CORRUPTED MIND
-Máscara-
…
Era la segunda vez que salía de ese lugar.
Y era curioso, ya que las dos veces que estuvo en ese centro de investigación, en ese símil de hospital, no entró, simplemente apareció ahí dentro, pero siempre salía, aunque sabía que no debía ser capaz de salir.
La última vez, salió de ahí, sabiendo que su problema ya no tenía una cura, sabiendo que la corrupción estaba tomando poco a poco cada espacio de su cabeza, de su cuerpo, alimentándose de su alma, su cordura siendo cada vez más reducida, haciéndola perder la luz. Así que salió de ahí, dispuesta a continuar con algunas examinaciones de vez en cuando, pero permaneciendo afuera, en libertad, con sus amigos, con su familia, con Weiss.
Esperando su inevitable final.
Y creyó que eso despejaría su mente, que tener a esas personas que la querían, sería suficiente para que su cabeza se mantuviese más cuerda, callando lo que la oscuridad le decía al oído al mínimo silencio, además así tenía a Crescent Rose a su alcance, intentando que su arma la mantuviese por el camino correcto, por el camino que debía seguir.
Pero no.
Si bien se vio más distraída que en el centro, sus pensamientos grotescos siendo empujados bien atrás en su cabeza, no pudo mantener la cordura, no tanto como pretendió.
Y no ayudaba que todos se viesen aterrados de ella.
Bueno, ella era la culpable de eso.
Su mente, sus instintos, sus impulsos.
Era gracioso, ya que ahora solo tenía sus instintos, su mente sintiéndose vacía y sus impulsos no tenían la imprudencia que solían tener ante la influencia de la oscuridad, dándole el valor que necesitaba.
Y además…
Llevó una mano hacia su antebrazo, enterrando las uñas en la zona, sintiendo su piel arder, su carne fresca y débil, haciéndola soltar un quejido. Habían pasado días, pero su Aura no había vuelto, ni una pizca de esta. Y si bien intentó hacer que todos dejasen de preocuparse, y les dio falsas esperanzas de que su Aura volvería, seguía siendo eso, solo una mentira más para añadir a su lista.
Vio la casa en la distancia, sintiendo que había pasado una eternidad desde que estuvo ahí, y si, se sentía lejano, pero ese lugar se volvió un refugio ahí en Mistral, ahí se sentían relativamente seguros, podían acceder al transporte y a las misiones que necesitasen, diferente a los pueblos abandonados que recorrieron.
Ahí podían ser héroes, y sabía que Haven, bajo su nuevo liderazgo, iba a reclutarlos en algún momento para darles una licencia oficial como cazadores, para ponerlos a prueba y así darles la autorización que necesitaban para hacer misiones más difíciles, más importantes.
Y ahí podrían ser todos héroes.
Ser los héroes que ella les motivó a ser.
Y que ella jamás sería.
¿Cómo iba a ser una cazadora sin Aura? ¿Sin habilidades? Oh no, era una humana normal en ese segundo, aunque calmase a todos diciéndoles que todo estaría bien, que ella estaría bien, y eran mentiras tras mentiras, y quería escupir al sentir el sabor amargo en la boca.
Sin la oscuridad, la alta moralidad que tenía empezaba a ser molesta, pero solo podía acostumbrarse a sentirse así, mal, débil, incapaz de hacer lo más mínimo.
Pero había una parte agradable en eso, y no pudo evitar sonreír al pensarlo.
Siempre le dijeron lo mucho que se parecía a su madre, lo buena cazadora que esta era, una de las mejores de su generación, y eso solo aumentó el peso que tenía encima, las expectativas que todos tenían sobre ella, sobre mantener el legado de su madre intacto, el ocupar el lugar que esta dejó, y si, se lo creyó por mucho tiempo, mantuvo esa imagen, y ahora que lo pensaba, todos esos años estuvo haciendo eso, poniéndose la máscara de su madre, pretendiendo ser ella, desde que era una niña.
Pero sin esa mascara, no era nadie.
