanta fuerza y a tal punto que, aun estando ella físicamente lejos de él, había logrado matarla por dentro.
Con la muerte de Bankotsu, había acabado con sus ilusiones, con sus aspiraciones, con su sonrisa, con sus bromas grises, con su mínima complicidad, con su brillo en los ojos, con sus ganas de vivir y de ser libre; Naraku simplemente había dejado ir esas balas también contra la mujer que él consideraba su otro yo, pero con ovarios. Desde que aquello había pasado, contrario a todas sus dudas iniciales, Kagura no había hecho una sola cosa por engañarlo, por hablarle mal o por tratar de escapar. Ella ya ni siquiera entraba a su despacho sin tocar, no la había visto comer, había descuidado su cabello y sus característicos labios rojos ahora solo eran un recuerdo. Siguió jugando con la pluma sobre su escritorio. Cada día después de que ella se reportara y hablaran estrictamente sobre trabajo, llamaba a su guardia para preguntarle sobre su comportamiento, si notaba algo distinto, si ella parecía llevar una doble vida, si trataba de hacer algo para distraerlo, si parecía querer escapar, pero la respuesta seguía siendo la misma: no.
No pasaba nada.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Por supuesto que no volvería a ser la misma.
Cualquier persona con sentido común se daría cuenta perfectamente de su situación, de lo mucho que le estaba costando y de los pedazos que apenas quedaban de la mujer que alguna vez fue. Ya no sentía dolor, ni culpa, ni pena; pensaba que, si había un más allá, le esperaba el infierno cuando muriera y si no, pues su vida se acabaría y jamás sabría lo que era ser libre. No negaba que al principio la presencia de su verdugo, Kyokotsu, había sido venenosa y asfixiante, especialmente porque le recordaba a la trágica muerte de Ban, pero después solo se había acostumbrado y, si es sincera, tampoco le importaba, no tenía nada que ocultar.
Ni siquiera su desnudez.
Suspiró hondo cuando le quitó a la mujer sus esposas junto con el saco negro, presentándola una vez más frente a ese lúgubre lugar. De alguna manera, para Higurashi, era como volver al día en que había revivido toda esa mierda hacía varios meses que más parecían años, pero decidió seguir firme. No había marcha atrás.
Cuando Kagura había recogido a Kikyō tres cuadras más allá del café de siempre, no le había dicho absolutamente nada; de hecho, quien hablaba solo era Kyokotsu, quien la saludó muy cordialmente mientras ambas miradas se encontraban solo un momento. Kikyō pudo notar en esos orbes rojos cómo todo se había apagado, casi la vida misma, era escalofriante; después del escáner que le hizo, no supo si se arriesgaba de nuevo para nada, pero entre la puerta abierta de la camioneta y el recuerdo de Sesshōmaru respirándole en la nuca, su cuerpo actuó sin pensarlo.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Cuando alzó la mirada, Kikyō ya estaba entrando por su puerta.
Naraku tuvo que ponerse de pie ante la nueva presencia, sintiendo algo que no pudo explicar bien, pero que expresó con la mayor frialdad posible, sin poder controlarlo. Kikyō, por su parte, lucía rígida como una zanahoria, pero por dentro su pecho iba a explotar y el corazón caería directo a los pies de él, palpitando y ensangrentado; ¿cómo diablos se había atrevido a volver ahí? El estómago se le retorcía mil veces, los párpados temblaban solos y las ganas de llorar se hacían cada vez más insistentes. No estaba ahí porque le apetecía, sino porque no tenía opción, nada de lo que ellos habían sido un día seguía vivo y le dolía, porque estaba consciente de que jamás sería posible; las salidas al parque, los helados de vainilla, sus encuentros casuales en el callejón donde se habían conocido, los regalos que se habían dado, la primera cita, cada vez que hicieron el amor, su sarcástico apodo «dulzura», las sonrisas que le sacó solo con sus comentarios, los besos, las caricias, los abrazos, las toallas, las cintas, el hijo que jamás nació… No había nada. Ahora ambos eran personas destruidas, oscuras, corruptas, egoístas, peligrosas, incluso. Dolía una y mil veces que ese resquicio de cariño ahora se aferrara a lo que pudo ser o a los recuerdos, pero se dijo a sí misma que necesitaría tiempo para arrancarse hasta la última fibra de sentimiento por Naraku.
Todo eso mientras sus miradas no se soltaban, ni siquiera por un segundo.
