。・。・我が魂は均衡を求める。・。・
Silencio.
Eran las dos de la mañana, todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo. El momento de cambio de guardia llegó, uno de los hombres trajeados bostezó sonoramente, su compañero lanzó el cigarro que se estaba fumando, al suelo. Entraron de nuevo al edificio a sus espaldas, aquella noche estaba siendo demasiado aburrida. Apenas diez segundos después ya habían sido sustituidos por otra pareja de perros guardianes.
El nuevo gorila se apoyó en la enorme columna de madera que adornaba la entrada del templo de Hanamura, su compañero apenas estaba unos pasos más atrás. Un simple reflejo le hizo girarse hacía los cubos de la basura de un callejón a la izquierda, un segundo después se desplomaba sobre sus rodillas.
El otro hombre apenas pudo reaccionar, su sangre decoraba el suelo en forma de salpicadura. Mientras ambos formaban un charco rojo en el suelo, una sombra se deslizó al interior de la antigua casa de los Shimada.
A esas horas apenas había guardias despiertos, pero no le importaba, pensaba acabar con cada ser vivo existente en aquellos metros cuadrados. El servicio solo trabajaba de día, por lo que más tarde no sentiría –si es que sentía aún algo– culpabilidad al matar a criados inocentes. Pero su principal objetivo realmente no eran esos gorilas trajeados, ni los viejos que presidían el consejo de la familia.
El verdadero objetivo era asesinar al culpable de todo ese sufrimiento, todo ese dolor que ahora se había esfumado igual que su propia humanidad. Genji estaba tan lleno de rencor como de partes metálicas, apenas había un ápice de brillo en sus ojos, del ninja que fue antaño.
Aferró con firmeza su fiel katana, el brillo rojizo se reflejó en sus orbes del mismo color. Meditó con rapidez su siguiente movimiento, descender por aquella columna de madera, entrar al edificio de la derecha, asesinar a todo guardia despierto o dormido, a cualquiera que llevase la insignia familiar. Esta tarea no lo mantendría ocupado más de unos diez minutos, arrebatar una vida era tan sencillo como respirar.
Lo sabía tan bien, conocía tanto aquella sensación de su hoja cortando piel, cubriéndose de sangre, escuchar cómo se detenía el pulso de su víctima, cómo se apagaban sus ojos, como su cuerpo se desvanecía en el suelo… Ya no había gritos, ya no había sufrimiento, tan solo aumentaba un número más las vidas que había arrebatado.
Con paso calmado avanzó en silencio por el tatami, agitó la hoja de la katana para limpiarla de sangre, no le gustaba que se oxidara. Sus pies no hacían ruido al caminar, la madera no crujía bajo sus pies, lo único que quedaba de su presencia allí eran las gotas de sangre que descendían del filo hasta el suelo, dejando un pequeño camino como indicio de su masacre.
Nadie supo lo que pasó aquella noche, nadie pudo dar la voz de alarma porque rápidamente había rajado su garganta, evitando algún posible grito. El único ruido que invadía el ambiente era el de los cuerpos cayendo al suelo, sin vida. Por cada pasillo, por cada habitación, los cadáveres se iban acumulando, hasta que Genji llegó a la sala principal, donde se solían reunir los mandamases a celebrar algo importante.
Ahora el salón estaba vacío, los guardias descansaban muertos en las puertas del templo, nadie pudo detener su entrada. Genji avanzó hasta el largo mural que colgaba de la pared, allí estaba su antigua espada, aún reluciente bajo una gruesa capa de polvo. Pero la espada de su hermano también estaba allí, colgada sobre la suya, pues Hanzo siempre tenía que detonar su superioridad. Sin embargo, también parecía que hacía tiempo que había sido olvidada allí.
El ninja apretó la mandíbula mirando aquel arma, fue con ella con la que Hanzo rebanó sus extremidades, con ella le atravesó el cuerpo numerosas veces, con ella lo había asesinado. Era otra protagonista más de su desdichado presente. Sintió furia, pero agarró la funda de su vieja katana y se la colocó en la espalda, nunca se consideró una persona melancólica, pero aquello era el último recuerdo de cuando aún tenía un atisbo de humanidad.
