Disclaimer: Los personajes aquí no me pertenecen, sino de Naoko Takeuchi y yo solo los uso para fines de entretenimiento sin afán de lucro.
Para Jovides, un año empujándome a no morir y aunque igual me desvanezco siempre estás ahí. Se supone que esto era por tu cumpleaños y sí, fue ayer, lo siento. También se supone que debes fingir que no lo has leído ya hace mucho, pero lo interesante es que ya tengo más avanzado y que no te lo voy a mostrar porque así soy de mala gente.
Te quiero!
A TRAVÉS DE TU MIRADA.
PRÓLOGO.
Ese amor sincero y fuerte
que juró estar, hasta la muerte
y hoy sin el yo desespero
y aunque dicen, que el amor es ciego
mi vida yo , solo clamo por verte
Makoto revisó el papel con la dirección que le habían dado en la agencia de empleos, tenía que estar muy segura de haber llegado a la dirección correcta, ya que la casa que había delante de ella era enorme; una hermosa residencia de amplios jardines gobernados por árboles tan frondosos que simulaban un bosque privado.
La reja que era tan alta como tres metros, estaba revestida de una gran enredadera, cuyas ramas se extendían en tantas direcciones que era difícil saber si se trataba de una o varias plantas. Ella estaba bastante atraída a averiguarlo, tanto que sonrió ligeramente ante su impulso natural de estirar la mano y tocarlo. Pero se detuvo apenas reprendiéndose internamente; no había venido a eso, sino a conseguir trabajo.
Apenas podía ver la entrada principal de la residencia a través de la maleza, eran unos cincuenta metros los que había entre ella y la mansión, que ahora que la observaba con más cuidado, lucía bastante tenebrosa. Pero quizá solo era la tarde que caía o esa vegetación fuera de control, gritando urgentemente por cuidado y cariño.
¡Como le gustaría poner sus manos en aquellos hermosos cerezos y esos arbustos marchitos! Pero el puesto que ofrecían no era de jardinería, sino como asistente eventual.
Cuando se convenció a sí misma y logró volver su mente a tierra, activó el intercomunicador, la voz de una mujer la recibió con cierto recelo después de un par de segundos, luego se cortó abruptamente apenas se anunció. Algo en ella le decía que quizá no era buena idea buscar un empleo en ese lugar, geográficamente estaba muy lejos de su casa y el salario no era tan bueno, pero lo había intentado todo, no podía seguir más tiempo viviendo de su escasa asignación.
Además, el planeta estaba en relativa calma, la mayoría de los altercados eran enemigos tan endebles que no provocaban mayor distracción que unas cuantas horas de su tiempo al mes y, por si fuera poco, desde que los shitennou volvieron y comenzaron a unirse al equipo, a veces no tenía que atender un llamado en muchas semanas.
"Los shitennou"
Makoto suspiró con solo pensar en ellos.
Hasta ahora conocía a tres, Kunzite, Zoicite y recientemente a Jedite. A los primeros dos los recordaba con cierto recelo, le costó mucho trabajo asimilar la idea de que ahora serían aliados y no rivales, sobre todo después de los feroces encuentros que terminaban con ellas muy mal heridas. A Jedite no lo había visto antes, por lo que con él la situación no era tan tensa, aunque permanecía lo más distante posible, ¡Pero el rubio no se lo estaba haciendo fácil! Era demasiado gracioso y amaba ver como Rei lo reprendía casi por respirar, ¡pobre chico!
Y ese pensamiento la llevó a la segunda razón por la que buscaba un trabajo: Ahora las chicas tenían pareja, todas menos ella, desde luego.
¿Que si fue una sorpresa que Minako, Amy y Rei entablaran una relación con el renacido shitennou? ¡Claro que sí! ¿Qué diablos pasaba por sus cabezas? ¿Acaso era ella la única que recordaba todo? ¿No era Rei la rencorosa? ¿No era Mina quien quería exterminarlos apenas los vio llegar?
