。・。・。・我が魂は均衡を求める。・。・。・
Creo que ya había perdido la cuenta, otra noche más. Otra noche más en vela, por su culpa. Bueno, no exactamente su culpa, ella quería hacerlo, debía hacerlo ¿Cuánto llevaba así? Ni lo sabía ya, días, semanas, puede que hasta meses, el tiempo había dejado de tener importancia para ella aquella vez. Y pensaréis, por un hombre, tal vez, no puede descansar bien.
Y razón no os falta, pero para nada tiene que ver con algún sentimiento romántico, oh no. Nuestra querida doctora, también llamada Ángela Ziegler, se hallaba una noche más encerrada en su despacho, en su casa localizada en Suiza.
Su principal ocupación desde que acabó los estudios de medicina fue sumergirse en el mundo de la tecnología aplicado a ese mismo campo. Y ahora estaba en una investigación profusa que la tenía obsesionada.
Como miembro oficial de Overwatch, su labor fue ayudar al resto de sus compañeros, pero cuando ya no tenía más trabajo tras darles tratamiento médico, se encerraba en su despacho –como aquella noche– a seguir con sus investigaciones.
Tenía una idea en la cabeza, un nuevo invento, una fusión de medicina y tecnología, que quería usar en uno de sus compañeros, Genji Shimada . Ese proyecto no solo la mantenía en vela cada noche, todo tenía que salir perfecto, un mal cálculo y todo se iría a la mierda. Su vida estaba en manos de la doctora.
En esos momentos Genji, su ahora principal ocupación/preocupación, descansaba en una sala no muy lejos de su ubicación. Malherido, prácticamente desangrado, lleno de golpes y magulladuras, mutilado de varias extremidades, en ese estado había sido llevado por miembros de Overwatch a su consulta.
La doctora no dudó en darle tratamiento inmediato, si bien ya había tenido relación con aquel joven que recodaba de aspecto risueño, verlo en esas condiciones la armaba de valor para realizar su tarea con todo el cuidado posible.
Seguía leyendo y releyendo las notas que ella misma había escrito sobre el papel horas antes, buscando cualquier fallo, pero todo parecía correcto, cuando unos recuerdos azotaron su mente.
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-¡Doctora Ziegler!
Los agentes de Overwatch entraron con la camilla a gran velocidad a la consulta de la joven mujer. Ángela pudo observar con horror a su nuevo paciente. Tracer, que había acudido a salvar al joven y se le ocurrió llevarlo hasta ella, le hablaba continuamente, pero sus pensamientos se habían ido lejos.
¿Por qué el mundo es tan cruel?, se preguntó.
-¡Ángela!
No, el mundo no es cruel. Los seres humanos somos crueles.
-¡Ángela, por favor, escucha!
Se está muriendo, debes hacer algo, se dijo.
Negó un par de veces antes de volver al mundo real y prestar atención a Tracer, que parecía casi subirse de las paredes.
-... tendrías que haberlo visto, fue horrible.
-Doctora Ziegler, se encuentra en estado crítico –le decía otro agente.
- ...cuando llegué ahí, su hermano ...
-No podemos acudir a nadie más, necesita tratamiento de urgencia.
-... fue él.
Angela por fin reaccionó ante esas últimas palabras. Agarró a Tracer de los hombros firmemente, cosa que la sobresaltó bastante, por lo general su compañera era muy tranquila.
-¡CÁLMATE!
Aunque en verdad dudaba de si se lo decía a su amiga o a ella misma, el caso es que surtió efecto y la británica paró de balbucear palabras sin sentido. El silencio reinó en la habitación, hasta que un pitido agudo inundó la estancia.
-Su pulso empeora –observó Ángela- Bien, me ocuparé de esto, largo de aquí, todos. Necesito tranquilidad para trabajar.
Los agentes asintieron en silencio, Tracer le dedicó una última mirada de agradecimiento y se fue con ellos sin decir más. Ángela volvía a quedar sola, bueno, no sola, tenía una vida que salvar que poco a poco se iba apagando.
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Sin duda alguna podría decir que esa noche fue muy dura, no pegó ojo durante días, durante toda la semana, hasta lograr que el joven Shimada estuviese estable dentro del estado tan crítico de salud en el que se encontraba.
Tenía a su alcance toda la tecnología que quisiera, gracias a ello aquella noche él no murió, pero no todo estaba ganado. Lo había estabilizado, lo había operado numerosas veces, le había realizado varias transfusiones de sangre, había cerrado y cosido los diferentes cortes y heridas que tenía por el cuerpo, incluyendo la amputación de parte de las piernas y el brazo derecho para evitar una posible infección y pérdida completa de dichos miembros.
