。・。・。・我が魂は均衡を求める。・。・。・
Era temprano, el amanecer la había despertado. Se estiró con cuidado de no molestar a su compañero de cama, a su lado yacía el ninja hecho una bola y durmiendo profundamente.
-Genji, despierta… -Ángela agitó con cuidado el hombro del chico.
-Ummm… No, esta cama huele genial -se quejó abriendo los ojos un poco, molesto por la luz que entraba por la ventana.
-Huele a mi.
-Por eso, que huele genial -volvió a quejarse.
La mujer suspiró pero aún así una sonrisa asomó en sus labios. Hacía una semana que ambos se habían 'confesado' sus sentimientos, desde entonces Genji se había quedado a dormir con ella cada noche en su cuarto, con la excusa de que la cama de su habitación no era tan cómoda. Pero ella lo aceptaba igual, le gustaba apoyarse en su pecho y quedarse dormida, últimamente descansaba demasiado bien.
-¿No quieres desayunar? -preguntó alzando una ceja, sabía que la comida era un poco su debilidad- Y yo que había encargado al dron de reparto una cosita…
Prácticamente al instante el ninja se levantó de la cama de una pirueta y ya esperaba a su querida doctora Ziegler apoyado en el marco de madera con aire desenfadado.
-Bueno, por dónde íbamos… -disimuló cruzándose de brazos.
-No tienes remedio -suspiró ella entre risas, luego ambos se marcharon a desayunar juntos como cada día.
La navidad pasó con cierta premura, Ángela no solía celebrar ninguna festividad pero este año le entregó una caja de bombones suizos a Genji, recordó que hacía tiempo le había prometido unos. Él, haciendo uso de sus dotes ninjas, había convertido un pedazo de madera del bosque en una pequeña figura de un ángel tallado. Mercy lo aceptó con sorpresa, la muñeca quería representar como la veía a ella, era demasiado hermosa.
Su rutina fue la misma con el año nuevo, Mercy recibió la llamada de algún compañero de Overwatch felicitando la nueva entrada, ella lo devolvió también por educación. Evitaba mirar el calendario porque para su desgracia se acercaba el día de la visita de la infame doctora, y no tenía ganas de encararla de nuevo. Prefería disfrutar de sus últimas horas de libertad con su querido paciente.
Esa misma mañana en cuanto perdió de vista a Genji aprovechó para sentarse con calma en su despacho y volver a sumergirse entre el papeleo que la esperaba. Todo el procedimiento de operaciones estaba plasmado en esas hojas, solo tenía que repasarlo para que quedase perfecto, no deseaba que Moira volviera a cuestionar su trabajo, solo aumentaba su ya enorme ego como investigadora, esta vez no quería dejar que se auto coronase como la mejor investigadora médica de nuevo.
En el tiempo que Mercy estudiaba sus asuntos, Genji se encontraba en el exterior de la casa, haciendo su entrenamiento diario. Sus pies metálicos se hundían en la nieve a cada paso que daba hacia el lugar donde solía practicar sus habilidades, cruzó por su mente un pequeño recuerdo de cuando era pequeño y veía nevar en el patio de su casa en Hanamura.
Él siempre insistia a Hanzo para hacer un muñeco o una pelea de bolas de nieve, pero este siempre lo dejaba de lado al tener obligaciones en el clan, así que el joven ninja acababa jugando solo y regresaba a casa siempre resfriado. Luego un sirviente del clan lo reprendía mientras preparaba ropa seca y un baño bien caliente. El pequeño Genji siempre hacía travesuras para llamar la atención, por algo acabó siendo el rebelde de la familia.
El hombre amplió la pequeña sonrisa que se había formado en su rostro, esos recuerdos eran igual de bonitos que de dolorosos, su infancia no fue precisamente feliz, su adolescencia no mejoró y la edad adulta había comenzado con mal pie. Se preguntó si siempre estaba condenado a que le siguieran las desgracias, si había hecho algo para merecer todo el dolor con el que había cargado hasta ahora. Hanzo tal vez tenía razón, y había deshonrado a todo su clan por su mal comportamiento frente a sus obligaciones.
Pero la vida había le dado una segunda oportunidad, como siempre le repetía la doctora, oportunidad que no quería malgastar de la misma forma que hizo con su anterior yo. El ninja se retiró la camisa y los pantalones y los dejó tirados sobre un árbol, la ropa limitaba sus movimientos y además el frío le ayudaba a concentrarse.
