Puntual y sin mayor alboroto, la delegación de Suna se presentó en la oficina del Hokage a primera hora de la mañana. En silencio y ordenados, ingresaron uno tras otro liderados por el Kazekage y se detuvieron justo frente del escritorio del Hokage, que ya los esperaba de pie y preparado.

Saludó educadamente al líder de la aldea de la arena y luego se dió un momento para observar a los demás integrantes de la delegación. Como era de esperar, su mirada se detuvo en Hinata, unos segundos más.

Portando la banda de la aldea de la arena y vistiendo ropas características del desierto, la ex Hyuga se erguía firme y orgullosa detrás de Gaara. Aquella pequeña y tímida kunoichi había quedado atrás; su mirada se mostraba mucho más tranquila, segura y liviana.

Sonrió levemente y Hinata le correspondió en un gesto que casi pasó desapercibido, pero que fue suficiente para que él pudiera quedarse tranquilo ante la apresurada decisión que habían tomado hace un año atrás, cuando la enviaron a las cálidas arenas del desierto.

—Buenos días—saludó Kakashi, iniciando la conversación—, pero que hayan podido descansar bien.

Simple y concisa, la reunión no duró más allá de una hora, las largas sesiones de trabajo comenzarían en la mañana siguiente, cuando el resto de las delegaciones arribaran a la aldea. Así que, tan pronto como salieron de la torre del Hokage, Kankuro junto a los otros dos ninjas que viajaban con ellos regresaron al hotel para descansar; Temari se fue a encontrar con Shikamaru y, Hinata y Gaara decidieron dar una vuelta por la aldea.

—Hay posibilidades que te encuentres con tu antiguo clan—comentó Gaara, mientras avanzaban por las calles que llevaban al centro de la aldea.

Hinata, que sabía que había una probabilidad bastante grande de que eso ocurriera, asintió con calma. Había pensando en ello al momento de aceptar venir con la delegación.

—Lo sé— respondió—, por eso estoy aquí.

Sin poder evitarlo, Gaara volvió su mirada a ella con sorpresa y su compañera sonrió.

—Creo—continuó— que es mejor enfrentarlo lo más pronto posible para seguir avanzando.

La sorpresa que lo había asaltado inicialmente cambió a un sentimiento que lo dejó mucho más tranquilo, ella no pretendía huir de su destino, sino enfrentarlo. Hinata estaba preparada para el encuentro.

—Solo recuerda que—habló él—, ante todo, eres una ciudadana de Suna y como tal, cualquier intento de dañarte será considerado una ofensa para la aldea.

Ella sonrió con ternura y asintió.

—Soy Hinata de la arena—respondió—, y honraré el apellido que se me ha concedido.

Gaara, al escucharla decirlo con tanto orgullo, sonrió levemente también.

La mañana avanzó rápido, como siempre sucedía en las ajetreadas calles de la zona comercial de la aldea. El frío no parecía amedrentar a los consumidores y muy pronto, la hora del almuerzo llegó. Gaara y Hinata se despidieron, él tenía que ir junto a otros Kages con los que ya se había puesto de acuerdo y ella iría con sus amigos.

A paso lento y relajado, llegó a ese pequeño local que los tres acostumbraban a visitar cuando buscaban un espacio acogedor, cuando necesitaban algo más de privacidad para conversar.

Se detuvo un momento al reconocer las amplias puertas de madera vieja y sonrió al observar que nada había cambiado. Ingresó, haciendo sonar la campanilla dorada que colgaba a la izquierda y una camarera, se acercó inmediatamente y la guió a la mesa donde sus amigos ya la esperaban.

El ambiente tibio, los murmullos suaves del resto de los comensales y la cálida iluminación del local se mantenían como si el tiempo no conociera ese espacio. Y ahí, en una mesita a la derecha, al final del salón, con vista al bosque, bajo una lámpara de metal negra, sus amigos revisaban el menú mientras la esperaban.

Sonrió, dejando que la embargara una agradable sensación alegría.

Kiba, como siempre, luego de pedir su orden, fue el primero en comenzar la conversación, había mucho de que hablar aun cuando la comunicación entre los tres se había mantenido durante todo el año en el que ella se había marchado, por medio de correspondencia y las visitas a la aldea de la arena.

