Fanfics para el Mishiroweek, Prompt 1: 7 minutos en el paraíso. ABSOLUTAMENTE TODOS los prompts estarán conectados.
yo x ti tú x mí
por Syb
día 1: 7 minutos en el paraíso
Koushiro
—Créeme —le dijo Taichi, tenía la boca llena y una cerveza en la mano. Había sido el primer día de prácticas en politología del moreno y lo había invitado a cenar con él para celebrar. Koushiro sabía que ni Yamato ni Sora había contestado y también sabía que terminaría pagando él la cuenta, pero de todas formas estaba contento de haber recibido la llamada del moreno—, Mimi siente algo por ti. Es evidente hasta para mí.
El pelirrojo supo que eran las palabras de Sora saliendo de sus labios.
—No es cierto —respondió Koushiro con los hombros encogidos—. Solo somos amigos.
Pensar así era más fácil, quiso decir el científico apenas Taichi puso los ojos en blanco, pero si lo decía, aceptaría un par de cosas que no quería ni estaba listo para admitir.
Él no tenía claro cuándo Mimi empezó a gustarle, solo sabía que ya no pudo ocultarlo en la secundaria. Quizás empezó a adorarla apenas ella se fue a los Estados Unidos y no dejó de escribirle como si siguieran viviendo a unas cuantas estaciones de metro y fueran a verse un fin de semana cualquiera. Eran sus mensajes los que lo despertaban con una sonrisa y, como para nadie fue extraño verlo sonreír a la pantalla del celular, nadie se dio cuenta que una chica le gustaba. Después de todo, él era el rey de la tecnología y se decía en los pasillos que estaba enamorado de su laptop. Sus compañeros más osados y terribles decían que, algún día, Koushiro encontraría la forma de tener relaciones con una máquina para luego casarse con ella. Sin embargo, ellos nunca supieron que siempre fue Mimi Tachikawa la que lo hacía sonreír. Por eso, verla llegar al instituto como su compañera de salón y poder tenerla frente a él y hablarle como lo hacían por texto fue…, bueno, más de lo que sus mejillas sonrojadas podían soportar. Takeru se dio cuenta inmediatamente, pero cuando estaba seguro de que el resto moriría ignorante, Taichi lo invitó a comer para celebrar con él.
Al parecer Sora lo había notado hace poco y se lo había comentado al futuro político.
—No seas tonto —bufó él y le dio el último sorbo a su pinta de cerveza. Luego, llamó a un mesero para que le trajera otra igual—. Sora me dijo que vas a su apartamento hace años, nadie hace eso a menos que pase algo, así que te pregunto: ¿es que acaso pasa algo entre ustedes?
La primera vez que había ido, se quedó parado frente a la puerta, incapaz de anunciar su llegada. Estaba aterrado, aunque ya habían salido de la escuela hace un tiempo, seguía pensando que quizás Mimi Tachikawa era consciente de lo que decían en los pasillos de él y su laptop. Koushiro también podía hacer uso de miedos irracionales, aunque ella nunca dejó de hablarle, enviarle mensajes o aparecerse en su oficina sin invitación alguna, argumentando que ella era humana y necesitaba de interactuar con otros humanos, a diferencia de él.
Su madre decía lo mismo que Taichi, pero él no estaba convencido de que fuera verdad. Koushiro era como un campesino en harapos y ella era una princesa, y la vida real no era como las películas que ella insistía que él viese. Sin embargo, ella lo había citado ese día en su apartamento y solicitado que llevara a su supuesta amante consigo. Y pasó mucho tiempo parado frente a la puerta porque, al no llegar a su cita puntualmente como siempre, Mimi lo llamó. Su celular se escuchó en el pasillo y fue cuando por fin entró al reino de la princesa Tachikawa, ya que ella lo escuchó contestar a unos pocos metros de distancia. Le sonrió y lo invitó a pasar como si fuera normal, pero para él esa situación no era normal.