—Entonces debo… ¿esperar a que se te de la gana de hablar? —Decidió empezar, claro, de forma bastante delicada.
La burbuja de Kikyō se rompió, dando paso a una risita burlona y cerrando la puerta para obtener privacidad.
—Buen día, sí, después de que mataras a tu mejor amigo en mi cara —le dijo, rencorosa, su voz se oía amargada. Cruzó los brazos sobre el pecho.
Había una distancia considerable entre ambos. Hablar después de todo lo que había pasado no era precisamente fácil.
—Oh —usó un falso tono condescendiente. Era obvio que entre ellos ya no existía nada, así que solo quería saber qué carajo hacia allí—, lo lamento, ¿quieres que te pague la terapia para superar el trauma? —Inquirió con la misma intención sarcástica.
—Eres un estúpido —hasta se sintió tonta diciendo algo que sabía que no tendría peso alguno sobre él.
—No seas hipócrita —le recriminó, dándose la vuelta para dirigirse al minibar—, como si no supieras que en este medio mueren personas a diario.
—¿Por celos? —Ladeó el rostro—. Vaya, no sabía que todos los jefes de la mafia matan a la gente por acostarse con su secretaria.
Dándole la espalda, Naraku inspiró aire profundamente y se llevó el trago a la boca.
—No voy a explicarte una mierda, así que piensa lo que se te dé la gana —sentenció, volviendo a darle atención después de servirse más alcohol—. Solo quiero que me digas qué diablos haces aquí y luego te largues.
Kikyō sorbió su nariz por la picazón que las ganas de llorar le estaban provocando, pero se puso perfectamente en poco tiempo, alzando la quijada, orgullosa y decidida a hablar lo que tenía que hablar. Metió las manos en los bolsillos de su gran abrigo negro para estar lista y soltó la bomba.
—Vengo a unirme a tu organización.
Se formó un silencio inmediato entre los dos que no duró demasiado, porque Naraku quiso evitarlo soltando una risa burlona mientras abría su cajón, sacaba su arma y cruzaba la estancia hasta apuntarla directamente a la pelinegra.
—Debí recordar que las perras como tú acostumbran a hablar cada mierda que pasa por su reducido cerebro —soltó entre dientes, haciendo una mueca de asco—. Dime ahora mismo de qué se trata todo este teatro. —Si había algo que no iba a tolerar eran esos juegos idiotas que no venían a cuento.
Sin esperarlo, Kikyō sacó de su bolsillo un pequeño revólver que, de la misma forma, apuntó justo a la frente de Tatewaki, quien hizo una nota mental para despedir al idiota que no requisó a esa mujer y la dejó entrar con una maldita arma hasta su despacho. Las miradas se retaron, aunque era obvio que la femenina todavía tenía miedo, sin embargo, aquel ejercicio ayudaba a que todo fuera resultando menos complicado. Los segundos pasaron y ambos brazos seguían estirados completamente, ninguno parecía tener ganas de ceder.
—Baja tu maldita arma —le sugirió, ladeando la cabeza—, porque poco me importa ahora mismo todo —de verdad que no le importaba, incluso si moría, ya estaba lista para cualquier cosa, ya que, todas formas, su vida estaba completamente arruinada—, así que moriríamos los dos y sería maravilloso —sonrió, irónica, no pudiendo evitar que sus párpados salten.
El dedo pulgar masculino quitó el seguro del arma, amenazándola, pero ella respondió con el mismo gesto.
—Morirá quien dispare más rápido —le dijo con tono sabiondo, dejando en claro que él era el experto allí.
—Pruébame —lo retó, dispuesta a todo—. Recuerda que tú le ordenaste a Kagura que me entrene —devolvió, haciéndolo maldecir por lo contraproducente que eso parecía en ese momento—, aunque, claro, a mí me dijiste que era una forma de hacerla pasar tiempo con alguien más que no fueras tú. Era mentira, ¿verdad? Como todo lo que me has dicho desde el maldito día en que nos conocimos —su voz tembló—. Hasta tus mensajes por WhatsApp eran una mentira, seguro ni siquiera los escribías tú —negó con la cabeza cuando notó en los gestos de él que era verdad. Pensaba que no podía decepcionarse más, pero Naraku siempre sorprendía—, eres increíble —todo lo que sabía en ese momento era fruto de cómo había conectado las cosas, de sus horas de reflexión e iluminación, de la venda caída—. Y no te preocupes, nada de esto me lo dijo ella —aclaró, por si querría castigar a Toriyama por eso—, todo esto lo deduje porque te conozco.
