Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 26.
Apariencias
"Fingimos lo que somos; seamos lo que fingimos."
Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) Dramaturgo y poeta español.
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Emmett dejó al ascensor cerrarse antes de empujar lejos de él a Charlotte y gruñir.
—¿Qué. Haces. Aquí? Yo no soy tu novio Charlotte.
Charlotte rodó los ojos ante su tono de voz y se recostó sobre una de las paredes del ascensor sonriendo mientras ignoraba su pregunta.
—Porque mejor no me dices ¿quién mierda es esa chica? ¿Estás cogiendo con el personal? Has caído bajo cariño.
—No tengo porque darte explicaciones. De ningún tipo y lo sabes —le respondió tajante al verla observar sus uñas como si le estuviese hablando del clima y no de lo que de verdad importaba. Charlotte podía ser todo menos estúpida y se lo demostró al hablarle.
—Emmett, sabes que no puedes no responder mis preguntas —Charlotte se enderezó y caminó hacia Emmett quien se tensó al tenerla cerca, pero no retrocedió y ella le puso las manos en el pecho tomando las solapas de su traje alisando las arrugas inexistentes del mismo mientras soltaba su veneno —. Sabes que debes hacer todo lo que yo digo —susurró a su barbilla —. O me harás ser muy específica con la prensa acerca de ti y tu sucio secreto. Soy muy amiga de Alistair, el nuevo editor en jefe de U.S Weekly. Estoy segura de que estará feliz de verme.
La quijada de Emmett tembló de la furia y Charlotte se colgó de sus hombros y dejó que su aliento recorriera el cuello de su león de montaña. Sí, ella sabía cómo domarlo y si ella no iba a dudar en tomar esa oportunidad para hacerlo. Él iba a ser suyo o de nadie.
—¿Quieres que vaya primero con el pequeño gatito nuevo y le diga quién eres y le hable sobre lo que hiciste o debería dejarla enterarse por la prensa?
—¿Qué quieres?
Charlotte sonrió abiertamente y esta vez se alejó de él moviendo la mano restándole importancia. Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salieron. Ella fingió limpiar sus labios y suspirar como si en lugar de estar sacando sus trucos para poner los pies de Emmett en la tierra hubiese sido besada hasta la saciedad. Luego se colgó del brazo de Emmett y recostó su cabeza en su brazo sonriendo soñadora a toda persona que se les cruzó en el camino. Charlotte solo estaba empezando. Necesitaba un apellido nuevo y nada como un hombre exitoso para adornarla con uno. Ella siempre tenía lo que quería.
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—Hay una reunión programada con Jason Jenks Junior para las dos de la tarde, para que firme el acuerdo… — decía Lauren en una revisión de los asuntos del día. Mientras tanto Isabella miraba a Rosalie quien se encontraba pérdida en sus pensamientos mirando a la nada a unos pasos de ella, en su oficina. Parecía estar disfrutando la vista de la ciudad frente al enorme ventanal, pero nadie más que ella conocía esa mirada rota, esa pose en dónde ella parecía estar reuniendo sus pedazos abrazando sus brazos. Suspiró enfocándose en Lauren quien también miraba a la chica con curiosidad.
—¿Está todo listo?
—Wells y el señor McCarty se encargaron de los contratos. Jason Jenks y sus abogados los leyeron y dijeron que querían hablar personalmente con usted sobre algunos cambios.
—¿Eran los contratos finales? —Lauren asintió una vez y Isabella murmuró "Hmmm" y movió su mano hacia la puerta en un gesto de despedida.
Lauren se giró para irse, pero Isabella le habló antes de que se terminara de ir.
—Si Charlotte Blues viene a mi oficina déjala esperar tres horas y no le ofrezcas ni el agua del florero de tu mesa ¿Entendido?
Lauren asintió antes de lanzar una mirada de entendimiento a Rosalie quien aún no se dió cuenta de nada. Todos hablaban de la cercanía y complicidad que Emmett parecía mostrarle a Rosalie quien brillaba como una estrella siendo observada por el sol. Por un momento la asistente sintió compasión antes de girarse para salir. Si había algo que había aprendido con los años era a ser discreta y no dejarse llevar por lo que sea que el mundo de su jefa escondía; era mejor vivir en la ignorancia.
