Capítulo Dos: Un Mundo Ideal
Mientras la luz del dia se posaba en sus ojos, despertandolo de su sueño, lo único que Joseph recordaba eran las luzes-las luzes de los vehículos pasando cerca de él, borroso por la cascada dolorosa y cegante del cambio. Luego llegó el dolor y la oscuridad, dejandolo inconsciente. Pero las cosas eran diferentes cuando se despertó. Usualmente cuando se despertaba despues de su transformación, estaba en un lugar totalmente diferente y se sentía enfermo y exhausto, y también culminaba con él vomitando la sangre y huesos de cualquier desafortunado animal cruzaba su camina la noche anterior. Pero no esta vez. Cuando se despertó, Joseph se encontraba acostado en el exacto lugar de ayer, en la misma posición. Además, no se sentía terrible en lo absoluto. Se sentía…descansado.
Joseph alzó su cabeza y finalmente vió el terreno claramente alrededor de él. Se encontraba en una gran alameda de árboles con una calle corriendo a través de este, una calle que definitivamente no había estado ahí el dia anterior. El sol temprano mañanero se filtró sobre las pocas hojas de otoño que quedaban en las ramas. Observando sobre la gran linea de árboles, Joseph vió que el camino iba hacia un enorme puente que cruzaba lo que parecía un lago, llendo directamente al centro de una gran ciudad. Joseph se forzó a pararse y empezó a caminar, tratando de obtener una mejor vista de la ciudad. Se levantó del agua alrededor como una gran montaña o isla. Los edificios eran obviamente construidos for humanos, pero no se parecían a ninguna de las arquitecturas que habia visto antes. Se veían mucho más naturalistas que los edificios que vió en Chicago o Las Vegas.
No lo comprendía-estaba seguro de que había estado muy lejos de la civilización anoche. Y aun así, aqui estaba, con los pies posados a las puertas de una metropolis reluciente parecido a nada que habia visto nunca.
Ese fue el momento en que Joseph empezó a notar algo extraño. Se sentía más pequeño y cálido que antes. También se sentía…delgado. Más nervudo y pulcro, no musculoso y pecho grueso como anoche. Viéndose a si mismo, y luego al lugar que se había desmayado, notó que su abrigo, pantalones, y zapatos estaban en una pila por entre los matojos. Lo único que vestía era su camiseta, andrajosa y llena de lodo-excepto que ahora era muy grande para él, el borde cubriendo sus pies y acariciando el barro del suelo. Mientras miraba su ropa despampanada, Joseph encontró su nariz…excepto que no era su nariz. Era larga y naranja, culminando en un negro hocico.
Que demonios…Joseph tocó la extraña cosa en su cara con sus manos, y luego descubrió que algo estaba muy, muy mal. Su mano ya no era una mano, pero una pata. La pata de un zorro, para ser exactos, cubierta en pelaje negro, acolchado dentro de su palma, con pequeñas garras en sus cuatro dedos-e, incluso más extraño, pulgares.
Empezando a entrar en un pánico, Joseph inspeccionó sus brazos y piernas y averiguó que ellos también estaban cubiertos en pelaje anaranjado. Trajó sus manos-no, sus patas-a su cara, y vió que la estructura de sus huesos también había cambiado. Su cara era larga y estrecha, y había crecido dientes puntiagudos que alineaban su mandibula, y tenía grandes y triangulares orejas levantadas detrás de su cráneo. Muy horrorizado, Joseph lentamente miró sobre su hombro y abajo en su espalda, y miró, con puro terror, una grande y peluda cola de zorro naranja asomándose en la orilla de su camiseta. Esperando por todo lo más misericordioso que existía, intento mover su cola, ansiando que no funcionara. Que era solo un tonto sueño o alucinación.
La cola se movió a un lado.