No le quedó más opción que bajar su calibre treinta y ocho y volver detrás de su escritorio; algo quería la perra y de seguro tenía que escucharla para tomar una decisión.
—Deja de mentir y ya dime por qué estás aquí —se sentó de nuevo para prender un habano mientras Kikyō lo miraba desde adelante, sin haber dado un paso más.
—No voy a repetirlo —rodó los ojos, negando con la cabeza. Obviamente, él ya había escuchado.
—Nada de esto tiene sentido para mí —refutó. Cómo odiaba que ella estuviera en una mínima posición de razón sobre él, cómo odiaba que ahora que era obvio que no habría nada entre ellos, pareciera que Kikyō seguía intentando controlarlo. Le causaba violencia.
—Ay, por favor, no seas hipócrita —le devolvió el golpe, fue a posta y él lo supo. El tono femenino también sonaba rudo—, tienes claro por qué estoy aquí —empezó a subir el tono de voz, respirando cada vez más fuerte—, ¡sabías que la policía me tenía en la mira desde quién sabe cuándo y no dijiste nada!
—¡¿La policía te está siguiendo?! —Se puso de pie inmediatamente, abriendo los ojos hasta que dolieron. ¿Los habían seguido? ¡Qué mierda!
—Ya no, al parecer —se dio cuenta de lo que estaba pensando y trató de relajar los ánimos cuando lo vio ahí, imponente e histérico, a punto de registrar un ataque—, pero supongo que eventualmente, volverán.
¡Ese maldito de Taishō! Y aunque aquello ciertamente lo tranquilizaba un poco, la sensación incomoda seguía allí. Después de todo, Kikyō sí tenía buenas razones para aparecer.
—Entonces quieres mi protección, ¿no? —Ahora los papeles parecían cambiar.
—No, no te confundas, Naraku —negó con la cabeza y sonrió—, en realidad, ambos nos necesitamos —alzó ambas cejas y por fin caminó un poco más hacia él.
—¿Qué es lo que quieres exactamente? —Esa reunión parecía eterna, francamente.
—Nada del otro mundo —se sentó con mucha precaución. Ahora los dos estaban en una posición de igualdad muy palpable y eso, aunque fuera demasiado tarde, le daba gusto por sí misma—. ¿Recuerdas cuando ofreciste comprarme acciones en una empresa? —Tatewaki arrugó las cejas, confundido y no recordando lo recién citado—. Creo que es hora de aceptar la oferta.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
—Nos vemos entonces, pequeño —sonrió amplia y genuinamente, haciendo una señal de adiós a la pantalla—. Pórtate bien con mamá y papá, ¿sí?
—¡Siempre lo hago! —Sonrió, orgulloso de sí mismo—. Adiós, Kagome, ¡los quiero!
La azabache le lanzó un beso enorme y pocos segundos después, la conexión se cortó, dando paso a una pantalla que mostraba la aplicación de Skype y otro par de programas abiertos. La voz de InuYasha todavía se escuchaba tenuemente en la habitación hablando con su compañero de trabajo. La joven suspiró hondo y se quedó recordando unos segundos los mejores momentos de la videollamada con el pequeño Shippō; sabía que cuando InuYasha se marchara, extrañaría a mares compartir esas actividades con él en el orfanato, llamar a Shippō o visitarlo en su nuevo hogar. Bajó la mirada, apenada, pero trató de quitar esos pensamientos rápidamente de su cabeza. La llamada de InuYasha había entrado poco antes de que se despidiera del pequeño, abandonando el espacio junto a ella y la cámara, dejándola sola, aunque para nada incómoda, claramente, sin embargo, todavía tenía que decirle a su novio lo que llevaba rondando en su cabeza desde que abrió la laptop sobre la mesa. Suspiró hondo y centró su mirada hacia un lado, descifrando los sonidos que parecían indicar que Taishō dejaba de hablar y abría la puerta de su habitación.
—¿Ya terminó? ¿Cómo ha ido? —Inquirió, algo decepcionado por haber llegado tarde.
—Todo está bien —sonrió, intentando animarlo—. No te preocupes, hablaste con él un buen tiempo.
