CAPITULO 9
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Para la mañana siguiente Léa estaba enterada de lo sucedido. Michelle no lo sabía pero ella se había puesto en contacto por su cuenta con el rubio Wilson. Dado que Michelle era tan tímido para hablar y ella quería enterarse de los detalles, tuvo que recurrir a esa táctica. Sin darse cuenta las charlas con Zachary se volvieron más frecuentes y de alguna manera la castaña se volvió en algo así como su confidente. Cuando se enteró de la última charla que tuvieron esos dos la tarde anterior, decidió que era momento de tomar el asunto en sus manos.
A Alphonse, por supuesto, no podía ocultarle nada a su gemelo. No estaba de acuerdo en que ella interviniera pero Léa estaba decidida y nada de lo que dijera iba a convencerla de lo contrario. Después de todo Michelle y Zachary se merecían un empalagoso -lleno de corazones y cursilerías- amor escolar.
Cuando los gemelos llegaron al colegio en la mañana, lo primero que hicieron fue ubicar a sus víctimas. Alphonse, quién terminó ayudando a su hermana porque la amaba, se encargó de arrastrar a Michelle a uno de los laboratorios más alejados mientras Léa lo hacía con Zachary.
Cuando llegaron ambos, fueron arrojados dentro del aula. —No van a salir de aquí hasta que dejen esa tontería de estar separados. ¡Son el uno para el otro! —les gritaba a través de la puerta—. Zachary, sé honesto y dile a Michelle lo que sientes. ¿Cómo quieres que te corresponda si no hablas fuerte y claro?
—¿Qué? —Michelle se acercó a la puerta del laboratorio—. Léa, déjanos salir. Puede venir alguien y regañarnos. Además, si Narcisse se entera de esto, nos irá peor.
—¡Narcisse puede irse al diablo! —gritó ella. Podían escuchar a Alphonse regañándola por ese vocabulario.
—Michelle, no te preocupes, nosotros nos encargaremos de todo. Ustedes hablen —les aseguró Al.
—Zachary. —Léa golpeó la puerta para llamar su atención—. ¡No te estoy escuchando confesarte! Más te vale hacerlo rápido.
Michelle se volteó para ver al rubio, confundido.
—¿Confesarte? —Se cruzó de brazos—. ¿Qué hiciste ahora?
El rubio bajó la mirada, azorado. Retrocedió hasta que su cadera tocó uno de los mesones de trabajo. Odiaba a Léa por meterlo en esa situación. —No sé de qué...
—¡Termina esa frase o te patearé donde más te duele! —amenazó Léa, claramente escuchando tras la puerta.
—Léa, ya déjalos en paz —regañó su hermano—. Me la llevaré para que se calme. Vendremos por ustedes.
—¡Qué, no! —Michelle se apegó al cristal de la puerta—. ¡Abran la puerta!
—Ya se fueron —dijo Zach al no escuchar más la voz chillona de Léa—. Y estamos encerramos —murmuró al intentar abrir la puerta.
Michelle gruñó, alzando la mirada al techo.
—¡¿Qué demonios le dijiste a Léa?! ¡Es culpa tuya que estemos aquí!
—Todo...
La mirada de Michelle era recelosa ahora.
—¿Cómo que todo?
—Eso. Le he hablado de todo. Lo que hicimos el fin de semana, de ayer cuando fuiste a mi casa... De mis sentimientos...
—¿Tus... sentimientos? —Michelle sintió un ligero hueco en el estómago, sin estar completamente seguro de querer escuchar o no.
—Pensé que te darías cuenta en algún momento pero Léa tuvo razón cuando dijo que no te darías cuenta si no te lo decía. Yo no quería decírtelo, pero después de nuestra conversación de ayer supongo que no hay muchas diferencia en que lo sepas... —Se paró firme frente al castaño, decidiendo plantarle cara de una vez—. Michelle, me gustas.
—Yo... —Michelle estaba totalmente estupefacto, como si Zachary hubiera hablado en un idioma que desconocía. Aquellas antiguas palabras de Léa resonaron en su mente. «¡Le gustas!».
Tuvo que retroceder un paso.
—Tú... estás con Narcisse.
Suspiró. —Lo estoy pero no es algo que disfrute particularmente.