Su padre, Keisuke Tachikawa, le había comprado un apartamento apenas la chica se graduó de la escuela y, aunque ella decía que era independiente, su madre, Satoe Tachikawa, iba todas las semanas a llenar su alacena de comida. No era tan independiente como parecía, pero su comportamiento tan liberal, sacado de sus años en el extranjero, le daba espacio a cosas que él no estaba preparado. Él solo era un chico tímido, incluso después de haber terminado su carrera en tiempo récord y fundado su empresa en pocos años, no tenía ninguna idea de cómo funcionar en temas relativos a los sentimientos humanos. Quizás sus compañeros de salón tenían razón y su pareja sí sería su laptop.
Mimi era una gran anfitriona, lo podía notar por cómo lo guio por las distintas habitaciones y le explicaba qué planes tenía para cada una. Y esa era precisamente su pesadilla, ya que la chica vivía sola y podía hacer lo que quisiera en el apartamento. Esa inquietud lo atormentaba desde que Taichi le había dado unas revistas para adultos, llena de chicas pelirrojas con atuendos que apenas las cubrían, solo para que se distrajera de tanto trabajo. Según las propias palabras de Taichi, Koushiro estaba viviendo relativamente rápido toda su vida y descuidando a lo que realmente importaba: disfrutar de la soledad que solo la adultez ofrecía.
Koushiro casi no podía concentrarse con ella hablando sin parar de lo que quería hacer de su vida y lo mucho que quería viajar. Era preciosa, tanto que sentía que se sonrojaba cada vez que la veía a los ojos. Él era un simple mortal y ella era una diosa. Sin embargo, no había pasado nada de lo que Sora y Taichi se imaginaban, ya que ella solo quería pedirle su consejo.
—Tú lo sabes, Koushiro —reconoció ella cuando él le preguntó, con demasiados eufemismos, a qué se debía esa invitación—. Quiero ser empresaria, como tú.
Ese día, Koushiro supo que era más fácil pensar que solo eran y serían amigos, y no había nada que Taichi o Sora pudieran a hacer o decir para que cambiaran su situación. Mimi seguía invitándolo a su apartamento, ella hablaba de los proyectos de sus sueños y él tecleaba en su computadora para materializarlos. Siempre era lo mismo: él tocaba la puerta, ella lo recibía efusivamente y lo invitaba a tomar asiento en una mesa para dos, mientras ella preparaba la cena y él se ponía a teclear. A veces, ella ni siquiera le hablaba de sus sueños como empresaria, simplemente hablaba de lo que había sido su día, mientras revolvía el contenido de una olla y él escuchaba atentamente. Sus ojos oscuros se posaban en su espalda curvilínea sin querer y se preguntaba si alguna vez podría ser ese su día a día, con Mimi a su lado como algo más que una amiga.
Koushiro no se había dado cuenta que se había quedado callado por más tiempo de lo debido, no hasta que Taichi aclaró la garganta y lo llevó de vuelta al pequeño local donde cenaban, celebrando el primer día de prácticas del moreno en politología, luego de que ni Sora ni Yamato contestaran su llamada y, muy probablemente, él terminaría pagando la cuenta.
—No hay nada entre nosotros —le aseguró casi atragantándose con la cerveza que apuró para distraerse de la atención innecesaria que tenían él y Mimi, pero el moreno no le creyó—. Ella me pidió ayuda con su compañía hace tiempo y se la diseñé.
Debía bastarle Taichi esa explicación, él había creado su propia compañía luego de salir del instituto, pero no explicaba por qué ella seguía invitándolo a cenar, cada vez que estaba en la ciudad. Un viejo hábito, se decía él. Al final, ella sí había cumplido su sueño de tener su compañía y viajar por el mundo.
—Ya… —dijo él luego de un rato mirándolo, en búsqueda de cualquier indicio de falsedad en su tono de voz y en su rostro contrariado, pero Koushiro era tímido, especialmente con el tema de las chicas. Taichi no estaba seguro de que alguna vez hubiese hojeado las revistas que le había dado—. No sabía que habías diseñado su compañía. Supongo que hace tiempo que no hablo mucho con el resto.
—Está bien —le dijo el pelirrojo con una sonrisa culposa—. Nadie lo está haciendo.