Hábilmente hizo un salto hacia atrás impulsado con sus propios pies y acabó manteniéndose sobre el peso de un único dedo, en esta misma postura cerró los ojos y comenzó a hacer flexiones, sus pensamientos volvieron a vagar libremente.
Hanzo, su familia, Overwatch, la doctora Ángela. Por un lado, lo que más odiaba en esta vida, en el otro lado de la balanza estaba la organización que lo había salvado y la persona por la que tenía sentimientos románticos. Esas palabras clave eran lo que lo motivaban a levantarse un día más y entrenar, para bien o para mal. Aún no podía evitar mirarse al espejo y ver horrorizado su cuerpo convertido en metal, a veces ya no se reconocía a sí mismo. A cada operación que iba pasando, su humanidad se desvanecía lentamente como la arena de un reloj.
Pero, ¿qué era ser humano? ¿Qué era ser una máquina? ¿Qué lo diferenciaba de aquellas cosas metálicas que decían tener sentimientos y pensar igual o mejor que una persona?
Más bien sus acciones lo acercaban a ser un monstruo, sus manos estaban más que manchadas con la sangre de tanta gente que había matado que estaba en contra de su clan. Y cuando pensaba en el consejo de la Yakuza que había ordenado su muerte, pensó en volver a cubrirse de sangre, a estas alturas no le importaba arrebatar una vida más que una menos. Quería vengarse por lo que le habían hecho, por lo que le habían convertido, sin darse cuenta que ese odio irracional lo acabaría conduciendo por el peor camino posible.
Estaba atravesando una crisis existencial, incluso su hermano pagaría por todo aquello. Genji abrió los ojos en mitad de su entrenamiento, y el particular brillo en sus ojos marrones había desaparecido por completo.
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Ya se estaba haciendo tarde cuando Ángela se sorprendió al mirar la hora en el reloj de su escritorio, había consumido todo su día en repasar sus papeles, maldijo internamente su descuido porque realmente quería haber estado con Genji disfrutando sus últimas horas juntos, al día siguiente Moira visitaría las instalaciones y se llevaría al chico. Rápidamente apiló todo en un montón para más tarde y se colocó su bata blanca a la vez que recorría los pasillos buscando a su paciente.
Y lo encontró sentado en la camilla metálica del cuarto que usaba como la laboratorio y sala de operaciones, donde comenzó todo. Genji estaba sentado en silencio, dándole la espalda, tenía un grueso cable conectado en su nuca, estaba cargando la energía de sus prótesis. Ella se acercó apresuradamente, dispuesta a disculparse y ofrecerle una buena cena a cambio, pero al encararle se quedó muda. El hombre estaba cabizbajo, pero el temblor de su cuerpo lo delataba, estaba llorando, sus sollozos eran casi un murmullo pero Ángela igualmente lo acunó en su pecho, levantando su mentón con cariño y delicadeza.
Tal vez trascurrieron unos minutos pero no le importó a ninguno, Genji al final se pudo calmar, había acabado de rodear con sus brazos a a doctora para apretarla contra él, necesitaba sentir más ese calor humano que desprendía solo ella. Ángela levantó una mano y acarició con amor su pelo verde oscuro, el tacto era suave y agradable. Ninguno de los dos dijo nada hasta que él se separó un poco para admirar su mirada azul.
-Lo siento… -se disculpó con la voz quebrada, tragó en seco- Yo…creo que tuve un ataque de ansiedad, así me dijiste que se llamaba, ¿no?
-No tienes que disculparte de nada Genji -negó ella, con una mano levantó su mentón y se inclinó hacia él- Me tendría que haber quedado todo el día contigo.
-Ojalá… -respondió él, un intento de sonrisa apareció en su boca.
-Aún estoy a tiempo de pasar la noche -ofreció la doctora antes de acercarse a él para besarlo con cuidado.
Con el simple roce de sus labios, pudo notar que probablemente el chico había estado horas llorando, su piel estaba áspera y reseca, pero esto no la hacía retroceder. Acarició su mejilla y bajó hasta su mentón, luego la mano descansó sobre su pecho. Genji había cerrado los ojos, disfrutando de aquel momento de intimidad, la mezcla de sensaciones era tan fuerte en ese momento, quería más, necesitaba sentir más de ella. No quería alejarse, no quería perderla, no quería decir un falso adiós que no deseaba.
