ADVERTENCIA
Este capítulo contiene escenas que podrían resultar inquietantes /perturbadoras para lectores sensibles.
Se recomienda proceder con precaución.
-¡Rayos! – se quejó Ebisu, incapaz de seguir viendo el nuevo cadáver explotado en la pared, junto con Darui, otro de sus compañeros de la estación de policía de Suginami.
-¿Qué sabemos de la víctima? – cuestionó Shikaku, cruzado de brazos.
-Hombre de 39 años. Soltero y alcohólico. – respondió Sai, parado a su lado derecho, sosteniendo unos reportes en sus manos. - Parece que a la asesina no le agradan los ebrios.
-¿Lo dices porque su primera víctima bebía una botella de cerveza antes del ataque? – su subordinado asintió. – Es una posibilidad.
-¡Jefe Shikaku! – lo llamó Samui de pronto, una mujer de corto pelo rubio, piel blanca y ojos azules. - ¡Encontramos huellas que no coinciden con las de la víctima ni la asesina! ¡Alguien más estuvo aquí!
-¿Quién? – al recibir un papel de la mujer, los hombres arquearon una ceja.
¿Qué demonios hacía la hija de Sesshomaru Taisho en ese lugar?
PPPPP
Reborn and lost.
La otra Sarada.
Corriendo a lo más rápido que podía, tratando de no dejar tan atrás a las mujeres y con Moroha en su espalda, InuYasha detectaba varios aromas curiosos en el aire.
El más cercano que le llegaba y, por ende, el que le daba un peor presentimiento, era el que los encaminaba al lado este del distrito de Suginami.
Una vez que voltearon una esquina, se toparon con una escena digna de una película de misterio. La ambulancia y la camioneta de una estación de televisión estaban presentes, rodeados por los escombros de la fachada recién destruida de un edificio.
Frunció el ceño y gruñó. Si aquello había sido obra de un ser sobrenatural, ya no estaba presente. Con varias personas yendo y viniendo en los vehículos, Rin vio conveniente colocarle a InuYasha su rosario negro, devolviéndole su apariencia original.
Mientras tanto, Kagome y Hinata; dejando a Sarada con la mujer de cabello castaño, se acercaron dudosas a la ambulancia. Ahí fue cuando se dieron cuenta, con horror, que el edificio afectado era la clínica Uchiha.
Entonces, los aperlados ojos de la mujer de cabello azulado encontraron a su marido, acostado inconsciente en una camilla que iba hacia la ambulancia. Junto a los paramédicos que lo llevaban, estaba Towa, reflejando en su mirada frustración y arrepentimiento.
Girando un momento al frente, se topó con la angustiada expresión de Hinata, reconociéndola, como la mujer que vio en su visión de muerte. La mujer que Sasuke sostenía en sus brazos mientras sangraba.
Inspiró aire. Y, apretando los puños por lo bajo, tomó valor y se aproximó a ella, saludándola con una reverencia. Sin embargo, justo cuando le iba a explicar por qué estaba en ese lugar, su madre, gritando su nombre con preocupación, la detuvo.
Volteó a su izquierda con horror. La acompañaban InuYasha, Moroha y... la misma niña que había sido la causante de ese desastre. Con la gran diferencia de que sus ojos eran negros y sus alas de murciélago ya no salían de su espalda.
-¿Mamá? – la llamó aterrada.
Su mano sujetaba con fuerza la de la niña. InuYasha y Kagome, atentos a sus expresiones, fijaron sus ojos en Sarada. ¿Por qué la observaba con tanta desconfianza y terror?
-Disculpen. – de pronto, uno de los paramédicos se les acercó a las mujeres. - ¿Son parientes del herido?
-Yo soy su esposa. – respondió Hinata.
-Lo llevaremos al hospital Shikon. Puede acompañarnos si así lo desea.
-¡Por favor, permítame ir con usted! – exclamó Towa al instante. - Yo... fui quién llamó a la ambulancia. – confesó entristecida, agachando la cabeza y tomándose el brazo derecho con su mano izquierda. - Pero no puedo dejar de sentirme culpable por no haber llegado a tiempo.
Hinata asintió. La rodeó de los hombros y la condujo con gentileza al transporte, subiéndose en la cabina de atrás.
Una vez que las puertas se cerraron, Kagome volvió con InuYasha y Rin, quien, de inmediato, llamó al servicio de taxis.
Con curiosidad, Sarada volteaba de los adultos hacia los edificios y los autos.
Ahí fue cuando la volvió a ver.
A su "otra yo".
Escondida en un callejón, sus ojos carmesí la estudiaban fijamente, con una profunda sed de sangre que explotaba más rápido que la pólvora.
Por ello, se preguntó con inquietud: ¿Quién sería su próxima víctima?
Para su mala suerte, una mirada, tan impasible como la suya, no le decía mucho. Sobre todo, cuando su silueta, simplemente, se desvaneció.
