Capítulo 8:
El carruaje del marqués Sado se detiene lentamente frente a la pequeña residencia de los DieAdelle. Yasutora espera tranquilo a que el paje le abra la puerta y le da las gracias.
Camina hacía la residencia preguntándose por millonésima vez desde que salió de su casa ¿Por qué está nervioso? No es la primera vez que van juntos a fiestas, ésta es solo otra salida más. Sospecha que es culpa de la "tensión" que deja la palabra debut. Aquella palabra que significa estar lista para buscar un marido.
Cristal se encuentra en ese grupo de mujeres.
Se pone tenso y se culpa por ello, su amiga es una mujer lista, elegirá al hombre adecuado sin un margen de error, por lo que no hay necesidad de preocuparse por ella.
Sino de Cang Du.
En cuando solucione los problemas en sus tierras (que espera que sea pronto), dedicara todo su tiempo en descubrir las intenciones de aquel canalla.
Da gracias al mayordomo que le abre la puerta y le devuelve su saludo. Aquel anciano robusto y barba larga en vez de cabello de nombre Iroh que ha estado sirviendo a la familia desde que el señor Robert era un niño, lo guía al comedor mientras le anuncia que Cristal bajara pronto, que al parecer su doncella no quiere liberarla fácilmente.
—No se puede perder la tradición de la familia. — Sado sonríe, consciente que el clan DieAdele ha llevado desde el nacimiento del Imperio el deber con orgullo y honor tomar decisiones que sean beneficiosas para la seguridad de la familia Kurosaki, incluso acogieron a Masaki de niña tras quedar huérfana al estar en primer lugar en el testamento. — No importa si es con una espada o un vestido.
Cierto, lo que se espera de Cristal no es que elija a un hombre que tenga un título superior o que tenga dinero, más bien tenga conocimiento militar y hombres que peleen por el imperio, también herederos que sean a futuro guardaespaldas de los Kurosaki. El título y el dinero son algo extra.
—Estoy seguro que Cristal... – Tose, queriendo disimular la incomodidad que lo corroe. — dejara bien a su familia.
—No lo dudo. — Sado se pone más incómodo por la extraña mirada del hombre.
La suerte lo beneficia con la aparición de la doncella. Iris, es su nombre. Ella se inclina en respeto ante el marqués.
—Lady Cristal. — Anuncia la llegada de su ama mientras se escucha el taconeo.
La susodicha aparece en escena con un vestido blanco, color tradicional de las jóvenes que se presentan en sociedad, de mangas largas y una capa que se cuelga en sus hombros y cae grácilmente en su espalda como la cola de un vestido de novia; el escote es circular y discreto, al igual que la larga falda que le tapa los tocones; no lleva joyas porque encuentra suficiente los adornos de flores en oro en su escote hasta arriba del ombligo, también en las hombreras, escondiendo el inicio de la capa; y en su brazo izquierdo, sobre la manga del vestido, lleva el ramillete de flores azules.
—Hola Yasu. — Saluda tras una sonrisa; se había recogido todo el pelo en un tomate, dejando algunos mechones cortos que rocen sus mejillas, y se había pintado los labios en un tono rosa opaco y los ojos de un sombreado del mismo color.
—Buenas noches Cristal. — Dice Sado confundido que se la quede viendo de una manera diferente.
Embelesado.
Y que la mirada de Iroh siga posada en él de una forma rara no ayuda tampoco.
—Gracias de nuevo por ofrecerte ser mi chaperón. No debías con el problema que tienes en casa.
–Mi abuelo puede encargarse... y no es ni un problema ayudar a mi amiga.
—¿Cómo esta? ¿Aun inmune a las espadas? — Bromea y Sado no puede evitar sonreír.
—Exacto, aun no hay ser vivo que pueda con él. — Se recompone. —¿Partimos?
—¿Qué? ¿Y sin ni un halago a mi ropa? Iris me ha tenido prisionera cinco horas, se bueno.
—Lo siento, te... — Silencio. Es normal en él estar callado, por lo tanto Cristal y sus amigos han aprendido los tipos de silencio que tiene el marqués y ella sabe que ese silencio es por los nervios. ¿De qué está nervioso?— Te ves bonita.
Hermosa.
Esplendida.
Maravillosa.
Todo eso y más pasaban en su cabeza pero solo ha tenido valor de decir "bonita" sin morirse en el intento.