—¿Ya armaste el jardín?—consultó Kiba mientras tomaba su refresco, recordando que ella había mencionado en una de sus cartas que pensaba armar un jardín con las pocas plantas que podían sobrevivir en el desierto.

—No todavía—respondió ella y Shino levantó la mirada con sorpresa, era un proyecto que tenía en mente para su casa y la última vez se lo había comentado emocionada—, surgió algo más y decidí esperar.

Sin poder aguantar la duda, Kiba insistió.

—¿Pasó algo?

Ella, de pronto, desvió la mirada un poco insegura, nerviosa, como hace mucho no se mostraba, para luego tomar un poco de aire y volver a enfrentarlos con resolución.

—Estoy pensando en…—comenzó— en abrir un segundo café aquí, en Konoha.

Menos de un minuto duró el silencio provocado por su revelación, y sus dudas ante si sería una buena decisión se esfumaron ante la suave sonrisa de Shino y la alegre felicitación de Kiba.

—Me parece una excelente idea—indicó el Aburame—, tu cafetería es todo un éxito en Suna y la gente de Konoha que ha ido, vuelve con buenos comentarios a la aldea.

Con una sensación de tranquilidad y mucha mas seguridad, Hinata sonrió.

—¿Tienes pensado algún sector en particular para instalarte? —continuó Kiba, mientras recibía su plato de comida desde la mesera.

Ella recibió su plato también, tomó sus palillos y volvió su mirada hacia él.

—No todavía, planeo utilizar el resto de mi tarde libre para recorrer.

Shino asintió, contento, luego de probar el primer bocado de su plato y regresó a la conversación.

—En mis tiempos libres, revisaré si encuentro algunas opciones que te puedan servir—añadió.

Luego del agradable tiempo compartido y deliciosa comida, se despidió de sus amigos sintiendo el corazón contento y liviano.

Volver a Konoha, después de todo lo que había vivido, con un propósito distinto a lo que alguna vez creyó que sería su destino, se sentía extraño; desconocido.

Como si estuviera dando un paso al vacío y no sintiera miedo, sino una increíble ansiedad que le revolvía el estómago en anticipación, que le aceleraba el corazón de pura emoción, y que le impulsaba a avanzar en ese terreno que ya no le era familiar, no había temor.

Había dudas y, a la vez, decisión.

Quería continuar moviéndose en esa dirección, expandirse en todos los posibles destinos que la rosa de los vientos le permitiera, experimentar cuales serían sus límites en ese nuevo camino que estaba construyendo, y encontrar todo aquello que aún le faltaba a su corazón.

Caería mil veces más, estaba segura; lloraría otras cuantas penas más, pero esta vez, sabía que se volvería a levantar.

Miró al cielo, a ese tenue sol que intentaba mantenerse a flote entre las espesas nubes del invierno; ajustó su chaqueta y le hizo un nudo a su bufanda blanca, y sonrió.

Tenía toda la tarde para recorrer los posibles lugares para instalar su cafetería.

El día avanzó.

La brisa, fría meció su negro cabello y acarició sus pálidas mejillas. Y el sol, que se había mostrado tímidamente durante el día, decidió que ya era momento de iniciar la despedida.

Nervioso, apuró el paso todo lo que sus largas piernas le permitían antes de que pareciera que corría.

Ansioso o no, Sasuke Uchiha tenía una imagen que mantener; correr desesperado no era una opción.

Dobló la última esquina que le quedaba hacia su destino, mientras sentía que el estómago se le apretaba de puro nerviosismo.

El recuerdo de su último encuentro con ella, el día anterior, aun estaba reciente en su interior. Hinata había regresado, se habían encontrado y él había revelado su corazón.

"Te extrañé"

Una pequeña confesión, palabras simples que sinceraban lo que ella todavía no era capaz de notar. Él lo sabía, ella no había comprendido la magnitud de lo que él había liberado, sin embargo, Hinata no lo había rechazado.

Y aquello era todo; que le permitiera acercarse, era todo lo que él necesitaba para intentarlo. Para seguir y avanzar los pocos pasos que lo separaban de ella, en esa concurrida calle de la aldea, donde por fin la había localizado.

