04 - Aliado o Rival
Una ardua batalla se llevaba a cabo entre los límites de Rodorio, donde tres de los Santos de Athena trataban inútilmente de reducir a las criaturas del inframundo, pero era complicado si no podían lastimarlas, por un lado el escorpión hacía uso de su restricción para darle tiempo al Santo de hielo de congelar a la mayor cantidad de Kerkorians posibles pero a diferencia de los seres que habían enfrentado con anterioridad, estos lanzaban una especie de ácido, uno que parecía derretir el hielo del peliaqua.
— Son fuertes — espetó el menor de los gemelos tratando de evitar que aquellos seres infernales invadieran Rodorio.
— No son los que hemos enfrentado. — advirtió el peliaqua, encerrando a más de esas criaturas dentro de un ataúd de hielo. Sin embargo, antes que estos pudieran ser sellados en su totalidad, uno de los Kerkorian logra liberarse, sepultando al peliaqua sobre un espeso líquido magenta, uno que si bien no lo había dañado, sí había logrado adormecer su cuerpo o al menos las áreas que se encontraban vertidas por aquella sustancia — qué es esto? — cuestionó al percatarse que no podía usar su cosmos.
Aquello no era sólo veneno.
— ¡Camus! — exclamó un preocupado escorpión al ver como aquella criatura se disponía a atacar al aguador, quien yacía hincado sobre el rocoso suelo, intentando sostener su peso entre sus manos, al parecer era la única parte de su cuerpo que aún tenía movilidad.
El Escorpión se dispuso a intervenir pero antes que el guardián de la onceava casa pudiera ser atacado por aquella bestia con apariencia semejante a la de una enorme pantera, una silueta se aproxima a mucha velocidad pasando al lado del escorpión. Se trataba del tercer juez del inframundo, quien en un rápido movimiento sujeta al peliaqua de la cintura alejándolo del peligro.
— Son los jueces del inframundo. — dijo con sorpresa Milo, al percatarse que el de Garuda no venía solo, atrás de él se encontraba el Wyvern tratando de domar a las bestias.
— ¿Qué hacen aquí? — cuestionó el menor de los gemelos
— Salvándolos, idiota! Está paralizado por el veneno.— advirtió el Wyvern repeliendo el tóxico que lanzaban, si no mal recordaba aquellas criaturas pertenecían a los dominios de Aiacos
«Son de la sexta prisión.» pensó
— Nosotros nos encargaremos — exclamó el de Garuda sosteniendo con fuerza el cuerpo del aguador, al cual no podía dejar en ninguna parte sin que sufriera un ataque, si bien los Kerkorian estaban demasiado alterados como para poder reconocer a los jueces del inframundo, sí parecían reconocer a sus enemigos mitológicos. — ¡Radamanthys!
El aludido asintió compartiendo una mirada cómplice con el mayor. Se suponía que ellos eran los jueces del inframundo, los santos de Athena no interferirían en su batalla, ellos protegerían el inframundo.
— Puedes mover los brazos? — inquirió el de Garuda dirigiéndose al peliaqua, quien lo observaba interrogante pero se limita a asentir, aduciendo que no podía usar su cosmos. — eso no será necesario. Sostente — advirtió señalando su cuello, a medida que iba esquivando una gran cantidad de ácido, provocando que el galo se ruborizara ante su petición — hazlo o no podré luchar!
En ese momento, el Santo de hielo se abrazó al cuello del de Garuda, colgándose de él, dándole oportunidad al juez de utilizar el aleteo de Garuda para deshacerse de una gran cantidad de criaturas, los cuales fueron expulsados violentamente en dirección al Wyvern, quien sin inmutarse se encargó de abrir las puertas del inframundo, regresándolos al averno de un sólo golpe.
