El chico intrépido de los goggles y la pelirroja del gorro azul.
Capítulo XX
Un gesto de compensación
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[03 de diciembre. 10:03 hrs]
Taichi baka: Sora, mamá y Hikari están yendo con el asesor de viaje. Estuvieron esperando en la estación de trenes como acordamos, pero jamás apareciste. ¿En dónde estás? Necesitan el resto del dinero y tus documentos de viaje.
Taichi baka [10:33 hrs: Vamos, que esto de poner suspenso a última hora no es tan emocionante como crees. El asesor las recibirá a medio día, comunícate con mi madre, por favor.
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Tiene un nuevo mensaje de voz de: Taichi baka, enviado el 03 de diciembre a las diez y cuarenta y tres a.m.:
Sora por todos los cielos, ¡Responde el maldito teléfono!
Tiene un nuevo mensaje de voz de: Taichi baka, enviado el 03 de diciembre a las once y cinco a.m.:
Mierda, Sora. En serio no sé si preocuparme o molestarme por el hecho de que no contestas mis mensajes. Te están esperando en el aeropuerto.
Tiene un nuevo mensaje de voz de: Taichi baka, enviado el 03 de diciembre a las once y quince a.m.:
¡Responde, coño, responde!
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Se ha comunicado con la familia Takenouchi, en este momento no podemos atender su llamada, por favor, deje su mensaje y responderemos a la brevedad posible. Gracias por su comprensión.
Deje su mensaje después del tono:
Ehhh, buenas tardes, señora Takenouchi, podría decirle a su hija que necesito que me responda los mensajes urgentemente, por favor. Esto no es una de nuestras discusiones, eso espero; resulta que debía encontrarse con mi madre en la estación de trenes para comprar el boleto de avión y no ha respondido las llamadas ni mensajes. Creo que voy a perder la cabeza, comienzo a preocuparme. Lamento importunarla.
[03/12. 11:50 a.m.] Taichi baka: Sora, que nadie sabe de ti desde esta mañana. Podrías por favor decirme que te encuentras bien. Estoy a punto de coger un maldito avión e ir hasta tu casa a buscarte.
[03/12. 12:20 a.m.] Taichi baka: Me importa una mierda que no hayas llegado a la cita con mamá y Hikari, que te hayas arrepentido a última hora o lo que sea. Sólo quiero saber que te encuentras bien. Habíamos quedado en que, pasara lo que pasara, no íbamos a volver a ignorarnos, Sora. Dime que estás bien.
[03/12. 13:30 hrs] Taichi Baka: Si supieras cuan preocupado estoy, contestarías el endemoniado teléfono de la mil… arg, Sora.
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Sora se despertó temprano, el corazón latiéndole con una mezcla de nerviosismo y emoción. Había trabajado incansablemente en el maid café durante un par de meses, ahorrando cada yen con dedicación obsesiva. Finalmente, había llegado el día en que compraría su boleto de avión y se reuniría con Taichi, el hombre que ocupaba su mente y corazón día y noche desde aquella confesión o, quizás, desde que partió al país de las mejores cervezas y lugar de origen de Bach y de las salchichas bratwurst. Su mano temblorosa buscó el reloj despertador y, al ver que era hora, se levantó de un salto.
"Hoy es el gran día. Después de tanto esfuerzo, finalmente estaré un paso más cerca de poder encontrarme con Taichi." Pensó con mucha ilusión.
Sin embargo, la emoción de la mañana se desvaneció rápidamente cuando se dio cuenta de que algo faltaba. Buscó en su bolso, en el estante de la entrada y en cada rincón de su pequeño apartamento. Pero su cartera, con el dinero ahorrado para el viaje, había desaparecido.
Sora soltó frustrada:
—¡No puede ser! ¿Dónde está mi cartera? Estoy segura de haberla dejado en el bolso que ocupo para el tenis.
Desesperada, revolvió los cajones y revisó bajo los cojines del sofá. Su mente comenzó a dar vueltas, recordando que dentro de unas horas debía reunirse con Yuuko Yagami para reservar los boletos aéreos.
Las lágrimas amenazaron con brotar de sus ojos mientras el pánico la envolvía. Cada segundo que pasaba, la ansiedad aumentaba. Lloraría producto de la histeria.
—Trabajé tan duro para esto… —se dijo a si misma— No puedo creer que todo el viaje esté en peligro por culpa de mi estupidez.
Sintió un nudo en la garganta mientras el tiempo avanzaba implacablemente. Desesperada, decidió ir a la preparatoria donde se llevó a cabo el festival escolar. Tal vez había dejado la cartera en el lugar.
