。・。・我が魂は均衡を求める。・。・
15 de Mayo, en alguna base perdida de Blackwatch.
Una incubadora colocada de forma vertical en la pared, acoplada con varios tornillos metálicos, iluminaba de forma escasa aquella estancia, una habitación completamente vacía salvo por una alta figura de una mujer que observaba el interior de aquella cápsula a través del cristal.
Su mano acariciaba el frío vidrio, bajo el que descansaba un cuerpo humano envuelto en cables. El hombre se encontraba inconsciente, una mascarilla de oxígeno me proporcionaba una respiración artificial mientras estaba sumergido en aquel líquido transparente.
Moira admiraba su obra con egocentrismo, con ese experimento había avanzado tantas investigaciones estancadas por no poder aplicarlo a los seres humanos por meras cuestiones de ética. Pero ante ella se alzaba el culmen de su trabajo, el mejor soldado que podría tener Blackwatch en toda su historia.
Genji Shimada descansaba suspendido en líquido amniótico mientras su cuerpo terminaba de asimilar las últimas modificaciones corporales que le había instalado la científica. Dentro de él ya no había ni un ápice de humanidad, pero fue a petición suya que la doctora lo hubiera vuelto una máquina de matar, porque solo así lograría su objetivo final: acabar con los Shimada.
Lo que había sido su antiguo cuerpo se desvaneció al poco de dejar Suiza, rápidamente sus prótesis habían sido mejoradas aumentando aún más su letalidad. Al necesitar más energía, la sangre de Genji no era capaz de fluir correctamente y allí volvió a intervenir para instalar más modificaciones, un armazón que cubría la mitad de su abdomen. Lo único humano que le quedaba era su corazón, brazo izquierdo y cabeza, aunque esto último estaba siendo manipulado por los nervios de su columna vertebral.
Moira había aplanado el terreno al pedir a Mercy el cambio de su espina dorsal, su idea era controlar al hombre usando impulsos eléctricos de la neuronas para generar diferentes emociones, como la ira, convirtiéndolo en su fiel asesino, asegurándose de que jamás se revelaría contra ella. Pero aunque Genji estuviera siendo controlado, su voluntad había sido hacerse más fuerte, pagando el precio que hiciera falta para lograrlo, aún dejando atrás al hombre que alguna vez fue.
-Mi querido Shimada, muy pronto despertarás y pondremos a prueba tus habilidades… -dijo Moira al terminar de echar un vistazo al chico y desaparecer por la puerta.
Con paso tranquilo recorría aquel laberinto de gris metal, el edificio no era lo más estético del mundo pero le servía para mantener alejado a los curiosos. En la sala contigua se encontraba su despacho, un escritorio sin mucha importancia y varias pantallas. La mujer se sentó en la cómoda silla y vio cómo parpadeaba un aviso de llamada, suspiró cuando leyó el nombre del remitente, después le dió al dichoso botón verde.
-¿Qué quieres? -preguntó con tono enfadado, estaba ocupada y pensaba ponerse a repasar un par de cosas antes de la misión, pero ya estaba aquel sujeto molestando.
-Vaya Moira, yo también me alegro de verte -saludó el otro hombre, sin darle demasiada importancia a su bordería.
-Yo no, pero bueno, mejor ve al grano Cassidy, no tengo ganas de escucharte parlotear -se quejó la científica.
-Tampoco es que tenga ganas de hablar con alguien tan amable, mi llamada es por lo de siempre, una misión nueva -anunció el hombre.
–¿Dé que se trata? ¿Algo interesante? -insistió ella, gesticulando con las manos, como si el otro la pudiera ver a través de aquella pantalla.
-Sí, en Japón -comentó- Creo que querrás traer tu nuevo juguete.
Moira agachó la mirada pero su sonrisa se ensanchó hasta ocupar la mayor parte de su cara- Por supuesto, pronto lo veréis en acción.
Al otro lado, Cassidy había colgado ya la llamada. La investigadora se había acomodado en su silla, reclinando el respaldo levemente hacia atrás, apoyando los pies sobre el escritorio. Si todo iba como ella planeaba, pronto atacarían el castillo de la familia Shimada y acabarían con todo su imperio.
Su interés era meramente científico, sabía mejor que nadie que a cuanto más conocimiento tuviera, más fuerza poseería. Le daba igual las pretensiones de Overwatch sobre salvar el mundo, ella estaba allí por su trabajo, y ellos eran de momento el mejor postor.
Una alerta sonora acompañada de una sirena roja inundó el despacho de Moira, la mujer se sentó de nuevo bien y cambió la pantalla a las cámaras de seguridad, en la entrada trasera había un grupo de maleantes intentando forzar la puerta.