Joseph comenzó a hiperventilar. Tratando de luchar contra el pánico, miró alrededor por algo, lo que sea para poder anclarlo a la realidad. A su derecha, just al lado del camino, vió un gran charco de agua de la lluvia de anoche. Corrió hacia ella, por poco tropezando con su cola y el dobladillo de la camiseta, y miró a su reflección, deseando, esperando de que lo que le estaría mirando fuera su propia cara humana. Pero no lo era.
La única cara que vió fue de la de un muy asustado zorro.
El humano convertido en zorro estaba en completo pánico ahora. Estaba llendo en círculos tratando de inspeccionarse, y estaba empezando a llorar con histeria. Sabía que si no se calmaba pronto, el estrés mas probablemente soltaría a la Bestia. Se calló en sus manos y rodillas con miedo, tratando de calmarse. Mientras su respiración se alentaba, Joseph realizó que necesitaba ayuda. Necesitaba que alguien le explicara que carajos estaba sucediendo. Sabía que debía ir a la ciudad. Necesitaba ayuda, incluso si tenía que exponerse al público temporalmente.
Pero entonces el pensamiento le golpeó. El horrible pensamiento: el era un zorro. No podía simplemente caminar en una ciudad y esperar que alguien le hablara. Joseph empezó a tomar una posición fetal, resignado a su destino, cuando algo se le ocurrió: se había parado. Él no era un zorro común y corriente; podía caminar en dos patas, como un humano. Él era antropomórfico.
Se preguntó si podía hablar también.
Con miedo de lo que podría escuchar, Joseph abrió su boca con cautela e intento hablar.
"¿Hola?" vino la ronca pero familiar voz que conocía. Su propia.
Joseph suspiró con alivio. Podía caminar normalmente y podía hablar. Eso significaba que, incluso si todos huían del extraño zorro lleno de barro caminando en dos pies, tal vez tendría un chance de que alguien lo escuchara. Preparandose para lo que vendría, Joseph se volvió a parar, tomo un gran respiro, y continuó el camino hacia la ciudad.
Joseph Solomón ya había experimentado muchas cosas raras en su vida. Había sido abducido por las personas en las que confiaba, las personas que les había jurado lealtad, y había sido destrozado y arreglado una y otra vez. Había visto resultados de experimentos horripilantes que parecían pesadillas. Se había convertido en un monstruo varias veces y causaba terror indescribible, como un cuento de hadas de los Hermanos Grimm. Incluso había visto la televisión en vivo cuando aliens salían de un agujero en el cielo y fueron debatidos por un monstruo grande y verde y un tipo rubio con un martillo mágico. ¿Pero esto? Esto era la copa que derramaba el vaso.
No había esperado que su llegada saliera bien, de por sí, pero ciertamente no esparabe que fuera así. Lo primero que notó mientras entraba en la ciudad era que no habían personas, solo animales. Caminando en dos patas, vistiento ropa, hablando for teléfonos, escuchando música, actuando justo igual que los humanos en una ciudad normal. Era mucho para Joseph de asimilar a la misma vez; pensó que ya había perdido su mente en lo absoluto. Logicamente, le debería haber calmado, después de todo, ¿No eran los animales que caminan y hablan como él más dispuestos a hablar con uno de los suyos? Pero la lógica había huido hace rato de la mente del pobre Joseph. Ahora solo podía preguntarse que carajos le había pasado. Una vez, pensó que haber visto un billonario en un traje de metal y un tipo vestido de la bandera americana tirando un frisbee y luchando contra aliens era lo más loco que vería en su vida. Después, pensó que los experimentos a los que habia sido sometido sería lo peor a lo que se podría exponser en su vida. Y ahora, pues, ahora estaba esto.
No tenía ningún tipo de plan en ese momento. Solo deambulaba, llorando y gritando por ayuda a cualquiera que se le cruzaba. Todos los animales lo veían con disgusto y cautela, pero no con la incredulidad y miedo que el sentía cuando los miraba. Cuando un castor con una camiseta de tartán y espejuelos saliendo de una tienda de electrónicos le preguntó si estaba bien, Joseph se volvió loco. El concepto de entablar una conversación con un castor era tan demente que Joseph simplemente se rompió. Empezó a gritar y a correr por donde quiera, rogandole a alguien, a cualquiera, que le dijera lo que estaba pasándole. No quería nada más que despertarse de este extraño y horrible sueño.