—Yo... —Michelle desvió la mirada. Esta vez se sentía diferente a otros momentos con Zachary—. Zach, yo... no sé qué esperas que haga con eso. —Cerró los ojos y respiró hondo—. Aunque... sienta igual no quiero buscarme problemas con Narcisse, ni tener nada que ver con él. Yo... me gustaría que las cosas fueran de otra forma pero no lo son.
—Las cosas pueden ser diferentes. —Se atrevió a decir, se acercó para tomarle de la mano—. Lo enfrentaremos juntos...
—No me siento seguro con esto. —Negó Michelle—. Ya te lo he dicho... Tienes que hacer entender a Narcisse. Si él no cambia o... —Alzó la mirada hacia Zachary—, en verdad temo lo que pueda hacer.
—¡Olvida a Yu! Olvídate de él y piensa en nosotros por un momento. —Se estaba desesperando—. ¿No te gustaría...? Ser novios, poder tomarnos de la mano, besarnos. ¡Repetir el fin de semana que pasamos juntos cuantas veces queramos! ¿No sería maravillosos?
—¿Ser...pareja? —Michelle por un momento no se veía seguro. Durante mucho tiempo Zachary le había hecho la vida imposible, por pedido de Yu pero lo hizo. Y aún no confiaba plenamente en él...
—Eso creo. Zachary... Sé que no tuviste la culpa de todos los malos ratos que pasé antes, pero no sería fácil para mí... iniciar una relación contigo. No tan deprisa —aclaró—. Podríamos... ser amigos primero.
Zachary abrió la boca para oponerse a la idea, pues pensaba que eso era un retroceso muy grande para lo que ellos ya habían hecho en la cama. Cerró la boca. ¿Qué importaba empezar como amigos? Si eso le garantizaba estar al lado de Michelle entonces no había problemas.
—Amigos. —Abrió sus brazos, era decisión de Michelle aceptar el abrazo.
Y Michelle solo se tomó un segundo antes de que sus brazos rodearan el cuerpo de Zachary, apegando sus cuerpos y su cabeza descansando en su hombro, como tantas otras veces había soñado.
—Amigos.
De esa manera fue que los encontró los gemelos. Léa mostró su decepción al enterarse de que no habían llegado a nada más.
—¡Ni un mísero beso! —se quejó la castaña.
—Déjalos ir a su ritmo —consoló Al—. ¿Qué harán de ahora en adelante?
Michelle se dirigió a Zachary.
—Tienes que hablar con Narcisse...
Zach asintió de mala gana. —Almorcemos juntos. Ustedes también —incluyó a los gemelos.
—No me lo perdería por nada del mundo —aseguró Al.
Michelle estaba dispuesto a negarse, sin embargo viendo el entusiasmo de todos, tuvo que suspirar y asentir.
—Vamos. Muero de hambre. —Sonrió, rindiéndose.
Los cuatro se sentaron en la cafetería a comer. Más de uno sabiendo de primera mano lo sucedido en el salón de cuatro año, vio incrédulo al cuarteto comiendo juntos. Zach hacía lo posible por ignorar a los demás, los gemelos hacían un excelente trabajo haciendo bastante escandalo para que Michelle no se sintiera intimidado. Por supuesto, Narcisse no tardó en enterarse.
El castaño estaba bastante contento, distraído con los demás que dio un respingo cuando alguien dejó caer su comida en la mesa con brusquedad y le empujaron hacia un lado.
—Disculpen, ¿puedo sentarme con ustedes? Gracias. Las demás mesas están ocupadas. —Narcisse se sentó junto a Michelle sin esperar respuesta y con una expresión que le dio escalofríos.
Zach acercó a Michelle a su costado, dejando su brazo protectoramente sobre los hombros del castaño. —Hay más gente en la cafetería de lo normal. ¿Por qué será?
Narcisse apretó los dientes por el enojo, habiendo notado claramente lo que estaba haciendo Zachary. Acercó su bandeja, el vaso con su bebida en la esquina y la comida a un lado.
—No lo sé —dijo Yu, haciéndose el desatendido. Su mano se estiró para atraer más el plato con su comida...
Y sucedió.
Michelle escuchó un sonido ahogado proveniente de Yu y entonces pudo notar algo frío en su entrepierna haciendo que se levantara. Al fijarse, Yu había volcado, "accidentalmente" su vaso de forma que el líquido se desparramó por la mesa y cayera sobretodo encima de Michelle. A Yu ni siquiera le mojó ya que de inmediato se había puesto en pie.
—Oh, cuánto lo siento —dijo, pero Michelle y los demás sabían que fingían.