Sí, había hecho todo lo posible que cualquier persona pensaría, pero ella no se sentía bien aún, sabía que podía hacer más, que debía hacer más. En esos momentos recordaba cuando conoció a Genji.
Era un joven, alto, de mirada perdida. Con ella se había mostrado amable, lo poco que se relacionaron. Ángela estuvo de misión en Hanamura, la ciudad natal del chico, y los presentaron como futuros compañeros dentro de Overwatch. Aunque no le pareció mala persona, tampoco vio en él un miembro apto para dicha organización. Sus habilidades eran idóneas para los planes que querían llevar a cabo, pero había leído un informe sobre su vida familiar y personal, y esto hizo que ella no diese el visto bueno.
De todas maneras, aunque tuviese bastante voz y voto en la organización, ella no tenía la última palabra, seguramente lo admitirían, pero su negativa era más por el bien del chaval que por sí misma.
En esos momentos también se sentía culpable, si hubiese formado parte de Overwtach, ese accidente se podría haber evitado, o no. Una vocecilla en su interior le dijo que incluso a esas alturas habría muerto, pero tampoco aquello eliminaba su culpabilidad. Y en parte, estar trabajando tan arduamente en salvarle la vida hacía las veces de amortiguador a su conciencia.
Sin embargo, aún así, seguía sin poder pegar ojo. Genji llevaba un mes en coma, había salido ya del estado crítico en el que estaba, la mayoría de sus heridas estaban curadas, incluso las internas, un paciente normal ya habría despertado. Pero Ángela sabía que no solo contaban las heridas visibles, las más difíciles de curar se hallaban dentro de uno mismo, y eso dependía por completo de Genji.
No había mostrado en todo ese tiempo ningún signo de estar consciente, de darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor o incluso de la presencia de Ángela, cosa que la preocupaba más aún, si cabe.
Ignoraba por completo si el despertar y encontrarse postrado en una cama, sin poder andar, sin poder levantarse ni moverse, teniendo en cuenta que él era un ninja, y que el estado en el que estaba significaba no poder volver a desempeñar dicha actividad, le supondría alguna reacción agresiva o una especie de trauma.
Terminó de repasar los cálculos por última vez, dejó su cuaderno de notas sobre su escritorio, mañana mismo enviaría dicha información a Torbjön para que diseñase lo que le había pedido explícitamente. Pero ahora necesitaba un respiro, un pequeño descanso, aunque no durmiese.
Se estiró en la cómoda silla, aunque tras tantas horas sentada sobre ella se volvía incómoda, con cuidado se levantó, sorprendiéndose de que el asiento mantuviese su silueta, aunque no era de extrañar, con todo el tiempo que se había pasado ahí el último mes.
Sus manos cerraron los botones de su impecable bata blanca, y tras apagar la luz con el interruptor, salió con paso solemne a la consulta. El sonido de sus tacones hacía eco por el pasillo, todo estaba en absoluto silencio. Llegó a una puerta cerrada, su mano no tardó en girar el pomo y abrirla, otra vez una estancia en calma y a oscuras salvo por unas lucecitas de un monitor que permanecía encendido.
Su mano acarició la pared hasta dar con la luz e iluminar todo, solo daría un vistazo rápido. Su paciente yacía tumbado en la cama, conectado a la máquina que respiraba por él artificialmente, otra monitorizaba su pulso. El sonido continuo del gotero de suero era lo único que la acompañaba en aquel cuarto.
Sus ojos permanecían cerrados, sumido en un profundo sueño del cual Ángela desconocía la duración. Su rostro estaba en calma, la mayoría de las vendas que lo cubrían habían sido sustituidas por pequeñas tiritas, dejando ver varios mechones de su verdoso pelo.
Se acercó a la cama pausadamente, tomó uno de esos mechones entre sus manos, el pelo le crecía demasiado rápido. Se lo tendría que cortar no tardando, no era la primera vez que cuidaba el aseo personal de un paciente, además estaba ella sola en la consulta, no le quedaba otra opción.
-Ojalá despiertes pronto, chico. Tienes una larga vida por delante ...
La doctora se separó un poco de la cama, cruzada de brazos sin dejar de mirarle. Se sentía una estúpida por esperar una respuesta, no se iba a despertar en ese mismo momento y decirle que estaba bien. Aunque fuese lo que más deseaba. Las heridas del corazón tardan mucho en curarse, ella lo sabía bien.
Miró la hora, era tarde, se marchó de la consulta con paso calmado, no sin antes dirigirle una última mirada. Iba a ser una larga noche, así que se fue a preparar un té a la cocina buscando en él una pequeña compañía.
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