No sabía quién era bajo la heroína perfecta que creó…
Y ahora, sin sus habilidades, sin su Aura, sin lo único que la mantenía capaz de seguir ese legado, sin lo que la convertía en un cazador, sentía alivio de dejar ir esa máscara, porque no lo hacía queriendo, no dejaba caer la máscara simplemente, si no que ya no podía usarla, no podía seguir pretendiendo ser la hija de Summer Rose, ser la cazadora que iba a suplir la falta de esta.
Ya no podía, no tenía la fuerza para lograrlo.
Ya no tenía sentido alguno el seguir intentándolo.
Su vida esa así ahora, solo la normalidad.
Normalidad que en algún momento anheló.
Y se sentiría feliz, tranquila, de no sentir ese inmundo vacío, y ojala fuese su Aura faltante, pero sabía, estaba completamente segura, que no era eso, que ese no era el problema, no, era la oscuridad lo que le faltaba, ni siquiera creía que le importase el tener Aura o no, ya que, al final, en sus últimos días de corrupción, su Aura ya no existía dentro de su cuerpo, su cuerpo sin su escudo protector, los petalos haciendo falta hace ya mucho.
Su cuerpo ya sabía lo que era no tener Aura, ya estaba acostumbrada.
Pero no tener la oscuridad, de la que dependió tanto, eso sí que le hacía falta.
¿Y cómo iba a decirles eso a ellos?
¿A sus amigos?
¿A su familia?
¿A Weiss?
No, no podía, debía llevarse esa información a la tumba.
Golpeó la puerta, escuchando las pisadas toscas de su hermana con detalle, así como su aroma cítrico y a humo, que podía oler desde antes de acercarse a la puerta.
Tantos olores, tantos ahí adentro, y ninguno era el suyo sobre el cuerpo de Weiss.
Y la frustración la hacía gruñir.
Los ojos lilas de su hermana la observaron, estos sorprendidos, incrédulos, emocionados, y esta se le acercó, y no tuvo la energía para alejarla, ya que no soportaba tener un aroma en ella misma que no fuese el de Weiss, se sentía iracunda, molesta, de sentir como un aroma tan fuerte como el de Yang lo estuviese aplacando, destruyendo la esencia de los lirios y la menta.
Pero se obligó a acallar el gruñido que creció en su garganta.
Como gruñía.
Aún tenía un papel que mantener, aunque no tenía las fuerzas para hacerlo, pero lo intentaría.
Debía seguir fingiendo, poniéndose esa máscara, porque sin esta, nadie la aceptaría.
Notó los rostros aliviados al verla, la mayoría no tuvo permitido visitarla cuando estuvo en el centro, siendo un lugar con acceso restringido, solo unos pocos siendo los afortunados de entrar. Ahora la veían al fin, de pie, frente a frente, no más una imagen, o una llamada, no, viva, frente a ellos.
Y no se sentía para nada viva.
Le faltaban tantos trozos, estaba tan rota, que dudaba sentirse viva algún día.
Unos ojos azules la observaron, los ojos azules que se había memorizado, que había plasmado en su cabeza, e intentó enfocarse en esta, en su rostro, en su expresión, y no en su aroma, en esa mezcla de esencias destruyendo la pureza, y le molestaba tanto eso como la carencia de su propia esencia en esta.
Su aroma ya no era tan fuerte como antes, o quizás eran sus impulsos acallados que evitaban que saliese.
Sin la oscuridad no podía liberarse, ser honesta con sus instintos más primitivos, y era tan frustrante vivir así.
Sea como sea, los veía a todos felices de verla, y a pesar de sonreírles, de saludarlos, de volver a afianzar los lazos que tenían, de sentir esa camaradería, solo estaba fingiendo, pretendiendo que le importaba, cuando sus pies, cuando sus manos, sus uñas, sus dientes, ansiaban solo una cosa, y era apegarse a Weiss, tal y como años atrás, en su búsqueda implacable, sin poder fingir, su cuerpo tirando para volver a tener a Weiss a su lado.
Pero solo era un momento, solo debía fingir un momento.
Solo un poco más.
Porque no podía decirles la verdad, el demostrar que ya no era la misma persona, que dejó de serlo al minuto en el que cayó en esa piscina de oscuridad, donde se dejó consumir, donde disfrutó de la calma de sentir sus hombros sin peso, el tener sus sentimientos a flor de piel, sin engañarse más, el estar completamente desinhibida, en libertad. Y ahora no tenía eso, así que solo quedaba el vacío, quedaba un cascaron roto, donde se debía recordar a sí misma como comportarse, como se suponía que la hija de Summer Rose debía de ser, su legado, pero solo era eso, un acto, nada más.
