Visita inesperada y… ¿celos?
Luego de que la fiesta alcanzara la cúspide y posteriormente se tomaran las fotos y se realizara el lanzamiento tradicional del ramo, se despidió a los recién casados, llenándolos de buenas vibras y esperando que su luna de miel por el Caribe fuera espectacular. Poco a poco los invitados empezaron a retirarse, entre ellos Mikasa que, si bien en un principio tenía planeado volver en tren junto a Armin y Marco, Levi insistió en llevarla, haciendo alusión a que era muy tarde y no quería que anduviera por ahí aun estando acompañada y más con el vestuario que llevaba.
Una vez más esa especial y recurrente preocupación hacia ella se puso de manifiesto, y aunque estaba un poco dudosa de dejar a sus amigos solos, estos le dijeron que no se preocupara por ellos y que fuera tranquila, por lo que aceptó y se subió al auto junto con Erwin y Hange.
Esta última, quien se había pasado de copas, empezó a comentar escandalosamente lo hermosa que estuvo la fiesta y también mencionó que, aparte de los novios, los azabaches también se vieron muy lindos bailando juntos.
Levi, perdiendo la paciencia por la reiteración continua de lo último y viendo cómo Mikasa movía las manos entre nerviosa e incómoda, la amenazó sutil, pero firmemente para que se callara, y aunque hubo reproches, Erwin intervino y logró calmarla, haciendo que se durmiera durante gran parte del viaje.
Finalmente se pudo respirar en paz cuando se la dejó en su casa, y una vez que se hizo lo propio con Erwin al otro lado de la ciudad, el ojiazul continuó conduciendo hasta llegar al edificio de Mikasa a eso de las diez de la noche.
—Muchas gracias por el aventón, aunque no era necesario —dijo ella.
—Siempre es un gusto hacerlo, y, por favor, no hagas caso a lo que dijo Hange. Seguramente mañana no recordará nada.
—Está bien —se apeó del auto—. Buenas noches.
—Descansa.
Cerró la puerta y se dirigió a la entrada del edificio. Tomó el ascensor, llegó a su piso y una vez que ingresó al departamento dejó su bolso de mano en un mueble y se sacó los zapatos. Con lo cansada que estaba por tan largo y agitado día, fue a la cocina, tomó un vaso de agua y se dirigió a su habitación para cambiarse enseguida luego de saludar a Mayu.
Se desplomó en la cama con la lámpara del velador aún encendida y se dedicó, por un momento, a rememorar lo bien que la pasó durante la fiesta y lo muy contenta que se puso, en especial, luego de haber bailado con su entrenador.
Hasta ese instante no sabía cuál era la razón exacta que describía esa genuina y agradable sensación, y aunque hubo otros momentos divertidos como el baile de Thriller y la Macarena, nada superaba a aquel que le hizo apreciar un poco más su compañía.
Soltó una risita al recordar cómo él realizaba movimientos confusos y robóticos al intentar seguirle el ritmo a todo el grupo en esas coreografías tan famosas, pero luego su mente la llevó al momento cuando Sasha lanzó el ramo y ella, ya sea por casualidad o fortuna, lo atrapó, o mejor dicho cayó justo en sus manos como si hubiera sido teledirigido.
Su cara de susto hizo que la castaña no pudiera reprimir la risa, y si bien recibió las felicitaciones de todas las mujeres, la realidad era que no estaba para nada entusiasmada.
—Es solo parte de una creencia, así que no creo que en un futuro se cumpla —hizo una mueca—. ¿Verdad, Mayu? —la miró.
Esta la miró con sus enormes ojos azules y maulló, dando a entender que no estaba del todo convencida, pero que la azabache interpretó de otra forma.
Dejó las reflexiones a un lado y se acomodó para dormir. Apagó la lámpara y miró por última vez la luna a través de la ventana antes de dejarse llevar.
Dos días después, se levantó con los ánimos renovados y se dispuso a realizar su rutina. Una vez terminada, y mientras comía su desayuno de acuerdo al régimen, su celular sonó, anunciándole un nuevo mensaje. Extrañada por lo temprano que era lo tomó, desbloqueó la pantalla y leyó el remitente: Levi Kōchi.
Buenos días. Va a haber un anuncio importante,
así que ve directo a la pista cuando llegues.
"Anuncio importante". Enseguida su mente intuyó que tenía que ver con la próxima competencia de otoño, por lo que asintió y texteó un rápido:
Buenos días. Ok.
