«Únicamente los niños saben lo que buscan. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo que viene a ser lo más importante para ellos y si se la quitan, lloran.»

—El Principito.

—¡Oye, Soi Fong!

Yoruichi cayó en cuchillas sobre la ventana de la capitana sujetándose con las manos al alféizar, saludaba con su típica sonrisa desenfadada. Pero parpadeó cuando no recibió respuesta de parte de la contraria.

Se inclinó un poco más desde su lugar en la ventana y se dio cuenta de que su discípula no estaba en su escritorio, de hecho el papeleo ya estaba completo y organizado en una sola pila a un lado, al parecer esperando que alguno de los soldados entrase para llevárselo. Yoruichi arqueó la ceja con eso.

Soi Fong era una persona diligente, pero no era común que terminase sus deberes tan rápido como lo era en sólo una mañana.

Se bajó de un salto de la ventana y miró a su alrededor, así como Soi Fong no estaba en el escritorio no estaba en la oficina en general. Todo estaba quieto, ordenado y hasta cierto punto impersonal, salvo el florero en una esquina decorado con ramas de cerezo en flor y un juguete de perro en forma de hueso azul tirado sobre la alfombra.

Mientras Yoruichi recorría esa oficina que en algún momento fue suya brincó cuando escuchó un ladrido, y una ráfaga gris y marrón pasó a sus pies. Moon, el perro de Soi Fong que desapareció en la puerta que llevaba a los aposentos de esta ¿Y tenía una caja en su cabeza?

Yoruichi siguió el camino que había seguido el cachorro y abrió la puerta de los aposentos. Dentro estaba Soi Fong, sólo que esta no paraba de moverse del armario a la cama sacando ropa de su armario para meterla ordenada en una mochila algo grande. Lo más curioso era la forma en la que ella estaba vestida, no llevaba su uniforme sino pantalones ajustados marrones, botines negros y un suéter gris perla algo suelto de mangas hasta los codos, una chaqueta de cuero clara estaba esperando colgada en la silla del tocador. Parecía que iba a salir a algún lado porque incluso una jaula de viaje estaba instalada y abierta en el suelo, aunque por el momento Moon estaba libre corriendo de un lado al otro de la habitación, ladrando y pasando por entre los pies de Soi Fong mientras esta empacaba.

—Hola, Soi Fong.

La joven no le respondió, ni siquiera la volteó a ver y siguió con lo suyo. Yoruichi arqueó una ceja, Soi Fong nunca la ignoraba. Hasta que miró mejor y se dio cuenta de que la capitana cantaba una canción en inglés y tenía puestos los auriculares amarillos.

—Soi Fong.

No la escuchó, de hecho el volumen de la canción aumentó a tal punto de que Yoruichi podía escuchar la voz femenina que cantaba la canción gracias a sus sentidos sobrehumanos. Esta vez la morena sí frunció el ceño.

—¡Soi Fong! —ninguna respuesta. La mujer morena se acercó a la chica que buscaba algo en su armario y con la mano le arrancó los audífonos— ¡Soi Fong!

—So good luck trying to get me out of that... ¡Yoruichi-sama! —la muchacha paró de cantar y se giró sorprendida cuando le quitaron su música. Sabía desde un inicio que su maestra estaba rondando por ahí, pero no se había dado cuenta de que estaba en sus aposentos y menos hablándole.

—¡Al fin! —contestó burlonamente la mayor, dejó colgados los audífonos del cuello de Soi Fong y frunció más el ceño cuando escuchó con más nitidez— Ese volumen va a dejarte sorda un día de estos.

La aludida sólo puso una expresión de vergüenza mientras pausaba la música.

—Disculpe, Yoruichi-sama.

—¿Qué estás haciendo? ¿A dónde vas? —Yoruichi hizo un gesto hacia la mochila y la jaula de viaje, al tiempo en que Moon ladraba y con la lengua afuera apoyaba las patitas delanteras en la pierna de su dueña esperando que ésta lo mirase para jugar. Soi Fong se inclinó para rascarle a su perrito detrás de las orejas.

—Voy a acampar, Yoruichi-sama. En el mundo de los vivos —la capitana aclaró lo obvio.

Una sonrisa burlona se le salió a Yoruichi.

—Vas con Kent ¿No?

El chillido de Soi Fong y la forma en la que su rostro enrojeció cual lámpara de papel fue más que suficiente respuesta para Yoruichi, quién estalló en carcajadas.

