El alba ni siquiera había despuntado y el exterior del estadio Manalo ya tenía un nuevo residente. Gladio corría a buen ritmo, velozmente pero a conciencia para no perderse ninguno de los señalamientos de seguridad.

La nieve hacía que una actividad tan cotidiana para él como correr se volviera un desafío. Sus piernas tenían que elevarse bastante, lo que consumía más energía y debilitaba sus extremidades. Sin mencionar claro, que el frío entumecía su cuerpo.

Gladio ya respiraba por la boca cuando la aurora del sol emergió por el horizonte. Inhalar era doloroso en condiciones como esas, no solo para él.

Cuando la alarma de su teléfono sonó, Aether supo que era hora de irse. Para ese momento el sudor ya perlaba su frente y helaba su cuerpo. Lo último que el entrenador quería era que su entrenamiento lo llevara a resfriarse. Sus Pokémon, quienes habían empezado su sparring cerca de una hora y media antes, se detuvieron. Sabían que también tenían que descansar, pues eran los elegidos para llevar a cabo la importante labor del día.

Entró al estadio tras hacer regresar a sus Pokémon, notando que solo unas pocas personas se encontraban despiertas y vagando por el lugar a esa hora del día. No se sorprendió, pues todavía quedaban tres horas para el combate. Se colocó la capucha de su suéter para pasar lo más desapercibido posible.

No le tomó mucho llegar a su habitación. Se dio cuenta de que su padre ya no se encontraba en el lugar, por lo que supuso que había ido a comprar algo rápido para desayunar. Era conveniente que el estadio tuviera sus establecimientos 24/7.

Agradeció profundamente la bañera que había en la habitación, pues pudo relajarse a su gusto por cerca de veinte minutos disfrutando el agua caliente. Salió solo cuando escuchó la puerta del cuarto abriéndose.

—¿Saliste? —le preguntó a su padre, saliendo él mismo del baño. Iba vestido con ropa deportiva, distinta a la que antes había usado y se secaba el cabello con una toalla.

—Fue a recogerme —respondió Lillie, a quien Aether no había visto. La joven estaba sentada en la cama de su hermano, sonriéndole y saludándolo con una mano—. Buenos días, hermano.

—Lillie quería venir a verte antes de que las cosas se pusieran ajetreadas —rio Mohn, poniendo unas bolsas sobre la pequeña mesa de la habitación.

Gladio sonrió y cerró los ojos. Dejó salir un suspiro, encantado por la repentina situación. Caminó hacia su cama y tomó asiento junto a su hermana menor.

—¿Dónde está Ash? —preguntó, colgándose la toalla sobre los hombros.

Lillie se amohinó.

—Parece que te preocupas más por él que por mí —dijo, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado—. Siempre has sido así.

El joven volvió a reírse. Le puso una mano en la cabeza y acarició su cabello.

—Conociéndote, creí que querías un desayuno solo entre los Aether. Pensé que si era el caso, entonces vendría contigo —se explicó, logrando mejorar el humor de su hermana.

Lillie suspiró, apenada.

—No pude despertarme antes que él —admitió—. Sí quería traerlo, pero para cuando me levanté ya se había ido. Cuando quiere prepararse para sus batallas es el más madrugador.

—Yo estuve un rato afuera y no lo vi —dijo Gladio, apoyando las manos sobre su cama—. ¿Alguna idea de dónde está?

—Por supuesto que también te levantaste temprano para entrenar. —Lillie levantó las manos al aire, exasperada—. ¡Sé que cuando éramos niños te decía todo el tiempo que de grande quería una pareja que fuera como tú, hermano, pero no esperaba que se parecieran tanto! —Se dejó caer en la cama y, con los ojos cerrados, habló—. Rotom me dijo que estaban por el estadio norte.

Gladio, como su padre, se rio ante el comportamiento de Lillie. Por otro lado no le sorprendió no haber visto a Ketchum, pues él había entrenador cerca del estadio oeste.

Comieron pacíficamente tras pegar la mesa a la cama de Mohn para compensar la ausencia de un asiento. Tal vez el cuarto no era el lugar más lujoso ni la comida un manjar imperdible, pero la situación sin duda era invaluable.

Gladio vio con alegría a su familia, reunida alrededor de una mesa. Esa escena, para él, era maravillosa. Se fijó en su padre y recordó los tiempos en los que era un pequeño que dependía de su guía y protección. Miró a Lillie y no pudo evitar rememorar los días en los que había tenido que ser un guardián para ella. Pensó en los tres y se dio cuenta de que ahora todos ellos eran los protectores de algo: Mohn del Poké Resort, Lillie de su vida y familia y él… Él era el protector de todos los que necesitaran una mano.

Se impresionó por lo rápido que los humanos eran capaces de cambiar.

—… y les he contado un montón sobre Ash. Dicen que lo conocen, por supuesto, y que están muy emocionados por poder conocerlo —contaba Mohn ante la atenta mirada de su hija—. Por eso pensé que tal vez podríamos ir juntos, Lillie. Por supuesto que llevar a Ash también sería maravilloso.

—¡Me encantaría, papá! Ash seguramente también estaría encantado de volver a Unova tras tanto tiempo —aseguró, uniendo ambas manos al lado de su rostro—. Le preguntaré cuando lo vea para que podamos organizarnos.

—Eso sería genial, amor. Me encantaría que Gladio pudiera acompañarnos, pero se ofreció a cuidar del Poké Resort en mi ausencia —dijo, viendo a su hijo con cierta resignación.

—Alguien tiene que cuidar de tu trabajo, papá — explicó, pinchando su comida y sonriendo—. Ash seguro será un gran acompañante en mi ausencia, no se preocupen. Ya iré yo a visitarlos por mi cuenta.

—Aunque eso sea cierto, hermano, me encantaría que pudieras venir con nosotros… — murmuró Lillie, decaída.

Gladio la vio fijamente. Su hermana ya no era una niña. Sus facciones habían dejado de ser lindas o adorables para pasar a ser directamente hermosas. Su perfilado rostro estaba lejos de mostrar unos mofletes anchos o una papada, pero cuando la veía con esa expresión Gladio no podía evitar recordar a la pequeña Lillie de cara rechoncha. Recordaba su boca amohinada, sus mejillas saltonas y sus ojos llorosos.

—Por cierto, Lillie, ¿cuándo te va a poner Ash un anillo en el dedo? —preguntó en tono casual, llevándose un pedazo de su desayuno a la boca.

Tanto Lillie como Mohn saltaron al oír eso. La rubia se vio inmediatamente ruborizada ante la noción.

—¡H-h-hermano, ¿por qué preguntas eso tan de repente?! —interrogó. Quiso ocultarlo, pero su sonrisita soñadora fue imposible de ocultar.

Mohn no vio la expresión de su hija, por lo que inmediatamente asintió para respaldar su aparente confusión.

Gladio se tomó su tiempo para responder.

—Bueno, considerando que lo consideramos como un miembro más de la familia y que hasta van a llevarlo a conocer a los abuelos… Creo que sería mejor para ustedes si se casaran de una vez, ¿no? —dijo como si fuera lo más lógico del mundo.

Lillie, con las manos en las mejillas, comenzó a mecer el torso.

—T-todavía hay muchas cosas que tenemos que pensar y… Digo, no descarto la idea, pero es demasiado… —Empezó a ventilarse la cara, acalorada.

—Respira, hija, respira —decía Mohn mientras la ventilaba con sus manos.

Gladio vio la sonrisa de su hermana y sus ojos soñadores, reflejo de aquellos que tenía cuando era solo una dulce infante. El tiempo había pasado y ya había llegado el momento de hablar de matrimonio. Se rio, llevándose una mano frente a la boca.

Aunque fuese él quien había sacado a colación el tema, esperaba que la boda de su hermana se retrasara lo más posible. No quería que nadie lo viera llorar.

—P-por cierto, hermano… —El llamado de Lillie lo hizo salir de su ensimismamiento.

—¿Sí?

—Ash ayer me dijo que quería prestarte algo. No lo alcancé por la mañana, pero lo dejó en el cuarto así que lo tomé. —La rubia comenzó a rebuscar entre sus bolsillos, vaciando su contenido ante la mirada sorprendida de Gladio.


Kiawe tenía mucha energía. Estaba acostumbrado a iniciar sus días de manera explosiva, por lo que tuvo que ingeniárselas para imitar una fracción de su rutina con el entorno que tenía. Encontró una solución cuando se dio cuenta de lo cansado que era bajar y subir del monte Lanakila incluso con los elevadores y teleféricos.

Sus Pokémon y él terminaron su calentamiento después de la cuarta subida. Se sentía con ganas de más; con energía ilimitada para continuar. ¿El motivo por el cual se detuvieron? Hoshi, la hermana menor de Kiawe, le había enviado un mensaje invitándolo a desayunar con sus padres.

—Ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos unas vacaciones en familia —señaló el padre de Kiawe, viendo a sus familiares reunidos en una mesa que no era la de su hogar.

—Aunque cierta personita no parece estar pasándosela como en unas. —La madre de Kiawe lo señaló con una sonrisa juguetona y el tenedor que sostenía en la mano.

—Se te va a enfriar la comida, hermano —lo regañó Hoshi, suspirando—. Cielos, eres tan insensato.

Kiawe, incluso tras todo lo dicho, tardó unos segundos en espabilar. Su mente vagaba por una realidad en la que se encontraba afuera del estadio, entrenando en la fría intemperie.

—L-lo siento —dijo una vez que se dio cuenta de que todos en la mesa lo veían.

—Es normal que estés nervioso, hijo. Te toca contra un oponente muy complicado. —El señor Wela lo justificó antes de probar un bocado de su comida.

—Gladio Aether, ni más ni menos —recordó la señora Wela.

—Es tan guapo… —murmuró Hoshi, recargando los codos sobre la mesa y la cabeza sobre las manos. Su suspiro no pasó desapercibido por Kiawe.

Su hermana menor ciertamente estaba alcanzando la edad en la que los chicos empezaban a interesarle de esa manera. Se sintió asustado tanto por la noción de que algún día algún zángano llegaría a robarse a su hermana y porque pensó que ella podría preferir apoyar a Gladio antes que a él.

—H-Hoshi… —llamó en voz muy baja. Sabía que ella se molestaba si era demasiado intenso.

La menor vio a su hermano de reojo y le dedicó una media sonrisa.

—Todas las chicas en mi clase adoran a Gladio. —Esas palabras fueron otro puñal para el corazón de Kiawe—. Pero desde que combatiste, me han estado mandando un montón de mensajes pidiéndome tu autógrafo.

El Capitán se vio sorprendido. Anteriormente Hoshi había llevado a alguna amiga suya a casa (razón por la que había tenido que ponerse una camiseta en más de una ocasión) y siempre parecían nerviosas por alguna razón. Creyó que se trataba de su altura o tal vez su rostro era demasiado amenazante, cosa que Lana, Chris y Mallow le habían dicho cientos de veces.

Las palabras de su hermana menor pusieron sobre la mesa una nueva posibilidad: era posible que solo estuvieran avergonzadas. Tal vez solo querían pedirle su autógrafo o alguna fotografía, pero la vergüenza lo impedía. Todas eran niñas tranquilas y serenas, por algo su hermana menor era algo así como la "líder". Se llamó tonto a sí mismo por no haber considerado antes la idea.

—Por eso, hermano —Kiawe volvió a la realidad al oírla hablar—, definitivamente tienes que ganar. ¡Si llego a clase con los autógrafos de un perdedor, las chicas me dirán que los tire a la basura!

Kiawe se dio cuenta de que el tiempo estaba pasando. Él ya tenía veintiún años y seguía sintiéndose igual, pero no era para nada el caso con su hermana. Para una niña de su edad, dos años eran una eternidad. En ese periodo de tiempo muchas cosas pasaban. La altura aumentaba, la voz cambiaba al igual que los intereses y comenzaba a preocuparse por el qué dirán.

Vio a su hermana, quien desde hacía dos años había dejado de llamarlo "hermanito", y supo que el tiempo no planeaba detenerse. Las cosas seguirían cambiando y ella cambiaría con ellas. Estaba ante una etapa de la vida de Hoshi que nunca creyó que vería de nuevo: la etapa en la que quería presumir a su hermano mayor.

Ella, quien siempre lo había seguido como una polilla a la luz y que luego se desapegó de él, volvía a querer decir el nombre de su hermano mayor con orgullo y no con molestia porque los relacionaran. Tal vez era algo pasajero o un efecto de la Liga, pero Kiawe se aprovecharía de disfrutar al máximo esa etapa que nunca regresaría.

Aprovechó. Tentó su suerte y sobrepasó los que sabían eran sus límites. Puso su mano sobre la cabeza de su hermana menor y acarició su cabello con una sonrisa en el rostro. Hoshi siguió viéndolo de reojo y no protestó ni profirió palabra.

—Diles que se preparen. ¡Voy a darles un espectáculo que será difícil de olvidar! —exclamó, ampliando su sonrisa.

Hoshi bufó levemente y apartó la mirada. Cuando Kiawe le quitó la mano de encima, ella sacó su teléfono.

—Antes de salir a combatir, asegúrate de comer bien. No querrás quedarte sin fuerza en medio de tu batalla, ¿cierto? —preguntó la señora Wela.

—Vamos, haz caso a lo que tu madre dice y come antes de que se enfríe todo —secundó el señor Wela.

Kiawe se carcajeó. Por mucho que el tiempo pasara y por diferentes que fueran las circunstancias, había cosas que simplemente no cambiaban. Ante los regaños de sus padres volvía a sentirse, en alma, como un niño pequeño.


—¡PELEEEEEEN!

El poderoso grito de Ash retumbó entre las paredes del estadio y, seguramente, en el interior de los pasillos que llevaban a los vestidores.

Aunque apenas eran las nueve de la mañana el ambiente estaba bien caldeado. El aire se sentía pesado por la tensión que había despertado incluso al más somnoliento. La promesa de un combate de alto nivel, del inicio de los cuartos de final, era una que activaba más el cuerpo que diez tazas de café.

—¡Buenos días, damas, caballeros y todos los niños en la audiencia! ¡Espero que se hayan levantado hoy con los dos pies al frente, pues los necesitarán para pararse de sus asientos! ¡El combate de hoy es uno increíblemente prometedor que apunta a no dejar indiferente a ninguno! —exclamó Jeekyo mediante los altoparlantes. Había algo en la voz del comentarista que incrementaba aún más la expectativa—. ¡¿Deberíamos empezar con las presentaciones?!

Un fuerte sí resonó por el estadio. Había personas que, por las ansias, se habían despertado desde las cinco de la mañana. Eran ellos quienes estaban más cansados de esperar.

—¡Entonces, entrando por el lado derecho lo tenemos a él! ¡Un hombre ya bien conocido que viene a repetir! ¡No le bastó haber combatido el día de ayer, pues sigue con hambre de victoria! ¡La plata es su color y el acero su emisor! ¡Que pase a cautivarnos con su brillo «La Noche más Brillante»! ¡Denle la bienvenida a GLAAAAAAAAADIIIIIIIIOOOOOOOOOO AEEEEEEEETHEEEEEEEER!

El público parecía incapaz de recordar que lo habían visto combatir hacía apenas unas horas. Estallaron como si fuese la primera vez que aparecía ante ellos. Los aplausos eran tan sonoros que muchos fueron incapaces de oír incluso sus propios pensamientos.

Aether salió. Su semblante lucía mucho más seguro que el día anterior y la sonrisa en su rostro era la fiel prueba de ello. Sus hombros estaban bien firmes y su andar estaba lleno de confianza. Elegantemente y con un pulgar se retiró el mechón de cabello del rostro, lo que desató una ola de gritos.

—¡VAMOS, HERMANOOOOO! —gritó Lillie con fuerza.

—¡TÚ PUEDES, HIJOOOO! —Se le unió Mohn.

—¡GLADIOOOOOOO! ¡DA UNA BUENA PELEAAAA! —pidió Ash.

—¡LLEGA HASTA LA FINAL, GLADIOOO! —ordenó Selene.

Aether llegó a su posición. Cruzó miradas con Olivia, quien le dedicó una mirada seria en apariencia pero que escondía una sonrisa. La Kahuna parecía gratamente complacida no solo de verlo ahí, sino también de verlo en su estado actual. Él, por supuesto, le dedicó la misma mirada. Sus ojos estaban cargados con una disculpa silenciosa que la reina descifró al instante. Por todos esos años siendo un grosero malcriado, Gladio pidió perdón.

Sintió que podría echarse a llorar por lo fácil que Olivia había aceptado sus disculpas.

—¡Y por el otro lado está esta otra persona! ¡Abrió los octavos y también abrirá los cuartos! ¡Sus batallas son ardientes como su determinación! ¡Viene representando a la Isla Roja y a toda su gente ante el mundo! ¡Dice ser el hombre que fundirá con su fuego al rival! ¡Denle la bienvenida al mismísimo Volcán de Akala! ¡Su nombre es KIIIIIIAAAAAAAWEEEEEEE WEEEEEEEELAAAAAAAAA!

Su entrada en el tercer día fue incluso más aclamada que en el primero. La gente ya se había hecho una expectativa respecto a Kiawe y no esperaban nada más que eso. Querían una batalla llena de golpes y destrucción por parte de quien arrasaba todo a su paso como la lava misma. Estaban listos para presenciar una hermosa catástrofe.

—¡YA LO TIENES, KIAWE! ¡SOLO EXTIENDE LA MANO! —Mallow se levantó para gritar.

—¡NO CONTENGAS EL FUEGO DENTRO DE TI! ¡DÉJALO SALIR CONTRA ÉL! —animó Lana.

—¡LLÉVAME CONTIGO HACIA LA CIMA, KIAWE! —Chris tuvo que reunir mucho aire para gritar con esa intensidad.

Desde otro lado de las gradas, alguien más gritó.

—¡NO ME HAGAS QUEDAR MAL, HERMANOOO! —Hoshi, ante la mirada de sus padres, comenzó a agitar con fuerza la mano derecha.

Kiawe se posicionó frente a Gladio, separados a metros de distancia. Él también vio a Olivia y pudo notar en su mirada el orgullo que sentía. Cerró los ojos y se pasó un dedo por debajo de la nariz, avergonzado. Intentaría demostrar que ya no era un niño indefenso. La Kahuna, por supuesto, detectó sus intenciones.

—Participantes, a continuación les explicaré las reglas del combate. —Olivia alternó la mirada entre ambos—. Esta será una batalla de cuatro contra cuatro. Las sustituciones están permitidas, pero no los objetos de combate, de curación o de mejora de estadísticas. Pueden utilizar la Megaevolución o los Movimientos Z, pero solo uno de ellos y una vez por combate. Puñetazos y patadas están permitidos, pero absténganse de atacar zonas sensibles del cuerpo si no es con movimientos Pokémon. Las zonas bajas y los ojos están completamente prohibidas. Pierde aquel que primero se quede sin Pokémon. ¿Quedó todo claro?

—¡Todo claro! —afirmó Kiawe.

—Quedó claro —asintió Gladio.

—¡Entonces envíen a sus compañeros!

Gladio y Kiawe se tantearon con la mirada. Notaron que él otro no flaqueaba en su determinación, por lo que supieron que tendrían que romperlo a como diera lugar. Si eso implicaba utilizar todo su poder, eso harían.

Sacaron una Poké Ball cada una e invocaron al Pokémon que residía en ella. Gladio al apuntarla hacia el frente, Kiawe al lanzarla hacia el aire. Lycanroc nocturno y Turtonator fueron los elegidos.

—¡El participante Gladio envía a su Lycanroc anticipando el tipo Fuego del participante Kiawe! ¡¿Será Turtonator capaz de repetir el milagro que realizó para su entrenador en su primer combate?!

El dragón y el licántropo se vieron entre sí. Los ojos carmesí del can brillaron ante la idea de un combate a la altura. Tenía mucho tiempo esperando por un rival que por fin lo hiciera sudar.

—¡Participantes! ¡INICIEN!

Cuando Olivia terminó de gritar, algo se activó en ambos peleadores. Una descarga recorrió sus cuerpos y los obligó a intentar reaccionar más rápido que el contrario. Las plantas de sus pies se elevaron levemente, como si hubiesen querido saltar. En lugar de eso, gritaron ellos también.

—¡Lanzallamas!/¡Roca afilada!

Lycanroc golpeó el suelo y las lanzas rocosas emergieron dispuestas a cazar a Turtonator. El Lanzallamas fue interrumpido por la pared rocosa que cada vez se acercaba más y más, por lo que el tipo Dragón se vio obligado a cambiar de ataque.

Un poderoso Cola dragón chocó contra las picas de piedra, partiendo una y luego otra. Se apresuró a intentar destruir una tercera, pero no lo logró. El filo de la última piedra se incrustó en el caparazón de Turtonator, cerca del hueco que había en su abdomen. El retroceso fue bestial, lo que dejó claro al ganador del encuentro.

