Hola a todos! los extrañé! Espero también me hayan extrañado (ponele) la demora no es de hiatus, jamasss a menos que muera esto no acaba aquí ni queda inconcluso. Disfruten!


La mente del enigma

CÁPITULO VI

El hielo quema más que el fuego

Repetición perspectiva en 3era persona

La sublevación de la voz, cantar, había servido para invocar una virtud de la que carecía naturalmente: la paciencia. Algo que no acostumbraba a ejercer especialmente con ella misma, era demasiado autoexigente para permitirse ser incompetente, fallar. Verse envuelta en la torpeza que le "aceptaba" a los demás le era inconcebible. Anna Kyoyama no puede cometer errores.

Cantaba con los dedos embarullados en el cabello cuando el sentido supremo le zigzagueo sobre la coronilla, haciéndole enlazar la vista en el tramado de las caídas ramas del sauce, sintió una pluma invisible agitarse sobre la base de su estómago antes de que el muro verdoso se abriera revelando su secreto.

Soltó el aire que alojaba una nota alta que no llegó a entonar. Lo sondeó de arriba abajo con la mirada despierta, mientras él, por el contrario, salía del fresco escondite con pasos lerdos y pesados. Anna ladeó el rostro — ¿Dormías?

— ¿Se me nota?—la voz rasposa reverberó en el aire. Era bastante obvio, un evidente cansancio le tallaba la cara.

Se colocó junto a ella inclinándose a la fuente y se lanzó agua en la cara frotándose sin delicadeza. Anna arrugó el entrecejo ante esa brusquedad. Él saboreó las gotas frescas sobre sus labios, sus ojos vacilaron antes de voltear a verla. Anna subió la vista de su boca, para su suerte Hao no se había percatado de ese descuido, más bien, parecía interesado en el nudo descomunal de su cabello— ¿Necesitas ayuda?— eludió mirarla directamente.

A decir verdad era muy quisquillosa cuando se trataba de su cabello, seguramente traía ese pequeño trauma desde su infancia, cuando tras horas de jalones y entre varios pares de manos, terminaba con peinados perfectos y un humor de mil demonios. Él no era famoso por ser la persona más servicial del mundo y la suavidad no parecía ser una de sus cualidades, pero…pero lo estaba considerando—No me vayas a tirar el cabello— determinó con un dejo de desconfianza. Reprimió las ganas de reírse al verlo por el espejo rodar los ojos tras su advertencia.

Unos segundos después vio en el reflejo cómo el chuflo colgaba de sus dedos.

— Te deberías hacer trenzas. — soltó el chamán holgadamente.

—Tú sabes trenzar el cabello— salió tal cómo lo pensó, o mejor dicho, sin haberlo pensado. Él era el dormido pero era ella la que hablaba sin razonar. No podía permitirse que él se diera cuenta que estaba siendo quizás… absurda, errante. Lo peor que podía hacer era vacilar, así que rápidamente lo miró por encima del hombro con determinación — ¿ o no?— Agregó repuntando.

Transcurrió un segundo lento y expectante bajo su mirada estrecha, sospechosa ¿Había visto tras su fachada?

— No te aproveches de que estoy recién levantado. — dijo finalmente y cortó el contacto visual para colocarse detrás. Anna sonrió con suave victoria, aliviada de que no haya notado nada.

A decir verdad, Hao solía ser amable y atento, eso siempre y cuando no se le interpusieran, en esos casos prefería ser menos diplomático y optaba por quemarlos -literalmente- hasta los huesos; Si alguien era un problema lo borraba de la ecuación sin rodeos, sin vacilar, eso era lo que lo volvía tan temible, jamás dudaba en matar, nunca… o al menos eso decía la historia…

Lo miró por el reflejo, él separaba su cabello concentrado, ella pensó en Liri Lara, en cómo su minúscula intromisión sentenció su final. Su mente se retrajo a poco más de un año atrás.

Anna caminaba por el pueblo que había pasado Yoh antes de encontrar la ex aldea Apache cuando una sensación de ardor se disparó en su pie, ella estaba con zapatillas, al mirar era nada más una mancha oscura sobre la tierra, pero su tercer ojo vio más allá, la memoria aferrada en ese espacio terrenal: el cuerpo de la joven mujer colgaba suspendido en el aire, atravesada por garras de acero bañadas de su propia sangre, espesa y oscura se vertía sobre el suelo,. El mismo suelo que ella pisaba en ese preciso instante…

Esa mujer no podría haber hecho nada significativo en su contra, no era un obstáculo, pero no lo dejó pasar.

«Pero tú, sí eres un obstáculo.»

Susurró una vocecilla ambigua.

En ese preciso instante Hao hundió los dedos en su cabello, como si fuese una delicada seda, arrastrando fuera del plano la imagen que su mente había recreado hace un momento.

Su atención se dividió entre el razonamiento y la somnífera sensación que se desplegaba desde las puntas de su cabello. Un zigzag bajó por su columna cuando la yema de sus dedos le rosó la nuca.

«¿Por qué no has ardido aun?»

La piel de sus brazos se erizó.

—Date la vuelta.