—Tu estilo te delata, Soi Fong —se burló la morena, luego señaló la jaula de viaje— ¿Te llevarás a tu perro contigo?

—No, iba a llevárselo a usted.

—¡¿A mí?! —ahora sí Yoruichi estaba desconcertada.

En lugar de responder Soi Fong se agachó para levantar a su perro del suelo, este ladró y agitó la cola al ser levantado por su dueña.

—No estoy segura de a dónde iremos, por lo tanto no sé si será seguro para Moon ir. Además dejarlo con Omaeda sería ponerlo en peligro, así que decidí dejárselo a usted si no le molesta.

Antes de que Yoruichi alcanzase a replicar la canción que Soi Fong tenía como timbre de llamada sonó, Soi Fong dejó a su mascota en las manos de Yoruichi con sólo un «Tengámelo ¿Sí?», quien lo sostenía como si cargara a un niño pequeño por las axilas, y respondió el teléfono. Sonrió.

—Hello, Jon. How are you? —ella le dio la espalda a su maestra para atender el teléfono. Yoruichi habría sonreído de nuevo al ver la expresión de su discípula y la forma en la que se le dulcificó la voz, si no tuviese en sus manos a la bola de pelo consentida de Soi Fong— Yeah, I got the candies you like... Will you take Krypto with you? Ok! I can take Moon too. Right? Thank you so much. See you there... Yeah, I want you too.

La joven colgó y volvió a mirar a Yoruichi, hizo una mueca al ver cómo sostenía la morena a su cachorro para luego quitárselo y cargarlo en sus brazos.

—Jon me llamó para decir que iba a traer a su perro con él a acampar. Lo que significa que Moon también podrá ir conmigo —la chica bajó el rostro a ver a su perro y colocó voz de bebé—. Vas a venir conmigo, Moonie. Conocerás una fogata.

Yoruichi no estaba muy segura de lo que había pasado mientras acompañaba a Soi Fong mientras ésta terminaba de empacar y luego salían ambas de la habitación. Lo que la morena pudo hacer fue alegrarse al ver el rostro normalmente severo de su discípula alumbrado por la emoción de ver al héroe y saber cómo esta iba al mundo de los vivos sin espada, sin cuchillas, con la única intención de pasarlo bien con él.

Y también porque al final no tuvo que encargarse del perro de la capitana.


Jon a estas alturas se había habituado al hecho de que Soi Fong apareciese de la absoluta nada. Las primeras veces que se habían visto solía pasar muy a menudo que él se giraba a un lado, se giraba al otro y volvía a girar para encontrarse con los brillosos ojos grises de Shaolin, metiéndole un susto tal que en una traumática ocasión por poco la golpeó con toda su fuerza por mero instinto. La mayoría de las veces no parecía intencional por parte de ella e incluso lo regañaba por no estar más atento a su entorno y expuesto a una emboscada, pero sí habían ocasiones en las que la capitana lo hacía con la simple intención de burlarse de él.

Ocasiones como ésta.

Pasó lo mismo de siempre, Jon con su mochila en la espalda y Krypto firmemente sentado a su lado miró hacia un lado, vacío, miró hacia el otro, también vacío, un ladrido de Krypto y cuando miró otra vez Soi Fong estaba ahí.

—Hola, Jon.

—¡Shaolin! —el héroe pegó un brinco que sobresaltó a Krypto, a quien casi le pisa la cola, con la mano en su pecho que latía como loco la fulminó con la mirada— ¡¿Te importaría dejar de hacer eso?! ¡Siempre te apareces como screamer! ¡Un día harás que el corazón se me salga por la boca!

La capitana, con la mochila también asegurada en su espalda y Moon en brazos sólo atinó a arquear la ceja, aunque sus ojos chispeaban con un aire de superioridad.

¿Qué? No cualquiera podría sorprender así al hijo del hombre de hierro.

—¿Qué es un screamer? —preguntó ella, ignorando por completo lo demás que su novio le había dicho.

—Ya sabes, una de esas escenas de las películas de terror en las que que parece que no hay nada, pero luego el monstruo te grita en la cara, la persona grita y tú gritas también.

—No veo muchas películas de terror... O películas en general.

—¡Imperdonable! Eso debe cambiar.

La capitana sonrió y su rostro se suavizó un poco más.

—¿Veremos películas? Creí que íbamos a acampar.

—Hoy no, hoy sí acamparemos —respondió el muchacho.