Sus hermosos ojos claros lo miraron con sorpresa, ella no esperaba encontrarlo cuando regresaba al hotel.

Verlo ahí, frente a ella, caminando a paso tranquilo, pero sin dejar de clavar esos profundos ojos en los suyos, inexplicablemente la alteró.

Su corazón se aceleró, sus pies se detuvieron y sintió como su rostro comenzó a calentarse levemente.

Oh, dios. ¿Qué le estaba pasando?

El recuerdo del encuentro del día anterior volvió, reviviendo las mismas emociones que la embargaron cuando él se acercó.

Esa tibia mano sujetando la suya…

Esas dulces y simples palabras envueltas en un tímido susurro…

"Cálmate" se dijo "Es Sasuke"

Sí, era Sasuke, uno de los hombres más guapos de la aldea, y ella, ahora que ya no estaba cegada por Naruto, había podido notar lo que sus demás compañeras ya habían visto.

Eso era… solo eso.

—Buenas tardes, Hinata—saludó él iniciando la conversación, mientras se detenía frente a ella.

Sonrió, sintiendo como su cuerpo se relajaba y respondió el saludo con naturalidad.

—Si no tienes otro compromiso—continuó él— ¿Te gustaría ir a cenar juntos? —preguntó, mientras se obligaba a mantener la mirada fija en esos cálidos ojos claros, sin sonrojarse. Quería que ella lo viera, que lo notara, que se incomodara un poquito con su presencia al sentir que le exigía su atención.

Estaba pidiendo una cita.

Una salida casual, un encuentro que pareciera simple y sin mayores compromisos, pero que dejara entrever una intención sutil. Que le hiciera dudar de sus intenciones sin asustarla demasiado; que le hiciera pensar en él sin que buscara correr.

Sasuke sabía que un año podía no ser un tiempo suficiente para que ella olvidara a Naruto; Hinata había amado toda su vida al Uzumaki, solo a él. Pero si al menos había una pequeña posibilidad de alcanzarla, de hacerla mirar en su dirección, lo intentaría.

Y ella dudó.

Por un instante, un momento, Hinata sintió el nerviosismo propio de una mirada que buscaba decir más de lo que las palabras lograban expresar; como si quisiera gritarle algo que no podía liberar, pero que ella necesitaba notar.

"No, no era una cita" se aclaró, antes de imaginar algo que simplemente era imposible; demasiado pretencioso de su parte.

—Me encantaría— respondió ella.

Caminaron, lado a lado, por las calles de la aldea mientras Sasuke guiaba el camino hacia el restaurant.

A paso suave, a un ritmo controlado, se preocupó de acomodar su andar al de ella, sincronizando sus tiempos, mientras la voz de Hinata participaba de aquella charla que él había iniciado, relajándolo, envolviéndolo en esas aguas cálidas que ella entregaba.

Y dio un paso más.

Pequeño, imperceptible y totalmente a conciencia, se acercó.

No podía estar tranquilo, no podía dejar de intentarlo cuando finalmente volvía, y su corazón parecía estar libre; aun cuando no tenía una confirmación al respecto.

Sus chaquetas se rozaron levemente, él la miró de reojo buscando algún rechazo, pero ella continuó como si nada hubiese ocurrido.

No buscó distanciarse de él.

—¡Oh, dios mio!¿Hinata?

De uno momento a otro, fue desplazado por Ino y Sakura que se lanzaron sobre su compañera abrazándola.

Hinata, un poco cohibida por la sorpresa, se dejó abrazar mientas sonreía tímidamente.

— Ibamos camino al Hotel a buscarte—indicó Sakura—. Gaara nos indicó que podrías estar ahí.

—Estamos todos reuniéndonos a cenar—agregó Ino— ¿te unes?

Hinata, agradecida por la invitación, tartamudeo un poco sin saber que hacer, había prometido ir con Sasuke a cenar.

Él, notando la mirada de auxilio que le envió Hinata, y sabiendo que sería muy difícil deshacerse de Ino y Sakura, cuando se proponían algo, suspiró y se acercó, asintiendo.

A fin de cuentas, él no era el único que la había extrañado, y Hinata probablemente también quería reencontrarse con el resto de sus compañeros.