—No todo es lo que parece —dijo Isabella una vez que Lauren salió de la oficina.
Rosalie parpadeó preocupada porque sentía que el mundo se estaba derrumbando sobre ella de una forma inexplicable y dolorosa y eso la asustó. Era lo que en un principio quería evitar sin embargo ahora estaba envuelta en una situación engorrosa y difícil que solo la hacía querer huir.
Charlotte Blues había reclamado lo que era suyo en el lobby de la empresa frente a todo mundo.
Rosalie había tenido unos pocos minutos a solas y los había usado después de que ellos se fueron y recordó que Charlotte había dicho "novio" de una manera hiriente. Buscó en internet y vió que la relación más larga de Emmett McCarthy era esa hermosa y llamativa modelo. Todo el mundo lo sabía menos ella misma.
—Lo siento yo…
Isabella negó y se levantó de su escritorio para pararse a su lado y mirar a la ciudad también tratando de unir los pedazos de la chica, quien parecía ser Alicia en el país de las maravillas envuelta en una inexplicable y loca ruleta rusa.
—No voy a decir te lo dije. Emmett no es hombre de una sola mujer. La mitad del mundo femenino lo conoce.
—Sin embargo lo hizo. Usted me lo dijo. Me dijo que no debía meter mi corazón en esto —susurró Rosalie y eso la hizo sonreír con sarcasmo sin poder evitarlo.
—Bueno, no puedo negar eso, sin embargo por experiencia también puedo afirmar que el corazón no escucha cuando le hablamos en voz alta. Es un maldito sordo que lleva siempre de la mano al amor. Ven, si sigues mirando así el ventanal la ciudad va a terminar por desgastarse —le pidió y cuando ambas se sentaron una frente a la otra Isabella continuó hablando —. Charlotte es una parte importante de la historia de Emmett. Supongo que lo descubrirás en su momento. Cuando lleguemos allí, sin embargo, te lo repetiré. No todo lo que ves es lo que parece. Examina todo con otros ojos, no lo hagas con el corazón. Es estúpido.
Rosalie asintió antes de sacar la laptop de su mochila.
—Creo que necesito enfocarme. ¿Por qué no hablamos de lo importante? —dijo enciendo la grabadora. Isabella asintió aunque quería, por alguna loca razón, abrazar a la chica y ayudarla a sentirse mejor. Sin embargo, ella no era de ese tipo y las heridas no se sanaban con abrazos o besos, eso estaba claro. A veces había necesidad de dolor para madurar, cerró los ojos y pensó un momento en lo que seguía y así fue teletransportada al pasado.
—Pasaron tres días antes de que volviera a ver a Edward. Sabía muy poco de sus actividades, pero yo seguía mis rutinas. A pesar de no tener dinero, Hyõ y yo íbamos a ayudar a servir comida los domingos a los refugios, siempre a los lugares más bajos y olvidados de San Francisco. Eso nos aseguraba comida gratis para dos días y una buena obra. La mayor parte del tiempo era Emily quien nos guiaba a las cocinas y nos hacían ponernos estúpidas camisas enormes que decían "Cristo te ama, sonríe como yo" y también, por supuesto, redecillas en el cabello y guantes plásticos. No podíamos arrugar la nariz a los indigentes aunque estos apestaran a mierda o alcohol y, créeme, la mayoría lo hacían. Tampoco podíamos hablarles. Ese día el refugio estaba lleno de ellos, por eso cuando una mano demasiado limpia puso frente a mi una bandeja con varios platos esperando que la llenará me sobresaltó.
—No estás sonriendo —susurró, provocando que derramara el arroz con pollo por todo la bandeja perdiendo la concentración y sintiéndome estúpidamente nerviosa. Era imposible no reconocer su voz y mi peor temor se confirmó cuando nuestros ojos se encontraron. Le había pedido alejarse, pero al verlo era como estar dividida entre quererlo allí siguiéndome y rogar a Dios que se alejara de mí y me dejara en paz. Era más el egoísmo de quererlo seguro y lejos de Felix y su obsesión conmigo.