Hábilmente cargó a la mujer sobre sus piernas, esto hizo que ella se sobresaltara pero igualmente no interrumpieron su beso. Por primera vez desde que se confesaron, dieron el paso más allá en ese intercambio de saliva, Ángela abrió la boca para juguetear con la lengua de su compañero. Ambos se aferraban al otro como si fuera necesario para respirar, aunque aquello realmente les quitaba el aire.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de ella al sentir la mano helada de su amante colarse por debajo de su jersey oscuro, le acarició el vientre lentamente y luego cambió a la espalda, no podía sentir su calidez pero estaba seguro de que sería muy agradable.
La mujer se apartó un segundo a coger aire y volvieron a cruzar miradas, los dos amantes se encontraban demasiado agitados por la excitación del momento, es posible que sus corazones fueran al mismo compás. Una fugaz sonrisa cruzó el rostro de ambos y volvieron segundos después a devorarse de forma ansiosa.
Un fulgor verde proveniente del pecho de Genji asustó a ambos, la sala estaba casi a oscuras y se sorprendieron. La luz del núcleo simplemente avisaba de que ya estaba completamente cargado. El chico que disculpó por la bajo mientras se desenchufaba de un tirón el cable de la nuca, hizo una mueca al quitárselo, aún no se acostumbraba a tener eso dentro.
-Bueno, por dónde íbamos… -murmuró volviendo a agarrar a su querida doctora contra su propio cuerpo.
-¿Quieres que te haga una revisión? -preguntó ella, apoyando traviesamente sus brazos detrás del cuello de él, con cuidado de no tocar el cableado.
-¿Qué? ¿Ahora? -Genji la miró confundido, no entendía por qué quería parar eso, hasta que una bombilla se encendió en su cabecita- Ah, ese tipo de revisión… -sus cejas se levantaron ante la ocurrencia- Si, no me vendría mal doctora, sabe, tengo un dolor abajo que…
Ángela lo había silenciado con otro beso antes de que pudiera seguir con su teatro de paciente/doctor. De un empujón lo había tumbado sobre la camilla, que no era precisamente cómoda pero quería jugar un poco. Su bata se deslizó por sus brazos hasta caer el suelo, sus manos sujetaron el borde del jersey y fue levantándolo lentamente, para sufrimiento del ninja, hasta descubrir su abdomen y sus pechos tapados por un sujetador de color blanco, en contraste con su pálida piel.
Genji detuvo su respiración un segundo, si alguna vez había tenido una aparición mística, era aquella, porque tenía delante a un jodido ángel. La doctora no lo hizo esperar mucho más, se había acercado a él y volvió a sentarse sobre su cuerpo, esta vez en su cadera. El hombre ahogó un pequeño gemido por la agradable sorpresa. Después ella se volvió a inclinar contra el ninja y se fundieron en un largo y excitante beso, pero no perdió el tiempo y busco con su mano sana el cierre de aquella dichosa prensa, ansiaba o más bien exigía terminar de verla desnuda. Contemplar esa figura era todo un deleite, se sentía la persona más afortunada del mundo porque ella se estuviera mostrando así solo para él.
Rió para sus adentros, años antes por su cama habían pasado tantas mujeres pero ninguna igual de perfecta que la que estaba amando en esos momentos. Cuando consiguió desnudarla de cintura para arriba, acarició su espalda y apoyó la nariz sobre su cuello, disfrutando del suave perfume de su doctora. Ángela se encogió un poco por el tacto frío del cuerpo de él, pero no lo detuvo, le agradaba su presencia.
-Te quiero -dijo casi en un susurro inaudible, pero ella lo pudo escuchar perfectamente porque lo pronunció en su oído.
Después de aquella confesión, Genji levantó a su doctora sin mucho esfuerzo y la condujo en volandas hasta el dormitorio de ella para terminar de disfrutar la noche juntos. Afortunadamente pasó lento para ambos, después de haber tenido sexo varias veces, acabaron durmiendo abrazos bajo las sábanas impolutas de la cama, y así pasaron sus últimas horas en calma antes de la tormenta.
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