La pirámide enterrada

Esa mañana, Kamau fue a recogerlos a primera hora y, para diversión de Harry y disgusto de Draco, en lugar de aparecerse en el Gran Museo Egipcio, decidió darles una experiencia lugareña y montarlos en el Autobús Mussada.

Cuando salieron a la parte muggle de Guiza, Kamau levantó su varita en un pequeño callejón, pronunció un hechizo en voz baja que Hermione no entendió y que ciertamente no era un lumus y esperó.

Minutos después, un autobús se frenó delante de ellos con brusquedad.

—Estoy teniendo un déjà vu —murmuró Harry poniéndose bien las gafas — ¿Por qué me recuerda al autobús noctámbulo?

—Porque es igual —respondió Kamau con una sonrisa.

Harry miró a Draco y también sonrió, repentinamente divertido con la situación.

—¿Conoces el autobús noctámbulo, Malfoy?

El rubio frunció el ceño, le miró como si estuviera hablando en cantonés y chasqueó la lengua.

—No, pero ya conocí el metro, Potter ¿Lo recuerdas? No creo que quiera seguir probando cosas nuevas.

—El transporte público es la forma en la que casi todo el mundo se mueve en la ciudad —dijo Hermione

—¿Público? —Draco cerró los ojos pidiendo un milagro que no sucedió y maldijo en voz baja.

Aquel autobús era una chatarra absoluta.

Era verde y debía tener más años que cualquiera de las momias que encontraron en las jodidas pirámides. Tenía unas ventanas redondeadas y semicerradas aunque no se veía a nadie dentro.

La puerta se abrió y Kamau pagó diez sickles por persona después de hablar con el conductor e invitarles a entrar.

—No estoy segura de que sea buena idea —murmuró Hermione al hombre al pasar a su lado —creo recordar que Mussada significa algo así como socorro —le miró alzando una ceja —¿Es prudente subir a un transporte que se llama autobús socorro?

Kamau solo sonrió.

Harry accedió al vehículo mirando a su alrededor con cautela. Como ocurría en el autobús noctámbulo, éste también estaba adaptado mágicamente con un Capacious extremis, haciendo que el interior fuera mucho más amplio de lo que podía parecer a simple vista.

La primera planta tenía asientos con la tapicería en un estado igual de lamentable que las escaleras que llevaban al segundo piso donde, en lugar de haber camas, había grandes cojines y cortinajes.

El auror se sentó en uno de los sitios y se aferró con fuerza a la barra que tenía al lado.

Hermione le imitó sentándose en el sentido contrario a la marcha, al lado de la otra barra.

Mientras las puertas del autobús se cerraban, Kamau hizo lo propio al otro lado y Draco se sentó junto de Hermione, cruzándose de piernas con aire indolente y hastiado.

—Draco deberías…. —empezó a decir Hermione en el momento en el que el conductor salió quemando ruedas del callejón.

—¿¡Pero qué cojones!?

Draco chilló de una forma que, a oídos de Harry, sonó bastante histérica, en el instante en el que arrancaron y salió disparado hacia el niño que vivió, aplastándole en el asiento.

—¡Quítate de encima! —Estaba diciendo Harry que trataba de salir de debajo de Malfoy quien saltó para apartarse.

—¿Dónde coño me habéis metido? —volvió a exclamar cuando, con un bandazo, cayó al pasillo de culo y rodó hacia el fondo del autobús, desapareciendo entre los asientos.

Kamau, aferrado a su barra, reía con estruendosas carcajadas, como Harry que luchaba por no soltarse de su propio barrote.

—¿Draco? —llamó Hermione quien no se atrevía a desasirse por miedo a seguir el rodamiento del rubio quien, en un nuevo giro, regresaba rodando por el pasillo a toda velocidad, listo para estamparse contra en cristal.

—Auch —murmuró Harry que sabía lo que venía por propia experiencia.

Pero el golpe no llegó porque Malfoy se sujetó a él antes de llegar al conductor y Harry, abriendo los ojos como platos al sentir que se escurría, pateó intentando soltarse del agarre.

Kamau seguía riendo mientras ambos discutían.

—¡Suéltame, Malfoy!

—Ni de coña, Potter —decía el otro que se agarraba al auror como un chizpurfle a un crup o una garrapata a un perro.

Hermione, que se dio cuenta de que el agarre de Harry flaqueaba y que se resbalaba demasiado, se agarró más fuerte apartándose de la trayectoria de los dos magos que, cuando finalmente el autobús frenó con un volantazo, fueron de cabeza al cristal, como dos moscas espachurradas contra el limpiaparabrisas en medio de la autopista.