—Solo tú y Mimi —respondió Taichi tan rápido que Koushiro no tuvo tiempo de prepararse para tal estocada. En un segundo estaba sonrojado hasta las orejas y Taichi se rió a carcajadas. Era injusto viniendo de él, que siempre veía a Sora y a Yamato—. Está bien, te creo… Nada pasa entre tú y Mimi. Nada, solo vas a su apartamento, no pasa nada y luego te vas.
—Sí, es exactamente lo que pasa —respondió Izumi y volvieron a quedarse callados. Supuso que Taichi estaba un poco decepcionado de su pobre habilidad en el romanticismo y, para ser sincero, Koushiro también se sentía un poco decepcionado de sí mismo. No había sido lo suficientemente valiente para reconocer sus sentimientos a Mimi y ahora ella estaba en el extranjero la mayor parte del tiempo.
—Pero sí te gusta, ¿verdad? —Koushiro miró a su comida y aclaró la garganta, no era algo que podía ocultar y sabía que era solo cosa de tiempo para que Yagami lo entendiera. O bueno, quizás Sora o Takeru se lo hubiesen dicho—. Lo sospeché.
» No te preocupes, no diré nada. Es bueno saber que sí te gusta alguien y no tienes una fijación extraña con tu laptop —dijo con gracia y le pidió al mesero la cuenta—. Ven conmigo, la celebración todavía no acaba.
Koushiro no esperaba que la celebración se extendiera luego de que él pagara la cuenta. No podía decirle que no a Yagami, ni tampoco podía asegurar que algo interesante le esperara en su apartamento, por lo que lo siguió por las calles nocturnas de la ciudad hacia un pequeño bar con estilo occidental y un pequeño Karaoke. El lugar se veía barato y un poco sucio, así que Koushiro pensó que solo irían allí porque era lo único que Taichi y otros practicantes en politología podían permitirse, pero cuando vio a la chica cantando en inglés en el escenario, supo que era el plan de Taichi en primer lugar.
—Mimi llegó esta noche a la ciudad y nos invitó al único Karaoke que tiene música occidental. Aparentemente, esta vez se quedará un tiempo prolongado —le dijo y su mano cayó pesada sobre su hombro—, o algo así me dijo Sora, realmente no escuché nada luego de que me dijera que tú y Mimi se reunían con frecuencia.
La chica en el escenario se dio cuenta que estaban parados en la entrada y chilló con emoción, dejó el micrófono abandonado en su atril e ignoró las letras de la canción que seguía apareciendo en la pantalla; saltó del escenario y fue a abrazarlos. Los apretó entre sus brazos, a ambos, era la primera vez que ella lo abrazaba así y Taichi estaba incluido también. Por un segundo sintió decepción, pero luego recordó lo más fácil: ellos solo eran amigos, Taichi lo era también.
—¡Qué bueno que pudieron venir! —exclamó ella.
Por su voz atropellada y sus ojos adormilados, Koushiro supo que ella ya llevaba tiempo en el bar y el alcohol ya estaba tiñendo sus venas, eso hizo que se sonrojarse un poco. No era posible que cada cosa que Mimi Tachikawa hiciera se le hiciera tan hermoso, incluso el beber alcohol hasta perder la vergüenza, si es sintiese eso alguna vez.
—No nos lo íbamos a perder, princesita —dijo Taichi y le hizo una seña para indicarle que iría a la barra a pedir una pinta de cerveza de mala calidad.
Koushiro sintió que moriría con la cercanía que todavía tenían con ella, era la misma sensación que sentía en la secundaria. Supo que se sonrojó cuando ella posó sus ojos miel sobre él y sus labios se curvaron en una sonrisa.
—Quería invitarte, pero también quería sorprenderte. Sora me dijo que Taichi te traería. Así que: ¡sorpresa! —dijo ella con una risita que hizo que su corazón se golpeara dentro de su pecho, intentando acercarse a ella con cada latido, pero él no se movió y se sonrió—. Tenía miedo de que no vinieras, Sora también me dijo que, al parecer, llevas la vida de un hombre muy, muy adulto, yo sé que en verdad tienes el alma de un anciano. Naciste así… Y un hombre muy, muy adulto no viene a estas cosas.