—¡Aunque la fuerza de Turtonator estuvo a la altura, fue demasiado lento como para mantener el ritmo! ¡La rápida ofensiva del participante Gladio parte con la ventaja en este titánico encuentro!

—¡Rompecoraza! —ordenó Kiawe. Sabía que Turtonator, por sí mismo, no era lo suficientemente rápido como para competir contra Lycanroc.

El puño de Gladio se cerró con esfuerzo, imitando por un momento la garra de un dragón. Lo impulsó hacia el frente al tiempo que daba su siguiente orden.

—¡Enfado!

Lycanroc aulló y su cuerpo fue rodeado por un aura celeste. Sus ojos se mostraron todavía más fieros y sus brazos, que colgaban de manera natural, parecieron aflojarse. Salió corriendo al encuentro de Turtonator, quien había logrado utilizar su técnica segundos atrás.

—¡Cola dragón!

El incremento en la velocidad del tipo Dragón se notó, pues la forma en la que dio el latigazo con su cola fue impresionante. El sonido producido por el uso de Cola dragón fue increíblemente estruendoso, pero eso no desanimó a Lycanroc.

Con un intrépido salto, el licántropo evadió el coletazo. Aterrizó y volvió a cargar contra su enemigo mientras cargaba fuerza en uno de sus puños para conectar un feroz golpe. Saltó y Kiawe pensó que ese era su momento.

—¡Coraza trampa!

Turtonator se giró, dándole la espalda a Lycanroc, y las espinas de su caparazón comenzaron a relucir. Parecía que el enemigo caería presa de su propia avaricia.

Cuando parecía que Lycanroc caería sobre la trampa minada, él hizo algo que dejó a todos sorprendidos. Toda la fuerza que había cargado en su puño fue utilizada para arrojar una gran piedra que había invocado a último momento. La roca salió volando y, en un parpadeo, chocó contra una de las espinas de Turtonator.

La explosión fue colosal. Se levantó tanto humo, tanto detrás como frente de Turtonator, que ninguno de los dos Pokémon fue visible por un efímero momento.

Se dieron cuenta de que no había ni rastro de Lycanroc una vez que el humo gris dejado por la explosión de Coraza trampa desapareció. Turtonator y Kiawe parecían claramente confundidos. En el Capitán la confusión se convirtió en alerta en segundos.

—¡DELANTE DE TI!

El tipo Dragón se giró, encontrándose el pesado humo oscuro que había liberado por el hueco de su abdomen. De ahí emergió un puño que golpeó con dureza su rostro, haciéndolo retroceder a tropezones. Turtonator se recuperó al dar un giro completo al mismo tiempo que utilizaba Cola dragón.

Lycanroc interceptó el pesado coletazo con sus manos, siendo arrastrado por unos metros. Había atrapado la cola y no planeaba dejarla ir. Comenzó a tirar de ella, arrastrando levemente al enemigo. El esfuerzo fue tal que el can enseñó sus incisivos.

Turtonator se plantó firmemente en el suelo, intentando detener su involuntario movimiento. Se dio cuenta de que sería peligroso dejar al oponente tener dominio sobre su cola, por lo que hizo lo que su entrenador le ordenó. De su boca emergió un torrente de fuego que tenía a Lycanroc como objetivo especial.

Los ojos de Gladio se afilaron al ver el ataque siendo disparado.

—¡Salta! —ordenó con presteza.

El licántropo soltó la cola de Turtonator y dio un gran salto que lo hizo pasar por encima de su cabeza. Aterrizó a la izquierda del enemigo, quien apenas había procesado el repentino movimiento.

Gladio sabía que había una pequeña fracción de tiempo entre la acción y la reacción, por lo que sabía también que ningún movimiento era instantáneo. Lycanroc había podido saltar porque sabía perfectamente lo que estaba esperando, mientras que Turtonator no. Con eso en mente, Aether supo que no había forma de que esquivara lo que estaba por venir.

En el momento en el que todas las alertas de la gran tortuga se dispararon, Lycanroc ya había atacado. Su alargado brazo derecho se movió como un látigo, castigando el mentón del enemigo. Aprovechando que el puñetazo había obligado a Turtonator a bajar el mentón, el tipo Roca terminó su devastador combo con un fuerte gancho que logró elevar del suelo al tipo Fuego. El impacto fue tan poderoso que el público se asombró al ver como el pesado mastodonte de 230 kilos se elevaba unos centímetros en el aire. Lycanroc saltó para atacar nuevamente, pero Turtonator lo impidió.

La cola del tipo Dragón se alargó adquiriendo un tamaño varias veces mayor al original. Con esa nueva arma logró golpear fuertemente el costado del enemigo, alejándolo de él. El daño se vio reducido, pues en el último momento el tipo Roca había logrado levantar un brazo para protegerse.

—¡UN CHOQUE EXPLOSIVO! ¡Los combatientes se golpean con todo, pero parece ser el participante Gladio quien tomó la delantera! ¡¿Su ofensiva abrumadora será competencia para la del participante Kiawe?!

—S-sorprendente… —murmuró Lana, tragando saliva.

—Es totalmente distinto a cuando peleó contra Selene —notó Iris.

—Kiawe, el abrumador de personas, realmente está siendo abrumado… —Mallow sabía que Gladio era fuerte, pero no que lo era hasta ese punto.

—Ahhh… Ya veo… —Liam dobló un dedo y con él se cubrió la boca. Dejó salir una risita—. Así es como funcionas contra las personas que son como Kiawe, Gladio.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Mina. Su voz no sonaba inquisitiva, ni siquiera mínimamente curiosa. Solo parecía estarse dejando llevar por la corriente.

—Bueno, tal vez Lillie quiera explicarlo mejor.

La rubia, por supuesto, quería ser quien lo explicara.

—¡Verán! Mi hermano pelea de forma que sus oponentes apenas y puedan reaccionar ante sus ataques. Carga de frente, con todo, pero lo hace siempre con mucha cabeza —explicó, dándose unos golpecitos en la sien—. Sus movimientos están calculados para que sean los más efectivos a la hora de presionar al rival sin que él se canse demasiado, por lo que sabe cuándo dar un plus y cuándo retirarse. Tiene un balance perfecto entre energía explosiva y descanso.

—Es muy diferente a lo que Kiawe y yo hacemos —dijo Elio, cruzado de brazos—. Kiawe va con todo en todo momento hasta que inevitablemente se canse. Para ese entonces son pocos los que siguen de pie. Yo, por otro lado, ataco con todo hasta llegar a los límites del sobrecalentamiento. Es en ese momento que tomo un respiro para que mi Pokémon y yo podamos enfriarnos. Gladio en ningún momento se permite a sí mismo llegar a esos extremos.

—¡Y a lo que quiero llegar es a lo siguiente! —Lillie prosiguió con su explicación—. Mientras que contra Selene, mi hermano tuvo que ser mucho más precavido, contra Kiawe no tiene esa preocupación. Sabe que el estilo de Kiawe los llevará a pelear frente a frente, por lo que atacará sin dudar.

—Entonces… ¿La especialidad de Gladio son los oponentes como Kiawe? —preguntó Mohn con una sonrisa que compartía con Hobbes.

—No realmente —respondió Liam, cruzándose de piernas—. De momento logró desconcertarlo, pero tenga por seguro que la batalla no seguirá como hasta ahora. No cuando Kiawe recuerde bien lo que lo hace tan letal.

Y Wela parecía no haberlo recordado todavía. Sus ojos estaba bien abiertos y el sudor corría por su frente. Estaba siendo sometido a seguir el ritmo de Gladio cuando siempre era él quien lo marcaba. Se llevó una sorpresa cuando escuchó lo siguiente.

—¡Lo hicimos mal, Lycanroc! ¡La próxima vez no fallaremos! —exclamó el rubio desde el otro lado del campo de batalla. Su Pokémon aulló en respuesta.

Esa declaración, por supuesto, fue alborotadora. ¿No lo habían hecho bien? ¿En qué habían fallado? ¿Pudieron hacer todavía más daño? Vio el semblante de Turtonator y supo que, si bien podía seguir peleando en condiciones óptimas, más golpes como esos serían letales.

Tenía que aumentar el ritmo. Tenían que ser más fuertes y mucho, mucho más veloces. Tenía que ser como un mechero. Acción rápida, fugaz y ardiente.

—¡Rompecoraza! —ordenó.

Las intenciones de Kiawe desconcertaron al público.

—¿Va a seguir bajando la defensa de Turtonator? —preguntó Max, sorprendido.

—Puede parecer riesgoso, pero ya vimos qué sucede cuando se hace bien —respondió Ash, viendo de reojo a Elio.

Gladio no se dejó intimidar. Sin dudarlo señaló al enemigo.

—¡Ve por él!

Lycanroc comenzó a correr. Turtonator no estaba demasiado lejos, por lo que podía alcanzar a interrumpirlo si se aplicaba. Para comprar un poco más de tiempo creó una roca tan grande como la anterior y, con toda la fuerza de su antebrazo, la arrojó.

Grande fue la sorpresa del licántropo cuando la tortuga recibió el proyectil con la frente, emitiendo un grito de guerra que sirvió para templar su determinación. Turtonator vio como Lycanroc volvía a saltar, pero sabía que lo había logrado. Rompecoraza hizo efecto, debilitando su defensa pero potenciando su velocidad y ataque.

En mitad de su salto, Lycanroc fue recibido por el rápido coletazo de Turtonator. No dejó que el ataque simplemente lo arrastrara, sino que se sujetó a él, pero aun así el golpe había sido realmente duro.

Haciendo uso de su agilidad, Lycanroc logró pararse sobre la cola del oponente y, una vez que se asentó bien, comenzó a correr sobre ella para alcanzarlo.

Turtonator vio al enemigo acercándose por lo que disparó un Lanzallamas que éste recibió de frente. El tipo Dragón no se dejó amedrentar por esa muestra de tenacidad, por lo que continuó atacando mientras retraía su cola para quitarle a Lycanroc la plataforma sobre la que se movía.

Justo cuando Turtonator logró retraer su cola del todo, Lycanroc emergió de entre las llamas. El tipo Dragón se agachó rápidamente y dio un rápido giro con Cola dragón, anticipando que Lycanroc se lanzaría en su contra. No fue el caso.

El licántropo se barrió por el suelo, evitando por los pelos el latigazo. Desde el principio su objetivo nunca había sido el rostro ni el torso de Turtonator, sino el punto que ahora se encontraba desprotegido. En mitad de su barrida dio un poderoso puntapié en contra de la corva derecha del enemigo, haciendo que éste cayera sobre su rodilla y perdiera todo el balance.

Lycanroc se levantó rápido. Utilizó sus largos brazos para impulsarse justo bajo el rostro de Turtonator y ahí atacó. Había dejado que esos tres ataques tan bestiales lo golpearan para poder llegar a ese momento y lugar.

Para asegurarse de que el oponente no se moviera, primero tenía que desconcertarlo. Por eso mismo dio un rápido derechazo que hizo temblar las pupilas de Turtonator. Una vez que lo desorientó, Lycanroc se permitió dar un zurdazo con todas sus fuerzas. El bamboleó de la cabeza de Turtonator hizo que su cerebro rebotara de un lado a otro, lo que lo hizo ver todo negro por un segundo.

El color volvió para la tortuga. ¿Cuál de ellos? Casi todos. Gracias a un poderoso gancho en el mentón que lo hizo ver blanco, Turtonator recobró la razón. Estuvo a nada de atacar cuando de repente sintió un dolor tan agudo que el aire se le escapó de los pulmones. Vio como el puño derecho de Lycanroc estaba clavado en el orificio de su vientre. Trató de atraparlo para repetir lo que había hecho con Togemaru, pero el enemigo pareció leer sus intenciones pues conectó otro zurdazo que lo mandó a la lona.

—¡CAE! —gritó Jeekyo, poniéndose de pie—. ¡EL LYCANROC DEL PARTICIPANTE GLADIO DERRIBA AL PODEROSO TURTONATOR! ¡El participante Kiawe demostró una ofensiva impresionante, pero el participante Gladio trazó un plan que le permitió sobreponerse a las mejoras de estadísticas de Turtonator!

En las gradas todos veían con gran sorpresa al derribado Pokémon. Los ataques de Gladio eran sencillamente letales. Eran tan certeros y controlados que hacían ver a la ofensiva de Kiawe como violencia sin sentido.

—¡Tiene a Kiawe contra las cuerdas! —exclamó Dawn, sorprendida. Wela no le parecía el tipo de persona al que pudieras hacerle eso.

—¡BIEN HECHO, HERMANO! —animó Lillie a todo pulmón. Su radiante sonrisa era casi contagiosa.

—¡LEVÁNTATE, TURTONATOR! —gritó Hau usando sus manos como megáfono.

El tipo Fuego comenzó a levantarse apoyándose en sus pequeñas patas. Sabía que no había prisa por ponerse de pie, pues su caparazón lo protegería de todo, pero su orgullo era herido por cada segundo que pasaba en el suelo. Vio hacia su oponente y supo que estaba equivocado. Tenía que prepararse para atacar cuanto antes, pues por nada del mundo desaprovecharía la confusión que ahora aquejaba al rival.

—¡El Lycanroc del participante Gladio se confunde! ¡El efecto secundario de Enfado por fin hace efecto! ¡¿Qué hará el participante Gladio?!

El tipo Roca balanceaba su torso y sus brazos como si fuesen un gran péndulo. Su mirada estaba gacha y su boca ligeramente entreabierta. Sus piernas, ocasionalmente, perdían el balance producto de los movimientos de vaivén de la parte superior del cuerpo.

Turtonator logró ponerse de pie, listo para darlo todo en contra del rival. Kiawe abrió la boca, pero Gladio se le adelantó.

—¡DESPIERTA, LYCANROC!

El estruendoso grito de Gladio sobresaltó a más de uno, Kiawe y Turtonator incluidos. Todos vieron a Lycanroc, quien también parecía haber reaccionado al grito dado por el hombre que segundos atrás parecía, a ojos de todos, un general.

La sorpresa se intensificó cuando Lycanroc se llevó la pata derecha al hocico y con violencia la mordió. Sus colmillos se encajaron en su piel, emitiendo un desagradable sonido. La técnica, aunque aterradora, fue increíblemente efectiva, pues los ojos del tipo Roca recobraron su brillo habitual. Un estridente aullido fue emitido y después los vítores se convirtieron en su coro.

—¡QUÉ LOCURA! ¡El Lycanroc del participante Gladio se obliga a sí mismo a salir de la confusión mediante un mordisco! ¡¿Qué tanto carácter y disciplina se necesita para lograr algo así?!

Mucho. Mucho de ambos. Todos los entrenadores presentes sabían que se necesitaba de una voluntad impresionante para vencer algo como la confusión y más hacerlo tan pronto. Mientras todos tragaban saliva por la sorpresa ante las agallas de Gladio y Lycanroc, solo alguien se rio.

Ash, con las manos en el estómago, liberó una sonora carcajada. Suya era la única risa que se oía en todo el estadio. Cuando sintió los ojos posándose sobre él, sintió que debía explicarse.

—¡Gladio es Gladio! —exclamó, no logrando aclarar ninguna duda.

—Impresionante… —murmuró Kiawe. Sentía como su corazón latía desbocado en su pecho.

—Lo siento por la interrupción —dijo Gladio mientras cerraba y abría la mano—. ¿Seguimos?

El ceño de Wela se frunció y con la mano señaló a Lycanroc.

—¡Lanzallamas!

—¡Gira a su alrededor, Lycanroc!

Dicho y hecho. Mientras el torrente ígneo perseguía al tipo Roca, éste corría trazando un círculo alrededor de Turtonator. Las llamas crearon un anillo flamígero con la altura suficiente como para cubrir a Lycanroc, algo que dificultaba la vista de Turtonator. Para eliminar la distracción visual, la tortuga se inclinó y utilizó un poderoso Cola dragón que extinguió las llamas gracias al viento que produjo. Entonces lo vio.

Aprovechando que la cola de Turtonator estaba extendida hacia otro lado, Lycanroc cargó contra él desde la dirección opuesta. Volvió a saltar para atacarlo.

Kiawe supo que era su oportunidad. Tal vez Turtonator no tenía la velocidad para cambiar la dirección de su cola de forma tan radical y espontánea, pero eso era antes. Actualmente, con dos Rompecorazas encima, era el triple de rápido.

Justo como Kiawe lo pensó, la cola de Turtonator logró llegar hacia Lycanroc antes de que éste pudiera alcanzar a la tortuga. La filosa punta del apéndice del tipo Dragón estaba a nada de golpear al tipo Roca cuando Gladio gritó.

—¡Contraataque!

En mitad de su salto, Lycanroc cruzó los brazos frente a él y un aura roja lo rodeó. Dicha aura se intensificó en el momento en el que Cola dragón golpeó con todo su peso la espalda del tipo Roca. La energía acumulada se liberó en forma de un poderoso puñetazo que directamente derribó a Turtonator.

Mientras caía, el tipo Dragón volvió a utilizar un Cola dragón que golpeó la cadera de Lycanroc. El poderoso impacto también fue capaz de derribar al licántropo, quien golpeó bruscamente el suelo apenas cayó.

Del punto en el que el puño de Lycanroc y el suelo tuvieron contacto nacieron aquellas filosas columnas de roca que avanzaron en contra del caído Turtonator. Estando bocabajo, todos supieron que no había forma de que él se levantara a tiempo. La tortuga golpeó con su cola todas las lanzas que ya se habían creado, pero no logró destruir aquella que se originó justo debajo de él, en el orificio de su vientre.

Turtonator salió disparado en el aire y el tiempo pareció volverse lento.

Kiawe escuchó el poderoso estruendo que emitió su Pokémon al chocar contra el suelo. La ligera capa de polvo que se levantó ante el fuerte golpe hizo que aquella visión tan desoladora se volviera una de desesperanza. Apretó los hombros, como si inconscientemente estuviera esperando lo que venía.

—¡TURTONATOR NO PUEDE CONTINUAR! —exclamó Olivia, señalando a la tortuga—. ¡El participante Kiawe debe de mandar a combatir a su siguiente Pokémon!

Las gradas entonces explotaron. En el primer día de los cuartos de final, Gladio era el que partía con ventaja. Los gritos de ánimo hacia Aether fueron tan potentes que el propio rubio se sobresaltó.

—¡ES DERRIBADO! ¡El Turtonator del participante Kiawe cae ante la fuerza devastadora del Lycanroc del participante Gladio! ¡Las tornas giran a favor del Campeón Plateado!

Wela sintió un frío que le recorrió la espalda como un cuchillo afilado. Entre dientes, llamó a su Pokémon. Su ceño se frunció con fuerza mientras hacía regresar al debilitado tipo Dragón a su Poké Ball.

«¡VAMOS, GLADIO, CARAJOOOO! ¡ARRIBA LA LEGIÓN SILVALLY!».

«La primera de muchas para mi comandante Gladio. No va a detenerse hasta llegar a la cima».

«Lycanroc se llevó tremendos golpes, pero Gladio supo estar a la altura».

«No me lo creo… Turtonator, quien tantos problemas le dio a Chris, fue el primero en ser derribado».

«Tal vez Gladio ya había hecho un plan para contrarrestarlo. Parecía muy seguro al moverse».

Rotom creyó que ese último comentario no estaba equivocado. Gladio era ese tipo de personas. Analizaba, trazaba planes y los ejecutaba con una diligencia impecable. El resultado del encuentro seguramente había sido profundamente influenciado por el conocimiento que Aether tenía sobre Turtonator.

—¡SOLO QUEDAN TRES, HERMANO! —animó Lillie, visiblemente indiferente ante las emociones de los Capitanes. Aunque nadie podía culparla. ¿Por qué criminalizarían a una chica que solo estaba apoyando, como era normal, a su hermano mayor?

—Vamos, Kiawe, espabila… —murmuró Liam, frunciendo suavemente el entrecejo.

—¡NO TE DESANIMES, KIAWE! —gritó Mallow, poniéndose de pie—. ¡TODAVÍA QUEDAN OTROS TRES!

—¡NO TE CONTENGAS, KIAWE! —ordenó Lana.

—¡TÚ PUEDES! —exclamó Chris.

Hau frunció fuertemente el ceño en clara señal de debate. Por un lado le impresionaba la mejoría de Gladio, pues estaba seguro de que dos años atrás no habría sido capaz de conseguir un resultado así de pulido. Por otro lado le preocupaba no poder igualar la habilidad del rubio. Anteriormente se habían batido a duelo, pero ninguno con sus mejores Pokémon. Si llegaba a luchar, ¿él podría…? Dejó de pensar en ello. No tenía caso matarse con preocupaciones.

—¿No sabes a quién apoyar? —le preguntó Acerola, mirándolo de soslayo.