La mancha era tal que parecía que Michelle...
—¡...se hizo en sus pantalones! —Una voz proveniente de alguna mesa cercana se hizo resonar, causando risitas por el comedor.
Michelle era incapaz de quedarse allí. Alejándose de Zachary y la mesa, salió corriendo fuera del comedor entre las burlas de los demás presentes.
Narcisse también se reía, observando a Michelle hasta que se giró a Zachary con una sonrisa de superioridad.
—Te dije lo que pasaría si los veía —le dijo.
—Es verdad. —Habiendo esperado algo así de su parte, tomó su propia bebida y también se mojó los pantalones. Léa, captando su plan, se arrojó ella misma la bebida y Alphonse lo hizo con Narcisse que no se esperaba tal movimiento del gemelo introvertido.
—¡Todos nos henos hecho encima! —gritó Léa con el líquido corriendo por su falta y piernas. Dado que ella llamaba toda la atención, todos comenzaron a reírse, otros comenzaron a imitarla.
—El punto es, Yu..., que ya no me importa. Todavía eres mi amigo pero no apruebo tu comportamiento —dijo Zachary al menor, aprovechando que los gemelos acaparaban toda la atención.
Narcisse comenzaba a hiperventilar, mirando furioso a Zachary.
—Te vas a arrepentir, Zach. No digas que no te lo advertí.
—Ya me estoy arrepintiendo —le devolvió—. No me gusta ser un abusador. No me gusta que mis compañeros me teman. No me gusta que me trates como si fuera de tu propiedad. ¡No lo soy! —Para ese momento, el silencio en la cafetería era ensordecedor, todos y cada uno de los estudiantes pendientes del nuevo y jugoso chisme que se estaba cociendo frente a ellos—. ¿Qué pasó, Yu? Antes no era así... Antes el sexo era algo maravilloso y ahora sólo me haces daño, no eres feliz si no me dejas todo el cuerpo manchado como un gato. ¿Qué fue lo que cambio?
—Tú comenzaste fijándote en ese perdedor llorón. Vamos, Zach, tú mismo notabas cómo se hacía en sí mismo apenas nos veía —dijo arrogante.
—Estás molesto con él porque te rechazó. Otros te han rechazado antes. ¿Por qué con él es diferente?
—Eso no te incumbe en lo absoluto. —Digno, se volteó para marcharse del comedor e ir a cambiarse el asqueroso pantalón que traía encima.
Pero Zach no lo dejó irse. Tenía que saber. —¿Cómo puedes decir que no es de mi incumbencia? ¡Me obligabas a hacerle daño! ¡A la persona que amo!
—Exacto. —Fue lo único que respondió Narcisse, soltándose y mirándolo fijamente.
—¿Estás...celoso? ¿Es eso? —preguntó incrédulo.
—Tú vas a dejarme si te dejo con él. —Los ojos de Narcisse se entrecerraron—. No voy permitir eso.
—¡Claro que no te voy a dejar por él! —exclamó. No podía creerlo. Todo el problema de Yu era que no quería perder a su amigo—. ¡Eres mi mejor amigo! Que me guste otra persona no quiere decir que vaya a ignorarte o lo que sea que estés pensando.
—No. Siempre lo preferirías a él. Nunca tendrás tiempo para mí, nunca tendríamos sexo otra vez. Ningún otro te llevaría al cielo como yo lo hago, ¡y todos lo saben! —exclamó para que los que estuvieran le escucharan.
—Yu... —suspiró el mayor—. Un orgasmo contigo me hace perder la conciencia pero no me das amor... Siempre tendré tiempo para ti. Eres mi mejor amigo. ¿No lo ves? —Trató de acercarse para tomarle de la mano—. Siempre serás mi amigo. Ese es un lugar que nadie te puede quitar.
—No me es suficiente. —Narcisse no aceptó su mano, ceñudo—. Lo quiero todo de ti, no a medias. No podrás deshacerte de mi, y lo sabes —siseó Narcisse, enojado.
—No estoy intentando deshacerme de ti. Todo lo contrario, intento no perderte...
—Entonces olvídate del enclenque y quédate conmigo.
—Yo amo a Michelle. —Esto se estaba convirtiendo en algo incómodo, estaban repitiendo las mismas cosas una y otra vez—. Escucha, yo aún te considero mi amigo. Estás muy alterado, podemos hablar en otro momento. —Suspirando fue él quien comenzó a alejarse.
