。・。・我が魂は均衡を求める。・。・

Hace muchos años, en algún santuario de Kanezaka.

Una antigua leyenda de la familia Shimada habla de dos grandes dragones hermanos, el dragón del viento del norte y el dragón del viento del sur. Juntos mantenían el equilibrio y la armonía en los cielos…

Su mentora, Asa Yamagami, recitaba con voz calmada esa historia que siempre escuchaba de su padre.

Genji bostezó lentamente e intentando taparse la boca mientras repetía sus ejercicios con aquella espada de madera, pero ella era tan lista.

–¡Despierta! –le ordenó su maestra, paseando por aquella estancia de madera sin apenas hacer ruido sobre el tatami, lo sorprendente de todo es que ni siquiera estaba mirando hacia el chico.

Sin embargo, los hermanos discutieron por ver quién gobernaría mejor su reino. La violenta disputa oscureció los cielos. Tras lo cual, el dragón del viento del sur abatió a su hermano y su caída devastó las tierras .

–Siempre estás igual –murmuró Hanzo, negando con la cabeza a modo de reproche.

Genji asintió apenado, retomando el ejercicio. La noche anterior había dormido mal tras escuchar una conversación de dos guardias del templo, su padre comenzaba a estar mal de salud y eso les obligaría a buscar un sucesor cuanto antes. Miró de reojo a su hermano, que lo ignoraba como siempre hacía.

El dragón del viento del sur había vencido, pero con el tiempo advirtió su soledad, y la dulce victoria se volvió amarga.

El joven Hanzo era orgulloso, incluso de niño. Con todo ese peso sobre sus hombros, desde temprana edad tuvo que madurar y aceptar las responsabilidades que recaían sobre él por ser el primogénito.

Durante años, el atormentado dragón sembró la discordia en el mundo y solo conoció pena y sufrimiento.

Unos pequeños pasos entraron en la estancia, una voz risueña se lanzó a saludar a Genji con un caluroso abrazo.

Un día, un forastero lo llamó y le preguntó:

"Gran dragón, por qué estás tan afligido?"

–¡Hacía tantas semanas que no te veía! –le reprochó su fiel amiga Kiriko, removiéndole la melena.

La madre de ésta carraspeó en alto y se giró hacia el grupo de niños que estaban haciendo de todo menos entrenar. Se cruzó de brazos esperando su atención.

El dragón le respondió: "Mi ansia de poder me llevó a matar a mi hermano, pero sin él, me siento perdido".

Kiriko río y respondió con la siguiente parte de la historia, se la sabía de memoria, ella se lo recitaba en cada entrenamiento.

Y el forastero dijo: "Te has herido a tí mismo, pero ahora debes curarte. Camina como lo hago yo. Busca el valor de la humildad. Y así hallarás la paz".

–Igualmente, hoy no has entrenado, toma una espada y sigue el ritmo de las repeticiones –le respondió su madre, parcialmente convencida.

–Kiriko solo nos retrasará –se burló Hanzo levantando una ceja y rodando los ojos.

–Si fuera una competición en las recreativas, te habría dado dos palizas -murmuró la niña, riéndose por lo bajo junto a Genji.

Los chicos retomaron la clase y la maestra prosiguió con la historia, murmurando con parsimonia los últimos versos de tan antiguo poema.

。・。・我が魂は均衡を求める。・。・

El ninja había contenido la respiración hasta el mismo ritmo de sus latidos. Cerró los ojos, la suave brisa le traía tantos olores familiares, su infancia, su adolescencia, todo estaba allí.

Y así resonaron las palabras de aquel día, de Asa Yamagami contando la profecía de los dragones gemelos.

–El dragón pisó tierra firme, por primera vez vio con claridad el mundo que lo rodeaba, y se convirtió en humano… -murmuró Genji para sí mismo, recordando el final de aquel día.

Una presencia apareció a su lado, un pequeño toque en su hombro lo hizo girarse con cautela pero aquella persona no era ni mucho menos un enemigo.

