CAPITULO 7

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Poco a poco los otros alumnos fueron saliendo, y cuando salió Claude, se topó a Dominik fuera.

—Claude —saludó, un poco reticente a acercarse, solo durante un instante. Avanzó los pasos que les separaban—. Yo... quería pasar a ver cómo estabas. Ya sabes... por los rumores y eso.

—Me preocupa más lo que pueda pensar la gente de ti. ¿Te están molestando? —Aun cuando tuviera que comportarse correctamente, eso no le impedía preocuparse por sus compañeros de clases, sobre todo de los jóvenes.

Dominik se alzó de hombros.

—Claude, eso no me importa en lo absoluto. Solo que todo esto te afecte a ti. —Bajó la mirada—. Oí que el director te había mandado a llamar. En verdad lo lamento. Si no me hubiera metido en la discusión de Narcisse y Zachary..., esto quizás no hubiera sucedido. Perdón.

El corazón de Claude se saltó un latido. Dominik se veía como un pequeño cachorro abandonado en la lluvia, con esos enormes ojos suplicantes llenos de ternura. Tenía tantas ganas de abrazarlo y decirle que... decirle... ¿Decirle qué?

¿Que no importaba lo que le ocurriera a él mientras Dominik no saliera mal parado? Si... ¿Que no se preocupara que él estaría bien? Claro pero más que eso... En realidad deseaba decirle que nada importaba mientras pudiera estar a su lado.

Lamentablemente no podía permitirse algo como eso. —Soy yo quien debería disculparse. Hemos estado fomentando esos rumores cuando en realidad debería haber tenido más cuidado. Siento mucho haberte arrastrado a esto.

—No hemos hecho nada malo. —Las comisuras de los labios de Dominik se alzaron en una leve sonrisa—. Me gustaría que todo esto fuera de otra manera. —Como por ejemplo, que no tuvieran que ocultarse de los demás. A Dominik le hubiera gustado mucho abrazarse a él, sin embargo estaban en un pasillo donde cualquiera podrían verlos. Suspiró—. Creo... que... deberíamos limitar nuestros encuentros —dijo, sin atreverse a mirarlo—. Así ya no tendrán nada que decir y no te traerá problemas. —No le gustaba decirlo, lo odiaba, pero no quería perjudicar a Claude y su estatus en el colegio.

—Eso creo... —dijo con dolor. Él no quería eso. Vio a Dominik asentir con pesadez. No quería dejarlo ir así, no podía, lo necesitaba, lo deseaba, lo quería—. ¡Espera! —Tomó su muñeca para evitar que se marchara—. Yo... me graduaré este año. Sólo será por unos meses y cuando salga del colegio... nosotros podremos...

Dominik le observó por unos instantes, y enseguida se fue dibujando una sonrisa en su rostro al igual que un sonrojo en sus mejillas. La mano que Claude le sostenía se movió hasta entrelazarse con la del mayor.

—Eso sería... completamente maravilloso.

Incapaz de impedirlo, un sonrojo también subió hasta el rostro de Claude, extasiado. Miró de un lado a otro, temeroso de que fueran a verlos, y se inclinó para robarle un beso. Por primera vez en su vida rompería las reglas y sería por Dominik.

—Gracias.

El corazón del menor latía fuerte contra su pecho, como si fuera a salir de allí. Los labios le cosquilleaban, sintiendo el impulso de querer otro, de más, pero se contuvo y acertó en solo asentir. Con lentitud separó su mano de Claude.

—¿Te veo... en otro momento?

—Más tarde tengo que reorganizar la biblioteca. ¿Quieres acompañarme?

—¡Sí! —aceptó encantado—. Me gustaría mucho.

—Perfecto. Te veré más tarde. —Encantado con la idea, le dio un suave apretón en la mano antes de separarse por completo de él para ir a su siguiente clase.

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Cuando las clases terminaron Vladimir y Kenshi se reunieron para caminar hasta la heladería que el japonés mencionó.

—Sabes... —comenzó Kenshi mientras iban por la vereda—, si alguien hace semanas me hubiera dicho que estaría contigo yendo a mi heladería favorita, hubiera contactado a un psiquiátrico. Pero mamá dice que las apariencias engañan. Nunca creí que me fueras a agradar tanto.