Yu fulminó a Zachary hasta que le perdió de vista. Entonces notó que los demás seguían viéndoles, por lo que gruñó.
—¡¿Y ustedes que mira?! Imbéciles —escupió, y se marchó del comedor.
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Michelle había ido a buscar su mochila, recorriendo el pasillo a paso rápido en dirección a la salida, totalmente abatido y conteniendo lágrimas que ansiaban salir. Nunca Narcisse le había hecho aquello, jamás le había rebajado ni humillado frente a nadie, menos a gran parte de la escuela. Quería esconderse bajo tierra y nunca salir.
Klaus estaba cambiando por el pasillo cercano a la salida cuando se tropezó con Michelle. —¡Oye! ¿Estás bien? Oh. Eres el chico del comedor. —Se dio cuenta por la mancha de jugo en su pantalón—. Eso dejará mancha. Ven, vamos a quitarlo antes de que se seque. —Gentilmente lo llevó al baño de hombres—. Es una pena que te hayas ido. Te perdiste de los gemelos, los chicos Boucher y Wilson manchados también de jugo.
—¿Q-qué? —tartamudeó Michelle—. ¿Manchados?
—Sí. En cuanto te fuiste se echaron en jugo encima y a Boucher. Otros pocos los imitaron. —Se rió—. Quítate los pantalones. Voy a desmancharlo
Michelle quedó en blanco por unos largos minutos. ¿Se ensuciaron entre sí? ¿Incluido a Narcisse? Oh, cielos.
Salió de su ensimismamiento y, con torpes movimientos, se desabrochó el pantalón y se lo quitó, tendiéndoselo a Klaus.
—Gra... Gracias. Pero... —Tarde, su cerebro comenzó a pensar en otras cosas—, quizás debería ir a casa... No sé...si pueda... volver a caminar por ahí hoy —dijo, bajando la mirada.
—Tonterías. Si haces eso, no serás capaz de superarlo. Además, tus amigos se ridiculizaron por ti, creo que se merecen que se mantengas a su lado.
Michelle estiró más el borde de su camisa, solo por tener algo que hacer con sus manos.
—No puedo hacer eso.
—Sí puedes —insistió el mayor, poniéndole agua al pantalón para luego frotarlo.
Michelle no habló, pero negó sin mirarlo. Estaba cansado, y solo deseaba irse a casa. Si Narcisse no logró su acometido esa vez, lo seguiría intentando una y otra y otra hasta lograrlo.
—Listo. —Klaus le pasó los pantalones, estaban un poco húmedos pero ya no quedaría mancha—. Si quieres irte, no voy a detenerte pero al menos deberías decírselo a tus amigos.
Michelle tomó el pantalón y comenzó a colocárselo.
—Sé que si lo hago intentarán detenerme. No quiero. —Se lo acomodó, sin mucho esfuerzo y miró a Klaus al terminar—. Gracias por tu ayuda —dijo, se encimó la mochila y salió del baño rumbo a casa.
—¡Michelle! —gritó Zachary, interceptándolo en la entrada. Lo abrazó fuerte—. Al fin te encuentro. Te estaba buscando con los gemelos.
Michelle se tensó con el toque de Zachary, y con un gesto le pidió que le soltara.
—Yo... Lo siento. Me voy a casa. —Hizo un asentimiento en despedida y volvió a girarse para seguir su camino.
Zach no dudó en seguirlo. —Te acompaño hasta tu casa —le dijo caminando a su lado, le envió un mensaje a Léa para que no se preocupara.
Michelle enfrentó a Zach. Su mirada reflejaba todo, en especial tristeza.
—Zachary, por favor. Por favor. Quiero estar solo. —Antes no había podido debido a Klaus—. Tú tienes clases.
El rubio se detuvo entristecido. —¿No quieres estar conmigo?
—Ahora no, Zachary. Por favor. —Siguió su camino hacia la salida, pero tan solo hubo dado un par de pasos cuando se detuvo y le miró. Notó que Klaus tuvo razón: la entrepierna de Zachary estaba manchada. Titubeó y luego dijo. —El... sábado estrenan una película nueva. Se ve interesante... ¿Quieres... acompañarme a verla?
—Me encantaría. —Sonrió Wilson, enseñando todos los dientes—. ¿Estarás bien por tu cuenta? —Refiriéndose en su camino de regreso a casa.
Michelle le devolvió la sonrisa y asintió, con una despedida, se marchó a casa.