La voz grave y el tono apremiante se metieron bajo de su piel. Su estómago burbujeó. Descubrió que había dejado colgar su cabeza mientras buscaba las cuerdas vocales en su garganta. El orgullo se encontró teñido de una emoción que no conocía demasiado, una que despreciaba sentir: vergüenza. — ¿Me ves cómo alguien que sigue ordenes? — la vergüenza se transformó. «Al demonio» pensó. Prefería la indignación antes que la humillación.

— ¿Y tú, cómo alguien que pide por favor?— La tensión se manifestó instantánea y brutal — ¿Quieres darte vuelta?

La demanda ronca de su voz creó un eco que quedó repicando en su vientre. Anna entornó los ojos y se volteó dispuesta para la contienda, sin embargo algo en su mirada la desconcertó, ese algo, que no supo nombrar, hizo que las agresiones que tenía preparadas en su mente dejaran de tener sentido.

Hao comenzó a corregir el peinado en torno a su rostro, la imagen de un dibujante trazando las líneas finales de su obra se materializó en su mente. La comparación se sintió adecuada a pesar de carecer de fundamento ¿Tendría él un costado artístico? Aquella pregunta brotó cómo una semilla abriendo paso a otra posibilidad; no, a mil posibilidades más…

— ¿Qué cantabas?

Ella parpadeó agitando la caja de sus pensamientos para poder seguir el hilo de la conversación. Le dio una respuesta breve alegando que se trataba de un clásico e inmediatamente recordó que, para alguien que tiene unos mil años el concepto de "clásico" podía distar bastante del suyo. — La has escuchado conmigo— Añadió con firmeza salpicada de protesta, fulminándolo con los ojos — ¿"Maybe i, maybe you"? — recitó, pero sólo recibió una incipiente mueca de desconocimiento.

—Así no te entiendo. — Sus dedos, con la precisión de un cincel en el mármol esculpieron una rubia espiral que rebotó contra su mejilla cuando la soltó. Se retiró unos pasos Hacia atrás— Cántala bien — esta vez clavó su mirada ávida en ella y se cruzó de brazos — ¿o te da pánico escénico? —masculló con una sonrisa burlesca.

Entre abrió los labios para discutir pero en vez de eso, en la última milésima de su respiración escogió cantar ¿Por qué? Pues ¿Por qué no? Era una sacerdotisa, había pasado muchos de sus años cantando, desde antes de Kino incluso. Era una parte de su día a día, de ella. La melodía se reproducía en su cabeza facilitando la soltura. Su voz se acentuó vibrando invisible en el aire hasta terminar la oración. Tardó unos segundos en abrir los ojos y centrar su atención en él nuevamente. Tenía su mano a modo de bozal sobre su boca. "Bozal" La analogía le hizo pensar en un depredador.

Solo podía ver la mitad de su cara, para ser más precisa: sus ojos, también de depredador. —Diablos…— murmuró en un suspiro. — Tenía razón en llamarte "sirena"

Su ceja rubia se hincó — ¿Disculpa?

— ¿No te has oído? —Farfulló —Tu voz es muy…—Balbuceó paseando la vista. Aclaró la garganta y se enderezó recobrando su porte, su mirada impactó con la suya y el pulso de Anna se aceleró incoherentemente. — Cómo que me estas seduciendo. — Su voz fue un susurro claro y hondo que le volvió a erizar la piel, esta vez, de todo el cuerpo.

Anna hubiera preferido no oírlo y no haberse detenido en la reluciente sonrisa que este le lanzó. El silencio de su mente fue reemplazado por un desconocido calor. —Ni siquiera…lo estaba intentando— El corazón se le retorció como si hubiese dicho una mentira ¡Pero decía la verdad! ¡¿No?!

— No imagino entonces, cuando lo intentes.

Ella cruzó los brazos sobre su pecho creando una barrera ¿de protección o de contención? Desvió la vista mordiendo una risa solapada.

La coacción la hizo dar un paso atrás, pero él se inclinó al mismo tiempo, cómo si una cuerda tensa los mantuviera atados, sintió la rigidez de la pared en su espalda y como un deja vu, se remontó 6 meses atrás, a la aldea, a la primera vez que lo vio, y que se vio, entre otro muro y él.

Retuvo el aire cuando rosó la piel de su clavícula, en el afán de detenerlo no midió la consecuencia de romper la barrera para tomar su muñeca con firmeza, cierta brusquedad pero intimidad. Lo vio esbozar una sonrisa sin pensar, una cálida y casta. Parecida y diferente a la Yoh. El efecto que le provocó se reflejó en sus ojos, cómo la luz que se refracta en las olas de un mar de oscilante turbulencia…

Él se soltó, sin esfuerzo. Recorrió la parte interna de su brazo dejando al paso un tibio hormigueo en su piel. Ella se estiro buscando oxígeno y la mano de él encajó cómo una pieza hecha a medida en su cuello. Descendió el pulgar sobre su arteria con feroz lentitud, disparándole un pulso visceral y primitivo. Los pulmones le exigieron el aire que se le había evaporado y su cuerpo se apretó en el muro de piedra detrás de ella, el calor la invadió sin permiso ni pudor, se desbordaron sus sentidos.