—Tus amigos —le dijo Kamau a Hermione cuando ambos se levantaron —son muy divertidos.

Harry y Draco bajaban del autobús empujándose el uno al otro.

—¿Por qué coño me habéis metido ahí? ¿No se os ocurrió avisarme de que ese trasto era una jodida coctelera?

—Intenté avisarte, Draco —iba diciendo Hermione.

El rubio resopló y se alejó de ellos con paso vivo.

—¿Estás bien? —Hermione puso una mano sobre el antebrazo de Harry.

—Sí —Él frunció el ceño, parpadeando.

—Oh Harry —la bruja le miró con una ternura que reservaba únicamente para él, para ese hombre que era su familia, su hermano y le apuntó con la varita —oculus reparo —a veces creo que me pasaré la vida arreglando tus gafas.

Harry se las quitó, las miró y se las volvió a poner, sonriendo.

—Yo también lo creo.

—Precioso momento —dijo Draco que se había dado la vuelta y los miraba con molestia —vamos, Granger —volvió hacia donde estaban, la tomó de la mano y volvió a caminar hacia el Museo.

—Por ahí no —Kamau señaló un lateral, donde la pared, tenía un muro doble con la forma de una pirámide con un hueco entre ellos por el que cabía una persona —esa es nuestra entrada.

Los tres caminaron detrás del mago más mayor y al pasar tras la pirámide vieron como éste tocaba una pequeña piedra con la punta de la varita y el suelo se abría dejando ver unas escaleras que accedían al interior.

Bajaron en silencio durante lo que a Draco le parecieron horas.

—¿Estamos yendo al inframundo? —preguntó al cabo de un rato —¿Acaso Enola es Perséfone?

—Draco —le regañó Hermione —no seas irrespetuoso.

Él la ignoró.

—Espero que podamos salir de aquí sin tener que subir todas estas escaleras de vuelta.

—Solo son treinta pisos—replicó Kamau que no parecía sentirse molesto por el rubio —a Enola le gustará esa comparación con Perséfone.

—La que lleva la muerta —dijo Draco con burla.

—Más bien —siguió diciendo Kamau —La guardiana de los secretos muertos. Y eso es muy… acertado.

—¿Veremos el museo? —preguntó Hermione que casi daba saltitos de anticipación.

La sonrisa de Kamau se escuchó en su voz.

—No ahora, pero después, si queréis, cuando esté cerrado al público muggle, podéis dar una vuelta.

—Oh, eso será perfecto —exclamó ella.

Harry y Draco hicieron a misma mueca de fastidio sin saberlo.

—Por aquí.

Por fin llegaron a otra puerta y Kamau la empujó accediendo a un pasillo pequeño y poco iluminado con otra entrada al final.

—Es como estar en una tumba —susurró Hermione con reverencia.

—Más de lo que crees —replicó Kamau —y, por lo que me ha dicho Bill, os interesará saber exactamente dónde estáis —Abrió la puerta de madera que había al final del corredor y dejó pasar a la bruja.

A ella se le cortó la respiración.

Entró a una antesala de piedra, con frescos de colores vivos y bajorelieves, con inscripciones jeroglíficas a ambos lados.

—Oh Merlín —susurró —¿Dónde estamos? ¿Esto forma parte del museo?

—No —respondió él mago tras ella con una enorme sonrisa en su rostro moreno —digamos que, pese a que estamos debajo del Gran Museo, los muggles no han llegado nunca hasta aquí —se encogió de hombros —posiblemente se deba a que hay algunos hechizos repelentes de muggles que nunca hemos quitado y que llevamos años reforzando.

—Es una tumba de verdad —constató Draco que miraba a su alrededor con fascinación.

—Lo es —Kamau cerró tras Harry — La tumba de Imhotep.

—Desde que empecé a estudiar sobre Imhotep, leí que, al igual que con Cleopatra y Marco Antonio, formaba parte de las tumbas perdidas del Antiguo Egipto.

—Y así es, para los muggles.

—¿Por qué Bill no nos lo contó? —preguntó Harry.

—Seguramente le pareció divertido que lo descubriérais aquí —Kamau rió entre dientes —siempre ha tenido un extraño sentido del humor.

Ella se mordió el labio y le miró, pensativa.

—¿Y qué hay de Cleopatra? —preguntó finalmente.

