Ask your partner about their day. Listen intlently.


«Al primer amor se le quiere más, a los demás se les quiere mejor.»

—El Principito.

Jon venía agotado; aunque solamente decir agotado sería un eufemismo. Había salido desde las seis de la mañana y no había regresado a su casa hasta casi las siete de la noche, ya en la ciudad la mayoría de las luces de la calle, las casas y edificios estaban encendidas, el sol se escondía casi por completo tiñendo el cielo de azul profundo y púrpura y las sombras comenzaban a dominar en los parques, al igual que los débiles sonidos nocturnos que eran opacados por el clásico escándalo citadino, aunque el super oído de Jon los podía percibir con toda claridad, de hecho concentrarse en esos pequeños retazos de naturaleza que había en las zonas verdes y plazas había sido lo que lo salvó de una fuerte jaqueca en todo el día. Aunque ahora que estaba por fin en casa estaba dejando de funcionar.

Vestido con sus ropas de civil y con sus características gafas Jon había preferido tomar la escalera de incendios afuera del edificio y entrar por la ventana a su dormitorio, esto por pedido de su padre con tal de pasar medianamente desapercibido en días como esos en los que no tenía ni la energía ni las ganas de convivir con los demás estudiantes que allí vivían. En su humilde opinión le parecía algo ridícula esta idea de su padre en contra de su costumbre de llegar a su dormitorio volando, pero comprendió de cierta forma lo que sus padres trataban de hacer, mantenerlo lo más alejado posible de los medios para darle un poco de paz al menos para estudiar.

Pensando en estudiar lloriqueó un poco cuando recordó la tarea que tenía para el día siguiente.

Para alguien que apenas recientemente había conseguido tener un diploma de verdad de secundaria e incluso de primaria, la Universidad sentía que en cualquier momento lo mataría —Damian a menudo le decía que no fuese chillón, claro, porque él sí se desarrolló en un universo normal y aún estaba en la preparatoria—. Eso sumado a que sólo ese día había tenido que impedir cinco tiroteos, dos asaltos y un ataque terrorista solamente en las dos horas que tenía libres entre una clase y otra que fue cancelada, apenas había desayunado correctamente y tuvo que saltarse el almuerzo por ir al origen de todos esos problemas antes de que empezase la siguiente clase, por eso ahora su estómago gruñía, le dolía más la cabeza y aumentaba su mal humor.

Su madre y Shao lo regañarían si se enteraban.

Cuando llegó a su ventana el hijo de Superman suspiró pesadamente y con una llave pequeña abrió desde afuera su ventana, la abrió con toda la suavidad que pudo reunir aún en medio de su hastío y se coló por ella. De cierta forma agradecía no tener un compañero de cuarto por más que sus padres le hubiesen insistido en que consiguiera uno. Era verdad que a veces se sentía un poco solo, pero también era una ventaja no tener que darle explicaciones a nadie de cuando iba y venía, o más bien cuando escapaba por la ventana a cumplir sus deberes de Superman.

Jon dejó su maleta en la esquina de la pared bajo su escritorio y se dejó caer sobre la silla de este con otro suspiro mucho más pesado. No se había arrojado sobre la cama nada más porque necesitaba hacer la tarea y temía acabar quedándose dormido, aparte sus padres lo llamarían en cualquier momento. El joven inclinó su cabeza hacia atrás para apoyarla en la cabecera de su silla y cerró los ojos, quedándose ahí quiero un rato e incluso al borde de dormirse ahí mismo, se sobresaltó cuando escuchó la cancioncita que servía de timbre de llamada en su celular, y aún algo adormilado, lo agarró y contestó, era su madre.

—¿Hola? —contestó con voz cansada mientras se frotaba los ojos.

—¡Hola cielo! ¿Dónde estás ahora?

—Hola, mamá. Acabo de llegar a mi dormitorio.

—Suenas cansado ¿Son muy difíciles las clases? —inquirió Lois con tierna preocupación.

—No más de lo normal. Es que hoy tuve que correr mucho como Superman y casi no llego a las clases —contestó el muchacho ya un poco más despierto, sujetó el teléfono con su hombro mientras encendía su laptop dispuesto ahora sí a hacer su trabajo—. De hecho ahora mismo estaba tomando un descanso antes de hacer mis tareas.

—Deberías conseguir algo de comer, Jon. Mira la hora que es, normalmente ya has cenado a las seis.

El joven sonrió levemente: —Lo haré, mamá, no te preocupes ¿Dónde está papá?

—Está exactamente como tú, encerrado en su oficina al borde del colapso, casi no cena —contestó su madre entre preocupada y divertida—. Yo también tengo bastante trabajo por hacer, de hecho.