Cuando la policía llegó, Joseph estaba seguro de que iba a morir. No porque pensó que el oficial lo iba a matar-él solo seriamente pensaba que su cerebro se iba a explotar de tanta información. Tomandolo todo a la misma vez fue demasiado. Joseph estaba seguro de que su mente iba a estrecharse a tal longitud que simplemente rompería su cuerpo.
El prospecto no era tan tenebroso como lo pensaba.
Luego escuchó una voz. La voz del policía. El otro zorro. Era…calmante. Tranquilizadora. Ayudo a que su mente se aquietara y se volviera lo suficientemente consciente de las cosas a su alrededor. Justo lo suficiente para tenor algo de control sobre su ser de nuevo. Había sido mucho tiempo desde que había una voz así, llena de amor y compasión.
Lo que sea que era la voz de ese zorro, lo ayudó. Le ayudó a encontrar el poder de seguir adelante. Asi que Joseph hizo lo que el zorro le mandó, y se metió con él en el auto, esperando que podría hallar algunas respuestas.
Por lo menos dejó de llorar, penso Judy, aliviada. El alto y molesto sollozo del joven decrepito zorro en el asiento trasero del auto le había empezado a colmar la paciencia. Ahora sus sollozos disminuyeron a pequeñas inhalaciones de la nariz y el ocasional respiro estremecido.
Judy había querido algo de acción hoy, pero esto no era lo que ella tenía pensado. No conducir a un sucio, sin casa, y aparentemente loco zorro a la estación de policía. Recientemente había tenido el carro limpiado, por dios! Ahora el zorro estaba esparciendo lodo por todo el asiento trasero. No, Judy no estaba para nada feliz de esto.
Ella miró hacía Nick en el asiento de conductor para ver como estaba tomando la situación. Tenía sus ojos fijados en el camino al frente de él, y parecía estar en un pensamiento profundo. Tenía una mirada consternada. Judy figuró que el era más simpático con este vagabundo que otros de los que han recogido, por el hecho de que es un zorro como él. Ella lo puede entender. Todos los policías de la DPZ tenían un punto débil sobre su propia especie-todos en Zootopia la tenían.
Cuando parquearon en la estación, Nick inmediatamente salió del asiento y ayudó al zorro llamado Solomón a salir del carro, y lo llevó a la estación. Todavía estaba temblando. Si era de miedo, frío, o pena, Nick no podía saber. Todo lo que sabía era que lo quería alejado de Judy por si se ponía violento. Pero también quería ayudar al pobre zorrito. Viendo a Joseph llorar en el suelo le había dolido a Nick. Le recordó a su propio pasado en donde lloraba en el suelo de unas escaleras mientras vestía su uniforme Ranger Scout.
Jefe Bogo los saludó en la entrada. "Buen trabajo, equipo," el jefe dijo, con su gran voz de comandante. "Lo tomaré yo aquí."
"De hecho, señor," Nick dijo, con cuidado de no ofender al bufalo. "Si a usted no le importa, me gustaría limpiarlo un poco antes de que alguién le empieze a llenar de preguntas. Luce que ha tenido un muy mal dia." Nick hizo un gesto hacia Joseph, que veía al Jefe con un aire de miedo, y a la vez asombro. Bogo lo miró de vuelta.
"Hmph," el jefe gruñó. "Esta bien. Pero hazlo rapido, Wilde."
"Gracias, señor," dijo Nick, asintiento respetuosamente. Nick puzo su pata en el hombro de Joseph y le guío al vestuario, con Judy no muy lejos detrás.
El trio tomó las escaleras al nivel bajo de la estación. "Vamos, amigo," Nick dijo gentilmente, con un tono paternal. "Tenemos unas duchas y ropa extra en el vestuario. Te vamos a limpiar, y luego te haremos unas preguntas, ¿okay?"