Abandonó su departamento poco después, no sin antes dejar todo en orden. Una suave y juguetona brisa, signo de la transición de temporada, la acompañó durante todo el trayecto hasta finalmente llegar a la academia. Ingresó, tomó el camino directo a la pista A y, una vez allí, se encontró con los demás muchachos y los entrenadores, saludándolos en el proceso.
—Bien. Ya estamos con quórum —empezó Hange cuando Jean y Connie llegaron y todos prestaron atención—. Por sus rostros, supongo que tienen una idea de la razón de esta convocatoria. Sus suposiciones son ciertas, pero antes Nanaba va a hacer un anuncio. Adelante, querida —le cedió la palabra.
—Gracias —caminó unos pasos hacia adelante—. Bueno, sé que esto es algo repentino, y aunque concierne a mis alumnos ya que son los directamente involucrados, tras pensarlo mejor decidí compartir con todos ustedes esta decisión que tarde o temprano iba a tomar.
—¿De qué se trata? —preguntó Historia.
—Estoy embarazada, así que dejaré mi trabajo como entrenadora por un tiempo.
La sorpresa no tardó en manifestarse en cada uno de los rostros de los patinadores. Por supuesto, los demás instructores ya lo sabían, por lo que permanecieron impasibles y analizando su antología de expresiones.
—Wow —musitó Mikasa, comprendiendo al fin por qué ella no había bebido nada durante toda la fiesta—. Qué inesperado, pero felicidades.
De inmediato los otros también la felicitaron, incluidos sus propios alumnos, aunque pudo evidenciar en ellos rastros de incertidumbre como era de esperarse.
Y pronto la gran pregunta salió de los labios de una inquieta Gabi.
—Si usted de va a ir, ¿qué será de nosotros?
—Tranquila. Ya tomamos las medidas respectivas: quedarán a cargo de un nuevo entrenador.
—¿Y quién es esa persona? —Falco no pudo evitar preguntar.
—Yo.
Ante aquella voz desconocida, todos voltearon a ver, encontrándose con un rubio alto de lentes y barba que caminaba en su dirección. Unos pocos ladearon la cabeza en clara señal de confusión, pero la gran mayoría reaccionó atónita, incluidos los más jóvenes ya que sabían perfectamente de quién se trataba.
—No puede ser... —susurró Gabi con los ojos abiertos como platos—. Él es...
—El campeón nacional representante de Alemania y uno de los patinadores más influyentes de Europa Occidental: Zeke Jaeger —dijo Hange.
—Un gusto conocerlos —hizo una corta reverencia.
—¡Kya! —Gabi exclamó sin poder contenerse—. Esto debe ser un sueño. Es demasiado bueno para ser real.
—¿Cuándo será la dicha que dejes de hacer tanto escándalo cuando un nuevo personaje aparece? —preguntó Zofía.
—No estamos hablando de un personaje cualquiera. ¡Se trata de mi segundo patinador favorito! Así que no me pidas que no me emocione.
—Me alegra saber que tengo fanáticos en esta parte del globo, pero ¿segundo favorito? Me pregunto qué maldad hice para que me delegaran un puesto más abajo.
—Siempre siendo tan dramático —se abrió paso la voz de Levi.
—Oh, pero miren nada más. Si se trata del Emperador —continuó caminando hacia él hasta detenerse muy cerca—. ¿Debería seguir llamándote así? Bueno, los títulos no son tan importantes después de todo.
—Lo dice el que se hace llamar el Rey del patinaje alemán.
—Ouch. Sabes dónde atacar, ¿no? —soltó una risa seca—. Es un honor volver a verte, pequeñín.
—Lamento decirte que no es recíproco, cara de mono.
Levi conoció a Zeke en la competencia mundial previa a los Juegos Olímpicos de Milán hace seis años. Para ese entonces, el rubio apenas iniciaba su carrera como patinador, pero poco a poco logró consolidarse hasta declarar al azabache como su rival dado el gran impacto que este había tenido y tuvo durante los años posteriores.
Se vieron las caras en repetidas ocasiones, y aunque en un principio el ojiazul destacó el esfuerzo que hacía y su estilo propio, cuando logró cinco veces el campeonato nacional alemán la supuesta fama se le subió a la cabeza y eso hizo que su actitud empezara a desagradarle sobremanera.