PPPPP
Llegando a la entrada del hospital Shikon, los paramédicos bajaron la camilla y la condujeron a un elevador especial, ubicado en el estacionamiento subterráneo.
Al entrar al segundo piso, se dirigieron a una habitación con el número 110 en la puerta, donde pusieron con cuidado a Sasuke en la cama, antes de marcharse.
Unos segundos después, un par de enfermeras y un médico, les pidieron a Hinata y a Towa que esperaran en el pasillo, cerrando la puerta frente a sus narices y haciéndolas suspirar.
-¿Te gustaría comer algo? – preguntó de pronto la mujer. – En el primer piso, hay un restaurante que sirve todo tipo de platillos.
-¡Towa! – en eso, la voz de un muchacho la llamó a lo lejos.
-¡Hisui! – la aludida lo llamó de vuelta, girándose a su derecha junto a Hinata y recibiendo a la pequeña Kirara en sus brazos. - ¿Qué pasó con la otra mujer? – le preguntó en confidencialidad.
-Tranquila, está a salvo. – respondió. – La llevé al templo Higurashi para que descansara. Por suerte, mi madre me recibió.
-Creí que tardarías más tiempo en volver, pero solo fueron unos minutos. – confesó con asombro.
-No le digas a nadie. Pero suelo ir al mundo astral con ayuda de Kirara para tomar unos atajos secretos.
-¡¿QUÉ?! – cuestionó en un grito, siendo silenciada por una mano del muchacho.
De pronto, las puertas de la habitación se abrieron.
-¿Usted es la esposa de Sasuke Uchiha? – el médico se acercó a Hinata, quien asintió ante su pregunta.
Al verlos conversar, los jóvenes aprovecharon para arrastrar, silenciosamente, los pies a las escaleras más cercanas, perdiéndose por completo de la vista de cualquier adulto que anduviera por ahí.
PPPPP
SSSSS
Durante una lluviosa noche de otoño, Sasuke cerró como de costumbre su consultorio, para luego dirigirse al segundo piso del edificio, donde residía el departamento que compartía con su amada Hinata.
Al verla tomar un vaso de agua, con las ropas que acostumbraba usar para dormir, una indomable necesidad de tenerla en sus brazos se apoderó repentinamente de sus pensamientos.
De su cuerpo.
En un inicio, su acercamiento no pasaba de ser poseído por besos pequeños y tranquilos. Hasta que, siendo golpeado de nuevo por ese repentino deseo, la tomó entre sus brazos, llevándola a la alcoba y acostándola gentilmente en el colchón de la cama, pasando una mano por su largo cabello azul oscuro sin dejar de besarla, colocándose encima suyo.
Entonces, los besos subieron de nivel, quitándole el aliento, haciéndola jadear, haciéndola sonrojar, haciéndola experimentar emociones que creía olvidadas hace años. Se quitó la camisa negra de mangas largas y botones que llevaba y le retiró la blusa de tirantes.
Con sus labios, recorría su piel, escuchándola jadear, aferrándose a su espalda para dejar evidencia de lo fuerte que temblaba por su contacto. Sonrió fugazmente. Ahora sus manos eran las que se paseaban por su cuerpo, apretando, ligeramente, sus senos, su vientre, sus caderas, sus muslos, con las yemas de sus dedos. Pronunció su nombre con dificultad. Él volvió a sonreír.
No obstante, al separarse de ella para contemplarla; perdido en sus florecientes emociones guiadas por sus recuerdos de juventud, se quedó helado al ver su expresión llena de horror y sus lágrimas brotando de sus ojos aperlados. En ese momento, fue que comprendió que cada una de las reacciones que le daba, no eran respondidas por el placer.
Sino por el miedo.
Miedo a hacerle el amor, sin obtener a cambio, a un ser vivo que fuera prueba de ello. Dando inicio a una nueva etapa en sus vidas, que, alguna vez, estuvieron llenas de soledad y dolor.
Pero solo se tenían el uno al otro. Ese era su destino y así permanecerían, hasta ser separados por la muerte.
Quería seguir besándola. Animarla, decirle que todo estaba bien. Que no importaban las condiciones en las que ahora se hallaba su cuerpo.
Pero eso la lastimaría lo suficiente como para no dirigirle la palabra. Para hacerle pensar que, si o si, por ser su esposa, estaba obligada a complacerlo.
Atormentado, agachó la cabeza y se deslizó hacia atrás, permitiéndole levantarse y correr hacia el baño, cerrando la puerta con seguro.
-Pobre corazón roto.
Escuchó de pronto, volteando de golpe hacia su derecha. Con sus ojos negros abiertos como platos, miraba a Tsubaki parada junto al armario.
Sin dejar de sonreír, caminó hacia él, retirándose las camisas que llevaba encima, mostrándole su torso desnudo, adornado con el rosario que llevaba en su cuello.
