。・。・我が魂は均衡を求める。・。・

Dos años son un suspiro para cualquiera que se los haya pasado durmiendo, parcialmente consciente de las conversaciones de su alrededor. Ángela Ziegler abrió los ojos y el ruido de una alarma a su alrededor la sacó de su ensimismamiento.

Alguien entró corriendo al cuarto y gritó varias cosas que no pudo entender, pues aún veía todo borroso y estaba confusa, no recordaba. Pero miró hacia todas direcciones y solo preguntó– ¿Genji?

。・。・我が魂は均衡を求める。・。・

Si Genji deseaba algo, removía cielo y tierra para conseguirlo. Dos años enteros esperando a que despertara, dos años viajando por todo el mundo, sin ningún destino en concreto.

Tal vez en aquella travesía había encontrado algo importante, a su verdadero yo. Había aprendido tanto junto a su maestro Zenyatta, pudo perdonar a su hermano y retomó su amistad con Kiriko, todo iba aparentemente bien sin contar el detalle de que la persona más importante para él no aparecía en ninguno de aquellos recuerdos.

Y allí estaba, regresando a donde comenzó todo, su pesadilla y su mejor sueño. El frío que paralizaba su cuerpo no era suficiente para impedir que subiera aquella ladera de la montaña en busca de su ahora mayor deseo, volver a cruzar la mirada con aquellos ojos azules que tanto añoraba.

。・。・我が魂は均衡を求める。・。・

Ángela casi tira la taza que estaba usando de desayuno cuando le vio cruzar el marco de la puerta. El ninja iba cubierto con una pequeña capa de nieve de la tormenta que estaba cayendo fuera, pero ni las inclemencias del tiempo le habían impedido llegar.

Mei le reprochó la posible hipotermia y luego se retiró para dejar privacidad, pero él no escuchaba nada, tan solo quería y necesitaba verla. La doctora no dijo nada, apartó la comida sobre su mesita y en silencio sus mejillas se humedecieron.

Al instante él ya la había atrapado entre sus brazos, bastante fríos para su gusto pero igualmente no se apartó. Sus dedos metálicos recorrieron la mejilla sonrojada de la doctora, eliminando a su paso cualquier lágrima.

–Aún no me lo creo … –susurró como si hablase para si misma, a medio incorporar en la cama– Todo ha sido como una horrible pesadilla, una muy muy mala…

–Tranquila, ya estoy aquí –la intentó calmar con un abrazo colocándose de pie, sosteniéndola, pero al sentir que temblaba bajo su tacto, se apartó– Lo siento.

Ella se rió débilmente– Bueno, algo de frío no me viene mal para despertar hoy.

Él puso mala cara– No exactamente, me refiero a que lamento haberme ido tanto tiempo, tendría que haberme quedado aquí contigo, cuidándote. Tú lo hiciste por mi, soy egoísta.

La doctora lo miró apenado, luego le invitó a sentarse al borde de la cama. Alzó una mano para acariciar su oscuro cabello.

–Cada uno enfrenta el duelo como puede, además en aquel momento eras solo mi paciente –sonrió tomando su única mano sana– Es duro ver a una persona que te importa muchísimo, postrada en una cama.

Genji asintió en silencio, el recibimiento había sido mejor de lo esperado. Aunque la conocía, sentía que merecía algún reproche, y sin embargo, allí estaba su doctora más alegre que nunca.

Ambos volvieron a quedarse en silencio, sus ojos azules aún seguían vidriosos. El ninja abrió la boca para volver a disculparse pero Ángela lo había silenciado con un pequeño beso. El hombre se detuvo, cerró los ojos y recibió sin ninguna queja todo el amor que ella le profesaba.

Un largo y lento beso después de aquella tortuosa espera, se sintió en el mismo paraíso, su artificial corazón estaba lleno de dicha y por eso se sintió más animado que nunca a pronunciar las siguientes palabras, que casi se atragantaron en su garganta al separar el contacto.

–Ángela, cásate conmigo.

Él había entrelazado sus manos, su mirada se mantuvo baja por el miedo a la posible respuesta negativa. Sin embargo, ella acarició el dorso de su piel y sonrió sin emitir palabra alguna.

。・。・我が魂は均衡を求める。・。・

El tiempo se había parado. Hacía calor y una leve brisa, pero no sentía nada en esos momentos. Todos sus sentidos estaban embotados, pensando una y otra vez en lo mismo. Su mirada estaba perdida, contando los pétalos de flor que caían del cerezo más cercano.

Hasta que escuchó una suave melodía, alguien tocaba un samisen con calma. Parpadeó un par de veces antes de darse cuenta todo el tiempo que había estado disociando. Un leve carraspeo lo despertó de su sueño.

Zenyatta, que estaba justo delante, le miraba fijamente, y aunque fuera un ómnico, podía leer en su cara una clara expresión de preocupación. Asintió como agradecimiento a su llamada de atención, y volvió a enfocar la situación en la que se encontraba.

De golpe todo el mundo se puso de pie a su espalda, un leve murmullo llenó el templo, pues ni se acordaba de que allí estaba.

Genji bajó la mirada y se vió vestido con un elegante kimono de color verde oscuro. Luego se giró sobre sí mismo, alguien sollozaba de fondo.

Toda esa gente le devolvió la mirada, todo caras conocidas de amigos que había hecho los años anteriores, incluso también estaba Hanzo, que no lo perdía de vista con una pequeña sonrisa. Kiriko se hallaba más atrás, sentada tocando el instrumento japonés.

Pero lo realmente importante de la sala no era ninguna de esas personas, si no la mujer vestida con un fino kimono blanco que caminaba hacia él a través del pequeño pasillo que había entre los invitados.

Ángela se acercó al ninja y tomó su mano, ese contacto fue casi como una descarga eléctrica, que lo trajo de nuevo a la realidad. Acarició su mejilla, pues no quería estropear su cabello recogido. Una fina capa de maquillaje cubría sus ojos y labios.

–Estás preciosa.

Todos volvieron a sentarse sobre el tatami, su maestro levantó una pequeña bandeja con dos vasos y los ofreció a la pareja, como comienzo de la ceremonia.

Probablemente ese día sería el más feliz de toda su existencia.

。・。・FIN。・。・

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