Nada de la Leyenda de Zelda me pertenece.


Capítulo 6

Todo estaba bien, entre celebraciones de que la bestia sagrada se había calmado y todo parecía haber acabado con esa pesadilla en particular…

- ¿Algo que necesites o se te pueda ofrecer mi estimado amigo? - Había aparecido tiempo después, con cara de pocos amigos y hecho un desastre, con intenciones de ir a dormir o a comer.

Ahora lo mataba con la mirada. Lo seguía matando con la mirada. Sin realmente fuerza, porque aunque no lo admitiera estaba contento en el agua, y finalmente ese pelo se veía rubio por completo. Había tomado como tres lavadas, y lo que sea que usarán los hylian para el pelo…

- Qué no. - Vaya, estaba aún molesto. - ¿Por casualidad tienen otra cosa que no sea pescado? - ¿Ah?

- Hay un pequeño repertorio de frutas y algunos granos. El comercio externo ha decaído mucho, lamento que no haya variedad para ti. - Había pescado, variedad de pescado. ¿Tal vez los hylians no podían comer tanto pescado o tan seguido?, sería-

- ¿Ves?, te lo dije. - Fue un siseo bajo, muy bajo.

Ni siquiera lo estaban mirando a él.

- Okey. - Dicho esto, Link procedió a tirarle agua.

Dos orbes azules lo miraron con detenimiento, y si no estaba errado lo estaban desafiando…

Ignoraría que la persona frente a él de broma lo mojo, porque ya más que vio lo que esa pequeña criatura era capaz de hacer.

- ¿Gracias estimado amigo? - Lo último que quería era una pelea con el héroe del día, y menos con quien no le tenía miedo a pelearse con seres mucho más grandes que él.

Temía que lo tomará en serio y se viera en la triste situación de que un juego pasará a temer por su vida. O la vida contraria. Temía más por la suya con esta criatura, y no solo por las alabanzas que de niño oyó sobre dicha criatura.

•••••

- Veo que lo has encontrado. - Si bien no era su amada hija, era un último recuerdo de ella.

Un recuerdo que había silenciado todo lo que tuviera voz tan pronto se vio. No era de extrañar porque, honestamente. Luego oiría de todo, pero en frente de quién muchos no tenían buena opinión por diversas causas, varias de ellas muriendo ante la luz de nuevas revelaciones desde su aparición…

- Es libre. - Era… era grandioso saber eso. - Sabe qué hacer con esto, ¿no? - La verdad…

Miró a su hijo, miró a su gente, y se preguntó cuál sería la mejor opción. Tradicionalmente quién quedaba de los dos tomaba ambas cosas. Lo que hacía con dichos objetos, por otro lado, era cuestión del que aún permanecía en el mundo de los vivos. Muchos elegían dejarlo en la tumba, otros en casa en un lugar especial, y otros encima.

Link había dicho lo que quería antes, incluso si no sabía todo, y la verdad…

- La estatua será modificada. - Anuncio sin miramientos. - Si está bien contigo, será colocado como ofrenda a sus pies. - Porqué, por más que quisieran, la estatua era muy grande para poderle colocar tal collar.

Sería sacrilegio que alguien más la usará, buenas intenciones o no, beneficios o no.

Este tipo de unión no estaba destinado a romperse, especialmente uno tan inocente, fuera de tradiciones o no. Esperaba que Mipha estuviera feliz con su elección.

Nadie podría refutar nada, nadie podría negarle la entrada como muchos quisieron, y nadie podría meterse en dónde no era llamado.

- Espero que sepas que siempre eres y serás bienvenido con nosotros, eres parte de la familia. - Le gustará a quién le gustará, no había nada más que hacer aquí.

Mipha había hecho su elección a sabiendas de que no sería el tipo de relación que muy posiblemente quería. Tuvo su bendición y aún la tenía. Ambos estaban conscientes que Link pertenecía a una raza cuyo crecimiento y diferentes eran muy diferentes a las propias, e incluso si hubiera algo allí, los tiempos nunca hubieran permitido una unión duradera y feliz en ese ámbito en particular.

No es que eso detuvo a su amada hija, claro está, pensó para sí admirando por primera vez, de verdad, el collar resplandeciente en sus manos.