Un chillido irrumpió en el atroz silencio. Anna se aferró a ese sonido cómo la alarma de emergencia. — El oráculo— Susurró cómo pudo. El aparato resonó agudizando sus decibeles. Desvío el rostro al oportuno artefacto titilante de su muñeca. — TU ORÁCULO. —Repitió, esta vez su voz resquebrajó la atmósfera, el rose insignificante de su boca quemó sus labios, ardió en su conciencia.

Hao la soltó.

Aunque su mente bullía aturdida y el corazón le bombeaba sangre enardecido, Anna no desató el instinto de huida en ese preciso instante, pues había algo que despertaba su interés. Sus pupilas se volvieron obsidianas brillantes y sesgadas que se incrustaron en él mientras revisaba su oráculo. Lo midió insidiosa, de arriba abajo. Se había apartado de ella como si se tratase de una serpiente venenosa, lo vio, sintió su desesperación por una fracción de segundo. Sus labios formaron una sola línea.

Él sintió un estremecimiento bajo su piel que lo hizo volver su vista a ella. Anna se despegó de la pared sin ninguna señal que él pudiese leer, excepto en sus ojos… donde un océano vehemente se agitaba en contraposición a la inocuidad que pretendía. El estremecimiento se transformó en lava.

— Gracias…por la trenza.

Apenas cruzó su rango de visión, esa arcada que dividía el pasillo, salió disparada del estadio, corrió sin pensarlo, corrió con la desesperación de un soldado que huye de la batalla sabiendo que iba a perderla. La reacción la trasladó a muchos años atrás; cuando al igual que ahora, huía para no perder la vida, o una vida, la vida que había planeado. Una segura, sin emociones fuertes. Se había convencido así misma de hacer esa elección para no caer en la intensidad tempestuosa de su carácter.

Pero la naturaleza es como la sangre, tira, llama, revoluciona.

Los pulmones le ardían, pero se detuvo cuando las piernas se lo permitieron, encontrándose aislada frente a otro lago.

El oxígeno le faltaba aunque estuviese respirando a bocanadas, como si todo el aire a su alrededor no alcanzara para sosegar el caos que contenía dentro. Su corazón era un tambor en su pecho.

Cerró los ojos recargándose en un árbol de la orilla dejando que acompase sus latidos al mismo ritmo de su savia. Los músculos de sus piernas dejaron de temblar y pudo sentir el aire llegar a su vientre, se sentó en el regazo de la tierra, la Tierra Madre, ella siempre sabe cómo calmar a sus hijas.


Anna se preparaba para comenzar el día, se encontraba en el cuarto de baño. Para no divagar en recuerdos que prefería ignorar se centró en su reflejo. Se vio en sus propias pupilas, quedó atascada en las vetas de sus iris más claros, colgó la toalla a su lado sin dejar de mirarse. Algo estaba cambiando dentro de ella, o liberándose…

Atrajo la trenza sobre la izquierda y comenzó a desarmarla, tragó saliva con dureza sabiendo cómo la había conseguido. Mientras se pasaba el cepillo por el pelo se transportó al momento exacto en que casi pierde el control sobre sí misma, el día anterior en el estadio, más precisamente entre la pared y el cuerpo de Hao.

Sus ojos se abrieron ante un descubrimiento: Había dudado. Su mano descendió hasta dejar el cepillo en la mesada. Puso su atención nuevamente en la imagen que le devolvía el espejo, su cabello había quedado lleno de ondas, despertándole una sensación similar a la un deja vu, pero no recordaba de qué venía, por costumbre agarró el pañuelo y a punto de colocárselo se detuvo. Su cabello se sentía mejor así: suelto y alborotado.


Una semana y días después

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que sintió el ineludible impulso de quemarlo todo y a todos? Sería tan sencillo cómo respirar y soltar el oxígeno combusto que sostenían sus pulmones.

¿Qué si estaba enojado? No, enojado no se acercaba ni un poco a lo emputado que estaba. Se encontraba en un lugar que conocía muy bien: el preludio del pantano, embarrado de pútrida miseria humana. Estaba sólo en una isla, rodeado de tanta pestilencia cómo para querer regresar al infierno por otros 500 años, o tal vez 1000. La ciénaga lo estaba devorando, pero antes usaría cada maldita miseria cómo paja para la hoguera, los vería sucumbir con sus "pecados" o como mierda le llamen, por el resto de la eternidad.

Toda espera por terminar con esta existencia se volvía exponencialmente larga. No soportaba la ineptitud de aquellos que no tuvieron el valor de sostenerle la mirada pero sí de inmiscuirse entre sus filas y llamarse sus seguidores valientes y leales. Mentira.

La risa incoherente brotó desde su pecho, no le importaba verse cómo un desquiciado, nunca había renegado de serlo. La verdad es que disfrutaba encontrar a una presa que pueda alimentar a su ego, justo como ahora con la chiquilla de cabello rosado.

El chamán se enderezó entrecerrándola en sus ojos ávidos de furia, la escaneó de arriba abajo. Ella quiere aparentar valentía pero puede oler su miedo a la distancia. Torció una sonrisa escabrosa que la hizo estremecer bajo su imponencia. Ve cómo sus mejillas se enrojecen y sin tocarla puede sentirla temblar. La lee cómo a un libro abierto de par en par: su interior es tierno y frágil; podría desmenuzarla sin esfuerzo. — Si quieres casarte con un Asakura debería ponerte a prueba— Él sabe, que ella sabe, que no podrá huir, que de allí viva no saldrá, ni sus huesos en la tierra quedarán.