Sin el más mínimo toque de genuinidad.
Lo intentó, lo intentó mucho, pero ya dudaba ser capaz de seguir así, aun así, los viejos hábitos tardan en morir, así que seguía haciéndolo, seguía poniéndose la máscara, sonriendo, cuando lo único que quería era empujar a todos los presentes y acercarse a Weiss, sujetarla, y no dejar que nadie más se acercase, ni a ella, ni a Weiss. Solo ella podía acercarse, solo ella podía ponerle las manos encimas, sujetarla, llenarse de su aroma, y no podía perdonar a nadie que lo intentase, que siquiera osara acercarse más de lo que era necesario.
Pero no tenía el ímpetu, los impulsos obligándola a moverse.
No tenía la oscuridad que la hacía ser impertinente.
Que la hacía ser quien de verdad era.
La verdadera persona, la verdadera Ruby, que estaba escondida dentro de la hija de los héroes.
Así que se veía ahí, meditándolo, sintiéndose frustrada de sentir todas esas sensaciones, sintiéndose decepcionada de no poder hacer nada al respecto, y odiaba esa parte de sí misma, tan acostumbrada a pensarse las cosas, a planear, cuando solo quería avanzar y tomar lo que le pertenecía en frente de todos. Sin pensar en las consecuencias de sus actos, simplemente teniendo en cuenta su propio placer, su propia felicidad.
Era débil, era patética.
Ya no tenía valor alguno, ni como el héroe que fingió ser, ni como la bestia que se convirtió, ya no era nada, nadie.
Pero una vez más, fingió.
Giró el rostro, y simplemente se comunicó con sus amigos, hablaron de todo y nada, de las misiones futuras, del trato que el nuevo director de Haven les había propuesto, de hacer unos entrenamientos ahí para poder sacar sus licencias, de seguir haciendo lo que hacían para salvar el mundo.
Tenían que hacer del mundo un lugar mejor, les dijo, les prometió que estaban haciendo una diferencia, que seguirían haciendo una diferencia, e incluso se disculpó por su mal estado, que iba a hacer lo posible para mejorar pronto, para poder seguirlos, acompañarlos, liderarlos como ellos esperaban que ella hiciera.
Pero nadie la apresuró, todos le dieron miradas cálidas, dándole su tiempo.
¿Serían así de agradables si se enterasen que todo lo que dijo era una mentira tras otra? ¿Un acto tras otro? ¿Siquiera la querrían a su lado si lo supiesen? De hecho, le sorprendía que sus amigos la hubiesen perdonado cuando los abandonó en mitad del continente, y puede ser que haber traído con ella a Weiss fuese suficiente para olvidar lo que hizo.
Eran tan inocentes.
Tan ingenuos.
Tal y como era ella, como debía ser, así sería querida por todos, con lo peor de sí misma oculto en lo más profundo. Debía seguir viendo lo mejor en todos, seguir alentando a sus amigos, a su familia, a sus compañeros a avanzar por el buen camino, a ser un ejemplo para ellos, de superación, de heroísmo.
Y había desafiado a la oscuridad, a la corrupción, ellos la admiraban por eso, por haber sobrevivido, aunque no fue su decisión, pero como fue Weiss quien la salvó, pues viviría esa vida para Weiss. De no ser así, se hubiese transformado en un Grimm más, y fue durante mucho tiempo eso, un Grimm más, una creatura de la oscuridad, un monstruo.
¿Qué pensarían sus amigos si supiesen que fue su intención, la de ella y la de nadie más, el mandar a las jaurías tras Cinder? ¿El destrozarla? ¿El romper ese cuerpo en pedazos? ¿El terminar el trabajo que dejó inconcluso en la torre de Beacon porque era demasiado inútil y débil para acabar con esta en ese momento?
No, esa atrocidad la hizo el Grimm.