—¡A-ah, sí! E-exactamente eso… —respondió a las prisas. Pensó que sería muy insensible de su parte decir la verdad de por qué se había perdido en sus pensamientos.

—¡Participante Kiawe, envíe a su siguiente Pokémon! —ordenó Olivia, mirando al Capitán.

Wela apretó un puño y con rapidez mandó a volar la cápsula al aire. Mientras Magmortar caía, encaró a Gladio con una sonrisa.

—¡Te lo concedo, Gladio! ¡Sabía que eras realmente poderoso, pero no imaginé que tanto! ¡Ya veo por qué Ash te considera un rival digno! —exclamó con los brazos en jarra.

Aether vio fijamente a Wela y simplemente asintió.

—Gracias, Kiawe —dijo, viendo llegar a Lycanroc frente a él.

El Capitán se sintió ligeramente confundido. Una respuesta un poco seca, sí, pero imaginó que así era Gladio. No le dio demasiadas vueltas, sino que se preparó para combatir.

—¡Magmortar, prepárate! ¡Vamos con Rayo!

—¡Danza espada! —ordenó Aether.

Los cañones que el tipo Fuego tenía por brazos fijaron a Lycanroc como objetivo. La corriente eléctrica fluyó en dirección a él, quien aullaba mientras era rodeado por espadas hechas de energía. Cuando el aura rojiza dejó de cubrir su cuerpo, saltó. El salto dado a último momento lo alejó del ataque, sí, pero también lo hizo aterrizar en una muy mala postura. Caería de costado, golpeando el suelo como un costal de papas, y lo hizo.

La forma que Lycanroc tuvo para evitar el avance de Rayo fue golpear el piso estando todavía tumbado en él. Roca afilada emergió, avanzando en contra de Magmortar.

Kiawe, pese a lo que muchos que no lo conocían creían, no era idiota. Sabía muy bien cuáles eran los límites de sus Pokémon y por ello sabía perfectamente que no había forma de que Magmortar repeliera Roca afilada con Rayo. Fue por ello que dio su siguiente orden.

—¡Onda certera!

Ambos brazos se juntaron frente al rostro del tipo Fuego, luego cargaron una pesada masa de energía que finalmente dispararon. Onda certera avanzó por entre las lanzas rocosas como si fuese un cuchillo caliente pasando por mantequilla.

Lycanroc, ya completamente erguido, volvió a saltar para alejarse de la vía de Onda certera. Su ataque en ningún momento había sido hecho con la esperanza de dañar al enemigo, sino con la intención de comprarle tiempo.

Gracias a su buena postura, el tipo Roca pudo salir corriendo para evadir el Rayo que ahora le era disparado.

Magmortar se enlentece al usar Onda certera, pensó Gladio. En ese caso no le daré tiempo de usarla.

—¡Acércate! —exclamó el rubio.

Kiawe casi sonrió ante esa orden. ¿Iría con Enfado? Quería que lo intentara. De hacerlo se llevaría una muy grata sorpresa.

Lycanroc comenzó a dar piruetas y barridas para esquivar el Rayo que lo perseguía. Utilizaba sus largos y fuertes brazos para impulsarse fuera de la trayectoria del ataque eléctrico mientras seguía avanzando. Se encontraba a solo cinco metros cuando Gladio gritó.

—¡Roca afilada!

Los ojos de Wela se abrieron de par en par. ¿A esa distancia? Quedaría vulnerable ante el Rayo de Magmortar, pero eso también significaba que si lograba utilizar Roca afilada entonces el tipo Fuego no conseguiría utilizar Onda certera a tiempo. Pensó en el devastador ataque y pensó en Turtonator. Su vacile lo hizo perder segundos valiosos que supo le habían dado oportunidad a Lycanroc para terminar de invocar su ataque.

Mientras las primeras lanzas rocosas se alzaban, Kiawe dio su orden.

—¡Rayo a máxima potencia!

Magmortar se encontraba ya cansado de perseguir a Lycanroc con su ataque por tanto tiempo, por lo que incrementar el tamaño de Rayo y su duración fue un duro golpe para su aguante. El tipo Fuego, pese a eso, logró mantener su defensa.

Rayo y Roca afilada explotaron a solo centímetros del rostro de Magmortar, creando una pesada humareda que dificultaba la vista de los combatientes al otro lado del campo de batalla. Gladio se preparó para aprovechar ese impedimento a su favor, por lo que estuvo a punto de ordenar el uso de Roca afilada prediciendo que un movimiento ofensivo vendría desde el otro lado de la cortina de humo. Se llevó una sorpresa.

Un proyectil fogoso salió despedido hacia el cielo, atrayendo la mirada de los presentes. Siguieron la trayectoria que trazó con la mirada, viéndolo detenerse en la cima del estadio. Ahí el proyectil tomó la forma de una esfera luminosa que incrementó la temperatura general del estadio en varios grados.

Gladio se quedó procesando el uso de Día soleado por unos segundos y, cuando volvió la mirada al campo de batalla, abrió los ojos con fuerza.

—¡ROCA…!

Llamarada salió de la humareda y chocó pesadamente contra Lycanroc, creando otra explosión. Una nueva nube de polvo y humo se elevó, esta vez rodeando al licántropo, mientras que la que ya estaba se disipó. Gladio frunció el ceño con fuerza.

—¡Bien hecho, Magmortar! —felicitó Kiawe, complacido.

Wela vio a la cortina de humo y vio que nada pasaba. Sabía que Gladio era un cerebrito, tal vez no como Lillie, Liam o Chris, pero sin duda era uno. Era una de esas personas que hacían planes y atacaban utilizando el cerebro. La vital diferencia era que Gladio también sabía usar los músculos.

Si algo le había dejado el combate con Chris al Capitán era el respeto a los cerebritos. Tenía tan fresca la lección que no pudo evitar dejar que ésta le influyera en su toma de decisiones actual. Fue porque pensaba en que Gladio tomaría una decisión enrevesada que no pudo reaccionar ante la simpleza de su siguiente movimiento.

Rocas como picas salieron al encuentro de Magmortar. Estaban a la misma distancia y esta vez el tipo Fuego ni siquiera pudo reaccionar correctamente. Lo único que alcanzó a hacer fue dar medio paso al costado, cosa que le ayudó mucho más de lo que se podría creer.

Roca afilada golpeó el pie izquierdo de Magmortar en lugar de su abdomen, lo que redujo el daño, pero lo hizo perder el equilibrio de forma horrible. El afilado pilar lo elevó del suelo y lo hizo caer pesadamente sobre su costado derecho. Magmortar no solo sintió un dolor agudo en el pie, sino también en el brazo sobre el que había caído.

—¡Magmortar! —El grito de Kiawe esta vez fue dado con preocupación—. ¡¿Estás bien?!

El tipo Fuego se levantó como mejor pudo, evitando recargarse mucho sobre su brazo derecho. Hizo un ligero movimiento y le dolió una barbaridad.

—¡AMBOS CONECTAN! ¡El Llamarada del participante Kiawe y la Roca afilada del participante Gladio logran golpear al oponente, causando un gran daño potenciado por Día soleado y Danza espada respectivamente! ¡¿Cuál habrá salido más lastimado de este intercambio?!

En las gradas, nadie vio como los párpados de Sotobosque caían con ligera somnolencia. Todos se enfocaron en las palabras de Rotom.

—Magmortar tuvo mucha suerte de haber esquivado parcialmente el ataque —dijo Rotom—. Eso pudo tener consecuencias catastróficas.

—El Lycanroc de Gladio no es ninguna broma —murmuró Mallow. Recordaba la fuerte impresión que le había dado hacía tantos años y por supuesto que nunca olvidaría el miedo que aquellos ojos le transmitieron, pero esta vez era muy diferente. Su serenidad ocultaba una fortaleza varias veces mayor a la de aquella vez.

—Es el segundo Pokémon de mi hermano. ¡Es uno de sus ases! —exclamó Lillie con gran orgullo.

—Pues si sigue así, puede que termine con Magmortar antes de que el escenario contrario ocurra —intuyó Clemont.

Fue porque todos creían lo mismo que Clemont que se sorprendieron al ver como Gladio extendía su Poké Ball hacia el frente. El haz de luz carmesí hizo desaparecer la figura de Lycanroc que apenas comenzaba a distinguirse por entre el humo. La siguiente cápsula salió volando al poco tiempo.

Umbreon, con su majestuoso porte y expresión indiferente, apareció en el campo de batalla. Analizó con la mirada a Magmortar y luego dio varias vuelta en su lugar.

—¡El participante Gladio retira a su Lycanroc y envía a combatir a su Umbreon! ¡¿Cómo se desempeñará sin la ventaja de tipo?!

Kiawe se preguntó lo mismo. Pensó que Gladio seguramente tenía algún plan si había decidido cambiar a Lycanroc por Umbreon. Frunció el ceño, indeciso.

Aether no tuvo la misma preocupación.

—¡Rodéalo con Persecución!

Un aura oscura, de color negro mate, rodeó al tipo Siniestro y se extendió formando una estela en cuanto éste salió corriendo. Su velocidad no era nada espectacular, no cuando se comparaba a otros relámpagos terrestres como Pikachu, el Eevee de Liam o el propio Lucario de Gladio. Pero que no fuera el más rápido no significaba que no fuera desconcertante.

Como su tipo Siniestro, las maniobras de Umbreon eran un misterio. Si no se le seguía detenidamente con la mirada podía perdérsele fácilmente el rastro. La propia estela que dejaba a su paso le servía como camuflaje, introduciéndose en su interior y saliendo a su antojo. Fue esa misma desorientación la que le permitió a Umbreon posicionarse a las espaldas de Magmortar, por su costado derecho.

—¡Pulso umbrío!

—¡Rayo! —gritó Kiawe apenas vio aparecer al Pokémon enemigo.

Magmortar intentó girar instintivamente hacia su derecha, pues era el lugar en el que estaba Umbreon. Para ahorrar tiempo intentó mover primero el brazo, pero el agudo dolor que sintió se lo impidió. Vio como el ominoso rayo oscuro se le acercaba, por lo que se obligó a luchar contra el dolor. Dio medio giro, extendió el brazo y disparó su Rayo.

Ambos ataques chocaron y explotaron, creando una nueva cortina de humo. Magmortar aprovechó para girarse del todo y, en ese momento, vio una luz emitirse en el interior de la humareda. A toda prisa disparó otro Rayo con su brazo izquierdo que luego apoyó con otro disparado desde su cañón derecho.

Bola sombra reventó como un globo al que se le apuñala con una aguja. Este globo, en lugar de liberar aire o agua, emitió grandes cantidades de humo. Humo que no dejó a Magmortar ver a Umbreon, quien saltaba por encima de él.

Pulso umbrío golpeó al desprevenido tipo Fuego, quien retrocedió a tropezones. Apenas se recuperó, Magmortar fijó a Umbreon como objetivo.

—¡Rayo! —gritó Kiawe, sabiendo que era su mejor herramienta.

—¡Persecución!

Tal como Lycanroc había hecho antes, Umbreon comenzó a avanzar hacia Magmortar mientras esquivaba el movimiento eléctrico.

—¡Concentra el rayo, Magmortar!

Kiawe sabía que tenía que ahorrar energías. Magmortar ya estaba cansado, por lo que utilizar demasiada potencia podría ser perjudicial para el combate a la larga. Se convenció a sí mismo de que era la mejor opción. Un ataque más concentrado era también un ataque más preciso, tal como Ash lo había demostrado. Eso, al parecer, le funcionó.

Rayo alcanzó a rozar la pata trasera izquierda de Umbreon, haciéndolo tropezar y caer por un momento. Gladio se vio momentáneamente desconcertado, lo que le dio a Kiawe una oportunidad única.

Wela se debatió entre utilizar Llamarada o continuar con Rayo. Sopesó los pros y contras de cada uno y finalmente decidió ir con Llamarada. Su deliberación lo hizo perder el tiro.

Llamarada pasó a centímetros de Umbreon. El tipo Siniestro había logrado ponerse de pie y rodas hacia la derecha de Magmortar gracias al tiempo que Kiawe les había dado con su indecisión. Vio al tipo Fuego y él sin duda no vaciló a la hora de atacar con Pulso umbrío.

El golpe conectó perfectamente. Fue tan perfecto que incluso logró amedrentar al enemigo. Magmortar se quedó congelado en el lugar por un par de segundos, dándole una oportunidad única a Umbreon que él tomó sin pensar.

Dos Bola sombra impactaron al tipo Fuego. La primera en el abdomen y la segunda en el rostro. Fue tanta la suerte que un aura azul rodeó a Magmortar, indicando la bajada de defensa especial. Umbreon saltó hacia atrás, esquivando con bastante tiempo de sobra el Rayo que acababan de dispararle.

—¡UN COMBO DEVASTADOR! ¡El participante Gladio aprovecha la oportunidad para dar tres certeros golpes que lograron bajar la defensa especial de Magmortar! ¡El daño que Magmortar ha sufrido es devastador!

Kiawe vio a su Pokémon con el ceño fruncido y abrió la boca para preguntarle por su estado. La voz de Gladio lo desorientó.

—Esto está mal —dijo Aether de pronto. Sus palabras, transmitidas por los altavoces, silenciaron al estadio.

Las cámaras captaron el temblor del brazo de Gladio y la forma en la que sujetaba la muñeca izquierda con la mano derecha para contenerlo. Ese temblor, para los que conocían a Gladio, era una señal: estaba enfadado, emocionado o frustrado. El problema era decidir cuál de esas tres era. Aether pronto lo respondió.

—Kiawe. —La mirada esmeralda de Gladio captó los ojos obsidiana de Wela—. ¿Cuándo vas a empezar a pelear de verdad? Me estás aburriendo.

En las gradas se desató un caos. No fue uno escandaloso, pues no había gritos como tal. Los cuchicheos, sin embargo, sí que hicieron ruido. Unas palabras tan escandalosas no eran fácilmente obviadas.

Kiawe sintió una poderosa sacudida. Era como estar dormido y de repente levantarse sobresaltado porque había soñado que se caía. Esa sensación tan vertiginosa lo hizo recordar otra cosa: la primera vez que subió al Volcán de Akala. El vacío en el estómago, las náuseas, las piernas gelatinosas. Era exactamente la misma sensación.

Vio fijamente los ojos de Gladio y en ellos no notó burla o desdén, ni siquiera el mismo aburrimiento que el propio Aether proclamó estar sintiendo. Era… insatisfacción. Como el niño que en navidad pide un juguete solo para recibir uno completamente distinto. La emoción en sus ojos, producto de la expectativa que lleva formándose por días, desaparece abrupta y violentamente ante la visión de algo que no está ni cerca de cumplir sus expectativas.

—H-hermano… —murmuró Lillie, increíblemente apenada por la repentina declaración de Gladio.

—Decir eso es… —Chris se sintió conflictuado. Una parte suya estaba realmente molesta por la falta de respeto mostrada hacia Kiawe, mientras que la otra…

—Honestamente, yo también me estoy aburriendo —declaró Liam, tomando por sorpresa a todos. El Capitán se arrellanó en el asiento, recargando un codo sobre el reposabrazos de su asiento y la barbilla sobre la mano.

—¡Liam! —El llamado de Lana era un reclamo ante tal falta de respeto.

—¿Qué? —preguntó Sotobosque, viéndola de soslayo. Para los amigos de Ash, incluso para varios de los S&M, les era muy raro ver ese nivel de insolencia—. ¿Vas a decirme que Kiawe no está peleando como hace siempre? ¿Qué no está siendo él?

Lana se sorprendió ante el repentino tono de Liam y se quedó bien erguida, dudando.

—E-en eso… En eso tienes razón, pero…

—Cuando un amigo lo está haciendo mal, uno tiene que ser honesto. Lo hemos sido antes, ¿no? —Con la mirada, Sotobosque buscó a Mallow.

Aina sabía lo que quería decir. Las cejas de la Capitana temblaron y bruscamente se levantó de su asiento. Tomó aire y gritó tan fuerte como pudo.

—¡DEJA DE JUGAR, KIAWE!/¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO, HERMANO?!

Esos dos gritos se escucharon a la vez. Uno provino de Mallow y el otro desde un lado muy alejado de la tribuna. Los que estaban cerca vieron a una niña de pie, con las manos entorno a su boca, la respiración agitada y lágrimas en los ojos.

Aquellos llamados de atención fueron lo último que la conciencia de Kiawe necesitaba. La poderosa sacudida se convirtió en un momento de iluminación. No estaba peleando contra Chris. No estaba luchando como él mismo. Lo que sí estaba haciendo era defraudar a su oponente.

Cerró los ojos y sonrió.

—Tienen razón… —Levantó la mirada, encarando a Gladio—. Discúlpame, Gladio. No te estoy mostrando mi mejor versión. Viniste a este combate con expectativas a las que no he sabido estar a la altura. Te prometo que eso acabó.

La insatisfacción de Gladio se convirtió en esperanza.

—Eso quería oír, Kiawe. —Su postura cambió: mostraba una posición que en cualquier momento podría tornarse ofensiva o defensiva.

—¡El participante Kiawe promete atacar con todas sus fuerzas! ¡¿Todo este tiempo estuvo conteniéndose?! —se preguntó Jeekyo, viendo con alegría las sonrisas de ambos combatientes.

Wela y Aether se analizaron. Fue Gladio quien tomó el primer movimiento.

—¡Persecución!

Umbreon emprendió la carrera. Sus movimientos le valieron un posicionamiento favorable a espaldas de Magmortar, pareciendo que quería repetir el mismo encontronazo de antes. Disparó un Pulso umbrío por el hocico pero esta vez el tipo Fuego logró bloquear con bastante tiempo de sobra.

Aunque el brazo le había dolido una barbaridad, Magmortar logró hacer que su Rayo y Pulso umbrío chocaran. La colisión creó una explosión y la explosión una nueva cortina de humo.

Umbreon saltó al interior de la humareda, preparándose para atacar con un Bola sombra que le serviría como distractor para escabullirse por un costado del enemigo y atacarlo con Pulso umbrío. Se llevó una sorpresa enorme cuando, de entre el humo, apareció Magmortar.

El tipo Fuego cargó directamente contra el tipo Siniestro, quien apenas pudo reaccionar por la sorpresa. En lugar de utilizar un ataque especial, Magmortar le dio un poderoso manotazo con uno de los grandes cañones que tenía por manos. La fuerza del golpe fue suficiente para aturdir a Umbreon y sacarlo volando fuera de la cortina de humo.

El zorro aterrizó torpemente. Su pata trasera derecha resbaló de manera que su postura no fue la adecuada para reaccionar al Llamarada que se dirigía en su contra. El poderoso ataque tipo Fuego, potenciado por el sol, conectó y estalló.

—¡ESO ES! —gritó Kiawe, flexionando los bíceps.

Ante la demostración de fuerza de Wela, el público lo ovacionó. El primer ataque de Magmortar había conectado y solo restaba ver el poder que había tenido.

Umbreon salió de la humareda formada por Llamarada justo a tiempo para esquivar el Rayo que ahora se le disparaba.

—¡Ve por él! —ordenó Gladio.

El tipo Siniestro repitió. Volvió a correr en contra de Magmortar una vez más, sin imaginarse que esta vez el resultado sería distinto.

—¡A máxima potencia, Magmortar! —exclamó Kiawe.

Los cañones de Magmortar refulgieron por el amarillo de la electricidad. Un zumbido fuerte y estridente vibró por el aire. En lugar de un rayo súper concentrado como el anterior, Magmortar creó un rayo gigantesco que cubría un área anormalmente grande.

Gladio se dio cuenta muy pronto de que había tomado la decisión incorrecta. Lo pensó y, al ver el inevitable destino, encontró una forma de tornar la situación a su favor.

—¡APRIETA LOS DIENTES Y CLAVA LAS PATAS EN LA TIERRA, UMBREON!

El Pokémon hizo exactamente eso. No tenía en las piernas la misma fuerza que otros de sus compañeros, ni las garras de Zoroark, por lo que encajarlas a modo de pararrayos fue una tarea considerablemente laboriosa. Lo que no le costó tanto fue apretar fuertemente la mandíbula, pues el Rayo que lo golpeó ayudó en gran medida.

La electricidad rodeó a Umbreon y, pese a que parte de ella iba redirigida a la tierra, el daño fue brutal. Vieron como los músculos del tipo Siniestro se tensaban y sus piernas se envaraban.

—¡H-hermano, detente! ¡Umbreon tiene…! —El grito de Hoshi fue interrumpido por el poderoso vozarrón de su hermano mayor.

—¡NO TE DETENGAS! —En los ojos del Capitán no se veía la más mínima duda. Sabía lo que otros pensaban, y sabía lo que sucedería, pero no le importaba. ¿Desde cuándo lo hacía?