—Por cierto —de un momento a otro la capitana se puso seria—. No me saludaste cuando llegué, grosero. Sólo me gritaste.

El muchacho sintió un poco de pena cuando ella le dijo eso, pero casi al instante sonrió y se acercó a ella abriendo los brazos. Soi Fong se agachó para poner a Moon en el suelo y después rodeó con sus propios brazos la cintura del chico, mientras este prácticamente la cubría con su cuerpo y acariciaba su cabello. Jon ya conocía lo suficiente a Soi Fong como para entender su deseo de cariño detrás de frases aparentemente hostiles, no porque pudiese leer su mente o porque ella no supiese pedir muestras de afecto, sino que ella era una persona de pocas palabras que intentaba combatir su timidez para abrirse a él, cosa que no siempre le salía.

Él estaba igual de cierta forma, por eso cuando se trataba del uno la paciencia del otro parecía ser infinita.

—Lo siento, Shao. Hola —dijo en voz baja. Se separaron sólo lo suficiente para mirarse a los ojos—. Te ves bonita.

Ella no pudo evitar sonrojarse un poco.

—Gracias. Tú también te ves bien ¿A dónde vamos?

—A la montaña —Jon se terminó de soltar y se dirigió hacia el lugar donde había dejado el auto de su madre, ella se lo había prestado para la ocasión con la condición de que lo entregase impecable.

—¿No está un poco lejos?

—Te lo aseguro, valdrá la pena —el joven la vio por encima del hombro y le sonrió de tal forma que la capitana no pudo decirle que no.

Eran varias las veces en las que Jon planeaba estas cosas a las que la llevaba sin darle demasiados detalles, y ya con el tiempo se acostumbró a simplemente dejarse llevar. Eso era fácil cuando se trataba de Jon.

Krypto y Moon, que en todo ese rato mientras Soi Fong y Jon se saludaban se habían correteado el uno al otro a modo de juego, fueron subidos al asiento trasero del auto y sujetos con unos cinturones especiales para mascotas. Sinceramente se veían graciosos así, sentados con sus distintos tamaños y los arneses puestos. Colocaron las mochilas, una manta, cerillos y la tienda en el maletero y Jon arrancó el auto.

El viaje fue relativamente largo, pero tanto Jon como Soi Fong no lo sintieron así porque se la pasaron entretenidos. Sea charlando, sea cantando las canciones de pop y country que les encantaban y salían en la radio —Jon sospechaba que su madre había creado esa mezcla especialmente para la ocasión— o simplemente Soi Fong le tomaba fotos a sus mascotas que permanecían obedientemente sentadas y disfrutando del viento a través de las ventanas entreabiertas, aunque no lo suficiente para permitirles sacar la cabeza. En ese momento Jon trataba de reprimir la risa mientras Soi Fong le hablaba de cómo Omaeda logró molestarla esos días, llevando el almuerzo al despacho haciendo que toda la oficina apestara a comida y comiendo de tal forma que Soi Fong no pudo mirarlo por temor a vomitar su propio almuerzo, aunque el desagradable chasquido de los dientes y saliva de Omaeda deshaciendo la comida había sido más que suficiente para darle nuchas náuseas, porque el sujeto no parecía ni siquiera tener la educación básica para comer con la boca cerrada. Ni siquiera fue capaz de gritarle o sacarlo de una patada por la ventana porque tuvo que abrir esta para airearse y aliviar las arcadas de asco.

—Creí que sólo yo había notado que Omaeda-san no es muy educado para comer —dijo Jon una vez estaba seguro de que no soltaría una carcajada delante de su irritada novia—. Cuando hice Eclairs y los compartí con él se metió como cuatro en la boca al mismo tiempo.

El aura de la capitana se oscureció.

—¿Tuviste que ver a ese tonto atragantarse de comida, Jon? —la voz de Soi Fong sólo podía compararse en gravedad y peligro con la de Bruce Wayne enojado— Voy a hacerlo polvo.

—¡Tranquilízate, Shao! No me molestó, de hecho me sentí halagado de que le gustaran tanto mis eclairs —replicó nerviosamente el héroe, temía que ahora tuviese que cargar un cuerpo porque su chica pensó que lo habían ofendido los precarios modales para comer de su teniente.

—¡A ti muy pocas cosas te molestan! Pero ese idiota no tiene modales —respondió la muchacha con un gruñido de por medio y una gran vena en la sien—, y sólo se la pasa jactándose de que es un noble y...