—Creo que puedo decir exactamente lo mismo. —Asintió Vlad—. No eres lo que yo esperaba cuando el profesor me puso a cargo de tus tutorías. En realidad creí que iba a ser una pesadilla. Ahora que te conozco un poco mejor, puedo decir que estudiar a tu lado es agradable.

Kenshi hizo un sonido de ternura, y le dio un empujón a su compañero.

—Mi visión de los nerds ha cambiado contigo —bromeó—. Oye, sé que la curiosidad es peligrosa pero no me aguanto. ¿Qué te traes con Christopher? —Volteó la mirada para verle—. ¿Te quitó algún premio de ciencias o qué?

—Es un idiota insufrible, un yankee sin escrúpulos —desdeñó—. Es suficiente motivo para que no me agrade.

—Vamos, Vlad. —Era la primera ocasión en que le llamaba así, pero continuó—. En verdad no creo lo que estoy escuchando. ¿Solo por ser idiota no te agrada? Creo que no le das la oportunidad de demostrarte lo contrario. —Negó—. ¿O es por el hecho de que hace un tiempo estuvo con tu primo?

—Es una mala influencia, sólo lo estoy protegiendo. Si dejara a Hayes campar a sus anchas,seguramente corrompería a Vitaly, se pondría aretes en las orejas, faltaría a clases, quien sabe si hasta lo influenciara a beber o fumar. —Negó con la cabeza, su ceño profundamente fruncido en preocupación—. Vitaly me prometió que no se vería con él —dijo firme, completamente ignorante de que todo este tiempo ha sido engañado.

Kenshi se mantuvo callado entonces. Estaba sintiéndose un poco mal, viendo a Vladimir ser engañado de esa forma. Pero no esperaba lo intransigente –y hasta absurdo– que podía llegar a ser.

—¿No has pensado en que quizás estas formándote un errado juicio hacia Christopher? Lo único extravagante que tiene es el cabello de Ariel que se trae.

—Sus notas son deplorables y sus faltas compiten con las tuyas. —Eso último no lo dijo con desprecio ni reproche, esperando que Kenshi no se ofendiera. El problema era Christopher no Kenshi.

Pero Kenshi sonrió, riéndose bajito por un momento.

—Sí, ¿verdad? Él comprende lo aburrido que es —carraspeó, notando que eso no fue algo correcto de hacer ni mucho menos decir—. Pero, ejem, puede que no sea un Einstein sin embargo es muy listo. Además, ¿sabías que los grandes genios nunca terminaron la universidad? —dijo, como un dato interesante.

—¿Cuál es tu empeño en hacer que me caiga bien Hayes? —preguntó al fin, viendo que Kenshi no acabaría con el tema hasta que aceptara darle una oportunidad al pelirrojo.

—Pues..., él es mi amigo también. —Kenshi se alzó de hombros—. Me gustaría mucho que mis únicos amigos del colegio se lleven bien al menos —suspiró soñador, luego hizo un gesto despectivo—. Pero..., está bien. Supongo que no se puede tener todo en la vida.

—...Somos... ¿Somos amigos?

—Am. ¿Sí? O no sé. ¿De qué forma lo llamarías tú?

—No, no es decir... Ni sabía que me consideradas tu amigo. Normalmente no entro en esa categoría, incluso mi relación con el presidente es estrictamente procesional. —Por alguna razón se sentía feliz de ser llamado amigo—. Me gusta cómo suena eso.

Kenshi sonrió y continuaron su camino a la heladería. Era un sitio sencillo y bastante simple, para nada llamativo, incluso con poca clientela. Sin embargo, los trabajadores de inmediato saludaron a Kenshi al reconocerlo, y éste les devolvió el saludo. Hicieron su pedido de helados y el japonés les llevó a Vladimir y él a una mesa.

—Los helados de aquí son caseros, pero tienen una consistencia que... ¡Ah! —Cerró los ojos, en una mueca de ensoñador placer—. En verdad son divinos. Una vez gasté toda mi mesada comprando helados aquí de distintos sabores.