Cuando se retiró, no volvió a saber más de él hasta ese día, y si bien no compartió la idea de Hange de traerlo para que reemplace a Nanaba, las opciones eran pocas, por lo que no le quedó de otra más que resignarse.
Eso sí, la tensión y la apatía vibraban en el aire, algo que no había cambiado con el tiempo y de eso se dieron cuenta los muchachos, quienes prefirieron no intervenir para evitar una posible reacción desfavorable.
—Bien, creo que ha sido suficiente de miradas intimidantes —Hange se les acercó para calmar las aguas—. Traten de dejar sus diferencias a un lado. Ahora será colegas instructores, así que más les vale no generar caos, ¿entendido?
—Mientras esté alejado a veinte metros es suficiente para mí —dijo Levi.
—Como quieras, Emperador —alzó ambas manos y retrocedió.
El ambiente volvió a alivianarse y todos soltaron un largo suspiro, aunque Mikasa, luego de haberse recuperado de la sorpresa y con un nombre rondando en su mente, no pudo evitar mirar a ambos alternadamente y preguntarse la razón de semejante actitud (hablando específicamente del recién llegado).
—Qué situación...
—Zeke a veces actúa como un niño. Le gusta molestar a las personas y nunca aprende.
—Ya me quedó más que claro...
Detuvo abruptamente sus palabras al escuchar aquella voz a sus espaldas y, con cautela y algo de incredulidad, volteó lentamente hasta encontrarse con unos ojos familiares que no veía desde hace algún tiempo y que destilaban alegría y ternura, dejándola perpleja.
—Por todos los dioses... —musitó con una mano sobre sus labios—. ¿E-Eren?
—Cuánto has cambiado, Mika.
—¡Kya! —esta vez fue su turno de exclamar, llamando la atención de todos—. ¡De verdad eres tú!
Sin perder más tiempo se lanzó a abrazarlo y él, sosteniéndola fuerte, la elevó por los aires y le hizo dar un par de giros entre risitas y chillidos.
Eren Jaeger y Mikasa fueron compañeros durante los dos primeros años de preparatoria. Junto con Armin, fueron conocidos como el trío EMA y formaron una sólida y duradera amistad aun cuando el castaño se separó de ellos en tercer año por cuestiones de negocios familiares y tuvo que mudarse a Inglaterra para allí continuar con sus estudios. Mantuvieron el contacto a través de videollamadas, pero esa era la primera vez en poco más de dos años y medio que lo volvía a ver en persona.
—¿Qué vientos te traen por aquí? —se separó un poco ella.
—Estoy de vacaciones de la universidad, así que vine a pasar una temporada aprovechando la nueva estadía de mi hermano en esta ciudad.
—Es tan grato tenerte de vuelta. ¡Podremos salir con Armin como en los viejos tiempos! —volvió a abrazarlo.
A los ojos de muchos, y fue así como sucedió con la gran mayoría de los que presenciaban la escena, parecía un reencuentro bastante emotivo y conmovedor, pero hubo alguien que, inesperadamente, no lo vio con buenos ojos.
Levi, ubicado a unos pocos metros, frunció el ceño en señal absoluta de disgusto. ¿Quién era ese mocoso? ¿Por qué actuaba de una forma tan familiar con Mikasa, sin soltarla ni por un mísero instante? ¿Y por qué ella sonreía con tanta jovialidad, dirigiéndole una particular mirada cálida?
Desvió la vista, chasqueando la lengua discretamente, aunque en repetidas ocasiones volvió a mirar la escena y el fastidio solo aumentaba.
¿Por qué se sentía así? No tenía ni idea, pero era algo que, muy a su pesar, no podía controlar.
La azabache pronto recordó que no estaba sola, por lo que se separó del chico y se dirigió expresamente al ojiazul.
—Perdón por haberme dejado llevar por la emoción, pero no pude evitarlo —soltó una risita—. Entrenador, él es Eren, un amigo de la preparatoria y hermano de Zeke.
—Wow. Se ve más increíble en persona —comentó el castaño y estiró la mano para saludarlo—. Mucho gusto, Levi Ackerman.
"No puedo decir lo mismo de ti", pensó, pero por educación respondió al saludo, apretando su mano con fuerza y queriendo, quizás, darle un mensaje con ello.
Posteriormente Mikasa presentó a Eren a los demás, y cuando hubo terminado, Hange procedió a hablar de otro tema, específicamente sobre los elegidos por la Federación Japonesa de Patinaje para el Grand Prix que tendría lugar en noviembre y el cual luego llevaría a los mejores puntuados a la final junto a competidores de otras partes del mundo.