No sabía si tomarlo como un halago o no, pero era Mimi, cualquier cosa que ella dijera estaba bien. Muchas veces decía cosas que, viniendo de otra persona, se ofendería; pero ella nunca había sido mala, solo fatalmente sincera. Y, por mucho que temiera que ella creyera en la estupidez de él y su laptop, parecía que ella lo aceptaba con o sin la obsesión con la tecnología.
—Estoy…, exitosamente sorprendido —murmuró, intentando fruncir los labios para no dejar escapar una sonrisa. No podía engañar al resto ya que ya no estaba sonriéndole a un nombre en la pantalla en el celular, sino que a Mimi y ella estaba frente a él.
—¿Lo estás? —respondió ella con las cejas contrariadas, como si no creyera que él estuviera sorprendido de verla—. He estado tanto tiempo lejos…, como tampoco he tenido tiempo como para escribirte, pensé que ya me habías olvidado.
Él aclaró la garganta que de pronto se secó, ¿olvidarla? Esperaba que eso pudiese ocurrir algún día, pero con el tiempo se dio cuenta que no era tan fácil. Sus sentimientos por ella habían aparecido en su adolescencia, pero se habían cristalizado desde que él estuvo parado frente a su puerta, aterrorizado, y luego de pretender tener una rutina de compañeros de vida cada noche, mientras ella cocinaba para ambos y él diseñaba sus sueños. Y sus fantasías se hacían añicos cuando se despedían en la puerta y él volvía a su oficina silenciosa a dormir, ya que sus padres jamás entenderían la clase de relación que tenía con Mimi y no sentía ganas de explicarles que solo eran amigos.
Su corazón había tomado un descanso de casi un año desde la última vez que él pretendió tener una vida juntos, esos días eran escasos ya, una vez cada varios meses, como para recordar los viejos tiempos en que él diseñaba su compañía y ella solo fantaseaba con viajar por el mundo sin la ayuda de su padre. Él sabía que los meses se alargarían a años y que pronto él sería solo un recuerdo para ella.
—¿Ha pasado tanto tiempo? —preguntó él, haciéndose el desentendido, ya que, si Mimi se enteraba que tenía la cuenta, podría pensar que él buscaba más que una amistad con ella y sería su fin. No podría decir que solo eran amigos.
—No seas tonto —bufó divertida—. Sora me dijo que ya compraste un apartamento en el centro. Deberías invitarme y cocinar para mí, llevaré una laptop por los viejos tiempos.
Él asintió y ella le sonrió. Le tomó la mano y lo guio hacia el grupo que los esperaba, pero no pudo escuchar nada de lo que le dijo en el trayecto, porque su atención estaba puesta en el tacto de la chica de sus sueños. Incluso los sonidos dentro del bar se silenciaron y solo podía oír el retumbar de su corazón en sus tímpanos. Y tan rápido como pasó, el tacto se fue. Tuvo que mantener la compostura y saludar a sus amigos que no veía hace meses, pero su piel parecía mantener el tacto de Mimi en forma de calor y él cerró su mano para poder conservarlo.
Taichi llegó con dos pintas de cerveza negra y le entregó una, quiso rechazarla porque el frío de la bebida haría que desapareciera Mimi de su piel, pero su amigo lo atribuyó a que Koushiro no le gustaba beber alcohol tanto como el resto e insistió en que tomara la pinta de cerveza.
—¡Acéptalo y bebe! —indicó el politólogo ya un poco cabreado y se retiró a la mesa en la que estaba sentado el resto. Yamato y Sora estaban allí, por lo que entendió que no habían contestado porque Taichi realmente no los había llamado a celebrar en aquel local, y que no había sido más que una trampa, pero no sabía el por qué. Mimi solo era su amiga y él era el que se confundía—. ¿Dónde está Jou?
—Salió con su novia —respondió Sora con una sonrisa mientras lo saludaba con un gesto—. Aparentemente, llevaban planeando esa salida por meses.
—¿Sigue con eso? —resopló Taichi—, nunca nadie la ha visto, empiezo a creer que se la ha inventado.
—¿No invitaste a Hikari? —preguntó Sora a Taichi, pero sus ojos estaban puestos en su amiga y el pelirrojo, como si quisiera identificar algún detalle que se le hubiese escapado. Koushiro aclaró la garganta, incómodo, pero Mimi actuó como si nada.