Sin mediar palabra, sus pasos lo condujeron a las salas traseras, donde estaban los dormitorios. Esa zona se la conocía perfectamente de noche, pues más de una vez había tenido que escaquearse de los guardias para entrar a su habitación alguna noche de borrachera, pero ahora todo eso lo sentía tan lejano.
Pasó la mano sana sobre el papel de la pared, y deslizó la puerta corredera con suavidad, encontrándose dentro a uno de los ancianos que tanta ansia tenía por asesinar, dormido sobre un lujoso futón.
Con un rápido giro de muñeca, la katana que sujetaba con la mano metálica ya estaba posada sobre el cuello del viejo, la luz de la luna que se colaba por la tosca ventana se reflejaba por el acero del arma. El hombre abrió los ojos cuando sintió la suave presión del filo sobre su piel, un fino hilo de sangre descendía hasta manchar su ropa.
-¿Qu-qué? -preguntó confundido, admirando la figura de Genji en la oscuridad- ¿Quién te envía? ¿Los Yamamoto?
El ninja se quedó en silencio, apretó un poco más el arma sobre el viejo.
-Hanzo, Shimada -pronunció con la voz más seca e intimidante que pudo usar- Dónde está.
El hombre se removió un poco en su sitio, intentando incorporarse, pero Genji lo tomó rápidamente del cuello de su ropaje, levantándolo a pulso con un solo brazo, lo miro serio, un escalofrío recorrió la espalda del otro hombre.
-S-se fue, se marchó hace meses, renunció a la familia el muy cobarde… -el viejo intentaba calmar su respiración pero la presencia de Genji era tan imponente que le fue imposible no tartamudear del miedo.
Genji soltó al viejo y este cayó sobre el suelo soltando un pequeño quejido de dolor por su edad, le dio un momento la espalda mientras meditaba sobre su hermano.
-¿Qué buscas? ¿Dinero, fama, mujeres? -le ofreció, intentando salvar su cuello e interrumpiendo sus pensamientos- Te puedo dar todo eso y más.
El ninja se giró sobre sus pasos y fue hacia la puerta de salida, haciendo el amago de guardar su katana, cosa que tranquilizó al viejo.
-Solo quiero mi venganza -murmuró antes de que la cabeza de su enemigo rodase por el suelo a la vez que enfundaba su espada de nuevo y se marchaba.
。・。・我が魂は均衡を求める。・。・
El vaquero se ajustó el sombrero y soltó un silbido de asombro con el escenario que tenía delante.
-Si lo llego a saber, no me bajo del avión… -se quejó el hombre, riendo por lo bajo.
-Vamos Cassidy, no es momento de descansar -ordenó su superior a sus espaldas.
El susodicho suspiró pero asintió a las palabras del comandante de Blackwatch.
-Moira ha entrenado bien a su mascota -afirmó Cassidy esquivando los cuerpos del suelo, no quería ensuciarse de sangre las botas tan pronto.
-Demasiado bien -pronunció Reyes con la mandíbula tensa, ambos hombres se miraron en silencio.
Moira era su compañera pero a la vez su rival. Aquella mujer era tan implacable como peligrosa, aunque pertenecieran a la misma organización de lejos ambos sabían que sus objetivos no eran los mismos. Ella solo quería un lugar donde seguir con sus experimentos, ellos solo intentaban ser los 'héroes' que Overwatch y el mundo necesitaba. Ahora Genji era un peligro real también, controlado por la doctora se había convertido en el asesino perfecto.
Cassidy rezaba porque no llegase el día en que Moira se cabrease tanto con él como para levantarse con una hoja sobre su cuello.
Gabriel Reyes solo quería recoger los papeles que le había pedido Jack y escanearlos en la nave, después volverían a desaparecer unos meses del mapa, las noticias al día siguiente se llenarían del asesinato de la familia Shimada, o más bien de la organización criminal que había detrás. Blackwatch tendría que mantenerse alejado de todo aquello hasta el siguiente golpe en Venecia.
。・。・我が魂は均衡を求める。・。・