—Siguiente —gruñí y él le quitó la bandeja a un hombre tras él y le dijo amigablemente
—Que lo disfrutes amigo —después le palmeó la espalda como si fuesen cómplices y extendió la bandeja vacía hacia mi sonriendo suave y dulce. Solo así, con sus hermosos y profundos ojos verdes haciéndome sentir algo que no sentí jamás. Hacía a mi corazón palpitar con sentimientos que enviaban estampidas de mariposas a mi estómago dejándome sin aire.
—Estábamos hablando de tu sonrisa —insistió y quise sonreír; estúpidamente solo quería sonreír para él, para darle gusto, pero no moví ni un solo músculo y dejé caer arroz sobre la bandeja sin dejar de mirarlo. Hizo lo mismo con la persona que estaba tras él y le quitó la bandeja vacía antes de seguir hablando conmigo.
—Puedo hacer esto todo el día*.
Llene la nueva bandeja y levanté una ceja en su dirección antes de verlo parpadear moviendo sus pestañas pizpiretas de una forma extraordinaria. Había algo lindo en su sonrisa. Tenía una forma preciosa de torcer sus labios y hacer a sus ojos brillar como cuando el sol toca un lago con sus rayos. Es una forma cursi de describir a alguien, pero si soy honesta era como lo veía. Era como un ciego viendo al cielo por primera vez mientras se maravillaba de su inmensidad.
—¿Sabe la gente que usas las líneas del Capitán América* para obligar a los demás a hablar? —le pregunté y eso lo hizo sonreír de forma infantil y encoger sus hombros restándole importancia como si lo hubiese descubierto leyendo su libro infantil favorito. O comiendo dulces.
—Bueno, la mayoría ni siquiera se imagina que soy muy bueno obligando a los mudos a hablar. Casi me creí que un ratón se había comido tu lengua. Iba a decirle a tu padre que debería obligarte a mostrarme si la habías perdido, además, leí todas las historietas de Capitán América, no soy su fan número uno, pero aún las colecciono en mi caja de superhéroes. Tengo un sótano con miles de pósters y…
—Eso es patético —susurré escondiendo mi sonrisa y él resopló.
—Posiblemente sea algo más nerd que patético a mi edad. Pero no sé cómo describir el hecho de que tú sabes que esa es una línea de Capitán América para comenzar.
—Oye Õjo, ¿Por qué no vas por más arroz?. Te cubriré ahora. Ve.
Dejé la cuchara cuando Emily tomó mis manos y Edward dejó la bandeja vacía en las manos de un chico antes de seguirme casi corriendo.
—¿Sabes qué significa Õjo? —me preguntó Edward mirándome con atención.
—Sí. ¿Importa? —repliqué al verlo a mi lado. Intenté ignorarlo, evitar sentirme feliz de verlo de pie casi intentando seguir mis pasos, sano. Pero al verlo a mi lado así, allí, creo que descubrí que me gustaba, que me robaba el aliento, que aunque quería que se fuera también quería que tomara mi mano y se quedará para siempre.
—¿Se quedó? —preguntó Rosalie e Isabella asintió una vez antes de continuar.
— Cuando tomé la olla grande de arroz y jadeé por su peso él la quitó de mis manos y comenzó a caminar en silencio hacia a Emily, así que lo seguí, pero me petrifique al ver que en la entrada estaba de pie aquella hermosa rubia con la que lo había visto la primera vez frente al enrejado de la mansión. Fue entonces que como una patada al estómago dejándome sin aire puse los pies en la tierra y me di cuenta de que ese no era su lugar, era el mío. Edward necio al no verme avanzar se detuvo girando para sonreír al encontrarme de pie sin moverme. Levantó la olla con incomodidad para limpiarse la nariz
—¿Vienes? —me dijo y yo moví mi barbilla al frente señalando a la chica. Edward siguió mi mirada. Ella era simplemente perfecta ¿Sabes? Vestía ropa que parecía sacada de las películas de los ochenta, llevaba una falda rosa suave lisa a la rodilla, un hermoso blazer blanco y zapatos bajitos que combinaban con sus pulseras. Era como ver a una actriz, quizás siendo precisos era como mirar a Marilyn Monroe*, sin ese aire pícaro. No parecía pícara, se veía inocente. Era una arpía por supuesto y no tardé en descubrirlo.
