Nuevos amaneceres reciben a todos los seres vivos con días grises o iluminadas, blancos o negros, junto con cierta sensaciones y satisfacción de poder amanecer, rellenar los pulmones y poder seguir experimentando de aquel sueño, llamado vida.

Respirar es simple...

—Mack.

Su cabeza, ensimismado, no lograba escapar de sus propios pensamientos.

—Mack.

Estaba perdido en la inconsistencia de su propia duda que lo envolvía en confusión.

—Mackenzie...

Con la mirada perdida, y esclavizada del vacío, solo podía recorrer aquellos poster y discos a través de sus ojos.

—¡Mackenzie!

—Am... ¿Sí? —Emergió de aquel mar de pensamientos, que lo asfixiaba, provocando que este salga algo confundido y sin tener idea de su entorno. Honey estudio su mirada.

—Es por lo de Bluey. ¿Cierto? —Pregunto con cierta decepción.

La Beagle esperaba que Mackenzie se lo volviera a confirmar, como las anteriores veces. Vaya sorpresa se llevó al escuchar lo contrario.

—No. No es eso...

Honey arqueo una ceja.
—¿Entonces qué?

Mackenzie se tomó su tiempo para poder tomar aire, pues, sentía que, al retomar la palabra, pudiera estallar de ira.

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —Pregunto a susurros.

Honey recibió un escalofrió que la hacía temer. Sabia que algún día, su amigo lo descubriría, pero ignoro las consecuencias.

—Podemos... olvidar ese tema.

—¡No! —Exclamó, sin tomar en cuenta a las personas que curioseaban entre el gran catalogo mercadería. Honey, sumamente nerviosa, se dio media vuelta para poder husmear entre la innumerable cantidad de discos que los rodeaba, tratando de ignorar por completo el tema y, de alguna forma, lograr que este no sea mencionado. Acto que solo molesto un poco más al Boder Collie.

Mackenzie no se rindió, y se posiciono junto a ella.

—Escucha, sé que la mayor parte del tiempo, solía estar hablando de Bluey y lo tan idiota enamorado que estaba de ella, pero eres mi mejor amiga Honey, siempre me voy a preocupar por ti... ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Su mirada era honesta, rogadora, y casi casi, decepcionante, cosa que quería hacérselo saber a aquella Beagle que trato, nuevamente, de ignorar su mirada.

—Porque no tenía sentido que te lo dijera. —Respondió— Si lo hacía, lo más probable que hubieras hecho es defenderla con puro pretextos.

—¡¿No es cierto?!

Honey enarco una ceja con incredulidad. Cosa que no lo tomo muy bien Mackenzie, y que lo haría sentir mal, triste y más decepcionado que nunca.

Aquella amiga... ¿Lo temía?

—¿Entonces qué? ¿Piensas que soy igual que ella?

—Nunca dije eso...

—Entonces porque me lo ocultas.

—Ya te dije, no hubiera tenido sentido.

El sentimiento crecía.

—¡Y por culpa de eso dejaste que ella se saliera con la suya!

—¡No podía hace más! ¡¿Qué querías que haga?! ¡¿Molerla a golpes?!

La intensidad aumentaba, al igual que la presión que empezaba a aplastar sus pulmones.

—¡No! ¡Me refiero a que me lo dijeras! ¡Te hubiera ayudado! ¡Lo hubiéramos solucionado JUNTOS!

—¡¿Y TENER QUE PASAR POR LO MISMO DE NUEVO?! —A pesar de los años, aquella herida, aquel jarro, que le había costado cicatrizar, reparar, permanecía rota, desquebrajada. Y cada fragmento era un recordatorio para ella misma, que no hay persona en quien pueda confiar...

Fue entonces que Mackenzie cayo a trozos, molido una vez más hasta quedar partido en fragmentos de su frágil alma.

—Entonces, si crees que soy igual que ella...

A pesar que la culpa empezaba a ahogarla, se mantuvo firme permaneciendo en silencio, sin admitirlo ni negarlo. Un silencio que empezaría a agobiar al Border Collie e, indirectamente, lastimar su corazón.

Mackenzie resoplo por la nariz, con mucha decepción, y se fue alejando hasta llegar al umbral de aquella tienda. Honey volvió a sentir el nudo en el estómago: sofocante e incómodo.

—¿A dónde vas? —Pregunto con cierta preocupación.

—¿Importa? —Fue todo lo que dijo antes de cruzar por el umbral de la puerta, y dejar sola a una desconcertada, preocupada, y lleno de culpa, a aquella Beagle.