Makoto no lo entendía. Sí, eran muy guapos e incluso agradables, por más que ella tratara de negarlo, estuvo muy sorprendida cuando Jedite apareció en su departamento un domingo por la mañana para ayudarle a arreglar una fuga que ella comentó casualmente el día anterior durante la cena, o cuando Kunzite la llevó a casa aquella vez que el youma la dejó muy mal herida y volvió por los siguientes días a verla y con comida. El mismo Zoicite, a quien Makoto recordaba por haber peleado directamente con él, solía enviarle textos con información sobre herbolaría y a veces, encontraba alguna que otra maceta fuera de su puerta, con una nota de él. Sí, parecían buenos chicos, pero Makoto no quería pensar en ello siempre, porque eso le hacía sentirse extraña, como si algo faltara y no supiera qué.
La puerta hizo un ruido chirriante y luego se abrió, Makoto se dio valor a sí misma y comenzó a recorrer el camino empedrado rumbo a la entrada principal, que cada vez se veía más lúgubre y gris, como si entrara en el castillo de una bestia.
Lo primero que notó fue que los tres escalones que llevaban del pasillo a la puerta, estaban maltratados y bastante desgastados, como si alguien se hubiese puesto a darles con un marro. Subió con cuidado, aferrándose a una barandilla que, muy por el contrario, lucía nueva y en perfecto estado.
Apenas llegó a la parte superior, la pesada puerta se abrió y una mujer pequeña, de cabellos casi platinados y recogidos en un moño muy alto, la recibió.
-¿Kino Makoto, cierto? -ella asintió un tanto confundida-. Pasa niña, no tenemos toda la tarde.
Makoto fue empujada a un oscuro interior, un pasillo largo de paredes vacías, sin cuadros ni muebles. Las luces eran tenues, lo que le dificultaba la visión, sobre todo porque afuera la luz todavía daba con medida fuerza.
-Soy Sokume Ayumi, la … encargada de esto, -dijo agitando la mano en una ruda floritura-, o eso supongo. Esta es la mansión Arima, son dos pisos y una terraza, un jardín trasero con alberca, uno delantero que ya pudiste ver. Hay un sótano, un garaje, cuatro habitaciones y una biblioteca, donde estarás tú. La cocina está aquí -dijo abriendo una puerta que solo abanicó antes de cerrarse. Makoto solo alcanzó a ver una parte de una encimera, completamente impecable-. La biblioteca tiene un baño, puedes usar ese y si es necesario, una alcoba está al otro extremo, esa es para ti.
-¿Alcoba? ¿Baño? Pero yo vine a...
-Sí, lo sé. Te mandó la agencia-respondió tosca, frenando la explicación de la chica-. Mira niña, ¿Sabes leer y escribir?
-¡Sí, desde luego! Actualmente estoy estudiando...
-¡Sí, sí muy bonito! -la mujer cortó la frase con notoria prisa. Makoto no pudo evitar fruncir un poco el ceño en señal de confusión y disgusto, pero igualmente su inconformidad fue ignorada —. Te necesito aquí por las tardes, a las tres. Te daré una llave y una contraseña de la entrada antes que te vayas. Como dije, vendrás a las tres y saldrás a las ocho, ni un minuto menos, tampoco uno más. La biblioteca está en el primer piso también, ven por acá.
Cuando la mujer mencionó de nuevo la biblioteca fue que Makoto al fin recapacitó en lo que estaba viendo, o más bien en lo que no. La casa estaba casi limpia, sin ningún mueble realmente importante. La enorme sala de estar, que era justo por donde atravesaban, solo tenía un sillón y la chimenea, un piano de cola arrumbado en un rincón junto a la ventana que debía dar al jardín y que, extrañamente, estaba cubierta con una gruesa cortina que impedía el paso de la luz.
Estaba algo aturdida, le habían comentado en la agencia que ese trabajo había sido rechazado un par de veces antes y ahora comprendía por qué. Pero tenía la mejor paga, aunque seguía siendo algo incipiente para sus necesidades.
-Aquí niña, no te detengas que tengo prisa.
Makoto giró a tiempo para ver las enormes puertas francesas abrirse a la par y revelar la única habitación que había visto amueblada, una biblioteca de proporciones impresionantes, con libros en pilas que parecían edificios a punto de derrumbarse.