— Eres más ligero de lo que pareces. — confesó el de Garuda dirigiéndose al Santo de hielo, al cuál aún sostenía de la cintura al aterrizar, pero antes que el galo pudiera protestar, una voz alertó a Aiacos. Al parecer unas criaturas se habían liberado de la restricción del Escorpión, lanzando su ácido hacia ellos. Sin embargo, antes que pudiera impactar a ambos guerreros, el tercer juez procede a cubrir el cuerpo del aguador recibiendo directamente el ácido de los Kerkorian, esto sorprendió notablemente al caballero de la urna.
— Greatest caution! — exclamó el Wyvern logrando someter a aquellas criaturas
— ¿Están bien? — cuestionó el escorpión dirigiéndose hacía el tercer juez quien se encontraba hincado en el suelo, siendo sostenido por un desconcertado aguador.
— Nada que no pueda soportar — respondió arrogante, provocando una sonrisa burlesca en el Wyvern
El menor de los gemelos no pudo evitar mostrarse incómodo con la situación, a ellos les había costado mucho trabajo contener a aquellas criaturas, a diferencia de los jueces a quienes les había bastado unos cuantos minutos reducirlos.
INFRAMUNDO
En la primera sala del tribunal, el juez suplente se encontraba revisando algunos expedientes de aquellas almas en pena, debía darles una condena acorde a la gravedad de sus pecados. Sin embargo, antes que pudiera dictaminar un veredicto es interrumpido por el sonido de la puerta.
— Adelante — anunció sin separar su vista de aquellos documentos, dado su forma de tocar podía adivinar que se trataba de la arpía. Y no se equivocó, frente a él se encontraba el pelirosa, quien se disponía a dar su informe, pues desde la partida del segundo juez, Valentine dirigía las tropas de Lord Radamanthys con el objetivo de buscar la abertura en la Zona norte. Sin embargo, no había tenido éxito.
— Pareces ocupado — se burló el pelirosa, quien acostumbraba a bromear de esa manera con el Balrog, aduciendo que pese a su gran poder se limitaba a cumplir labores administrativas en lugar de combatir.
— Puedo decir lo mismo de ti — regresó aquella burlesca sonrisa al reparar en el semblante exhausto de la arpía, quien por primera vez lamentaba que el inframundo pareciera no tener fin.
— ¿Novedades? — inquirió dirigiendo sus profundos orbes sobre los expedientes del albino, quien se limitó a negar, aduciendo que aún no tenía noticias del primer juez o su tropa.
— Mi señor Minos quiere hacerse cargo personalmente de esta labor — esbozó orgulloso — estoy seguro que podrá hallar el desperfecto. Cuando lo haga seré el primero en saberlo. — acotó observando embelesado el colgante de Griffon que le obsequió el primer juez, esto llamó la atención de la arpía, quien no pudo evitar mostrarse sorprendido. Aquella acción era propia cuando los espectros iniciaban una relación, aquel colgante era prueba de su vínculo, generalmente era un intercambio entre colgantes. Aquello era muy importante en el inframundo, era dar su inmortalidad, así al reencarnar sus almas permanecerían vinculadas.
— Lord Minos te dio su collar.
El Balrog asintió, aún recordaba con afecto la declaración del Griffon, donde antes de iniciar la Guerra Santa, el primer juez le había confesado su afecto, entregándole su colgante.
"Quiero compartir mi eternidad contigo Lune"
— Estamos juntos desde la última Guerra Santa.
Aquello alegró profundamente a la arpía, si bien ninguno era muy afecto a contar sus aspectos más íntimos, agradecía aquella confianza del albino. Sin embargo, no podía evitar sentir una profunda tristeza, aún tenía presente la ocasión en que le ofreció su collar al Wyvern, este lo había rechazado, aduciendo que era muy pronto.
«En verdad era eso? » pensó
— Estoy seguro que Lord Radamanthys no tardará en otorgartelo. — afirmó el Balrog al percatarse del semblante deprimido del espectro — Después de todo, nadie merece más ese collar que tú.