En otro lado de Brisbane, mi novia y yo habíamos dejado caer al suelo las ultimas cajas en medio de mi habitación, cajas que contenían dentro varios de mis objetos y posesiones. Ya era hora.

—Uff... ¿Qué rayos guardaste en esa cosa? —Pregunto mi amada algo agitada.

—No tengo ni la menor idea. —Dije desplomándome en el colchón que yacia en el suelo de mí, casi, vacía habitación.

Bluey hiso lo mismo mientras tomaba un buen bocado de aire, esperando así, poder desvanecer un poco el cansancio.

Me daba algo de vergüenza que Christine conozca mi hogar, pues, desde que nos mudamos aquí, nuestras cosas han ido viajando de país en país, haciendo que, técnicamente, no tengamos nada, convirtiendo nuestro hogar, en un departamento vacío. Aún recuerdo el dolor de espalda que tuve las primeras semanas por culpa de la ausencia de mi cama.

—Al menos, ya terminamos.

—Si... —La volteé a ver con una sonrisa, pues, al comentarle sobre la llegada del camión, vine a mi hogar y se ofreció ayudar, y el "no" no era una opción— Gracias por tu ayuda Bluey.

Bluey correspondió a mi sonrisa y me miro a los ojos.

—No es nada Jean, para eso vine.

—Lo sé, pero no podía permitir que la invitada haga parte del trabajo.

—¿Y quedarme viendo como un adorno? No, no Pit. Me niego a estar como espectadora.

El nombre Pit, me tomo por sorpresa.

—¿Pit? —Pregunte juguetonamente.

—Si, te queda a la medida.

—Guau, que original, y predigo que también me apellidaras Parker.

—Claro, solo piénsalo —Elevo sus manos y las fue separando mientras las seguía con la mirada— Jean Peter Labrador Parker. Un chico de doble vida, convirtiéndose en "El hombre araña" cada que se pone la máscara. Teniendo que aprender sobre la responsabilidad y el peso que este puede conllevar.

En un pequeño párrafo, logro decir varias tonterías que me sacaron una carcajada.

—¿Acaso te crees cineasta? —Pregunte. Su respuesta enarcaría mis cejas.

—Pues... si. —respondió con una sonrisa. La voltee a ver— De hecho, es algo que había querido hacer antes de juntarme con Ruby y las demás.

—¿Enserio? —Ella asintió con seguridad.

—Se que es algo tonto, pero...

—No, no, para nada. —Ella arqueo una ceja que era acompañada por una sonrisa debido a lo incredulidad— Bueno, si hay que admitirlo. No es la carrera más "segura" que podría haber, pero es lo que te gusta ¿No?

—Por supuesto. —Su mirada se perdió en el tejado— Voy a crear miles de historias y, no sé, puede que una sea famosa. ¿Tú qué crees?

Me tome unos segundos para pensar bien mis palabras.

—Yo creo... Que estás demente. —Bromee— Y eso es parte de tu encanto.

Ella sonrió mientras volvíamos a chocar nuestras miradas. Volvimos a sentir esa intensidad eléctrica que recorría nuestros cuerpos mientras nos perdíamos en la mirada del otro.

—Ya puedo imaginar una gran película, escrita y dirigida por ti. —Dije.

—¿A sí? ¿Y de que va? —Deslice mi mano por todo su brazo hasta poder llegar, y tomar, su mano.

—No lo sé. Es tu película ¿De qué va a tratar?

Ella lo pensó por unos momentos, y en un parpadeo, juntamos nuestros labios en busca del calor del otro. Un beso tan pasional que me dejaba derritiendo en el colchón y agitando locamente mi cola. Era una sensación, un sentimiento, un amor que compartíamos los 2.

Nuestro beso se alargó, apenas nos habíamos separados para recobrar el aire y volver a juntar nuestros labios, llevándonos a ser domados por la lujuria y el cariño, y esto genero a su vez, que vallásemos explorando, mucho más a fondo nuestras bocas.

Podía sentir como llevo su mano a mi nuca, acariciando, con cierta emoción, mi pelaje. Mi mano, posicionándose en su cintura, la estremeció y se desquito saboreando mis labios y boca.

Era una sensación extraordinaria y pasional que, prácticamente, paralizaba el tiempo.

—¡Oye hijo...! —Nuestros pelajes se erizaron, como puercoespín, al escuchar a mi padre adentrándose a mi habitación. Para cuando nos reincorporamos en el colchón, mi padre tenía su vista tapada, con vergüenza, y tratando de ignorar lo visto.