Avanzaron con Sakura e Ino liderando el camino, luego de que la Yamanaka le insistiera en que necesitaban planificar algo que Sasuke no alcanzó a escuchar, pero si notó una actitud que le pareció extraño.

Ino lo miró directamente cuando Hinata aceptó a ir con ellas, para luego volver su mirada a la ex-hyuga y sonreír, extrañamente le pidió que la siguieran en vez de caminar a su lado, adelantándose con Sakura.

Raro, pero decidió que no se preocuparía, por el momento, de la actitud de Ino y aprovecharía la oportunidad de caminar junto a Hinata el trayecto que quedaba.

—Así que—retomó la conversación el Uchiha—¿te juntaste con tus amigos?

Ella volvió su mirada hacia él y sonrió mientras asentía y comenzaba a hablar.

Pero aquel agradable intercambio termino más pronto de lo esperado, el restaurante estaba a solo unos metros.

Suspiró con desgano, y llevó distraídamente sus ojos a los grandes ventanales del lugar mientras se acercaban, notando, al fin, eso que no había considerado: el ex novio de Hinata.

Naruto Uzumaki.

Sentado en el interior del restaurant, junto al resto de sus compañeros esperando, esa cabellera rubia se distinguía fácilmente desde el gran ventanal que le permitió ver hacia el interior.

Joder.

Llevó rápidamente su mirada hacia Hinata, mientras buscaba alguna excusa para sacarla de ese lugar sin que fuera demasiado evidente lo que pretendía, pero ella ya había visto lo mismo que él.

Sus hermosos ojos claros estaban clavados en el alegre rostro sonriente de su mejor amigo.

Hinata miraba a Naruto con una expresión tan dulce y suave, que le hizo comprender la terrible distancia que todavía los separaba; que le recordó que él era totalmente opuesto a lo que ella amaba.

Y temió.

Hinata jamás lo había buscado, él jamás había despertado su interés; ella nunca lo miraría así.

Quizás, soñar era imposible.

Y la ansiedad, la angustia de no saber qué hacer con todo lo que sentía, ni cómo afrontar la situación, hizo que su mano se alzara sola, en busca de un contacto que, al parecer, jamás le iba a pertenecer.

Tal vez, no debería atreverse a desear.

Sus dedos torpes, indecisos, se alzaron en un temeroso e inconsciente recorrido hacia su mano. Cortando las distancias, traspasando los invisibles límites que los separaban, se atrevió a sujetar levemente su dedo meñique con timidez.

Como un anhelo que se escapaba en un suspiro.

Como un susurro suave que se pierde en el vacío.

A lo mejor, debía aceptar su soledad.

No. Había decidido luchar.

Y la alcanzó.

Aquellos ojos claros volvieron inmediatamente él al sentir su débil contacto y sus dedos, reaccionaron respondiendo, sujetándose a él.

La facilidad con la que ella volvió a él lo sorprendió y le dio fuerzas para continuar.

—Puedo…—habló—puedo raptarte. No hay necesidad de que cenemos acá.

Ella, que aun mantenía el contacto con su mano, negó con una suave sonrisa.

—No es necesario—respondió—. Ya… ¡Oh!

Sasuke, notando la sorpresa en su voz, llevo su mirada en la misma dirección que ella, a sus manos y notó lo que había llamado su atención y sonrió.

Su extremidad, el brazo que había decidido volver a tener.

Los ojos de ella volvieron a él junto a una gran sonrisa que, por un momento, lo hizo sentir tímido y a la vez contento.

—¡Hinata, Sasuke! —gritó Ino—vamos, nos llevaran a nuestra mesa.

Hinata miró hacia su amiga y asintió, y luego volvió su vista hacia Sasuke, para que avanzaran.

—Ya era hora—le dijo—, te mereces esto y más.

Tampoco había mucho más que agregar, ella sabía por qué se había negado a aceptar el brazo en un principio, y entendía lo que significaba llevarlo ahora.

Sasuke había decidido avanzar.

No alcanzó a responder y ella no alcanzó a decir algo más antes de que un garzón los guiara al interior del local.

—Hey, Naruto—escuchó que Chouji le susurró discretamente—. Hinata regresó.