—Gracias. — Sincera, dándose cuenta que le ha costado. Incluso se ha sonrojado un poco. — Ahora sí podemos irnos.
Sado promete a Iroh traerla no más de las tres de la mañana. Ayuda a su amiga subir al carruaje, teniendo cuidado con la capa, y esperan en silencio a que el carruaje se mueva.
—Me gustaría ver a tu abuelo, lo echo de menos.
—El doctor le recomendó no hacer viajes largos ni hacer sobreesfuerzo... aunque él no hace caso.
—No deberías quejarte si eres igual.
—Tú tampoco te salvas.
—Cierto. — Dice ella tras una risa. Sus ojos brillan otra vez, algo que pocas veces hace tras la muerte de su madre, el auto aislamiento de su padre y ahora con Cang Du tras ella. – Gracias otra vez... por venir conmigo y arriesgarte a que hablen de nosotros.
–Con gusto... y si eso te ayuda a conseguir un buen pretendiente, mejor.
A Sado le parece extraño que la alegría de Cristal pase a una simple mirada neutral. Como si lo estuviera analizando como Ichigo o él mismo a sus hombres.
—Tienes razón. — Dice ella por fin, desviando la vista hacia la ventana. — No puedo deshonrar el nombre de mi familia.
En el Palacio Perla, Shutara termina de arreglar el cabello de su hija mayor. Quería hacerlo personalmente como un gesto maternal, así como lo hizo con Rena antes.
—Si no crees poder tolerar a Jugram y su adorable prometida, te doy permiso para escapar.
—Gracias... pero con este vestido será él quien escape. — Habla con seguridad pero sus ojos hablan de que aun le causa dolor. — Pudimos haber sido felices.
—Lo sé.
—Él... él sabía que igual seguiríamos bien, que no tendríamos mucho pero estaríamos juntos y felices...
—Jugram también lo sabia querida, estoy segura.
—Eso no le impidió tirar nuestra relación a la basura.
—No… optó por la comodidad.
—Y será un error que tendrá toda su vida, que tuvo en sus manos la felicidad... y la dejó ir por el título... nunca será feliz. Y yo, posiblemente sea una solterona... pero seré feliz... seré feliz.
Shutara le besa la frente y la mira fija en los ojos.
—Lo serás, ya sea con una persona que ames a tu lado o con un ejército de mascotas, serás una mujer feliz. — La toma del mentón. — Y es todo lo que me importa, que seas feliz.
Su hija le da las gracias con un abrazo.
Fuera del cuarto, Kirinji mantiene bajo control los nervios de su hija menor con un juego de ajedrez. Ya llevan cuatro y él ha ganado en todas sin esfuerzo, señal del estado de Rena.
—Como sigas perdiendo por tonta, te daré castigo por cada derrota.
—Lo siento, lo siento... es solo que... es mi gran oportunidad.
—¿Quieres un marido porque te aburres en casa?
—Sí... quiero decir, no quiero un marido. Quiero divertirme coqueteando y bailando... conocer lo que hay más allá de casa. Hay tanto por ver, comer y conocer, y estar aquí en el palacio, debutando... es el primer paso a mi sueño.
—¿Cuál es tu sueño?— Pregunta su padre burlón.
—Comerme el mundo. — Sin titubear. Los ojos le brillan. — Y, te quiero, pero sabemos que en Gardenium Village no lo conseguiré.
—Exactamente, por eso vamos al primer paso: el ejército.
—¿Hablabas en serio con ello?
—Claro que sí, sabes que no hablo por hablar.
—¿No habrá negación al ser yo una mujer?
—Ya oíste al Emperador Kaien, no ha puesto ni una objeción... y no olvides que Yoruichi es una mujer que lidera un ejército secreto de asesinos que protegen el imperio. — Ve de reojo a Sora, quien lee un libro tranquilamente. — Y para finalizar, mi nuera es una capitana en el ejército.
—¡Padre!— Tal como quería Kirinji, su primogénito se ha puesto rojo mientras lo ve de forma acusatoria.
—Estarás bien Rena, recorrerás un poco el Imperio y países extranjeros con uniforme militar y traerás honor a la familia en las batallas y curando.
—¿Crees que consiga retirarme con rango de capitana y abrir un negocio aquí en la capital mientras sigo recorriendo el mundo?
—Si estoy seguro de algo es que mis hijos son cabezotas para obtener lo que quieren. — Infla su pecho de orgullo. — Herencia de mi parte, que si yo no hubiera sido así, su madre y yo jamás nos habríamos casado.