Bluey y yo estábamos sonrojados por la vergüenza. Y la incomodidad en el cuarto se hiso más que presente.

—Demons chicos, traten de ser más cautelosos.

—Am oui, claro... ¿En qué te puedo ayudar? —Pregunte, antes que el silencio y la incomodidad nos rodearan.

—Am, yo solo vine a avisarte que el resto de nuestras cosas llegaran el siguiente mes.

—¿El siguiente? —Me queje— Nos siguen diciendo lo mismo de mes en mes.

—Lo sé, lo se. Pero no podemos hacer nada, más que tener paciencia.

Solté un pequeño suspiro, decepcionado.

—Disculpe señor labrador. —Bluey llamo su atención.

—Puedes llamarme Vladimir si gustas.

—De acuerdo, Vladimir. ¿La compañía de mudanzas les ha compensado el error o algo por el estilo?

—Lastimosamente no.

Bluey estaba igual que yo, con la duda en la garganta.

—¿No ha reclamado o algo? Es que, es injusto y muy poco profesional de parte de la compañía.

—Claro que puedo hacerlo, pero la vida tiene...

—Sus altas y bajas, para que empeorarlo peleando. —Complete la frase. Era varias las veces que lo decía, que ya me lo tenía empotrado en la cabeza— Lo entendemos.

—¡Ey!, no hables por tu novia. —Ordeno causando que Bluey se echara a reír—Bueno, los voy dejando solos. —Empezó a retirarse— ¡Y nada de cochinadas en mi casa!

—¡Nosotros no estábamos...! —No complete la frase por la vergüenza, que a diferencia de Bluey, había soltado una carcajada— Que vergüenza. —Comente mientras posaba mi mano sobre mi frente.

—Tu padre es mucho más tranquilo que el mío. —Comento.

—No, no, para nada. Se contiene cuando hay visitas.

—Pero eso ya es algo. —Su mirada se desvió a mi pie— Mi papá ni siquiera hiso eso.

A mi mente volvió aquella mirada atemorizante que me lanzo el señor Heeler la semana anterior. Mirada que perforaba mis pulmones con mucha intensidad. Simplemente fue aterrador.

—Si... Sabes, él solo intenta cuidarte. —Defendí.

—Pero no hay necesidad. Ya no soy una niña. —Ella poso sus ojos sobre mi pie, para después tomarlo con suavidad— Y tampoco me parece justo como te trato... ¿Todavía te duele?

—No, hace días que bajo la hinchazón. —Le dije, mientras le brindaba, por un par de segundos, una sonrisa que le haría entender, que estoy bien— Enserio lamentó haberte metido en problemas con tu papá. Pero te prometo, que daré mi mejor esfuerzo para caerle bien—Dije, mientras recordaba el día que acudí a su casa para arreglar las cosas, pero, parece que mi mera presencia lo empeoró todo. A cambio, recibí una hinchazón en el pie y terminar confirmado que la hermana de la Heeler estaba más que molesta con Bluey y conmigo.

Bluey soltó mi pie para brindarme su cálida sonrisa. Sus manos, como las de un ángel, se posaron en mis mejillas, mientras volvía acercar ese rostro tan hermoso y azul.

—Eso no me importa. Me da igual si me castigan una y otra vez. Eso no evitará que te vea.

—Pero a mí sí. Realmente quiero caerle bien a toda tu familia. —Le dije mientras posaba una de mis manos en una de las suyas— ¿Que debería hacer?

—Mmm, no lo sé. Papá es algo impredecible con eso. —Su dedo acariciaba, con ternura, mi mejilla, como si intentara consolarme de algún modo.

—¿Enserio? —Ella asintió— Vamos, tiene que haber algún modo, me esforzare.

Ante mi persistencia, ella sonrió rendida y confeso.

—Bueno... Hable hace unos días con papá y, dijo que podrías venir a cenar con nosotros.

—¡¿Enserio?! —Mi cola se agito inconscientemente.

—Así es —Un "pero" se acercaba— pero no creo que sea buena idea.

—¿Bromeas? Es la oportunidad perfecta para limpiar mi imagen.

—Pero no eres un mal muchacho.

—Pero tu pére lo creé así. —Bluey todavía dudaba— Por favor cariño, sabes que, si todo va bien entre nosotros, él se convertirá en mi suegro y pues, no podemos estar en contra todo el tiempo.

Soltó un suspiro.

—Tienes razón, ustedes 2 van a tener que, al menos, tolerarse.