Esas atrocidades, los gruñidos, las amenazas, los ataques, la sed de sangre era cosa del animal, de la bestia, pero jamás pensarían que fue Ruby Rose quien lo hizo, quien lo comandó. Todos sus actos repudiables quedaron completamente borrados, tachados, incluso lo que hizo ahí, en esa casa, enfrentando a quien sea que se pusiese en su camino, gruñendo, incluso llegando al punto de amenazar, si alguien siquiera respiraba cerca de Weiss.
Ella era el monstruo, la oscuridad solo le quitó la máscara de encima.
Solo eliminó la heroína falsa.
Tal vez debía sentir culpa, culpa por corromperse así, por corromper el legado que su madre le dio, pero honestamente, no le importaba. Ese peso en sus hombros se volvió desagradable, insostenible, ni siquiera pensaba en su madre en lo absoluto, nunca como su madre, siempre como un ídolo al que debía seguir, al que debía imitar, al que debía sustituir.
Y ya no soportaba el mentirse tanto a sí misma.
Ya no quería seguir actuando, la oscuridad le mostró lo patética que se veía así, sin ser ella misma, siendo nada más que una débil imitación, sin personalidad propia, sin sentido.
Y quería tirar todo por la borda.
El sentirse libre, el ser ella misma.
Incluso con lo repulsiva que era, porque a pesar de ser así, desagradable, bestial, Weiss la aceptaba y era la única opinión que quería, que necesitaba.
Y sin la oscuridad, ya no podía ser esa persona, no tenía la fuerza, el ímpetu, el impulso de ser ella misma, de ser la atrocidad de ser humano que era, aunque ahora, era débil como un humano, pero su mente seguía siendo la de una bestia y su cuerpo era el de un animal.
Ni siquiera podía considerarse humana.
Y un animal, una bestia, un ser sin alma, no podía siquiera pretender ser la heroína que fue Summer Rose, y era ingenuo pensar que podía ser así.
No lo era, nunca lo sería, y ya era inútil mantener esa máscara.
Pero de nuevo, los hábitos eran difíciles de dejar, sobre todo cuando llevaba su vida entera así, fingiendo ser alguien más, fingiendo ser un constructo que el mundo le puso encima, la identidad ajena, el de una guerrera de ojos plateados, pero ella, en sí, no era nadie, solo era la hija del héroe, el cuerpo que cargaba con esos ojos, nada más. Una vasija vacía.
Y deseaba que estos volviesen a ser rojos, y no volver a tener nada que le recordase a su madre, que le recordase quien debía ser, no quería esos ojos, no quería ese legado, por lo mismo ni siquiera quería su propia arma.
Nadie miró a Ruby Rose, solo miraron a la hija de Summer, solo miraron sus ojos, tal y como lo hizo Ozpin cuando la metió en ese embrollo, haciéndola entrar en Beacon, solo por sus ojos, solo por ser la hija de Summer Rose, y a veces deseaba el no haberse metido en esa pelea, el no haber hecho lo que un héroe debía hacer. Debió simplemente acallar, tomar su estúpida revista, sus estúpidos audífonos, y huir de ese lugar.
Debió quedarse en su isla, debió permanecer ahí, vivir una vida tranquila, pero al final, incluso su familia esperaba mucho de ella, y de nuevo, por ser la viva imagen de aquella mujer, y cada vez que lo pensaba, la detestaba más y más, porque sentenció su vida, llenándola de caos, obligándola a seguir sus pasos.
Y así, le arrebató la personalidad.
Era un fantasma que había invadido su cuerpo.
Y la detestaba, la detestaba tanto.
Desearía que esta muriese una vez más, desearía matarla, pero sabía que su partida era lo que había arruinado su vida.
Todos comenzaron a dispersarse, queriendo darle el descanso que necesitaba, y en realidad, sabía que se le notaba que no estaba bien, pero al menos su engaño no fue expuesto, y siempre lo agradecía. Tal vez estar así, enferma, sin alma, débil, le daría el espacio suficiente para ver a sus conocidos lo menos posible, y así, no tendría que agotarse tanto mintiendo, saboreando la muerte, el sabor de las piscinas oscuras dentro de su boca.
"La habitación se ha sentido solitaria sin ti en tu camarote."