Rayo terminó solo cuando una corriente eléctrica rodeó a Magmortar, haciéndolo detenerse y doblar la rodilla por el cansancio. Cuando la luz dejó de rodear a Umbreon, en él también se vio aquella electricidad estática.

—¡SINCRONÍA HACE SU TRABAJO! ¡El brutal ataque del participante Kiawe hace un daño masivo, pero también trajo efectos secundarios para su Pokémon!

El ataque de Magmortar, sin duda, había sido bestial. Umbreon jadeaba pesadamente, sintiéndose como si lo hubiesen golpeado con una pesada maza en la cabeza. Sus orejas y cola estaban caídas en señal de agotamiento y uno de sus ojos estaba entrecerrado. Podía seguir peleando, pero respirar era increíblemente doloroso. Sentía ligeros chispazos cada vez que el oxígeno entraba a su sistema y con cada mililitro de saliva que tragaba.

Vio a Magmortar, Magmortar lo vio a él, y escuchó a Gladio gritar.

—¡LUZ LUNAR!

El sol que Magmortar había creado brilló para Umbreon y solo para Umbreon. Un haz de luz cubrió al tipo Siniestro y rodeó su cuerpo con un aura verdosa que pronto lo hizo recuperar vitalidad. El zorro respiraba mucho mejor ahora, sintiéndose como nuevo, pero eso le duró poco.

Un poderoso Onda certera golpeó a Umbreon, mandándolo a volar. Comenzó a trazar giros de 360 grados en mitad del aire antes de caer pesadamente contra el suelo. Se levantó con lentitud por la parálisis, viendo a Magmortar con un ceño fruncido que pronto desapareció ante el Llamarada que iba en su contra.

Umbreon intentó esquivar pero sintió que la parálisis se adueñaba de su cuerpo. Por orden de Gladio disparó un Pulso umbrío que logró retrasar momentáneamente al poderoso Llamarada.

Justo cuando el ataque tipo Fuego estaba por golpearlo, Umbreon recuperó la movilidad y saltó fuera de su camino. El salto no fue tan rápido, pues las llamas besaron el costado del zorro, quien mostró su dolor mediante una mueca.

Gladio se preparó para el contraataque cuando repentinamente Magmortar desapareció del campo de batalla, siendo sustituido por un Chandelure. Esa acción tan repentina no permitió que el rubio utilizara Persecución contra el enemigo, cosa que lo hizo enfadarse consigo mismo por haberse distraído.

Jeekyo ni siquiera tuvo tiempo de comentar el cambio o la desventaja de tipo, pues Kiawe inmediatamente gritó.

—¡Energibola!

El tipo Fantasma se abalanzó en contra de Umbreon mientras disparaba su ataque.

Umbreon, por supuesto, intentó repeler el movimiento con su Pulso umbrío. Movió la cabeza mientras redirigía el rayo, destruyendo algunos cuantos proyectiles. La parálisis no le hizo ningún favor, pues si ya de por sí era más lento que Chandelure, esto solo lo resaltaba.

Al final el tipo Siniestro no pudo mantener el ritmo y fue acribillado. Las Energibola golpearon no una ni dos veces, ni siquiera tres: fueron cuatro. Un aura azul envolvió el cuerpo de Umbreon al final de todo.

Gladio frunció el ceño con fuerza. La repentina presión era colosal. Umbreon, en ese estado, no tenía nada que hacer contra Chandelure. Estuvo a punto de hacerlo regresar, cuando repentinamente se le ocurrió algo. Pensó en el repentino cambio de Kiawe y todo le hizo sentido.

—¡Luz lunar! —gritó y entonces lo vio acercarse.

Mientras que el haz de luz curaba a Umbreon, Chandelure voló hasta posicionarse frente a él, apenas a centímetros de su rostro. Fue ahí que, tras cerrar los ojos (detalle que Gladio no obvió) y a mitad del movimiento del tipo Siniestro, el candelabro explotó.

Sofoco cubrió todo el campo de batalla con llamas tan ardientes que un espeso y asfixiante humo negro comenzó a ser filtrado por el sistema de ventilación del estadio.

Cuando el efímero fuego desapareció, varios se llevaron una sorpresa al no ver a Umbreon en el lugar en el que antes estaba. Lo que quedaba del tipo Siniestro era solo su sombra, como si hubiese sido obliterado en el sitio.

Cuando el público empezó a dar al tipo Siniestro por muerto, aquella sombra desapareció revelando ser la estela dejada atrás por Persecución.

Chandelure, quien apenas se estaba recuperando de la brutal liberación de energía, fue rodeado por un aura azulada y posteriormente golpeado por la espalda con un poderoso Pulso umbrío. Se giró de inmediato, como si aquel ataque súperefectivo no hubiese sido nada, y atacó con un Lanzallamas que engulló a Umbreon en su interior.

El candelabro se vio obligado a esquivar al notar como otro Pulso umbrío salía de entre el fuego. Apenas se hizo a un lado disparó un Energibola que perdió contra el Bola sombra de Umbreon debido a su ataque reducido.

Voló hacia el oponente sin importarle el enfrentamiento perdido y aprovechó la parálisis de Umbreon para evadir el Pulso umbrío que acababa de dispararle. Se posicionó frente a él nuevamente y, segundos antes de su estallido, el sol artificial desapareció del aire.

Una vez más Sofoco llenó el campo de batalla con fuego, pero con una diferencia: las llamas fueron mucho más débiles que antes y el humo no fue ni tan oscuro ni tan mortífero. Umbreon aprovechó eso.

Pulso umbrío salió al encuentro de Chandelure, quien intentó desviarlo con un Lanzallamas que fue rápidamente consumido. El ominoso ataque golpeó al candelabro directamente en el rostro, haciéndolo paralizarse por un momento. Esa oportunidad no fue pasada por alto, pues una Bola sombra golpeó seguida de otra más.

Pese a lo que cualquiera pudiera creer, Chandelure no se rindió. Se movió rápido alrededor de Umbreon y ahí disparó una sucesión de ataques que incluían Bola sombra, Energibola y Lanzallamas. Umbreon logró desviar Lanzallamas y Bola sombra, pero no dos Energibolas traicioneras.

El tipo Fantasma se elevó en el aire, permitiendo que para su entrenador fuese tarea sencilla el apuntarle con su Poké Ball. Había hecho un buen trabajo, pero era hora de darle el relevo a alguien más competente. Cuando el haz de luz rojo se extendió para absorberlo, alguien gritó.

—¡PERSECUCIÓN!

Umbreon fue rápido. Más rápido que Pikachu, el Eevee de Liam o incluso el propio Lucario. Fue tan veloz que las cámaras ni siquiera lograron captar su movimiento.

Persecución primero golpeó a Chandelure e instantes después, los cuales se sintieron como una eternidad, éste desapareció. Casi parecía que el golpe lo había retirado del campo de batalla.

Kiawe no se vio intimidado por esto en lo más mínimo, sino que rápidamente mandó a combatir a su siguiente Pokémon. Mientras un haz de luz plateado cubría a Umbreon y lo curaba, Charizard salió a combatir.

—¡Es el Charizard del participante Kiawe, su Pokémon más…!

Los altavoces dejaron de captar la voz de Jeekyo para transmitir la de Kiawe, quien señaló sin dudar a Umbreon.

—¡Golpe aéreo! —gritó.

Gladio estuvo a punto de sacar su Poké Ball pero supo que no podría hacerlo a tiempo. En efecto, no lo habría logrado ni aunque lo hubiese intentado.

El veloz tipo Fuego descendió en contra de Umbreon como una flecha disparada por un arquero colosal. Impactó al enemigo, derribándolo al suelo y haciéndolo rodar por el mismo.

Umbreon se levantó a toda prisa y persiguió a la salamandra con un Pulso umbrío. Dicha persecución duró hasta que la parálisis quiso, lo que fue poco.

Charizard inmediatamente se giró y disparó un Lanzallamas que chocó primero en la tierra que había entre Gladio y Umbreon, asegurándose de que el rubio no pudiera hacerlo regresar. Descendió mientras seguía atacando y, cuando parecía que estaba por golpear el suelo, dio un giro increíblemente abrupto que levantó montones de tierra a su alrededor. Tras eso cargó contra Umbreon con un Puño fuego que le dio de lleno en la mandíbula, elevándolo en el aire.

Gladio sabía que no había caso. Kiawe había decidido que Umbreon caería en ese encuentro y no estaba dispuesto a recibir un no por respuesta. Pensó que si su deseo era que Umbreon no se fuera, entonces lo concedería, pero tendría consecuencias.

—¡Rayo umbrío!

Umbreon entreabrió los ojos y disparó. El ataque impactó directo contra el Puño fuego de Charizard, quien lo hizo avanzar sin vacile alguno. A último momento el zorro cambió la trayectoria de su movimiento, de manera que golpeó el rostro del tipo Volador. El impacto no impidió que Charizard conectara su propio ataque.

El Pokémon de Gladio se elevó un poco más, disparó una Bola sombra que conectó y fue golpeado por un poderoso Golpe aéreo que lo hizo empezar a caer a tierra.

Mientras descendía, Umbreon tuvo fuerzas para abrir los ojos y notar lo mismo que su entrenador. Esas alas viejas que soportaban el peso y poder del veterano y habilidoso Charizard estaban, mismamente, viejas. Ambos supieron al instante lo que tenían que hacer.

Dos Bola sombra salieron disparadas hacia los costados de Charizard, quien cargaba directamente contra Umbreon. Cuando se posicionaron a los lados de las alas de la salamandra, ambas esferas fueron reventadas por dos cortos Pulsos umbríos que sirvieron únicamente para ese propósito.

La explosión no fue demasiado poderosa, solo lo suficiente como para que Charizard perdiera el control sobre sus apéndices por un momento corto pero increíblemente crucial. El tipo Fuego notó que había perdido fuerza en las alas, por supuesto, pero no le importó. Extendió su brazo al frente, cancelando su Golpe aéreo y cargando un Puño fuego.

Umbreon intentó disparar otro Pulso umbrío que no salió por culpa de la parálisis y luego por la falta de aire. No era fácil recibir un puñetazo en el estómago respaldado por todo el peso de un Charizard y la aceleración de una caída de metros de altura. Por ese mismo motivo todos se sorprendieron cuando vieron a Umbreon levantarse.

Aunque la caída había sido aparatosa para ambos, tanto que habían rodado en direcciones completamente opuestas y casi hasta rebotado al caer, el tipo Siniestro se puso de pie. Su rostro lo decía todo.

Esas alas viejas…, pensó el tipo Siniestro, fijándose en la textura correosa y desgastada de las membranas. Se sonrió.

—¡Puño fuego! —gritó Kiawe.

Mala decisión, pensó Gladio.

—¡Persecución!

La orden del rubio tomó por sorpresa a los espectadores, quienes pensaron que utilizaría Luz lunar. La sorpresa fue mayor cuando vieron como el lastimado y paralizado tipo Siniestro evadía el Puño fuego de Charizard al agacharse para, posteriormente, lanzarse como un dardo en contra de su ala.

Umbreon escuchó con gran satisfacción el quejido que salió del hocico de Charizard y luego vio como la pesada cola de la salamandra se acercaba a su rostro. El coletazo impactó, lo mandó al suelo, lo hizo rebotar y finalmente logró dejarlo en el sitio.

Gladio vio a exhalar su último aliento consciente y, más que sentirse angustiado, pensó que eso era justo lo que estaba buscando. Ese era exactamente el Kiawe Wela al que había ido a ver. Mientras los gritos eran proferidos y la imagen de su Pokémon se ennegrecía, Gladio se sentía interiormente satisfecho.

Esa era la voluntad, compromiso y determinación que tanto anhelaba volver a ver.


Tenía tantísimo odio que le costaba hablarle a la gente sin que se le filtrase. Estaba tan amargado, arrepentido y paranoico que sentía que el mundo entero era una conspiración en su contra. ¿Por qué traer al mundo a alguien como él, quien estaba destinado a perder todo lo que lo hacía feliz? ¿Cuál era el gran plan divino detrás de ello sino burlarse de su existencia y dolor?

Ah, la asquerosa y repulsiva duda. A veces se preguntaba qué tan sencillo sería tomar la salida fácil a todos sus problemas. Pensó en todas las formas en las que podría hacerlo. Sabía que, si buscaba bien, podría encontrar un arma de fuego y con ella eliminar todo lo que le aquejaba. Una bala en el cerebro de Lusamine, una para cada uno de los asesinos de Amapola y una última, si llegaba a necesitarla, para sí mismo.

Sus primeros meses fueron los más difíciles. Había intentado automutilarse en varias ocasiones cada vez que se veía la marca de los Aether que su madre había grabado en sus pies fuego. Sus uñas habían estado a punto de separarse de la carne en varias ocasiones debido a la fuerza con la que las encajaba en la tierra por la rabia y la frustración producto de su propia debilidad. De no ser porque Lycanroc, Umbreon y Silvally estaban ahí, seguramente habría muerto desangrado tras cortarse los pies o algo peor.

Se había perdido tanto a sí mismo que era incapaz de ver más allá del rojo carmesí que hacía de filtro para todo lo que sus ojos veían. Todo era odio, sangre y muerte en su cerebro. Cuando no estaba asesinando a un Skull, que era la mayor parte del tiempo, no tenía ni idea de a quién redirigir esos sentimientos, por lo que se acumulaban en su interior como un mar de ponzoña ardiente.

Por eso mismo, porque no sabía con quién desquitarse, momentos como el que estaba viviendo le eran tan gratificantes. Eran un enorme desahogo tanto para él como para sus Pokémon. Vio la manera en la que Lycanroc conectaba un poderoso zurdazo en contra del Marowak Dominante y sonrió casi por puro instinto.

Haber derrotado a ese Pokémon era una señal de su innegable mejoría. Era más fuerte. Era más poderoso que nunca. Se sentía con la capacidad de matar a cada Skull que se encontrara hasta dar con los asesinos de Amapola. Los mataría a todos y a todos los que lo habían dañado y luego… Sí, y luego de eso…

Se detuvo al notar que, por un momento, sus deseos de muerte pasaron de los Skull al Marowak Dominante. Se sintió perturbado ante la idea de matar a un inocente Pokémon, por lo que frunció el ceño con culpa y temor. Su cruzada no iba contra nadie más que no fueran los Skull, pero a veces era tan sencillo olvidar eso...

¿Qué haría?, se preguntó. Una vez que toda la locura acabara, ¿qué sería de todo el viaje y de todo el esfuerzo? ¿Habría descanso? No, para él no. Para un asesino como él, jamás habría tal cosa como un descanso. Pero ¿qué más daba? Sufrir en la tierra o en el infierno no podía ser muy distinto.

Gladio era un adolescente. Un adolescente de solo dieciséis años, con homicidios a sus espaldas y problemas de ira que sobrepasaban lo que cualquiera llamaría "sanidad", pero un adolescente a fin de cuentas. Por ende, por mucho que creyera que sabía todo del mundo o que su sufrimiento era mayor que el de ninguna otra persona, todavía tenía comportamientos de adolescente. Ese fue el motivo por el que se sintió tan irritado al ver al supervisor de su Prueba durmiendo y roncando en las gradas.

¡Ey! —le gritó bruscamente, caminando hacia él—. ¡Despierta!

El supervisor era menor que él. Era de piel negra, pelo azabache y mechones rojos. Pese a su edad ya lucía un cuerpo increíblemente tonificado y una altura sorprendente, mayor incluso que la de Gladio.

Aether, por supuesto, sabía quién era él. No era tan inculto como para no conocer a Kiawe Wela, apodado como la Bestia Juvenil. El problema era que, para Gladio, una persona con ese título no era alguien que se quedara dormido en los laurales de su labor.

Lo escuchó murmurar en sueños, disgustado. Maldecía su suerte y su despreocupación. Si tan solo tuviera una idea de lo mucho por lo que alguien como él había pasado, entonces seguramente le pondría más empeño a su trabajo y mostraría muchísimo más respeto. Fue la indignación infantil de Gladio, que lo hacía sentirse merecedor de admiración por su sufrimiento, la que lo llevó a darle una patada en la espinilla.

El golpe despertó a Kiawe, quien vio en todas direcciones alterado. Sus ojos finalmente se detuvieron y enfocaron a la persona y al Pokémon frente a él. Con grandes bolsas bajo sus ojos y una mirada en extremo somnolienta, el Capitán se puso de pie para, inmediatamente después, volver a caer de sentón sobre la grada.

Lo… siento… —dijo, siendo interrumpido por su propio bostezo—. ¿Terminaste la Prueba?...

Gladio no respondió, sino que solamente señaló en dirección al derrotado tipo Fuego. Kiawe sonrió al verlo y, con lentitud, comenzó a aplaudir.

¡Bra… —Bostezó— vo!... Lograste superar la… Superar la Prueba del Wela Vol… —Comenzó a hablar entre dientes, de forma que sus palabras se hicieron incomprensibles.

Las cejas de Gladio temblaron, increíblemente irritado.

Tienes un solo trabajo. Hazlo bien o no lo hagas para empezar —le dijo con voz rasposa, abriendo y cerrando los puños ante lo que él sentía era una ofensa.

Kiawe se rio nerviosamente, cosa que solo exasperó más a Gladio. Cuando estaba por preguntarle qué era lo que encontraba tan gracioso, Wela habló.

¿Sabes?... Tengo una… Tengo una hermana pequeña… —Eso inmediatamente tranquilizó a Gladio por un motivo que él conocía de sobra—. Ella es adorable… Es la más linda de todo… de todo el mundo… Y quiero que sea feliz, por supuesto… Verás, ella quería… ir a ver la migración de Lapras… Y claro que la envíe a verla con mis… papás…

La molestia en los ojos de Gladio se había ido y en su rostro solo se mostraba indiferencia. No supo por qué, pero siguió escuchando los sin sentidos de Kiawe.

Tengo un amigo… Es un querido amigo… Él me dijo que no debí enviarlos en temporada alta. —Volvió a reírse—. Creo que tiene razón, ¿sabes? Pero mi hermanita… La cara que puso cuando le dije que vería… a los Lapras… —Cabeceó dos veces seguidas, encorvando su torso—. Así que… lo siento… Suena a excusa y lo… siento, pero he estado muy ocupado… He tenido que trabajar… en el rancho y he tenido que… ayudar a mis primos y he tenido que… hacer cuentas y entrenar y… practicar mi danza… y…

De todas las cosas que Kiawe había dicho, Gladio consideró que solo una de ellas valía la pena. Su mentalidad de adolescente le hacía creer que todas sus opiniones eran valiosas, por lo que comunicó la suya.

Deberías dejar las actividades estúpidas. Interfiere en lo que realmente importa: la fuerza.

Por primera vez, Kiawe lo vio a los ojos. Lo que Gladio vio en ellos fue algo que olvidó durante muchos, muchos años. El odio se encargó de enterrar esa determinación silenciosa.

No es estúpido… Es mi forma de hacer de Alola un lugar mejor. —Por un momento, el sueño pareció haberse ido de su ser—. Los Pokémon del rancho me necesitan. La gente espera los productos que producimos en él. El Wela Volcano Park es importante para el turismo de Alola y eso paga impuestos, por lo que ayuda a los ciudadanos. Y mi deber… como Capitán… también es importante… Mi cultura…, mis raíces… —Aquel momentáneo impulso de energía parecía estar desapareciendo—. Todo importa… Todo es importante para… Alola… Tengo que darle un mejor Alola… a mi hermanita… Mi hermanita merece… un mejor… mundo… Ella necesita… crecer… de la forma en la que ella… quiera… Nadie puede decirle… decirle que no puede… A mi hermanita… Porque ella es… —Sus ojos se cerraron—. Hoshi…

Gladio escuchó como los ronquidos regresaban y supo que no volvería a despertarse en un buen rato. Lo recostó bruscamente sobre la grada en la que estaba sentado y metió una mano en su bolsillo, sacando un cristal rojo: un Pirostal Z.

Minutos atrás, Gladio habría dicho que el Cristal Z era lo único valioso que había conseguido de esa experiencia, pero luego de esa charla se sentía incapaz de hacerlo. Ese chico, Kiawe Wela, estaba cargando con tanto por sí mismo por… por…

Por su hermana… —murmuró él, entrecerrando los ojos.

Estaba trabajando hasta ese punto porque quería darle un mejor Alola a su hermana. Un Alola donde ella pudiera vivir tranquila y en paz… Por mucho que se hubiera quejado antes, Gladio admitió y reconoció la dedicación de Kiawe. Wela, quien a diferencia de él tenía un propósito fijo: una meta verdaderamente provechosa.

Mientras se retiraba, Gladio reflexionó muchísimo. Pensó en cuál era su meta y, cuando llegó a las faldas del Volcán de Wela, lo dedujo. Su meta era la misma: matar a los asesinos de Amapola. Ya no solo porque le habían arrebatado a su madre, sino porque también eran alimañas. Los Skull eran basura; repulsiva y fétida basura que no tenía cabida en el Alola perfecto que Gladio quería darle a Lillie.