—Prometo no arruinarlo.

—Se que lo cumplirás. —Volvimos a juntar nuestros labios por un corto periodo de tiempo— Ahora, no me dejes con la intriga y dime que hay en esas cajas.

—La verdad, no tengo idea, fue hace meses que lo había empacado. —Dije mientras tomaba una de las pocas cajas que había en mi habitación. Al abrirla nos encontramos con mis herramientas de carpintería, las mismas que usé para aprender el tallado de figuras y demás cosas— ¡Por fin!

Bluey husmeo guiada por la curiosidad, hasta poder hallar algo de entre todas las cosas.

—No se ustedes, pero yo demandaría a la compañía si estuviese en su lugar.

—¿Por qué lo dices? —Pregunte mientras hacía mis herramientas a un lado.

—Además de hacerlos esperar, traen los paquetes como se le den la gana. Solo mira como dejaron tu figura.

—¿Figura? —Frente a mis ojos, me presento aquella figura de madera que traía su ala partida.

Ese muñeco parecía intentar encarcelarme.

—No entiendo como siguen a flote. —No la escuche, pues, aquella figura me hiso estremecer con su presencia. Esa figura volvía a reencarnar aquellos sentimientos opresores y desgastantes del que tanto me costó salir. Bluey noto mi semblante.

—Si bueno, la paciencia es algo que se me da muy bien. —Dije tomando la figura y tirándola dentro de la caja— No importa...

La alarma de mi celular resonó a un costado de nosotros, recordándonos el tiempo acordado con la Sra. Heeler.

—Vamos, debo llevarte a casa.

—Hay no. —Bluey agrandó los ojos, y de un momento a otro, dejó caer su cuerpo en el colchón.

—Bluey. —llamé con la ceja arqueada— vamos, levántate.

—No puedo.

—¿No? —Ella asintió— ¿Por qué no?

—Porque los muñecos no se mueven.

—¿Ahora eres una muñeca? —Ella asintió y yo me hecho a reír— Vamos, levántate. Si no, te castigarán, y no quisiera tener que esperar 2 semanas para volver a verte.

—Bueno, entonces, tendrás que llevarme hasta allá. —Dijo de manera traviesa.

—¡¿Que?! Pero estaré cargando... —"Mucho peso" son las palabras que iban a completar la oración, pero me detuve por mí bien al ver la mirada de Bluey— a mucha distancia. —Corregí. Me salve por los pelos.

—Bueno, entonces dependerá de ti y tus ganas por verme.

—¿Es un reto?

—No lo sé, tú dime. —Nuestros rostros se plasmaron de unas sonrisas bastante desafiantes, y en menos de 5 minutos, ya la llevaba encima de un remolque bricolaje, de esos rojos con el que uno jugaba de pequeño.

—Me esperaba que me llevarás en otra cosa. —Comento.

—¿Pensaste que te llevaría en brazos?

—No, no. —Fingió. Yo me eche a reír mientras podía notar como ella se sonrojaba por la vergüenza.

La paz reino entre nosotros. El silencio absoluto de lo que nos rodeaba nos brindaba tranquilidad, nos arrullaba con los silbidos del viento que venían y sacudían, ligeramente, nuestros pelajes. Varios minutos de completa paz.

—¿Te puedo preguntar algo?

—Clair, dime.

—¿Por qué nunca me hablas de tu madre?

Enarque mis cejas, sorprendido. No esperaba esa duda.

—¿Por qué lo preguntas? —Cuestione.

—Tengo curiosidad. —Hubo un momento de silencio que me estaba llenando de melancolía mientras recordaba a mi madre fallecida— Sabes, desde que nos volvimos a encontrar, me dices varios pretextos: que todavía está en Canadá, que ya vendrá, y luego que no sabes si vendrá... —Pensé que ella no le dio importancia a eso, parece que me equivoqué— ¿Que sucedió con ella?

Me sumergí en aquellos amargos recuerdos que, todavía, eran difíciles de digerir. El día de su partida se mantiene fresco en mis memorias, al igual que el dolor que dejó en mí después de haberla visto, por última vez, en aquella camilla.

Empecé a culpar, nuevamente, a aquella figura por volver a revivir aquel sentimiento que tanto me generaba dolor.

—Es... Algo complicado Bluey. —Respondí en voz baja.

—¿Realmente?

—... Realmente.

Al llegar a su casa, fui recibido con amabilidad de parte de su madre, pero, por otro lado, Bingo apenas me saludo y apartó su mirada de nosotros.