—¿Y si califico, me dejaras Kinpika?
—Por supuesto, no voy a interrumpir la tradición familiar. — Sonríe arrogante y observa el tablero. —¿Ves? Has ganado en cuando te concentraste.
La puerta se abre y aparece Shutara con una sonrisa. Como siempre, deslumbra con su guardarropa: un vestido rojo con la falda poco pomposa, con las mangas cortas en los hombros con forma de flecos; en la parte de atrás tiene una tela blanca que se cierra como si de una bata se tratase, con bordados de oro en el borde; y encima cae en su espalda una capa roja, de un tono más oscuro que el vestido.
—Bien, yo partiré primero y los quiero una hora después. — Sonríe. — Si llegan un minuto tarde, los asesinare. A los cuatro.
El que se encuentre en una distancia aceptable, no significa que Karin no pueda sentir las miradas o la manera en cómo susurran a sus espaldas.
Gente estúpida que no tiene nada más que hacer.
Desde que han llegado, la aristocracia ha quedado sin palabras al verla llegar de violeta y no blanco. Un vestido sencillo de dos capas, la de abajo es un tono claro que fue creado para ocultar su desnudez de la capa superior al ser totalmente transparente y más oscuro, con bordados de hojas y ramas en color plateado, concentrado en la parte del corsé y en el borde del escote en la espalda, difuminándose al ir bajando en la falda; sin mangas, en vez de eso, hay unas finas líneas de tela en los antebrazos; zapatos plateados y una corona de ramas fundidas en plata sobre su cabeza.
Hermosa.
Y dejando en claro que a pesar de estar presente, no busca un compromiso ese año.
Luego de los saludos a sus primos y sobrinos, sus padres se sentaron a la derecha de Kaien (a la izquierda se encuentra su esposa y después los príncipes herederos) como un recordatorio a la sangre real de Isshin, incluso se había sentado en su viejo asiento, el que usaba cuando fue el heredero, y su hermano Ichigo bailó dos veces con Yuzu, bajo las miradas llenas de admiración hacia Ichigo por parte de sus fans, sacándole bufidos y gestos de ascos a Karin. Si no fuera su hermana, habría sido un escándalo y sospecharían una boda.
Hablando de boda... ¿Ichigo le habrá pedido a la tal Orihime el baile? Aun recuerda lo mal que a su padre le sentó la noticia, a diferencia de su madre, ella si fue todas sonrisas. De seguro espera la posibilidad de unirse en familia con la tal Shutara... y eso exactamente debe ser lo que molesta al duque.
Bueno, que sea su castigo por amenazar a Ichigo con el ducado.
Ve a su hermana, deslumbrando con su blanco atuendo: un vestido (como no, es lo único que permiten vestir a una mujer sin hacer escándalo) sencillo, elegante y pudoroso; sin mangas y un discreto escote circular, y un efecto de un grueso cinturón, también blanco, bajo sus senos; una segunda capa que es más bien una capa, tapándole la mitad de los brazos y cayendo en la espalda con varios centímetros de sobra que da el aspecto de la cola de un traje de novia; cómo no, el característico ramo de flores azules en la muñeca derecha afirmando su debut. Y bailando ahora con el sobrino de Urahara, el pelirrojo de Jinta con la misma actitud de perros de su padre y hermano. Ahora mismo no se ve para nada así, sino tieso y muerto de nervios en pisarle los pies por accidente; en cambio Yuzu anda despreocupada de aquel riesgo y contenta como siempre, ignorante que ese joven tiene un flechazo con ella desde los doce.
A veces se preocupa si ese golpe que se dio de pequeña al caer de un árbol la ha dejado estúpida si no lo nota.
Desvía su atención en Ichigo y frunce el ceño al verlo hablar seriamente con su grupo de amigos cercanos. Señal que algo ha pasado.
—Así que has conseguido salirte con la tuya.
Karin se pregunta si vale la pena sufrir el castigo de su madre por haber golpeado públicamente al Duque Toushiro Hitsugaya. Único sobreviviente del ducado como Masaki años atrás y criado por su tío Ichimaru hasta que tomó el mando de su apellido, casa y partió al norte.
Extiende su abanico solo para que nadie más aparte de él note su cara de fastidio al tenerlo cerca y el duque sólo sonríe por su comportamiento.
—Lo que se puede esperar de la princesa malcriada.
