Quién diría que un barco pirata con sus tripulantes originales fuera de combate sería tan difícil de administrar. En cuanto el sopor se había esparcido por los altavoces de la embarcación, pudimos salir de las celdas y aprisionar los inermes cuerpos de los esclavistas; los encerramos en la pequeña y mugrienta celda que habíamos llegado a conocer tan bien. Por suerte, había esposas de sobra a bordo. Nos tomó un gran esfuerzo y cuando terminamos las nubes ya reflejaban el brillo gris que brotaba del horizonte matutino.
Durante las primeras horas nos contentamos con el masaje de la brisa marina para celebrar nuestra libertad, pero pronto tuvimos que poner orden al asunto. Tabetha resultó ser una líder nata, sin darnos cuenta pronto todos estábamos siguiendo sus instrucciones sin cuestionarnos por qué lo hacíamos. Hicimos un inventario de la comida almacenada y calculamos la porción que necesitábamos cada uno (incluidos los prisioneros) para durar algunos meses a la deriva. Por suerte, los piratas de tres dedos no habían escatimado en alimentación y, para la fiesta, tenían una reserva considerable.
Si bien daba la sensación de que todo iba viento en popa, pronto averiguamos que nuestra situación no era tan favorable. No encontramos el log pose del navegante en el barco. Así de simple: no teníamos ideas de cómo se orientaban, hacia dónde se dirigían y cómo iban a llegar ahí. En algún momento decenas de pies trotaron sobre el piso de la embarcación, revisando cada habitación, cada bodega o posible escondrijo con la esperanza de hacerse con un eternal pose o un vivre card. Nada. Éramos un pedazo de madera a la deriva entre las aguas más traicioneras del mundo, sin saber si la marea nos llevaba a tierra firme o si, en realidad, nos dirigía lentamente hacia peores peligros que aquellos que acabábamos de dejar atrás.
Podría hablar de esos días en altamar: la creciente ansiedad, el calor, las peleas nacidas de sucesos insignificantes. Pero no creo que sea de mucho interés, además nada de eso importó cuando dos semanas después nos abordó un barco pirata. Segundos después de que dieran la alarma ya estábamos todas en cubierta tratando de discernir el nivel de amenaza que nos suponía la embarcación próxima.
- ¡Piratas!
- No puede ser.
- ¡Son las chicas!
Miré a Marina, que saltaba de alegría y agitaba los brazos con emoción.
- Son las piratas de Beeros, mi banda. ¡Madame, chicas, estoy aquí!
- ¡¿Qué está pasando aquí?! -Tabetha acababa de llegar a la cubierta con los glóbulos oculares a punto de estallar.
Una colorida embarcación con largos paños de seda colgando a los lados de la proa se acercaba por el noroeste. En la bandera podía verse una calavera con labios pintados, ojos delineados, cabello cortado a la altura del cuello y una marca de beso carmesí en la escuálida mejilla. Guiñaba el ojo a cualquiera que quisiera echarle un vistazo.
-Parece un barco de prostitutas -comentó una chica a un lado de Marina, quien pareció no escuchar el comentario, pues continuó moviendo los brazos y gritando con efusividad.
Antes de que pudiéramos pensar en un plan de defensa, el barco pirata ya había cubierto el sol poniente con su volumen considerable. Una sombra salió volando de su cubierta y aterrizó en medio de nosotros. Una muchacha de ojos felinos y desconfiados posó a la ofensiva con cuchillos en cada mano. Miró uno a uno los rostros y se detuvo en Marina, que lloraba de dicha.
-¡Nainai!
La pirata se aproximó rápidamente a ella y la abrazó, luego apuntó sus armas al resto de tripulantes.
- Cierra los ojos, Marina, no quiero sumarte más pesadillas.
- ¡No, no! Detente, por favor. Estos son mis amigos, me ayudaron a escapar de los esclavistas.
- ¡Qué mierda! -Tabetha sacó una pistola y apuntó a la intrusa.
- ¡Tabetha, no les harán daño! ¡Deténganse!
- ¿De qué se trata esto? -Una voz atronadora se hizo paso desde el barco pirata, a la vez que una silueta aparecía en su cubierta. Una vez que mis ojos se acostumbraron, pude distinguir a una mujer alta con gabardina y unas botas de taco alto que se dirigía a nosotros- Marina, querida muchacha, apenas puedo creerlo. No tienes idea de cuánto tiempo llevamos buscándote por estas aguas ¿No quieres que les agreguemos algunos agujeros a tus captores?
- ¡Madame Icarina! - Marina movía los brazos y gritaba para hacerse entender, pero estaba tan congestionada a causa del llanto que las palabras le salían a trompicones- Yoh... estos no son mes... no son mis captores.
- Ya veo -dijo Madame Icarina, quien comenzaba a caminar hacia nuestra cubierta, pues alguien había dejado caer una tabla a modo de puente entre ambas embarcaciones.
Volví mi atención a lo que ocurría en nuestro barco. Marina estaba peligrosamente cerca de desmayarse por la alegría desmesurada, pero, no muy lejos de ella, Tabetha y la pirata que había aterrizado en nuestra cubierta hace unos momentos aún se amenazaban mutuamente con sus respectivas armas, cuidándose de no mover un pelo. Me tensé de inmediato y no aparté la vista de ellas, como si presenciara una pelea de gatos y solo estuviese esperando saber quién daba el primer arañazo. Por eso di un salto cuando sentí la voz de la mujer con gabardina tan cerca de mí.