Era su amiga, se repitió, al igual que Sora, pero no pudo imaginarla en el lugar de Mimi, cocinando para él en su apartamento que compartía todavía con su madre. Sora hacía esas cosas para Yamato y Taichi, nunca para él. A su vez, Koushiro hacía cosas por Mimi que no haría por nadie más, ni siquiera Taichi. Solo podía reconocer que solo era su amiga, una muy cercana, aunque no lo suficiente.
—¿Y traerla a un lugar como este? No, ella es mejor que todo esto —respondió Taichi.
Sora enarcó una ceja, como si le preguntara al politólogo que qué significaba para ellos que sí estaban en ese lugar. Koushiro se sentó junto a Taichi y Mimi lo hizo enfrente de él. Llevó la vista hacia su cerveza negra y sus manos que ya habían perdido todo su calor, Kosuhiro tenía miedo de que no dejaría de mirar a la chica y que Yamato también se daría cuenta que le gustaba Mimi, si es que Sora no le había dicho ya.
—Es por eso por lo que Takeru tampoco vino —murmuró Yamato con la misma ceja enarcada de Sora—, o podría traer a Hikari.
—Da igual, son muy jóvenes todavía —resolvió Mimi, ignorando completamente que solo era dos años mayor que los hermanos de Taichi y Yamato. Sin embargo, Koushiro podía ver a lo que se refería y podía identificarse con ella en aquella mesa: los dos no estaban viviendo vidas en concordancia a sus edades. Sora estaba trabajando en el atelier de su madre como aprendiz y empezado a coquetear con el mundo de los textiles, Yamato y Taichi seguían estudiando en la universidad, y Jou estaba en medio de su internado de medicina; pero las carreras de él y Mimi ya habían despegado. De alguna forma extraña, Koushiro sentía como si fuesen los mayores de aquella celebración—. ¿Yamato vas a cantar?
—¿Qué es lo que crees? —resolvió el rubio.
—Que sí.
—No lo haré —gruñó Yamato, pero luego suspiró y se levantó de la mesa—. Necesito otra cerveza, ¿alguien quiere algo?
—¡Yo! —gritó Mimi y lo siguió en su misión de conseguir más cerveza barata y de mala calidad.
Koushiro no se dio cuenta que la siguió con la mirada hacia la barra hasta que se volteó a ver de vuelta a Sora y a Taichi, y por la expresión que ambos tenían en sus rostros, supo que era cierto lo que ambos decían: era evidente que él sentía algo por Mimi, pero no podía decir lo mismo en el caso de Mimi. «Ella y yo solo somos amigos», quiso decir para mantener la poca dignidad que le iba quedando, pero tuvo la impresión de que no estaban creyéndole incluso antes de llegar a ese bar.
—¿Cuándo le vas a decir? —preguntó Sora—. Solo se quedará un mes en la ciudad, si le dices, puede que se quede un poco más.
—¿El qué?
—Deja de pretender que no vimos lo que acabas de hacer —replicó Taichi tan rápido que a Koushiro le dio la impresión de que estaba por ahorcarlo de la frustración—. Te gusta ella y a ella le gustas, así que tienes que decirle. Seguramente Mimi está esperando a que hagas algo tú, recuerda que ella es una chica mimada.
Koushiro sintió que Taichi estaba más cabreado de lo normal porque hablaba desde la experiencia, lo entendió cuando la pelirroja que tenía enfrente se encogió de hombros como si sintiera culpa. Taichi todavía sufría desde que su inercia evitó que pudiera decirle a Sora que le gustaba en la secundaria y ella terminó saliendo con Yamato en cambio. Koushiro frunció los labios, claramente se sentiría igual que Taichi si alguien como Yamato empezara a salir con Mimi Tachikawa. Y con ese pensamiento, volvió a mirarlos en la barra y se preguntó si el rubio estaría mínimamente interesado en la chica. Ambos serían una buena pareja, pensó el pelirrojo, él podría tocar el bajo y ella cantar, además de que sus bellezas eran comparables. Dios, se sentiría horrible…, pero no se quería engañar, no había un mundo en que él y Mimi fuesen una buena pareja.