InuYasha asintió, sentándose a su lado y sumiéndose en un extraño silencio que no pudo parar, porque cada vez parecía más adecuado. Estaba consciente de que Kagome quería decirle algo, lo notaba por su expresión y sus gestos, por cómo se inclinaba hacía él casi sin pensarlo y pestañeaba varias veces con los ojos fijos en él.
—Deberías decirle a Shippō que te vas —soltó por fin, entrelazando los dedos de ambas manos, nerviosa.
Tragó duro, sintiendo que ahora el corazón se le empezaba a acelerar. Sabía que quedaba el Skype y otras redes, pero era importante que el niño lo supiera y claro que estaba consciente de eso, sin embargo, no listo. Respiró hondo, agachando la visita.
—¿No crees que es muy pronto? —Sabía que la pregunta resultaba hasta tonta, pero tenía que hacerlo. La vio negar.
—Los días pasan volando y cada vez estás más ocupado mientras más estudias.
—Todavía no sé si voy a pasar los exámenes —se excusó, aunque era obvio que eso no significaba nada. El examen más importante era el que le daría el puntaje necesario para entrar en la carrera, sin embargo, todavía tenía que enfrentarse a algunos más, en especial el de inglés.
Kagome negó, inclinándose un poco más a él. Entendía, lo peor era que entendía por qué ponía esas trabas, pero no era justo para el pobre Shippō enterarse cuando ya faltara poco; a veces le parecía mentira que estuviera lidiando con el hecho de que él se iría al otro lado del mundo por años.
—Sabes que sí pasarás, además, tendrás buenas recomendaciones por parte de las autoridades —le hizo ver, aunque ella sabía que él estaba al tanto. Después de poco, suspiró, llevó una mano hacia el hombro masculino, haciendo que su pareja la regrese a ver, con unos ojos apagados—. Oye, todo va a estar bien, verás que Shippō agradecerá que lo tomes en cuenta.
Asintió después de unos segundos, mientras los dedos cálidos de su novia le acariciaban la mejilla, intentando darle ánimo y tranquilidad, lo cual siempre lograba con esa caricia en específico. La quería, la quería de una forma avasallante y siempre que estaba ahí para apoyarlo, sentía que podía quererla un poquito más.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
El pelinegro tomó aire, decidiendo que era cansino asombrarse por cada idiotez que soltaba Kikyō.
—Hablaré con Kagura para que te supla eso —y volvió a sus actividades al computador, prácticamente dando por terminada la conservación más extraña que habían tenido en la vida.
—Hablando de Kagura… —No pudo evitar morderse los labios, porque de verdad se sentía un poco nerviosa. Pensar en cómo hacer realidad sus ideas era una cosa, pero estar pisando el terreno, era otra—. ¿Podría conversar un poco con ella? —Evitó que su voz temblara y pudo con su máximo esfuerzo—. No nos hemos dicho ni una palabra desde que nos vimos.
Naraku maldijo; que Kikyō hubiera visto a Kagura no había resultado como él quería, no la había animado en lo más mínimo. Estaba harto de toda esa mierda, ya no sabía cómo mejorarlo.
—¿Por qué quieres hablar con ella? —Le dijo después, entrecerrando los ojos. De todas maneras, no entendía de qué podría servir Kikyō luego si no había ayudado al inicio.
—No sé, tal vez… —se quedó en silencio unos segundos antes de alzar la voz, alterándose por lo cínico que podría llegar a ser, es que… lo desconocía—. ¡¿Porque mataste a quien ella amaba en su propia maldita cara?!
Ante el grito, un nuevo silencio exasperado. ¿Qué se creían esas idiotas que cada vez que se les daba la gana le gritaban? Estaba hasta los cojones ya.
—Mira, si vas a asociarte conmigo —la vio desde su posición, cortándole la piel con los ojos, frío e iracundo en partes iguales—, te advierto que mejor dejes esa actitud altanera, porque puede que sepas disparar —asintió, mirándola fijamente—, pero no vas a poder esquivar un golpe certero a tu puta cara, Kikyō.
Con un buen curso de defensa personal a la espalda, Kikyō sonrió, burlona.
—Eso lo veremos —respiró hondo, descartando el comentario—. En fin, ¿puedo saludarla o también vas a prohibirle que hable conmigo? —Sabía que ahora sonaba más convincente y para nada sospechosa.
