。・。・我が魂は均衡を求める。・。・
Aterrizaron tras unos segundos de vuelo, todo estaba envuelto en llamas y humo. Ángela se tapaba el rostro con el brazo libre, con el otro aún mantenía agarrada la mano de Genji. No quiso hablar porque probablemente aquello era tóxico, pero también extraño. Habían aterrizado en el patio de carga y no había visto nada roto o destrozado, cada vez estaba más segura de que aquel fuego era una trampa y lo estaba usando alguien para atraerlos.
Andaron un poco hasta alejarse de aquella nube negra y la doctora pudo tomar una amplia bocanada de aire antes de dirigirse a su compañero.
–Mantén los ojos abiertos, vamos a revisar todo esto… –murmuró soltando su mano y tomando la pistola de su cinturón.
–Siempre lo hago –afirmó él con una leve sonrisa.
Con un ágil movimiento del brazo ya había sacado la katana de la vaina, el metal chirrió suave pero no lo suficiente alto para llamar la atención. Los dos andaron con cuidado, mirando a todas las esquinas, en el suelo, al techo, a las paredes, detrás de las cajas tapadas con enormes lonas de plástico y cubiertas de polvo. Tras unos minutos de inspeccionar el muelle de carga y comprobar que no había nadie, Mercy se agachó y se giró hacia el hombre.
–Mira –deslizó sus dedos por el suelo, tomando un poco de aquel líquido casi transparente que estaba desparramado, luego lo llevó cerca de su nariz para olerlo– Es gasolina.
–Esto no me gusta –Genji apretó la mandíbula y la mano que sujetaba su arma, sentía el peligro cerca pero no podía verlo.
–Rápido, tenemos que ir al laboratorio… –pronunciaba la doctora cuando un disparo cruzó el aire y le voló un mechón de su cabello rubio.
Sus ojos azules quedaron congelados, sus oídos pitaban tan fuerte tras el ruido que provocó aquella bala de gran calibre. Genji había gritado su nombre pero no podía escucharlo, todo pasaba tan rápido ante sus ojos. El ninja se abalanzó sobre ella, con la katana había parado otra bala fatal que iba directamente a su cabeza, agradecía profundamente los reflejos que tenía.
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Sobre una plataforma colgada del techo se encontraba una misteriosa figura, que observaba a la inusual pareja esconderse detrás de un montón de cajas. Un molesto ruido vino del comunicador colocado en su oreja.
–¿Los tienes? –preguntó con su peculiar voz sombría.
–Los tendré si te callas –murmuró ella mordiéndose la lengua, volviendo a observar a través del visor de su rifle.
–Date prisa, casi he acabado con la extracción –ordenó antes de colgar la llamada.
La asesina suspiró, luego tomó aire y volvió a apuntar hacia la misma posición donde los perdió de vista. Les sería difícil moverse tras el disparo anterior, el ruido que hizo al rozar su cabeza probablemente la había dejado un poco aturdida o sorda de un oído en el mejor de los casos.
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–Ángela, ¿me escuchas? –preguntaba Genji con cierta ansia, agitando a la mujer por los hombros, esperando impaciente una palabra suya.
–S-Sí, te escucho –respondió ella, parpadeando un par de veces antes de enfocar de nuevo a su acompañante– Perdón, me siento un poco desorientada.
–Ha estado muy cerca… –murmuró él con visible preocupación– ¿puedes levantarte?
Mercy se intentó incorporar pero sus pies estaban demasiado torpes, la mujer volvió a caer sobre su trasero contra el suelo. El disparo había afectado a su equilibrio.
–Quédate aquí, yo me encargo –pidió el ninja, con tono serio.
–Pero… –se quejó ella intentando detenerlo con una mano– ¿Y si te pasa algo?
Genji apartó su mano con cariño y afianzó el agarre de la katana, sus ojos volvían a lucir rojos.
–Estamos en un campo de batalla, lo que me pase es lo de menos –respondió antes de desaparecer de su vista, dejándola con el silencio como compañía.
–Creo que … la conozco –murmuró para sí misma mientras agachaba la cabeza e intentaba recuperar la compostura.