Yang la guio a la habitación, y no era necesario, sabía dónde estaba, pero la dejó, esta como siempre siendo sobreprotectora, sobre todo ahora, luego de haberla perdido, dos veces, tal vez más. Ahí se sintió más cómoda que con la mezcla de olores que provenían de la sala de estar, estos menos intensos, pero, aun así, no estaba solo el de Weiss y eso siempre le molestaría.
Miró su camarote, y luego miró a Weiss.
Debía pensar.
Piensa, piensa, y era ridículo el tener que hacer todo eso solo para conseguir lo que quería, lo que anhelaba, se sentía una estúpida.
Y sus actos se sentían incluso más atroces.
Anhelaba tener su impulsividad que la bestia le dio, anhelaba tener la oscuridad de vuelta.
"Weiss, no quiero sonar como una carga, pero ¿Puedo dormir contigo en la cama de abajo? Si llego a caerme de la cama me va a doler mucho más de lo usual."
Soltó una risa nerviosa, sus dedos aferrándose a su nuca, el enojo, la ira, queriendo consumirla, y apenas y contenía sus uñas de enterrarse en su carne, porque se notaría, así como la marca que quedó en su antebrazo, oculta ligeramente. Como ya no tenía Aura, sus heridas demoraban en sanar, y era otra maldición más.
Weiss la miró, con cierta sorpresa, pero esta no dudó en asentir.
Aceptándola, porque Weiss siempre la aceptaba.
Incluso siendo un monstruo, incluso siendo un animal.
Incluso siendo la patética e inútil mujer que era.
Weiss no la veía como el guerrero de ojos plateados, no la veía como Summer Rose, no la veía como quien debía de salvarlos a todos, el protector, no, Weiss era diferente, la veía diferente, la aceptó con lo peor de sí misma, la sujetó cuando era un arma, cuando era un monstruo, y la protegió, la intentó salvar, sin detenerse.
Weiss era la verdadera heroína de la historia, siempre lo fue.
Su heroína.
De nadie más.
Así como ella misma sería la heroína de Weiss, de nadie más, era la única a quien ansiaba proteger genuinamente, sin ser su personalidad inventada hablando.
Sabía que a Weiss no debía sorprenderle el que durmiesen juntas, ya que sabía que se había metido en su cama cientos de veces apenas tuvo la oportunidad en su tiempo de corrupción, sin soportar cualquier aroma que no fuese el propio en el ajeno, así que se levantaba de madrugada solamente para estar cerca, sin pedir consentimiento alguno, oliéndola, sintiéndola, monopolizándola, y ahora, debía rebajarse a eso, a pedir permiso, a crear toda una pantomima, todo un acto, todo un plan, para salirse con la suya.
Para poder oler a Weiss.
Para poder llenarla de su propio aroma.
Para poder sujetar su carne.
Y esperaba que nadie pudiese leerle la mente, porque todos se darían cuenta que detrás de su expresión suave, de su expresión avergonzada, de su expresión tímida y nerviosa, no había nada más que su cara más perversa. Lo que la bestia dejó dentro de ella, o más bien, su verdadera personalidad que nació a causa de Weiss, porque solo Weiss le permitió escoger su propio camino, el seguir adelante y escoger la felicidad antes que el deber.
Estaba rota de tantas formas, ni siquiera podía entenderse.
Bueno, lo hacía, pero nunca estaba totalmente segura de nada.
Ya que al final, por Weiss, escogía el camino contrario, y era tan débil, era tan susceptible a su existencia, que su verdadera cara podía aparecer en el momento menos pensado, porque por un momento esa imagen tan perfecta que creó, la de la perfecta hija, de la perfecta líder, de la perfecta cazadora, se caía a pedazos, mostrando lo peor de sí misma.
Y nadie aceptaría esa parte de sí misma.
Y temía, realmente temía, que Weiss sí.
Que Weiss la aceptara.
Porque un monstruo como ella no merecía aquello, no merecía el perdón de su persona más preciada, de su ángel por el cual haría todo, por quien moriría, por quien viviría, por quien mataría. No, no merecía eso, de hecho, el solo tener su presencia al lado ya era demasiado bueno para el ser que era, para lo que se había convertido.
Merecía lo peor.
Solo lo peor.
Y Weiss era lo mejor.