Ante lo dicho, la arpía esbozó una sonrisa arrogante. Era cierto, nadie merecía más el colgante de su amado señor Radamanthys que él. Donde tras su derrota en la última Guerra Santa no había vuelto a ver el colgante de su lord, recordaba haberle preguntado pero este dijo que no lo tenía con él, ante esta confesión la arpía se alarmó creyendo que lo había perdido, de ser necesario él mismo lo buscaría por todo el inframundo. Sin embargo, su Lord comentó que no lo había perdido.
"Sólo he decidido no llevarlo conmigo"
La arpía ignoraba dónde lo habría guardado su señor pero agradecía que lo mantuviera en resguardo.
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Después de todo nadie que no sea él lo merecía.
SANTUARIO
En el interior de la cámara patriarcal, el sumo pontífice había logrado retirar el veneno del Santo de hielo, permitiendo que poco a poco fuera recuperando su cosmos, el cual era necesario para sanar las heridas del tercer juez, quien yacía recuperándose en un banquillo alejado, siendo atendido por el caballero de acuario, quien en todo momento mantenía su característico porte estoico, quizás el Santuario había firmado un tratado de paz con el inframundo. Sin embargo, no podía evitar mostrarse extrañado ante la osada reacción del tercer juez en los límites de Rodorio.
— ¿Por qué me salvaste? — preguntó haciendo uso de su aire frío para curar las heridas del de Garuda, quien se mostró extrañados ante la pregunta pero se limitó a responder.
— Se supone que somos aliados — aclaró enfocando sus profundos orbes en el peliaqua, quien lo observaba con suma atención — En tu lugar diría "Gracias" — comentó con burla
— Gracias — respondió esbozando una sonrisa arrogante. Aquello enfadó al escorpión quien los observaba de lejos, estaba vigilante ante la presencia de los jueces, quienes por órdenes de Athena se quedarían en el Santuario a buscar la abertura entre el inframundo y el mundo terrenal.
— Lo que hiciste fue arriesgado. — acotó Camus
— Soy el tercer juez del inframundo, Aiacos de Garuda.— esbozó con orgullo — La estrella celeste de la valentía.
— O la insensatez — añadió con burla el peliaqua, quien terminaba de curarlo con su aire frío, en verdad Aiacos le recordaba a Milo en algunos aspectos, sólo que el escorpión era más imprudente.
Ante aquella interacción, el escorpión no pudo evitar cerrar los puños en aparente enfado, quiso decir algo para llamar la atención de ambos guerreros pero fue detenido por los estruendosos gritos de Kanon y Radamanthys quienes no dejaban de discutir desde que llegaron al Santuario. Al parecer el Wyvern no estaba feliz con la idea de tener a aquellas criaturas en "la otra dimensión", no quería que alguna terminara perdiéndose entre dimensiones o peor aún causar otras aberturas.
— ¡No los mandes a otra dimensión! — exclamó señalando a aquellos Kerkorian que el guardián del primer templo había logrado capturar.
— ¡No los dejes corriendo por el Santuario! — replicó señalando a aquellos criaturas que el Wyvern había logrado tranquilizar, los cuales ahora deambulaban por los aposentos del patriarca.
— Los perderás!
— Nos comerán!
— Regresalos! — ordenó
— ¡Oblígame! — replicó
Quien los viera nunca habría sospechado que alguna vez fueron amantes. Ante la escena, Aiacos no pudo evitar una sonrisa burlesca, una que llamó la atención del peliaqua quien lo observaba interrogante.
— Si el orgullo de ambos no fuera tan grande, estarían juntos. — dijo susurrándole en el oído, acto que causó una furibunda mirada por parte de heleno — Como tú y el escorpión.
Dicho esto, el de Garuda se alejó dejando atrás a un muy ruborizado Camus, para el tercer juez no había pasado desapercibido la celosa mirada de Milo, eran evidentes sus sentimientos por el caballero del onceavo templo.
Continuará…