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–¿Dónde estás? –murmuraba la mujer, acariciando levemente el gatillo de su rifle de francotirador.
Habían pasado unos cinco minutos desde que se escabulleron, ahora todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo. Aquella misión había sido tan apresurada, apenas se había podido informar de los objetivos que tendría que cazar, pues él era una presa relativamente difícil.
Genji Shimada, segundo hijo de uno de los clanes mafiosos más famosos de Japón. Ahora agente encubierto de Overwatch, odiaba tanto a Overwatch. Había sido entrenada para matar, al igual que el ninja, era experta en el arte del sigilo y la discreción. Pero ella, ahora conocida por su nombre en clave como Widowmaker, era la mejor en su campo.
Cuando la organización para la que ahora trabajaba, Talon, le encargaba algo, lo realizaba exitosamente, ninguna presa se había escapado de su tela, y no pensaba que aquella fuera la primera vez.
–Entra a mi salón, le dijo la araña a la mosca… –susurró tan bajo aquella metáfora, que en cierta manera le parecía graciosa.
Una sombra se movió a su derecha, rápidamente su dedo apretó el gatillo en cuanto vio la figura de Genji abalanzarse por un lateral. Éste apenas pudo desviar la bala con su katana, casi había sido a quemarropa. El sonido ensordecedor del metal chirriante envolvió la sala, el eco rebotó por las paredes y Widow aprovechó para usar su arpeo para cambiar de posición y volver a rastrearlo.
Respiró hondo una vez, se bajó el particular casco que usaba para detectar movimiento y apuntó de nuevo hacia el pasillo donde se había escabullido el ninja.
–Tienes toda mi atención –repitió en voz alta su particular monólogo.
El hombre no aparecía, no escuchaba nada de nada. Intentó cambiar de estrategia, buscar a la doctora, pues aquella pelea no era en igualdad de condiciones. Nunca tuvo una relación cercana con Ángela, pero si la conoció superficialmente. De todos modos, sentía un odio intrínseco hacia cada agente de Overwatch, por lo que no se apenaba por la idea de asesinarlos.
La iba a usar de cebo para atraer a Genji y matar dos pájaros de un tiro, esa sería la mejor opción. Se giró sobre su figura y tomó una pequeña pieza metálica de su cinturón, lanzándola al pie de las escaleras que llevaban a su posición. Este aparato se abrió y comenzó a girar, era una pequeña mina de humo venenosa para distraer a su contrincante. Y ahora sí, activó su infravisión para buscar a Mercy.
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–Tengo que hacer algo, tengo que llamar su atención para que Genji pueda atacarla… –se repetía la doctora en alto.
Seguía agachada, en la misma situación. Dudando en si debía arriesgar también su vida, la persona a la que amaba estaba allí peleando por ella, peleando por todos, por su causa. Ángela sabía que era fuerte, inteligente y capaz, tal vez no podía parar una bala como Genji pero tendría más utilidades.
Pensó rápido, un plan para distraerla, coger la lona de plástico de su espalda llamaría la atención lo suficiente, tal vez unos segundos pero con eso podrían de sobra.
Así lo hizo, agarró rápidamente el plástico y lo sostuvo unos segundos fuera del resguardo que le proporcionaban las cajas, nada pasó, se mordió el labio, tiró aquello al suelo. No iba a ser tan rápida para escribir una bala, su enemiga no era estúpida. Tendría que darle lo que tanto deseaba, una herida.
Mercy suspiró y salió detrás de las cajas, con la pistola en mano aunque sin los suficientes reflejos como para defenderse. Miró arriba, a los lados, nada.
–¿¡Qué buscáis!? –exclamó en alto, casi podía sentir como le apuntaban directamente a la cabeza.
Unos segundos de silencio, alguien se rió a lo lejos, era ella. Con eso era suficiente para detectar su ubicación. Un ruido ensordecedor llenó la sala de nuevo.
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Una bala, un muerto.
