。・。・。・我が魂は均衡を求める。・。・。・
Una semana después, la brillante doctora Ángela Ziegler ya tenía preparado todo para comenzar la rehabilitación, aunque ya todas las mañanas acudía a visitar a Genji para ayudarle a realizar algunos ejercicios con las piernas al igual que cuando estaba inconsciente, si dejaba de mover sus articulaciones acabaría perdiendo movilidad.
Aquella mañana, después de desayunar, lo llevó de nuevo al laboratorio improvisado y lo sentó en la camilla como siempre. Después de ayudarle a colocarse dos telas color carne sobre los muñones, le acercó dos prótesis grises. Esta vez ya se había podido vestir con una camiseta y un pantalón muy corto, le daba un poco de pudor ir en ropa interior todo el día.
-Es para evitar que la fricción te haga daño -explicó ella al momento.
-Por supuesto -afirmó el ninja, ahora sentado en el borde de la camilla esperando a que la doctora le colocase la primera.
Ángela acercó la abertura de la pierna a la rodilla de su paciente y la presionó con cuidado, casi por arte de magia esta se quedó pegada a la articulación.
-Avances de la medicina moderna… Ahora se puede colocar un "imán" dentro de la zona amputada para evitar que la persona se caiga o le deje de funcionar esa parte que está sustituyendo.
-¿Y no duele? -preguntó Genji por curiosidad.
-No, pero es algo largo de explicar… -siguió ella.
-Me gustaría escucharlo en otro momento -pidió el chico con todo amable,
-Por supuesto, alguna noche que te aburras -señaló ella con tono de broma.
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El día pasó más o menos rápido para ambos. La doctora le ayudó con la otra prótesis y por fin pudo ponerse en pie por primera vez en meses, Genji se sintió extremadamente cansado al poco de dar dos pasos y además con la ayuda del médico, que le agarraba del brazo sano y la espalda para que no acabase en el suelo. Luego siguieron con algunos ejercicios como andar hasta la mesa más cerca, la estantería más alejada, e incluso se atrevió a hacerlo solo, por suerte Ángela pudo correr a agarrarlo antes de que cayera de cara contra el suelo.
El ninja sentía una frustración interior al verse incapaz de siquiera mantenerse de pie, tal vez su hermano Hanzo tenía razón en lo de que no era bueno para nada. Su vida siempre había girado en torno al ninjutsu y ahora no poder andar le dolía más que cualquier herida.
-¿Estás bien? -preguntó su doctora, sacándolo de sus pensamientos.
-Me siento incapaz… -respondió él, no era una persona que le gustase mostrar sus emociones, pero ella ya le había demostrado que era de confianza.
-No digas tonterías Genji, eres capaz de esto y más, sé que en unos meses podrás correr por los tejados y lanzar shurikens o lo que uséis como arma los ninjas… -bromeó al intentar animarlo.
-Bueno, si eso crees, déjame solo por favor. Si me caigo, quiero levantarme yo mismo -pidió él recuperando la motivación perdida.
Ángela asintió en silencio y se retiró a la sala contigua donde ya estaba trabajando en una prótesis para su brazo ausente, solo le quedaba hacer unos ajustes y estaba preparada a realizar la primera intervención para conectarle los nervios con la articulación metálica.
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La tarde pasó como un suspiro para ella, para el ninja no tanto. Estuvo horas poniéndose de pie una y otra vez, al principio se tambaleaba y se chocaba con la camilla de nuevo, como además no tenía su otro brazo para apoyarse, acabó de bruces en el suelo más de una vez pero se negaba a llamar a la médica. Consiguió levantarse él solo, iba controlando el movimiento de las rodillas, ya no sentía que aquello pesaba tanto, aunque el cansancio iba en aumento a cada hora. Después de que estuviese anocheciendo, la doctora se asomó por el laboratorio de nuevo para ver qué tal estaba su paciente.
-Menudo entrenamiento -admiró al ver a Genji tirado en la camilla, cubierto de sudor- Te he estado escuchando toda la tarde.
-He conseguido ponerme de pie ya varios minutos, doctora -dijo él exhausto pero feliz.