Vlad no pudo evitar reírse. —¿No te dio dolor de cabeza después de comer tanto helado?

—Estomago —corrigió—. Pero valió la pena.

Entonces se acercó una de las jóvenes que atendía el negocio con los helados de los dos; chocolate para Vladimir y Kenshi optó por menta con sirope.

—Gracias, Nikki —agradeció a la joven antes de que ella se marchara—. Ahora sí. ¿Listo?

—Veamos. —En un movimiento teatral, Vladimir tomó su cuchara para darle la primera probada—. Oh, vaya. En verdad es delicioso. —Tomó una cucharada más grande esta vez—. ¡Es cremoso y con trozos de chocolate! Creo que podría volverme adicto.

—¡Jah! Te lo dije. Te traeré todas las veces posibles hasta que los pruebes todos. —Kenshi troceó un pedazo del suyo y estiró el brazo—. Ten, prueba este.

Después de comer el helado de la cucharilla de Kenshi, fue ahí que Vladimir se dio cuenta de que eso seguramente no era apropiado entre amigos aunque Kenshi no parecía nada incómodo y en primer lugar fue él quien se la ofreció.

Ignorando el sentimiento de bochorno, se concentró en el sabor del helado, de un sabor fresco.

—Delicioso —dijo lamiéndose los labios—. ¿Quieres probar el mío?

—Ya lo he probado, pero ahora que lo dices, nunca está de más otro poco de a gratis. —Abrió la boca, esperando el bocado.

Vladimir hizo el mismo gesto, entregando a Kenshi su cuchara rebosante de helado.

Tomando el bocado, Kenshi suspiró de gusto ante el reconocido helado de chocolate que antaño probó, una gota sobresalió y amenazaba por escurrirse de su comisura, así que usó la punta de su lengua para atraparla.

—¡Mmh! —disfrutó—. Está demasiado bueno, como siempre. Si hubiéramos traído fresas, estaría perfecto.

—Oye, no seas tan desastroso. —Vladimir tomó una de las servilletas para limpiarle los labios, tardíamente pensó que hacer eso con otro hombre era raro—. Lo siento.

—No te disculpes, Haruto también dice lo mismo. —Tomó la servilleta en su mano—. Gracias. Dicen que si comes del plato de otro podrás saber sus secretos. —le guiñó un ojo—. Ahora sabemos los secretos del otro —jugueteó—. Como por ejemplo... —Cerró los ojos y fingió concentrarse. —¡Ajá! Vladimir Volsk. Puedo ver un secreto tuyo. Usas calzones de anciano.—sentenció.

—¡C-claro que no! —respondió con los colores subiéndosele al rostro—. ¡Es imposible que pueda saber la ropa interior que uso!

—Ah, pero mírate. Estoy seguro que mientes. Tienes que mostrármelos un día para que yo crea lo contrario —dijo, continuando con su helado totalmente despreocupado a pesar de la mueca divertida en su rostro.

Esas palabras acentuaron el rojo sobre las mejillas de Volsk. —¿Qué tienes? ¿5 años? No te voy a mostrar mi ropa. No tengo que demostrarte nada.

—¿Y acaso soy una chica para que me tengas vergüenza? Voy a empezar a creer que en verdad usas calzones de anciano. —Dejó salir una risilla.

Mirando hacia los lados, Vladimir temió que alguien escuchara su conversación. —Los hombres no se andan mostrando la ropa interior entre sí. Es inmoral.

La sonrisa que tenía Kenshi fue desapareciendo paulatinamente hasta quedar anonadado.

—Es... Es una broma, ¿cierto? Vlad, ¿estás consciente del siglo en el que vivimos? No puedo creer que alguien de nuestra edad diga algo como eso. No estamos en la Edad Media.

Vlad pareció un poco nervioso. Bajó la mirada, tenso. —Es... Olvídalo. No me hagas caso... —Mirando por sobre el hombro de Kenshi, vio el reloj de la pared del fondo—. En realidad ya debo irme. Tengo que llegar a casa antes de que... que... —carraspeó—. Nos vemos mañana. ¿Irás a clases? —preguntó recogiendo sus cosas.