Solo había un rayo de sol atravesando la ventana, también cubierta casi en su totalidad. Ese rayo le dejó ver la cantidad de polvo que corría por el aire, Makoto ahogó una expresión de sorpresa con la mano.
-Limpiar, básicamente. Y luego acomoda los libros de acuerdo a esta lista.
La mujer le entregó enérgicamente una lista de varias páginas que Makoto revisó por encima. Había cientos de nombres apuntados ahí, algunos tan extraños como "Teorías del universo y su creación" y otros que conocía muy bien como "El cantar de las estrellas" de uno de sus autores favoritos, retirado hace años.
Todavía pasaba la vista por las páginas cuando la mujer se acercó a ella, un tanto intimidante.
-Escúchame bien niña, el trabajo es fácil. Limpiar, ordenar, no hacer ruido. No se te pide nada más. Tú aquí, siempre aquí. Si escuchas ruidos afuera, arriba, donde sea, no vas. No son fantasmas, no creerás en eso, ¿Cierto? -Makoto, muy confundida, negó. No, ¿Fantasmas? ¿Acaso esta mujer no había oído hablar de los youmas? -. Bien, -afirmó no muy convencida-. La cosa es así para matar tu curiosidad, porque ya se han ido varias chicas y no tengo el tiempo para buscar a otra más.
La mujer dio vuelta y caminó rumbo al enorme escritorio que gobernaba la pared frente a la puerta, abrió uno de los cajones y sacó una vieja fotografía con bastante polvo encima. Al soplar, las motas volaron por el aire, danzando a contraluz.
Makoto se acercó, segura que era lo que la mujer quería.
-Este es el señor Arima, Nicolás Arima. Hace algunos años sufrió un accidente y no quedó muy bien. Esta casa le pertenece, vive básicamente en la planta alta y es muy raro que baje, así que los ruidos que escucharás arriba serán solo él, deambulando. Si llegase a bajar, jamás vendrá a la biblioteca, no mientras siga en estas ruinas.
-¿No le gusta el polvo? -preguntó inocente. Ayumi volvió a guardar la foto, donde Makoto solo pudo ver a un hombre muy serio, con el cabello amarrado en una coleta baja y gafas de lectura, sin mayor detalle.
-El señor Arima es ciego, perdió la vista en el accidente que te comenté. A partir de entonces se ha vuelto ermitaño, la luz del día le molesta de ahí que la casa este en penumbras, no le gusta salir y mucho menos los extraños. Aceptó que alguien pusiera orden aquí para poder usar esta habitación que fuera su favorita. Por lo que entenderás que es urgente tu trabajo y que es por eso que no debes hacer ruido.
Makoto sintió que se le iluminaba el panorama, se preguntó si acaso le habían explicado esto a las demás chicas, porque a ella le había quedado muy claro así. Aunque también le asaltó la duda de que, si con esta información, aun quisieron irse, ¿Qué le estarían ocultando?
-Además de ti, hay un trabajador más, el señor Namura, es el cocinero. Puedes comer aquí pero nunca en la biblioteca, te aseguro que el señor Arima es capaz de detectar suciedad en sus preciados libros. ¡Porque lo son! Son valiosos para él, más que cualquier otro objeto en esta casa. Por si mismos no tienen un significado especial, más que el que les da, así que no pretendas llevarte ninguno. ¿De acuerdo?
-No se preocupe por eso.
-No lo hago, tienes buenas referencias. Pero no quiero que luego argumentes que no te dejé las cosas claras al principio-alegó la mujer, mientras volvía con ella al enorme librero.
-Sufre migrañas muy seguido, suele estar de mal humor y no le gusta la compañía, como te lo he dicho. Si acaso alguna vez baja y te lo topas, contesta sencillamente a lo que te diga y trata de irte lo más pronto posible. No tiene amigos y no le interesa, no trates de congraciarte con él, nada ganarás.