"Gr-gracias," tartamudeó el zorro. Manteniendo el hocico apuntado al piso, subió sus ojos brevemente a Nick. "¿C-Crees que pueda…?"
Nick paró en el medio del pasillo. "¿Qué pasa? ¿Qué necesitas?"
El demacrado zorro miró a Nick con una mirada de verguenza. "¿C-crees que pueda tener algo de comer?" preguntó tentativamente. "Por favor. No he t-tenido n-nada más que corteza de árbol por d-dos semanas." Como señal, un casi comico gruñido de su estómago se escuchó."
"Oh, dios mio," dijo Nick, sorprendido de que el animal seguía vivo sin comer casi nada por varios días. "Por supuesto, por supuesto. Hay una máquina expendedora justo en el fondo ahí. Te vamos a cuidar, amigo, no te preocupes." Giró de lado y les lideró a la habitación de descanso.
Cuando el zorro que se llamaba a si mismo Joseph se sentó en una de las mesas y devoró cinco bolsas de papas, seis muffins, dos Pop-tarts, y dos cherry colas, tomó un gran respiro, el temblor de sus hombros aliviandose. "Gracias," dijo silenciosamente. "Necesitaba eso."
"No te preocupes, amigo," Nick le dijo mientras le caminaba hacia el vestuario. "Vamos a limpiarte." Nick paró en la entrada del vestuario y giró a very a Judy, que tenía todas las intenciones en el mundo de seguir a los dos zorros. "Whoa, Zanahorias, ¿donde crees que vas?" dijo Nick, con un tono humoroso. "Este es el vestuario de los hombres. No quieres causar un escándalo, ¿o si?"
"No, supongo que no," dijo la coneja, un poco avergonzada. De mala gana, ella volteo del vestuario, no queriendo dejar a Nick solo con un vagabundo medio loco. Cuando miro atrás, Judy cachó los ojos de su zorro y lo vió silenciosamente decir "Voy a estar bien" a ella. Le tiró un guiño y siguió arriba hacía su oficina compartida, que era más parecida a un closet para escobas que otra cosa.
Despues de enseñarle a Joseph como funcionaba la ducha y darle una toalla, un jabón, y una camiseta de la DPZ y pantalones para vestir, Nick se fue a sentar en el vestuario para esperar a que Joseph se duchara. Nick se sentó en un banco, pensando. Quería ayudar al pobre chico, pero a la misma vez quería que el dia se acabara. Estaba planeando sorprender a Judy con una cita especial esta noche, y no quería tener a Joseph en su mente el dia entero. Con un poco de suerte, él podría darselo a Bogo y ese sería el final de todo.
Cuando Joseph se limpió y vistió, Nick lo dirigió a la oficina de Bogo. Se veía mucho mejor. Ahora que estaba libre de lodo y parado relativamente recto, Nick finalmente pudo ojearlo bien. Era unos centímetros corto que Nick, y su pelaje era un color naranja mucho más claro que el de Nick. El pelaje que comenzaba en su mandíbula y seguía abajo hasta su pecho era tan blanco como la nieve, y sus ojos grandes, nerviosamente escaneando la habitación, eran el color de candela, como si las irises se hayan formado de savia de árbol y se hayan endurecido siglos atrás. Si Nick tuviera que adivinar, diría que el zorro probablemente estaba al terminar su adolescencia.
Cuando los dos vulpinos entraron a la oficina de Bogo, los ojos de Joseph rápidamente escanearon todo, como si estubiera buscando por algún tipo de amenaza. No viendo eso aparente, se relajó un poco, pero cruzó sus brazos sobre su pecho en un intento de esconder sus temblantes patas.
"Wilde," dijo Bogo detrás de su mesa, "ve a buscar a Oficial Hopps, ¿quieres? He decidido que los quiero a los dos para esta interrogación, ya que los dos lo trajeron." A la palabra "interrogación" Nick pudo ver claramente como los músculos de Joseph se apretaban. "Los dos deberían obtener un poco de experiencia con este tipo de cosas si sigue siendo su ambición de convertirse en detectives."
