Marinette no supo cómo reaccionar ante la presencia de Cat Noir. Por un lado se alegraba de que hubiese logrado presentarse allí tan deprisa; por otro, quizá había llegado demasiado pronto, antes de que ella tuviese la oportunidad de transformarse. Y eso era demasiado inconveniente.

—¡Cat Noir! —exclamó—. ¡Mi novio ha salido a buscar ayuda y puede que esté en peligro!

El superhéroe le dirigió una mirada pensativa. Marinette se preguntó brevemente si él sabía que ella y Adrián estaban saliendo juntos. No recordaba si se lo había comentado alguna vez, con máscara o sin ella.

Pero Cat Noir despejó sus dudas al responder:

—Si te refieres a Adrián Agreste, lo he visto mientras venía hacia aquí. No te preocupes, está a salvo. La villana no lo encontrará. Me ha pedido que te proteja —añadió, antes de que Marinette pudiese responder.

—¿Protegerme… a mí? —balbuceó—. Pero…

—Voy a ponerte a salvo, ¿de acuerdo? No tengas miedo.

Marinette se quedó sin palabras. Cat Noir la miraba intensamente, y sus ojos verdes estaban repletos de cariño. A ella se le aceleró el corazón. Sabía que su compañero tenía novia también, que estaba saliendo con una chica de la que estaba muy enamorado. Pero no podía olvidar que, tiempo atrás, se había sentido atraído por Marinette Dupain-Cheng. Que durante una noche loca y absurda, en una cita improvisada, repleta de emociones y revelaciones inesperadas, los dos se habían besado… porque se gustaban de verdad. ¿Sería posible que él aún sintiese algo por ella? Se ruborizó sin poderlo evitar.

—Yo… yo… no tengo miedo —tartamudeó. Se esforzó por centrarse, y lo consiguió—. No soy yo quien está en peligro, sino Adrián —insistió—. La chica akumatizada lo busca específicamente a él. Igual que el villano anterior, y que el anterior —añadió con resignación. Suspiró, incapaz ya de seguir negando lo evidente—. ¿Qué es lo que pasa? ¿Es posible que el nuevo portador del prodigio de la mariposa lo tenga en su punto de mira?

Cat Noir la miró apenado, y ella tuvo la sensación de que se sentía culpable por alguna razón.

—No lo sé, Marinette, pero te prometo que Ladybug y yo investigaremos este asunto hasta el fondo y averiguaremos qué está pasando. Y que os mantendremos a salvo a ti y a Adrián, pase lo que pase. Vamos, ven conmigo.

Le ofreció su mano, y ella la tomó sin dudar. El superhéroe se asomó fuera de su escondite para asegurarse de que no había peligro inmediato. Cuando comprobó que el enemigo no estaba a la vista, tomó a Marinette en brazos y se la llevó de allí.

Ella daba por sentado que la ocultaría en alguno de los puestos de la feria, pero al parecer Cat Noir consideraba que aquel lugar no era ya lo bastante seguro. Abandonaron el jardín de las Tullerías y el superhéroe la depositó finalmente en la azotea de un edificio cercano. Una vez allí, abrió el comunicador de su bastón para llamar a Ladybug. Pero lo recibió el contestador automático: su compañera no estaba disponible.

—Milady, tenemos una akumatizada en la feria de las Tullerías —dijo él con tono profesional—. No podemos esperar refuerzos hoy, así que haré lo posible por distraerla hasta que llegues.

Cortó la comunicación y se volvió de nuevo hacia Marinette, que lo miraba con los ojos muy abiertos. Le sonrió con cariño.

—Todo saldrá bien —le prometió—. Ahora tengo que marcharme, pero volveré a buscarte cuando no haya peligro, ¿de acuerdo?

Marinette fue incapaz de responder. La dulzura en la voz de Cat Noir la había dejado sin palabras. ¿Alguna vez había hablado así a Ladybug?, se preguntó.

Asintió en silencio. Cat Noir le sonrió de nuevo y alzó la mano, como si fuese a acariciarle la mejilla. Pero se detuvo en el último momento y dio un paso atrás, un tanto cohibido.

—Nos vemos después, Marinette —le dijo.

Se dio la vuelta para marcharse, pero ella se sintió en la obligación de retenerlo a su lado sin saber por qué.

—¡Cat Noir!

—¿Sí? —preguntó él, volviéndose para mirarla.

Ella no supo qué responder. Tragó saliva y se limitó a decir:

—Ten mucho cuidado, por favor.

Él le sonrió con cariño y asintió.

Instantes después, se había marchado.

El corazón de Marinette latía con fuerza contra su pecho. Tikki emergió entonces de su bolso.

—Marinette, tenemos trabajo que hacer —le recordó.