«Solo somos amigos», repitió su mente atormentada y volvió a ver a Sora y a Taichi.
—No te preocupes —dijo Sora—. Te podemos ayudar.
—Sí, te vamos a ayudar —secundó Taichi, pero por la expresión perversa que tenían sus ojos, Koushiro no estaba seguro de querer su ayuda. Él estaba conforme con la relación platónica que tenía con Mimi, aunque esta fuese peligrosamente similar a lo que Taichi tenía con Sora, antes de que Yamato le propusiera ser su novio. Koushiro se preguntó si un rubio se entrometería en su relación platónica—. Pero primero debes beber. ¡Bebe!
Taichi tomó la cerveza negra que le había comprado y la forzó hacia la boca de Koushiro. La cerveza se abrió pasó por su garganta luego de beber un trago para complacer al politólogo y se sorprendió de lo parecido que sabía al café. No fue tan difícil dar un segundo y un tercer sorbo, pensando que sus días empezaban y terminaban con café negro y amargo. Bebería la cerveza negra necesaria con tal de soportar esa celebración en ese bar con Karaoke y el asedio de Taichi y Sora.
Mimi siguió pidiendo canciones e interpretando a Madonna en el escenario, canción tras canción, sorbo tras sorbo de la cerveza negra, Koushiro se sintió adormecido, acunado por la voz amplificada de su musa platónica. «If you read my mind you'll see I'm crazy for you». Muchas veces, Taichi chasqueó los dedos enfrente a sus orejas para que espabilara y él despertaba sobresaltado. Yagami se reía de él y seguía charlando con los demás como si nada hubiese pasado. Koushiro sentía que ya estaba muy viejo para esas salidas con cerveza barata, aunque quizás nunca fue lo suficientemente joven para disfrutarlas. Se disculpó y fue al baño, y si hubo quejas, él no fue capaz de escucharlas.
Al llegar al baño, la luz estaba amenazando por morirse cada segundo que pasaba y su mente no podía decidirse si el tiempo pasaba muy lento o muy rápido, o si es que con cada paso de que daba, él avanzaba o retrocedía. Así que se mantuvo unos segundos o minutos, no sabía a ciencia cierta, apoyado en el lavabo mientras respiraba hondo con la frente apoyada en el espejo sucio que tenía enfrente, intentando no sucumbir ante la ansiedad. Mimi estaría en la ciudad un mes y no le había escrito con antelación, debía significar algo no muy bueno para él. Quizás, como ya había diseñado su compañía y ya no lo necesitaba, sus invitaciones a cenar con ella a su apartamento habían terminado. No, volverían a cenar juntos, esta vez en su apartamento y ella teclearía en su laptop. No supo por qué el nombre de Michael apareció entre las dendritas de sus neuronas, al principio muy bajo y luego gritaban el nombre del rubio como si quisieran que recordara.
Koushiro se golpeó su mejilla para espabilar y salió del baño. Taichi lo estaba esperando afuera y, cuando lo vio, lo tomó de los hombros y susurró «tres» en su oído, para luego señalar a la mesa donde estaba el resto, incluso Mimi. En el escenario, un hombre la había sustituido con una canción de George Michael.
—¡No estaba muerto! —gritó Taichi con felicidad, lo guio de vuelta a la mesa y volvió a susurrar el número—. Tres.
—¿De qué estás hablando?
—Vamos a jugar a algo, Koushiro.
Taichi le explicó a la rápida algo que no tenía sentido, pero no hubo más tiempo de explicarle mejor porque ya había llegado a la mesa y el politólogo lo forzó a tomar asiento, frente a Mimi que parecía más sobria que antes, como si el tiempo en el escenario le evaporara el alcohol en las venas con todos esos reflectores de luz blanca. La chica le sonrió y él quiso creer que le devolvió el gesto, pero ya no estaba seguro de lo que su cuerpo hacía o dejaba de hacer. Sentía la cara dormida y se preguntó si había algo más que alcohol en la cerveza negra.