—¿Qué te hace pensar que lo sabemos?

Hermione le miró con los ojos entrecerrados.

—¿Lo sabéis?

Kamau rió y sus ojos oscuros chispearon bajo la luz de la cámara.

—Si has estudiado el Antiguo Egipto, sabrás que no se encontraron nunca las tumbas de Cleopatra y Marco Antonio.

—Tampoco se había encontrado la de Imhotep ¿Verdad?

—Muy cierto —le señaló el hueco que daba paso a la siguiente sala y la siguió —las últimas investigaciones muggles les llevaron al santuario de Taposiris Magna, de hecho llevan más de doce años excavando allí.

—Pero no está allí.

—No —volvió a sonreír —tal y como dijo uno de sus famosos egiptólogos, están en Alejandría —se encogió de hombros —bajo el mar.

—Has estado allí ¿No es así?

—Puede —le guiñó un ojo y la instó, obviando el gruñido de Draco a su espalda, a continuar andando —esta tumba —dijo retomando la anterior conversación — era una pirámide escalonada, como la de Zoser, el mismo Imhotep la construyó para que fuera su propia tumba.

—¿Enterrada? —Preguntó Hermione con una arruga en la frente

—Por lo que hemos encontrado y estudiado, Imhotep pidió que, una vez sus restos fueran depositados en el sarcófago, la pirámide fuera enterrada con magia. Es una pirámide perfecta, cubierta por las arenas del desierto.

—Entonces estamos realmente dentro de la pirámide —dijo Harry.

—Exacto. Está perfectamente conservada y, además, hemos ampliado algunas zonas y realizado construcciones anexas.

—Por eso hemos tenido que bajar treinta pisos —masculló Draco que, pese a que también estaba sobrecogido, seguía aparentando la misma displicencia de siempre.

—Suerte que no es tan grande como la de Keops —replicó Kamau, divertido —en los antiguos escritos Imhotep habló de la necesidad de permanecer oculto para los muggles. Él no quería que sus manuscritos y sus artilugios fueran encontrados por el mundo no mágico.

—Manuscritos y artilugios —Hermione casi resplandecía de emoción —en plural.

—Exacto —una voz femenina con un ligero acento exótico y gutural, se escuchó cerca de ellos, resonando en las cavernosas paredes —en plural.

—Enola —Kamau se llevó una mano al pecho, como había hecho esa mañana con Hermione y se inclinó levemente — As-salamu alaikum

— Wa-ʿalaykumu s-salām —respondió la mujer —Hola —saludó al resto de los invitados —soy Enola —añadió sonriendo.

Harry y Draco estuvieron a punto de tragarse la lengua al mirarla. De hecho el cerebro de Harry directamente se desconectó y no le habría extrañado quedarse con la boca abierta.

No creía haber visto nunca una mujer más hermosa que aquella y eso que llevaba la cabeza cubierta con un hijab de color rosa clarito que no debaja ver su cabello.

De pronto se encontró preguntándose de que color sería pese a que supuso, por el tono oscuro de sus perfectamente delineadas cejas y sus ojos, que sería negro o castaño muy oscuro.

Tenía la cara en forma de corazón, con los pómulos marcados y la barbilla ligeramente alargada con un bonito arco, sus labios eran voluminosos, con el labios superior algo más grueso que el inferior, la nariz pequeña, la piel inmaculada y los ojos, grandes, de enormes y pobladas pestañas, pintados con una gruesa linea que los hacía más visibles aún.

—Tú debes ser Hermione —le dijo a la bruja tomándola de la mano con un apretón cariñoso —Bill me mandó una carta hablándome de ti —sonrió, entrelazó su brazo con el de ella y se giró, ignorando a los patidifusos hombres y empezando a caminar —me dijo que tendrías mil preguntas que hacerme y yo estaré encantada de contestar a todas ellas.

—Por Merlín —dijo Draco sacudiendo la cabeza.

—Me siento igual que cuando llegaron las veelas al colegio en cuarto curso —murmuró Harry.

Kamau rió.

—No es una veela —dijo dándoles un pescozón a cada uno —pero es una mujer increíblemente guapa, eso es indiscutible. Aunque si yo fuera tú —añadió mirando a Draco —dejaría de mirarla como si fuera un plato de Kofta y tú un muerto de hambre o vas a terminar metido en problemas con esa pequeña bruja inglesa. Además, déjame decirte que la veo tan bonita como a Enola.