El agua es tan antigua como la existencia misma, su elemento nos lleva y trae de vuelta. Ella ha atravesado cientos de miles de millones de otras existencias, es un canal de vida y de muerte, en la frecuencia correcta podemos sintonizar lo que sea, incluso lo que creímos perdido para siempre. En ella nació y se extinguió la creación y el alimento, la evolución, el sentir. Si el agua es entonces la representación de nuestra parte emocional, también es la memoria conectada a ella. A su vez es la fuerza de la naturaleza conectada con el sacro, en las mujeres es el vórtice de energía cósmica donde sucede la vida: el útero.

¿Alguna vez metiste tu mano en una corriente de agua y sentiste los hilos? Tal vez creas que son insignificantes cosquilleos producto de la fluyente.

Anna cierra los ojos para poder insignificantes cosquilleos no son producto del correr del agua.

No busques fuera para poder encontrarte…

Eso que sientes es la red, una telaraña de hilos. Puedes palparlos con claridad, moverlos, tirar de ellos sin cuidado. No podrías romperlos ni aunque lo intentaras.

Sumergida completamente en la tela de araña ve una constante eléctrica que pulsa entre las demás. Lo toca con la yema de los dedos, es como una tanza.

Siempre has estado aquí…

Ese hilo se pierde en el infinito, entre un montón más de patrones, pero es el único que sobresale cómo un cable de acero conductor. Un temor subyacente se despierta, la induce a soltarse, cuando lo hace para desplazarse por el resto de opciones, se adormece. Estudia cada una, pero esas tanzas no laten, no vibran con ella, no tienen vida, su vida.

Solo debes recordar…

Vuelve a ver esa coordenada brillante, la sensación se estremece nuevamente en tu interior, flota hasta ella, la delinea con los dedos de ambas manos, el miedo incoherente se sacude, se hunde en su pecho y le retuerce las tripas.

Toma una bocanada de valor y le agradece al miedo por mostrarte la decisión con claridad.

Lo aprieta en su mano y el vibrar se funde en su pulso, late en sus venas. Escucha el pálpito en sus oídos.

El temor se esfuma y despierta la memoria.

Lo que nunca has olvidado.

El tiempo es irrelevante: ayer, hoy, mañana, son indistinguibles.

Todo lo que está atascado en el pasado no se queda allí realmente. Nos acompaña, se manifiesta en nuestra vida, en lo que sentimos, en los conflictos que aparecen, en los dolores físicos, en la tristeza inexplicable, en el vacío

¿Cómo cierras la herida si no ves en donde sangra?

Deja que duela, deja que la desarme entero para poder ver lo que queda, y en ese caos de piezas rotas poder armarse otra vez.

¿Ahora entiendes a la herida? ¿La escuchas?

En vez de huir, se abre a sentirla, no se avergüenzas de que esté ahí, porque gracias a su presencia recordó su esencia.

Murmullos, bosque, raíces, aire, humo, fulgores, destellos caleidoscópicos. Caras, miradas brillantes, sensaciones nuevas que hs experimentado cientos de veces. Andando otros caminos, caminando otros pasos. La imagen es clara y nítida, el iceberg se derritió. La luz roja se encendió de nuevo pero ahora no va a correr. Es observadora de su propio pasado: una niña corre entre caras desconocidas en un lugar desconocido. Es ella, escapando, aferrándose a su destino. Debe vivir, debe salir de ahí con vida y lo más entera posible, aunque para ello los haya dejado atrás.

"No tuve opción" Dice.

Pero no te lo perdonas. Le responde

Lo acepta. El líquido se derrama en su cara, se vacía de alivio y sonríe cuando quita el puñal de la culpa. Se tiene frente a frente con las lágrimas que brotan cómo un manantial de liberación, se perdona y le agradece a esa niña que fue alguna vez, esa que encontró la fuerza para sobrevivir.

La imagen parpadea intermitente, en el espacio cuántico irrumpe un sonido que fragmenta el recuerdo.

"¡No, aun no sé la respuesta!" le grita a esa imagen de ella misma, mientras el eco de un llamado le pide atención, reconoce la voz pero no quiere volver, esta vez desea quedarte allí, necesita hacerlo, sin embargo…

"Sí, lo sabes, tu eres…" Ya no la oye, se aferra para leer los labios en un instante detenido…las pupilas se le expanden, la figura se disuelve en humo blanco.

Los sentidos se encienden y se conectan al cuerpo de una vez, la calma se desintegra, siente el choque del aire cargado y pesado, escucha el agua bullir, chocando contra piedras a su alrededor, las hojas y ramas se sacuden con extraña violencia.

— ¡SEÑORA ANNA!


La sacerdotisa abrió los ojos repentinamente, la luz fue cómo una descarga que desgarró su mente dolorosamente, gruñó ante la punzada. Lidiando con el brusco despertar del trance, se impulsó para salir de la fina cortina de agua.