Taichi siguió hablando de las reglas del juego que no entendía, pero si se trataba de un juego de beber alcohol, tomaría un taxi y se iría a la cama, sin importar lo que dijeran. Incluso si Mimi no estuviese de acuerdo. Sin embargo, como si Mimi le hubiese leído la mente, le acercó su vaso de líquido incoloro y con un gesto le indicó que bebiera. Su nariz supo que era solo agua y él bebió con gusto. Ella también había dejado de beber y, aunque sonara estúpido, se sintió acompañado en aquel bar con estilo occidental y karaoke.
—Está bien —anunció Taichi—, elijan un número del uno al cinco y lo señalizan con su mano en la frente. ¿Están listos? ¡Ya!
Koushiro solo tenía un número en mente y era el tres, así que lo señalizó en su frente. No sabía qué significaba, pero lo hizo de todas formas, a veces era más fácil decir que él y Mimi solo eran amigos, y decirle que sí a todo lo que proponía Yagami. Sora tenía cuatro dedos sobre la frente, al igual que Yamato, y Taichi tenía cinco, pero lo cambió a cuatro cuando vio a los dos primeros, mientras que Mimi también tenía tres.
—¿Qué significa? —preguntó Mimi, con una sonrisa. Ella normalmente se perdía en las explicaciones e instrucciones y esperaba que la corrigieran en el camino. Koushiro tuvo que fruncir los labios para no reírse con la boca cerrada, ya que todo lo que hacía la chica le parecía tierno. Sin embargo, aunque él siempre estuviera dispuesto a guiarla, ese juego no lo entendía todavía como para poder responder algo.
—¿Quién ganó? —replicó el pelirrojo—. Hay dos tres y tres cuatro.
—Los números pares ganan —dijo Taichi.
—Entonces ustedes ganaron —resolvió Koushiro—, ¿qué ganaron, exactamente? ¿Y qué perdimos con Mimi?
Taichi hizo unas cuentas a la rápida en su mente y, apenas terminó, se golpeó la frente con la base de su mano. Se había equivocado y Koushiro se confundió un poco más en las reglas de ese juego. Incluso un poco borracho, podía poner en aprietos al politólogo y eso no le gustaba, no quería que la gente lo percibiera como un pretencioso sabelotodo, así que le dio un sorbo generoso al vaso de agua que Mimi le había dado.
—Lo que quiere decir Taichi —dijo Yamato—, es que, si la cantidad es par, el número gana. El número tres se repitió dos veces, así que ustedes ganan 7 minutos en el paraíso.
—Eso no tiene sentido —rebatió el pelirrojo.
—Taichi hizo las reglas —resopló el rubio y le dio un sorbo de cerveza.
—¿7 minutos en el paraíso? —preguntó Mimi, ladeando la cabeza como si no entendiera lo que el rubio decía—, ¿no necesitamos un armario para eso? —Koushiro ahora era el que necesitaba la explicación en ese juego—. Jugaba ese juego todo el tiempo con mis amigos estadounidenses, pero teníamos como trece años.
Taichi se sonrojó y se encogió de hombros. Fue entonces que Koushiro entendió que era parte del plan para ayudarlo a confesar sus sentimientos a Mimi y dejar de ser solo su amigo, pero ella no parecía muy interesada en jugar a eso con él. Lo que sea que significara estar 7 minutos en el paraíso. Quizás si Taichi o Yamato hubiesen señalizado tres con sus dedos, habría estado más interesada. Se terminó el agua y sintió que era mejor terminar la celebración, esa que tuvo que terminar cuando él pagó la cuenta de la cena en ese pequeño local de comida.
—Llamaré un taxi —explicó con una sonrisa y se despidió con un gesto bastante rígido con la mano. Escuchó protestas, pero no fueron lo suficientemente convincentes para que él se detuviera. Mimi no dijo nada—, nos vemos pronto.