Y ahí estaba, después de un año de ausencia, de no saber nada más que las noticias que de vez en cuando alguien soltaba en su presencia, ella ingresaba por la puerta principal del restaurant.

Su andar tranquilo, ligero; su cabello oscuro, que se mecía con suavidad; su voz agradable que se mezclaba con una risa compuesta y controlada… Y sus ojos.

Aquellos ojos claros, le quitaron el aliento con una sola mirada que lo hipnotizó como la primera vez que que la observó de verdad.

La había extrañado.

Añorado en cada uno de los momentos diarios en los que la había incluido de aquella forma tan natural en la que se había integrado. Aquella silenciosa y tímida presencia había dejado un vacío demasiado profundo en su corazón.

"mi corazón no puede olvidar"

Esas ultimas palabras que ella le dedicó volvieron, como una advertencia, como un desafío que había considerado por mucho tiempo.

Él la quería.

Dios, ella era la mujer de su vida.

Y él era lo bastante testarudo como para intentar ganarse su confianza una vez más. Al fin y al cabo, ella lo había intentado durante años sin que él lo notara, ahora era su turno de intentar ganarse su corazón.

Fue inevitable y totalmente predecible, caer en esos ojos azul cielo que la atraparon tan pronto como su mirada se cruzó, accidentalmente, con la suya, fue un evento del cual no podía escapar; sabía que sucedería.

Y no lo aceptaba.

No.

No.

No quería.

Esos enloquecidos latidos de su corazón parecían traicioneros, como si hubiesen olvidado su propia decisión.

No.

Aquellos ojos azules seguían mostrándose alegres, seguros e inspiradores; esa sonrisa se había vuelto encantadoramente más madura, sin dejar ese toque travieso; su rostro continuaba pareciéndole apuesto; y su cabello dorado, desordenado, seguía complementando ese conjunto que hacía de Naruto alguien sumamente llamativo.

Y, sin embargo, algo cambió; su corazón latía acelerado por el nerviosismo del encuentro, mas no con un anhelo que le quitara el aliento.

No se sentía igual.

—Shino nos hizo un espacio para sentarnos con él.

No podía evitarlo, no podía detenerlo completamente, ni mucho menos podía separarlos tan abiertamente; aunque le hubiese encantado evitar ese encuentro.

Así que, sí, se había acercado deliberadamente a su oído y le susurró esas palabras para distraerla, para destruir esa maldita conexión que ambos todavía parecían compartir, para volver su atención a él.

Ella no debía olvidar que él estaba a su lado.

Hinata llevó su mirada inmediatamente hacia Sasuke al sentirlo cerca y sonrió con tranquilidad mientas asentía. Sus ojos no volvieron a buscar los de Naruto.

Y la velada avanzó. Lenta y agradable, las risas y anécdotas inundaron la mesa que ocupaban durante más de dos horas.

Sakura, sentada entre Naruto y Chouji, mantenía una divertida conversación con Ten Ten; Kiba, Lee y Sai, discutían por otro lado; y Shino, Hinata, Sasuke y Shikamaru, escuchaban una historia que relataba Ino sobre la última misión de su equipo.

Miró su reloj, que ya marcaba las 10 de la noche, y se sorprendió, no se imaginaba que estaría hasta tan tarde fuera y a partir de la siguiente mañana comenzarían las largas reuniones a las que habían venido.

Se levantó, tratando de no incomodar a los demás, y mientras se despedía notó que Sasuke también lo hacía. Lo miró, extrañada y él le devolvió la mirada y se acercó.

—Te acompañaré—le dijo.

Ella abrió la puerta de salida del restaurant.

—No es necesario.

—Vinimos juntos—le recordó él—. ¿O acaso lo has olvidado?

Ella se sonrojó levemente, con vergüenza, y negó, mientras comenzaban a caminar por la calle, alejándose del restaurant.

—Es solo que tu departamento queda en sentido contrario.

Y cuando él iba a contestar que ya no era así, que había dejado su departamento y ahora vivía en una casa, una voz conocida los interrumpió.

No podría, jamás, haber imaginado una situación así.

—¡Hinata!

Con evidente sorpresa, ella se giró encontrando a Naruto que los alcanzaba trotando.