—Ok, Shao. Tranquila.

Cuidándose de no apartar la mirada del camino, Jon apoyó una de sus manos sobre la mano de la capitana, que estaba empuñada y con las venas saltadas de lo molesta que estaba, y se la apretó con cuidado como tratando de destensarla con sus dedos mientras con la otra sostenía el volante. Aunque seguía enojada Shaolin se dejó hacer, e incluso se soltó de tal forma que dejó que los dedos de Jon se entrelazaran con los suyos propios.

—Puedes enfadarte con Omaeda-san todo lo que quieras, pero quizá en otro momento. No quiero que en el paseo estés tensa y nerviosa porque han vuelto a sacarte de quicio y luego no lo disfrutes... Sólo relájate. No estás en el trabajo y ya te dije, no estoy molesto.

Luego de un momento de silencio, el resto de la tensión que tenía la capitana encima lo sacó a través de un bufido de fastidio. El calor de la mano de Jon sobre la suya solía ser de gran ayuda en momentos en los que igualmente se ponía muy tensa y parecía que perdería el control en cualquier momento, incluso en situaciones que para cualquiera no serían la gran cosa pero a ella le provocaban pánico o rabia como sus episodios de parálisis del sueño, u ocasiones como esta en la que estaba rabiosa con su teniente por mostrarse tan desagradable delante de su novio.

Jon tenía razón, no tenía sentido amargarse por su teniente cuando la idea del viaje era relajarse lejos de este.

—De acuerdo —murmuró la muchacha, Jon sonrió cuando sintió el ambiente mucho menos pesado gracias a que Shaolin sí se había calmado.

Por un trecho permanecieron con las manos unidas y en silencio mientras Jon manejaba, hasta que el mismo tuvo que soltarse para prestar más atención a la carretera, Soi Fong lo aceptó, pero no pudo evitar sentirse algo decepcionada. Sin embargo Jon retomó la conversación, cosa que para sorpresa de cualquiera la hizo sentirse mejor y no dudó en seguir.

Jon estacionó el auto en un lugar relativamente alto y vacío, cuando Soi Fong le preguntó si era buena idea dejar el mismo en ese lugar Jon le aseguró que el auto estaba seguro y que se todas formas él podría escuchar si alguien se acercaba con malas intenciones.

—Claro, porque eres el hombre de hierro —dijo ella, sonreía.

—Ese es mi papá —contestó Jon sonriendo de la misma forma.

Tampoco se alejaron demasiado, pero la capitana no pudo evitar pensar que realmente necesitaba momentos así alejándose de todo: El cielo era azul celeste con ciertas nubes blancas, la brisa era tibia, no había demasiado sol, el pasto era algo largo, señal evidente de que no pasaban por ahí muchas máquinas o humanos, y los juncos y algunos retazos de trigo, sumado a algunos árboles y las piedras blancas que la pareja tuvo que trepar. Se detuvieron en una zona en la que el pasto no estaba tan alto, lo suficiente como para que ellos pudiesen sentarse y poner la tienda, también había una cantidad considerable de árboles rodeándolo y hojas secas en el suelo, también había un agujero en el suelo con un círculo de piedras y troncos cortados como si fuesen asientos, cosa que daba la impresión de que ellos no eran los primeros que elegían ese lugar.

Se sentaron un momento antes de comenzar a hacer la tienda. Por pura inercia el joven rodeó con su brazo los hombros de la chica y se sentó tan cerca de ella como para que sus caderas y muslos se tocasen. La capitana no se sorprendió, de hecho sonrió y apoyó su mano en la rodilla del chico.

—¿No te preocupa que llueva? —inquirió ella de la nada, sin ninguna intención más que romper el silencio.

—Mi padre conoce a alguien que es experto en el clima, y de todas formas antes de que llegaras revisé desde el espacio.

Soi Fong exhaló una risita.

—Hablas de ir a la luna y revisar el clima desde el espacio como si fuese cosa de todos los días.

—Y tú hablas de espíritus, almas huecas y asesinatos como si fuese cosa de todos los días —se burló el muchacho a la vez que levantaba su mano libre y comenzaba a jugar con el flequillo de la muchacha peinando los mechones.

Soi Fong sonrió, no era una sonrisa almibarada como la de su mejor amiga Mei Ling, ni una desenfadada como la de su ex-mentora Yoruichi. Pero era una sincera como pocas veces le salía, y eso para Jon era mucho más que suficiente para alegrarle todo el día.