-Nailah, ya dijo que estaba bien. Baja tus armas -Su voz habló con esa autoridad que yo tanto acostumbraba escuchar en Mary Geoise: la de un noble. Miré a Madame Icarina, esta vez prestándole más atención, y me percaté de su pelo claro, su ropa costosa, su postura... aquella pose que adoptan los que se creen superiores al resto...- Deja que nos abrace, por dios.
Para mi sorpresa, la chica con aspecto peligroso bajó los cuchillos, sin borrar la hostilidad de su semblante. Marina corrió a abrazar a la mujer y Tabetha terminó por bajar el arma. El ambiente se volvió extrañamente festivo, mientras la usuaria de fruta del diablo parloteaba sobre lo que había ocurrido y manifestaba con efusividad a sus compañeras piratas lo mucho que las había extrañado. Miré al resto de mis ex compañeras de celda, quienes no parecían saber cómo reaccionar ante este curioso abordaje pirata.
- Me alegro tanto, querida. Temíamos lo peor, pero verte a salvo... -Madame Icarina sacó un pañuelo y se limpió las gotas de maquillaje que corrían por sus mejillas- Les agradezco de verdad -Dijo refiriéndose al resto de tripulantes- Nunca había escuchado algo así ¿Prisioneras amontonándose en un barco de peligrosos esclavistas?
- Me parece que la palabra es "amotinándose" -dijo Tabetha.
- Inaudito, verdaderamente inaudito. Bueno, los ayudaremos, por supuesto ¡Dana! Trae un Log Pose para estas personas -Le hizo un gesto a alguien que al parecer nos observaba desde el barco pirata- Estoy muy feliz de volver a verte. Hoy celebraremos como nunca... -Rodeó a la chica con un brazo y caminó con ella hacia el improvisado puente.
Las vi alejarse y un vértigo me retorció las tripas. Algo no estaba bien. Supe en ese instante que no me podía quedar en ese barco, donde mis ex compañeras de celda seguirían la dirección de esa brújula pomposa y cruzarían los dedos; rezarían por retomar sus vidas tranquilas y ese no era mi camino. La oportunidad que yo estaba buscando estaba frente a mí y todo lo que tenía que hacer era hablarle a Marina. Ella me escucharía, podríamos negociar algo. ¿Quién sino una banda de piratas podía ayudarme a perseguir a una parte de la poderosa flota de barbablanca? No tenía tiempo para pensar, debía actuar. Extendí mi brazo hacia ella, para detenerla, cuando algo me cortó la mano. Así de sencillo; me vino un ardor horrible en un costado de la palma y retraje la extremidad con un grito. Todos se voltearon a ver cómo la muchacha a la que se habían referido como Nailah me apuntaba con un cuchillo que goteaba mi sangre.
-No, Nainai -dijo Marina.
Nunca alguien me había mirado con tanto odio, o eso fue lo que pensé en el momento. Estaba acostumbrada a esos ojos ardientes que escondían insultos contenidos y maquinaban en silencio elaborados planes homicidas, los había recibido toda mi vida, pero estos me hicieron estremecer. Vi a la muchacha claramente, pues un rayo de sol la iluminó. Era indescriptiblemente bella y sombría. Su cabello corto, negro y liso le golpeaba las mandíbulas y en su piel cobriza pude distinguir unas pecas sutiles, pero abundantes. Me sonrojé sin poder evitarlo. Era uno de esos detalles que a veces veía con tanta claridad en sueños o en momentos azarosos del día y que me dejaban sin aliento, melancólica, inútil. Un recordatorio del rostro que llevaba años persiguiéndome.
Lo que no me esperé fue la reacción de mi atacante a mi rubor. Quizá yo era la única que estaba lo suficientemente cerca para advertir el cambio en su expresión, pero se me hizo evidente que sus rasgos se suavizaron y un brillo extraño cruzó sus ojos, provocándome un retorcijón aún más extraño en la parte baja del estómago. No había tenido tiempo para procesar ninguna de estas nuevas sensaciones cuando Marina llegó a separarnos.
- Ella es quien nos salvó. Christine es la razón por la que estamos bien; por favor, no le hagas nada -Dijo con angustia.
A mis espaldas, Tabetha había sacado su arma, lista para defenderme. Me presioné la herida de la mano con la otra, con la esperanza de detener el sangrado. Hablé.
- Marina, necesito hablar contigo, con tu tripulación. Necesito su ayuda.
Madame Icarina caminó hacia mí, o quizá sería más apropiado decir que desfiló hasta detenerse a mí lado y examinarme con detenimiento.
- ¿Tú organizaste este montón?
- Motín... -replicó Tabetha en voz baja.
- Tu cara... no es una cara cualquiera -Alzó mi mentón con delicadeza y el pánico me tensó los músculos- Tienes sangre de aristócrata.
Quise correr mi rostro con brusquedad y escapar de aquel indeseado registro, de las decenas de pares de ojos que en ese momento buscaban esos signos de distinción en mi fisionomía, pero, en ese momento, esa mujer con gabardina era lo único que podía ayudarme a lograr mi objetivo. Le sostuve la mirada.
-Aunque, por supuesto, -continuó la mujer- una persona con verdadera categoría jamás se pondría una ropa tan andrajosa ni apestaría tanto a humedad -Se tapó la nariz con una mano y agregó- Me caes bien, niña. Conversemos.
Nota del autor:
Hola. Sé que introduje a varios personajes nuevos en este capítulo y, créanme, es necesario. Les voy a adelantar que en la siguiente actualización (en las siguientes actualizaciones, más bien) van a pasar muchas más cosas, así que ténganme paciencia, porque se verán recompensados. Eso es todo lo que diré.