Se acercó rápidamente y se detuvo delante de ella; había salido lo más rápido que pudo cuando la vio marcharse, pero no preparó lo que quería decirle ante el nerviosismo.

Miro el suelo, buscando las palabras, esta sería posiblemente la única oportunidad que tenía para volver a acercarse y luego de un segundo, se armó de valor y volvió a enfrentarla.

Hinata, pacientemente, se había detenido frente a él y lo miraba esperando, sin mostrar ni una pizca de molestia.

—Me gustaría…—comenzó—invitarte a cenar, uno de estos días, si no te molesta.

La mirada de Naruto fue directa, segura, aun cuando sus dedos jugueteaban con evidente nerviosismo con la basta de su chaqueta.

Él estaba intentando acercarse otra vez y Sasuke lo notó.

Naruto tendría gran parte del camino recorrido si Hinata lo volvía a aceptar; él siempre había sido el único en su corazón.

—Sería un placer— respondió.

Una sonrisa suave, una expresión gentil, una mirada alegre y tranquila fue todo lo que Hinata le ofreció y Naruto comprendió.

Ya no tenía un espacio en su corazón.

Ella avanzaba; se alejaba.

Mantuvo su postura y su alegría inicial tampoco menguó ante el descubrimiento; de cierta forma se lo esperaba, pero al menos ella había aceptado que él se acercara. Era un inicio, era la única oportunidad que tendría.

—Entonces, pasaré a buscarte uno de estos días—respondió y saludó a Sasuke sonriendo.

Hizo una seña con la mano, despidiendose, y regresó corriendo al restaurant.

Y en silencio, Sasuke observó como la mirada de Hinata siguió al Uzumaki hasta que se perdio a la vuelta de la esquina.

Joder ¿qué significaba eso?

¿Como se suponía que lucharía contra Naruto si ella siempre lo había querido?

—Tu…todavía lo quieres—soltó, y su voz se escuchó mucho más baja y angustiada de lo que hubiese pretendido.

Sabía que no podía recriminarle, mucho menos tenía derecho de preguntarlo, pero no había podido detener su voz al verla observar al Uzumaki con una pequeña y suave sonrisa.

Ella sonrió, sin devolverle la mirada, y sin alterarse en lo más mínimo.

—Siempre lo voy a querer—respondió.

Sintió aquellas simples palabras, dichas sin ninguna mala intensión, se transformaron en un peso que le revolvió el estómago de forma inesperada. Ella, ella todavía…

—Pero ya no es la misma clase de amor— finalizó.

Se giró, sin notar que Sasuke se mantenía detenido y volvía su mirada hacia ella, y comenzó a caminar en dirección al hotel.

Entonces… ¿ella ya no lo amaba?

Entonces…

Su mente se quedó en blanco por un momento, procesando aquellas palabras que tanto había anhelado escuchar y luego, cuando esos ojos blancos se volvieron a él notando que se había quedado atrás, su voz también regresó.

—¿Ya no estás enamorada de él?

Hinata se sonrojó por la forma tan directa de preguntarle, y apartó la mirada avergonzada, pero asintió.

Y eso, precisamente esa afirmación, era todo lo que ella necesitaba hacer para que él sintiera que el mundo, otra vez, volviera a girar.

Ahora podía alcanzarla.

Ahora, existía una posibilidad.

Ahora, su corazón era libre.

Sintiendo como todo se revolucionaba en su interior, como sus emociones crecían impidiéndole ocultar una sonrisa, avanzó.

Caminó, un paso tras otro hacia ella, volviendo sus ojos a los suyos y capturandola con la mirada; enviando un desafío sin palabras, una silenciosa intensión. Y se detuvo, a un par de centimetros de distancia, invadiendo totalmente su espacio personal.

—Todavía me debes una cena—le dijo mientras una traviesa sonrisa se le escapó, sorprendiendola—, y yo lo solicité primero.

Hinata lo observó un segundo, para luego relajarse y sonreir de la misma forma que él.

Y su voz, desde la distancia, en la lejanía, llegó en el viento como una suave y tímida melodía que la alcanzó…

Su corazón, finalmente estaba libre para escuchar a quien jamás pensó que le pertenecería.