Amélie recargó su arma con parsimonia, antes de que algo surcando el aire la sorpendiera, o eso pensaba el ninja agarrado a la pared de la escalera. Ella se giró y detuvo los shurikens con el rifle. Unos leds rojos comenzaron a brillar bajo los pies de Genji, que se sorprendió cuando una nube morada envolvió el pequeño habitáculo y comenzó a toser, tenía que irse rápido, era veneno.
Se intentó abalanzar contra ella de nuevo pero tuvo que parar varias balas, pues su arma no era solo de disparo único, también podía disparar en ráfagas. El ninja contuvo la respiración, pero se hacía pesado, no tenía visibilidad apenas y se comenzaba a marear. Tuvo que deslizarse por las escaleras hasta salir por abajo, donde vio a Mercy a lo lejos.
–¡Escóndete! –le gritó temeroso de que se volviera su objetivo.
Pero la doctora Ziegler no lo escuchaba, su corazón latía a mil por hora, se llevó la mano a su costado, donde su armadura había sido penetrada y comenzaba a derramarse sangre a borbotones. Intentó hablar mirando al ninja, tosió un poco, le hizo gracia aquello, nunca intentó matarla, solo quería jugar con ellos un poco. Lo tenía todo planeado desde el principio.
Sus rodillas fallaron y su cuerpo perdía irremediablemente un descanso de aquello. Genji la sostuvo antes de caer al suelo, esperando un segundo disparo para él, pues si su presente juntos acababa ahí, tampoco contemplaba un futuro solo.
Pero no hubo ningún disparo, en su lugar unos pasos a lo lejos apresurados se acercaron.
Tracer apareció en escena, pensó que era su momento, había escuchado el ruido de lejos, sabía el origen. Tal vez podría redimirse de todo, no lo supo hasta que se teleportó corriendo hacia donde estaba ella, que la miraba de forma burlona como siempre hizo.
–Me encantaría quedarme, pero tengo cosas que hacer –le dijo despidiéndose antes de usar su arpón para salir con un conducto del techo y desaparecer.
La agente apretó los gatillos de su arma antes de que huyera pero no pudo herirla. Se sintió frustrada pero rápidamente volvió a donde estaban sus compañeros.
Empalideció cuando vio la cantidad de sangre que estaba perdiendo Mercy, Genji simplemente estaba estático de pie sosteniéndola, sin reaccionar. Así que tendría que hacer algo ella, casi lo empuja al suelo para bajarle.
–¡Presiona la herida! –dijo en alto, señalándole la sangre– ¡Fuerte! ¡Y ven ya Mei, te necesito!
Una mujer entró corriendo, iba ataviada con una bata blanca de laboratorio.
–Perdona, es que eres demasiado rápida… –murmuró cuando llegó a donde estaban los tres, cuando vio toda la sangre se puso pálida– Oh dios mío.
–Tenemos que hacer algo –apremió Lena, extremadamente nerviosa, saltando de un lado a otro.
–No soy doctora, pero creo que tengo la solución, está en el laboratorio –respondió aquella mujer que Genji no reconocía.
La científica los guío por los pasillos hasta donde estaba el lugar donde trabajaba,, para su suerte Talón no lo había destrozado. Ahora era una causa perdida, Widow y su socio habían escapado con los datos de Overwatch. El resto de agentes estaban en paradero desconocido.
Mei pudo esconderse en su laboratorio a la espera de ayuda. Ella era la única que podía alargar la vida a Ángela hasta que tuvieran disponible un servicio médico.
Tecleó un par de cosas en un enorme ordenador y una compuerta de metal que estaba acoplada en la pared se abrió, de dentro salía hidrógeno líquido, que envolvía con su tenue brillo el suelo.
–Métela, rápido –ordenó a Genji, que estaba en modo piloto automático.
La metieron dentro, al cerrar la puerta hermética el cristal se volvió azul y la pantalla de la derecha se encendió para mostrar las constantes vitales de la doctora.
El ninja se derrumbó sobre una silla, se miró las manos, llenas de su sangre, se sentía culpable. Tenía ganas de llorar de rabia e impotencia. Pero entendió que por mucha fuerza que poseas, cuando tienes algo a lo que proteger, te vuelves vulnerable de nuevo.
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