Ese día el rencor de Gladio disminuyó un poco. Solo un poco. Fue tan poco que terminó olvidando todo sobre la ocasión con el pasar de los meses. Aunque el mensaje cobró fuerza con el tiempo, mientras más se daba cuenta de que había olvidado su objetivo principal por su viaje de venganza: ser un hermano mayor.

En eso, Gladio sentía que había fracasado estrepitosamente y ver a un hermano tan devoto como Kiawe solo hacía que su culpa se intensificara.


Pero Gladio había cambiado. Dejó de sentir que el mundo le debía y de refugiarse en la autocompasión para justificar todas sus malas acciones. Su fuerza no era una que quisiera usar en su propio beneficio, sino en beneficio de los demás.

Quería, como Kiawe, darle a su propia hermana menor un mejor Alola; un mejor mundo en general. Veía a Lillie y lo único que pensaba al hacerlo era que quería verla feliz. Quería verla realizada profesionalmente; felizmente casada y cumpliendo cada meta que tuviera: ya fuera conocer el mundo entero, ganar el galardón más distinguido de la comunidad científica, ser madre o todas ellas a la vez.

Para ello, Lillie necesitaba un mundo amable y gentil. Un mundo que él quería darle. No mediante la violencia ni el homicidio, sino a través de la compasión y la empatía. Quería un mundo donde todos pudieran comprender a los demás; que se entendieran tan bien que nunca atentaran contra el prójimo a sabiendas del dolor que causarían.

Gladio, como Kiawe, quería hacer del mundo un lugar mejor. La diferencia entre ambos era que uno había comenzado a trabajar en ello con una visión y dedicación inmutable, mientras que el otro se había perdido en un mar de dudas e inseguridad sobre la forma en la que quería mejorar las cosas.

Por eso mismo Gladio admiraba a los que eran como Kiawe. Porque, a diferencia de él, sabían con una seguridad cien por ciento férrea lo que querían de la vida y lo que querían cambiar de ella. Alguien como Gladio, que dudaba a cada paso que daba y cuyas motivaciones flaqueaban a la más mínima de cambio, nunca podría aspirar a ser como Wela. Ese era el motivo por el que esperaba tanto su combate contra Kiawe; porque quería aprender de él. Quería ser como él.

También, por eso mismo, Gladio no pudo sentirse triste al ver a Umbreon derrotado. En su lugar sonrió, complacido, porque el Kiawe Wela que tanto deseaba ver, aquel que le había sostenido la mirada pese al sueño y el agotamiento, por fin estaba en el campo de batalla.

—¡UMBREON NO PUEDE CONTINUAR! —exclamó Olivia—. ¡El participante Gladio debe enviar a su siguiente Pokémon!

—¡ESO ES! —Kiawe comenzó a girar el antebrazo derecho como si fuera una hélice. Los giros se detuvieron cuando extendió el brazo hacia el frente en un fuerte puñetazo.

Wela era una persona fogosa, capaz de caldear el ánimo de todos aquellos que lo veían combatir. Era tan expresivo y virtuoso que era fácil encariñarse con él o volverse fan de sus combates. Por ese mismo motivo, pese a no ser el favorito, muchos celebraron junto con él.

«¡¿NO DECÍA GLADIO QUE ERA ABURRIDO?! ¡AHÍ ESTÁ SU ABURRIDO!».

«Creo que Gladio le dijo eso justamente porque sabía que Kiawe no estaba dando todo de sí. Fue un giro de 360 grados».

«El mismo Kiawe admitió que no lo estaba dando todo, gente. ¿No saben escuchar o qué?».

«Ahí está el Kiawe bestial que tanto quería ver. Me pone la piel de gallina como ataca sin importarle ser atacado. Es sencillamente fabuloso».

«Puede parecer simple, pero desarrollar un estilo de combate como ese requiere de mucha disciplina y resistencia. Kiawe es verdaderamente un genio del combate».

«¡TRAIGAN A KIAWE A OTRAS REGIONES! NECESITO VERLO COMBATIR CONTRA LÍDERES DE GIMNASIO Y ALTOS MANDO!».

«Ver a Kiawe fuera de Alola sería increíble… Siento que quedándose ahí estaría desperdiciando su potencial».

«Nadie lo dice, así que lo haré yo, pero Umbreon estuvo genial. Se enfrentó a tres de los cuatro Pokémon de Gladio y logró hacerle buen daño a todos ellos».

«Con esas estrategias me parece incluso raro que no aguantara más… Luz lunar está roto».

«Roto tu culo xdxdxdxdxd.

—¡ASÍ SE HACE, HERMANOOOO! —gritó Hoshi con fuerza desde su lado del palco.

—¡BIEN HECHO, KIAWEEEE! —exclamó Lana en un fuerte grito desde su propio lado de las gradas.

—¡SIGUE ASÍ, SIGUE ASÍ! —Mallow comenzó a subir y bajar su brazo derecho, emocionada.

Chris dejó salir un suspiro y se recargó en su asiento.

—Ese es el Kiawe que conocemos —dijo Liam, como si le hubiese leído la mente a Hokulani.

—Sí… Ese es nuestro Kiawe —respondió el pelirrojo con una sonrisa.

—¡Todavía te quedan tres, hijo! ¡Tú puedes hacerlo! —exclamó Mohn.

—¡NO TE DESANIMES, HERMANOOOO! —El grito de Lillie ensordeció a Ash, quien ni siquiera logró dar el suyo propio.

El haz de luz rojo absorbió a Umbreon en el interior de la Poké Ball, misma que Gladio vio con una sonrisa.

—Buen trabajo, Umbreon. —Levantó la mirada de manera que pudo ver el festejo de Kiawe. Alzó la voz—. ¡Eres realmente fuerte, Kiawe!

Ese halago detuvo tanto la celebración de Wela como los aplausos. El Capitán vio a Gladio con una sonrisa.

—Eso era exactamente lo que quería escuchar, Gladio. —Unió su puño derecho y su palma izquierda.

Kiawe sabía que su contrincante no era un hombre de muchas palabras. Decía lo justo y comunicaba lo necesario. Por eso mismo se sintió tan satisfecho al verlo sonreír de la manera en la que lo estaba haciendo.

Sin añadir nada más, Gladio lanzó su siguiente Poké Ball. De ella emergió un Crobat que inmediatamente puso distancia entre él y Charizard.

Ni Gladio ni Kiawe le pusieron atención a la voz de Jeekyo, sino que se centraron en el combate.

—¡Acróbata!

—¡Elévate, Charizard!

El tipo Fuego vio al enemigo acercarse, por lo que dio un poderoso aleteo que normalmente lo habría elevado del suelo. Un agudo dolor en el ala se lo impidió, cosa que atribuyó al golpe crítico que Umbreon le había dado antes de caer. Kiawe notó eso.

—¡Regresa, amigo! —Extendió la Poké Ball hacia Charizard.

La cápsula absorbió por completo a la salamandra antes de que Crobat pudiera golpearlo. Nadie lo notó, pero Gladio dejó salir un ligero suspiro. El plan le había salido bien, por lo que la ansiedad desapareció.

—¡Chandelure, encendamos el campo de batalla!

Una segunda Poké Ball salió volando y de ella emergió el tipo Fantasma. Nada más ver a Crobat disparó un Lanzallamas que el murciélago esquivó al expandir sus alas, dejándose arrastrar hacia el cielo por el aire caliente.

—¡Bola sombra!

El grito de Kiawe fue correspondido con una ráfaga de proyectiles que persiguieron al veloz Crobat. El Pokémon volador exhibía una maestría incomparable en los cielos, siendo capaz de moverse por el aire sin importarle la resistencia que el mismo presentaba.

El murciélago viraba con una facilidad pasmosa, cambiando de dirección de forma que desorientaba al insistente Chandelure. Gladio sabía bien que mantenerse a distancia lo llevaría a un ciclo de nunca acabar, por lo que confió en que su Pokémon era capaz de perforar la defensa del enemigo.

—¡Acércate y usa Acróbata!

Mientras el recién invocado Lanzallamas perseguía a Crobat, éste cambió su trayectoria. Se dejó caer en picada hacia el suelo y, tal como Charizard había hecho antes, cambió abruptamente la dirección de su vuelo. Se movía de forma que su vientre iba al ras del suelo y sus alas levantaban la tierra del campo de batalla. Se posicionó justo debajo de Chandelure y entonces ascendió.

Por supuesto que golpear al candelabro no fue tan sencillo. No era tan rápido como Crobat, pero estaba lejos de ser lento. Por eso mismo el murciélago tuvo que apresurarse a esquivar el Lanzallamas que acababa de ensancharse.

Crobat viró hacia su derecha, volvió a intentar atacar y una vez más fue repelido por Lanzallamas. Chandelure se dio cuenta de que, incluso en combate cercano, él tenía la ventaja por la amplitud de sus ataques. No tardó en perseguir a Crobat.

Gladio pensó en la hora del día y casi chasqueó la lengua al darse cuenta de que estaban lejos de las doce del mediodía. De ser el caso podría haber hecho que Crobat subiera hasta la cima del estadio, de forma que Chandelure se cegaría al ver directamente al sol.

Pensó mucho en lo que haría para contrarrestar esa abrumadora ofensiva y pronto llegó a una conclusión que lo dejó inquieto; tan ansioso que sintió que el corazón le golpeaba bruscamente el pecho. Sería complicado y podría salir mal en cualquier momento… Cualquier ligera variación podría acabar en un resultado catastrófico para él y eso podría llevarlo a la derrota. Sintió como la ansiedad de su cuerpo se acumulaba y entonces vio el gesto de Kiawe. Vio su expresión determinada pero internamente serena y se decidió. Tenía que arriesgarse.

Aprovecharía el poder de Chandelure a su favor. Había notado como Lanzallamas se ensanchaba conforme más cerca estaba de Crobat. Al mismo tiempo las Bolas sombra también aumentaban en cantidad y velocidad. Sabía lo que tenía que hacer y cómo iba a hacerlo.

Después de todo, Crobat tenía que eliminar a Chandelure sin importar el costo.

—¡Muévete a su alrededor!

El tipo Volador hizo exactamente eso. Frunció el ceño y volvió a dar la vuelta, manteniéndose a escasos dos metros de Chandelure. El candelabro, por supuesto, lo perseguía incesantemente con sus movimientos. Todos ellos, sin excepción, siempre parecían estar a punto de conectar, pero de alguna manera Crobat siempre se las arreglaba para alejarse exitosamente.

Por admirable que pareciera la labor del tipo Veneno, la realidad era que no lo estaba pasando nada bien. Sentía el calor del fuego abrasando su piel y evaporando toda el agua de su organismo. Las temperaturas alrededor de Chandelure eran tan intensas que se comenzó a sentir mareado, pero no podía rendirse. Estaba a muy poco de lograr su cometido, eso lo sabía bien. Lo reafirmó en cuanto vio los ojos del tipo Fuego.

Chandelure era increíblemente poderoso. Su especie era dotada naturalmente con una fuerza abrumadora y el entrenamiento de Kiawe había acentuado esa cualidad innata. Lo que el candelabro no poseía, sin embargo, era un aguante infinito. Cuando un mechero se mantiene encendido por el tiempo suficiente, el gas en su interior se agota. Chandelure no era un mechero, pero sí un candelabro y, como el fuego en las velas de uno, su energía también menguó.

En el momento en el que el tipo Fantasma se detuvo para recuperar el aliento, Crobat se disparó en su contra con un poderoso Acróbata que lo mandó directamente contra el suelo. El murciélago estuvo a punto de estrellarse también debido al momentáneo golpe de calor al que se había visto expuesto, pero logró recuperarse.

—¡CROBAT LOGRA GOLPEARLO! ¡Después de una intensa persecución, Crobat aprovecha el momento de debilidad de Chandelure para atacar con fuerzas! ¡¿Cómo reaccionará ante esto el participante Kiawe?!

Ambos Pokémon volvieron a emprender el vuelo con distintas expresiones. Mientras que en el rostro de Chandelure se exhibía un gran cansancio, Crobat poseía un semblante que se iba relajando más y más conforme pasaban los segundos.

Tanto Kiawe como Gladio, sin saberlo, llegaron a la misma conclusión. Ambos supieron exactamente lo que estaba en la mente del otro; sabían lo que sacrificarían y en pos de qué lo harían. Sus mentes estuvieron en tal sincronía que cualquiera que hubiese podido leerlas se habría asustado ante un acontecimiento tan inusual.

—¡Acróbata!/¡Lanzallamas! —ordenaron al unísono.

Se enzarzaron en un enfrentamiento que parecía una calca del anterior. Esta vez, sin embargo, no jugaron al gato y al ratón por tanto tiempo. Kiawe había estado guardando su carta para este momento y Gladio lo sabía.

En el momento en el que Crobat comenzó a verse debilitado por el constante calor, Chandelure cerró los ojos. Gladio había estado esperando ese momento con paciencia y eso Kiawe lo sabía a la perfección.

Crobat se escabulló hasta ponerse en la espalda de su oponente y, cuando estaba por golpearlo, fue arrastrado por el infierno que se liberó del propio Chandelure. Altas y espesas llamas moradas como la amatista comenzaron a caer por todo el campo de batalla.

El murciélago sabía que eso era exactamente lo que pasaría, por lo que hizo uso de toda la fuerza de sus alas para no alejarse mucho del enemigo pese a lo mucho que quemaba. Contuvo su respiración para que el intoxicante humo negro no lo perjudicara de más.

Como Gladio, Kiawe también sabía lo que su oponente planeaba. Sabía que el tipo Veneno haría acopio de todas sus fuerzas para mantenerse a rango de ataque. Por lo mismo, sabía que quemaría mucho oxígeno y energías para mantener su posición.

Ninguno de los dos entrenadores se sorprendió al ver a Crobat conectar un Acróbata a la espalda de Chandelure, quien acababa de ser rodeado por un aura azulada. Así mismo, ninguno se sorprendió cuando el candelabro volvió a utilizar Sofoco.

Gladio sabía que, incluso con la reducción de ataque, Sofoco seguía siendo más útil que Lanzallamas en esas condiciones. No solo porque hiciera más daño o porque no tenía que girarse, sino también porque ya no importaba si seguía bajando su ataque especial. Él sabía que Kiawe sabía lo mucho que él estaba dispuesto a sacrificar para quitarse a Chandelure de encima.

Y porque Kiawe sabía bien esto, aprovechó al máximo para atacar.

Mientras Crobat descendía a toda velocidad en contra del suelo, las llamas azules seguían esparciéndose por el campo de batalla. No podía respirar. Se estaba sintiendo increíblemente mareado y eso lo hacía ponerse débil. Pensó que estaba a punto de perder la conciencia cuando repentinamente el calor amainó. Dio un último empujón, mandando a Chandelure directo contra el suelo. La pérdida de fuerzas también lo hizo chocar contra tierra.

De los dos, el único que logró ponerse de pie fue Crobat: con enorme dificultad, eso sí.

—¡CHANDELURE NO PUEDE CONTINUAR! ¡El participante Kiawe…!

Por primera vez en todo el torneo, un participante no dejó terminar de hablar al árbitro. Con una velocidad pasmosa, Kiawe retiró al debilitado Chandelure del campo de batalla y envió a Magmortar. Apenas aterrizó, Wela gritó.

—¡RAYO!

—¡ESQUÍVALO! ¡Vuela al ras del suelo!

Volar tan cerca de la tierra tenía sus ventajas. En caso de que el ataque llegar a golpearlo, el daño de la caída no sería tan grande y parte de la electricidad sería redirigida por la tierra. El punto negativo era que Crobat perdía un poco de maniobrabilidad.

El murciélago logró abrirse paso gracias a sus giros tan abiertos que le permitían evadir la electricidad de Magmortar. El escalofrío y el zumbido de las chispas no eran ni de cerca tan letales como el calor sofocante, por no hablar de su velocidad. A comparación de Chandelure, esto era un juego de niños. O lo sería, de no ser porque le costaba respirar cada vez más.

Había momentos en los que a Crobat incluso se le dificultaba mantenerse centrado. Sus pulmones habían inhalado copiosas cantidades de ese humo tan nocivo y sus alas habían recibido tanto daño que se sentía capaz de desfallecer en cualquier momento pese a que su cuerpo todavía debía de tener energías de sobra.

Gladio frunció el ceño y miró a Kiawe por puro instinto, dándose cuenta de que él también lo estaba viendo. Pudo descifrar su mirada. Esos ojos que le decían: «Estoy listo para caer. ¿Y tú?».

Esa era la diferencia entre Gladio Aether y Kiawe Wela. Gladio vacilaba o intentaba encontrar alternativas ante situaciones que eran de fácil solución; situaciones que se resolverían simplemente atacando al tú por tú.

Para el rubio, si un encuentro no era de garantizada victoria o si sabía que no tenía la ventaja, entonces era difícil que fuera a la batalla de frente. Era indeciso en momentos donde la decisión lo era todo. Se apoyaba tanto en la razón y en la seguridad de su fuerza que no era capaz de asumir riesgos grandes cuando era el momento de hacerlo.

Recordó aquella vez en el Cañón de Poni, cuando había regañado a Lillie por retroceder con Silvady en contra de Primarina. En aquella ocasión le habría recriminado su falta de confianza en su Pokémon y la manera en la que había desaprovechado la ventaja de poder que poseía sobre el oponente. Lo cierto es que, de no haber sido porque Silvady era más poderoso que Primarina, Gladio no le habría recriminado nada.

También recordaba las palabras de Ash. Recordaba lo que Ketchum le había dicho a Lillie: «Es importante saber retirarse, pero también es importante saber cuándo arriesgarse». Llegados a ese punto, ¿Gladio de verdad podía decir que había comprendido esa lección? Él siempre había librado batallas que estaba seguro de poder ganar y, si no estaba seguro, maquinaba. Con pura fuerza bruta derrotó a Hau en su primer enfrentamiento. Con trucos y tácticas acabó con la vida de su primera víctima. Utilizó a sus Pokémon más poderosos en el final de la Conferencia Plateada para tener la seguridad de que sus Pokémon eran más fuertes que los del rival. Lo que entrenadores como Leon pensaban que para él eran "riesgos" no eran más que planes calculados que tomaba tras mucha deliberación y análisis.

Por el contario, jugar a lo seguro era algo que Kiawe Wela nunca hacía. Toda su esencia giraba en torno a arriesgar. Entregaba lo mismo que quitaba: su posibilidad de defenderse. Era un intercambio donde el más fuerte ganaba, y Kiawe nunca tenía la certeza de si sería más fuerte que su enemigo o no: la apuesta máxima.

La mayor falla en el estilo de combate de Gladio consistía en que, si algo no iba como él lo planeaba, entonces se congelaba. Subvertir las expectativas de Gladio era fatal para él precisamente porque no estaba acostumbrado a los riesgos, sino a un cálculo perfecto.

La mayor falla del estilo de Gladio desapareció en cuanto sus ojos se encontraron con los de Kiawe. Ante la pregunta de Wela, Aether respondió firme y solemnemente.

«Estoy listo».

El riesgo que tanto le había costado tomar contra Chandelure esta vez lo asumió con una facilidad pasmosa.

Crobat voló directamente contra Magmortar, dejando de huir de él. Evadía la electricidad mediante maniobras impresionantes en las que plegaba las alas para dar giros tan rápidos como los de Minior o Poipole y luego las desplegaba para elevarse en el aire.

El momento que los entrenadores y sus Pokémon esperaban llegó, pues la parálisis afectó a Magmortar. El murciélago aceleró.

Un aura celeste rodeó por completo a Crobat, quien golpeó el vientre de Magmortar con una fuerza impresionante. Fue tanta la potencia del movimiento que el tipo Fuego fue arrastrado como una silla de plástico en medio de un huracán.

La embestida fue tan poderosa como corta. Los pulmones de Crobat le ardieron tanto que comenzó a toser, interrumpiendo su propio movimiento, lo que le impidió terminar con Magmortar de una vez por todas.

Una vez que Crobat perdió todo el impulso, los pesados cañones de Magmortar golpearon su espalda, haciéndolo caer al suelo. La electricidad se acumuló en las extremidades del tipo Fuego y cuando estuvo por dispararla, Gladio dio la orden.

—¡ALA DE ACERO AL SUELO!

Las alas de Crobat se envolvieron en un aura plateada y adquirieron una rigidez impresionante. Se volvieron filosas como lanzas de forma que penetraron el suelo con sencillez. La electricidad comenzó a recorrer el cuerpo del murciélago y a salir directo a tierra mediante los pararrayos improvisados que estaban adheridos a sus costados.

—¡VAMOS, MAGMORTAR!

—¡AGUANTA, CROBAT!