Como padre, no hubiera podido pedir más que la felicidad de su hija, no hubiera podido pedir más que alguien la valorara y la cuidara. Y aquí en sus manos yacía la prueba de que alguien quiso a su hija tanto que busco la mejor protección posible unido a algo hermoso que pudiera usar.

¿Qué más podía pedir un padre?

•••••

Link se había preocupado por nada, honestamente. Mejores opciones, por favor.

Sangre púrpura goteando de su arma y de su cuerpo en varias partes unida a una sonrisa casi desquiciada, seguido del gesto "ven aquí" a los demás oponentes presentes, decía todo lo que había que decirse. Más cuando el grito de euforia ante el reto se oyó nuevamente.

Un Zora estaba entre el asombro puro y la exasperación. Mipha conocía a Link mejor que ella, no había mucha sorpresa porque fuera entusiasta en una pelea. ¿El modo en que lo estaba tomando ahora?

Ella nunca lo había visto tan feliz, y tan loco. La hacía sonreír. Y por ello no se preocupó al anunciar:

- La luna de sangre está aquí. - Y todos los monstruos que había derrotado en la última hora estaban volviendo a la vida. - Ten cuidado, Link. - No es que le hiciera mucha falta, continuó solo para sí.

Si pudiera reír, lo habría hecho ante los monstruos que, al ver quién seguía allí, tuvieron un momento de duda que se convirtió en pánico cuando Link los vio y sonrió como si fuera su cumpleaños.

No cualquiera podía estar en dónde estaba él, ser el héroe de la leyenda. Probablemente, dado que la leyenda decía que era la misma alma, todos esos héroes narrados en historias no fueron muy diferentes a lo que son ahora.

El querer ayudar. El encontrar los combates como un reto, como algo que esperar con ansias. El valor de seguir así tuviera dudas, miedo, o no creyera lo que decían.

Diría una y otra vez que no era la mejor opción, que habían miles de personas mejores que él…

Pero solo conocía a una que, en frente a todo esto, iría a ver y seguiría adelante solo porque quería ayudar. Y solo conocía a una que, ante tantos monstruos, marcharía hacía adelante con las visibles intenciones de hacer trizas a sus oponentes y sonreír en todo el proceso.

Había pasado toda la semana cazando monstruos. Por diversión.

Estaría feliz cuando se diera cuenta que los podía cazar a todos otra vez.

•••••

No lo diría en voz alta, pero esta ropa era increíblemente cómoda. Lo único malo es que como que era muy convincente porque los hombres que estaban afuera de la ciudad Gerudo trataban de coquetear con él, para diversión de su acompañante. No, no quería nada que ver con eso, ya era lo suficientemente humillante tener que hacer un trato con uno por unas botas. No.

El pintalabios si se lo quedaba. Se veía bien, y ayudaba con sus labios agrietados. Tenía el presentimiento de que solía usarlo solo por ese detalle. ¿Tal vez solía sufrir de labios agrietados?, lo creía con este desierto. Hacía demasiado calor.

- ¿Vas a intentarlo? - Asintió, sin molestarse en mirar atrás.

Mucho era la consideración que Mipha tenía con él. Era un fantasma, no era como si pudiera detenerla o decirle algo cuando se cambiaba o iba a hacer sus necesidades en algún lado. Agradecía que había tomado mejor de lo que esperaba el hecho de que no sabía quién era. De seguro se notó desde el principio…

- ¡Alto! - Pero… ¡pero si estaba todo en su lugar!, ¡todo!

Incluyendo ropa interior que no era de hombre. Al menos era cómoda. Y solo un fantasma sabía de su prédica-

- ¿De dónde sacaste esa arma vai? - ¿Ah?, no le habían dicho voe… no… Ah.

Miró a su cadera, específicamente al arma que había elegido tener a mano. Era muy útil, pero para combate pesado no le agradaba usarla. Temía que fuera a romperse como todo lo demás. Algún maleficio debía de tener encima… o todas las armas que había logrado robar, la mayoría de monstruos, eran malísimas.

Ignoró el dolor leve en su cuello, pero se quejó internamente al sentir algo húmedo bajar. Iba a haber un problema si se manchaba su traje, no tenían idea de todo lo que le costó ponérselo y conseguirlo…

Y todo por querer ayudar. Estaba seguro de que era el único idiota que haría tanto solo por eso.