-Sabía que lo dominarías rápido, este proceso lleva meses normalmente, pero desde luego que tienes talento -respondió ella ofreciendo su mano para ayudarle a volver a la silla de ruedas y al cuarto, tampoco quería que acabase muerto ya el primer día.
Después de ayudarlo, le quitó las prótesis y las apartó a un lado para volver mañana a practicar, estar todo el día era peligroso por la fricción con el metal, no quería que se inflamase la zona tan pronto, así le sería difícil usarlas.
-¿No te gustaría una ducha antes de cenar? -ofreció la mujer rubia.
-No es mala idea, pero por favor me gustaría hacerlo solo… -aceptó el ninja, recordando con vergüenza cuando le contó el tema del aseo y el baño cuando estaba inconsciente.
-Bueno, vale, no quiero discutir pero si necesitas cualquier cosa me llamas -pidió Ángela, conduciendo la silla al cuarto de baño con calma.
Para suerte del hombre, la ducha estaba adaptada para personas con poca movilidad. Se pudo sentar en una especie de silla acoplada a la pared, también había varias barras metálicas para agarrarse. Con facilidad pudo limpiarse con agua y jabón, aunque lavarse el pelo era una tarea más complicada. Cuando acabó de secarse y vestirse con la camisa y pantalón que le había prestado la doctora, volvió a salir del cuarto de baño usando la silla de ruedas. La mujer lo estaba esperando en la otra habitación, una especie de sala de estar.
Ángela estaba sentada en el sofá, admirando las llamas artificiales de una chimenea frente a ella. Cuando escuchó la puerta, se giró para atender a su paciente de nuevo.
-¿Todo bien? -preguntó con amabilidad, levantándose para recogerle y llevarlo a su habitación.
-Sinceramente es difícil lavarse con una sola mano pero no imposible -respondió el ninja en todo de broma.
-Si necesitas ayuda avísame, por favor. Tampoco es necesario que te sobreesfuerces.
-Estoy bien doctora, puedo con ello solo -se defendió.
-Que puedas solo no significa que debas cargar con ello siempre -lo reprendió mientras empujaba su silla hasta la cama.
Lo ayudó de nuevo a acomodarse sobre el cómodo colchón. Después lo dejó solo un largo para irse a preparar la cena para ambos. Genji se quedó en silencio mirando algún punto perdido de la habitación, en su mesita tenía varios libros que había estado ojeando esa semana, incluso también había una televisión en la pared del fondo, pero últimamente le gustaba más meditar en silencio.
En cierta manera estaba orgulloso de lo que había conseguido ese mismo día. Ángela lo había motivado a seguir esforzándose, quería recuperarse y volver a ser él mismo, aunque muchas veces dudaba de si realmente seguía siendo la misma persona.
Ya no era tan risueño como antes, ya no bromeaba por cada cosa, en otra situación probablemente habría intentando seducir a la doctora, su yo pasado seguramente habría deseado poder llevársela a la cama. Pero ahora había tantas cosas en su cabeza, que todo estaba en segundo plano.
Lo que más llenaba su cabeza era su hermano mayor Hanzo, se preguntó si se sentía mal o arrepentido por su supuesta muerte. Recordó cuando eran pequeños, cuando aún no tenían obligaciones. Cuando podían pasar horas jugando y peleándose, cuando todo era divertido y aún eran una familia que se quería.
Todo era tan lejano ahora, tan diferente. Se encontraba lejos de su hogar, en mitad de la nada congelada, al menos no estaba solo. Al menos supo que no volvería a estarlo.
No conocía aún al resto de integrantes de la organización a la que se había unido, pero si eran igual de amables con él como había sido la doctora Ziegler, supo que no sería un mal sitio donde acabar.
Su futuro era tan incierto, pero, sin embargo, siempre pensaba en él. Cuando consiguiera poder para enfrentarse a su hermano, desmantelaría toda la Yakuza que durante tantos años los había estado presionando con sus malditos negocios. Pocas veces había usado sus habilidades para hacer daño a otras personas, pero esta vez estaba decidido a tomar venganza.
Y sin darse cuenta Genji, una pequeña semilla de discordia se implantó en lo más profundo de su corazón. Una que acabaría floreciendo dos años más tarde, para cuando ya pensó que había encontrado una familia de verdad.
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