Ambos Pokémon gritaron a todo pulmón, cada uno por distintas razones. El destello amarillo que rodeó a Crobat se hizo tan grande como cegador al punto en el que el murciélago era imposible de distinguir.

—¡NO SE RINDEN! ¡CROBAT Y MAGMORTAR NO SE RINDEN! ¡AMBOS DEMUESTRAN SU VOLUNTAD MEDIANTE UN ENFRENTAMIENTO DE RESISTENCIA! ¡¿CEDERÁ CROBAT ANTE LA PRESIÓN O MAGMORTAR SE QUEDARÁ SIN FUERZAS ANTES?!

En dos lados de las gradas completamente opuestos, dos jovencitas se pusieron de pie y, al mismo tiempo, gritaron.

—¡VAMOS, HERMANOOOOOOOOOOOOOOO!

Rayo se detuvo gracias a la parálisis que afligió a Magmortar. El cegador amarillo acababa de irse cuando un hermoso y efímero celeste impactó el rostro del tipo Fuego.

Crobat cayó al suelo, paralizado, tras conectar su poderoso golpe en contra de Magmortar. Jadeaba con pesadez.

El Pokémon de Kiawe retrocedió a tropezones con la cabeza apuntando al cielo. Trastabilló, tropezó y cayó de sentón al suelo y luego de espaldas. Eso había sido todo para él.

—¡MAGMORTAR NO PUEDE CONTINUAR! —exclamó Olivia. Vio de reojo a Kiawe y notó que no planeaba hacer nada más, por lo que aliviada continuó—. ¡El participante Kiawe debe enviar a su último Pokémon a combatir!

Tanto Gladio como Kiawe respiraban pesadamente ante la avalancha de emociones que acababan de vivir. Un combate tan frenético, interrumpido de golpe, dejaba desconcertado a cualquiera.

La gente del público fue la primera en reaccionar.

«¡¿CROBAT ACABÓ CON DOS ÉL SOLITO?! ¡NO, AMIGO, QUE BESTIA!».

«Dios, no me dieron ni un momento para fangirlear por la derrota de Chandelure, pero ahora… CHANDELURE Y MAGMORTAR ABAJO, QUE VIVA MI CAMPEÓN PLATEADOOOOO!».

«Crobat es impresionante. Que velocidad y que potencia…».

«Crobat, como Chandelure, es un cañón de cristal. Son poderosos pero muy frágiles. Por eso fue que Chandelure resistió solo dos golpes y Crobat ya está lastimado con tres».

«Estás contando solo los que Crobat le dio a Chandelure. Considera los que Umbreon conectó también, que eran súpereficaces».

«Dios, Magmortar es literalmente fuego. Luchó contra Lycanroc, contra Umbreon y contra Crobat y a todos los golpeó duro. Tiene que ser el MVP del equipo de Kiawe fr».

«Estás subestimado la participación de Chandelure. No resistió tanto como Magmortar, pero su labor fue importantísima. Gracias a que abrumó a Umbreon, Charizard pudo derrotarlo. También fue él quien debilitó a Crobat al punto de que Magmortar pudo tocarlo porque admitámoslo, Magmortar jamás habría alcanzado a Crobat por su cuenta».

«Tremenda biblia, bro. Nadie se va a leer eso».

«Esto es un uno contra tres al clásico estilo de los octavos de final… Me pregunto qué hará Kiawe ahora…».

—¿Eh?... —dijo Mallow cuando pudo espabilar—. Espera… ¡Espera, espera, espera! ¡Esto está yendo muy rápido! ¡¿Eh?! ¡¿Kiawe ya perdió a dos?!

—Esto no pinta bien… —murmuró Chris.

Solo unos pocos eran ajenos a la sorpresa general. Lillie, Hobbes, Mohn y Ash celebraban la proeza de Gladio, mientras que Liam sonreía.

—Crobat era el rematador de Gladio —empezó a explicar Sotobosque—. Un Pokémon poderoso, rápido y completamente saludable. Es obvio que lo mandó a la batalla con la intención de rematar a Magmortar y Chandelure, quienes ya estaban bastante cansados. Si su oponente fuera otro, seguramente Crobat lo habría logrado y con daños mínimos. Pero si se trata de Kiawe…

—El cansancio para él no es nada. Sigue peleando hasta que de verdad ya no puede moverse —concluyó Hau, sonriendo también.

—Exacto. —Liam chasqueó los dedos—. Gladio logró derrotar a dos Pokémon debilitados pero a cambio entregó a uno de los suyos que se encontraba en plena forma.

—Aunque todavía tiene a Lycanroc y a un último Pokémon —analizó Dawn—. Y quién sabe que pueda hacer Crobat con la energía que tiene.

Todos se preguntaron lo mismo. Veían al murciélago, quien con suerte había podido levantarse del suelo, y pensaron en qué podría hacer contra el último Pokémon de Kiawe. Hablando del mismo…

Charizard cayó al campo de batalla y rugió apenas tocó el suelo. Sus alas se batieron, demostrando que volvían a rendir con todo su potencial. Su cuerpo mostraba una vitalidad excepcional para un Pokémon de su edad.

—¡Es Charizard contra Crobat! ¡El Charizard del participante Kiawe perteneció a su abuelo, el Capitán Pyros Wela! ¡Es un Pokémon increíblemente experimentado con cientos de batallas en su haber! ¡Un Pokémon para el que los años parecen no haber pasado! ¡¿Su técnica veterana será capaz de ponerle un freno a la menguada velocidad del Crobat del participante Gladio?!

Gladio vio a su Pokémon, quien volaba de manera desequilibrada y se detenía cada cierto tiempo por la electricidad. Veía como su respiración se volvía cada vez más irregular y escuchar sus tosidos era doloroso. Frunció el ceño.

—¡Quiero retirar voluntariamente a Crobat del combate! —dijo en voz alta.

Su petición tomó por sorpresa a todo el estadio, jueces y contrincantes incluidos. El propio Crobat volteó a ver a su entrenador como si se hubiese vuelto loco, ignorando todo el dolor por un momento.

—Participante Gladio, ¿está seguro? —preguntó Olivia, vacilante. Vio la expresión del tipo Veneno y se sintió fatal. Era claro que él quería luchar hasta las últimas consecuencias.

—¡Estoy…!

El grito de Crobat interrumpió a Aether, quien volteó a verlo. El murciélago estaba claramente en contra de la idea, pero su condición física lo decía todo. Su voz era tan ronca que ni siquiera sonaba como al inicio del combate; como si perteneciera a otra persona. En mitad de su diatriba, cayó hasta casi tocar el suelo pero logró recuperarse a tiempo.

Gladio, en silencio, dio un paso al frente del campo de batalla. Olivia estuvo a punto de gritarle: decirle que entrar al campo de batalla era peligroso.

—¡Está bien! —exclamó Kiawe, cruzándose de brazos y sentándose en el suelo al igual que Charizard. Su rostro mostraba solemnidad y respeto—. ¡Esperaremos! ¡El vínculo entre un entrenador y su Pokémon es más importante que cualquier batalla!

Los jueces, al considerar que ya no había peligro, decidieron no interferir.

Gladio se adentró al campo de batalla, caminando hacia su Pokémon mientras éste seguía quejándose por la decisión de su entrenador. Pese a lo mucho que Crobat seguía gritando, Aether lo abrazó. Rodeó su cuerpo con los brazos, sintiendo en su carne el calor abrasador que Sofoco había dejado. Un chispazo recorrió el cuerpo del murciélago y por ende el de Gladio, haciéndolo apretar con fuerza los ojos.

Tomar riesgos era importante, pero era más importante saber cuándo detenerse. Eso era algo que Gladio, en su juventud, nunca había comprendido. Había empujado y empujado tanto que se había lastimado a él y a otros porque no sabía dónde estaba su límite.

En su condición, Crobat no podría hacer nada contra Charizard. No podría ni siquiera moverse en contra de un Lanzallamas y eso bastaría para dejarlo tendido en el sitio. Gladio lo sabía perfectamente y, aunque le dolía con el alma admitirlo, Crobat también.

Precisamente porque le dolía tanto fue que Crobat comenzó a llorar, envolviendo a su entrenador con las alas. Gladio comenzó a acariciarle la espalda sin importarle el calor o los chispazos.

—Ya has demostrado tu valía, Crobat —le aseguró, abrazándolo con un poco más de fuerza—. Esta no será tu última batalla en la Liga. Enfrentaremos más oponentes y para eso te necesito rindiendo a todo tu potencial. ¿Podrías aceptar la decisión de tu entrenador?

Crobat, finalmente, asintió. Un tosido salió de su boca.

—Gracias, Crobat…

La Poké Ball entonces absorbió al tipo Veneno. Un ayudante de la Liga llegó corriendo al campo para recogerla y, de paso, las de Umbreon, Magmortar, Turtonator y Chandelure.

La frustración de Crobat tocó los nervios de más de uno, Kiawe incluido. Cuando Gladio regresó a su posición, Wela y Charizard se pusieron de pie. El Capitán ni siquiera intentó ocultar sus lágrimas.

—Sé que necesito todo mi poder contra ti, Kiawe, pero…

—¡No te disculpes! —lo interrumpió—. ¡Lo que hiciste fue admirable! ¡De verdad fue… algo que un verdadero hombre haría! ¡Estoy tan orgulloso de tener a un oponente como tú, Gladio!

Gladio, incapaz de ver a nadie más que a Kiawe, suspiró y sonrió levemente. Se rascó la nuca y desvió la mirada. En sus mejillas se coloreó un ligero sonrojo.

—Gracias… —murmuró.

—Hermano… —Lillie, con las manos en el pecho, también de permitió liberar varias lágrimas. Se dio cuenta de lo que estaba haciendo la Liga Pokémon por Gladio y se sintió tan feliz que podría romper a llorar a moco tendido en cualquier momento.

Mohn y Hobbes se retiraban las lágrimas de los ojos, ambos tan contentos como Lillie. Otra persona que también compartía el sentimiento era el propio Ash.

Ketchum conocía a un Gladio varios años mayor al que estaba viendo, pero a aquel Gladio jamás lo vio encarrilarse por el mismo sendero que a la persona que estaba ahí abajo combatiendo.

Es precioso, pensó Selene. Aquella sonrisa que le había dedicado, que dejaba ver su alegría y diversión, y este ligero sonrojo que no buscaba ocultar su halago y vergüenza… Eran gestos que, a ojos de Asutoro, eran increíblemente hermosos. Tan hermosos que se grabaron en su retina con fuerza incluso después de que desaparecieron.

El repentino grito de Gladio sacó al estadio del trance en el que se encontraba.

—¡Surge, Lycanroc!

El tipo Roca aulló al ver a su contrincante, quien le correspondió el gesto con un nuevo rugido. Olivia, con los ojos vidriosos, vio a ambos participantes. Contempló sus evoluciones y lo mucho que habían cambiado, pero sabía que no era hora de ser Olivia Konikoni, sino de ser la Kahuna Olivia.

—¡PELEEN! —gritó con fuerza.

—¡LANZALLAMAS!/¡ROCA AFILADA!

Ambos Pokémon volvieron a rugir. Charizard separó las fauces y dejó al fuego fluir. Lycanroc golpeó el suelo para invocar su armamento rocoso.

Charizard, por supuesto, no se quedó en tierra para recibir el ataque, sino que emprendió el vuelo para alejarse de las lanzas mientras seguía atacando. Gladio sonrió al ver esto.

—¡Roca afilada!

Lycanroc volvió a rugir y retrajo los brazos, invocando una decena de rocas increíblemente afiladas a su alrededor. Los proyectiles salieron volando en contra de Charizard cuando el licántropo extendió los brazos.

Charizard sabía que su Lanzallamas nunca detendría ese movimiento, por lo que se centró en esquivar, dándole la oportunidad perfecta a Gladio de utilizar Danza espada.

Cuando las espadas de luz desaparecieron, Charizard ya estaba cargando contra su enemigo. Dejarlo hacer lo que quisiera no era una buena idea, por lo que, como Crobat había tenido que hacerlo, la salamandra se acercó.

El tipo Volador comenzó a volar a ras del suelo, lo que permitió que Lycanroc utilizara Roca afilada de su manera favorita. Golpeó el suelo y las columnas emergieron. Charizard viró hacia su derecha, por lo que Lycanroc dio otro puñetazo en esa dirección. Una nueva serie de lanzas de roca emergió, de forma que la salamandra quedó atrapada entre ambos muros.

Lycanroc se preparó para recibir a Charizard de frente con un Roca afilada, pero Kiawe no estaba dispuesto a caer en una estrategia tan similar a la que Chris había utilizado en su combate. El tipo Fuego extendió las alas a su máxima envergadura, de manera que tocaron las estructuras rocosas. Eso habría sido una locura de no ser porque las extremidades brillaron en un tono metálico que destruyó las piedras como si nada.

Ante el nuevo ataque del enemigo, Lycanroc tuvo que reaccionar de otra forma. Dio un gran salto, pasando por encima de Charizard, y se giró para dispararle un Roca afilada. El tipo Fuego giró su cuerpo de manera que apuntó hacia el cielo y comenzó a girar con tanta o más maestría que Crobat.

Las metálicas alas de Charizard repelían con éxito las rocas, pero la salamandra y Kiawe sabían que no podían darse el lujo de no estar frente a Lycanroc. Por eso mismo Charizard volvió por donde había llegado, encarando nuevamente al tipo Roca.

Con el mismo Ala de acero, Charizard cargó contra Lycanroc. Esta vez el can no esquivó, sino que recibió de frente el ataque. Los brazos del licántropo se cruzaron frente a su rostro y un aura rojiza lo rodeó, volviéndose más intensa tras el impacto. Lycanroc estuvo a punto de darle un puñetazo increíblemente poderoso a Charizard, pero éste le dio tal coletazo que lo tiró al suelo.

El tipo Roca cayó con los brazos de frente por lo que los utilizó para impulsarse fuera del alcance del Lanzallamas con el que acababan de atacarlo. Apenas aterrizó sobre sus patas traseras utilizó un Roca afilada que disparó contra Charizard.

La salamandra volvió a volar en contra de Lycanroc, cubriendo su cuerpo con Ala de acero. Apenas se posicionó ante el can, barrió el suelo con su cola. Lycanroc evadió dicho barrido con un salto, lanzando posteriormente un puñetazo que iba dirigido al rostro de Charizard. La salamandra no se dejó intimidar, pues interceptó el puñetazo de lleno con la frente, lo que hizo que el puño de Lycanroc emitiera un sonido horrible.

Mientras el can gruñía por el dolor, otro coletazo le dio de frente y lo hizo caer de espaldas al suelo. Lanzallamas comenzó a rodear su cuerpo, cosa que no duró mucho.

Charizard despegó mientras giraba, repeliendo el rocoso ataque y luego descendiendo contra Lycanroc. Cayó en picada, por lo que el tipo Roca no dudó al invocar una solitaria lanza que salió a su encuentro. Charizard vio el ataque y decidió que podía con eso y más. Utilizando un certero Puño fuego comenzó a romper la roca, lo que por supuesto le dolió un montón.

Lycanroc recibió al enemigo con un rodillazo en el mentón, el cual conectó a la perfección. Ante esto, Charizard lo sujetó por la pierna que no tenía flexionada y tiró de ella de modo que lo hizo caer al suelo. Estando a los pies del enemigo, Lycanroc sintió una fuerte presión en el abdomen. Vio hacia arriba, encontrándose los ojos de la salamandra, quien tenía una de sus pesadas piernas sobre él. Sintió el abrasador calor de Lanzallamas por lo que intentó liberarse sin éxito. Rugió, ordenándole que se moviera, y una lanza emergió justo debajo de la mandíbula de Charizard, golpeándola.

El impacto habría sido bestial de no ser porque, a último momento, Lycanroc se había quemado. Gladio vio la llamarada que salió de su Pokémon, quien acababa de ponerse de pie, y no pensó demasiado en ella.

—¡Danza espada!

Lycanroc rugió, las espadas lo rodearon y entonces extendió un puño hacia el frente. Justo antes de que Puño de fuego tocara la pata del licántropo, ésta se rodeó de un aura turquesa que indicaba el uso de Enfado. Con violencia se enfrascaron en un duelo de puñetazos.

El primer golpe lo dio Charizard, quien con su otra garra logró bajar la pata de Lycanroc con la que lo había interceptado para posteriormente darle un certero zurdazo en la mandíbula.

Lycanroc aprovechó su tamaño y postura encorvada para conectar un gancho al estómago de su enemigo, haciéndolo saltar levemente. Ante la ofensa, Charizard dio un rápido giro acompañado por un coletazo que desequilibró al can.

Charizard tomó al enemigo por una pierna y luego lo lanzó hacia el aire, volando en su contra. Lycanroc lo vio llegar, por lo que creó una solitaria roca que lanzó en su contra. La salamandra atravesó la piedra con su puño, el cual luego abrió para sujetar a Lycanroc por el cuello y abalanzarse junto a él en contra de la tierra. Mientras caían, el licántropo dio dos golpes más en contra del rostro de Charizard, lo que no logró liberarlo de su agarre.

La espalda de Lycanroc chocó estrepitosamente contra el suelo, lo que le sacó el aire. Teniéndolo de nuevo a sus pies, Charizard utilizó otro Lanzallamas. Lycanroc rugió y una nueva lanza rocosa nació del suelo. Se detuvo a solo centímetros de la mandíbula de la salamandra antes de comenzar a desmoronarse.

Charizard cesó su ataque y luego resopló, alejándose de Lycanroc.

En el suelo, inmóvil, el tipo Roca yacía inconsciente.

—¡LYCANROC NO PUEDE CONTINUAR! —Olivia señaló al debilitado tipo Roca— ¡El participante Gladio debe enviar a su último Pokémon a combatir!

Era el último. El último para ambos. El público ya se había acostumbrado a un estándar de calidad en el final del combate, por lo que no esperaban menos de dos entrenadores de la talla de Gladio y Kiawe. Ese era el motivo por el cual comenzaron a gritar con fuerza en anticipación al desenlace de la batalla.

«Oh, cielos… El Charizard de Kiawe es súper fuerte y parece tener mucha experiencia. He visto a muchos Pokémon con cola que no la aprovechan para combatir, pero este no es para nada el caso con él».

«La usa como si fuese una tercera pierna incluso. Es impresionante».

«Eso suena fatal xddd».

«El Lycanroc de Gladio también hizo maravillas. No hablemos de que se bajó solo a Turtonator, ni de que dejó muy debilitado a Magmortar… Esos últimos golpes que le dio a Charizard debieron de haberle dolido MUCHO».

«¿Alguien más notó cómo Kiawe subió la guardia por un momento? Incluso él sabía que un Roca afilada de Lycanroc era fatal para Charizard».

«Cuál es el último Pokémon de Gladio? No lo hemos visto para nada. Será…?».

«TIENE QUE SER. NO PUEDE SER OTRO».

—Es lo último… —El murmuro de Tracey no pasó desapercibido.

—Todo se decide aquí. Dependiendo de la elección de Gladio, las cosas podrían ir de un lugar a otro —dijo Hau.

—G-Gladio-chi me acaba de reconocer como su amiga ayer… ¿Creen que Kiawah me perdone si lo apoyo también?... —le preguntó Acerola a Lana.

Saltagua le acarició la cabeza a la oficial.

—Seguro que no se queja —respondió con una sonrisa.

—¡VAMOS USTEDES DOS! ¡QUE GANE EL MEJOR! —Ash gritó para asegurarse de que lo escucharan en el campo de batalla, cosa que al parecer pasó.

Desde sus lados de las gradas, Lillie y Hoshi cerraron los ojos y unieron las manos bajo sus mentones. Era el final. Era el último empujón del hermano de cada una.

Mientras Gladio hacia regresar a Lycanroc, sus ojos se encontraron con los de Wela. Sabían lo que seguía y sabían lo que se llevaba el ganador: la oportunidad de batirse a duelo con Ash Ketchum.

Porque ninguno de los dos quería ceder ese premio, ambos se prepararon para darlo todo al final. Gladio expresó su deseo al arrojar tan alto como le fue posible una Honor Ball.

La cápsula se abrió y de ella salió un precioso Silvally que aterrizó majestuosamente. Su cresta, el blanco de sus ojos y la aleta que tenía por cola poseían un color parecido al de la sangre fresca. Su rostro trazó un pequeño círculo y, cuando lo completó, rugió con fuerza. Oh, la forma en la que eso encendió al público…

Ver al Silvally de Gladio era lo equivalente a ver al Pikachu de Ash entrar al campo de batalla. Era el Pokémon por el que Aether había recibido su nombre del Campeón Plateado: su insignia. Y ya era hora de que la plata resplandeciera ante el calor del fuego.