- Fue un regalo. - Se limitó a decir con la voz más aguda y baja que podía, encogiéndose de hombros.

Estaba en la tabla. Suyo, muchas gracias.

- ¿De quién? - De haber sabido eso-

- Diles que de Urbosa. - ¿De quién?

- Urbosa. - No sabía quién rayos era Urbosa, pero-

- Urbosa tiene 100 años muerta. - Sonaron varias voces, sintió varios cortes, y sintió sangre.

- ¡¿Qué parte de que es mía no entienden?!, se me fue obsequiada, ¡¿algún problema con eso?! - Qué arreglen su problema ellas mismas, si esta iba a ser su recepción luego de tantos problemas que se había llevado solo por quererlas ayudar…

- Voe.

Ah. Bueno, por algo sabía qué calladito se veía más bonito.

- Perdón por eso, ¿cuál es tu nombre voe? - Las armas fueron retiradas bruscamente de su persona y de la nada se vio jalado dentro de la ciudad.

Más vale que no fueran a ejecutarlo. No volvía más.

•••••

- Me tomé la libertad de pedir que te trajeran este traje mientras reparan el tuyo. Agradecería que no les dieras ideas a los voe de afuera, si es posible. - Le dio malos ojos a la niña que le estaba hablando.

Le dio malos ojos a todos. No tenían idea de todos los problemas que paso para obtener ese traje y llegar hasta la ciudad. Solo para pasar por esto. Como le quisiera decir a Mipha que dejará de reírse, que no era gracioso, pero no funcionaría porque por mas mala cara que le diera solo reía con más fuerza.

Las risas habían iniciado desde que todo había quedado en silencio tan pronto dijo que su nombre era Link. Y se vio siendo arrastrado por todo el lugar como si fuera un alto criminal. Qué espectacular bienvenida-¿qué es esto?, era casi más revelador que el otro…

- Es la versión masculina del traje que tenías antes. - La que. - No me mires así, por supuesto que tenemos la versión masculina, los voe también necesitan ropa. - Pero si no había uno en toda la ciudad… ¿o le mintieron? - ¡Hey! , ¿qué te pasa?

Nada le pasaba, solo iba a ir a degollar gente. Solo eso. No había problema.

•••••

Cuando su madre comentó en sus historias que el elegido era solo un niño con un apetito voraz según Urbosa, no pensó que fuera otra cosa que una broma ligera a expensas de, posiblemente, la apariencia del voe en cuestión. Urbosa era algo bromista, según decían.

Nunca se le pasó por la cabeza que era una descripción linda y fiel a la persona que había decidido anclar su vida. Permanentemente.

- ¿Riju? - Parte de la fruta cayó, dejando un lío que limpiar en ese mentón. No llegó lejos, una mano de inmediato atajando el alimento en cuestión como si fuera un instinto.

Si era por los ojos, o la musculatura o el pelo, creía que podía ver porque. Más de una de sus guardias lo había mirado de arriba abajo, pero nadie iba a tocar lo que ya tenía dueño. No importaba si el dueño ya estaba muerto o no. No sólo sería sumamente inapropiado y tal vez un posible sacrilegio, sino que la persona en cuestión podría ofenderse y no era extraño que eso terminará con una visita permanente al cementerio. En este caso, temía que su dueña viniera y mandará un rayo desde la tumba por osar poner la mira en su pareja.

Que clase de lío era este jamás lo sabría.

- Nada, solo pensaba… - Pues, ya que estaba aquí: - ¿Podrías ayudarme?

- El monstruo metálico está en mi mira. - Declaró la fuente de más de una problemática que nadie quería tocar.

Una de ellas es que, a pesar de que le habían asegurado que no requería usar el traje vai, el infeliz la miró a los ojos y comenzó a cambiarse delante de ella.

- Sin ofender, pero dudo que puedas-

- Está en mi mira. - Okey, okey, no se metía si quería suicidarse, entendido.

Ignorando que causó un problema y fueron los minutos más incómodos de su vida en la cual todos le dieron un vano intento de privacidad al no mirar, el voe procedió a arreglarse las uñas, la cara y hasta pintarse la boca. Sin pena alguna.