Sin el sonido de la nada que la aislaba de la realidad subsecuente, las emociones y pensamientos ajenos le aturdieron los oídos. Tardó una centésima de segundo en cambiar la dirección de las antenas y bloquearlas del sobre estímulo. Levantó la mano hacia Ponchi antes de que volviera a gritar su nombre. No podía soportar otra puntada en su cabeza. —No puede ser, los dejo unas horas y adelantan el apocalipsis. — Su voz fue demasiado inerte para la ocasión.

Se sobrepuso a las náuseas que la invadian de que su espíritu apenas si haya podido aterrizar en su cuerpo.

Ahora que te acuerdas de dónde vienes. ¿Cómo seguirás adelante con la farsa, Anna? ¿Podrás fingir un poco más?

Enredó el collar en sus dedos y se alzó en el Golem cómo si -literalmente- no se le moviera cada centímetro de suelo y de cielo. No estaba en la mejor condición, pero no quedaba otra salida.


A Hao le gustaba jugar con su caza, como un gato con un ratón, aunque la comparativa con un insecto inofensivo le resultaba más adecuada, cómo una pequeña mariquita. El oxígeno caliente picaba en su tráquea, ansioso de expandirse cusndo un escalofrío tibio atravesó su columna de punta a punta, esa sensación helada y caliente a la vez …—Que oportuna . — murmuró alzando la vista.

— Pero que honor que te hayas molestado en venir a verme. — Vociferó.Recibió un ataque de ella sin miramientos — ¡Y que saludo! Habría estado mejor algo cómo "Hola, querido cuñado, ¿cuánto tiempo sin verte?" Eso te haría ver más humana ¿No crees?

—Deja un poco el drama, estas neutralizándome sin problemas. — Su voz fue lineal a pesar de que podía darse cuenta que él estaba realmente de malas.

— ¿Qué esperabas, que recibiera tu ataque con un abrazo?— Reclamó.— Controlas bien a mis guardianes. — Añadió con mordacidad.

Anna soltó una risa jactanciosa. — ¿Te refieres a mis guardianes? Te recuerdo que ya no son tuyos. — habló con presunción, esa que nadie tendría hacia Hao, en especial a ESE Hao completamente cabreado. Es que ella sabía que para apagar un incendio este debía agotar su combustible.

—Eso se puede arreglar, ladrón que roba ladrón.

—Ay no puede ser, no empieces con tus frases hechas, no las soporto. — Contestó rápidamente.

Tamao y sus dos espíritus acompañantes se encontraban boquiabiertos viéndolos chicanearse, como un pingpong.

— Yo no soporto tu soberbia. No hoy. — Sentenció distante.

—Tamao ¿Que estas esperando para irte?— La voz severa de Anna la sobresaltó.

— Huye, tu niñera llegó justo a tiempo. — Acotó con los ojos sostenidos en Anna sin un solo gestó en su rostro.

— Tú no le dirás que hacer.

— ¿Quieres ver que sí?

Anna rió sintiendo que el estómago empezaba a llenársele de ácido. Tras ver ese gesto la joven supo que si no se marchaba acabaría muerta y no podía asegurar cuál de los dos sería su victimario. Se dirigió al auto y antes de subirse volteó a verlos, aquel chamán aterrador seguía teniendo una expresión despiadada, y sus ojos brillaban con una intensidad escalofriante clavados en Anna. Sin embargo inmediatamente supo que ella no correría jamás con la suerte que podría haberle tocado a cualquier otra persona en esa situación.

El auto patinó las ruedas en la tierra dejando una nube de polvo tras la que salió Luchist para intentar alcanzarlos.

— Eres un dolor de cabeza— lo decía en serio.

Hao pensó que ella era un dolor de huevos, de verdad, pues empezaba a sentirse más irritado por cada contestación. Dio un paso hacia ella pero recibió otro impacto de furyoku.— Sería mejor que hablemos para calmar las cosas, estas algo alterada — levantó ambas manos mostrando las palmas.

— Te oyes absurdo utilizando el término "calma" en tu estado actual.

— ¿Mi "estado actual"?— Su mana empezó a hacerse más denso. Amagó a acercarse a ella pero lo volvió a atacar, aunque su ofensiva no había sido nada asertiva.

— Ni siquiera lo intentes — advirtió con desdén sabiendo que cuanto más le negaban algo más lo querría.

Hao se volteó de espaldas tomando una bocanada de aire para no hacer algo de lo pudiera arrepentirse luego.

— No te quiero cerca… — Agregó con apatía. Anna inspiró preparando el terreno de su cara con una expresión de aversión para elevar la apuesta al todo o nada. — …en tu condición. —El diablo hubiera sido menos cruel, pero tenía razones para llevarlo a ese lugar: muy adentro del pozo.

"…en tu condición" Se repitió en el eco de las miles de veces que captó ese pensamiento, pero esta vez lo escuchó, no con su mente, si no de la boca de ella.

Se volvió hacia Anna dispuesto a desterrar cualquier cosa parecida a una emoción, quería ver en sus ojos el rechazo para deshacer cualquier gramo de humanidad que podría haber sido guardado en su interior y motivado por ella. El viento abrió su capa y el fuego brotó a su alrededor cómo lenguas incontenibles.