Tatewaki le hizo un gesto de fastidio y con la mano le dijo que se fuera.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Lo interesante de toda esa cuestión era que ya sabía exactamente cómo entrar y a dónde ir sin necesidad de perder el tiempo como lo había hecho con todo el trabajo anterior. La ira se notaba tan avasallante en sus ojos, que también podía sentirla recorrer sus propias venas. Al llegar frente a la puerta, tocó el timbre de forma insistente algunas veces, al rato escuchando al dueño del departamento decir que ya iba y murmurar algo de por qué tanta urgencia cuando estuvo detrás de la pieza de madera que los separaba. Escuchó la puerta abrirse y apenas se reveló al hombre ante él, su puño se estampó directamente en aquel rostro que en esos momentos tanto detestaba.
—¡¿Qué mierda te pasa en la puta cabeza?! —Soltó como un alarido de dolor puro, tocándose la nariz y sintiendo que la sangre había empezado a rodar de inmediato, además de que parte de su mejilla se tornaba caliente y hasta rígida en menos de dos segundos. Todavía no se había recuperado cuando lo escuchó hablar.
—Eres un maldito chismoso incompetente —suponía que, para esas fechas, su anterior venganza ya habría podido hacerse realidad, pero tenía que él mismo ir a hacerse presente después de prácticamente abandonar su investigación.
Acababa de dejar casi todo de lado después de desistir de su seguimiento a la mujer del objetivo, así que iba calentito con todo su coraje a descargarse con la única persona que era responsable de que todo se fuera a diablo.
—Infeliz, no sabes cuánto te detesto ahora mismo —apretó los ojos por el dolor y se llevó los dedos a las fosas nasales para limpiar el líquido rojo que despedía de ellas. Miró con mucho odio para su verdugo y este le devolvió el sentimiento con los ojos.
Los primeros segundos no había entendido de qué se trataba, hasta que sus conclusiones lo llevaron a dar con la posible respuesta, que lo hizo poner los ojos en blanco y maldecir por haber sido tan idiota y descuidado.
—Pero… la culpa sigue siendo mía —le dijo, con un tono muy grave, corroído por sus emociones negativas—, por creer que adicionar a un inepto como tú a esta ecuación, podría servir de algo, pero a la final resultaste ser un completo desperdicio de tiempo en todas las etapas de mi investigación —aunque su voz siempre sonó calmada estaba a punto de querer explotar, incluso cuando ese golpe había servido para calmarlo un poco.
—Tuve mis —hizo énfasis— razones para hablar con ella, claramente no iba a poner tu investigación de mierda por delante de mis intereses —lo desafió también, incluso sabiendo que él tenía la culpa.
Sesshōmaru sonrió apenas, burlón.
—Solo recuerda que prometí arruinarte si tú arruinabas mi investigación, así que esa amenaza literalmente ataca tus intereses, idiota —quizás su venganza no había podido ser ejecutada todavía, pero sabía muy bien que cuando eso pasara, iba a destruirlo. Las cosas se veían muy mal para InuYasha.
—Lárgate, Sesshōmaru —hizo un gesto con la cabeza, echándolo; pues que el maldito hiciera lo que tenía que hacer, estaba harto de vivir bajo su sombra. El aludido le devolvió una mirada de asco.
—No te asombres si de repente algo importante en tu vida se derrumba, Inu-Til.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Todas las tardes, casi como un ritual, se paraba exactamente en el mismo lugar, en donde el viento parecía siempre más helado que en cualquier otro espacio de esa explanada. Cruzaba los brazos en el pecho y guardaba silencio en memoria de él, más o menos también a la misma hora, cuando el sol ya se veía bastante naranja por la próxima puesta. Sus ojos, como sin vida, observaban a un punto fijo y repetían una y otra vez cuando le había pedido matrimonio, sus risas tontas, los chistes malos y cómo la vida le había sido arrebatada de esa forma tan repentina y violenta.
—Hola, Kagura —la voz familiar sonó a su espalda, pero ni siquiera se inmutó. Desde que Kikyō había ido caminando hacia ella, el frío de la tarde y los recuerdos no la habían dejado en paz; Higurashi podía jurar que la figura inerte de Bankotsu seguía ahí, marcada en el piso. El viento movió los cabellos oscuros y a pesar de que no era necesario, Kikyō esperaba la mínima señal de vida por parte de Toriyama, que incluso lucía más delgada que jamás—. ¿Cómo has estado? —Preguntó después de un largo tiempo de silencio, observando el vacío y apagado semblante, estudiándolo.
Kagura estaba más destrozada que ella y por eso valía más la pena dar el siguiente paso.