Este quizá era uno de los eventos más importantes a nivel de patinaje, por lo que se hizo visible la emoción por poder traspasar fronteras y demostrar sus capacidades a aprendices de otras escuelas de renombre.
Levi quedó a cargo de pasarle el comunicado a Sasha, y con todo finalizado, empezaron a dispersarse y a dirigirse a sus respectivas pistas.
—¡Ay, no puedo creer que haya sido considerada para el Grand Prix! Sinceramente lo vi muy poco probable dados mis resultados en la competencia de verano —comentó Mikasa, saltando de alegría.
—Pues ya ves que ese pequeño desliz no manchó tu historial lleno de tantos triunfos desde que iniciaste en la preparatoria. Te felicito; sé que vas a llegar muy lejos —dijo Eren.
—Muchas gracias.
—Mikasa —Levi la llamó y esta volteó a verlo—. Es hora de iniciar con los entrenamientos.
—Oh, ok —se giró hacia Eren unos segundos—. ¿Te quedarás a ver cómo entreno?
—No veo por qué no. Tengo tiempo suficiente, así que no es mala idea.
La azabache asintió y empezó a caminar hacia los camerinos cargando su maleta, con Levi siguiéndola muy de cerca y para nada contento con la invitación que le hizo a aquel mocoso.
—¿Por qué le dijiste que se quedara? —preguntó ni bien atravesaron la puerta de los camerinos.
—Lo consideré acertado. Después de todo, no nos hemos visto en años —se sentó en una banca para ponerse los patines.
—Pero ¿has pensado que su presencia puede ser una distracción?
—¿Distracción? —frunció el ceño y alzó a verlo—. No comprendo.
—Me refiero al hecho de que, al estar alguien muy "importante" para ti observándote, puede hacer que no te concentres adecuadamente. Recuerda que el Grand Prix es en poco más de un mes, así que cada segundo cuenta y no puedes desperdiciarlo.
Trató de sonar lo más natural y profesional posible, pero Mikasa notó algo, en especial al remarcar la palabra "importante" con un tono distinto, como si estuviera insinuando algo.
—¿Acaso quiere que salga y le diga que se vaya?
—Sería lo mejor.
—Pues no —sentenció y siguió ajustándose los cordones—. Sería de muy mala educación descartar la invitación. Además, ¿qué tiene de malo? He patinado con miles de personas mirándome. Que él esté no va a hacer mayor diferencia.
—Y yo creo lo contrario. Sé cómo pueden llegar a actuar las personas cuando se sienten demasiado emocionadas al tener espectadores especiales —soltó sin medir la mordacidad en su voz, lo que hizo que la azabache lo mirara con incredulidad y desconcierto.
—¿Acaso me está diciendo que me voy a dejar llevar como una mocosa impulsiva? —se levantó lentamente sin quitarle la vista de encima—. ¿Que voy a mezclar lo profesional con lo personal? ¿Cuándo he dado indicios de hacer algo así? —elevó la voz, enfadada.
—Solo estoy siendo precavido...
—Ah, claro. ¿Acaso no me conoce lo suficiente? ¿Está dudando de mi buen juicio y ya no confía en mí? —mencionó esto último dolida.
—No se trata de ti, Mikasa.
—¡Pues eso es a lo que hizo referencia!
—Lamento si fue así —sintió como un golpe en el pecho al ver su expresión—, pero respecto a ese chico mantengo mi palabra: debería irse.
—¿Y por qué? Ya le dije que no afectará mi rendimiento.
—No lo entiendes...
—¿Qué es lo que no entiendo? A ver, entrenador. Ilumíneme —hizo gestos con las manos y se cruzó de brazos, esperando una respuesta.
Levi se quedó en silencio. ¿Cómo podía decirle que, realmente, era a él a quien le molestaba la presencia de Eren? ¿Estaba dispuesto a decirle la verdad aun sabiendo que no comprendía del todo su cambio abrupto de comportamiento solo al verlo cerca de la azabache?
"No", habló la voz del orgullo.
Su lado sensato sabía que el castaño no era una mala persona, pero simplemente no le agradaba y no podía controlar aquella molestia injustificada que se acentuaba al recordar que se apellidaba Jaeger.
—Tch.
—Ya veo que no tiene nada que decir, así que me voy —pasó por su lado, pero él la detuvo sujetándola de la muñeca.