—Siempre he considerado seriamente que los explotan —comentó Jon medio en broma, medio en serio mientras abría un documento en blanco en la laptop—. Dile a papá que lo saludo, tengo que irme.

—Adiós, cariño. Te quiero.

—Yo también a ti.

Su madre colgó y Jon puso su teléfono a un lado de la computadora, se frotó la frente como tratando de disipar el cansancio y se dispuso a trabajar. Era una suerte que no tuviese que hacer un ensayo o una investigación muy intensa, puesto que ya le había pasado antes que las tareas terminaban siendo más largas de lo que aparentaban y perfectamente podría estar despierto toda la noche haciendo esos trabajos, caía inconsciente en su cama y acababa perdiéndose las clases. Y sus maestros eran despiadados, una sola clase perdida y podría llegar a ser fatal, sin exagerar.

Sus padres se habían sentido un poco cuando él eligió Criminología como carrera en lugar de Periodismo, pero Clark se había enternecido al comprender que estaba ligado con la admiración de Jon hacia Bruce y su deseo genuino de hacer todo el bien posible tanto como héroe como siendo civil, prometieron apoyarlo en todo lo que eligiera con tal de que fuera feliz y Jon, que en un momento se había sentido un poco culpable por desear hacer algo diferente a sus padres se sintió mejor. Era feliz con su carrera, aunque no fuese precisamente amigable.

Pasada media hora en la que sencillamente estuvo escribiendo y abriendo páginas de investigación, Jon sintió la necesidad de quitarse sus lentes puesto que los ojos le ardían, apartó la mirada de la computadora y echó un vistazo a los alrededores de su habitación. Era una habitación relativamente pequeña en la que cabían dos personas, aunque Jon adaptó el espacio para sí mismo, había una cocinita pequeña con lo indispensable, frente a esta había una pequeña barra de madera pegada a la pared con dos bancos altos en los que se sentaba para comer, su cama bien hecha, la cómoda desordenada, un par de alacenas y estanterías llenas de fotos, plantas y sus libros, el armario y su escritorio, y obviamente un baño en un costado. No era nada lujoso, pero disfrutaba estar ahí, tener su propio espacio, aunque también mentiría si dijese que no extrañaba escuchar las voces de sus padres en el piso de abajo.

Mudarse había sido complicado, había requerido bastantes esfuerzos físicos y mentales por parte de Jon para planear todo correctamente, el prepararse mentalmente para vivir solo por primera vez y sobretodo la carga emocional que había representado separarse de sus padres. Jon no mentiría al decir la cantidad de veces en las que el terror que sintió fue mayor al de cualquier batalla que pudiese recordar, no mentiría al decir todas las veces que lloró de pura nostalgia al ver la habitación de su infancia cada vez más llena de cajas y empaques, sus muebles siendo removidos. Le dolió, pero fue una suerte que sus padres permanecían aún cerca de él, Damian estuvo para oírlo cuando colapsaba, y Shao aún desde lejos le brindó todo el apoyo que le fue posible, repitiéndole muchas veces «Están todavía al alcance de tu mano, cuando te sientas mejor lo vas a ver y sonreirás».

Su novia, ahora que lo pensaba no había podido hablar con ella el día anterior porque había estado hasta la noche encerrado en la biblioteca con otro montón de tareas por hacer. Y ni bien había llegado a casa se había tumbado a dormir, de nuevo sin cenar. Dos días seguidos.

«Probablemente se moleste conmigo.» pensó Jon para sí, pero sin más, cuando terminó su tarea y la cerró para imprimirla mañana en la mañana, abrió una videollamada con Shao, y tras tres timbres ella contestó.

—Hola, Jon. Llamaste justo a tiempo... O tal vez no —Soi Fong dijo lo último con una suerte de gruñido de por medio, cosa que hizo junto a su expresión que Jon se encogiera un poco ante la cámara.

Al parecer Shaolin sí había notado su falta de comunicación el día anterior. Él se rascó la nuca.

—Lo siento, Shao. Las tareas de la Universidad me tienen al borde y los exámenes están a la vuelta de la esquina —explicó—. De hecho acabo de terminar una tarea.

—No tienes que decírmelo —contestó ella con el rostro serio y luego acercó su rostro a la cámara—. Tienes unas ojeras horribles... Y estás pálido. Te estás saltando comidas ¿Verdad?

Jon miró a su novia con sorpresa visible y luego movió su silla para verse en el espejo de cuerpo entero que tenía colgado en la pared. Efectivamente, su piel se veía dos tonos más clara que su tono normal, la claridad de sus ojos parecía llamar más la atención hacia las enormes ojeras que tenía y su cabello incluso estaba algo aplastado y desordenado.

Ya saben, se veía como el típico universitario promedio en su época de exámenes.