"Por supuesto que sí, Jefe," dijo Nick, dandole una mirada que esperaba que fuera consoladora para Joseph antes de salir de la habitación. Lo último que vió antes de cerrar la puerta fue Joseph nerviosamente saltando encima de una de las sillas enormes enfrente de la mesa de Bogo.
Cuando Nick regresó con Judy a su lado, Bogo y Joseph estaban en la misma posición que antes, sus ojos fijados el uno en el otro, excepto que Joseph estaba temblando bastante, Nick y Judy subieron a la silla a la derecha de Joseph. Nick alcanzó a través del espacio entre ellos y le puso una pata en el hombro en un intento de aliviar su nerviosismo. Una vez más, Joseph se estremeció al sentir el contacto inesperado, pero no se alejó del contacto.
"Hey," Nick le dijo. "Estas bien. Estas a salvo aquí. Solo te vamos a preguntar algunas preguntas, ¿okay? ¿Eso estará bien?"
Joseph tomó un largo y profundo respiro, y asintió con nerviosismo.
"Okay," dijo Bogo. "Para empezar, ¿cuál es tu nombre completo?"
Despúes de un momento de silencio tenso, el joven zorro dijo silenciosamente, "Joseph. Joseph Anthony Solomón."
"¿Cuantos años tienes?"
"Dieciocho años, señor."
"¿Lugar y fecha de nacimiento?"
Treinta de marzo de 1998, en Rockford, Illinois."
"¿Rockford que?" dijo Bogo, confundido. Nunca había oído de un lugar así. "¿Que es Illinois?"
Joseph alzó sus cejas en una expresión de alta incredulidad. "Es un estado. En América."
Bogo simplemente lo miró con confusión. "¿Y eso significa…?"
Joseph tomó un respiro profundo. "Esto no va a ser facil, ¿verdad?" Se frotó sus patas sobre su cara en un gesto de cansancio. "Mira, no soy de aquí, ¿okay? No soy de…" Judy pensó que Joseph se estaba preparando para hacer una clase de confesión. "No soy…de este mundo."
Bogo se empezó a irritar. "¿Qué quieres decir que no eres de este mundo? ¿Qué otro mundo existe?"
"No pensé que habrián otros, pero aparentemente estaba equivocado. Porque este mundo…" Miró alrededor de la habitación, a Bogo, a Judy, y a sus propias patas, "...es muy, muy diferente del mundo que conozco."
Jefe Bogo había hablado con muchos animales vagabundos en su tenura como oficial para saber cuando eran locos. Siempre eran erráticos, ruidosos, tratando de convencer a todo el mundo de sus delusiones. Este era diferente. Él era calmado (aunque nervioso) y sincero. Sus palabras parecían totalmente alocadas, pero la manera en las que hablaba no lo era. A este punto de la interrogación, Bogo normalmente le preguntaría preguntas básicas y luego hacer que llevasen al animal al hospital psiquiátrico. En este momento, decidió escuchar a este.
Bogo se inclinó hacia adelante, posando sus grandes brazos en la mesa. "Muy bien," él dijo, tratando de ser gentil. "¿Por qué no…me dices toda la historia, si puedes?"
Joseph lo consideró por un momento, como si estuviera midiendo sus opciones en su cabeza. Al final, habló de nuevo. "Okay," dijo. "Pero te voy a advertir, no es muy divertido, y probablemente van a pensar que estoy loco al final, si ya no lo piensan."
Jefe Bogo soltó una carcajada sarcástica. "Hijo, he visto muchas cosas en mis años como policía. No hay nada que me puedas decir que me sorprendiría."
Una sombra de detención y miedo se cruzó en la cara de Joseph, y una risa sin alegría escapó sus labios. "Lo dudo mucho," dijo siniestramente.
Y con eso, empezó a contar su historia.
Continuará...