—Si fuese una malcriada, ahora mismo estaría ordenando tu ejecución por faltarme el respeto.
Maldita sea, ¿Por qué no se quedó en el norte con sus muñecos de nieve y baños de hielo? Reza porque al menos haya venido con su hermana, Momo (de distinta madre y se salvó de la masacre al vivir en la Capital) es más agradable que este incivilizado.
¿Acaso cree que puede presentarse y hablarle de esa manera sin sufrir las consecuencias por tener los ojos azules intensos o un cuerpo bien trabajado por el entrenamiento de soldado y de sobrevivir bajas temperaturas en las montañas Hyorinmaru? Claro que no.
Lo prefiere más cuando era un mocoso chaparro como ella en su tiempo (Hitsugaya es dos años mayor).
—¿Por qué su excelencia le ha negado a los jóvenes la oportunidad de pedir tu mano?
—Mis motivos no te conciernen. — Guarda el abanico al ya verse con más control de sus expresiones faciales ante el público.
—¿Qué te preocupa?
—¿Disculpa?
—Has estado viendo a tu hermano con cara de querer matarlo, cosa que haces cuando oculta cosas.
—No es nada que...
—Aja, que me importe, ya sé.
—No preguntes entonces si ya sabes. — Nota que las personas a su alrededor andan susurrando mientras los ven conversar. Mierda, se harán ideas. — Adiós.
—Karin...
—No me faltes el respeto otra vez Duque Hitsugaya o en verdad ordenare su ejecución.
—¿Estás seguro?
—Explícame entonces primo como un canalla como el conde sabia de mi problema.
—Ichigo tiene razón. — Admite Rukia a mala gana, es bien sabido que odia eso. Viste un vestido rosa sin mangas, con la falda larga y un detalle de trenzas que simula un cinturón en la cintura; lleva una segunda capa, transparente y con bordados de flores, bajo la falda y toda la parte de arriba, con hilos negro, mismo color de sus zapatos con tacón de aguja. — Isshin se encargó que nadie lo supiera e Ichigo solo nos confió a nosotros el asunto.
—A ti no te confié nada, fue Renji el soplón... ¡Ng!— Discretamente Rukia le había pisado el pie con su tacón. — Maldita
—Como decía, no hay otra explicación aparte de tener espías en la casa.
—Le diré a mi padre. — Dice Cristal molesta con la idea que hayan infiltrados en casa del Duque, es una falta de respeto a la reputación de los DieAdele. — De seguro para cuando llegue, yo...
—No Cristal. — Interrumpe Ichigo. — No es necesario que venga, yo lo solucionaré sin problema. Por lo tanto no debes preocuparte tampoco.
—Claro que no. — Sado intenta calmarla pero Cristal ya se encuentra frente a Ichigo y le pega en el pecho con su dedo índice. — Que un intruso o intrusa ande en el ducado Kurosaki divulgando información es un insulto a mi familia, que somos siervos de la tuya.
—No eres mi sierva, eres mi amiga.
—Pues esta amiga tuya está preocupada, así que le dirá a su padre y hermano para que se encarguen del asunto. — Celebra la mala cara que pone.
Después de todo, ella no puede hacer más.
—Ah. — Dice Rukia de pronto, notando una persona en particular.
Nada menos que la baronesa Shutara.
Shutara entra sin permitir que la presenten, no quería llamar la atención o un escándalo que opaque el momento de sus hijas. Mientras camina nota en un grupo de mujeres mayores a la madre de Jugram viéndola con odio y señalándola con el abanico mientras habla con sus amigas. De seguro comenta la falta de educación que le ha dado a sus pequeñas.
Puede que entre sin que la avisen, pero igual debe presentar sus respetos a la familia real... además, es divertido ver la cara que pone Isshin.
—Saludos al Escudo y la Espada del Imperio. Saludos a los príncipes, que la buena salud los acompañe. — Se inclina respetuoso ante la pareja Shiba y luego ve al matrimonio Kurosaki. — Saludos a la duquesa y a su marido.
—Shutara. — Masaki se pone en pie y sin preocuparle los modales o el público, se acerca a ella y la rodea en un abrazo, le había rodeado el cuello y la pelinegra le responde el gesto abrazándola de la cintura. — No puedo creer que hayas esperado a que tus hijas debuten para verme, tramposa.
—Oh, aunque disfruto la idea de carcomer la consciencia de tu marido con mi presencia y trampas, he estado muy ocupada criando a mis niñas.
