。・。・。・我が魂は均衡を求める。・。・。・

La nieve se amontonaba en el marco de la ventana, otro invierno donde las tormentas no daban tregua en Suiza, pero la doctora Ziegler apreciaba estar bajo techo, junto al calor de la chimenea y en buena compañía, tomando una raza de chocolate caliente. Ella iba vestida con un suéter de cuello largo y su particular bata blanca, nunca se la quitaba.

-¿Y no has probado otro tipo de chocolate que no sea el suizo? -preguntó Genji animadamente, sentado a su lado en el cómodo sofá de la sala de estar.

-No, solo me conformo con lo mejor -negó ella, devolviéndole la sonrisa, luego dio otro sorbo a su taza.

-Bueno, entonces yo aquí sobro -bromeó el joven ninja, frotándose la nuca con el brazo libre.

-Que tonto eres -respondió ella, sacándole la lengua- No deberías pensar esas cosas de ti.

-Perdone doctora, pero no estoy acostumbrado a tanta amabilidad -se disculpó él, ahora estaba cabizbajo.

-En unos meses llevarás dos años viviendo aquí conmigo, tal vez deberías acostumbrarte un poco, ¿no? -le pinchó Mercy, mordiéndose el labio inferior, miró la reacción del chico de reojo- O tal vez te canses de mi compañía antes.

-Lo dudo, aquí estoy feliz, es posible que sea la única vez que haya sido feliz en toda mi vida… -respondió Genji, interrumpiendo sus propias palabras al darse cuenta el rumbo que estaba tomando su confesión- Perdón.

-Oh, no te disculpes, eso fue realmente bonito -negó la doctora, volvió a dar un sorbo a su taza para disimular que se sentía algo avergonzada al escuchar eso.

。・。・。・我が魂は均衡を求める。・。・。・

Había pasado otro año desde la visita de Moira a la casa de Mercy, y con ello la orden de que debía intervenir a Genji hasta cumplir las pautas que le había dado la investigadora, si quería que Overwatch respaldase al Shimada. Al principio ella se había negado, pero al consultarlo con Genji, este accedió a las intervenciones pese a que su vida estaba en riesgo, pues era el primer sujeto humano que se usaría para ese experimento.

Tras varias operaciones, Mercy implantó en su cuerpo una nueva columna vertebral que funcionaría como centro de control para el resto de partes cibernéticas. Posteriormente en otra intervención, un núcleo rojo de energía se colocó en el lado derecho de su pecho, al cual se conectarían los cables para cargar las baterías del resto de extremidades.

Y por último, su brazo derecho ahora contaba con un compartimento secreto donde ahora guardaba su colección de afilados shuriken. Las piernas también habían sufrido mejoras, ahora podía moverse a más velocidad, su capacidad de salto e impulso mejoró considerablemente y con ello, el sigilo que era capaz de usar. Tardó unos meses en acostumbrarse, pero ahora lo había dominado todo por completo.

Ángela lo observó en silencio, allí sentado con ella en el sofá con tranquilidad. Vestía un ridículo jersey de navidad con unos renos y unos pantalones básicos, bajo aquella ropa solo se asomaba su mano metálica y algunos cables de su columna vertebral. Y aunque lo había convertido en una perfecta máquina de matar, lo único que veía en él era un chico alegre e inocente. No podía dejar de lado la culpabilidad que sentía al haberle transformado en aquello, y sin embargo, él nunca se lo había echado en cara, aunque razones tenía de sobra.

En todo ese tiempo que habían pasado juntos, su relación había mejorado bastante. Mercy no podría olvidar las noches que le despertaron los gritos de Genji, sus pesadillas habían empeorado desde la última operación. Ella no podía calmar su dolor, pero se quedó con él durante horas hasta que se calmó de llorar y pudo seguir durmiendo.

En otras, él le había contado cómo se seguía sintiendo con el tema de su hermano mayor, Ángela tenía estudios sobre psicología pero no quería aplicarlo como una terapia con él, quería ser más como una amiga, sabía que eso lo iba a ayudar mucho más.

No paraba de darle vueltas al asunto, esa misma mañana había recibido un correo de Moira indicando que los visitaría de nuevo después de Navidad, cosa que agradeció porque quería pasar el año nuevo de forma tranquila.

La científica quería comprobar si Genji ya había acabado de adaptarse a su nuevo cuerpo, entonces oficialmente sería admitido en Overwatch y por fin podría salir de allí, aunque eso no era algo que desease él. Pero la doctora Ziegler quería que fuese libre, no iba a esconderlo eternamente en su casa.

Mercy tenía la mirada perdida en la chimenea, las llamas artificiales que imitaban un fuego real se movían de forma hipnótica y proyectaban unas curvadas sombras en toda la habitación, la cual estaba en penumbra.