Ella volvió a la realidad y asintió. Pronunció las palabras mágicas y, momentos más tarde, Ladybug aterrizaba en la feria de las Tullerías, lista para entrar en acción.

Halló a Cat Noir un poco más lejos, esquivando con fantásticas acrobacias los envites de las tijeras mágicas de la villana, capaces de cortar prácticamente cualquier cosa. Por un momento, Ladybug visualizó aquel arma terrible seccionando el cuerpo de su compañero. Se estremeció. Habían luchado contra enemigos peligrosos y habían salido airosos de todos los combates, y ella había sido capaz de restaurar los daños todas las veces. Pero sabía que Cat Noir era impulsivo y un poco irreflexivo, y con el nuevo portador de la mariposa se adentraban en terreno desconocido. ¿Y si las cosas, por una vez… no salían bien?

—¡Milady! —exclamó él, nada más verla—. ¡El akuma está en las tijeras!

Ladybug respiró hondo y se reunió con su compañero, tratando de centrarse. Pero había demasiadas cosas que la turbaban. Principalmente su nuevo y misterioso enemigo, que parecía obsesionado con Adrián.

Y la idea que empezaba a germinar en su mente, cada vez más poderosa: que, mientras ella permaneciese a su lado como Marinette, no sería capaz de protegerlo como Ladybug. No sin revelar su identidad, al menos.

Y eso era algo que no quería hacer, por el momento. Por muchas y poderosas razones.

—¡Milady!

Oyó a lo lejos la voz de Cat Noir, y fue vagamente consciente de que él se abalanzaba sobre ella. Volvió a la realidad justo cuando su compañero la apartaba bruscamente del peligro. Los dos rodaron por el suelo, entrelazados, como tantas otras veces. Ella lo miró, aturdida. Los ojos verdes de él estaban repletos de preocupación.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Ladybug apenas fue capaz de asentir. Cat Noir tiró de ella para ocultarla tras la base de la noria, que la chica akumatizada había partido en dos. Aguardaron un instante, conteniendo el aliento, a que su enemiga se alejara. Después, Cat Noir se volvió hacia su compañera.

—Estás distraída, LB. ¿Seguro que te encuentras en condiciones de pelear?

Ella inspiró hondo y luchó por centrarse.

—Sí —respondió por fin—. Sí, es solo que… —Sacudió la cabeza—. Siento que todo esto me supera. ¿Tenemos que empezar otra vez desde cero, Cat Noir? ¿Contra quién? ¿Y hasta cuándo? —Se cubrió el rostro con las manos—. Todo esto es culpa mía. Si hubiese estado más atenta durante la lucha contra Monarca, si hubiese recuperado el prodigio de la mariposa cuando tuve la oportunidad…

Él le sonrió con simpatía y colocó una mano sobre su hombro para transmitirle su apoyo.

—Todo saldrá bien, ya lo verás. Derrotaremos a este portador de la mariposa, igual que hicimos con el anterior. Piensa que cada nueva batalla es otra oportunidad para descubrir quién es y dónde se esconde.

Ella alzó la cabeza para mirarlo a los ojos y se aferró a la seguridad que le transmitía su mirada. Sonrió, más tranquila.

—Tienes razón.

Él le devolvió la sonrisa. En aquel momento oyeron la voz de Francine, llamándolos. Al parecer, tampoco ella había escogido un nuevo nombre al ser akumatizada, por lo que tendrían que seguir identificándola como Francine. Cat Noir le guiñó un ojo a Ladybug, y ella asintió, aún sonriendo.

Se reincorporaron a la batalla. Ladybug agradeció que su compañero se mostrara serio y concentrado en todo momento. Por un lado, echaba de menos sus bromas y su sentido del humor. Por otro, realmente necesitaba un héroe competente a su lado, capaz de tomar las riendas de la situación cuando ella fallaba.

Cuando el Cataclysm de Cat Noir destruyó finalmente las tijeras de Francine y ella cayó de rodillas ante los héroes, derrotada, los dos chocaron los puños, como siempre. Ladybug se inclinó para hablar con la chica.

—Francine —le dijo—. ¿Recuerdas algo de la persona que te akumatizó?

Ella frunció el ceño, desconcertada.

—No —respondió—. Ni siquiera recuerdo por qué me enfadé…

—Has atacado a Adrián Agreste y a su novia —dijo Ladybug, y sintió que Cat Noir se removía a su lado, incómodo—. ¿Recuerdas por qué?

Ella sacudió la cabeza.

—Tenía que ver con el evento que estamos organizando en honor de Gabriel Agreste, creo. Oh, no. —Se cubrió el rostro con las manos, muy avergonzada—. El señor Agreste dio su vida para salvarnos de Monarca, ¿y yo voy y me dejo akumatizar? ¿Qué clase de persona soy? ¡No soy digna de honrar su memoria!