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Mientras iba camino a la preparatoria, hacía un recuento de los acontecimientos de hacía tres días atrás:
Recibió el último cheque, lo guardó dentro de su cartera, que posteriormente también guardó en el bolso que usaba cuando jugaba tenis; estaba segura que era ese bolso, porque hace tres días había sido lunes, y los lunes iba antes del trabajo a sus prácticas. Luego Mimi la invitó al concierto de su novio. Tomaron el autobús hasta la escuela de Hayato. Pasearon por el puesto de disfraces feos, por los jardines del colegio, por los puestos de comida y por último, habían ido al maid café. Recordaba haber puesto su bolso sobre sus piernas. Ponérselo sobre el hombro cuando fue a hablar con Hikari, al final regresó junto a Mini al gimnasio dónde se llevaba a cabo el concierto con él aún encima. En la pelea su bolso cayó al suelo, fue pateado por algunas piernas bailarinas y antes de ser escoltada a la salida por los de seguridad, logró recuperarlo. No recordaba haberlo revisado, mucho menos percatarse si tenía su cartera todavía dentro.
Preguntó a los encargados del maid café y nadie parecía haber visto una cartera de bolsillo rosada. Estaba al borde de la desesperación.
Y, para colmo de males, la batería de su móvil había muerto tras darle uso durante las primeras horas de la mañana, no hubo amigo a quien no llamó para preguntarle si habían visto su cartera, y el haber olvidado cargarlo la noche anterior solo era parte de los eventos desafortunados que le jodían la vida en ese momento.
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Sora regresó a su casa, con el corazón pesado por la pérdida de su cartera y la sensación abrumadora de haber desperdiciado una oportunidad única. Apenas cruzó la puerta, vio a Mimi y Yamato esperándola en la sala. Ambos se veían preocupados.
—¿Mimi, Yamato? —soltó con sorpresa— ¿Qué están haciendo aquí?
Mimi y Yamato intercambiaron una mirada incómoda, la tensión entre ellos era palpable debido al reciente conflicto a raíz del beso de Hikari con el muchacho.
Mimi tomó la iniciativa:
—Sora, estás bien —suspiró aliviada—. Taichi nos contactó. Hemos estado llamando a tu teléfono, pero no contestabas y nadie sabía de ti.
Sora caminó hacia ellos:
—Lo siento —se disculpó mientras tomaba asiento y se dejaba caer pesadamente sobre el sillón, a un lado de la castaña—. Olvidé cargar la batería del teléfono anoche.
La pelirroja miró a sus amigos. Estaba sorprendida, lo último que supo sobre ellos era que Mimi se negaba a hablarle a Yamato y que éste había decidido darle su espacio. Verlos juntos le resultaba extraño.
—No digas nada —expresó Yamato al darse cuenta de sus intenciones—. Estamos en una especie de pacto de paz momentáneo.
Tachikawa ignoró que Yamato había hablado y continuó diciendo:
—Vinimos porque nos preocupamos. Tu madre se fue recientemente —explicó Mimi—. Nos dijo que habías perdido tu monedero.
Sora reclinó su cabeza sobre el espalda del sofá y soltó un soplido de cansancio.
—Tenía el dinero del pasaje allí y ahora lo he perdido. Lo había cuidado con recelo todo este tiempo. No lo puedo creer… otra vez lo estoy arruinando. Siento que me saboteo inconscientemente.
Mimi sonrió por lo bajo.
—Bueno, tu madre la encontró.
Sora se recompuso de inmediato.
—¡¿Qué?! —soltó con sorpresa—. En dónde…
Mimi la interrumpió:
—Estaba en la cesta de ropa sucia —Tachikawa no tardó en reírse de su amiga. El rostro de Sora era un poema que iba de versos tristes a unos llenos de esperanza y felicidad, con algo de confusión; quizás había recordado haberlo guardado allí para no perderlo—. De todos modos, no importa ya.
—Aunque no pueda ir con los Yagami, creo que podría alcanzarlos…
—Definitivamente no irás con ellos y ese dinero deberás gastarlo en otras cosas, Sora.
La pelirroja miró al par de amigos perpleja. No entendía nada. Quizás Taichi se habría molestado, pero estaba segura de que podría explicarle la situación, no había sido tan grave como para que quisiera cancelar todo el plan.
—¿Qué pasa? —Sora frunció el ceño, intrigada por la expresión seria en el rostro de Mimi.
Mimi suspiró antes de continuar, buscando las palabras adecuadas para explicarle todo a Sora. Seguía con la mirada seria. Sora comenzaba a preocuparse.
—Verás, Sora, lo que sucede es que… —Hizo una pausa, quería mantener el suspenso, pero ella no era de las que se guardaban las cosas por mucho tiempo, por lo que soltó una risa ya no pudiendo seguir alargando más la noticia que lejos de ser terrible, era la mejor que recibiría durante esos días—: ¡Te hemos comprado el boleto de avión para que puedas ir a Alemania! Yamato y yo… decidimos hacerlo juntos.
—No lo entiendo —No era tonta, solo que no se lo esperaba.