Anna sintió que el corazón se le paralizaba cuando caminaba hacia ella. Quería intentar algo, si estaba en lo correcto podría hacerle ver que el único odio que lo consumía era que el que se tenía así mismo. Debía llevarlo al lugar más oscuro y profundo de pantano. Era jugado pero estaba segura de sí, mucho más ahora. Se aferró a las perlas blancas de aquel 1080 y respiró profundo reafirmando en la tierra.

—Defiéndete, quiero ver tu poder. — Sentenció. La atracción hacia esa mujercilla de mal genio no impediría que obtuviera lo que quería a su propio modo.

Anna elevó una ceja y la vena en su cien de hinchó ante aquel intento absurdo de provocarla.


Tras el cruce de ataques y la intromisión de las tres jóvenes, un incendio atroz se extendió por la arboleda. Hao desplegó su arma más sofisticada, su más reciente creación tras cientos de años de sacrificio y trabajo duro: Kurobina. Bajó desde la altura del cielo a la tierra.

¿Por qué enseñárselo a ella antes que a nadie? Pues dado que la técnica fue concebida con el único objetivo de convertirse en el Rey Chaman, esa era una forma de decirle que su mira estaba puesta en ello. Una declaración de soberanía.

Necesitaba demostrarle, demostrarse que nada había cambiado.

— Este es mi gran poder, y con él me uniré al gran espíritu. — Su voz sonó convincente.

Alzó su rostro a él sin recelo ni desconfianza, a pesar de encontrarse lindada entre el pavor de las llamas violentas.

Hao deshizo su posesión frente a ella. El corazón desgraciado retumbaba en su pecho cómo si estuviese en una batalla a muerte, la adrenalina que le disparaba lo hacía sentir defectuoso, común, enfermo — Ahora mismo sólo te queda un shikigami. Quiero ver hasta donde llegas. ¡Quiero conocer tu verdadero "yo", Anna! — Insistió con el enojo que sentía por no poder aplacar la sed irracional, el deseo a pesar de la situación.

Anna dejó escapar una risa genuinamente divertida — De verdad ¿eso harás? — Arrugó el entrecejo— ¿Te iras para ser el rey chaman, o te quedaras para ver hasta dónde llego? — Le cuestionó con astucia y picardía. Llevó su peso hacia adelante, tan cerca cómo para verse reflejada en sus ojos rojizos —Porque las dos cosas no se puede —Susurro sobre su cara afinando sus ojos cómo dos navajas — Hao. — Esta vez paseó la mirada para apreciar el desconcierto en su cara. Torció una fugaz curva y retrocedió creando espacio y aire entre ambos.

«¿Qué es lo que realmente deseas?» Escuchó el desde el fondo de su conciencia.

Un segundo después se abrió paso entre las flamas un rostro idéntico al de él, idéntico y completamente opuesto. Sin que haya podido retrucarle o hacer algo que la calle, aunque si esa boca era tan cáustica cómo sus arteros comentarios acabaría envenenado.

— Anna es simplemente Anna, no hay otro "yo" — La voz suave de Yoh irrumpió tranquila y sólida. Le dedicó una mirada y una sonrisa a la sacerdotisa y se aproximó a ella para abrazarla.

Desvió la cara a un costado revoleando los ojos por el gesto cariñoso. Que repugnante. No le gustaban las muestras de afecto públicas. De reojo notó que Yoh puso una mano en la cadera de Anna, lo miró cómo si quisiese fusilarlo. Esta vez los celos fueron inconfundibles y ácidos, haciéndole saber que no tenía claro ni mierda.

Esbozó una sonrisa con la mandíbula rígida mientras Yoh le hablaba a Anna al oído. Soltó el aire ruidosamente. —Sí, vayamos por un café. — ¿Acaso se había olvidado que leía mentes? Hablar en secreto no impedía que lo escuchara ¿Era idiota?

Yoh se enderezó cómo si hubiese sentido un dardo insertarse en su columna y se pasmó una milésima de segundo hasta caer en cuenta que no hacía falta decirlo. Entonces rió con cachaza.

Ellos no podían ser más diferentes. Sólo una cosa tenían en común: Anna.

Ni siquiera su interés por el trono era par. Así y todo había un mutuo deseo por conocerse. Ambos querían compartir una conversación, sólo que Yoh no se sintió capaz hasta ese momento.

Anna salió de la atmosfera que se deshacía, volviendo a la claridad del cielo abierto, el verde follaje ahora estaba teñido de hollín. Las tres chicas estaban arrodilladas en el suelo, lágrimas goteaban de sus rostros cargados de una expresión de dolor, y escepticismo. Levantó un poco más la vista y halló a Renseb y Seyram con el Golem, ellos no entendieron lo que había pasado, estaban enojados y disconformes con la situación.

La sacerdotisa cerró los ojos, las náuseas la abordaron, para apaciguar su mal estar tomó una inspiración profusa. Su día sería tremendamente largo, tocaba reprimirse. Quería mandar todo al mismísimo infierno, pero una vez más debía postergarse.


Han pasado dos días relativamente calmos, por lo menos nadie ha enloquecido querido volver cenizas toda la isla, ni han mandado otro laser destructivo desde un arma militar satelital; tampoco han vuelto a visitar el infierno ninguno de los participantes, sin embargó acababa de tener la peor reunión familiar.