—No te tortures por haber pasado por un momento de debilidad, Francine —dijo entonces Narcisa. Había llegado sin que los superhéroes lo advirtieran, y abrazaba ahora a su amiga para consolarla—. No todos tenemos la fuerza, la valentía y la serenidad de Gabriel Agreste. Pero seguiremos esforzándonos día a día por seguir su ejemplo.

Le dirigió una sonrisa encantadora a Ladybug, y ella sintió que se le retorcía el estómago. Oyó a Cat Noir gruñir por lo bajo tras ella. «Lo hago por Adrián», se recordó a sí misma. Después de todo, Gabriel Agreste ya no podía hacer daño a nadie, así que ¿qué importaba lo que la gente pensase de él?

«Pero no está bien», seguía repitiendo aquella vocecita en su cabeza. «No está bien».

Se volvió hacia su compañero para dirigirle una mirada de disculpa. Ya se había dado cuenta durante la batalla de que estaba extraordinariamente serio, como si estuviese preocupado por alguna razón. Supuso que a él también lo inquietaba la nueva situación. Los dos se habían acostumbrado a la idea de que podían combinar su identidad secreta con una vida normal junto a la persona a la que amaban, porque su gran enemigo había sido derrotado y los héroes podían limitarse a patrullar por París, sin enfrentarse a grandes amenazas.

Pero la nueva Mariposa estaba siendo más problemática de lo que habían calculado en un principio. ¿Y si no conseguían derrotarla antes de que desarrollase sus poderes y llegase a ser tan peligrosa como lo había sido Monarca?


Cuando Ladybug se encontró a solas, se dispuso a volver a transformarse en Marinette para acudir al encuentro de Adrián. Pero recordó, justo a tiempo, que Cat Noir le había dicho que acudiría a buscarla a la misma azotea donde la había dejado momentos atrás. De manera que se apresuró a volver allí. Llegó con el tiempo justo de destransformarse, antes de que el superhéroe se presentase ante ella.

—¡Cat Noir! —exclamó Marinette, muy en su papel—. ¿Ya ha pasado todo? He visto las mariquitas mágicas desde aquí.

—Sí, ya hemos vencido a la chica akumatizada y todo vuelve a estar como antes —respondió él, sonriendo—. Y la noria está arreglada, así que puedes montar en ella con Adrián, si quieres.

Marinette notó que su sonrisa no era del todo sincera, como si siguiese profundamente preocupado y estuviese intentando que no se le notara. No obstante, ella lo conocía demasiado bien.

—¿Cat Noir? —preguntó—. ¿Ha pasado algo… con Adrián?

—¡No, no, en absoluto! Él está perfectamente —le aseguró el superhéroe, y ella supo en esta ocasión que decía la verdad—. Ven —la invitó, tendiéndole la mano—. Te llevaré con él.

Ella le sonrió, y se abrazó a él. El chico le rodeó la cintura con un brazo y extendió el bastón con la otra mano para llevarla de nuevo hasta la feria.

Por el camino, Marinette lo miró de reojo. Estaba, en efecto, sumido en profundas reflexiones. Y, por alguna razón, tenía la sensación de que no se atrevía a mirarla, como si se avergonzara de alguna cosa.

«Tal vez le cuente a Ladybug qué es lo que le preocupa», se dijo a sí misma.

Ella, desde luego, tenía muchas cosas en qué pensar.

Cat Noir la depositó ante la entrada de la feria. Adrián no estaba allí, pero él le aseguró que no tardaría en llegar. Se despidieron y Marinette se quedó mirando cómo se alejaba el superhéroe, elevándose con su bastón sobre los puestos y las atracciones.

Momentos después, oyó la voz de Adrián, llamándola. Se volvió, inmensamente aliviada. El chico corría hacia ella, aparentemente ileso.

Se fundieron en un abrazo que prolongaron durante un largo rato.

—Lo siento muchísimo —le dijo él al oído.

—¿Por qué? Nada de todo esto es culpa tuya.

—Pero los nuevos villanos me persiguen a mí, y eso te pone en peligro a ti también. Lo siento, Marinette.

—No es culpa tuya —insistió ella.

«Sí que lo es», pensó él, comido por los remordimientos. Cada día que pasaba estaba más convencido de que el nuevo portador de la mariposa conocía la identidad del anterior. Y atacaba a Adrián Agreste porque sabía que era su hijo.

Marinette no tenía por qué sufrir las consecuencias de los actos de su padre, decidió.

Tragando saliva, se separó un poco de ella y le dijo con una sonrisa forzada:

—¿Qué quieres hacer ahora? ¿Subimos a la montaña rusa?

Marinette se dio cuenta de que el chico estaba muy cansado. Y detectó un poso de tristeza en su mirada.