Sus ojos verdes se abrieron como plato, seguidos de una expresión de pesar. Ella conocía de soledad, había vivido en ella por muchos años y ahora, lentamente, recaía. No pudo evitar traer a su mente las tardes que estaba pasando en su casa, encerrada en sus cuatro paredes, que claro que por mucho eran más acogedoras que las que la contenían ahora. Su corazón se compadeció de él.
-¡Oh, no, no pongas esa cara! -dijo la mujer, tomándola de la barbilla-. Será ciego, pero no estúpido, nada de compasión ni condescendencia, te aseguro que no se la merece. Eh sido su asistente desde antes y lo conozco muy bien, no la necesita, es un hombre duro y frío-sentenció, aunque Makoto pudo notar un poco de tristeza en su voz-. ¡Y mucho menos creas que serás tú quien venga a sacarlo de su caverna! -argumentó con renovados bríos, Makoto supuso que había tenido esta conversación muchas veces antes-. Él está bien aquí, ¿Entiendes? No hay curas ni remedios, su vida no es miserable ni está sufriendo en silencio. ¡Limpia, solo limpia y acomoda! No te preocupes por lo demás. Se te pagará muy bien y al final, si lo haces bien, podría conseguirte un trabajo mejor en … bueno, yo lo haré, es una promesa.
Después de eso la plática fue breve y centrada en las demás responsabilidades y beneficios del empleo. La mujer le dio algunos papeles para firmar, entre ellos un contrato de confidencialidad que a ella le resultó extraño, pero alguna vez escuchó a Zoicite hablar de lo común que se estaban volviendo en las universidades, así que de igual forma lo aceptó.
Media hora después estaba parada en el umbral de la puerta a punto de marcharse, Ayumi la acompañó hasta ahí.
-Recuerda, aquí a las tres, mañana. Estaré para darte instrucciones. Trae zapatillas cómodas que no hagan ruido y …
-¡Sokume!
Fue un grito ensordecedor que pareció retumbar gracias al vacío de la casa. Makoto se quedó de piedra mientras la voz se reproducía con demasiada profundidad, casi podía sentir que quien había hablado, estaba de pie tras ella, susurrándole al oído. Un escalofrío la recorrió por completo.
-¡Vete ahora! Nos vemos mañana.
La mujer prácticamente la arrojó por la puerta antes de cerrarla en sus narices. Si usara tacones, Makoto podría haberla escuchado correr frenética. ¿Había sido el señor Arima? Seguramente sí, un poco de incertidumbre sobre el ambiente de su nuevo trabajo comenzó a crecer en su pecho, pero se trató de convencer a sí misma que al menos casi tenía prohibido interactuar con él, así que nunca se dirigiría a ella de esa manera.
Volvió por el camino empedrado que la llevaba a la reja de salida, contemplando con más calma el descuidado jardín. Había una banca cerca de un frondoso árbol, una mesa de jardín con sus sillas, que notablemente estaban abandonadas de tiempo atrás, también había un columpio grande enredado en una rama, todo en deterioro.
Volvió a sentir algo de pena por el hombre y la manera en que había decidido vivir después de algo tan grave como el accidente que tuvo. Makoto al menos estaba agradecida de tener sus cinco sentidos funcionando, bueno, eran seis, porque no se imaginaba que a parte de la soledad, todavía tuviera que enfrentarse al mundo con alguna especie de discapacidad.
Estaba por salir cuando se detuvo y giró de regreso a la mansión, sus ojos se posaron en una de las ventanas enormes de la segunda planta, cubierta por una gruesa cortina al igual que el resto. No estaba segura, pero sentía como si alguien estuviera ahí, observándola. Sentía una presencia bastante importante, que parecía seguir su camino con los ojos.
No, seguro solo era el aura del lugar. Ayumi no se atrevería a correr una cortina y ese tal señor Arima no podía verla.
Cruzó la reja aun con la sensación, pero pensando en las compras que debía hacer antes de llegar a casa.
Notas:
Bueno, más de un año ausente y aquí vengo, bien desvergonzadamente a empezar una historia nueva con todas las demás en hiatus. Pero he vuelto y como siempre digo, no pienso dejarlas sin acabar, solo que ahora si no sé cuando.
Pd. No me pregunten donde andaba, no están listos para esta conversación xD