Cómo si se tratase más bien de una empresa y no de un linaje ancestral, de sangre sagrada. Ella sin ser nativa de allí lo sintió descarnado y tan asquerosamente displicente que cuando salió, el portazo en el que despojó toda su queja hizo vibrar la pensión completa en la que se suscitó el encuentro, estaban presentes las cabecillas de las familias más relevantes en este torneo y en Oriente. Literalmente fue todo tan mecánico y apático cómo si sus hijos, sobrinos, etc; fuesen un número de empleado.

Cada vez le era más difícil sostener esa postura impávida, a cada ocasión le importaba menos que se dieran cuenta que llevaba en el ADN el gen guerrillero. Más temprano que tarde, demostraría que JAMÁS fue una pieza disponible a utilizar a antojo. Anna era la cruza entre el carácter duro de las mujeres Asakura -con la inteligencia para ver el velo opresivo que llevaban el género en la dinastía- y la descendencia de mujeres extremadamente disruptivas.

No es que no comprendiera la situación que planteaban, pero lo percibía distinto. Se le hacía sucio el juego que proponían desde la comodidad de su incomodidad disfrazada de seguridad, donde eran infelices lidiando con batallas de espaldas a sus sentires reales. Estas personas no querían ver qué estaban haciendo lo mismo que procuraban destruir, ella no deseaba ser partícipe de tal hipocresía.

POV Anna

No presté atención mientras regresaba a la posada. Mis cavilaciones me mantuvieron entretenida todo el trayecto.

Atravieso la puerta, el silencio absoluto me indica que no hay nadie. Respiro profundo el aire limpio y sin ninguna carga energética que pueda molestarme, lo agradezco y me quitó el calzado. Extraño a mi soledad casi tanto como tener una vida propia.

La luz suave de la tarde entra por las ventanas dando en la madera que conforma los pisos y las paredes, todo parece cálido a simple vista pero lo siento gris y frío, me siento ajena a este lugar, ha sido así desde hace un tiempo. Ahora sé que no pertenezco a esta casa, ni a Funbari, tampoco a Aomori, creo que no pertenezco a ningún sitio.

Escojo minuciosamente unas hierbas para hacer una infusión y calmar la punzada que presiona mi estómago desde la mañana. Cierro los ojos mientras espero que la pava chille. Cuando está lista me preparo un té de hierbas y me siento en la tranquilidad de la sala junto a la ventana abierta, la ventisca alborota el vapor y mis ojos siguen las estelas que se disipan cuanto más suben.

Me pierdo bajo el peso de mis pensamientos y la sensación en mi estómago se intensifica. Bebo un sorbo y lo tragó buscando no enredarme en mi mente pero no puedo evitarla.

Mi vida está dada vuelta, yo lo estoy. No puedo mover un solo dedo para hacer algo más de lo que ya he hecho. Ahora solamente me queda esperar. La paciencia es la clave. ¡Puta mierda! Odio ser paciente. Venía llevándolo muy bien pero se acerca el día y mi ansia se acrecienta. Es que me siento apresada, y aunque desde hace mucho ha sido así, hoy tengo la llave de la cadena en mis manos, pero todavía no puedo usarla.

Sólo quiero irme a casa.

Jamás ha sido sencilla la tarea de escuchar tu propia voz y emanciparse de las creencias limitantes. Además aunque más débil, mi miedo sigue allí.

El miedo a ser quien vine a ser.

Escucho que la puerta principal se abre, pero no es acompañada del escándalo habitual de Yoh y su tropa. Me toma pocos segundos identificar a las 4 esencias en concreto, me doy cuenta han venido sin ningún tipo de compañía espiritual, lo cual es gratificante, (por alguna razón, que seamos solo nosotras me da un subidón de bilirrubina).

Sonrió cuando cruzamos miradas con Tamao, Jun, Philika, y Jeanne, vienen con bolsas de mandados y una alegría contagiosa, poco común en los tiempos que pasamos. Estas joyas son escasas y me rindo a la paz que prometen para poder sobrellevar el peso de enfrentarme a lo que he venido escapando.

Sera una tarde para nosotras, sólo chicas.


La luz fina se coló con sutileza en la habitación. Respiró con lentitud y largó el aire silenciosamente, ya estaba completamente despierto. Se desperezó percibiendo el absoluto silencio, la paz. No había pensamientos ni emociones revoloteando en la manzana. A su lado se encontraba su gemelo completamente desmayado de sueño. Rió internamente, tras su conversación nocturna le debió costar mucho recuperar el sueño, en cambio él se quitó unos 100 kilos de encima. Aunque tampoco mentiría diciéndose que el descanso fue ideal.

No tardó en levantarse. Se preparó un té con unas hierbas que estaban sobre un lienzo junto a la cocina, le faltaba en que colocarlo y no tenía ninguna intención de levantar a nadie para preguntar, afortunadamente encontró rápido lo que buscaba. Tomó una taza al azar y decidió sentarse en el exterior para recibir al Sol naciente, pero el cielo apenas empezaba a desteñirse en un matiz rosado. Era demasiado temprano, pero sus pensamientos hacian mucho ruido en su cabeza, no se había dado el tiempo de procesarlo todo y la noche le pasó factura…

Hacía tantos años que no soñaba con ella, que creía haber olvidado su sonrisa. Masajeó sus sienesy soltó el aire por la boca consternado. Fue uno de esos sueños que parecen una pesadilla pero no lo llegan a ser del todo.