—¿En verdad quieres irte? —preguntó Kenshi a su vez.

—No, pero prefiero evitar un castigo. —Cuando dijo eso, no lo miró a la cara.

Kenshi le observó, quizás como no lo hubiera hecho antes. Asintió, y bajó la mirada al resto, ahora derretido, de su helado.

—Claro. —Se removió un poco—. Te veo mañana, gracias por acompañarme hasta aquí.

Asintió, apenas un imperceptible movimiento de cabeza. —Lo siento —murmuró antes de irse.

Suspirando, Kenshi terminó por raspar su helado antes de estirarse y tomar el que había dejado Vladimir.

—Volsk, apenas acabaste tu helado —murmuró a la nada.

Se sentía un poco vacío. Empezó a creer que ese final fue culpa suya. Pero no pudo contener su boca. Con un gesto llamó a Nikki y pidió un gran helado de ponche crema con bastante sirope de chocolate y maní. Casi nunca lo pedía, Haruto decía que era su especial para un corazón en trozos.

—En verdad espero que a Christopher le esté yendo bien, o tendré que traerlo a hacerme compañía en esto —balbuceó.

En realidad, a ellos les estaba yendo maravilloso. Kenshi le cuchicheó a Chris que iría a tomar un helado con Vladimir lo que les daría un agradable tiempo juntos sin preocupación. Claro que no contaban con que el ruso volviera antes.

El par se estaba besando recostados de la moto del pelirrojo cuando Vladimir llegó. Chris fue el primero en verlo. —Oh, oh.

—¿Qué...? —Vitaly se giró, y dio un grito ahogado. Impulsivamente se refugió tras Christopher, usándole de escudo.

La melancolía que lo acompañó durante su camino a casa fue opacado por la furia y el sentimiento de traición que le dio al darse cuenta de que Vitaly lo estuvo engañando. Estaba claro por la forma en que se aferraba a Christopher que no dejaron de verse en ningún momento.

Apretando los puños, se acercó a la pareja. —Largo de aquí, Hayes.

—No me iré. No puedes impedirnos estar juntos.

—Hayes —siseó el apellido—. Te doy 10 segundos para irte o te rompo la cara aquí mismo. —Su voz comenzó como un amenazante silbido pero conforme hablaba se fue elevando hasta gritar.

—¡No! —Vitaly salió detrás de Christopher y se interpuso entre ambos, enfrentándose a Vladimir. No dejó de mirarlo aún cuando se dirigió a Chris—. Por favor, vete, Christopher. Yo hablaré con él.

—Pero, ¿y si te hace algo?

—Estaré bien —le aseguró—. Vete. —Le dio una leve mirada de reojo.

Cauteloso, Christopher se montó en su motocicleta. Tuvo una breve batalla de miradas con el ruso antes de irse.

Cuando Hayes se perdió por la calle, los ojos azules del ruso cayeron sobre Vitaly; acusadores, molesto. Decepcionado. Resoplando, continuó caminando para llegar a su casa, dado que su casa estaba en la misma calle de la de sus primos.

Vitaly se quedó allí un instante antes de trotar la distancia entre los dos y pararse frente a él, cortándole el camino.

—Puedo imaginar cómo te sientes, sé que rompí mi promesa, pero él en verdad no es como tú lo crees. Si tan solo pudieras darle una oportunidad...

—¿Cuántas veces te has escapado del colegio desde que estás con él? —preguntó a quemarropa.

Vitaly se tomó un instante en responder, tan solo por la inesperada pregunta.

—Solo he faltado a una asignatura...

—Ahora, quiero que pienses en esto detenidamente. En el tiempo que estuviste saliendo con Hayes a mis espaldas, ¿le diste tu dirección de casa? ¿Tu número de celular? ¿Tu horario de clases? —No esperó a que el menor respondiera—. Claro que no. ¿Te has detenido siquiera a pensar como sabe todo eso? Hayes no tiene ningún remordimiento de hackear los archivos del colegio para conseguir lo que quiere. ¿Qué puedes esperar de un hombre así?

—Él... no me ha hecho ningún daño... —Negó, aunque su voz sonó un poco floja—. Sé que debería preocuparme pero, primo..., en verdad le quiero. Me he divertido mucho estando con él...