Ante aquellas palabras dichas con aplastante sinceridad, Draco salió de su estupor y, cuando su embotado cerebro procesó el significado, se tensó y frunció el ceño.

—Tranquilo, Malfoy —Kamau arqueó una ceja y comenzó a caminar tras la estela que habían dejado las mujeres —por el momento parece que ella tiene claras sus preferencias.

Él gruñó pensando que no sería de buena educación golpear a ese imbécil en medio de una tumba egipcia del tropecientos antes de Cristo. Sobre todo porque desde que trabajaba como agente había aprendido el maravilloso arte de la diplomacia. Aún así, tuvo que hacer un auténtico ejercicio de contención porque aquellas palabras le recordaron demasiado a Nott.

¿Es que Granger iba a tener lista de espera para cuando terminaran su… asociación? Eso no le gustaba nada.

No le gustaba en absoluto.

….

Hermione y Enola estaban sentadas hablando y mirando varios de los documentos que la bruja estaba investigando mientras Kamau se había llevado a Malfoy y a Harry a ver un poco el lugar y mostrarles algunos de los artefactos mágicos a los que él y Bill habían quitado distintas maldiciones.

—Cuando me documentaba sobre Imhotep encontré en una biblioteca muggle, información sobre el papiro de Edwin Smith —estaba diciendo Hermione.

—Una copia de lo que nosotros conocemos como el papiro de Imhotep —dijo Enola — he sacado de nuestras cámaras de seguridad esto —le mostró el papiro original perfectamente conservado gracias a la magia.

—Oh Merlín —los dedos de Hermione hormiguearon con la necesidad y Enola, comprendiéndola, se lo cedió —Tantos años… tantos siglos… y sigue aquí, es como tener un pedacito de la historia entre los dedos.

—Lo sé —murmuró la otra mujer con la comprensión de quien amaba su trabajo y comprendía el sentimiento —aquí —dijo cuando Hermione lo puso sobre la mesa pasando un dedo sobre los jeroglíficos manuscritos —habla sobre el uso de opiáceos a través del vapor para tratar el dolor y aquí —cambió de linea sin dejar de pasar la yema lentamente sobre los símbolos —habla de las suturas craneales. Pero lo interesante es esto —dio la vuelta al pergamino —no solo el trozo que se transcribió y encontraron los muggles, algo que, si quieres mi opinión, fue una mezquindad ya que un mago con necesidad de dinero lo vendió por mucho oro… tuvo que dejar el país porque pese a que el secreto aún no era ley, vender nuestros hechizos de una forma tan vil es despreciable.

—¿Y qué dice? —preguntó Hermione —he leído, en el libro que me dejó Bill, que son conjuros que pueden transmitir maldiciones y hechizos a objetos inanimados imbuyéndolos de la magia necesaria para utilizarlo como catalizador.

—Más o menos sí, es como el principio que utilizan con las varitas —ella revisó los símbolos durante largo rato —según sus anotaciones, podríamos utilizar el objeto para canalizar la magia y potenciarla. Por ejemplo, usando una varita somos capaces de canalizar nuestra energía pero con la idea de Imhotep podríamos usar… pongamos un ejemplo. Tenemos un cucharón al que trasmitiríamos la maldición de conjuntivitis ¿De acuerdo? —Hermione asintió — si seguimos las anotaciones de Imhotep ese trasvase de energía potenciaría el hechizo y en lugar de una conjuntivitis podríamos provocar una ceguera. Aunque también una conjuntivitis —frunció delicadamente el ceño —no creo que nadie haya intentado nunca algo así.

—Herpo el Loco lo hizo, en Grecia —replicó ella sin decirle que posiblemente había otro loco haciendo lo mismos en Gran Bretaña.

Enola se quedó en silencio durante un rato y después abrió los ojos con sorpresa.

—Vaya… es cierto —sacudió la cabeza, pensativa, como si tratara de evocar su palacio mental para conseguir la información que necesitaba — un báculo ¿Verdad? usaba un cetro pero… en realidad son teorías ¿Cierto? No estoy especializada en la historia Griega. Soy egiptóloga… entre otras muchas cosas.

—Bueno, hay quién cree que es real.

Le habló de Argenis y, sin llegar a contarle la existencia real del báculo robado, le explicó como se creía que existía un artilugio de magia oscura utilizado por el mago de la antiguedad.

—Creo que Herpo el Loco utilizó los conocimientos de Imhotep para hacerlo.

—¿Cómo es posible?