—Perdónala —Hablo Bluey mientras se apoyaba en la puerta— Yo tampoco sé lo que le pasa. No ha querido hablarme...

—Ya veo... —Aquel beso todavía se encontraba navegando en mi cabeza, al igual que aquella mirada que tanto me hacía sentir culpable.

Bluey llamo mi atención tomando mi mano, y con una mirada simpática, dijo.

—Cariño. Sabes que puedes contar conmigo, para lo que sea... Solo dímelo y te ayudare.

Sé que tiene buenas intenciones, pero, decirlo no es algo que realmente me valla ayudar.

—Mercy amour. —Sonreí.

Acto seguido, sonrió y me planto un beso antes de despedirnos.

Volviendo con el Border Collie.

Mackenzie caminaba sin rumbo por las frías calles que eran azotados por grandes ventiscas del día. Mackenzie se estremeció ante el frío y continúo caminando, con la mirada gacha, y los ánimos totalmente aplastados.

Sentía como la rabia domaba su cuerpo y le generaban las ganas de poder golpear algo, lo que sea, para poder dejar aquella frustración que hervía su sangre.

¡Plaf! ¡Plaf!

Escucho aquel sonido peculiar que sobresalía del resto de sonidos como: los motores de motos y autos que seguían su camino; Voces de personas que se mezclaban entre sí; Y los pocos estruendos que advertían una tormenta.

Su mirada, apagada, se encontró con aquella tienda que presumía, en letras grandes, "Club de boxeo". Acto seguido, su mirada se desvió al de un saco de boxeo, que se balanceaba de un lado a otro a medida que este era golpeado. Sus ojos se desviaron a aquellos puños cubiertos por guantes de cuero que dejaban a la vista dedos rosados que llamaron su atención.

Se adentro sin dudar ni un segundo; Quiso mostrarse incrédulo a quien veía, y sobre todo, del como Lucía.

¡Plaf! ¡Plaf!

Sus orejas receptaban el ruido de los golpes, que, aumentaban el ritmo.

—Relájate Rocky, el saco no tuvo la culpa. —Escucho. Un viejo pastor ingles se colocó junto él con la intención de darle la bienvenida al Border Collie, quien, escucho una pequeña risa proveniente de quién golpeaba el saco.

—Cállate Seth. —Sonrió. Su mirada se desvió y se asemejó mucho al de Mackenzie, con los ojos bien abiertos y con la voz, casi, desvanecida por la sorpresa.

—¿Coco? —Pregunto incrédulo ante lo que sus ojos observaban.

—¡¿Mackenzie?! —Estaba a poco de ahogar un grito.

—¡Coco! —Mackenzie extendió la mano con alegría, cosa que fue rechazado y reemplazado por un abrazo. El Border Collie, sorprendido, correspondió— No puedo creerlo, cuánto tiempo... —Mackenzie espió un poco para confirmar que sí, coco estaba más que en forma, con curvas y músculos atrayentes a la vista.

—Sin duda. —La caniche se apartó un momento para observar mejor a Mackenzie—Mírate, cuánto has crecido.

—Igual tú. Te ves... —No hallaba las palabras— Increíble.

—Gracias. Me esfuerzo por mantenerme así.

—Oigan, no me dejen de lado. —Comento Seth, transmitiendo una buena vibra al Border Collie.

—Oh si, Mackenzie, él es Seth, mi amigo y entrenador. Seth, él es Mackenzie, el amigo del que te hablé.

Mackenzie le llamó la atención que Coco lo haya mencionado antes.

—Hola Mackenzie, un gusto conocerte. —Estrecharon su mano.

—El gusto es mío. —Respondió. La sorpresa fue tan grande, que estaba sonriendo bobamente debido a la falta de palabras— ¿Cómo rayos...? —Pregunto señalando a Coco.

—Oh bueno, es, una larga historia. ¿Y tú?

—Igual de larga.

—Entonces tendremos mucho que hablar.

Sus sonrisas eran honesta al igual que el cariño y nostalgia que los había invadido en esos momentos, en sus colas lo reflejaban.

De vuelta conmigo.

Mis ojos estaban fijos en la libreta y mi cabeza sumergida en el gran mar de ideas. Todo para encontrar el regalo perfecto para la cena. Pero todas las ideas se iban desplomando por culpa de los "peros, quizás, tal vez no, etc.". La hoja de la libreta dejo ese color blanco, y poco a poco se iba tornando a un negro oscuro, todo gracias a los tachones que descartaba cada una de mis ideas.