Vladimir alzó una mano, haciéndolo callar. —Haz lo que gustes. Si me disculpas, estoy retrasado para la misa de las 4.

Vitaly sintió sus ojos humedecerse, pero asintió, desviando la mirada.

—Claro. —Se volteó, devolviéndose a su casa.

Los minutos que le llevó la discusión con Vitaly fueron en realidad cruciales, y aunque le explicó a su padre el porqué de su retraso, el señor Dimitre hizo oídos sordos a cualquier excusa que quisiera darle su hijo. Lo castigó duramente.

Dado que Vladimir ya sabía de su relación con Vitaly, Christopher no le vio sentido a seguirse ocultando. Apenas vio a Vitaly la mañana siguiente, se acercó a hablarle.

—¿Estás bien? ¿Te hizo algo?

—Yo... No. —Tenía el ánimo bajo, y caminaba hacia el comedor sin ganas—. Solo discutimos.

—Lo siento. No tenía idea de que llegaría antes. Kenshi me dijo que lo llevaría a comer un helado. —Se pasó el cabello por la mano ansioso.

—No... Nunca debí haberle hecho esto. —Negó sin siquiera mirarlo—. No debí engañarlo así.

—Pero es que nunca iba a dejarnos estar juntos. ¿Viste cómo se puso cuando nos vio? Fue un mal necesario. Ya se le pasará el enojo.

Vitaly se detuvo y giró a verlo.

—Christopher... Jamás había visto a Vladimir tan... decepcionado por algo que yo hice. No tienes idea de lo mucho que me dolió verlo así. —Agachando la mirada, respiró hondo—. Te quiero..., y aprecio los momentos que tuvimos pero no debí haberme ido contigo.

Incapaz de seguir caminando, Chris agarró a Vitaly del brazo, deteniéndolo. —En unos días todo será como antes, solo tienes que darle un poco de espacio.

Vitaly suspiró, pero no dijo nada.

—Tengo hambre. —Soltándose, continuó su camino.

Pero Chris no le soltó. —¿Vas a terminar conmigo?

—Yo... No me gustaría eso. Pero..., tenemos que enfocarnos en la escuela. A ti te falta poco para acabar... Podríamos ver luego. —Vitaly suspiró.

—No quiero dejar de verte. —Lentamente soltó su brazo, sintiéndose derrotado—. No ahora que tengo un real motivo para venir a clases. Vengo al colegio todos los días sólo para verte.

—No... hagamos nada aquí —respondió Vitaly—. Podemos encontrarnos al acabar nuestras clases, pero por favor, no quiero seguir teniendo problemas con Vladimir. No podría soportarlo.

—Almuerza conmigo —suplicó—. Vladimir. ya nos descubrió. No tiene sentido ocultarnos.

—No es ocultarnos... No quiero que tenga más disgustos. En verdad me gustaría muchísimo que todo fuera distinto y ustedes se llevaran bien pero... —Vitaly agachó la cabeza.

Christopher suspiró frustrado, aun cuando el Volsk mayor no estuviera presente, se las arreglaba para arruinarle el noviazgo. —Estás siendo injusto, Vitaly. —Se esforzó para que su tono no sonara a reproche—. No te estoy pidiendo que escojas ni nada, sólo pido un poco de atención. —Se metió las manos en el bolsillo—. Te esperaré en la cafetería para comer —dijo, encogiéndose de hombros—. Espero poder verte. —Como despedida iba a darle un beso pero se detuvo a pocos centímetros de los labios del castaño, poco a poco se retiró—. Lo siento. Lo olvidé, nada de demostraciones.

Vitaly sintió que algo en su pecho dolía, consideró ir a la enfermería del colegio antes de ir a sus clases, no obstante sabía a qué se debía ese dolor. Odiaba esta situación; amaba a su primo pero también quería tanto a Christopher. Se alejó en busca de Jayden. Le dolía esa conversación con Christopher, sin embargo le era imposible sacarse la mirada decepcionada que Vladimir le dio de la cabeza.

Comenzó a entender a su papá: a veces, el amor apesta.