—Espera.
—No quiero. Se acabó el tiempo para hablar —se zafó del agarre y lo miró—. No sé qué mosco le picó, pero hoy está actuando muy irritante y no estoy para soportarlo.
—Mikasa...
—¡Ya perdí mucho tiempo en esta tonta discusión! Mejor me iré a entrenar antes de que... —retrocedió y se giró, pero no se percató que la alfombra estaba un poco levantada y la cuchilla de su patín derecho se atascó, haciendo que perdiera el equilibrio y se precipitara hacia adelante—. ¡Waah!
—¡Cuidado! —Levi reaccionó y la agarró de la mano, pero como no estaba bien parado también se tambaleó y ambos cayeron, generando un pequeño alboroto.
Mikasa, quien había cerrado los ojos, soltó un corto quejido y se removió, pero cuando los volvió a abrir lentamente se quedó de piedra al encontrarse al azabache encima suyo, apoyando sus manos a cada lado de su cabeza y con su rostro muy cerca, observándola.
Todo el enojo anterior se había ido por la borda.
Él, igual de sorprendido al comprender la posición en la que se hallaban, exhaló despacio, pero tan hipnotizado estaba con aquellos ojos de luna que lo miraban consternados que no se movió.
No supieron por cuánto tiempo estuvieron así (con ella queriendo encontrar las palabras que se habían esfumado de su boca), pero cuando escucharon unas pisadas junto con murmullos, el ojiazul logró reaccionar y se separó de un brinco, golpeando su espalda contra la banca. La azabache también de sentó de golpe y exhaló el aire que no sabía que estaba conteniendo, escuchando poco después las voces de los encargados de la limpieza que pasaron muy cerca hasta perderse en el pasillo.
Ambos, dándose la espalda, se quedaron en silencio, sin atreverse a mover ni un solo músculo.
—Lo siento —dijo Levi luego de un rato.
—E-Está bien. F-Fue un accidente —susurró Mikasa mientras se preguntaba a qué se debía ese nerviosismo y los latidos erráticos de su corazón.
"Sabes muy bien por qué".
Un ligero rubor adornó sus mejillas ante aquella no oportuna intervención de su subconsciente y volvieron a quedarse callados, sintiendo cómo el ambiente se tornaba tenso e incómodo sin entender del todo el motivo de ello.
Los segundos siguieron pasando y nadie se atrevía a decir algo. Mikasa lo miró de reojo, cansándose de la situación que se le antojó eterna hasta que…
—¡Ouch! —exclamó de repente, tomándose el tobillo.
—¿Estás bien? —la reacción del azabache fue inmediata, volteándose y acercándose con una expresión preocupada.
Ella lo miró y, sin poder reprimirlo, soltó una sonora risotada.
—¿Qué es tan gracioso?
—Lo siento. No pude evitarlo, pero respecto a mi pie, no hay de qué preocuparse —lo movió libremente.
Suspiró: —Casi me da un infarto creyendo que volviste a lesionarte.
—Tranquilo. Es solo que quería ver su rostro angustiado. Por eso exclamé.
—No deberías jugar con algo tan serio —reprochó y se levantó.
—De acuerdo. No volverá a ocurrir —habló sincera—. Ahora, ¿podemos ir a entrenar?
—Para eso estamos aquí, ¿no?
Con la tensión disipada gracias a su plan distractor, él la ayudó a levantarse y abandonaron los camerinos después de que ella guardara sus cosas en el casillero. Llegaron a la pista, Levi se puso sus patines y, luego de resignarse a que Eren se quedara, empezaron los entrenamientos.
Para el Grand Prix, Mikasa optó por cambiar una de las canciones que interpretó en la pasada competencia por Kiss From a Rose. Por tanto, se concentró entonces en aprender los movimientos que Levi le iba enseñando para el programa corto y luego agregó su sello personal de la forma cómo solía hacerlo: entregando el corazón.
Pasaron las horas rápidamente hasta que el reloj marcó el final de la jornada. Levi siguió a Mikasa mientras se dirigían a la salida de la pista, y con una idea en mente, intentó llamarla, pero Eren se le acercó una vez dejaron el hielo.
—Increíble. Definitivamente no has perdido el toque. Es más, se nota claramente que has adquirido mucha más experiencia.
—Gracias. El trabajo duro ha dado sus frutos.