- Necesito recuperar una herencia familiar muy importante que fue robada. Enviaría a mis guardias, pero es muy peligro-

- Dónde. - Demandó quién no le estaba prestando atención hace tan solo un minuto, dejando la comida de lado sorprendentemente.

Lo único que dijo al respecto fue que no pasó por una travesía completa para no usar algo tan cómodo, y de que si querían que usará el traje voe qué lo hicieran más cómodo que su contraparte. Sin titubeo.

Su tía abuela Urbosa si que supo elegirlo, sus guardias estaban susurrando entre sí que eran tal para cual con la terquedad y con la mirada de muerte. El voe solo estaba molesto con todos ellos, nada más, honestamente. No podía ser para tanto.

- Es altamente peli-

- Excelente, ahora dime dónde.

Ah.

Ya podía ver el patrón.

•••••

Honestamente no se esperó una misión tan… limpia. Increíblemente listo de Link robar un traje y hacerse pasar por uno de ellos para ir sistemáticamente eliminandolos uno por uno. Era posible que, para cuándo terminará de salir de aquí, no quedará casi nada de los Yiga en el desierto.

Se estaba divirtiendo mucho para ser una buena señal. Eran humanos. Suponía que para Link nada de eso contaba una vez que el primero intentó matarlo. Desde allí no podía verlos sin ir directo al cuello con una sonrisa que decía perfectamente que no estaba feliz de verte y disfrutaría cada rasguño que pudiera dejar.

Sería espeluznante si no fuera tan bueno para su supervivencia. Y técnicamente no estaba saliendo de los límites de su trabajo, si contaba. Si la Calamidad no hubiera llegado, Link no estaría haciendo algo diferente si los Yiga decidían aparecer.

Solo no estaría tan visiblemente feliz. No con nadie presente, ahora que lo pensaba. Era muy posible que fuera así si estaba por su cuenta, lo cuál era poco usual.

Entre los soldados siempre se dijo que Link era el más feroz, y si bien no se decía en voz alta, por algo muchos le tenían miedo y rabia a alguien como dos o tres cabezas más pequeño que ellos.

- Link, ¿qué estás haciendo? - ¿Ya había terminado ese pasillo…?

Si hubiera podido, no solo se hubiera reído hasta que le doliera el estómago, sino que hubiera preguntado qué estaba haciendo ella también si no fuera tan, pero tan predecible.

Si los Yiga no lo odiaban ya, cuando vieran la torre de bananas a segundos de ser prendidas en fuego, lo harían.

Y ella creyó que las veces en las cuales robo una banana, hizo una figura extraña con ella, y luego se aseguró de que viera cuando algo terrible le pasaba a la banana era solo para animarla. Era algo tan estúpido…

Ahora tenía la torre gigante de bananas prendiéndose en fuego para guardar en su memoria, unidos a las risas oscuras y bajas de alguien que era, nada más y nada menos, el amor de su vida.

No es qué lo supiera ella misma hasta que fue muy tarde. Y ahora…

No, no importaba. Mientras estuviera bien y se divirtiera…

Jamás lo había visto tan libre y tan feliz, incluso si también era víctima del lado más grotesco de un adolescente solo en medio de ningún lugar. Y un adolescente que le gustaba enfrentarse a cualquier cosa, comer sin parar, y tirarse de riscos con un planeador…

Técnicamente no lo robo. Pero le sacó el cuerpo a su padre todo lo posible, al punto de explotar el lugar completo antes de acercarse y quedarse a escuchar al fantasma. Con cara de haberse chupado un limón en todo el medio. Ya ese punto era poco lo que tenía que decirle su padre.

Y una vez tenía el planeador en mano, el elegido le dio la espalda al difunto rey y lo dejó hablando solo, lanzándose por el primer lugar disponible.

Jamás olvidaría eso, incluso si era solo por la cara de shock de su padre.

•••••

- ¿Por qué hay humo en la distancia…? - Desde hace bastante rato. Le estaba preocupando, porque era en la misma dirección que… olvidenlo. - ¿Cómo te…?, ¡¡¡kkkyyyyaaaaahhhhh!!!

¡El casco!, ¡había conseguido el casco! ¡si!