—No estoy —la escuchó decir después, su voz sonó ronca.
—¿Qué? —Regresó a verla con una clara expresión de duda en el rostro. A unos metros de ellas, Kyokotsu aguardaba como un perro guardián.
A ella le dio escalofríos.
—No estoy —repitió, sin dejar de mirar como perdida a un lugar no específico—, simplemente siento que ya ni siquiera estoy.
No esperaba que sus palabras fueran entendidas, ni siquiera que tuvieran sentido, pero deseaba que, con eso, Kikyō intentara descifrar que ya casi no quedaba nada de ella en ese lugar.
—Lo lamento, de todo corazón —se mordió los labios, frustrada. Habría querido que la Kikyō de esos días tuviera la valentía de la actual para haber hecho algo más, pero lamentablemente, no había nada que cambiara esa realidad de mierda—, lo lamento. Sé que ha sido duro y comprendo que sigas tu duelo… —se quedó en silencio para pensar bien en lo que diría, intuyendo que nada podría inmutar a su interlocutora—, pero me gustaría hacer algo por ti, Kagura.
La aludida negó, desganada.
—No creo que haya algo por hacer.
—Yo creo que sí —insistió, empezando a desesperarse por el proceder de Toriyama, ¿en dónde estaba la mujer activa y gruñona que conocía? ¿En dónde quedaba la astuta y orgullosa Kagura? Sentía que no había absolutamente nada, que estaba hablando con un muerto—, aunque suene loco —otro silencio—. Tú eres la única razón por la que volví —confesó, esperando obtener una reacción.
Y así fue.
—¿Qué quieres? —Le preguntó, al borde de la desesperación. Hacía mucho que no conversaba o que alguien le indagaba en sus sentimientos y no podía simplemente tolerarlo—. Kikyō… —giró el cuerpo y ambas quedaron frente a frente, con el frío viento moviendo todo a su paso—, ni siquiera tengo ánimos para hablar, ¿en serio crees que me interesa conversar de qué viniste a hacer aquí?
—Solo quiero hacer algo que quizás pueda devolverte un poco de lo que la muerte de Bankotsu se llevó —tuvo que recordárselo y se sintió miserable.
—¿Vas a revivirlo? —También habló de inmediato, como dándole un fin a la conversación, que, si tenía el objetivo de hacerla sentir mejor, era todo lo contrario—. Porque sería lo único que me ayudaría.
Higurashi se mordió de nuevo los labios antes de verbalizar por primera vez ante alguien de interés, lo que había ido a hacer a ese maldito lugar. Negó con la cabeza, tratando de disipar los hincones en las palmas de las manos y tomando valor.
—No, Kagura… —ahora la expresión de la secuaz por fin había cambiado y se notaba confundida—. Voy a devolverte la libertad.
Continuará…
Diosito, a veces salir de un bloque de eventos que conducen a algo grande en la historia parece increíblemente difícil de superar, ya llevo como tes capítulos en la misma cosa, jsjsjs, ayuda, esto CUÁNTO TIEMPO NOS VA A LLEVAR.
Holaaaa, mis preciosas.
Después de anunciar que finalmente me licencié, pasaron muchas cosas en mi vida. Me emociona informarles que este capítulo está siendo actualizado ¡desde mi cibercafé! Así es, tal vez para ustedes suene raro, porque probablemente este tipo de establecimientos esté quedando en desuso, pero les prometo que la zona en la que estoy es bastante estratégica y este negocio tenga un par de años de vida útil todavía. Quería informarlo mediante esta actualización y no en la página porque quería que fuera más "especial" para ustedes que siempre me están leyendo y dejan un comentario bonito.
Ahora mismo ya saben la verdadera razón por la que no he actualizado ni posteado nada en mi página por tanto tiempo. Estos días han sido de los más cansados de mi vida, pero estoy feliz, se los juro. Al menos para mí, tener este pequeño negocio que sé que es mío, es hermoso y emocionante, me da hasta ánimos de seguir viviendo xddd.
Aprecio su tiempo y si se acuerdan de este fic todavía, que espero por fin terminar, DIOS, YA CASI SE ACABA EL AÑOS Y TODAVÍA FALTAN 8 CAPÍTULOS POR ACTUALIZAR.
Muchos abrazos y besos para:
Karii Taisho, Rosita Taisho, Marlenis Samudio, MegoKa, agus-chan874, Susanisa, Katys Camuii, Rodriguez Fuentes e Iseul c-137.