—¿Por qué no? —preguntó Hermione —vivió algo menos de dos mil años después que Imhotep y, aunque la globalización no existía y, ciertamente, los viajes no eran tan fáciles como ahora, pero sabemos que Herpo se estableció en Aetokremnos durante unos años —sacó de su bolso un rollo de papiro lleno de anotaciones — fue una colonia griega, aunque después llegaron los asirios y finalmente volvieron a conquistarla los egipcios, con el faraón Amasis.

—Chipre —murmuró Enola.

—Sí —Hermione sonrió y continuó hablando —tenemos registros de Herpo donde nos habla de sus viajes a La tierra del espíritu de Ptah.

—Aquí —susurró la bruja —vino aquí.

—Exacto. Herpo el Loco llegó a Egipto aunque para su desgracia y la mía no fue tan notable como Imhotep y no se conservan prácticamente nada de sus pertenencias.

—Quizás no se han encontrado —dijo Enola.

—Posiblemente —ella se encogió de hombros —como sea, estoy segura de que Herpo vino y consiguió la información que después utilizó para crear su báculo. Lo que necesitábamos era averiguar exactamente qué encontró —señaló el papiro —debió de ser esto… ¿Hay más información en algún otro manuscrito?

—Sí, aunque no sé si te servirá de algo, puedo darte una copia traducida de lo que tengo de Imhotep.

—Eso sería fantástico, Enola

La bruja sonrió, convocó con la varita unos pergaminos y se los tendió.

—¿Está la traducción de este también? —preguntó Hermione.

—También ¿Qué te parece ahora si te enseño un poco esto?

Ambas se levantaron dispuestas a recorrer aquella pirámide enterrada y descubrir sus secretos.

….

Rodolphus estaba de nuevo en aquella maldita mazmorra, vigilando a los gimoteantes invitados y deseando estar en cualquier otro lugar.

Cada día estaba más cansado de aquello y seguía sin entender cómo había terminado metido en todo eso, arriesgando su pellejo por un crío que ni siquiera tenía claro qué quería lograr con aquella pantomima.

Miró al jugador búlgaro e hizo una mueca.

¿Desde cuándo tenían que volverse contra los suyos? ¿En qué cabeza cabía atacar a los sangre pura y diezmar sus números? Puede que él no fuera el más listo, pero después de la guerra y de las muertes que habían acontecido no le parecía bien.

No le importaba matar muggles o sangre sucias, el mundo estaba lleno de ellos y no es como si tuvieran importancia en el gran esquema de las cosas, pero aquellos de allí eran sangre pura y mestizos de buenas familias ¿Por qué no intentaban acercarlos a su causa en lugar de usarlos como cobayas?

Porque ese imbécil no tenía ninguna causa, por eso.

—¿Lo tienes? —escuchó a Rabastan al pie de la escalera.

—Krum

Rodolphus abrió la puerta de la celda y le obligó a salir. Aunque obligarle era decir mucho porque lo cierto fue que el hombre salió sin rechistar, con la cabeza gacha y la mirada perdida. Caminó tirando de él hacia donde le esperaba su hermano y subieron a la planta superior. Rabastan hablaba sin cesar, como el necio que era, feliz de tener a quien servir, así fuera el Lord o aquel estúpido niñato.

A veces se preguntaba qué le pasaba a ese idiota y si alguna de las maldiciones con las que su padre solía castigarles de niños le había afectado de algún modo al cerebro.

—Vamos Krum —iba diciendo —tenemos una misión para ti —rió de aquella forma estridente en la que solía reír la esposa de Rodolphus y éste rechinó los dientes —te va a encantar, o tal vez no.

—¿Por qué tardáis tanto? —preguntó una voz desde el salón —no tengo todo el día. Trae a Viktor, Rabastan. Ahora.

Mientras el mago empujaba de una patada al enorme buscador Rodolphus se quedó al lado de la puerta con la espalda apoyada en la pared y la mirada al frente.

—Tengo un trabajito para ti —estaba diciendo ese advenedizo — dos en realidad. La primera será atacar el Callejón Diagon—siseó, con la voz sibilina y oscura —y la segunda buscar a alguien para mí ¿Estás preparado, Viktor?

….

Esa noche, Hermione, Harry y Draco cenaron en la habitación mientras Hermione les explicaba lo que había hablado con Enola, lo que habían descubierto y su teoría acerca del báculo.

—¿De verdad crees que lo están usando para potenciar la magia? —Preguntó Harry — ¿O intentando evitar el rastreo de las imperdonables?