–El forastero demostró ser su hermano caído, juntos una vez más se propusieron reconstruir lo que en otro tiempo destruyeron – su amiga concluyó la historia en apenas un susurro.

Genji tomó su mano con la suya en un gesto de cercanía, pero Kiriko había mandado a la mierda sus modales y se lanzó sobre él a modo de saludo.

–¡Has venido! ¡Estoy tan contenta! –gritó ella enterrándose en su pecho.

Genji río, por supuesto que no había cambiado lo más mínimo.

–Aunque, te veo algo raro … –dijo ella algo extrañada, apartándose poco a poco, ya que estaban sobre un tejado y no quería acabar estampada contra el suelo, las tejas hicieron algo de ruido bajo sus pies.

–Parezco diferente, pero soy el mismo de siempre –respondió él con tono serio.

Kiriko volvió a sonreír y le chocó el hombro con su puño, restando importancia al asunto. Pronto se arrepintió por lo dura que estaba la prótesis metálica.

–Y yo que pensaba que escribir a Overwatch no iba a servir de nada, y aquí estás… –prosiguió ella– Me sorprende que ahora seas de los "buenos".

–Tenía asuntos pendientes con Hanamura desde hacía mucho tiempo, pero esta noche más aún.

La kunoichi miró su reloj y pensó que qué tenía de interesante la noche de un 31 de Julio. Ella desconocía todo lo que había pasado con los Shimada, solo escuchó el rumor de que Genji había sido asesinado y Hanzo desapareció. Luego la ciudad entera se sumió en la desesperación cuando una nueva familia tomó el mando del templo tras la masacre de años atrás.

Pero allí estaba él, aún en la oscuridad de la noche y bajo una escueta chaqueta, aún podía discernir esas partes brillantes que componían su cuerpo, además de que aquel abrazo no había sido en absoluto cálido. Su ojo rasgado con una cicatriz, sus mejillas llenas de huecos irregulares, a la luz de la luna todo era visible bajo el ojo de un ninja.

Kiriko no contestó, solo asintió en silencio, había entendido su presencia aquel día. Y agradecía su ayuda para poder enfrentar de una vez a los Hashimoto.

。・。・我が魂は均衡を求める。・。・

Un kunai cruzó el aire silbando, se clavó en la pared de madera de aquella habitación a la vez que un cuerpo inconsciente caía al suelo. La chica había aprovechado la distracción para noquear rápidamente a ese guardia, igualmente había hecho eso con los cinco o seis anteriores.

Genji la seguía por los tejados, ella había sido clara, no quería matar a nadie aunque esa gente hubiera sido como un cáncer para su pueblo, pero estaba tan segura de que su propósito era ayudar a los demás que jamás provocaría lo contrario.

Tras despejar las afueras del templo, llegaron al patio interior, donde descansaba el cuerpo de un guarda sobre un charco de sangre.

Kiriko rápidamente fue a socorrerlo pero no tenía pulso, puso mala cara, ya estaban cerca. Se giró hacia su amigo y asintió con la cabeza, ella no avanzaría más. Buscaría por la zona más heridos para intentar sanarlos pero el resto se lo encargaba a su amigo.

Genji se colocó un casco metálico de color gris sobre la cabeza, no quería estropear la sorpresa a su querido familiar.

–Estoy contigo, Shimada –se despidió la joven kunoichi antes de que el ninja desapareciera de su vista.

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Una vez más, enfrentando al destino. Caminó bajo la gran puerta Tori que decoraba la entrada del infame templo de su familia. Sus pasos eran prácticamente inaudibles, pero no del todo para los oídos de un entrenado arquero.

Su objetivo tomó su arma y apuntó rápidamente con una flecha directa al corazón, pero Genji tenía tantos reflejos que no le supuso ningún esfuerzo esquivar aquello.

–Al menos tú eres un poco más hábil que los demás, pero desde luego que no serás el último asesino que manden a buscarme –Hanzo río con cierta amargura mientras tomaba otra flecha del carcaj.

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