—También me alegra verte Shutara. — Gruñe Isshin frunciendo el ceño.
—No lo dudo por ni un momento General Diminuto. — Sonríe que aun le moleste el mote.
Las dos mujeres comienzan a caminar por el lugar, por las esquinas para no molestar a los bailarines. Masaki la tenía abrazada en el brazo derecho y hablan como en antaño, sin prestar atención a las miradas de los demás o las inclinaciones en respeto a la duquesa. Los hermanos Kurosaki se dan cuenta que, siempre es feliz con su familia pero esa noche luce más contenta.
—Te entiendo, las mías también me hacen trabajar… una más que otra. — Viendo a Karin con molestia, descubriéndola conversar con su tía Katagiri. — Estoy pensando en tomarme un descanso luego de este mes.
—Gardenium Village te recibe con los brazos abiertos… claro, primero iremos a ver a mi cuñado y luego partiremos a casa.
—Estoy ansiosa por conocer al fin tu casa mas allá de los dibujos que me enviabas... y espero que mucho más.
—Conozco esa sonrisa, algo planeas.
—Bueno... espero que no te moleste, pero… mi hijo Ichigo ha mostrado un interés en tu hija Orihime.
—Algo note en cuando se presentó al palacio de perla. — Se encoge de hombros. — Si te preocupa que lo juzgue por... los errores de Isshin, no te alarmes que no lo haré. Solo criticaré a Ichigo por los errores de su persona. — Frunce el ceño y la ve como si la juzgara, cosa que alarma a las personas que andan cerca. ¿Cómo osa esa baronesa de clase baja comportarse de esa manera ante la duquesa Kurosaki?— Ya entiendo, quieres que se emparejen.
—Tengo el deseo culposo que se gusten y quizás terminemos emparentadas. — Admite sin rodeos. — Aunque me preocupa que el barón quiera matar a Ichigo si él se presentase a pedirles la mano de Orihime.
—Bueno… sería esplendido ser parientes pero es mejor que no subas alto en esa ilusión.
—¿Por qué?— Curiosa.
—Porque es decisión de Orihime, no de nosotros... y ella no quiere casarse.
—¿No?— Sorprendida.
—No. — Se ríe ante su expresión. — Quiere ser doctora. Ira a Xing si le dejan dar el examen.
—Oh… oh vaya… Ichigo la tendrá difícil.
—Como si las mujeres de mi familia lo fuéramos.
Las dos se ríen.
El pregonero da golpes con su bastón, llamando la atención.
—Lord Sora, heredero de la casa Inoue y su hermana Lady Rena, hijos del Barón Tenjiro.
La mitad había dejado de prestar atención en cuando supieron que era un rango demasiado bajo, igual les llamo la curiosidad y fueron recompensados ante la imagen de una mujer indiscutiblemente hermosa independiente de su posición.
Sora no se queda atrás con su porte gallardo a pesar de no ser tan musculoso como Ichigo o Sado. Lleva un traje color marrón oscuro, con negro en los bordes y cordeles dorados en los hombros; zapatos negros bien lustrados y una camisa del mismo color; cuelga de la solapa derecha el símbolo de los Tenjiro: una flor de seis pétalos. Su cabello bien peinado hacia atrás, aumentando su atractivo y ocasionando suspiros.
Rena por su parte usaba un vestido blanco con escote en forma de corazón que realzaba sus deseables atributos, el corsé era ajustado y llevaba hermosos bordados que resaltaban con forma de hojas y algunos cristales que Shutara había puesto para que resaltará aún más, en lugar de tirantes a los hombros estos estaban a la mitad de sus brazos, un poco antes de llegar a los codos y el hermoso tejido de seda y holganza transparente bordados igualmente como el corpiño llegaban hasta el piso, la parte de abajo aunque la tela se veía pesada era ligera y de fácil movimiento, también con varios bordados de flores blancas, en su mano derecha usaba el pequeño ramillete de flores azules que toda debutante debía usar ese día.
—Hermano, estás siéndole infiel a Harribel con todas esas jovencitas cayendo por ti.
—No hagas bromas en mal gusto en este momento. — Los dos hablan en susurro.
De nuevo el pregonero da sus golpes.
—El Barón de la casa Inoue, el General "Demonio Relámpago" Kirinji Tenjiro, acompañando en su debut a su hija Orihime Tenjiro.