—Agh Jean Luc. —Me queje— Como harás esto sin arruinarlo...

—¿Empezando por no hablar solo? —Escuche junto a mí. Voltee en dirección al sonido para encontrarme con la Beagle, que me miraba de manera neutral.

—Salut Honey.

—Hola Jean Luc. ¿Qué haces aquí? —Tomo asiento mientras yo soltaba un suspiro.

—Vine de compras, o bueno, eso es a lo que venía. —Le presente la lista con todo y tachones.

—¿Esa es tu lista o...?

—Se supone que eran solo ideas, pero ninguno me convence.

—¿Ideas?

—Si, es que...

De pronto; La voz, casi partida, de Bluey confesando sus acciones llego a mi cabeza a modo de recordatorio sobre la relación actual de estas 2.

—No importa, se me ocurrirá algo después. ¿Tú que andas haciendo aquí?

—Estaba en la tienda de discos.

—¿Tienda de discos? ¿Esas tiendas con discos de vinilo y tocadiscos? ¿A esas te refieres?

—Sip.

—¿Aun existen?

—Por supuesto que sí. Los discos de Vinilo tienen mejor calidad de audio.

—Entonces... ¿te diriges ahí todo el tiempo?

—No, no. Solo voy para hacer la consulta libre.

—¿Consulta libre? —Me tome unos segundos— ¡Cierto! La consulta. —Me abofetee la frente— Olvide empezarlo.

—Bueno, estamos en las mismas. —Trato de animarme.

La mire y le dedique una tierna sonrisa.

—Gracias, supongo.

Nuestras miradas se desviaron al frente, perdiéndose en el paisaje de la ciudad y de los cientos de personas que cruzaban a nuestro alrededor. A pesar de querer mantener alejado el tema, mi cabeza sentía una inmensa curiosidad por saber su situación después de que Bluey haya exhibido la verdad.

"¿La seguirá odiando? ¿Esta siendo reconocida? ¿Qué paso luego?" Preguntas que me llevaron a hablar.

—Oye... —Llame su atención— Yo, lamento mucho lo que te paso... Fue muy injusto de parte de la escuela, y muy cruel de parte de Bluey.

—Eso ya no importa. —Hecho su columna en el espaldar del asiento— Ya todos conocen la verdad y a Charlotte se le retiro el trofeo, y algunos otros más.

Es una buena noticia, pero, no se veía feliz, para nada.

—¿Y eso no es bueno?

—Es, complicado Jean... —Sus palabras impactaron contra mí e, indirectamente, me dio un trago de mi propia medicina.

—Debe serlo... —Respondí volviendo a desviar la mirada. No hubo nada más que silencio entre nosotros. Estábamos en aquel punto de poder hablar, preguntar algo, pero ninguno se atrevía, ya sea por no estar de chismoso, o simplemente porque no sabíamos si eso repercutiría.

—¿Cuándo te lo conto? —Escuche de pronto. A lo que arquee mi cuello en señal de duda— ¿Bluey cuando te lo dijo? ¿Sobre las partituras?

Me puse nervioso.

—Hace una semana, en la pequeña playa...

Volvió a reinar el silencio por unos segundos.

—Y aun así ¿La amas?

No sé porque, pero a diferencia de otras conversaciones que eh tenido, esta se sentía más... pesada. Era confrontarme a alguien similar a mí, o algo así.

—¿Por qué lo preguntas? —Dije con voz suave.

—Porque sigo sin entender como Bluey consigue ser perdonada por todos... —Se estaba quejando— De maestros, amigos, padres.

Había que poner la duda en eso, pero ella parecía muy segura de lo que hablaba.

—¿Por qué? ¿Qué ven en ella? —Buscaba respuestas en mis ojos.

—Yo-yo, no lo sé.

—¿Cómo no lo sabes? Eres su novio.

—Es que... Es complicado.

Eso ultimo detono su cabeza. Agacho su frente y se cruzó de brazos mientras observaba sus piernas con fastidio.

—¿Complicado...? —Repitió— Que tan complicado es aceptar que solo se dejaron hipnotizar por su cara.

—Eso no es del todo cierto. —Debatí.

—Entonces explícame, como diablos la quieres después de que ella haya hecho cosas terribles.

—No asesinado, ni cometido algún...

—Hablo de la secundaria Jean. —Su voz se escuchó firme— ¿Por qué?

Tome algo de aire mientras empezaba a ver al frente.