Impactado, y siendo incapaz de moverse, Sasuke solo pudo girarse, quedando bocarriba en la cama y permitiendo que ella se le trepara encima, rodeando su cuello con sus brazos.
-¿No te gustaría estar con una mujer real como yo? – lo interrogó divertida, apoderándose de sus labios con frenesí.
SSSSS
Bañado por la luz de un atardecer tan rojo como la sangre, Sasuke abrió los ojos de golpe, respirando intranquilo por la máscara de oxígeno e inclinándose hacia adelante.
¿Qué demonios había sido esa pesadilla? ¿Acaso Tsubaki había puesto otra cosa en su interior para poder invadir su mente?
Con solo pensar en ello, sentía que el alma se le bajaba a los pies. Su cuerpo entero se entumecía; obligándose a abrazarse y a agachar la cabeza, y el aire le faltaba.
-¿Sasuke?
Asustado, giró hacia la derecha.
Hinata lo miraba sorprendida, sosteniendo con su mano izquierda la manija de la puerta. Sin embargo, al verlo en aquellas condiciones; sudando en frío, con un terror absoluto invadiendo su expresión, no dudó en cerrar la puerta con seguro. Hacer lo mismo con las persianas a su derecha y acercarse con prisa a la cama, sentándose en la orilla y abrazándolo con fuerza.
Él correspondió su gesto en automático, rodeándola con sus brazos y cerrando sus ojos. Los latidos de su corazón lo tranquilizaban. Aunque, por desgracia, no eran lo suficientemente fuertes como para alejar por completo las imágenes de su pesadilla.
Maldijo por lo bajo. Se quitó la máscara de oxígeno de un impulso y subió su mirada, chocando sus labios con los de su esposa, asombrándola más mientras buscaba el contacto adecuado entre sus lenguas.
Hinata cerró los ojos y se dejó llevar. La necesitaba. Podía saberlo solo con la desesperación y el deseo de tenerla junto a él. En sus brazos. Sin separar sus labios, se subió al colchón, sentándose a horcajadas sobre él.
Cuando sus manos se atrevieron a tocar su cuello y parte de su pecho, bajo la bata blanquecina del hospital, se separaron, contemplándose en silencio.
Jadeaban con las mejillas sonrojadas a más no poder. Como si hubieran vuelto a ser adolescentes.
-Hinata...
-¿Ya estás mejor? – cuestionó con una sonrisa dulce, apartándose.
No obstante, se mantuvo quieta al sentir el fuerte y repentino agarre de su esposo en su brazo izquierdo. La observaba con tanta seriedad que no sabía qué pensar, poniéndose nerviosa.
-Tócame, bésame... - pidió, inclinándose hasta juntar sus frentes. - ...hasta que no pueda respirar.
-B-Bueno, podría hacerlo, pero...
No fue capaz de completar la frase, ya que sus labios, de nuevo, eran tomados por los suyos, haciéndola ruborizar.
-Por favor... - suplicó, tocando su cuello con su mano izquierda y rodeando su cintura con su brazo derecho. - al menos... - volvió a besarla. - ...por unos minutos... realmente te necesito...
-Sasuke. – suspiró su nombre, antes de jadear por el modo en el que la besaba y la tocaba.
Por un instante, se sintió atraída por la idea de arrojarlo de vuelta a la cama. Inclinarse y besarlo hasta saciarse. Tocarlo con la intención de escucharlo gemir y exclamar su nombre. Cumplir con su deseo, quitarle el aliento hasta que no pudiera más.
Sin embargo, sus intenciones se vinieron abajo, en cuanto los cristales de las ventanas se agrietaron, haciéndola dar un respingo que la separó de su marido y la hizo voltear a su derecha.
Mirándolos con unos perversos ojos carmesí, "Sarada" flotaba fuera del edificio, desplegando, desde su espalda, un par de alas de murciélago.
Al verla, Hinata jadeó asustada. Era como ver una versión más pequeña de sí misma.
La niña sonrió. Y con solo parpadear una vez, fue capaz de encerrarla en una ilusión. Recordándole la crueldad con la que fue usada por Tsubaki, para asesinar a los padres de Sasuke.
Fin del capítulo.
Como me dio cosa escribir la parte donde aparece Tsubaki, por si acaso, puse una advertencia al inicio. Pero, dejando de lado eso, espero que el capítulo de esta ocasión les haya gustado!
Tuve que tomarme un tiempo para poder redactarlo y creo que quedó mucho mejor de lo que pude plantear en mi mente. A partir de aquí, calculo que faltan entr capítulos para llegar al final definitivo.
Ojalá puedan acompañarme para ese entonces. Muchas gracias por todo su apoyo y el amor que le han dado a este fic.
Nos vemos en la próx. actualización! Saludos a todos!