—Creo que ya he tenido suficientes emociones por hoy —respondió—. ¿Te parece… que demos un paseo hasta casa?

—Me parece bien.

Tomados de la mano, caminaron de regreso a su barrio. Charlaron de cosas intrascendentes, pero ninguno de los dos tenía realmente ganas de hablar. Aunque no compartieron sus pensamientos en voz alta, ambos estaban dando vueltas a la misma idea. Pero era una decisión demasiado dolorosa como para tomarla a la ligera.


—Tikki —murmuró Marinette más tarde, cuando ambas estaban ya a solas en el balcón—, creo que no puedo seguir saliendo con Adrián.

—¿Qué? —se sorprendió ella—. ¿Por qué? ¿Es que ya no le quieres?

—¡No, en absoluto! Le quiero muchísimo. —Se le quebró la voz y se le llenaron los ojos de lágrimas, y se las secó, con rabia—. Pero necesito ser Ladybug al cien por cien, ¿entiendes? Para poder protegerlo. Si estoy a su lado como Marinette, no podré transformarme cada vez que lo necesite. Y tengo que centrarme en encontrar al nuevo portador de la mariposa cuanto antes. Para mantenerlo a salvo, tengo que guardar las distancias.

—Entiendo —murmuró Tikki, apenada—. Pero no es justo que tengas que renunciar al amor por el bien de tu misión, Marinette.

—Estoy preparada esta vez —le aseguró ella—. Porque no tengo que elegir entre mi deber y mis sentimientos. Lo hago por él, ¿comprendes? Para ser capaz de protegerlo. —Tikki asintió, comprensiva, y ella sintió ganas de llorar otra vez—. Pero duele tanto…

Hundió el rostro entre las manos y su kwami voló hasta ella para consolarla.


—Tengo que romper con Marinette, Plagg —dijo Adrián a media voz, mientras contemplaba la vista desde la ventana de su habitación.

—¿Cómo dices? ¿Romper con Marinette? ¿Te has vuelto loco? —se escandalizó el kwami.

—Ya has visto lo que ha pasado hoy: estar conmigo es peligroso porque el nuevo portador de la mariposa me tiene en su punto de mira. Si las cosas siguen así, acabará por atacarla a ella también. Y no puedo permitirlo. Tengo que alejarme de Marinette, por su bien. Y para poder centrarme en mi misión, también. Y solucionar este asunto de una vez por todas. Y si mi padre tuvo algo que ver con la llegada de este nuevo villano… es mi responsabilidad hacer algo al respecto.

—Pero… tú sigues enamorado de ella, ¿verdad?

—Con todo mi corazón —reconoció él.

Plagg fue a decir algo, pero no encontró las palabras. Contempló apenado a Adrián, que había cerrado los ojos y había apoyado la frente sobre el cristal de la ventana, tratando de reunir valor para llevar a cabo la decisión que acababa de tomar.

—Quizá, cuando todo esto acabe —dijo él al fin, abriendo los ojos con una sonrisa cansada—, Marinette todavía sienta algo por mí. ¿No crees? Y tal vez entonces podamos volverlo a intentar. Sin villanos akumatizados esta vez.

—O tal vez no —señaló el kwami.

Adrián suspiró.

—O tal vez no —admitió, abatido—. Pero, sea como sea, no tengo otra salida. No puedo ser Cat Noir y luchar contra los villanos que amenazan a Adrián Agreste… y ser el novio de Marinette y asumir el papel de víctima del nuevo portador de la mariposa. Tendré que arriesgarme. Si renunciando a Marinette consigo mantenerla alejada de toda esta locura… habrá valido la pena.

—¿Y qué me dices de ella? —planteó Plagg—. ¿Cómo crees que se lo tomará?

Adrián tragó saliva.

—No lo sé —admitió—. Solo espero… que sea capaz de perdonarme algún día.

Parecía tan hundido que Plagg se posó sobre su hombro para transmitirle su apoyo.

—¿Sabes una cosa? Creo que ella te esperará. Y que, de una manera o de otra… volveréis a encontraros y a enamoraros otra vez.

Adrián le dirigió una mirada divertida.

—¿Desde cuándo tienes tanta fe en el amor y en el romanticismo?

—Desde que os conozco a vosotros dos —refunfuñó el kwami—. Y no me mires así: sabes que tengo razón. Estáis tan ridículamente enamorados que, a pesar de todos vuestros errores y todas vuestras decisiones estúpidas, vuestros caminos siempre vuelven a cruzarse una y otra vez. ¿No me crees? Ya verás como el tiempo me da la razón.

Adrián sonrió.

—Eso espero, Plagg —murmuró—. Eso espero.


NOTA: Minispoiler: Plagg tiene razón 😊.