Shutara con discreción observa a Jugram a lo lejos, ponerse tenso ante la mención de su hija. Quería deleitarse de su cara en cuando la vea entrar.
Kirinji entra pensando que hace tiempo que no lo llaman así y que fue una mala idea porque la gente que recuerda ira tras él por las memorias y quizás alguna recomendación para entrar al Ejercito. Destaca con un traje de tres capas: pantalones blancos con bordes azules, chaleco azul con blanco en el centro y un saco blanco con bordes azules en donde van los botones y en el cuello. En su cintura cuelga su espada y en el lado derecho aparte de colgar el emblema de la familia, también cuelgan sus medallas obtenidas en el ejército.
Aun así, lo que más destaca no es un Barón con rango de General, sino que su hija no está debutando de blanco como dicta la tradición, sino de rojo pasión.
Orihime entro al salón luciendo un precioso vestido rojo ajustado que acentuaba sus bellas curvas, al frente se veía liso y simple, sin escote alguno, tenía una mangas largas que en realidad eran abiertas y caían grácil hasta el piso dándole un efecto de parecer un hada, sin embargo lo más impactante era en la espalda el cual tenía un escote que llegaba hasta el inicio de sus glúteos donde una bella cadena de diamante adornaba un poco antes de que la tela cubriera su parte posterior, un drapeado en forma de "U" con la misma tela del vestido llegaba a la mitad de sus trasero y tres collares de plata adornaban su cuello hasta la mitad de su espalda, se había maquillado muy tenue, su cabello estaba semi recogido y el pequeño ramillete de flores azules que debía usar en su muñeca para identificarse en el debut estaba en su cabello como un adorno. Se veía preciosa y sexy, los hombres no podían dejar de verla en especial el heredero de los Kurosaki.
—Ya odio las cartas que llegaran. — Maldice Kirinji en un gruñido bajo.
—Shh, o madre nos matará.
—Lo sé... pero esa cara de Isshin no ayuda mucho... más de veinte años y aun quiero estampar mi puño en su cara.
Orihime debe presionar ligeramente sus labios o se iba a reír.
Barón y sus tres hijos se detienen frente a la familia real y lo saludan siguiendo el protocolo.
—Buenas noches, me inclino ante la espada y el escudo del imperio. — Se inclino con suavidad, mientras hacía una perfecta reverencia. —También es un honor saludar a las pequeñas águilas de nuestro imperio.
Miro a los príncipes un par de jóvenes idénticos de cabellos oscuro y ojos azul verdoso, los príncipes Hoshio y Yoshio eran unos gemelos idénticos muy parecidos al emperador y la princesa Michiko era al igual que sus hermanos una calca de su padre pero con algunos rasgos suaves y los ojos de su madre.
—Enhorabuena por su debut lady Orihime. — Saludo el emperador mientras la veía con su mano recargada en el reposabrazos de su trono, a su lado la emperatriz Miyako lucía preciosa con un vestido color azul marino con muchos bordados de oro en el pecho y la falda, usaba una gargantilla simple de color rojo y su cabello lucia un recogido elegante con la corona de emperatriz en ella. — Se dice siempre que es mejor tarde que nunca.
—Te vez simplemente encantadora, pequeña. — Sonrió amablemente la mujer. — Si querías llamar la atención, definitivamente lo lograste.–La elogió observando el llamativo vestido.
—Agradezco sus palabras con humildad, su majestad.
—Bienvenida al mundo social, diviértete por favor y espero tu activa cooperación para mejorar nuestro vasto y poderoso imperio.
—Así lo haré.
Orihime y Kirinji se inclinaron en respeto y se alejaron, dando paso a Rena y Sora quienes también hicieron una reverencia y saludaron a la familia real por segunda vez en el día.
—Vaya, ese vestido es muy hermoso lady Rena.–Halago la mujer.
—Sus palabras me halagan majestad. –Respondió la jovencita.
—Sinceramente cuando vi a lady Orihime pensé que tú también llevarías un vestido de color llamativo. –Admitió el emperador. — Pero llama la atención a su manera.
La mayoría de las jóvenes debutantes llevaban vestidos blancos muy hermosos pero discretos, las hermanas por otro lado habían decidió mostrar todos sus encantos y no dudaban en mostrar piel con sus prendas, les gustaba ir en contra de la corriente.