—Puede que sí me haya descuidado un poquito —dijo con vergüenza Jon volviendo a su lugar frente al escritorio. La muchacha negó con la cabeza.

—Eso pensé —contestó ella con tono cansino—. No aprobarás tus exámenes si todo el tiempo estás a punto de desmayarte, Jon. Pero supongo que no son sólo los trabajos y los exámenes ¿Cierto?

Este fue el momento que Jon consideró más indicado para explotar de una vez.

—¡No! ¡No es sólo eso! —el muchacho apoyó ambos codos sobre el escritorio y agarró su cabeza con ambas manos, denotando por una vez todo su estrés— Son estas épocas las que otras Universidades más escogen para organizar manifestaciones, algunas son bastante violentas y yo y papá tenemos que ir a calmar las cosas o a vigilar a las propias autoridades. También a papá me está afectando en el trabajo y mamá está preocupada. Por eso trato de no mantenerlos tan al tanto de mis problemas porque ya vivo solo, Shao. Ya debería saber valerme por mí mismo. Pero te lo juro, la única razón por la que no he perdido la cordura a estas alturas es... ¡Ya ni siquiera yo lo sé!

Para poner énfasis en lo frustrado que estaba Jon dejó caer su frente sobre la madera, que hasta crujió y podría haberse agrietado, pero eso le dio más o menos igual al hijo de Superman.

Al otro lado de la pantalla ella hizo una mueca pensativa.

La capitana estaba bastante segura de que él no había terminado.

—¿Es mal momento para decir que te extraño? —murmuró el joven ya más tranquilo, alzó la cabeza sin detenerse a mirar el pequeño hueco con la forma de su frente que había quedado en el escritorio para verla a ella.

Soi Fong se sonrojó, pero al mismo tiempo tampoco pudo evitar sentirse algo decaída.

Normalmente cuando Jon sufría estos pequeños episodios de colapso y Shaolin estaba a su lado ella solía tomar su mano y dejarlo desahogarse sobre su hombro o su regazo. La joven jamás había sido buena con las palabras y si bien varios consejos suyos habían sido lo bastante certeros para ayudar a su novio, esta vez era poco lo que podía hacer por él y aún más al estar ella tan lejos.

—También te extraño —confesó ella—, pero los reportes que debo revisar están hasta el tope, la mayoría con los efectos secundarios de la guerra en los distritos más pobres del Rukongai y sabes que Omaeda no es un gran apoyo exactamente ¡Está más preocupado por los ingresos de su familia que por el escuadrón! —Soi Fong bufó— Lo siento, Jon. Llevará tiempo antes de que pueda ir a verte.

—Lo sé, Shao —el joven héroe suspiró y apoyó de nuevo la nuca en el espaldar de la silla, era algo que hacía demasiado seguido en esos días—. Solamente estoy cansado, con todos los disturbios que han estado ocurriendo en la ciudad y encima las tareas ni siquiera sé si llegaré al próximo año. Y para serte honesto, siento que sería más fácil si estuvieras conmigo.

Un momento de silencio, no era incómodo, pero estaba provisto de cierta pesadez.

—¿Jon?

—¿Qué? —murmuró quejumbroso el aludido.

—¿Puedes mirarme un momento?

Cualquiera de los compañeros de trabajo o subordinados de Soi Fong se mostraría impactado por el hecho de que ella, la firme y autoritaria capitana del escuadrón dos le pidiese a alguien algo tan simple como mirarla y más con tanta amabilidad. Pero con Jon la historia era distinta, era con él quien mostraba su lado más suave como si simplemente le saliese por instinto.

El muchacho volvió a mirar a la pantalla. Soi Fong tenía un pequeño sonrojo en las mejillas, pero tenía la mano extendida hacia la pantalla casi tocándola como si quisiese alcanzarlo. Ese gesto le calentó el corazón a Jon quién hizo lo mismo, tocando con sus dedos el lugar donde estaban los dedos de la capitana. No era lo mismo que sentir la piel de la mano de ella, pero le brindó cierto consuelo.

—Yo sigo a tu lado, Jonny —dijo ella suavemente—. Puede que no sirva de mucho ahora, pero te lo dije una vez y te lo vuelvo a decir: Yo estaré ahí viéndote convertirte en el mejor héroe, y ahora mismo en el detective más asombroso. Has soportado cosas peores y si no puedes más apóyate en mí. No estaré lejos por siempre.

Soi Fong siempre decía que no era buena con las palabras, pero de alguna forma siempre lograba hacer que Jon se sintiese liberado, comprendido cuando hablaban incluso desde una pantalla.

—Gracias —susurró él, de pronto sintió que la pantalla se hacía inexistente y casi podía sentir el calor de la chica—. Te quiero, pequeña.

—Yo te quiero más.