- Gracias, gracias, gracias… - Estaba rompiendo protocolo y todo eso, pero no le importaba. Tenía el casco, tenía-

Sintió algo levemente pesado en su cabeza y sabía inmediatamente lo que había pasado. Lo que no esperó fue que le revolviera el pelo o le correspondiera el abrazo.

- Ven, de seguro quieres un descanso, ¿te apetece cerdo o carne? - No sabía si iba a irse o no, pero no quería que se fuera. No ahora, al menos.

Además, solo las diosas sabían en qué lío se metió, ese humo no podía ser por nada. De hecho, tampoco se creía que los cortes aquí y allá en la cara fueran solo allí. Tendría que llamar a un médico que quisiera verlo…

Ojalá no hubiera manchado las paredes cuando decidió escalar el muro. No quería oír las quejas de cómo iban a limpiar eso.

•••••

- Huh. - Nadie les iba a creer esto.

La pareja de vida de la gran señora Urbosa había no solo hecho desastre en una base enemiga que les había dado más que un problema, sino que también se había dado el tiempo de agarrar todas las bananas que pudiera, amontonarlos en una torre justo en la entrada, llenarlos de alguna sustancia inflamable, y prenderlos en fuego.

Esa llamarada iba a durar horas.

- La gran Urbosa hubiera aprobado esto. - Era el mayor insulto que pudiera pensar hacerle a los Yiga.

De hecho, jamás se le hubiera ocurrido hasta que lo vio. En vivo y en directo.

- Ella los hubiera electrocutado a morir. - Y no era eso lo más chistoso.

- Por algo son pareja. - Así no hubiera matrimonio formal por todo lo que sabía.

Eran cuál para cuál.

•••••

- Te cuidas mucho. - ¿Cuándo se volvió niñera de último minuto? - Promételo. Promete que volverás con bien. - Tal vez solo quería más ayuda una vez que terminará de barrer el suelo con una máquina con mente propia otra vez…

Bueno, con la cosa fea metida allá dentro metiéndose con cosas bajo las cuales no tenía derecho alguno de meterse.

- Parece que alguien te agarró cariño. - Claro…

Internamente se jalo el pelo, porque esto era más que incómodo, pero se armó de paciencia. La poca que poseía, claro está.

- Volveré antes de que te des cuenta. - Prometió. Era uno de los sitios más frescos en todo el desierto, y no había tantos ojos.

Además tenía varias cosas que aún quería probar, dinero que gastar, joyería que ver… Aún tenía que obtener las cosas que le pidió Cotera solo para su armadura… Solo de pensarlo tenía un dolor de cabeza. En fin, tenía muchas cosas que hacer en esa ciudad aún.

- Estaré bien, no es el primero que detengo. - Agregó, agachándose para estar a su nivel y colocando una mano sobre su hombro en, lo que esperaba que fuera, un gesto reconfortante. - ¿Por qué no empiezas a preparar el festín para cuando regrese?, ¿eh?, ¿no suena bien un festejo? - Consolar a nadie no era lo-

Pauso, y lentamente correspondió el abrazo inesperado.

Tal vez no era tan malo en esto como creyó.

•••••

- Te tardaste. - Ah, que lindo. Vino casi directo y se quejaban de que se tardó.

- Culpa a tu nieta. - Después de todo: - Y a tu gente, no son los más… dados, al género opuesto. - No podía culparlas, por desgracia, ya que había vivido ese horrible trató que jamás pensó que le tocaría vivir.

Con razón todas tenían armas encima. Y poca paciencia. Y una buena pizca de mal genio y miradas de muerte. Por todo lo demás, eran bastante amigables. Y demasiado formales.

Aún no entendía porqué le hablaban de señor. Excepto Riju. Gracias a las diosas. No estaba tan viejo. La distancia si bien era bienvenida la mitad del tiempo era exagerada. En fin, eran altamente respetuosas, 100 de 100.

- ¿Oh? - La sonrisa cayó mucho. ¿Por qué?

- 100% amigables y respetuosas luego de los malentendidos. - Si con Riju funciono, con su abuela también debería. - No me dejaron venir directamente, ya sabes como es. - No querían limpiar sangre ni abrir un hoyo en el medio del desierto. Ya mucho había tenido que hacerlo, ¿no?, ¿en donde más enterarían a la gente?