—No fue amor a primera vista. —Comencé a decir— Cuando éramos pequeños, ella y yo, nos divertimos mucho. De hecho, ella era quien creo el juego, yo solo era el niño que le seguía la corriente... Y cuando nos reencontramos, no note cambios, pero si los había. Era más divertida, más aventurera, muy, pero muy, creativa. Y llámame tonto, pero, eso es lo que más me atrae de ella, que, de alguna manera, no sientes que estas jugando una payasada o haces el ridículo. —Los recuerdos de aquella noche se volvían presentes, al igual que los bailes que nos dimos en la cita. Verla a los ojos, fue ese impulso, ese empujón, para soltarme y dejarme llevar— Para nada. Simplemente sientes que estas jugando, y ya.

—¿Y solo por eso la perdonas?

—No. —"Quiero que olvides Canadá" resonó en mi cabeza— También porque ella está dispuesta reconocer sus errores y tratar de remediarlo... Ella cree que no tiene las fuerzas suficientes, pero se necesita mucho valor para disculparse con todos aquellas personas.

Honey se cruzo de brazos mientras suspiraba por la nariz, estaba reflexionando.

—Pero sabes que eso no va a cambiar nada. —Me quede en silencio— Puede que haiga personas que la perdonen, pero, qué hay de los que no... Olvidas, que el daño hecho por ella, repercutan en otros, como no lo puedes imaginar... —Empezaba a sentirse agobiada— Cosas severas que logra hacer que uno mismo no vuelva hacer lo mismo.

No tarde en deducir la situación y, era mas que justificable que se sintiera así...

—Bluey intenta cambiar. —Trate de hablar.

—... No me parece justo. —Contesto negando la cabeza— No entiendo como Mackenzie se enamoró de una persona como ella.

Sus ojos se reprimieron al igual que sus puños que apretaban fuerte sobre sus piernas.

—Ah si... Mackenzie. El chico problemas.

—No lo llames así. —Exigió con seriedad.

—Pero es verdad Honey. —Conteste— Se nota a leguas que él solo se va a los golpes.

—No es cierto. Mackenzie no es una persona que lanza puñetazos a quien sea.

—Pero es una persona que le hace falta la paciencia. Mucha paciencia...

Río con sarcasmo.

—Quieres hablar de paciencia, pues bien, ¡Mackenzie se pasó 4 años tratando de conquistar a una chica doble cara! —Sus palabras se asemejan más a un reclamo— Y Bluey... Esa desgraciada solo lo dejo de lado como si nada. —su voz se quebraba a medida que hablaba, como si, estuviera celosa. Ver como desvió su mirada, como si intentará ocultar algo, me incentivo a colocar mi mano sobre su hombro, y la acaricie ligeramente en un intento de decirle "tranquila". Fue entonces que la tensión de la atmosfera bajo y me presento a una Honey más tranquila—... Entiende que él no es un mal chico... Solo, tiene el corazón roto...

Frente a sus narices, el mesero dejo sobre la mesa 2 bebidas para el dúo.

—Gracias. —Hablo Coco con mucha amabilidad, a lo que el mesero asintió con una sonrisa.

A Mackenzie todavía le costaba procesar el hecho de quién estaba al frente, era una amiga de la infancia.

—Como decía. —Continuo ella— Al verme al espejo, no podía dejar de verme como alguien frágil sabes, alguien que solo podía lucirse frente al espejo.

—Pero, sigues luciéndote. —Contesto Mackenzie haciendo énfasis en su nuevo aspecto.

—Eso es lo curioso. Antes, no me gustaba lo que veía... Pero ahora, me encanta. Me gusta verme al espejo y decir "Te ves cool". —Era admiración lo que ella sentía— Porque ya no me veo frágil como antes. Me veo, me siento —Corrigió— fuerte.

Mackenzie sonrió ante aquella sonrisa tan contagiable.

—Se nota. —Comento el Border Collie— Pobre del que te haga enfadar. Se llevará una visita al hospital.

Coco retuvo la carcajada.

—Y aparte de mí ¿Con quién más te has encontrado?

—Bueno... estoy en una relación con alguien que ya conoces.

—Am... con ¿Jack? ¿Rusty? ¿Seth...? — Coco negó con la cabeza.

—Con Winton.

—¡Winton!

Ella asintió sonrojada.

—Ese hijo de... —Se autocensuro— Lo logró. ¿Pero cómo?

—Bueno, como toda relación: nos reencontramos, nos enlistamos al boxeo, y desde ahí la pasión no solo fue hacia el deporte, también hacia nosotros.