—Te agradará. Ven. Es mi amiga —me pidió y cuando no avance Edward se adelantó a dejar la olla de arroz con Emily y tomó a la chica del brazo tirando de ella para acercarnos. Al compararnos ella era el sol en verano, era femenina en dónde yo casi parecía un chico, era cálida, y yo, si tenía que describirme siempre fuí el invierno, helado y tempestuoso.
—Katie.
La chica sonrió abiertamente hacia Edward al oír el apelativo cariñoso y luego incómoda me dirigió la mirada. Esa mirada que le diriges a una mujer que no es nada aunque por dentro sabes que será tu competencia. Así como ves a alguien qué te parece poco, era una mirada vacía sin sentimientos, no había ni siquiera lástima en sus ojos azules zafiro. No es que yo la estuviera buscando.
—Ella es Isabella.
Katie, como Edward la llamó, palideció y jadeó antes de mirarme a los ojos y dar dos pasos atrás. Miré a Edward buscando una explicación. Yo no sabía que decir, que sería lo indicado para decirle a la chica que parecía ser la novia del hombre al que amas, aunque él había dicho que era su amiga, pero ella pareció recuperarse muy rápido ya que se aclaró la garganta y murmuró acercándose a mi rápidamente.
—Oh Dios, soy una desconsiderada, es solo que —se detuvo y me tomó la mano suavemente antes de tirar de mí en un tosco e incómodo abrazo —creí que no existías —susurró bajo, tanto que Edward no la escucho, luego se separó de mí y habló para que Edward la escuchara.
—Eres una niña —me palmeó la mejilla una vez y cuando intento hacerlo de nuevo tomé su mano y la alejé de mi rostro de forma brusca —. Yo… lo siento.
Buscó a Edward con los ojos al reparar en que no debía haberme tocado en primer lugar y él me frunció el ceño al verme reaccionar de esa forma.
—Tengo que irme —murmuré entre dientes y los deje a ambos allí de pie. Busque a Hyõ con la mirada por el refugio antes de caminar a la cocina, pero dos pasos antes de entrar una mano cubrió mi boca y tiró de mí hacia atrás. Pataleé y luché, pero ya era tarde. Me sedaron.
Cuando abrí los ojos estaba en un gimnasio, lo sé porque a lo lejos escuché el sonido metálico de las pesas, las máquinas chocando, y también porque estaba encerrada en lo que parecía ser una oficina. Frente al sofá en el que estaba acostada un enorme ventanal me daba acceso a ver un ring de boxeo. Había dos hombres allí, uno de ellos parecía tener acero en los huesos puesto que el otro le estaba sosteniendo un saco de arena y cada golpe que el hombre de acero soltaba lo tiraba hacia atrás.
—Supongo que te gusta mi nueva adquisición —susurró Félix tras de mí. En ese momento preciso pensé que hablaba de su gimnasio no de el hombre que golpeaba el saco —. Y no hablo de ti, claro está. Tú aún eres pequeña. Õjo. Aún así quería ver como te veías en mi sofá. Si me permites decirlo. Estas hermosa —sonrió abiertamente sin dejar de avanzar hacia mí, mientras yo me moría de miedo.
Chicas adoro sus reviews, me encanta saber que aman Señora como yo amé escribirla, está historia no es fácil, y cada capítulo tiene un significado, si no lo leyeran la historia no tendría sentido. Nuestro Edward perseverante está ahora decidido a estar en la vida de su Bella. Jo, gracias por todo el apoyo nena, que disfruten su capitulo chicas!
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