—¡Puede que no lo sepan, queridos espectadores, pero el Silvally del participante Gladio tiene una habilidad única! ¡Su habilidad, Sistema alfa, le permite cambiar su tipo elemental haciendo uso de unos discos! ¡Para que el combate fuera más equilibrado, se le pidió al participante Gladio de antemano que eligiera el tipo elemental con el que su Silvally lucharía! ¡El participante Gladio decidió combatir el fuego del participante Kiawe con su propio fuego!

Los ojos de Kiawe y los de Gladio se encontraron. Las miradas de Charizard y Silvally se batieron en un silencioso duelo de coraje. Las respiraciones se contuvieron para finalmente reanudar con una explosión.

—¡LANZALLAMAS!/¡MULTIATAQUE!

Las fauces de la salamandra se abrieron y el fuego fluyó libremente. Eso hasta que se topó de frente con Silvally.

La quimera se puso de pie sobre sus patas traseras y con las delanteras, que se rodearon de un aura rojiza en extremo brillante, interceptó el fuego. La altura de Silvally a la cruz era completamente distinta a la que exhibía cuando se posaba sobre sus dos patas traseras. Era más alto incluso que un Bewear, lo que ya era decir demasiado.

Con su puro poder bruto, Silvally repelió exitosamente el Lanzallamas de Charizard. No se movió ni siquiera un centímetro.

—¡Entonces de frente será! —exclamó Kiawe, apretando un puño y señalando con él al enemigo—. ¡Golpe aéreo!

—¡Tajo aéreo, Silvally!

Charizard dio un paso, un segundo y un tercero y finalmente emprendió el vuelo. Su cuerpo fue rodeado por un aura celeste que lo impulsó a una velocidad todavía mayor. La quimera no se quedó simplemente viéndolo.

Mientras el tipo Volador cargaba contra él, Silvally comenzó a disparar un Tajo aéreo desde la cresta. Agitaba su cabeza, lanzando las navajas de aire como si fuesen cuchillos arrojadizos.

Charizard se creía lo suficientemente veloz como para evadir el movimiento, pero se llevó una gran sorpresa cuando las cuchillas dejaron de salir de una en una.

De la cresta de Silvally comenzaron a salir decenas de pequeñas navajas, del tamaño de cortaúñas, que abarcaban un área parecida a un cono frente a él. Las mini cuchillas eran débiles, pero incluso el papel era capaz de herir gravemente si se sabía usar bien. Tajo aéreo golpeaba el aura celeste que rodeaba a Charizard, destruyéndose la mayoría al contacto, pero unas cuantas sin duda eran capaces de golpear. La salamandra frunció el ceño, adolorida, hasta que finalmente llegó ante su oponente.

—¡Puño fuego!

—¡Cabeza de hierro!

Gladio apostó a que su Pokémon lograría amedrentar al enemigo, por ello eligió un movimiento tan significativamente débil, y parecía que podría lograrlo.

Silvally evadió el puñetazo de Charizard gracias a un exitoso amago y luego se abalanzó con la cabeza de frente en contra del abdomen del rival. Antes de llegar a golpearlo, Charizard batió las alas y se elevó en el aire, dándole un rodillazo en la mandíbula que lo desconcertó.

La salamandra aterrizó y lanzó un poderoso puñetazo que iba directo a su rostro. Silvally recibió el golpe con la frente, lo que hizo que el puño de Charizard emitiera un sonido horrible. La salamandra retrocedió, adolorida, y recibió un Cabeza de hierro que no lo amedrentó.

—¡Te la devuelvo, Kiawe! —exclamó Gladio con una sonrisa.

—Tú… —murmuró Wela, correspondiendo el gesto desafiante de su oponente—. ¡Ala de acero!

Charizard aprovechó la distancia que había ganado tras el impacto de Cabeza de hierro para tomar impulso. Se disparó en contra de la quimera, quien volvió a pararse en sus patas traseras y, con su Multiataque, detuvo las alas del tipo Volador. Charizard, en una maniobra sumamente ágil, retrajo las alas y pisó el suelo, conectando un poderoso Puño fuego en el abdomen de Silvally.

Mientras retrocedía, la quimera no se dejó llevar por el dolor y atacó. Su Tajo aéreo triple golpeó el rostro y las alas de Charizard, sacándole un quejido de dolor. Se plantó firmemente, cesando su involuntario movimiento, y cargó hacia el frente con un Cabeza de hierro que colisionó directamente contra el Puño fuego de Charizard. El choque los hizo retroceder a ambos: Silvally por el golpe y Charizard por el amedrentamiento.

—¡Golpe aéreo!

—¡Salta!

La salamandra volvió a cargar en contra de Silvally, quien lo pasó por encima con un gran salto. Charizard se dio la vuelta a una velocidad increíble, posicionándose a espaldas del artificial tipo Fuego. Cuando estaba por atacarle, las patas traseras de Silvally brillaron por el uso de Multiataque.

La coz fue brutal. Charizard sintió un intenso ardor en la boca del estómago pero se sobrepuso. Con sus garras logró sujetar las patas de Silvally, que todavía estaban unidas a su abdomen, y tomó altura.

Silvally utilizó Tajo aéreo mientras era elevado al aire. Las cuchillas de viento salían en absolutamente todas las direcciones posibles, de manera que golpeaban incesantemente al tipo Volador. Charizard simplemente apretó las mandíbulas, aguantó el dolor y siguió adelante. Cargar a un Pokémon del tamaño de Silvally no era tarea fácil.

Ante la atenta y sorprendida mirada de todos los presentes en el estadio, Charizard alcanzó la altura máxima de vuelo y ahí soltó a Silvally. El Pokémon de Gladio comenzó a caer sin dejar de utilizar su Tajo aéreo. Sabía que en el aire estaba completamente indefenso, por lo que tendría que utilizar toda la fuerza que contenía en su interior para repeler a Charizard hasta que pudiera volver a tocar el suelo.

El cielo era el patio de juegos de la salamandra y aprovechó eso al máximo. Se lanzó con un Golpe aéreo luego de posicionarse justo debajo del vientre de Silvally, conectando un poderoso golpe pero llevándose un arañazo horrible en la espalda. Siguió con un fuerte Puño fuego que Silvally logró desviar con el Multiataque de una de sus patas. Tomó distancia y atacó con un Lanzallamas que la quimera no pudo atravesar con Tajo aéreo por mucho que lo intentó.

—¡Ala de acero mientras giras! —ordenó Kiawe.

Charizard obedeció. Plegó sus alas alrededor suyo como un murciélago al dormir y comenzó a girar a toda velocidad. Para aquellos que solo habían oído hablar de Hélice trepanadora, eso era lo más cerca que habían estado de verla en sus vidas. Otros relacionaron el movimiento con el Dardo rayo del Poipole de Ash. El taladro plateado golpeó el rostro de Silvally, haciéndolo retorcerse del dolor.

Gladio vio la lucha de su Pokémon y cruzó los brazos frente a su rostro, extendiéndolos hacia los costados en una explosión de energía que no era típica de él.

—¡MULTIATAQUE!

En el cielo, los ojos de Silvally adquirieron una concentración y voluntad sin parangón. Hizo el cuello hacia atrás, de modo que todo el peso de su cuerpo fue dirigido en esa dirección, lo que le permitió dar una voltereta y liberarse del improvisado Hélice trepanadora.

Charizard cambió su dirección para volver a atrapar a Silvally, pero no contaba con una cosa: la versatilidad de su oponente.

De la cresta de la quimera emergió una cuchilla de aire enorme, tan grande como el propio Charizard. Silvally, sin embargo, no la utilizó para atacarlo: la usó para cambiar su propia trayectoria. Gracias a la corriente generada por el gigantesco Tajo aéreo, Silvally pudo encarar al enemigo, chocando su Multiataque contra el Ala de acero hostil.

El choque de fuerzas lo ganó Silvally, quien logró romper la improvisada defensa que el falso Hélice trepanadora le proporcionaba, así como su ataque. Las garras de Silvally sujetaban con firmeza las alas de Charizard, quien fue completamente incapaz de volver a volar.

La salamandra vio a su oponente a los ojos y en ellos solo vio fuego. Un fuego tan ardiente y explosivo como el que era expulsado por el Volcán de Akala. Al final tuvo que cerrar sus propios ojos, pues el golpe de su espalda contra el suelo fue tan poderoso que incluso le sacó el aire.

Silvally, por supuesto, no salió limpio de la caída. Rodó violentamente por el suelo, recibiendo magulladuras por todo el cuerpo. Tuvo que encajar las garras en el suelo, las cuales emitieron un sonido estridente, para dejar de rodar.

El Código Cero se levantó, sintiendo un ligero dolor en la pata delantera derecha. Su ceño se frunció y sus pulmones trataron de acompasar su respiración. Con la mirada, rápidamente, buscó a Charizard.

De la polvareda que se había levantado por el impacto comenzó a salir Charizard. Sus alas estaban ligeramente torcidas y caídas, de forma que era obvio que no podría volver a volar sin atención médica. El tipo Fuego caminaba arrastrando la cola, expulsando del hocico pequeñas ascuas con cada exhalación que emitía. Decir que estaba lastimado era una obviedad, pero la mirada en sus ojos era imperturbable. Mientras que su cuerpo gritaba cansancio por todos sus poros, sus ojos no pedían nada más que una cosa: pelear.

Las llamas de la pasión de Charizard se manifestaron. El color anaranjado de su cuerpo comenzó a mutar a un granate brillante y el verde de sus irises brilló como la esmeralda más preciosa. Las ascuas que salían de su boca con cada jadeo se convirtieron en llamas que comenzaron a desparramarse por las comisuras de sus labios, goteando como si fueran magma ardiente. Los rasguños y cortes que tenía en el cuerpo comenzaron a arder, cauterizándose por la temperatura tan extrema que estaba alcanzando. A su alrededor comenzaron a crearse espejismos producto del calor, los cuales hicieron que su cuerpo comenzara a verse distorsionado. Al final, rugió.

El rugido fue tan potente que ondas sonoras se crearon a partir de éste. Todos tuvieron que cubrirse los oídos por la potencia del grito; fue tan retumbante que incluso los ventanales de plexiglass que cubrían la cabina de locución y la cabina de Kukui temblaron con violencia.

Silvally también rugió. Su grito, a comparación del de Charizard, había sido como el de un gato ante el de un león, pero la intención era clara: no tenía miedo.

—¡EL MAR LLAMAS DE CHARIZARD SE ACTIVA Y DE QUÉ FORMA! —exclamó Jeekyo una vez que se le pasó la sensación de que sus ventanas se caerían—. ¡UN GRITO QUE SIMBOLIZA SU ÚLTIMA VOLUNTAD!

Kiawe se cubrió el rostro, viendo con una gran sonrisa la espalda de su Pokémon. Sintió una llamarada en el pecho. Un mar de fuego que ardía con intensidad, arrastrando las llamas de su pasión a cada rincón de su ser. Era una sensación de descontrol abrumadora y embriagante. Recordó la primera vez que había oído aquel llamado a la batalla.


El Capitán Pyros Wela había sido un hombre de armas tomar. No era el más inteligente ni el más carismático, pero sin duda era fuerte. Era tan fuerte que nadie nunca se planteó meterse con él. Decían que era tan poderoso que cuando se enojaba, el propio Volcán de Akala entraba en erupción.

Tal vez algunas historias eran exageraciones, pero había otras que no lo eran. Una de ellas era la que afirmaba que Pyros Wela era la persona más poderosa de Alola de su generación, solo por detrás de Sofu'u Honua. Ni siquiera el gran Hala Mahalo, considerado un símbolo de poder y sabiduría, había logrado conseguir una mayoría de victorias en su contra.

Pero como todo, ser tan fuerte tenía sus consecuencias.

Como Capitán y protector, Pyros Wela era excelente. Como administrador… No tanto. El Rancho Ohana y el Wela Volcano Park habían estado a punto de irse a la bancarrota por los descuidos y la negligencia del Capitán Wela. De no ser porque su esposa, Lani Wela, y su hijo, Kalele Wela, tomaron las riendas de la administración, Akala pudo haberse enfrentado a una muy mala crisis económica.

Precisamente porque Pyros era un mal administrador fue que su hijo nunca tuvo tiempo de fortalecerse en preparación a su futuro cargo. Kalele, el padre de Kiawe, había tenido que aprender matemáticas, cálculo y administración desde muy joven para poder hacerse cargo de las labores que su padre dejaba desatendidas. El entrenamiento se fue postergando y postergando. Se postergó tanto que trece años pasaron sin que ninguno se diera cuenta: tiempo suficiente para que Kalele se casara y tuviera un hijo. Cuando Kiawe Wela nació, tanto Pyros como Kalele supieron que éste último jamás heredaría el puesto de Capitán.

Pyros era un Capitán y protector excelente, pero era un administrador en extremo mediocre. Kalele era un administrador sobresaliente y bien dotado mentalmente, pero como protector era inservible. Kiawe nació destinado a ser lo mejor de ambos mundos. Entrenaba con su abuelo y aprendía de su padre.

De Kalele, Kiawe siempre escuchó sobre el respeto al prójimo, la importancia de un pueblo feliz y bien atendido y la necesidad de una mente justa y caritativa para proteger los intereses de todos los que dependían de él.

De Pyros, Kiawe no oía nada más que no fuese la importancia del trabajo duro, del bienestar de aquellos a los que se ama y la necesidad de un dirigente con la fuerza necesaria para detener terremotos y apaciguar erupciones en caso de necesitarlo.

El destino quiso que Kiawe saliera más parecido a su abuelo que a su padre, por lo que era más afín a las ideas de Pyros, más no opuestas a las de Kalele. Sin embargo, el pequeño Kiawe Wela disfrutaba una cosa más que cualquier otra en el mundo: ver combatir a su abuelo. En especial a su Charizard.

El Charizard de Pyros era un vejestorio. Había nacido cuando su entrenador tenía tan solo once años y se había mantenido a su lado por años y años, luchando siempre codo a codo. Otras familias tenían de protector a un Growlithe o a un Pikachu de mascota, pero la familia Wela tenía a esa poderosa salamandra como su protectora número uno. A su lado no había nadie que pudiera, físicamente, sentirse inseguro, pues por muy viejo que fuera, una cosa era innegable: era fuerte como el que más.

Por eso mismo Kiawe apreciaba los momentos en los que Charizard rugía como estaba rugiendo en ese momento. Porque eran tan pocas las personas que lo llevaban al borde del colapso que se convertía en un escenario extra raro de ver, y porque sabía que, cuando Mar llamas se activaba, nadie podía detener a Charizard.

Escuchó el rugido con ojos brillantes y un fuerte sonrojo en el rostro. Tenía que taparse el rostro con los brazos pues el aire estaba tan caliente que sentía que se chamuscaba si no lo hacía. Por entre el hueco de sus brazos podía ver a su abuelo, quien estaba parado detrás de Charizard con una firmeza admirable.

La espalda de Pyros Wela, tan ancha y grande, se mantenía completamente erguida e inmutable. Aunque Kiawe sentía que en cualquier momento saldría volando por el rugido de Charizard, Pyros se mantenía impasible. El único rastro de expresividad que se veía en su sereno rostro eran esos ojos que gritaban a todos los que quisieran oírlos. Gritaban: «Pelea contra mí».

Esa mirada era una que, por mucho tiempo que pasara, Kiawe nunca olvidaría. Y precisamente porque nunca la había olvidado, quería conmemorarla.


Kiawe bajó los brazos y su espalda se irguió. Sacó el pecho y se plantó firme, con los ojos bien abiertos. El aire caliente meció su cabello de forma que las hebras negras parecían el espeso humo creado por el fuego y las rojas lucían como llamas al viento. Su rostro era sereno y en su boca se pintaba una pequeña sonrisa. Lo verdaderamente digno de admiración de su rostro era su mirada, la cual gritaba a todo el que quisiera escucharla: «Pelea contra mí».

Kalele, en las gradas, se quitó los lentes y se puso los dedos índice y pulgar de la mano derecha sobre los lagrimales. Su boca se frunció levemente. Sintió el toque de su esposa sobre su hombro y levantó la cabeza para mirarla. Su amada mujer le daba una sonrisa tierna y lo veía comprensiblemente, también con lágrimas en sus preciosos ojos obsidiana.

Kalele había tenido muchos desacuerdos con su padre. Habían peleado tantas veces que parecía que era lo único que habían hecho con el pasar de los años. Habían discutido sobre lo que era mejor para Akala; lo que era mejor para los Wela y lo que era mejor para Kiawe. Kalele era sangre de su padre, pero eran como el día y la noche; tan opuestos y dados al desastre como el agua y el aceite. Pero Kalele amaba a su padre y sintió que pudo verlo una vez más en los ojos de su propio hijo.

Escuchó a Hoshi gritar y pronto él también lo hizo.

—¡GANA, KIAWEEEEE!

—¡VAMOOOOOOOS! —gritó el Capitán a todo pulmón—. ¡LANZALLAMAS!

El fuego dejó de escurrirse y pasó a tomar una forma concreta. Se disparó con una intensidad cegadora, emitiendo un sonido tan alto que parecía capaz de provocar una avalancha.

—¡MULTIATAQUE!

Silvally volvió a interceptar las llamas con sus patas delanteras, pero esta vez no logró contenerlo. El fuego lo hizo retroceder centímetro a centímetro, luego paso a paso hasta finalmente hacerlo caer al suelo. El torrente flamígero engulló a Silvally en su interior.

Lanzallamas terminó, pero dejó en el lugar de la colisión un torbellino de fuego que se mantuvo girando por varios segundos más. De él emergió Silvally, quien corrió directamente contra Charizard.

Kiawe estuvo a punto de ordenar el uso de Lanzallamas, pero vio los ojos de Gladio. Esos mismos ojos que él tenía. Esos ojos que solicitaban un combate frente a frente; no trucos, no defensa: solo ataque.

Wela siempre había pensado en Gladio como un entrenador formidable, pero lo veía más como el tipo de persona que atacaba ferozmente gracias a un plan bien elaborado. Al verlo exceder todas sus expectativas, Kiawe tuvo que aceptar su petición. Si tan solo supiera que había sido él quien había provocado ese cambio en Gladio…

—¡PUÑO FUEGO!

—¡MULTIATAQUE!

Ambos Pokémon corrieron al encuentro del otro, los dos torpemente, pero se encontraron de frente. Silvally levantó una garra que dejó caer, siendo interceptada por el puñetazo de Charizard. La quimera entonces dejó caer su otra garra, la cual nuevamente fue interceptada por el otro puño de la salamandra. Forcejearon por un momento hasta que finalmente, con un poderoso y brusco movimiento de cintura, Charizard tumbó a Silvally al suelo.

El Pokémon de Gladio atacó con Tajo aéreo desde el suelo para conseguir el tiempo suficiente para ponerse de pie. Una vez lo hizo, evadió el rápido y brutal Puño fuego de la salamandra, lanzándose en su contra con un Cabeza de hierro que fue bloqueado por un impredecible coletazo.

Mientras era arrastrado por la cola del oponente, Silvally frunció el ceño. Lanzó un Multiataque directamente contra el apéndice de Charizard, quien gruñó ante el contacto.

Charizard ejerció más fuerza en su cola, apartando a Silvally de ella y luego dando un giro completo. Al hacerlo volvió a abalanzarse en contra del oponente con Puño fuego, el cual fue desviado por el Tajo aéreo de la quimera. Con su defensa abierta, Charizard quedó vendido para el poderoso Multiataque que castigó su rostro.

El Puño fuego de Charizard entonces golpeó el abdomen de Silvally, quien retrocedió por la falta de aire, para después recibir un poderoso golpe en la mandíbula que casi lo tiró al suelo de no ser por su pura fuerza de voluntad. El Código Cero se recuperó y se abalanzó con un Cabeza de hierro que le dio a Charizard de lleno en el estómago. Vio la apertura ideal cuando el amedrentamiento hizo efecto, por lo que atacó con otro Multiataque.

Silvally, quien todavía estaba parado sobre sus patas traseras, fue sujetado violentamente por el cuello y derribado. Charizard acercó su rostro a él y rugió, liberando una cantidad infernal de fuego. La quimera arañó con sus garras el pecho de la salamandra, pero eso no le bastó para liberare.

De entre el fuego salió una cuchilla de aire tan grande como la que le había permitido a Silvally cambiar su trayectoria en el aire. El Tajo aéreo golpeó a Charizard directamente en el hocico, lo que lo hizo retroceder adolorido y, por ende, liberar a Silvally. El Pokémon Multigenético se puso de pie y retrocedió de un veloz salto.

Ambos Pokémon se miraron el uno al otro, jadeando con irregularidad y pesadez. Estaban en las últimas. Ninguno de los dos sería capaz de continuar por mucho tiempo si las cosas seguían así.

Tanto Kiawe como Gladio sabían lo que este último encuentro significaba. El deseo de Aether relució como la plata en sus ojos y Kiawe expresó su voluntad con un retumbar abrumador parecido al de la erupción de un volcán.