El aire fresco fuera del bar lo hizo sentir mejor, así que decidió caminar para que el licor saliera de su sistema antes de llegar a su cama. Incluso con la poca experiencia que tenía con el alcohol, sabía qué era mejor para tratar la resaca del otro día. En el camino se cruzó con una tienda que estaba abierta las veinticuatro horas del día y decidió entrar por una bebida electrolítica azul y un par de snacks para picar durante la noche, ya que sabía que su horario de sueño se había interrumpido y ya no podía dormir, menos si su mente tenía grabada la voz de Mimi en el Karaoke. Su plan era evadirse de todo lo que había ocurrido esa noche, mientras trabajaba en su computadora. Y estaba reflexionando en lo que se enfocaría en el programa que había dejado inconcluso mientras subía las escaleras hacia su apartamento, con la bebida electrolítica a la mitad y los snacks bajo el brazo, cuando vio que Mimi estaba sentada en las escaleras.
—Te fuiste sin jugar, ¿acaso no quieres estar 7 minutos en el paraíso conmigo? —dijo con una sonrisa tan coqueta como traviesa que lo dejó marcando ocupado—. Estoy bromeando —respondió ella luego de verlo sin entender a lo que se refería, aún parado escaleras abajo como si todavía no entendiera lo que estaba haciendo allí—. Sora me dio tu dirección. Luego de que te fuiste, Yamato y ella quisieron irse también y la celebración de Taichi se terminó. Cuando llegué, golpeé la puerta un par de veces, pero como no contestaste, pensé que quizás te habías ido a tu oficina, como siempre hacías. Habría sido una lástima porque Sora no sabía la dirección actual de tu oficina —dijo ella, mostrándole la conversación vía chat que al parecer estaba teniendo con la pelirroja.
—Decidí caminar, me ayuda a pensar el aire fresco —le respondió él con los hombros caídos—. Siento hacerte hecho esperar.
—Llegué sin invitación —rió ella y por fin se levantó, pero como él no se movió, ella lo invitó a seguirla a su propio apartamento.
Koushiro sintió que estaba sonrojándose, así que, cabizbajo, subió las escaleras para abrir la puerta de su apartamento. No recordaba en qué condiciones había dejado el lugar esa mañana, solo esperaba que estuviera lo suficientemente limpio y ordenado para tener una invitada como ella. Nunca, ni en sus más salvajes fantasías, Mimi entraba a su apartamento, ya que siempre prefería volver a los días en que él iba al apartamento de ella con su laptop para diseñar la compañía de Mimi.
Buscó sus llaves en los bolsillos y sintió que el corazón le retumbaba en los oídos con cada palpitar que daba, Mimi estaba junto a él, esperando que abriera la puerta para poder entrar juntos a su apartamento. Al introducir la llave y escuchar el cerrojo ceder, le sonrió como pudo a Mimi antes de abrir la puerta y dejarla entrar. Tuvo miedo de encender las luces y encontrar un desastre, pero cuando su mano buscó el interruptor para terminar con su ansiedad y enfrentar el posible desorden con la frente en alto, Mimi dio un paso hacia él y presionó sus labios contra los suyos. Sintió que la humedad se abría paso sobre sus labios y ella le dijo algo de que las luces no estaban permitidas en el juego de los 7 minutos en el paraíso, él respondió a su beso y soltó todo lo que tenía en sus manos, los snacks, la bebida electrolítica y las llaves, para llevarlas a su rostro y a su nuca y así poder seguir en eso que parecía ser el juego que había propuesto Taichi, aunque todavía no entendía todavía las reglas. ¿Acaso solo era besarse en la oscuridad? Koushiro no tenía idea, pero no estaba muy interesado en ese juego, solo quería besar a Mimi lo más posible antes de que se quedara sin aire. Sin querer, Mimi encendió la luz al apoyar la espalda en el interruptor y la luz los sacó del juego.
Mimi rió frente a él.
—Tienes labial en toda la boca —le dijo y trató de limpiarle los labios con los dedos, pero a él no le interesaba. Todavía no entendía lo que había sucedido hace tan solo unos segundos atrás y trataba de buscar alguna respuesta en sus ojos color miel. Mimi se rió otra vez y miró hacia el pasillo—. Muéstrame tu apartamento.
Esa noche, acurrucada entre las sábanas de su cama, Mimi le preguntó por qué nunca la había besado en su apartamento y él le respondió que pensaba que solo eran amigos.
día 2: Nerd/Otaku