—No tengo la menor duda —sonrió—. Ah, y cambiando de tema, hablé con Armin y me dijo que está disponible para ir a almorzar. ¿Te parece si nos reunimos?
—¿Que si me parece? ¡Es estupendo! —aplaudió emocionada—. Espérame aquí. Voy a ponerme mis zapatos y ya vuelvo.
Se quedaron solos el azabache y el castaño, apenas intercambiando un par de palabras por iniciativa de este último hasta que la ojigris estuvo de regreso.
—¡Lista! Ahora sí, vámonos —pasaron por al lado de Levi—. ¡Hasta mañana, entrenador! —volteó para despedirse al igual que Eren.
Él solo asintió y movió apenas la mano mientras los miraba alejarse, pero cuando desaparecieron de su vista, soltó un largo suspiro y chasqueó la lengua.
Bueno, luego de haberlo pensado durante todo el entrenamiento, decidió que invitaría a Mikasa a almorzar como una forma de recompensa tras su muy irracional comportamiento en los camerinos, pero para su mala suerte Eren fue más rápido y, al ver lo muy feliz que se puso, prefirió no decir nada.
—Para otra ocasión será —murmuró resignado y se sentó para quitarse los patines.
Por otro lado, Mikasa y Eren abandonaron ya la academia y se dirigieron a un restaurante cerca de donde Armin estudiaba. Allí se encontraron con él, saludaron con la mayor de las alegrías y, mientras esperaban sus órdenes, se dedicaron a hablar sobre un montón de cosas para ponerse al día tras un largo período de nulo contacto, en especial entre el rubio y el castaño.
—Entonces ayer llegaste a Japón, ¿no?
—Así es. Pude haberme dado el lujo de descansar, pero al saber a qué academia iría mi hermano como instructor, no dudé en aparecer para sorprender a Mika.
—Y sí que lo conseguiste —dijo ella—. Hasta ahora creo que sigo sorprendida.
—Pues ya ves que no soy una ilusión, querida amiga —en ese instante sus pedidos llegaron y agradecieron—. Por cierto, tengo una pregunta.
—Adelante.
—¿Sucedió algo en los camerinos?
Frunció el ceño: —¿Por qué lo dices?
—Bueno, noté que te demoraste mucho y pensé que tuviste algún problema o algo por el estilo.
—Eh… —de inmediato recordó la discusión que tuvo con su entrenador y el pequeño altercado posterior. No supo por qué, pero de un momento a otro su mente empezó a repasar cada detalle de este último, deteniéndose en aquella mirada azul naval y su aliento mentolado que chocó un par de veces contra su rostro al tenerlo muy cerca.
Sacudió la cabeza para despejar esos extraños pensamientos, pero fue muy tarde ya que los colores se le subieron al rostro, cosa que sus compañeros no pasaron desapercibida.
—¿Qué pasó? ¿Por qué te pusiste roja de repente? —preguntó Armin.
—¿Ah? No es nada… —desvió un poco la vista—. Creo que la temperatura del ambiente subió un poco —se excusó, tratando de controlar los frenéticos latidos de su corazón—. Qué calor hace, ¿no creen?
—Pues yo no siento nada, pero supongo que te volviste más sensible a los cambios térmicos de temporada —dijo Eren.
—Sí, seguramente es eso —mencionó brevemente, aunque notó de reojo que Armin la miraba con una ceja alzada—. Y, respondiendo a tu pregunta, solo estaba conversando con mi entrenador acerca de algunas cuestiones técnicas del Grand Prix —recurrió a esa pequeña mentira ya que ni loca admitiría la verdad…
O, al menos, no por el momento.
—Oh. ¿Entonces fuiste elegida para participar? —preguntó el rubio, olvidando el tema anterior.
—Sí.
—¿Y cómo ha reaccionado tu pie? ¿Ninguna dolencia?
—Para nada. Estoy totalmente recuperada.
—Ahorita que mencionas eso, ¿cómo fue que sucedió? Cuando me lo dijiste no mencionaste detalles —inquirió el castaño.
—Es una larga historia, pero en resumidas cuentas esto pasó…
Aliviada por poder hablar de otra cosa, la azabache inició su relato sin omitir ningún detalle, y ello, posteriormente, dio cabida a que la conversación se extendiera a otros múltiples temas que les hicieron soltar una serie de carcajadas.
Era tal cual habían vivido en los viejos tiempos, y esperaban que momentos así se volvieran a repetir más a menudo.