—Yo voto por lo segundo —intervino Draco —¿Potenciar la magia? ¿Para qué? Me parece mucho más probable que hayan encontrado en el báculo una forma de evitar ser descubiertos.

—¿Y por qué las víctimas no han recibido ninguna de ellas la maldición mortal? —preguntó Hermione —tampoco ha habido signos de las demás

—Que sepamos, al menos —dijo Harry.

Hermione asintió, concediéndole el tanto.

—Ojalá tuviéramos tanta información de Herpo como tenemos de él —añadió la bruja al cabo de unos minutos señalando las copias que le había dado Enola y que estaban desparramadas por el suelo —aunque ese papiro es muy interesante y no hace más que constatar el magnífico poder que ostentó Imhotep, lo que está claro es que Herpo utilizó sus ideas y sus hechizos pero ¿Acaso no pudo usar cualquier variación ellos?

—¿Una variación? —Preguntó Draco que la observaba con interés.

—Sí, sabemos cómo los textos de Imhotep pudieron ayudar a Herpo a crear el báculo pero ¿Por qué quiso crearlo en primer lugar?

Hermione se levantó y comenzó a pasear por el salón y Harry sintió que volvían atrás en el tiempo, ella hablaba y se movía del mismo modo en que lo hacía en Hogwarts cuando pensaba o en Grinmauld Place cuando huyeron de Voldemort o en la vieja tienda de Arthur Weasley mientras se escondían de los carroñeros.

—Entiendo por qué Imhotep hablaba de esto, en la época en la que él vivía las varitas, que son el objeto a través del cual canalizamos nuestra magia, no existían. Ellos buscaban la forma de suplir la ausencia de las varitas, digamos que él inventó el concepto aunque no el objeto.

—Una super varita —dijo Harry pensando en el bastón —aunque sin núcleo mágico.

Hermione puso los ojos en blanco y supuso que, sin Ron, Harry necesitaba compensar de alguna forma su falta haciendo un comentario absurdo digno de su amigo pelirrojo.

—Pero —continuó Draco ignorando al auror —¿Por qué lo hizo Herpo? Él en realidad no necesitaría el báculo.

—¡Exacto! —dijo ella.

—Un momento —Harry se frotó la cicatriz —¿Por qué no lo necesitaba?

—¿Acaso no hiciste el trabajo en Historia de la Magia en cuarto curso, Potter? —preguntó Draco.

—Lo cierto es que estaba demasiado ocupado intentando que no me matara un dragón, no ahogarme en el lago negro… sobrevivir a Voldemort…

El rubio se cruzó de brazos y sonrió de lado.

—Sí sí, el héroe salvador. Lo pillo.

—Las varitas surgieron en Europa, de hecho los Ollivanders empezaron a fabricarlas en el año 382 aC, pero no fueron los primeros. En la época de Herpo ya había varitas, de hecho hay constancia histórica de ello por lo que no tiene sentido que necesitara el báculo, no del modo en que lo necesitaban en aquí en los tiempos de Imhotep.

—¿Crees que deberíamos regresar a Grecia? —preguntó Draco que veía la posibilidad de volver de lo más satisfactoria.

—No lo sé —respondió la bruja —supongo que antes deberíamos regresar a Londres y hablar con Loughty y Kingsley.

Harry se levantó con un bostezo y se estiró.

—Mañana será otro día, entonces. Creo que me iré a dormir. Hasta mañana.

—Hasta mañana, Harry

Malfoy solo asintió y, cuando el moreno cerró la puerta, la miró.

La miró de ese modo que hacía que le temblaran las piernas y su sangre cantara.

Oh sí. Draco no tenía intención alguna de dormir por el momento. Gracias a Dios, pensó la mujer y se lanzó a sus brazos.

Nota de Autora: Me he tomado la licencia artística de utilizar la pirámide que Imhotep empezó a construir para Sekhemkhet como inspiración para la suya. Una pirámide enterrada que se quedó a medio construir y fue descubierta en 1951. Por supuesto Imhotep, Cleopatra y Marco Antonio forman parte de las tumbas perdidas del Antiguo Egipto y, aunque es cierto que en el caso de Cleopatra y Marco Antonio llevan doce años excavando en Taposiris Magna y que un famoso egiptólogo cree que no están allí sino bajo el Mar en Alejandría, todo son especulaciones.

Aún así, todo me venía muy bien para mi historia que, al fin y al cabo, es pura fantasía.