La casa en llamas, su madre, y luego…

Se hallaba en medio de lo que parecía un desierto, el aire era denso y terroso. Físicamente se veía mayor a su edad actual. Se escuchaba el crujir de la madera ceder, se trataba de esa cabaña de su infancia siendo azotada por llamaradas incesantes. Los gritos dentro se colaron por sus huesos y marcando su conciencia para siempre…pero esta vez, él podía hacer algo, no era un niño débil e inútil, sino un hombre, fuerte y valiente.

En esta quimera él podía entrar allí y sacarla, rescatarla, quizás así podria-

El eco de una voz en la lejanía lo retuvo, sin comprender el corazón se desbocó en su pecho, tal vez por impresión, o por expectación; o ambos a la vez.

Sintió como si una cuerda se anudase en su garganta, negó con la cabeza y con los ojos cerrados buscó concentrarse en lo que mantuvo su voluntad en pie por mil años: recuper aquello tan preciado que perdió junto a su madre, lo que buscaba hace tanto tiempo.

"Yo no necesito ser salvada" escuchó

Sus ojos se abrieron, la casa se consumía en el incendio inclemente.

Detrás de él - delante en realidad, a donde él daba la espalda- esa voz se volvió clara y melodiosa. Se resistió férrea pero absurdamente, al final terminó por voltear y la vio; el desierto era una playa, estaba tendida en la arena con las piernas sobre la espuma blanca de las olas. El contraste con el ardiente calor acre que llegaba del otro extremo era abismal, el oxígeno que inspiro fluyó ligero y puro, olor a sal y hierba fresca.

Él no podía dejar de mirarla, ella volteó y le sonrió. Se paró elegantemente y caminó hipnótica hasta él, su cabello estaba más largo, pero era inconfundiblemente ella. Puso sus manos frías sobre sus puños, haciendo que relaje la aprehensión, se colocó en puntas de pie "¿Qué es lo que realmente deseas, Hao?" le dijo sobre sus labios y…

Y se despertó obviamente. Recordar el sueño lo sumergía en una sensación de impotencia,, no le gustaba nada lo que le estaba sucediendo, pero que más podía hacer? Era literalmente lo único que le faltaba a su existencia para completar el cupo de desgracias que podía sufrir una persona. Lo único que nunca había experimentado. No, no podía ser, él no es esa clase de persona «¿No?» Inquirió su conciencia. «¡No!»

Comenzó a reír, sólo estaba dejándose llevar por su parte más humana, lo bueno que la erradicaría una vez que alcance el poder y estaba en las vísperas del Día D. Se convenció de ello y le dio un gran trago a su té.

—Maldita entrometida. — Musito casi gruñendo, era la segunda vez que algo se le enfriaba por su causa. Primero un café, ahora el té. «Y el incendio de tu odio» remató su memoria. Levantó la taza como realizando un brindis invisible. — Por supuesto, tres. — Echó la cabeza hacia atrás y suspiró con exasperación. — Que frustrante. —dijo suspirando.

—Buen día — Escuchó la voz de su hermano, que se sentaba a su lado con un vaso humeante.

— Buen día. — Respondió con neutralidad, nada pasaba, estaba tan normal como siempre, podía obviar el hecho de que no dejaba de pensar en la prometida de su hermano. Lo bueno es que no se la cruzaría, pues pasar la noche en el hospedaje con los Tao.

¿Fue eso o en realidad lo estaría evitando? ¿Y si la buscaba? Aún sentía el sabor amargo del último encuentro, no quería quedarse con esa última impresión, pero verla tal vez no era la decisión más inteligente ahora, cuando faltaba nada para convertirse en ese Dios omnipotente… la previa debería sentirse como un postre dulce de esos que tanto le gustaban, sin embargo, parecía más bien un trago de agua ardiente barata que le picaba en la garganta.

¿Entonces que haría con la chica? Dejaría la charla para post mortem o se jugaba a verla en ese caótico escenario mientras aún tenía pulso.

— Espero que no estés pensando en robármela— No se dio cuenta que volvió a perderse en los rincones de su mente hasta que Yoh habló.

Aunque él simplemente no presto ninguna atención a lo que dijo.

— ¿Qué?— volteó hacia él juntando las cejas. No sólo para que lo repita sino porque no escuchó cuando se despertó, sus pensamientos y sentimientos no lo invadieron.

Los ojos café y los rojizos se encontraron y el mutismo se apoderó de segundos largos. Yoh señalo lo que tenía entre sus manos. — Esa taza, es mía. — Aclaró y sonrió, como si nada.


Les diré algo con respecto a Hao. Yo creo que es un personaje muy complejo y profundo, que es más de lo que se ve a simple vista, pero mucho de él esta reprimido detrás de ese dolor y resentimiento,así que a medida que se va desprendiendo de él es que conocemos otra faceta y tiene muuucho para explotar. Asi lo transito mientras lo descubro al escribir.
Y con Anna ...bueno ella es una bomba jajaja. Es una revolución y para eso primero debe sentirla dentro, tener ese caos, que destruye todo para volver a crear.

Espero les guste esto y sigan disfrutando. Los quiero chamancitoss