- Link, creo que deberías decirle que tienes amnesia. - Pero no era… qué.

- ¿Conozco a todos los que están montados en estas máquinas?, tú entiendes… - Qué problema…

- Hmmmm… - Ya no había sonrisa alguna, todo lo-

Pestañeo varias veces, extrañado. El contacto en verdad no lo sentía, pero lo estaba viendo, sentía la presencia, pero por todo lo demás…

Nadie había intentado meterse con su pelo. No de esta forma. Nunca de esta forma.

- Eres un buen chico Link. Has hecho un buen trabajo, un muy buen trabajo… - Cariñoso, cariñoso como…

Intercambio miradas con Mipha, y ahora entendía lo que todas esas veces en donde ella intentó tocarlo y se acobardaba a último segundo significaba.

Eran sus amigos. Estos fantasmas eran sus amigos…

Y no podía recordar nada de ellos…

•••••

Algo fue mal, esa era su única conclusión tan pronto vio a su tío abuelo a la cara.

- ¿Link…? - Había preparado todo como pidió. Las celebraciones comenzaron tan pronto la bestia sagrada se movió a la cima y dejó de moverse, sus luces apagándose.

Y el héroe de última hora aparecía con la cabeza en bajo, sin querer mirar a nadie a la cara, y viniendo directamente aquí, a su habitación en donde había solo un guardia porque nunca se podía estar seguro de nadie.

- Estoy bien. - Fue la respuesta inmediata. Solo… solo vi a Urbosa. - Oh. Oh cielos.

Los ojos rojos tenían sentido ahora. Lo decaído tenía sentido ahora. Todo tenía sentido ahora.

- Debió de estar feliz de verte. - No quería pensar en lo que significaba que la hubiera visto en esa máquina, ahora. Ni siquiera pudieron descansar en paz…

- Ten. - ¿Eso era…?

- Pero eso es tuyo. - No podía-

- Es de Urbosa. Quién merece más tenerlo y decidir qué hacer con él es su nieta. Ella prefería que fuera usado para algo beneficioso en lugar de que se pierda acumulando polvo. - Pero…

Era básicamente un sacrilegio que alguien más lo usara. No podía pasar. No podía. No a menos que ambos murieran, y sus descendientes tomarán acción. Este tipo de uniones eran sagradas. Y los objetos… de algún lugar venían las herencias más importantes de la familia, como el casco…

- El único que puede usarlo eres tú. - Era muy bonito y todo, pero: - Abuelo, es sacrilegio que otra persona que no sea el destinatario lo use. Tradicionalmente se colocan en sitios resguardados de la casa, o en algún lugar de honor, pero no se usan por otra persona excepto el dueño o quién lo regaló en primer lugar. Lo siento, pero nadie lo usará. - Sin embargo… - ¿Te gustaría que lo colocaramos en el mural…?, es lo más preciado y cercano a la abuela Urbosa que tenemos. - De allí no tenía ide-

- ¿Abuelo? - Eso salió muy, muy agudo.

Ooops.

•••••

- Aún no puedo creer que no conectará los puntos luego de eso. - Se cruzó de brazos, sin molestarse en contestar eso.

Su mirada estaba en el chico durmiendo, finalmente, a pierna suelta en una cama que no le pertenecía, con alguien que lo había reclamado como familia de la manera más tonta y linda posible. Abuelo. Tío abuelo será, pero suponía que los detalles no importaban.

- La única razón por la cuál me atreví a darle una marca fue por su ingenuidad. - En realidad no era ingenuidad en sí, pero era más lindo llamarlo de ese modo. - Estaba casi segura que, una vez que agarró esa espada, lo único que estuvo escrito para él era esa espada, como usarla, y los beneficios que le traería al reino. - En pocas palabras: - Aposté y acerté en que se olvidarían de él como Link, como solo un niño, un chico, y solo lo verían como el elegido, un medio para un fin. Y acerte. - Recordó con nostalgia como ese mismo chico que estaba viendo se dejó pintar las uñas, maquillar y meterse con él una vez que logró relajarlo en su presencia.

Eso no debió ser tan fácil, no debió producirse con ella así como así si no con alguien cercano, una hermana, una padre o un padre, un familiar o un amigo muy cercano.