—¡UN ÚLTIMO EMPUJÓN! —gritó Wela a todo pulmón, mostrando su Pulsera Z. Retiró el Pirostal que en ella se encontraba y colocó otro.

Gladio, en silencio, también mostró su Súperpulsera Z. De su bolsillo sacó un Cristal Z que nadie le había visto antes; el mismo que Kiawe había seleccionado: el Aerostal Z.

La gema turquesa brilló en las muñecas de ambos entrenadores. En ella se canalizó una reluciente energía amarilla: el Poder Z. Esa maravillosa y placentera sensación se materializó en una luz que envolvió a ambos entrenadores, quienes terminaban de ejecutar los pasos para su ataque final. Cuando los dos entrenadores elevaron su puño al cielo, el Poder Z pasó hacia sus Pokémon.

Tanto Silvally como Charizard brillaron intensamente. Sus cuerpos pronto se envolvieron en una energía celeste tan violenta que parecía el aire que chocaba contra un jet, esparciéndose por los costados de ambos Pokémon.

Dos bocas se abrieron al mismo tiempo por pura inercia.

—¡PICADO SUPERSÓNICO!

Y otras dos más se abrieron a conciencia.

—¡VAMOS, HERMANITOOOOOOOOO!

Ni Charizard ni Silvally podían volar, pero sin duda podían correr, y cómo corrieron… Ni siquiera un tren bala pudo haber igualado la velocidad de esos dos. Primero aceleraron y, solo cuando chocaron, se escuchó el sonido producto de dicho acelerón. Un sonido tan estruendoso acompañado de una onda de viento tan potente que mandó a volar cualquier gorra que no estuviese bien sujeta, alborotó todo cabello largo que no estuviese fijado y levantó cada falda que había sido descuidada por su dueña. Gritos se escucharon en el lugar; gritos de personas que creyeron que saldrían volando del estadio, pero ninguno de ellos dos.

Gladio y Kiawe estaban parados con firmeza, viendo fijamente el brutal choque entre ambos Pokémon, quienes forcejeaban entre sí. Dos objetos imparables que se encontraban frente a frente.

—¡TÚ PUEDES, CHARIZARD! —gritó Kiawe, animando a su Pokémon.

La mente de la salamandra tuvo un viaje al pasado. Su cerebro se llenó de recuerdos hermosos y gratificantes. Recordaba el nacimiento del mismo hombre al que ahora llamaba con orgullo su entrenador. Recordó su primer llanto, su primera sonrisa, su primera palabra y su primer paso. Recordó la fuerza con la que aquel pequeño lo abrazaba y el anhelo con el que lo veía combatir. A su mente también llegaron recuerdos amargos. Recordó la muerte de su querido primer entrenador y cuánto lo había devastado perder a su más grande amor. Y aunque el dolor había sido arrollador; como ser aplastado por una aplanadora, recordó a la persona que no le permitió hundirse en él. Recordó a Kiawe Wela y recordó sus sueños. Su entrenador quería enfrentarse a Ash Ketchum; quería ser el más fuerte.

En el interior de la gigantesca aura azulada, Charizard comenzó a ganar terreno. Dio un paso al frente y luego otro, haciendo retroceder esa misma cantidad de distancia a Silvally. La quimera apretó la mandíbula con fuerza y apretó los párpados, sintiendo que estaba por ser arrastrado. Entonces lo escuchó gritar a él.

—¡VAMOS, SILVALLY!

Silvally lo recordaba todo. Su existencia era una artificial; una que no habría tenido oportunidad de ser sin la intervención de los retorcidos humanos que le habían dado la vida. Recordaba el odio, la ira y el dolor que sentía a cada momento de su existencia. Recordó, por supuesto, lo primero que vio después de aquel sueño criogénico: esos ojos llenos de miedo y desesperanza. Recordó como la mirada de aquel joven que lo había librado de sus creadores se iba retorciendo más y más. Esa mirada juvenil y soñadora se iba transformando en una llena de depravación y muerte. Recordó la frustración con la que fue abrazado aquel día que su entrenador juró venganza contra quienes lo habían dañado. Recordó todos los gritos de dolor y arrepentimiento. Una existencia tan oscura como la de su entrenador y la suya parecían carentes de significado… pero lo había. Había una razón para sus existencias; un porqué que descubrieron juntos aquel día que su máscara se había roto. Recordó entonces como el dolor se había ido; como los ojos de su entrenador se habían comenzado a ablandar y su corazón a abrirse a aquellos que lo amaban. Recordó la esperanza y el amor. Recordó como aquellos ojos muertos le habían dado otra oportunidad a la vida. Sabía que su entrenador proclamaba que su vida ya no le pertenecía; sabía que quería servir al mundo para redimir sus pecados, pero también sabía que eso no era del todo cierto. Su entrenador todavía soñaba. Su entrenador tenía un anhelo: quería vencer a Ash Ketchum; quería ser el más fuerte.

Silvally clavó con fuerza sus patas en la tierra e hizo uso de todo su poder para avanzar. Dio un paso y luego el otro, haciendo retroceder a su enemigo la misma distancia que él había avanzado. Abrió los ojos y rugió, dando un tercer paso y luego un cuarto. Vio el semblante cada vez más debilitado de Charizard y entonces dio un quinto paso.

La salamandra cerró los ojos. Era viejo. Sabía que era demasiado viejo para ser él quien cumpliera el sueño de su entrenador. Podía guiarlo; ayudarle a trazar el camino a seguir, pero su tiempo ya había pasado. Eran ellos, los más jóvenes, los que caminarían en la senda con Kiawe. Para él, la cima ya no era una posibilidad. Era una lástima. Su vida de luchador, en la que tantas veces había ganado, no había podido terminar con una última victoria.

Les dejo el resto, pensó mientras se dejaba arrastrar.

En el campo de batalla todos vieron como Charizard salía impulsado hacia atrás, como una flecha disparada en contra de una diana. La espalda del tipo Fuego chocó contra la barrera que acababa de levantarse. Su cuerpo se arrastró lentamente por la superficie hasta finalmente quedar sentado, con la cabeza gacha.

—¡CHARIZARD NO PUEDE CONTINUAR! ¡El participante Kiawe ya no posee más Pokémon, por lo que la victoria es del participante Gladio! —exclamó Olivia, señalando al vencedor.

El estadio entero estuvo a punto de empezar a aplaudir y celebrar la victoria del Campeón Plateado, pero se detuvieron. Nadie pudo hablar.

Las miradas estaban centradas en Charizard y en el extraño fenómeno por el que estaba pasando su cuerpo. Arrugas comenzaron a formarse en todo su cuerpo; sus alas se vieron debilitadas y se encogieron considerablemente. El color granate desapareció, pero no volvió a su color anaranjado brillante habitual, sino que adquirió un tono naranja grisáceo. Las garras de sus uñas y pies comenzaron a resquebrajarse levemente. Era como si, de golpe, Charizard hubiese envejecido todos los años que parecía haberse tragado.

A Kiawe le tomó un momento, pero apenas espabiló, corrió directamente hacia su Charizard, con el corazón latiendo a mil por hora y un pánico que casi lo hizo ponerse a vomitar. Se arrodilló ante su Pokémon, poniéndole las manos en el abdomen. Seguía caliente, pero eso perfectamente podría ser efecto de Mar llamas.

—¡Charizard! ¡Charizard! ¡RESPONDE, CHARIZARD! —pidió con desesperación mientras lo agitaba.

Gladio y Silvally llegaron corriendo hacia donde estaban ellos, viendo con gran preocupación a la salamandra. Olivia, Hapu y Red también llegaron corriendo al lugar.

Los gritos de Kiawe continuaron por unos segundos más hasta que finalmente Charizard abrió los ojos. Su mirada mostraba una paz y tranquilidad que inmediatamente relajó a todos aquellos que temían lo peor. Su hocico se abrió y unos débiles rugidos salieron del mismo. Extendió una de sus garras hacia Kiawe, quien rápidamente la tomó. A Kiawe le bastó un segundo vistazo a sus ojos para entenderlo todo.

Es el fin de mi viaje, Kiawe. Esta fue mi última batalla.

Wela recibió el mensaje, pero aceptarlo… Aceptarlo no fue tan sencillo. Pegó su frente a la garra de su tipo Fuego y comenzó a sollozar. Charizard lo vio un segundo más y finalmente volvió a cerrar los ojos, sonriendo. Su respiración se volvió rítmica y tranquila. Su vida continuaría, pero su espíritu de combate había desaparecido.

Gladio vio a su oponente y contempló su llanto. No le importaba que el mundo entero lo estuviera viendo; Kiawe no necesitaba esconder sus emociones de nadie, pues no había motivo para avergonzarse de ellas. Aether pensó que había mucho que aprender de ese hombre, y decidió que empezaría a hacerlo desde ese mismo momento.

Se arrodilló a su lado y pasó un brazo por sobre su hombro. No sintió ninguna hostilidad por parte de Wela; nada que le hiciera pensar que lo culpaba a él por lo que le había pasado a Charizard. Por eso mismo continuó a su lado.

La sorpresa era la reacción generalizada para esta situación tan impresionante. Pero había quienes tenían otra reacción: los Capitanes y Kahunas.

Entre los jueces, Olivia y Hapu comenzaron a derramar silenciosas lágrimas al ver como el espíritu de pelea de Charizard se había apagado para siempre.

Puede que algún día seas mi Kahuna, pero de momento eres una chiquilla. ¡Escucha con atención y prepárate, Olivia! ¡Este entrenamiento te hará entender lo que necesitas saber para convertirte en una verdadera guerrera!

Tu viejo abuelo es un cascarrabias incurable, pero es fuerte como ningún otro. Tienes mucha suerte de poder aprender directamente de él. ¡Pero cuídate de los coscorrones, Hapu! Ese anciano siempre aprovechó su altura para darme uno cada vez que tenía la cabeza en las nubes. ¡Y pensar que ahora es tan pequeño!

Nanu, desde la tarima de los árbitros, cerró los ojos. Charizard era el último recuerdo de una época que jamás regresaría. Malíe era inexpresivo, pero no de corazón muerto.

Eres fuerte, Nanu, y tu madre lo es todavía más. En un futuro, cuando Sofu'u y Hala ya no estén, tú serás el viejo sabio. Los demás Kahunas y Capitanes acudirán a ti en búsqueda de consejo y protección. Asegúrate de ser lo suficientemente fuerte como para brindárselas.

En las gradas, los afectados eran otros. Chris y Lana, sujetados de las manos, no pudieron contener sus propios sollozos. Aina los rodeó a ambos con los brazos, llorando por pura empatía.

El tiempo vuela… Esos chiquillos de Wai y Christopher ya crecieron y tuvieron hijos. ¿Qué cosas digo? Si incluso mi muchacho ya es padre… Este mundo de verdad no se detiene, ni siquiera para los viejos como yo… ¿Y ustedes qué, chiquillos? ¿Son novios o por qué se toman tanto de las manos? ¡Es una broma, no tienen por qué hacer esa cara!

Liam, el siempre sereno, bajó la mirada y comenzó a negar con la cabeza, de manera que sus lágrimas cayeron silenciosamente sobre su regazo. Ah, el dolor. Cómo dolía reabrir viejas heridas.

Siempre supe que el hijo de Anthony terminaría siendo un cerebrito como él. Lo bueno es que no eres tan parecido a tu padre, tú eres cabeza y músculo. En ese sentido te tengo envidia. Este viejo que ves ante ti siempre ha sido tonto como una piedra, ¡pero también resistente como una!

Mina tenía su mismo rostro de siempre, solo que por sus mejillas se escurría una pequeña lágrima que rápidamente se limpió. Su cabeza apuntó hacia el cielo y sus brazos se cruzaron.

¡De todos estos nuevos Capitanes, a ti es a quien le veo más potencial, Mina! Aunque claro, todos los otros son unos chiquillos. ¡Pero no te confundas! ¡Me gustan tus agallas, es por eso que les pedí con tanto esmero a tus padres que me permitieran entrenarte! ¡Tengo unas expectativas en ti, niña! ¿Arte? ¡Eso está bien! ¡Puedes pintar y combatir al mismo tiempo! El arte es bueno para el alma y el cuerpo. ¿Por qué crees que me encanta bailar?

Las cejas de Hau temblaron y las comisuras de sus labios también. Se mordió el labio inferior, incapaz de contener el llanto. Acerola rápidamente lo abrazó. Ella, como Mallow, no había conocido a Pyros Wela ni tenía recuerdos de la niñez de su Charizard, pero podía sentir lo que significaba para aquellos que sí los tenían. Ver a aquel jovial tipo Fuego envejecer de golpe era lo equivalente a ver a aquel abuelito bonachón comenzar a volverse cada vez más senil.

Tu abuelo Hala, aquí como lo ves, dándoselas de importante y sabio, siempre se frustra hasta el borde de las lágrimas cada vez que lo derroto, ¿no es así, Hala? ¡Vamos, no te hagas el digno frente a tu nieto! Es un momento importante para que le enseñes la importancia de la fuerza. Si lo dejas dormirse en los laureles, Kiawe lo hará picadillo. Escucha, Hau, en tu generación está el desempate. Yo soy más fuerte que tu abuelo, y tu papá es más fuerte que mi sabelotodo hijo. ¿Quién será más fuerte? ¿Tú o Kiawe? Ardo en deseos de ver el desempate de la eterna rivalidad Mahalo-Wela.

Hablando de los Wela… Nadie se sorprendió cuando vieron entrar al campo de batalla a cinco individuos. Eran, ni más ni menos, los padres, hermana y primos de Kiawe. Los cinco compartían el mismo sentimiento que el Capitán y se inclinaron para presentarle sus respetos al luchador que alguna vez había sido.

Ver a la familia Wela llorar hizo al estadio pensar lo peor. Justo cuando el pánico empezaba a esparcirse, la voz de Jeekyo sonó en los altavoces.

—Q-querido público, por favor mantengan la calma. El Charizard del participante Kiawe se encuentra inconsciente y necesita descanso, pero su vida está fuera de peligro —comenzó a explicar, también limpiándose unas cuantas lágrimas—. Desafortunadamente… Desafortunadamente la edad por fin alcanzó a Charizard, por lo que no podrá volver a combatir en el futuro.

Justo cuando los murmullos comenzaron a esparcirse por el estadio, Jeekyo volvió a hablar.

—¡ASÍ QUE APLAUDAN, QUERIDO PÚBLICO! ¡APLAUDAN POR LA VICTORIA DE GLADIO AETHER Y APLAUDAN POR EL RETIRO DE UN PODEROSO GUERRERO! ¡APLAUDAN EN HONOR A NUESTROS DOS COMBATIENTES, QUIENES DEJARON EL ALMA EN EL CAMPO DE BATALLA!

Y eso pareció lo más correcto de hacer. Todos se pusieron de pie y con fuerza comenzaron a aplaudir y a ovacionar. No se necesitaban palabras, solo acciones. Y la acción más apropiada era… aplaudir.


—Charizard se recuperará, pero la enfermera Joy lo confirmó… No sería prudente que volviera a combatir en el futuro.

En el Centro Pokémon, todos estaban reunidos alrededor de Kiawe. El Capitán tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto al igual que muchos otros. Todos estaban ligeramente cabizbajos, incapaces de saber bien qué decir.

—Kiawe, yo… —Gladio dio un paso al frente, pero Wela lo interrumpió.

—No fue tu culpa, Gladio —aseguró de inmediato, sonriéndole—. Esto era cuestión de tiempo. Charizard tiene casi setenta años y combatió en todos ellos. Es natural que llegara un punto en el que ya no podría hacerlo. —Extendió su mano hacia él—. Si acaso, me alegra que haya sido aquí. Me alegra que su último combate haya sido contra un oponente como tú.

Aether, como todos en el lugar, sonrió.

—Gracias, Kiawe. No… No me siento merecedor de esas palabras…

—¡Tonterías! —Le dio un fuerte tirón, envolviéndolo en un abrazo y golpeando su espalda con suavidad—. Puede que aquí haya terminado el camino de Charizard, pero presenció el inicio de uno nuevo. De ahora en adelante, Gladio, eres mi rival, así que espero que te prepares para nuestra futura revancha.

Kiawe se separó de él y soltó su mano, dedicándole una sonrisa. Gladio estuvo a punto de desviar la mirada, pero se detuvo. Tomó aire y luego suspiró, devolviéndole el gesto a Kiawe. Una sonrisa honesta por una sonrisa honesta.

—¡Entonces festejemos hoy el retiro de Charizard y la victoria de Gladio! —exclamó Ash, levantando con fuerza una mano.

—¡Sí, hagámoslo! —gritó Kiawe con la misma intensidad—. ¡Charizard no querría que desviáramos la atención de quien verdaderamente la merece! ¡Felicidades, Gladio!

—¡Felicidades, hermano! —Lillie se arrojó hacia el rubio, quien se sorprendió por lo repentino del cambio de atmósfera.

—¡Tenemos a nuestro primer semifinalista! —Acerola alzó ambas manos al aire.

Todos se conglomeraron alrededor de Gladio, comenzando a felicitarlo por su victoria. Kiawe dio un pequeño paso atrás, entrecerrando los ojos con nostalgia y resignación. Se sobresaltó al sentir un golpecito en la espalda, sorprendiéndose al ver detrás de él a sus amigos de la infancia, Mallow y a su familia.

—Chicos… Deberían felicitar primero a Gladio, ¿saben? —dijo, dejando salir una risita.

—Y lo haremos —respondió Hau con las manos en la cintura.

—Pero primero teníamos que verte a ti —dijo Lana.

—Puede que él haya ganado, Kiawe —Chris, quien le había dado la palmadita, le sonreía—, pero tú eres nuestro Campeón.

—Tú sufrimiento es nuestro sufrimiento. —Kiawe vio con sorpresa como Mallow lo tomaba de la mano y le dedicaba una cálida sonrisa—. Y tú felicidad es la nuestra.

—Así que arriba esos ánimos, mozuelo —Hapu le dio un manotazo que lo hizo saltar—, porque esto apenas es el inicio.

—Queda un largo camino por delante, Kiawe —asintió Liam.

—Vas a estar ocupado. Muy ocupado. Tanto que hasta da pereza… —Mina dejó caer los hombros, contagiada por esa pereza hipotética.

—El regalo del tío Pyros no era para siempre, ¿sabes? —Omaha, cruzada de brazos, le sonreía con ternura.

—Hay que apreciar lo que tienes, rememorar los hermosos momentos y saber cuándo despedirse. ¿No era eso lo que él siempre decía? —Kea puso una mano sobre el hombro de su primo.

Kiawe vio a sus padres, quienes se abrazaban, y le asintieron. Iba a decir algo, pero entonces sintió como alguien abrazaba su torso. Bajó la mirada, encontrándose a Hoshi, quien tenía la cabeza gacha.

—Lo hiciste increíble, hermanito… —dijo en una voz ahogada.

El Capitán entonces sonrió. Rodeó con sus brazos a su hermana y dejó salir la última lágrima del día. El legado de Pyros Wela era duradero, pero no eterno. Era hora de que Kiawe Wela, con sus propios medios, escribiera su historia.

Desde los campos elíseos, tres personas celebraban la renacida determinación de su familiar.

Aunque Gladio Aether era el ganador oficial, Kiawe Wela también había conseguido algo. Algo de mayor valor que cualquier victoria: un rival.

Personas en cuartos de final: Ash Ketchum, Lillie Aether, Hau Mahalo, Ryuki, Guzma Kiauka, Liam Sotobosque.

Personas en semifinales: Gladio Aether.


¡Y pues se acabó! Chicos, cada vez veo más cerca el final de esta bonita historia y del viaje que por tantos años hemos recorrido juntos. ¡Así que aprovechen ahora porque en unos meses La Leyenda del Héroe oficialmente bajará el telón!

Ya hice el conteo de capítulos y tengo una cifra exacta para ustedes. El último capítulo de LLDH será el número 169, que espero tener para diciembre o enero, más o menos.

Tengo algo planeado para el final, así que mejor se los voy contando con tiempo. Me encantaría hacer un stream en Twitch donde podamos charlar sobre la historia; ahí les podría contar anécdotas y muchas cosillas interesantes que me han ocurrido con LLDH a lo largo de los años. Sería interesante también poder leerlos a ustedes en vivo y en directo, y los que estén interesados podrían conocerme un poco mejor a mí. Haría un canal solo para hacer ese stream y después lo dejaría abandonado, porque yo ya tengo el mío donde stremeo regularmente. Así que díganme qué les parece esa idea :D

En fin, de ahora en adelante les iré dejando el título de los futuros capítulos aquí abajo, así que ya tienen una motivación para leer todo esto.

El próximo capítulo de La Leyenda del Héroe se titula: "En cuerpo y alma".

¡Y eso sería todo! ¡Nos leemos y Alola! :D