Cerró los ojos por un momento y se inclinó a la derecha, chocando con el hombro de Genji, al cual sobresaltó porque también estaba sumido en sus pensamientos. Ambos se miraron para disculparse, pero luego prefirieron seguir en silencio y disfrutar del pequeño contacto.

-No quiero irme de aquí -confesó el hombre, rompiendo el silencio unos minutos después.

Inclinó también la cabeza hasta rozar el cabello rubio de su doctora, aunque la la escena pareciera tranquila, Genji tenía el corazón latiendo a mil por hora, pensaba que ella lo acabaría escuchando. Intentó calmar sus nervios, se reprendió a sí mismo por la falta de madurez.

¿Por qué reaccionaba así cuando estaba cerca de ella? Años atrás había estado literalmente en orgías con varias chicas en lujosas habitaciones de hotel, pero ahora el simple tacto de Ángela lo agitaba como nunca nadie lo había hecho. Tenía miedo de expresar esos sentimientos que iban floreciendo poco a poco, porque ni él mismo estaba seguro de qué significaba aquello.

-¿No quieres conocer mundo? -su suave voz lo despertó de su ensimismamiento, había desviado un poco el tema.

-He viajado mucho cuando era más joven, pero ahora no me atrae tanto -respondió, recordando los viajes en crucero que había realizado por Europa años atrás.

-¿No? Vaya, a mi me gustaría viajar a tantos sitios… -murmuró, acomodándose un poco más en el hombro de su compañero, que por suerte no era metálico.

-¿Necesitas un guardaespaldas? -preguntó el ninja, no sabía si aquello era un ofrecimiento o estaba hablando por hablar.

-Bueno, si me cuidas las espaldas me sentiré más segura -la doctora Ziegler río en una carcajada dulce, él la acompañó.

Otra vez silencio incómodo, Ángela también se sentía nerviosa, casi como una adolescente cuando hablaba con su amor platónico. Por un lado, quería seguir su ética y apartar los sentimientos de su trabajo, pero por otro, Genji dejaría de ser dentro de poco su paciente y no habría código deontológico de por medio. Además, su compañía era lo que más la tranquilizaba últimamente. Obviamente no quería que se marchase.

-Genji, yo… yo tampoco quiero que te marches… -la doctora se apartó de él y llamando su atención, lo miró a los ojos.

El ninja tragó en seco, sentía un impulso muy fuerte por abrazarla y decirle que no se iba a marchar de su lado jamás, que le encantaba la rutina de entrenar y meditar por las mañanas, ayudarla a limpiar la casa, cocinar, escucharla hablar de sus investigaciones aunque no entendía nada, y sobre todo sentarse juntos a tomar chocolate delante de la chimenea.

Observar en silencio mientras se centraba en sus papeles le parecía maravilloso, cada gesto y mueca que hacía cuando no cuadraba algún cálculo le era entrañable. O cuando le contaba sus últimos estudios, los ojos le brillaban de ilusión al compartir su trabajo. Habían sido casi dos años maravillosos a su lado, y no quería volver a enfrentarse al mundo. Tal vez era una petición egoísta, pero es que nunca dejó de serlo.

Sin embargo, no dijo ni hizo nada de esto. En su lugar, se inclinó hacia ella y acarició suavemente su mejilla con el revés de sus dedos metálicos, aún sin poder sentir nada, era algo agradable. Ángela se quedó casi muda ante el gesto, sorprendida porque tomase la iniciativa con el contacto.

Durante unos segundos sus ojos chocaron, pero rápidamente sus miradas bajaron a otro objetivo. Así que inclinándose más y más hasta estar lo más cerca posible, la nariz de ella rozó con la de él, Mercy notó su respiración cálida y agitada en el rostro, y después un suave beso sobre sus labios rosados. Aunque el primer contacto fue algo áspero por la incipiente barba que crecía en el rostro del ninja, el tacto de piel contra piel fue demasiado agradable.

Primero un beso lento, ambos tenían los ojos cerrados. Genji quería dominar la situación, sus labios presionaban levemente el superior de ella, la mano que anteriormente había acariciado su mejilla ahora se había deslizado hábilmente hasta el cabello rubio, enredándose entre sus hebras. Ángela suspiró por la situación, su mano se apoyó en el pecho de él, podía sentir perfectamente su corazón latir del nerviosismo, cosa que le pareció tierna.

Después de varios segundos compartiendo aire, se separaron apenas unos milímetros para respirar. Posiblemente el rostro de ambos se encontraba sonrojado, pero la escasa luz de la habitación no dejaba ver nada, todo era un poco más íntimo.

-Creo que llevaba mucho tiempo queriendo hacer esto, doc-Ángela -se corrigió el hombre, por fin la había llamado por su nombre.

-Estoy más que de acuerdo -respondió ella, feliz porque finalmente había dado ese paso.

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