—Aunque las cosas entre nosotros no funcionaron, no dejaba de sentirme mal por haberme… —Estuvo a punto de mencionar que estaba enamorada del cantante, pero se corrigió de inmediato, lo menos que deseaba era darle a entender que su engaño le había dolido más de la cuenta—, liado con tu ex novio. Está fue mi forma de compensar lo mal amiga que he sido.
La sorpresa invadió el rostro de Sora al escuchar esas palabras. Yamato se mantuvo en silencio, pero su mirada reflejaba complicidad, aunque estaba segura que todo el plan había tramado por Mimi.
—No seas tonta, sabes que no me debes nada. Ninguno de los dos. En cualquier caso, Taichi y yo seriamos igual o peor. ¿Por qué ayudarnos entonces?
Yamato dejó salir el aliento con pesadez.
—Eso fue lo que le dije. Pero ella no deja de decir cosas como que "tenemos que limpiar nuestro karma".
Mimi giró con violencia en dirección a Yamato. Había estado rehuyendo de su mirada desde que se encontraron en la casa de su amiga, por primera vez lo miraba directo a los ojos, pero, a diferencia de las últimas veces, en lugar de cariño, su mirada expresaba resentimiento y molestia, no solo por haberla engañado, ahora rompían su pacto de paz hablando del tema.
—Por supuesto que es el karma. De otro modo no me habrías hecho daño junto a Hikari.
—Te dije que las cosas no son como crees, pero no dejas que te explique.
Mimi apretó los puños, sus emociones en ebullición.
—Entonces, ¿qué debería creer, Yamato? ¿Qué estabas consolándola? ¿Qué todo fue una casualidad?
Yamato intentó mantener su tono tranquilo, aunque sus ojos mostraban un rastro de frustración.
—Mimi, si así es como planeas que tengamos esta conversación, está bien, tengámosla. Es evidente que es la única vez que me permitirás explicar lo que pasó.
—Ay, por favor, no podrías ser más cínico. ¡Te vi y escuché cómo ella te decía que se habían besado an-…!
—¡Yo no la besé! —interrumpió exasperado.
—¿Entonces debo creer que todo ha sido ideado por ella?
Yamato calló, miró hacia el suelo. Mimi comprendió lo que su silencio significaba.
—Al menos sé un hombr-…
Antes de que pudiera terminar la frase, Sora intervino con un gesto de cansancio.
—¡Basta! Ambos están haciendo esto más complicado de lo necesario. No voy a meterme en el medio de esta discusión, tampoco abogaré por ninguno de los dos. Pero creo que antes de que se digan algo que pudieran lamentar, deberían calmarse y tener esta conversación más adelante y en privado.
La tensión en la habitación era palpable mientras los dos exnovios lidiaban con sus emociones entrelazadas. Era evidente que había heridas que necesitaban tiempo para sanar y conversaciones más profundas que debían abordarse en el futuro.
—Debería de irme —dijo Yamato con voz insondable—. Sora, lamento haber arruinado el momento. Espero que todo salga bien con Taichi.
Acto seguido, Yamato se dirigió hacia la puerta, su figura se desvaneció lentamente de la habitación.
Mimi se dejó caer sobre el mueble, la tensión de sus hombros desaparecía.
—No me digas nada —alertó la castaña—. No debía haber salido así. Quedamos en que no hablaríamos de nosotros, que solo vendríamos a darte la noticia porque era algo que habíamos planeado desde que aceptamos el trabajo en el maid café. Esto apesta, ¿sabes? Había imaginado este momento diferente, pero él tuvo que hacer lo que hizo.
Sora imitó a su amiga, tomó asiento, entrelazando sus dedos con los de ella:
—La próxima vez, le diremos a Yamato que es preferible que se mantenga callado —Buscó tranquilizar a la amiga.
Mimi respondió con una sonrisa traviesa:
—Sora, si le decimos que se mantenga callado, ¡corremos el riesgo de que empiece a comunicarse con señas! ¡Imagina la locura de Yamato tratando de explicarse con gestos!
El sonido de la risa alivió la tensión que había llenado la habitación.
—En caso de no haberlo dicho, gracias por el boleto de avión, no era necesario pero reconozco que me has quitado un peso de encima. Voy a hacer que valga la pena.
—De acuerdo, chica —dijo Mimi con una sonrisa, espabilando todo lo negativo—. Vamos a enfocarnos en lo importante: tu viaje a Alemania para ver a Taichi. Tenemos mucho que planear y asegurarnos de que tengas un tiempo maravilloso allí.
Ambas amigas compartieron una mirada llena de determinación mientras comenzaban a trazar los planes para el viaje.
Y de pronto, Sora lo recordó:
—Mierda —exclamó la pelirroja—. ¡Taicho debe seguir preocupado!
Mimi le tendió su celular para que está pudiera avisar que estaba bien y que sus planes seguían en pie.