El que probará cosas que no eran exactamente adecuadas dado su género y posición era no solo curiosidad y confianza en ella, sino ignorancia y falta de cuidado en la percepción social.

Link existió como un chico hasta el momento en que tomó esa espada. Después de eso solo existió el elegido a los ojos de la gente.

¿Y no era eso una verdadera lástima?

- Supongo qué tuviste una razón para eso, pero nunca te pregunté. - Por supuesto, luego de tanto tiempo…

- Zelda. - Su pequeña ave… - Zelda no quería admitirlo, pero estaba celosa y molesta por la atención que le estaban dando mi gente. Por el tipo de atención. - Y es que Link era un galán, uno joven, pero un galán de cualquier forma. - Y Link, como has de pensar, era ciego ante esta atención. Fue una protección para él, y un incentivo para Zelda. - Lastimosamente no funcionó también como esperó para Zelda. O al menos no funcionó del modo que espero…

Una espada más sólida que ella vino a su mente, recordándole el resultado final de su decisión.

- Pero no todo el crédito es mío, si no mal recuerdo tu viniste y le diste una armadura que de broma se quita. - Apostaba que eso aún seguía pasando, si la armadura no se perdió, claro está.

- Un Zora con un Hylian no tiene un final feliz, pero nunca pensé que sería de este modo. - Bufo por lo bajo sin poder evitar, tratando de no reírse. Oh si, este final sería lo último que se hubiera pensado: el hylian viviendo más que el Zora. - Link podría no verme nunca con esos ojos, pero eso está bien. Nunca me imaginé teniendo hijos con él, pero si viviendo con él, como cuando era niño y vivía en el dominio, ¿entiendes?

- Existen muchos tipos de amor. - Y en este caso… - Creo que lo amas como a un hermano o un ídolo, uno muy querido, y no propiamente como un hombre. - Tomando en cuenta que una década para Link era pasar de niño a adolescente y para Mipha eso equivaldría a uno o dos años de madurez…

No eran más que dos mocosos, dos mejores amigos, dos almas gemelas. No dos amantes.

- Sabes mejor que nadie como nos quiso, como nos quiere. - Lo vieron aquel día, hasta un ciego lo hubiera visto.

Para Link eran familia. De la manera más tonta dada el método, o quizás la más inocente dado lo que en verdad decía el gesto, y la más bochornosa dado todo lo que gasto…

- Es más qué suficiente con eso. - Confesó su acompañante, una sonrisa feliz en su rostro y una mano tomando ese collar que, como su espada, era más sólido que ella.

El valor sentimental bajo el cuál estaban cargados los hacía pesados después de todo. Estaba segura que sería lo mismo con Daruk y Revali.

•••••

- ¡Visitanos pronto abuelo! - Y definitivamente iba a quedar con ese título.

Asintió y se despidió por última vez antes de teletransportarse al sitio más cercano fuera del desierto. Iba a volver, era más agradable estar allí que en los otros lugares. La gente era muy respetuosa, y la mayor parte del tiempo sólo trataba con Riju, y era cuando no estaba ocupada.

Y esos peluches eran geniales. No es que se lo fuera a decir. Prefería los gatos de arena si no fueran tan… tan irritables. Si, irritables. Debía ser el calor. Estaba seguro que era el calor. Si, era eso.

Si no lo era iban a terminar en su lista de los animales que quería masacrar. Como los mosquitos. Lo cual sería muy injusto, porque no eran tan horribles como los mosquitos. Estéticamente hablando, claro está.

En fin, en cosas más importantes, ¿a dónde ir ahora…?

- ¿Montaña? - Señaló a la montaña que parecía un volcán en la lejanía.

Le daba dolor solo pensar en ir a un lugar mucho más caliente que el desierto. Si tenía que vestirse de mujer otra vez y pasar por todo ese conflicto, alguien iba a pagar.

- Necesitarás pociones para el calor más fuertes que las que tienes. - Vino la sugerencia más apreciada del día.

Alguien iba a perder la cabeza hoy. La pregunta era quién sería el primero contra el filo de su espada o blanco de una flecha incendiaria.

Pensándolo mejor, una flecha explosiva sería increíble.