Le habían asignado dicho edificio porque al parecer abandonado, no levantaría sospechas sobre la actividad ilegal de Overwatch, pero eso implicaba que también atraería la atención de ladrones y otros grupos.
-Me temo que se acabó tu siesta, querido -murmuró al momento de pulsar un botón en el teclado, un estruendo se escuchó al fondo del pasillo- Es el momento perfecto para probarte.
。・。・我が魂は均衡を求める。・。・
Hace frío, es extraño. Aquello fue lo primero que pasó por la cabeza de Genji Shimada al abrir los ojos y encontrarse postrado en el suelo.
Se encontraba realmente desconcertado, no reconocía nada de su alrededor, sus manos estaban apoyadas contra aquella fría superficie de hormigón, un charco de algún líquido se extendía bajo sus pies, pero este había sido drenado en su mayoría por unos pequeños conductos a los laterales de la habitación.
Cuando pudo ponerse en pie, su cabeza daba un poco de vueltas, casi sentía el cerebro golpearle las paredes del cráneo a cada movimiento, o el latido de su propio corazón. Notaba el sentido del oído tan desarrollado, que pudo escuchar claramente cuando alguien se acercó a su ubicación.
Genji se tensó y su cuerpo adoptó una postura agazapada, preparado para atacar si hiciera falta. Pero entre la oscuridad del pasillo solo surgió la figura de Moira, quien lo miraba expectante.
-Espero que hayas tenido un buen descanso, pero es hora de trabajar -ordenó la mujer, extendiendo ambas manos para entregar dos objetos al ninja.
El hombre tomó ambos, primero se colocó el que tenía en su mano izquierda, una especie de casco metálico, este se enganchó con un click a las partes metálicas de su cuello y nuca.
Segundo, la funda de una larga espada. La desenvainó con un ágil movimiento, las luces de los monitores del fondo se reflejaban en su brillante hoja, Genji miró la empuñadura, que parpadeaba con una luz roja al igual que el núcleo de su pecho. Luego pasó su mano sana sobre el metal, con cuidado, apenas un roce y ya se había hecho un pequeño corte. Sin duda, era una katana japonesa. No preguntó a la doctora cómo había conseguido una tan buena, solo la miró fijamente esperando que hablase.
-Ya sabes lo que tienes que hacer -murmuró ella como orden.
Pero la presencia de Genji ya se había desvanecido de aquella habitación en un abrir y cerrar de ojos.
。・。・我が魂は均衡を求める。・。・
La doctora Ziegler ojeaba unos papeles de sus últimas consultas mientras sellaba otros con su nombre. De reojo no podía evitar mirar la pantalla de su teléfono móvil, preocupada.
Unos días atrás había escrito a Genji avisando que acudiría a una misión para Overwatch en Rusia, pero no recibió respuesta alguna. Es más, llevaba un par de meses sin saber nada de él. Había preguntado a Winston por su ubicación pero los detalles de las misiones de Blackwatch eran confidenciales incluso para ella. Así que allí estaba, sentada en aquella incómoda silla metálica en una tienda de campaña, esperando un mensaje del chico que le gustaba como si fuera una adolescente enamorada.
Un carraspeó tímido a sus espaldas la sacó de sus pensamientos, una de las enfermeras que la acompañaba reclamaba su atención por una urgencia. Mercy se disculpó y acudió de nuevo al campamento a atender aquello.
Llevaba dos semanas de misión en un campo de refugiados en Rusia, uno de los países más castigados por la guerra ómnica que estaba sufriendo el planeta completo. Su presencia allí había levantado un poco los ánimos de los enfermos, pues cuando llegó solo veía sus rostros llenos de pesar al ver su hogar reducido a cenizas. Familias condenadas a resguardarse del duro tiempo en tiendas de campaña que poco duraban con la fuerte nieve que solía caer en esa zona. A menudo los niños jugaban entre los espacios que quedaban entre las casetas, Ángela los miraba con ternura.
Tras aquellos dos años encerrada en su laboratorio, ahora volver a la vida real se le hacía duro. Más si su trabajo era salvar vidas, era tan difícil hacerse el fuerte en una situación en la que tú también deseas llorar.
Pero tenía que aguantar el ánimo y seguir adelante, salvar todas las vidas que pasasen por sus manos. Overwatch siempre predicaba como que eran los salvadores de los indefensos, aunque ella no se veía a sí misma como un héroe ni nada parecido.
。・。・我が魂は均衡を求める。・。・。