Coco realmente se veía enamorada, y eso le generaba cierta felicidad al Border Collie. Después de tantos años, saber que sus amigos se encuentran bien, es lo mejor que podría haber escuchado.

Aun así, eso no lo hizo desviarse de su duda. De como rayos lograron enamorarse, si, no interactuaban mucho entre sí. ¿Como?

—Te molesta si... te pregunto algo. —Su voz se esforzaba para mantenerse neutro, y no quebrarse.

—No para nada. Dime.

—Como... —No sabía cómo estructurar la duda— ¿Qué fue lo que hiso para enamorarte? Tengo entendido que ustedes 2 eran amigos, pero no tanto... Sueno como un tonto. —Dijo ese último entre risas.

—No, no para nada. No eres el único que se lo pregunta. —Toco la muñeca del Border Collie— La verdad, es que, ni yo lo sé. Solo empecé a sentir emociones. Pero con eso no me refiero a que apenas los sentí y me lancé a él; No, para nada. Primero, reflexioné, pensé, y le di una oportunidad para llegar a conocerlo mejor.

"Es lo mismo que paso entre los 2" pensó el Border Collie con la Heeler en mente.

—Para comprobar si era un flechazo más, o si, había algo que me estaba llamando la atención. Y al hacerlo, esos sentimientos crecieron como nunca, al punto que estaba buscando locamente la razón del "por qué" me sentía así...

—¿Y eso fue...?

—Pasión.

Mackenzie se hecho en el espaldar del asiento, volviendo se a sentir perdido entre un gran laberinto sin salida alguna.

—Por tu cara, veo que algo no funciono ¿Verdad?

Mackenzie negó con lentitud.

—No... —Se cruzo de brazos mientras suspiraba por la nariz— Yo, fui su mejor amigo, la apoyé lo mejor que pude y, como me lo recompenso. Rechazándome... —Coco percibió la decepción.

—Lamento escuchar eso. Se cómo se debe sentir.

—No lo creo Coco. —Respondió con tristeza— Yo conocí a esa persona por mucho tiempo, hice lo que sea para tener su atención. Y de pronto, ella se fue con otro... Esto, realmente duele.

—Lo sé. —Contesto Coco con empatía.

—¿Lo sabes? —Cuestiono con una voz algo apagada.

Coco asintió.

—No puedo creer que te lo vaya a decir, pero, veras... Me gustabas.

Los ojos del Border Collie se agrandaron como nunca.

—Pero ya no, aclaro... Esto se puso incomodo verdad.

—¿Algo? —Mackenzie sonrió con nervios.

Ambos rieron, pero luego trataron de mantener la seriedad.

—Mira, yo también hice mucho por tratar de llamar tu atención, pero, nunca funcionaba.

—Pero... Yo recién me enamore en la secundaria.

—Obvio. —Se tomo una pausa mientras le daba un sorbo a su bebida— Sabes, cuando uno es niño, por lo general, solo piensan en jugar y ya... Creo que, yo era la única que estaba empezando a sentir eso...

La culpa empezó a acorralar al Border Collie, y es que, en un momento inesperado, su cabeza empezó a lanzarle pequeños fragmentos de su infancia. Fragmentos duros y doloroso como una piedra, que lo culpaban por todo.

—Rayos. Como lo siento Coco. Yo, no sabía nada eso...

—Y no te culpo Mack, para nada. Pero continuando, empecé a darme cuenta que no pasaría nada entre nosotros y al principio, te culpe. Pero, la culpa la tuve yo.

—¿Por enamorarte?

—No, ósea si, pero no por eso. Fue por no entender.

Mackenzie arqueo la ceja.

—Seth es una de las personas más, reflexivas y maduras que eh conocido. Y alguna vez me dijo "La mente puede decirte miles de cosas, pero el corazón, solo uno"

Aquellas palabras se adentraban en la cabeza del Border Collie.

—A lo que quiero llegar Mackenzie, es que no puedes culparlas por no corresponder.

—Pero tampoco quiero seguir con ellas.

—Y nadie te obliga, dije que no las culpes, no que no te alejes. —El silencio reino por momentos, tal y como si se encontraran en un sitio desolado, sin nadie, más que ellos— Sabes que es lo curioso—Llamo su atención— Que ambos concluimos en lo mismo, que, por ser los mejores amigos del otro, si o si, vamos a terminar juntos.

—Es que es por lógica ¿No?

—Si y no. —Respondió la poodle después de agarrar ambas muñecas del Border Collie y obligarlo a verla a los ojos— La verdad Mackenzie, es que, no existe una única forma de amar... Existen muchas. Varias...