—Saludo a las pequeñas águilas del imperio. — Saludaron los hermanos Tenjiro a los tres príncipes, de los cuales dos aceptaron sus saludos porque notaron que uno de los gemelos dormitaba en su silla y casi se largan a reír si Shutara no los habría entrenado bien a controlar las facciones de su rostro; casi podían ver la baba salir de la boca del muchacho.
—Disfruta tú debut y diviértete, bienvenida al mundo social.
Después de despedirse, los hermanos Tenjiro se alejaron donde estaban algunos grupos de nobles bailando.
—Pst, pst Hoshio. — Lo llama su hermano. — Hey, despierta.
—¿Qué quieres? — Murmuro adormilado.
—Mamá se dará cuenta que no estás atendiendo el banquete. — Lo golpea suavemente con el codo.
–Al demonio eso no me importa. — Dijo desinteresado el joven. — En primer lugar yo no quería venir.
—Pues cuánto lo siento, pero eres el príncipe heredero y es tu deber.
—Papá aún no me nombra oficialmente como el príncipe heredero, no exageres. –Abrió un ojo para mirarlo de reojo. — Podrías serlo tú.
—El anuncio formal será pronto y ya todos te consideran el siguiente emperador ¿Que importa el nombramiento?
—¿Intercambiamos lugares hoy hermano? — Sugirió en voz baja con una sonrisa.
—No, olvídalo. La última vez que lo hicimos en un evento oficial papá casi nos ejecuta ¿Lo recuerdas?
—Ah, sí. — Con esto Hoshio despertó totalmente mientras recordaba el aterrador momento. — Y mamá estuvo a favor de apoyarlo. — Los gemelos temblaron.
—Mis niños. — La emperatriz los llamo con un tono suave. — Deberían ir a la pista de baile.
—Creo que me quedaré un rato más aquí. — Sugirió Yoshio.
–Igual yo. — Le siguió el mayor de los hermanos.
–Creo que confundieron mis palabras. –Se río ante el ojos público de una manera gentil. — No les estoy pidiendo, les estoy ordenando. — Amenaza la mujer con el tono totalmente opuesto a amabilidad. — Sigo molesta porque no fueron a presentarse con los Tenjirou.
—¡Pero eso no fue nuestra culpa! — Se defendió Hoshio. — Fue culpa de esa diablilla de ahí. — Entrecerró la mirada hacía Michiko, quien lo veía de igual manera.
—Fue culpa de ustedes por comerse las fresas de mi pastel. — Dijo indignada mientras volteaba a otro lado.
—¡Solo eran unas frutas! — Dijo irritado Hoshio.
—¡No eran solo fresas! — Lo encara molesta. — Eran las fresas más grandes, dulces y apetitosas de mi tarta.
—¡Solo eran dos malditas fresas! — Hizo énfasis el mayor de los hermanos, los demás nobles se encontraban centrados en el banquete e ignoraban lo que hablaba la familia real.
—¡Prrrr! —La jovencita le saco la lengua. Aún no sabían cómo lo había hecho pero la princesa había escondido todos, absolutamente todos los zapatos de sus hermanos en un cofre y los había escondido en el cobertizo del jardín, fue ya cuando había anochecido que encontraron el calzado de los príncipes.
—Jovencita eso no es propio de una dama. — Miyako concentra ahora su atención en la princesa. — Y también estoy molesta contigo por lo que hiciste.
—Si no hubieran tomado lo que es mío no lo hubiera hecho. — Responde ella dignamente.
—Era solo una broma. — Insiste Yoshio llevando la mano a la cara en exasperación.
—Solo fue algo pequeño, como cuando Yoshio escondió mi espada ¿Lo entiendes? — Trato de intervenir Hoshio.
—Naoki nunca me hubiera hecho eso… — Susurra sombría, lo que hizo que ambos hermanos se tragaran sus palabras y quedarán en silencio y que la expresión de la emperatriz tome un semblante triste. — ¡Me voy con papá! — Se levantó de la elegante silla de oro y se dirigió donde Kaien.
—Maldita sea ¿Tenía que mencionarlo? — Murmura el príncipe heredero.
—Déjenla, ya se le pasara. — Dijo Miyako con voz suave y triste. — Adelante ustedes dos, también vayan a divertirse.
—Pero…
—Sin peros. — Dio el ultimátum y los jóvenes no tuvieron otra opción más que ponerse de pie y unirse a la recepción, mientras que por encima del hombro Hoshio vio a su hermana pequeña acurrucarse en el pecho de su padre.
